Capítulo 39: Inevitable
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Caminó por los pasillos. Se habían suspendido las clases de pociones, por supuesto, así que había unos cuantos estudiantes merodeando por los pasillos. Merlina vio a Hermione con Ron y Harry sentados en una banca. Se aproximó, temerosa.
—¿Podemos hablar? —le preguntó.
Hermione miró el suelo y se encogió de hombros.
—Supongo que sí —aceptó.
Caminaron hasta un lugar solitario. Merlina abrazó a Hermione y apoyó la cabeza en su hombro. La chica le acarició la cabeza.
—Sé que no fuiste tú —farfulló—, pero en ese instante no sabía qué pensar. No tengo idea de cómo ocurrió todo esto. Discúlpame por haber dudado de ti.
—Tranquila… Entiendo que estás en una situación difícil.
—Y ahora Severus prefirió congelar o acabar, o como quieras llamarle, la relación.
Se separaron.
—¿Por qué?
—Por seguridad —dijo con ironía.
Hermione se encogió de hombros negando con la cabeza.
—Sin embargo, Merlina, con Ginny estuvimos hablando del tema y creemos saber quién tuvo que ver con esto.
Merlina se tensó, súbitamente alerta.
—No dirás que es…
—Malfoy.
—No…
—Sí.
—¿Cómo?
—¿Recuerdas el día que regresamos? Bien, vi algo que me pareció muy raro: dos Goyle. Sabemos que no tiene hermano gemelo. Sabemos que el padre de Draco está en Azkaban y que mantenía un cierto vínculo con Craig. ¿Si Draco, por alguna casualidad de la vida, los hubiese visto a ti y a Snape juntos y le avisara a su padre de lo que tenía que hacer? Me refiero, a decirle a Craig que tú estabas con Snape y todo eso. Snape fue Mortífago, es doble agente. Es más que conocido.
Merlina reflexionó unos segundos. La historia no era tan descabellada, y tenía mucho sentido. ¿Por qué Goyle había llegado a colegio, siendo que jamás había salido?
—Hacer una poción Multijugos es fácil, aunque tarde un mes, pero si ya estás provisto de ella, no es una dificultad usarla —continuó Hermione, sabiamente—. Draco es un titiritero, así que puede haberle pedido unos cabellos a Goyle sin obligarlo y los puede haber enviado por carta. Ahora, si me preguntas cómo escapó Ledger, no sé, pero sin dementores es mucho menos complicado, y si es que el guardia se quedó dormido, no debe haber sido un problema sacarle las llaves, abrir la reja y tomarse una poción preparada.
—Tienes mucha razón… —reconoció Merlina—. Mira, yo pensé que Goyle había obtenido algún permiso especial, o algo así, para salir del castillo. Nunca se lo dije a Dumbledore. Confieso que me siento peor que antes, porque yo fui la idiota que lo dejé entrar. Creo que iré a preguntarle a Albus para salir de la duda.
—Sí…, y ojalá se pudiera hacer algo.
—No lo creo, pero con saber, servirá. Muchas gracias, Hermione.
Merlina la dio unas palmadas amistosas en el brazo. Luego partieron cada una por su lado.
Así que otra vez Malfoy estaba tras ese horrible ataque… ¿no?
Siguió hacia el séptimo piso y fue al despacho de Dumbledore. El anciano estaba leyendo un libro en su escritorio muy concentradamente.
—Vengo a hacerte una pregunta y me voy —avisó Merlina sin sentarse en la silla, haciéndole entender que no le quitaría mucho tiempo.
—Dime.
—¿Goyle salió de un día para otro a vacaciones?
—¿Cómo? ¿Te refieres a que no se marchó con el resto y luego se fue fuera de fecha?
—Exacto.
—No. Eso es sólo para situaciones de urgencia y él no la tuvo, porque en ese caso, sólo cuenta con mi permiso. ¿Por qué Merlina?
—Por… nada. ¡Gracias!
Hizo un gesto con la mano y se fue de allí. Ya podía estar segura de que Hermione estaba más que en lo cierto con todo eso de la poción Multijugos, pero ya no había nada más que hacer. No podía culpar a Malfoy, aunque Dumbledore, Snape y todo el mundo le creyera, porque primero no tenía pruebas, y, segundo, de seguro el Ministerio le tendría miedo por ser hijo de Mortífago y tener a un montón de amigos de esa calaña, sumando a Lord Voldemort y todo eso. Dejó la situación de lado, porque, de igual manera, no podía llorar sobre la leche derramada. Sólo contaba con la suerte de no morir tan pronto, menos asesinada. Mal momento para morir, específicamente cuando sentía que la relación con Severus iba mejor.
No entendía la actitud de Malfoy. No era su culpa ser sangre impura. Tampoco era su culpa que su padre fuera Mortífago y estuviera encarcelado. Definitivamente el muchacho necesitaba algún tipo de ayuda psiquiátrica o un abrazo muy apretado. Y, al fin y al cabo, al único que había que acabar era a Craig Ledger.
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Merlina estaba haciendo un gran esfuerzo por intentar comprender aunque fuese un diez por ciento de la psicología masculina. Habían transcurrido tres semanas desde el incidente con Craig y por suerte le habían quitado a Unferth Linfox de la espalda. Ya estaba aburrida, era un verdadero problema para ella tenerlo de un lado a otro, sin la libertad de siquiera eructar si se sentía muy hinchada. Así que, un día se hartó de la situación y exigió al ministro que la dejara tranquila. Dumbledore se mostraba a favor, ya que él era partidario de la tranquilidad personal, y tanto él como Merlina pensaban que Craig se había mantenido lejos y no pensaba volver a entrar al castillo, al menos por un buen tiempo. En realidad, Merlina sabía que Craig no estaba en el castillo, con plena certeza, porque Harry, quien tenía su mapa tan especial, le había asegurado que el nombre del mago no figuraba por ningún lado.
Ella había decidido tomar sus propias medidas de seguridad y pidió a Harry que le señalara todas las posibles entradas al castillo que no fueran las principales. Éste se las mostró en su maravilloso mapa y ella procuró aprendérselas. Colocó sus propios sortilegios que podían no ser muy fuertes, pero Craig estaba desprovisto de varita mágica y le costaría pasar por allí.
Como se dijo en un principio, la joven trataba entender el pensamiento de los hombres. Con Severus no se dirigían ni la palabra ni la mirada. A ella ya se le había quitado por completo el enojo, y entendía que eso sólo se cumplía por su seguridad y no por una cuestión de vergüenza o falta de sentimientos por parte de él. No obstante, el mago era inconsecuente con el trato que él mismo había impuesto y eso era una de las cosas que le disgustaban.
Comenzando febrero se formó un gran tumulto en los pasillos porque Peeves había realizado una serie de desajustes en un lugar: había enrollado a las armaduras con las alfombras y las había dispersado por el suelo. Había descolgado cuadros, a otros les había cambiado de lugar y reclamaban que los devolvieran a su gancho. Filch la mandó a llamar, por supuesto, para que se hiciera cargo del trabajo pesado, y ella se dirigió lo antes posible hasta allá para reparar los daños. Entre que pasaba por la multitud de los estudiantes y de algunos profesores, sintió que una mano le tocaba el vientre y luego la cintura; todo eso en un segundo. Cuando se dio vuelta a verificar quién había sido, sus ojos se empequeñecieron colocándose colorada: una cabellera negra se hacía el paso para salir de entre la muchedumbre.
Ese fue el primer recuerdo para su colección "Actitudes Hipócritas Severusianas ". Lo gracioso es que en ningún momento de los días siguientes se inmutó por lo que hizo, a menos que pudiese haber sido "sin querer".
Lo segundo ocurrió en la sala de profesores. Se habían reunido para actualizar programas pedagógicos, nuevas fechas de salida a Hogsmeade —por petición de Merlina las habían reanudado: los estudiantes de tercer año en adelante no la paraban de criticar. Por su culpa los habían dejado sin diversión—, rendimiento de los alumnos, y todos los temas que para los profesores eran importantes. Merlina, por desgracia, también tenía que estar ahí, pero llegó antes para ordenar el lugar. Ya estaba sentada por el final de la mesa cuando arribaron los demás.
Severus hizo acto presencia al último, cuando todos los puestos estaban ocupados, excepto el de la izquierda de Merlina. Se suponía que ese era el puesto de Filch, pero el viejo la evitaba a toda costa porque le caía mal, así que se sentó al frente de ella, sin cesar de mirarla con ojos mezquinos y de farfullar insultos.
—Lo siento —se disculpó Snape en un susurró—, tuve un problema con un unos Gryffindor inquietos.
—¿Cuántos puntos les quitaste, Severus? —indagó Minerva con evidente enojo en la voz.
—Los suficientes para que aprendieran la lección —respondió con fingida cordialidad.
Merlina creyó que Severus se llevaría la silla para otro lado, pero se sentó allí, sin rodeos. Dumbledore estaba en la cabecera, bastante lejos de ambos. Todos miraron hacia allá cuando comenzó a hablar, por lo tanto Merlina quedó mirando parte de la cara de Severus y toda su cabeza y su espalda... Lo habría abrazado allí mismo, pero no se podía y era parte del trato.
El director llevaba media hora de hablar cuando ella soltó una repentina carcajada. Una mano le había tocado la rodilla. Ella intentó sacarla bruscamente.
—¿Qué pasa? —preguntó Vector.
—No, nada, sólo que se me durmió una pierna y me dio cosquillas... —mintió Merlina sintiéndose avergonzada, con todos los ojos encima de ella. Las mejillas le ardían. Severus la miraba con las cejas arqueadas como diciendo "Osaste a interrumpir la interesante perorata de Dumbledore".
Volvieron las cabezas hacia el director y él continuó, sin antes dirigirle una sonrisa a Merlina para que entendiera que todo estaba bien.
La joven se quedó con las manos sobre las rodillas, enojada y en silencio. ¿Por qué Snape había hecho eso? Bueno, no sabía que ella tenía cosquillas allí, pero no debería haber siquiera tocado. O tal vez lo supiera y quería dejarla en ridículo, lo que no era raro en él.
A los pocos minutos sintió nuevamente que su mano acariciaba la suya. Snape miraba a Dumbledore con el cuello torcido, pero su brazo estaba hacia atrás. Nadie se habría dado cuenta porque parecía como si se estuviera afirmando de la silla solamente. Pasaba los dedos suavemente por las manos de Merlina y ella se aburrió y las corrió. Él no tardó en atraparle una y la mantuvo firmemente, pero no con brusquedad. ¿Qué pretendía? Ese juego no era justo.
Apenas terminó la reunión Severus le soltó la mano y se reincorporó antes que ella. Como todos se habían puesto de pie ya, estaban pendientes de sus propios asuntos. Aprovechando la distracción volvió a tocar a Merlina, pero esta vez en la espalda y un poco más abajo, y más que con una caricia, un apretón. Merlina, harta ya, se volteó y le propinó un pisotón en el pie más cercano.
—¡Oh, lo siento profesor Snape! —se disculpó con sarcasmo que nadie notó más que él—. No vi que estaba detrás de mí.
Y se marchó digna, con la frente en alto, pero todavía iracunda. Las cosas no funcionaban así: o estaban juntos o simplemente no. Estaban volviendo a los comienzos; y si bien eso había sido el paso principal para tener una relación, era totalmente estúpido hacerlo cuando ya sabían lo que sentían el uno por el otro. Merlina no estaba segura si Severus la amaba, pero al menos podía saber que la quería de verdad, porque si no, no estaría aprovechándose de cada situación en la que estuvieran cerca.
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Querida Merlina:
¿Cómo pudiste aguantar lo que te hicieron ese par de imbéciles? Primero ese hijo de perra de Craig va y trata de encontrarte para matarte y luego tu querido profesor Batman te dicen que terminen para tu bienestar. ¿Los comprendes tú? Pues yo no.
Aquí está todo muy bien. Mi madre la próxima semana tiene el bebé, que es niña y se llamará Wealthow. La verdad es que no sé de dónde saca los nombres, pero no queda otra que aceptar.
Con respecto al matrimonio, faltan sólo tres meses y ojalá pudieras venir. Espero que no tengas tanto trabajo para esas fechas.
Ruego porque atrapen pronto a Ledger.
Un beso y un abrazo.
Philius.
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Merlina terminó de leer la carta que le había enviado su primo. Acababa de levantarse. Eran las dos y media de la tarde y faltaban cuatro días para San Valentín, fecha que sonaba muy poco familiar. ¿Qué era San Valentín? Sin Severus sería lo más aburrido del mundo. ¡Maldito Craig! Entendía que en la policía muggle tardaran en encontrar a gente fugitiva de las cárceles, porque carecían de mecanismos efectivos y tecnología, ¡pero se estaba hablando de magia! ¿Cómo no podían hallar a un idiota, medio moribundo, medio loco, medio sucio, con grandes profesionales de la magia a cargo de la misión?
Más hosca que nunca se levantó, se dio una ducha y se vistió para dar la ronda. Caminó pensando que, al primer desorden de parte de los estudiantes, los enviaría con sus jefes de casa. Claro que eso no sería justo. No debía descargar su frustración en ellos.
Subió, bajó, dobló, anduvo, corrió, trotó por todo el colegio. Cada vez que oía la voz de Severus dentro del aula de clases, era para regañar, porque cuando daba instrucciones solía hacerlo en susurros casi incomprensibles, de esos que sólo le resultaban a él. Sintió una ola de placer al imaginar su voz en su oreja, pero sacudió la cabeza para echarlo de su mente. Subió otra vez, dobló por un pasillo y…
—Justo hablábamos de ti, sangre impura.
Merlina se detuvo y apoyó el hombro en la pared, dando un aspecto relajado, pero con varita en mano.
—¿Y qué hablaban de mí? —preguntó a Malfoy y a su grupo con desconfianza.
—Que es una pena que no encuentren al loco de tu exnovio. Debe ser muy triste para ti…
—No… no tardarán en hacerlo —tartamudeó Merlina.
—Ya ha pasado más de un mes. Puede pasar otro más.
—¿Qué pretendes? ¿En realidad quieres que muera? —inquirió Merlina incrédula.
—Por mí, sí.
Merlina miró el techo tomando aire con dramatismo, sin poder creer que Malfoy le dedicara tanto tiempo.
—No sé, Malfoy, pero yo diría que el encarcelamiento de tu padre te ha hecho bastante mal…
—¿Qué sabes tú…? —comenzó a decir él desenvainando la varita. Los ojos se le colocaron inmediatamente rojos.
—Ey, ey, no vengo a pelear —aseguró Merlina y guardó su varita con parsimonia—. Ya, te dejo… Por las barbas de Merlín…
Dio media vuelta, preparándose para recibir alguna maldición, pero no fue así. Pudo continuar su camino en paz.
Llegó al cuarto piso y se puso a mirar por la ventana. Vio a Hermione, Ron y Harry salir del castillo, caminar hacia unas bancas y sentarse. Iban con gorro y bufanda. Hermione llevaba un libro. Ella pensó que no la verían, pero después de diez minutos de observarlos, Hermione se dio cuenta. La miró por unos segundos y luego se puso en pie. Dijo algo a sus amigos y se devolvió al castillo. Merlina no tardó en verla llegar por el pasillo.
—¡Hola! Les dije a los chicos que tenía frío y que iría a la Sala Común.
—Tenía ganas de verte —confesó Merlina y se sentó en el suelo. La chica de Gryffindor se acomodó sobre el libro.
—¿Qué pasa con lo de Malfoy?
—No he hecho nada, la verdad. Me lo encontré hace un rato y está más violento que nunca…
Hermione asintió.
—Ataca a todo el mundo —corroboró Hermione—. Esta mañana la profesora McGonagall le quitó puntos por patear la mesa que no podía transformar en oso panda bebé.
—Yo creo que está así por lo de su padre, pero a mí me tiene inquina y es por lo del año escolar pasado, cuando insulté a su padre. Bueno este año también dije cosas de él… No tengo pruebas acerca de que él haya planeado la entrada de Craig al colegio y no tengo ánimos de vengarme tampoco. No saco nada. Aquí el único problema es Craig.
—¿Y qué tal… él?
—Oh, ¿él? —la joven formuló una cínica sonrisa—. Es un idiota. Hace una semana atrás me tocaba la mano si podía, y ahora nada. Será un triste San Valentín, por lo que veo. ¿Y tú?
Hermione se encogió de hombros.
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No se equivocó. El día de San Valentín fue el día más triste de la semana. Severus hizo el máximo esfuerzo para no tenerla a su lado, porque sólo a las horas de comer se lo había encontrado en el Gran Comedor. Quizá ese "terminar" se había convertido en un "terminar para siempre".
No recibió regalos, no envió tampoco. Corazones de papel por todos los lados, sonrisas, abrazos, besos, parejas y más parejas, noticias románticas en el Corazón de bruja y en El Profeta (sólo una pequeña reseña sobre que no habían capturado a Craig), discursitos de Dumbledore...
Merlina tuvo que hacer el conteo de los estudiantes que iban a Hogsmeade. Sintió envidia al verlos a todos tan felices, algunos en pareja, con sonrisas bobas en el rostro. ¡Ella deseaba sentirse así también!
Las cosas se mantuvieron así durante una semana. Merlina ya no tenía ojos de tan abajo que se posicionaban sus cejas. Extrañaba las conversaciones con Severus... y, en realidad, todo. Había sido una relación tan breve, efímera. Se arrepentía de no haber tomado las riendas en los momentos en que estuvieron más cerca para haberlo hecho suyo. Si no hubiera estado tan nerviosa…
Ya no sentía las miradas de él en ella, ni siquiera hacía comentarios típicos suyos de vez en cuando. ¿En serio ya no se acercaría a ella nunca más? ¿Así habían quedado? No pudo evitar sentirse triste.
Cuando comenzaron marzo, hubo un pequeño cambio con Filch. Exigió a Dumbledore que le diera parte del trabajo que hacía Merlina, así que quedaron de turnarse cada dos días. Para ella era mejor, porque así podía tener algo de horario normal de vez en cuando, aunque tenía el sueño más complicado que nunca. A veces debía dormir y no tenía nada de sueño, y, otras, quería dormir y tenía que estar vigilando. ¿Por qué el viejo Filch era tan complicado? Pero, a fin de cuentas, debía agradecer que no estuviera la estúpida de su gata. Lo más probable es que hubiese estado gastando tres rollos de papel higiénico diarios para sonarse la nariz y no habría parado de estornudar. Sí, sí, amaba a los animales, excepto a la Señora Norris, que siempre había sido una pesada.
Así que, allí estaba en esos instantes, en la segunda semana de marzo, un jueves, intentando conciliar el sueño en su cama en medio de la oscuridad. Debían de ser ya las doce de la noche.
Bostezó, pero no tenía sueño. Cerró los ojos y tampoco le dio sueño. De puro aburrimiento se puso a imaginar que Severus iba a visitarla a mitad de la noche y le decía unas cuantas palabras románticas y...
Merlina abrió los ojos sobresaltada. Había escuchado un ruido. Se quedó quieta mirando el techo. De pronto, alguien se tumbó en su cama, casi encima de ella mascullando un "Merlina".
La cabeza de aquel sujeto había quedado en su pecho y la mano en su cintura. Ella, con el corazón acelerado y la cabeza bombeando de la impresión, buscó la varita a tientas en el velador y encendió las velas. Severus estaba echado ahí, a su lado, profundamente dormido. Una mueca de terror y desconcierto se asomó en la cara de Merlina: ¿desde cuándo era sonámbulo? Le tocó la cara con suavidad. Y, por un momento, temió que no fuera él realmente.
—Severus... —susurró. Éste no se movió, y, al contrario, respiró más profundamente—. Será...
Logró divisar que se asomaba parte de su Marca Tenebrosa de su antebrazo izquierdo, lo que le hizo aceptar que sí era Severus de verdad.
Merlina apagó las velas e intentó acomodarse, pero como él estaba aplastándola un poco, no pudo moverse mucho. Le colocó una mano en el brazo y de pronto se sintió más tranquila. Estaba Severus ahí, dormido, arrollándola, pero estaba. Le acarició la cabeza con la otra mano y cerró los ojos.
Severus entreabrió los párpados en la oscuridad y sonrió satisfecho. Ella no tardó en dormirse.
