Los pasos de ambos jóvenes se diferenciaban por el ritmo con el que cada uno caminaba. Senju subía las escaleras del edificio multifamiliar en el que vivía sola hace cuatro años, mientras que Izana intentaba no notarse demasiado exhausto.

—¿Quién en su sano juicio lleva a un chico a su casa? —susurró el muchacho con molestia. Se quitó su abrigo, al producirle demasiada calor de la necesaria, y empezó a plantearse si su estado físico había empeorado con el pasar de los años o solo era una de sus tantas alucinaciones. Las piernas empezaban a adormecerse y la creciente agitación se hacía presente en él. Miró hacia arriba, apoyado en el barandal de las escaleras, y maldijo el hecho de no utilizar el ascensor por mero capricho de la joven.

Al llegar al último piso de la multifamiliar, Izana se encontraba completamente agitado, arrastrando su abrigo y buscando con la mirada un lugar en el cual descansar; sin embargo, la muchacha se detuvo de improviso, buscando desesperadamente entre su uniforme de escuela algo en específico.

—Waka-chan tiene una copia de la llave, por lo que no debería preocuparme por hoy…, aunque tendré que ir a buscarla ahora o si no…

Izana se apoyó en las barandillas sintiendo un leve escozor en sus mejillas, por el momento no iba a aceptar que los golpes recibidos le habían provocado cierto daño, así que se limitó a desechar la colilla de su cigarrillo haciéndolo caer desde el piso en donde se encontraban. Vio como Senju se quitaba sus zapatos y dejaba a un lado su maletín, se acomodó la falda y trepó como un felino por encima del dintel de la puerta. Miró hacia otro lado cuando la muchacha cruzó el estrecho hueco contorsionando su cuerpo para lograr estar dentro. Abrió la puerta y se dispuso a recoger sus cosas y colocar sus zapatos en un estante cercano.

—¿No vas a pasar? —le preguntó la muchacha dejando su maletín encima de los sillones de la pequeña sala. Se dirigió a la cocina y empezó a buscar una linterna que por lo menos funcionara, levantó la vista y le dijo—: Regresaré pronto, puedes usar todo lo que quieras.

Izana, que todavía se encontraba de pie en el pequeño recibidor, la vio partir y cerrar la puerta detrás de él.

El departamento contaba con lo necesario para poder vivir con comodidad. Dejó sus viejas zapatillas a lado de unas sandalias verdes de tacón alto, desde su posición podía visualizar la cocina y una pequeña sala de estar rodeada de CD y revistas. La única puerta que era visible, y que separaba el ambiente social del privado, estaba decorada por un gran póster de una película de samuráis. Se acercó a la cocina y tomó un vaso de agua, seguido de otro para saciar su sed y quitarse el sabor metálico que lo disgustaba con el pasar de los minutos.

El sillón cercano, donde se encontraba el maletín de la joven, era de una material fosforescente y extraño para su gusto. Se acercó, para poder palparlo, pero perdió el equilibrio y derramó el agua encima del mueble. Se levantó con cierto enfado y sus ojos volvieron a posarse en la puerta que estaba frente a él.


Senju buscaba en el parque su llavero entre la hierba algo crecida, siendo menores sus posibilidades al acabársele la pila a su linterna. Cuando estaba a punto de darse por vencida, un muchacho de aproximadamente su edad se acercó hacia ella con una cartuchera de color verde chillón que reconocería a metros de distancia. Al estar frente a ella, se inclinó para preguntarle si era eso lo que buscaba.

—Muchas gracias —respondió recibiendo su objeto extraviado, de inmediato notó que el muchacho tenía un look yankii que resaltaba el bronceado de su piel y que iba acompañado de un joven más alto que fumaba un cigarrillo cubierto con una capucha crema—, si puedo hacer algo por ustedes, solo díganmelo.

El muchacho más alto levantó su mano señalando una máquina dispensadora a unos pasos de ella.

—Una Clear Asahi no me caería mal… —agregó tirando su cigarrillo en un basurero.

El otro joven bufó debido a la presencia de su compañero, se acomodó los lentes y con la mirada le indicó que guardara silencio. Al ver que la muchacha sacaba dinero de sus bolsillos se apresuró a decirle que no era necesario.

—¿Ah?, era una buena oportunidad para beber gratis —farfulló el joven encapuchado—, pero qué puedo esperar del "correcto" Kisaki.

—Hanma, me estás sacando de mis casillas…

Senju, que aún calculaba el dinero suficiente para dos bebidas, no prestaba atención a la discusión de los dos muchachos. Solo cuando sumo ambas cantidades, estiró su brazo y se la ofreció al más pequeño de ellos, al ver que no reaccionaba, se acercó al otro muchacho colocando el dinero en uno de sus bolsillos. Se retiró agradeciéndoles —una vez más—, por encontrar su pequeño estuche.

—Al final si conseguimos beber gratis, ¿no, Kisaki?

—¡Solo cállate!

Al llegar a casa usó las llaves que había recuperado e ingresó a su departamento con prisa, no quería congelarse afuera y menos con los primeros atisbos de la estación invernal. Dejó sus zapatos en el mismo lugar de siempre y se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa; sin embargo, nunca creyó posible encontrar a Izana sentado en su cama y con pedazos de fotos esparcidas por todo el piso.

—¿P-por qué hiciste eso? —preguntó confundida mientras se agachaba para recuperar algunas de sus fotografías.

—Eso debería preguntarte yo.