Capítulo 40: Hombre muerto

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Merlina despertó antes que él, a la hora justa. En media hora iban a tener que bajar a desayunar. Intentó levantarse, pero Severus pesaba al menos quince kilos más que ella y tenía una pierna sobre las suyas.

—¿Severus? —dijo en voz alta. Nada ocurrió.

Lo sacudió del hombro con fuerza.

—¡Severus!

—¿Ah, ah? ¿Qué? —el hombre levantó la cara, somnoliento, y la miró—. ¿Qué… haces aquí?

Merlina alzó una ceja.

—Estás en mí cuarto, en mí cama, casi encima de mí. ¿Podrías quitarte? Ya no siento las piernas.

Severus se hizo a un lado y se pasó las manos por la cara. Merlina se sentó.

—¿Por qué viniste para acá en medio de la noche? —indagó ella con desconfianza.

—Yo no vine aquí —farfulló Severus levantándose con cara de enojado.

—¿Cómo que no? Por algo estás aquí, o estoy demasiado loca y tengo alucinaciones. ¿Desde cuándo eres sonámbulo?

—No soy sonámbulo —replicó dando un bostezo y fue al baño de Merlina a lavarse la cara.

—No mientas, ¿qué soñabas que llegaste aquí y dijiste mi nombre?

Salió del baño con la cara mojada.

—No sé cómo llegué aquí, pero no significa nada…

—¿Cómo que no? —saltó Merlina con cara de "no puede ser".

—Recuerda que no significa nada —insistió él y salió a paso rápido.

Merlina entrecerró los ojos. Si había soñado algo con ella, era porque sí la quería. Pero tenía la leve impresión de que Severus podría haber estado consciente en la noche anterior y sólo había sido una treta para acercarse a ella. ¡Tan orgulloso!

Con mucho esfuerzo se levantó, y se dio cuenta que le dolía el pecho, lugar donde Severus había tenido toda la noche su cabeza puesta.

—Demonios… —se quejó sobándose el área afectada.

Se bañó, vistió y bajó a desayunar con grandes ojeras —y eso que había dormido—, el pelo estilando y pálida como un muerto.

Por andar caminando desganada y arrastrando los pies, tropezó con una piedra salida del suelo y, para no caerse, hizo un extraño movimiento. Se terminó torciendo el pie derecho.

—Y empezamos bien el día… ¿hay algo que lo pueda empeorar?

De hecho, hubo muchas cosas que lo empeoraron. Filch, en el momento en que la encontró en el Vestíbulo cuando todos salían e iban a buscar sus mochilas para ir a clases, la comenzó a atacar de la nada.

—¡Anoche te busqué y no estabas, muchacha irresponsable!

Merlina por un momento pensó que era una broma de mal gusto, pero al verlo tan rojo, se dio cuenta de que su furia era real y no actuada.

—Acuérdese que quedamos en que tendríamos días intercalados, pero cada dos, ¿no lo recuerda…?

—¡Claro que lo recuerdo! —la apuntó con un dedo tembloroso—. Y a ti te tocaba anoche.

Merlina negó. Sabía que no era excelente en matemáticas, que era algo despistada y olvidadiza, pero ella estaba completamente segura de que Filch iba a hacer su primera noche.

—Filch, no, usted no lo recuerda, yo ya cumplí mis días y le tocaba a usted anoche —explicó intentando mantener la calma.

De apoco los estudiantes se iban arrejuntando alrededor de ellos, para observar más que nada la locura de Filch. Tenía los ojos desorbitados y salpicaba saliva.

—¡No me digas! ¡Admite que eres una floja y te gusta que te paguen para no hacer nada y dejarme todo el trabajo de mayor peso a mí!

—¡No es verdad! —se defendió ella completamente ofendida.

—¡Lo es, chiquilla malcriada!

Merlina no pudo responder de inmediato. Odiaba cuando le decían "chiquilla", como si fuera menor de edad, y "malcriada". Era un verdadero insulto para ella, cuando sus padres se habían muerto cuando ella recién comenzaba su adolescencia.

—No es verdad, señor Filch —dijo en un susurro, controlándose, pero sin ocultar enojo—, yo cumplí con mis días, entienda que puede que lo haya olvidado…

—¡Yo no olvido las cosas, niñata, tengo una excelente me…!

—ARGUS.

El viejo loco se calló. Dumbledore se hizo paso. Los estudiantes miraban expectantes, y a esa altura también estaban los profesores.

—¿Qué sucede?

—¡Esta niñita es una buena para nada, una aprovechadora!

—No es verdad, Albus, yo hice mis trabajos, estoy completamente segura de que él ha olvidado que…

—¡QUE NO HE OLVIDADO!

—¡SILENCIO!

Merlina se puso una mano en la cara, hartada.

—Vamos a mi despacho —ordenó Dumbledore.

Los estudiantes se desplazaron para dejarlos subir por la escalera. Merlina iba con la cabeza gacha. ¿Era alguna otra broma de Malfoy? Tal vez sí, porque él no perdía posibilidad de hacer algo cada vez que le era posible. O podía ser el mismo Draco con poción Multijugos.

Dumbledore los hizo sentarse en un sillón cada uno. Filch gruñía, como siempre.

—¿Qué ocurrió —Filch abrió la boca para replicar—, Merlina?

—Según Filch que yo no hice mis trabajos de turno.

—Es verdad —aseguró Filch testarudamente.

—¿Es verdad? —indagó Dumbledore.

—No —contestó Merlina—. No tengo tan mala memoria.

Albus asintió.

—¿Cómo que no? Claro que es…

—Me temo —interrumpió el director—, que tú, Argus, tendrás que ir a San Mungo a hacerte un examen de Alzheimer, una enfermedad muy común en muggles y que afecta la memoria, pero que perfectamente la pueden tener los squibs.

—No puede ser… —dijo Argus, con los ojos aun fuera de su órbita.

—Sí puede ser —recalcó Albus—, puedes tener problemas a la memoria perfectamente, así que irás, y hoy mismo. Sinceramente, no creo que Merlina tenga mala memoria, ni menos disposición. El año pasado hizo su trabajo perfectamente, así que no pongo en duda que el equivocado eres tú. Eres un peligro para ti mismo y los demás en este instante.

Merlina alzó las cejas, y no por lo que había dicho Dumbledore sobre ella, sino que sobre Filch. Entonces, no era ni obra de Malfoy ni Malfoy con Multijugos. Era el Argus Filch real, más viejo y destartalado que nunca.

—Si no vas, tendré que despedirte.

Filch se paró, miró con odio a Merlina y se retiró dando tumbos.

—Gracias, Albus —dijo Merlina una vez que desapareció—, no sé qué le pasó…

—La vejez ataca de forma distinta a algunos.

—¿Estás seguro de que no era… alguien disfrazado?

—Completamente seguro, pero créeme que lo pensé. Es Filch, porque nadie podría actuar tan bien para ser él. Tiene una forma de ser increíble y ahora sin la Señora Norris se siente más solo que nunca.

De pronto Merlina tuvo una idea alocada.

—¿Era ese el problema "familiar" que había tenido?

—Exactamente. Pero no se lo cuentes a nadie. Murió su gata y no quiso volver al colegio porque no se sentía preparado. Qué tontos nos pueden poner a veces los animales, ¿no?

Merlina no dijo nada, porque comprendía el amor por los animales, y no podía juzgarlo, menos cuando ella se había metido en problemas repetidas ocasiones por acercarse o salvar a criaturas. Además, pensó en Severus, quien era el único animal que la colocaba así en esos momentos.

Luego del desayuno, que casi no disfrutó —Argus no paraba de mirarla de manera fría y calculadora—, fue a cumplir su misión de celadora de manera no muy gustosa, alentando a los estudiantes que fueran a sus aulas en las que les tocaba clases. Aún estaba algo resentida… y bastante explosiva. Eso pudo demostrarlo cuando llegó a las proximidades del aula de Pociones, a la que tuvo que llevar a rastras a un grupo de Slytherin peleadores. Justo cuando llegó, Severus salió de la sala para apurar a los alumnos. Al ver que Merlina llevaba a tres muchachitos de la túnica, su rostro se transformó en una expresión mordaz.

―Morgan, ¿podría intentar no entretener a los estudiantes cuando tienen clase conmigo?

Merlina se puso roja de ira e intentó contar hasta diez.

―Yo… no… ―comenzó a excusarse apretando los dientes.

―No me interesa lo que usted no ha hecho, Morgan. Y ustedes, entren al aula. ¡Ahora! ―los estudiantes de Slytherin hicieron caso de inmediato, porque ya habían percibido la señal de peligro entre ambos.

―Creo que ahora, Severus, no te pienso aguantar ninguna pesadez tuya… no ando de ánimos como para hacerlo…

De pronto la expresión del profesor cambió a una de seriedad y dolor. Miró hacia ambos lados del pasillo, y al ver que no había nadie, se aproximó a Merlina para besarla. Ella, con el dolor de su alma, retrocedió un paso.

―Yo no fui la que impuso la separación ―repuso sin mirarlo―. Tú tienes que ser el primero en respetar. No es justo para mí, porque acabas mi cordura.

―De vez en cuando no es malo salirse de las propias reglas ―insistió Severus avanzando otra vez y tomándola de la mandíbula.

―¡No! Dije que no.

Merlina se desprendió de sus manos, roja de nervios, deseo e ira. Su corazón estaba primero. Dignidad ante todo. No iba a dejar que la pasaran a llevar.

―No te entiendo, Severus… —clamó ella con el rostro angustiado.

―Yo tampoco ―sinceró él, sorprendido de sí mismo.

Merlina puso los ojos en blanco y se alejó de allí mientras él, un tanto abrumado, volvía a su clase, de bastante más mal humor.

Era completamente desesperante tenerla tan cerca y no hacer nada, pensaba Severus. Pero, a la vez, era peligroso desafiar a la suerte intentando besarla a mitad de un pasillo. No podía desviarse de lo ajustado… Pero la extrañaba tanto, y ella no sabía cuánto.

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Filch no tuvo la necesidad de no ir a San Mungo para que Dumbledore lo despidiera. Lo hizo de todas maneras, porque su salud empeoraba minuto a minuto, y tal como había pronosticado el director, el hombre tenía comienzos de Alzheimer, e irse en contra de Merlina acusándola de algo que no había hecho había sido la primera prueba de eso. Dumbledore pagó algo de dinero para que lo atendieran en el Hospital San Mungo y le dieran todos los cuidados necesarios. Merlina, que detestaba maldecir o aliviarse con las desgracias ajenas, agradecía de corazón no tener más a Filch ahí, porque sus rabias quedaban reducidas sólo a la mitad. Aún estaban Severus, Malfoy, Peeves, otra vez Severus y de vez en cuando algunos alumnos traviesos.

Había llegado la última semana de marzo cuando Merlina pudo equilibrar su trabajo. Le era mucho más cómodo hacer las cosas ella sola. Había sido totalmente cansador dormir un par de días normal y otros no. Se divertía en la noche haciendo nada o se aburría mortalmente, pero era parte de su trabajo. Volvía a dormir en las mañanas tranquilamente.

—Abril da inicio... —susurró al salir de la ducha para ir a desayunar. Se moría de hambre, ya que en la noche de pura flojera no fue a comer. Las energías le menguaron en último momento.

Con Severus se ignoraron monumentalmente. Ella saludó sólo a los profesores cercanos a ella —es decir Rubeus y Pomona— y ocupó su lugar.

Se había inscrito en El Profeta, así que recibía todos los días un ejemplar, siempre ansiando saber algo de Craig. No esperaba que llegara el día tan pronto.

Una lechuza parda entró entre cientos de lechuzas, hacia ella, batiendo las alas rápidamente. Dejó caer el diario sobre el puesto de Merlina, quien lo recogió como tantos otros estudiantes agarraban sus paquetes. Lo desenrolló y, a la primera vista, casi se cae del asiento. A la segunda vista casi grita. A la tercera comenzó a respirar agitadamente como si hubiese corrido kilómetros.

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HOMBRE FUGADO DE AZKABAN ES HALLADO MUERTO

Craig Federic Ledger de 24 años, fugado el 23 de enero del presente año, ha sido localizado en un Durham, en el centro de una zona de casas abandonadas la noche del 31 de marzo a las 11 horas y 30 minutos. Estudios de magos forenses estudiaron su cuerpo y se determinó la causa de muerte. Los resultados de la investigación exhaustiva de los profesionales dictaminaron que sufrió de deshidratación e inanición durante la última semana. No se muestran signos de tortura o de posible implicación de segundas personas. No poseía documentación ni tampoco varita.

"Hubiese sido preferible que se le encontrara vivo, para hacerle pagar y sufrir por lo que hizo" comentó un funcionario del Ministerio. Mientras que el mismo Rufus Scrimgeour se limitó a decir "Él se lo buscó y se lo merecía. Había causado bastante alboroto antes. Lo que menos necesitamos en estos momentos es más problemas en el mundo mágico".

Ahora la población mágica podrá estar tranquila, excepto sus padres, Robert y Griselda Ledger, que realizarán un funeral para su hijo el día sábado 4 de abril, para todo quien quiera irle a visitar y dar el pésame a la familia.

No obstante, se sospecha que poco antes de su muerte logró tener contacto con algunos de sus compañeros de Azkaban. ¿Serán sólo rumores o dejó alguna misión a cargo?

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Merlina bajó sus ojos hacia la foto que mostraba unos magos cubriendo un cuerpo con una manta y luego desaparecían por el marco de la foto con el brazo del difunto oscilando. Le tembló la barbilla y se quedó en blanco por unos cuantos segundos. ¿Realmente era Craig? ¿Había muerto de verdad? No sabía que sentir, qué pensar. Podía no ser él…

—¿Me prestas el diario, querida, luego que lo acabes de leer? —le dijo Sprout amablemente.

Merlina reaccionó e intentó sonreír.

—Un momento —contestó y se paró. Medio agachada avanzó hasta la silla alta de Dumbledore y le puso El Profeta ante los ojos. Dumbledore echó la cabeza hacia atrás para mirarla y luego cogió el periódico. Severus, quien no se quiso quedar atrás, se aproximó un poco para mirar también.

—Cuando lea se lo entrega a Pomona —masculló.

Merlina, que no quería estar allí esperando a que leyeran, se fue por la puerta trasera y se dio la vuelta para llegar al Vestíbulo. Quería salir a caminar, necesitaba...

La puerta doble se abrió. En el umbral apareció Rufus Scrimgeour, seguido de uno de sus funcionarios que tenía cara de mono.

Merlina bajó a recibirlos.

—Buenos días, señor ministro —saludó con voz sepulcral.

—Buenos días, señorita Morgan —le tendió una mano y ella se la estrechó—. No sé si habrá recibido ya la...

—Sí, la leí en el diario —contestó en tono cortante—. Creí que algo como eso lo avisarían por carta antes de que se publicara.

Scrimgeour alzó las cejas.

—Pensé que sería mejor venir a hablarle personalmente. No me gustan las cartas. Soy un hombre de acción. Y a eso vengo ahora, pero le sugiero que... ¡Dumbledore! —se aceró dando tumbos hasta el hombre de barbas que acababa de bajar la escalera junto con Severus, que iba con una expresión relajada en la cara.

—Hola, Rufus, supongo que viniste a lo de Merlina —saludó con cierta frialdad que el ministro ignoró por completo.

—Exacto, y justo iba a proponerle que fuéramos a algún despacho...

—El mío está cerca —se adelantó Severus—, podemos instalarnos allí.

—Perfecto, vamos...

Severus encabezó la fila y los condujo por el corredor de las mazmorras hasta su oficina. Los hizo pasar y se acomodaron en los sillones. Merlina tuvo la leve impresión de que Severus quería sobresalir. Ella se sentó al lado de Dumbledore y no lo miró.

—La verdad es que no sé por qué la veo tan triste, Morgan —le dijo Scrimgeour.

—No estoy triste, pero sí impresionada... —admitió Merlina, y era verdad—. No pensé que lo encontraran muerto. Y no sé, pero me da mala espina. O no sé si será ya la costumbre de saber que alguien va tras de ti. Además, su poca acción en el último tiempo… Admito que esperaba a que ocurriera algo malo.

—Si quieres puedes ir al funeral para comprobarlo por ti misma, pero debo contactar a los padres para solicitar la dirección y la hora —le ofreció el ministro.

Merlina reflexionó. No se quedaría tranquila hasta no saber que la persona que estaba dentro del cajón fuera Craig. Asintió.

—Sí, por favor. Iré. Pero..., de todas maneras, ¿están seguros de que era él?

—Seguros —corroboró el ayudante de Rufus—, comprobamos su anatomía, estudiamos si estaba transformado, hechizado o había tomado poción Multijugos, y todo eso salió negativo. Puede estar tranquila.

Conversaron un par de minutos más y luego se retiraron. Menos él y ella.

Merlina se apoyó en su mano mirando hacia abajo. Snape se sentó a su lado.

—¿En serio irás al funeral de ese cretino? ¿Luego de todo lo que te hizo? ¿De lo que me hizo?

El tono de su voz era de enojo. Merlina lo observó.

—Ya dije que es porque todavía siento esa espinita en la piel... No sé...

—Si quieres ir a verlo en realidad o a despedirlo, no es necesario que me mientas...

Merlina se paró furiosa.

—¿Me estás tratando de mentirosa?

—¡No, pero es que me parece raro que quieras ir a su funeral! —le respondió él parándose también.

—¡Ya te dije que es para cerciorarme! —rebatió Merlina, incrédula.

—No puedo soportarlo —admitió Severus—, después de todo lo que sufriste por él y tú quieres…

—Si deseas que esté riéndome a carcajadas por su penosa muerte, no lo voy a hacer, Severus, sobre todo cuando su muerte puede ser una farsa —le espetó—. Ahora no tengo ganas de reír; tal vez mañana —agregó intentando calmarse—. Pero, me di cuenta de que tú estás feliz, ¿por qué? ¿Porque podremos estar ahora juntos? Sabes que ni siquiera puedo pensar y no voy a estar discutiendo contigo la razón de porqué voy. Sabes perfectamente que te amo a ti —recalcó y Severus abrió más los ojos. Ella también se sintió rara; jamás lo había verbalizado, aunque sabía que eso era lo que realmente sentía por él—, y si te quedan dudas, no puedo hacer nada más para convencerte de lo contrario. Además… qué descaro el tuyo de volver como si nada luego de cómo te has comportado conmigo. Me merezco disculpas del tamaño del universo por eso, ¡porque también sufrí por ti!

La joven se fue dando un portazo. Había hablado más mal de lo que quería y en realidad Severus no tenía la culpa. Estaba preocupada. Ahora ella era la que no quería estar con Snape todavía porque se sentía amenazada. Hasta que no fuera al funeral, no podría dormir en paz en las noches.