Capítulo 5

Se escucharon las risas de todos los niños presentes. El único adulto era una señora, con cabello corto, oscuro y bien alta, quien lamentablemente no estaba atendiendo a la broma de los jóvenes.

- ¡No sabe volar! – gritó un niño que se unió a la pequeña muralla formada por los cuerpos de los alumnos, quienes veían a una joven pequeña con el cabello largo y pelirrojo, y unos bellos ojos color esmeralda.

La chica estaba rodeada de niños que la observaban cómicamente porque le daba miedo subirse a una escoba.

- ¡Cállense! ¡No saben lo que dicen! – gritaba la pequeña ya con lágrimas en los ojos. De pronto, de todo el barullo de niños, se le acercaron 4, uno alto para su edad, de cabellos dorados, uno moreno y otro castaño, con un niño bajo y gordo de cabellos claros.

- ¿Qué pasa, Evans? ¿Tienes miedo? – le dijo el chico de cabellos morenos, que se llamaba Sirius Black.

- Cállate, Black.

- Vaya, la niña tiene agallas. Vas en Gryffindor, ¿No? – le preguntó el de cabellos castaños, más al color azabache, llamado James Potter.

- Sí – dijo la chica mirándolos tímidamente pero sin perder el tono fuerte en la voz. Los chicos sonrieron burlonamente, menos el joven de cabellos dorados llamado Remus Lupin.

- Pues, si vas en Gryffindor y tienes agallas... demuéstranos que no tienes miedo a volar – dijo Sirius arrogantemente.

- ¡Bien! – gritó la joven.

- ¡Eh, preciosa! ¿Cómo te llamas? – le preguntó James.

- Lilian... Evans para ti – la chica se subió a la escoba mientras que la muralla de niños la rodeaba gritándole cosas como "No lo vas a poder hacer", "cobarde" "Vamos, tú puedes" y más, que Lily no tomó en cuenta.

En unos pocos segundos ya estaba en el aire, tambaleándose, abrazada a la escoba. Le tenía bastante miedo a la altura, si, y a volar en escoba, ya que Lily era Muggle y todo eso era nuevo para ella. Siempre creció con la idea de que los humanos no podían volar, pero al llegar a este mundo de magia y sorpresas, supo que con una simple escoba, todas las dudas e intrigas del ser humano habían sido opacadas, sin siquiera saberlo.

- ¿A eso le llamas montar una escoba? – se burló Sirius. James le miró un tanto enojado, se acercó a Lily y cogió la escoba con su mano.

- ¿Estás segura?

- ¡Claro que estoy segura! Si no ya me hubiera largado.

- Pues, suerte, Evans. Aunque no creo que puedas hacerlo – le dijo el chico arrogantemente. Lily le miró enojada.

- Suelta mi escoba, tengo cosas que hacer.

James sacó la mano de la escoba de la chica y se alejó encogiéndose de hombros. Sirius miraba la escena divertido, Remus negaba con la cabeza y Petter sólo se reía.

- ¡Muy bien! Escuchen todos – Los niños presentes miraron a Sirius – Aquí tendremos una representación de por qué deben tomar clases de vuelo – Todos los chicos se rieron, James incluido. Lily estaba al borde de las lágrimas cuando dos chicas de la misma edad que la joven llegaron al encuentro.

- ¡Déjenla en paz! – gritó una chica de cabello negro, acercándose a Lily quien miraba avergonzada al suelo.

- ¿Qué está pasando? – preguntó la segunda chica, era rubia de ojos claros. Se acercó a Remus quien la miró asombrado - ¿Qué están haciendo? – preguntó luego con un tono más enojado que antes.

- N-n-no lo sé – balbuceó Remus – Yo sólo estaba aquí parado, pregúntale a ellos – le dijo apuntando a James y a Sirius quienes se encontraban ahora discutiendo con la chica de negros cabellos. La joven caminó con paso asegurado hacia ellos, con total paciencia.

- ¡Lily! ¿Estás bien?

- ...Y tú, niño, ¿Quién te crees que eres? ¿Ah? – Le gritó furiosa la chica de cabello negro a Sirius.

- Me creo el ser más magnífico del mundo, pero eso es muy apresurado para mi edad... Me creo el mejor alumno y, guapísimo chico, del colegio – Dijo Sirius con arrogancia – ¿Y tú, nena?

- ¿AH? ¡¿QUIÉN TE CREES COMO PARA LLAMARME NENA? ¡YA VAS A VER, AHORA MISMO TE DOI TU MERECIDO! – La chica estuvo a punto de lanzarse sobre él y pegarle unos cuántos derechazos pero la voz de Lily la interrumpió en su posible ejecución.

- Déjalo, Brenda, no vale la pena...

- ¿No vale la pena? – Preguntó la chica decepcionada - ¡CLARO QUE VALE LA PENA! ¿Es que acaso lo defiendes?

- ¡No! Es sólo que...

- Hey, dejen de pelear, no estamos aquí para ver una pelea entre chicas... y tal vez un posible chico – Dijo Sirius divertido apuntando a Brenda, mientras que ella con los puños cerrados, lo miraba enojada.

- Ya, Sirius, déjalas ir... Son tan cobardes que no creo que se atrevan ni a hablarte – Los chicos se rieron. Lily se bajó de la escoba y se dirigió a James, bajo la asombrada mirada de todos y la seductora sonrisa del joven. Ésta sonrisa no duró demasiado ya que Lily, con una mueca de asco y repulsión, le dio su primera y mejor cachetada.

- ¿Quién te crees James Potter para hablarnos así? Eres un idiota y no quiero volver a cruzar ninguna palabra más contigo... – James estaba atónito. Remus trataba de contener la risa, Sirius miraba a las chicas enojado, Nhy estaba con la boca abierta y la escoba de Lily en la mano y Brenda no dejaba de mirar a Sirius con odio – Vamos, chicas, no tenemos nada que demostrarle a estos... idiotas.

Las chicas les dirigieron miradas malhumoradas y, dándose la vuelta, se largaron de ahí. Mientras que James no reaccionaba de su accidente.

- Amigo, creo que te has pasado – dijo Remus sabiamente.

- No, Remus, la tengo loca – dijo James sonriente.

Lily seguía recordando los momentos en que se dirigió por primera vez a James Potter, y lo mal que lo pasó. Después de ese encuentro, James y sus amigos le hicieron las bromas más brutales e idiotas a la joven y así fue como comenzó todo el odio entre ellos.

Y es que algunas veces se arrepentía tanto de haber peleado, otras se alegraba ya que supo como en verdad era este tal Potter, pero se preguntaba ¿Y si todo fuera diferente? ¿Sería amiga de él? ¿Le gustaría ser su amiga? ¿Sería un buen amigo? Y es que Remus siempre le hablaba de cuán buen amigo era y ella lo había visto millones de veces ayudar a sus amigos, protegerlos, apoyarlos, etc.

Aunque todas esas ideas le vinieran a la cabeza, seguía pensando en que él era solo un capullo egocéntrico, idiota con la idea de que el mundo giraba en torno a él.

Pero a veces le atraía, lo encontraba guapo y sí, sus ocurrencias con invitarla a salir o los celos que le daban sólo por verla charlar con otro chico lo hacían ver más guapo, y hasta le agradaban... pero cuando se extralimitaba empeoraba todo. Como una vez que había tenido una cita con un chico de Ravenclaw muy apuesto, y al día de la cita, el chico, le había dicho que debía cancelar, y tenía un gran ojo morado. Obvio, ella supo quién había sido.

Al recordarlo, comenzó a reír. Le había gritado y hasta golpeado a Potter al haberse dado cuenta de que él le había arruinado la cita pero ahora le daba gracia. Y ahí se encontraba Lily, riendo sobre los graciosos e inolvidables recuerdos sobre James Potter, sin darse cuenta que algo en su interior; un sentimiento, florecía como toda flor en primavera dispuesta a ser parte del mundo.

oOoOo

- Mamá, iré por Amanda, no me esperes – dijo James cogiendo las llaves que se encontraban sobre la mesa y saliendo por la puerta de la entrada de la casa. La voz de su madre se perdió en el vacío silencio de la casa mientras que el joven caminaba apresurado.

Observaba su reloj apresuradamente, ya se había tardado demasiado en buscar a Amanda, una bella joven que conoció en el club de la otra tarde, cuando dejó a Missy sola.

Amanda era una compañera del colegio Howgarts con la que ya se había visto unas cuantas veces. Era hija de un pare Muggle y madre mago. Era hermosa, la chica más codiciada de todo el colegio y por suerte se la había encontrado en el club.

Ya llevaba 30 minutos de retraso y sabía que chicas como Amanda no toleraban la impuntualidad. Comenzó a caminar más rápido tratando de llegar antes. Le quedaban todavía unas cuantas calles cuando, de pronto, una casa color amarillo claro y techo de color café oscuro apareció en la calle de al frente de donde él se encontraba, y es que él la conocía. Era de la única chica de la cual estaba profundamente enamorado, pero enamorado del sentimiento no el que uno está con esa persona para luego dejarla y salir con otra – como él siempre lo ha sido – si no el sentimiento de querer a alguien con todo el corazón, de preocuparse por ésa persona, de aceptarla sobre todas las cosas.

Se quedó quieto en su lugar, perplejo, observando la casa. Miles de recuerdos le surgieron de la mente, y se acordó de ella un a ves más para luego seguir caminando por la solitaria calle.

Y dentro de esa casa, una joven pelirroja se encontraba recordando a cierto muchacho, quien acababa de cruzar la calle.

oOoOo

- ¡Remus! Detente... – Dijo Nhy divertida tratando de alejarse de Remus el cual hacía un fallido intento de hacerle cosquillas.

- Es que adoro tu risa – Le dijo mirándola directamente a los ojos. Nhy le sonrió y siguió su camino. Estaban caminando desde hace más de una hora, viendo árboles, a la gente pasar y una que otra vez pasaban a tomar un aperitivo.

Iban caminando lado a lado, conversando de las cosas de la vida, sobre el colegio y sobre el mundo mágico. Se divertían bastante juntos y, aunque muchas dudas le rondaban por la cabeza, Nhy se sentía realmente feliz.

Después de algunas horas caminando, divisaron un local en una calle del centro Muggle. Decidieron tomarse una bebida y descansar, ya de tantas risas y de tanto caminar.

Pidieron dos bebidas y se dirigieron a unas bancas que se encontraban cerca de un pequeño parque.

- Y bien... ¿Qué hay de tu vida? – preguntó Remus interesado, acercando su bebida a la boca para luego tomar un buen sorbo. Nhy lo miró entre cansada y divertida.

- ¡Cuántas veces me lo has preguntado! – exclamó soltando un leve suspiro. Tomó un poco de su bebida y miró al joven - ¿Y tú, Remus?

- Bien, bien... de lo mejor – Contestó con una sonrisa que por un momento le pareció un tanto exagerada a Nhy.

- Quedan sólo dos semanas de vacaciones y ya empezamos nuestro séptimo curso, luego saldremos del colegio y... y... ¡Tendremos que trabajar! – exclamó Nhy nerviosa, recién comenzando a pensar. Remus se rió del tono de asombro de su amiga, terminándose su bebida.

- Sí... qué rápido pasa el tiempo, ¿No? – Nhy asintió con la cabeza mirando al horizonte, pensando en que el tiempo pasaban demasiado rápido para su gusto.

- ¿Sabes? Eres un gran amigo, Remus.

- Ah, pues gracias... tú también Nhy – le dijo sonriéndole. Hubo un incómodo silencio hasta que Nhy le dirigió la palabra a Remus.

- ¿Te ocurre algo? – Remus la miró extrañada, sin entender el concepto de la pregunta – Te veo extraño, Remus, no es la primera vez, pero... me preocupa... – Remus sonrió levemente corriendo su mirada hacia el cielo, y le habló con una voz cansada.

- No han sido los mejores días para mí. He tenido algunos... problemas, y pues... he cambiado – Nhy lo miró perpleja. Nunca creyó ver a Remus Lupin de ésa forma, si era él quien siempre se encontraba alegre y dando ánimo a sus seres más cercanos. Colocó su mano sobre el hombro del joven, haciendo que éste suspirara.

- Si no quieres contarlo, no te preocupes... Pero sé por lo que estás pasando – Remus la miró asombrado e interesado.

- ¿Lo sabes? – Nhy asintió con una sonrisa que tranquilizó un poco al joven. Soltó su hombro y se levanto del banco. Caminó unos pasos lejos del joven, hasta la entrada del pequeño parque.

- ¿Qué tal si lo hablamos caminando? y qué mejor lugar que el parque – Remus le sonrió y la siguió. Entraron lentamente, observando todo su entorno. Varia gente caminaba por esos lugares, habían parejas, niños, todos rodeados de un entorno de felicidad y sin preocupaciones. Mientras que Remus y Nhy caminaban sumidos en sus pensamientos tristes y preocupados por sus situaciones.

- ¿Quieres empezar tú? – preguntó Remus observando a la chica.

- Las mujeres primero – dijo Nhy bromeando – Éste, sin duda, ha sido mi verano más extraño... aterrador. He sentido cosas que antes no había sentido y cuando creí que todo andaba bien, tuvo que ocurrir que estaba ciega. Nada puede ser perfecto – dijo en un hilo de voz - Y es que conocí a alguien... a un chico encantador – Remus frunció el cejo mientras que en su interior una pequeña llama ardía violentamente – y resulta que no lo he podido ver por que... mi madre... – Remus se acercó más a ella para reconfrontarla pero Nhy seguía caminando – Mi madre está mal. No sabemos si lo que tiene pueda combatirse o no pero espero con todo mi corazón que esto se acabe pronto... No quiero perderla, Remus, no quiero

Nhy se detuvo y comenzó a sollozar. Remus se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, sin decirle nada, sólo la abrazó.

- Prometí que no lloraría – dijo Nhy sonriendo, con el rostro un poco mojado – Pero mírame. Estoy horrible...

- No, no, no... Estás hermosa como siempre – Le dijo Remus levantándole el rostro para quedar frente a frente. Nhy rió por el cumplido y lo quedó mirando directo a los ojos. Pudo ver una calma enorme lo que hizo tranquilizarla.

- ¿Y tú? ¿Qué te ha estado ocurriendo? – dijo separándose de él y secándose el rostro. Remus se maldijo a si mismo por no haber hecho algo para besarla o para no separarse de ella nunca.

- Pues... - Ahora venía la peor parte, donde le contaba su secreto y tal vez ella huiría, correría, lloraría pero todo lejos de él, ya que su secreto no era tan bien visto por la gente. Podría decirse que Remus Lupin era un monstruo, o eso pensaba él – Tengo problemas para vestirme – dijo nervioso. Había decidido no contarle su secreto, no porque no confiara en ella si no porque tenía miedo a que dejaran de ser amigos y ella le odiara.

Nhy quedó perpleja. No podía creerlo, ése no podía ser su problema y ella no sabía. Le quedó mirando preocupada.

- Vamos, Remus, no mientas – Remus se maldijo nuevamente por ser tan mal mentiroso, pero es que le costaba mentirle a Nhy, pero no podía decirle nada.

- No estoy mintiendo... – dijo sin mirarla. Nhy sonrió sarcásticamente.

- ¿Es que acaso no confías en mí?

- ¡No, no! – Dijo Remus nervioso negándole con las manos y la cabeza – Es solo que... no puedo contarlo – Miró a los ojos de Nhy los cuales estaban todavía rojos por el llanto pero tenían un brillo muy diferente que antes tenían.

- Pensé que... que nos podíamos contar lo que fuera. Y yo que te conté lo de mi madre... – Nhy comenzó a acercarse a Remus lentamente – ¿Es que no debes o no puedes? – le dijo un tanto molesta.

- No... No puedo... lo siento – Remus quedó mirando al suelo mientras que Nhy estaba inmóvil observándolo. Suspiró resignada y cansada.

- Está bien, Remus. Es tu secreto... pero si no confías en mí deberías decírmelo de una buena vez por todas – Dijo tajantemente, alejándose ahora de él. Remus, sorprendido, corrió hasta alcanzarla y la tomó del brazo, quedando los dos frente a frente.

- No es que no confíe en ti, Enserio, es sólo que... que tengo miedo.

- ¿Tienes miedo? – Le preguntó, balbuceando, observándolo curiosamente. Remus le asintió en silencio - ¿De qué?

- De tu reacción, Nhy, de que luego me tengas a mí miedo y de que dejemos de ser amigos... – Le dijo mirándola a los ojos.

- ¿De que yo te tenga miedo? Nunca te tendría miedo, Remus. Y nunca dejaríamos de ser amigos. Es increíble que desconfíes así de mí – Dijo Nhy indignada. Remus suspiró cansado del comportamiento de Nhy.

- Mira, sé que te puedo contar lo que sea pero esto no puedo contártelo. Y ¿Sabes? Ya estoy cansado, podrías ser más comprensiva en vez de estar creyéndote la victima porque creo ya habértelo dejado claro de que sí confío en ti. Y sé que nunca dejaremos de ser amigos y te digo, Nhy, que eso me está matando... – Remus cambió su tono a uno molesto y respiraba entrecortadamente, mientras que Nhy lo observaba asombrada – Pero si tú crees que no confío en ti y que no te contaré nada, pues entonces creedlo, pero estás equivocada – Remus se dio la vuelta y comenzó a irse del lugar.

- ¡BIEN! – le gritó Nhy enojada. Remus ni se inmutó al grito y siguió caminando. Nhy de pronto de vio sola, rodeada de gente que sólo caminaba. Se escuchó un estruendo en el cielo y en pocos minutos comenzó a llover – Genial – Se dijo a sí misma – Lo que me faltaba.

Se tapó su cabeza con la cartera y salio corriendo del parque hacia un local, donde podría resguardarse de la lluvia. Mientras que Remus seguía caminando, maldiciéndose por haberle hablado a Nhy de esa forma.

oOoOo

- Buenas tardes, Señores Rufio – Dijo Brenda cordialmente, dándoles la mano a los dos señores que se encontraban ahora a su lado mientras que Derek observaba la escena sonriendo – Un gusto conocerlos.

- El gusto es nuestro, Brenda, estamos alegres de que Derek esté con una belleza como tú – Le dijo Carla Rufio, quien sonreía abiertamente junto a su esposo, quien no parecía muy a gusto. Era una señora bajita, gordita, de cabello negros y sonrisa encantadora. El señor era el nuevo esposo de Carla y padrastro de Derek, se llamaba Hugo Rufio y era un más alto que Carla, de cabello rubio y brillante.

- Querida, debemos irnos ya – Le dijo su esposo molesto tomándola del brazo. La señora Rufio le sonrió nerviosa, asintiéndole con la cabeza.

- Si, sí... Derek, querido – le dijo mirándolo tiernamente – No te olvides que dejamos el almuerzo hecho por si volvemos tarde, ¿Si?

- Si, madre, no te preocupes.

- Y dale algo de comer a esta jovencita que está demasiado delgada – le dijo sonriendo. Brenda rió, indicándole que no se preocupara. Los señores Rufio salieron por la puerta principal dejando a la pareja solos en el living.

Minutos después bajó Dan, el hermanastro de Derek y compañero de clases de Brenda, quien al verla quedó perplejo.

- ¿Brenda? – La chica le asintió sonriendo – Sabía que Derek estaba con una chica pero no pensé que serías tú.

- El mundo es demasiado pequeño – Le dijo Brenda sabiamente.

- Claro... y ¿Cómo has estado? – le preguntó alegre.

- Bien, muy bien, ¿Y tú? ¡Has cambiado! Estás más alto – Brenda le sonrió y Dan soltó una risa.

- Pues sí... he estado ejercitándome.

- Con el control remoto y el paquete de frituras – bromeó Derek haciendo reír a Brenda, y molestando un poco a Dan.

- Ja ja – dijo el joven sarcásticamente – Creo que nos estaremos viendo más a menudo, ¿No? – Le dijo a Brenda quien le miraba sonriente.

- Eso espero.

- Pues, siéntete como en casa – dijo alzando los brazos y sonriendo.

- Bien, bien, basta de charla... Subamos, Bren – Derek le tomó la mano a la chica, quien se despedía con la otra mano de Dan, el cual la miraba con un brillo distinto en sus ojos. Y es que era un secreto, que solo él sabía; el gran amor por Brenda Brenaman.

- ¡La casa es hermosa! – exclamó Brenda contenta, sentándose sobre la cama en la habitación del chico.

- Sí, mi padre la diseñó... pero creo que deberé ya buscar una solo para mí. Ya estoy grande para vivir con mi madre.

- ¿Lo extrañas mucho? – le preguntó curiosa.

- ¿A quién? ¿A mi padre? – Brenda le asintió – Sí... cambió mi vida por completo y no puedo negar que fue el mejor padre.

- Cuéntame de él – le pidió muecas de bebé que hicieron reír al joven.

- Pues... Era alto y delgado, tenía el cabello rojizo y sus ojos eran marrones y grandes, iguales a los míos – Dijo sonriendo, sentándose junto a su novia – Era amigable, risueño... me acuerdo de su risa. Era estruendosa y cada vez que reía, quedaba eco en la casa. Me acuerdo que me tomaba en brazos y me llevaba de lado a lado por los pasillos, contándome historias de piratas, de magos malvados que logró vencer y cómo conoció a mi madre. Me acuerdo de su olor, de cuando fumaba pipa y se sentaba en su sillón, para ve televisión, a leer el periódico todas las mañanas. Recuerdo una vez que rompí un jarrón de la familia de mi madre y cuando me retó. Pero él fue tan amable. Todavía recuerdo sus palabras "No te preocupes, tenemos toda la vida para comprar otro, uno mucho más lindo y mejor". Me acuerdo de verlo bailar con mi madre en la cocina luego de lavar la loza y cómo la trataba; igual que a una reina.

Brenda se encontraba en los brazos de Derek, acostados los dos sobre la cama, visualizando los recuerdos del joven.

- Que hermoso, Derek... – El joven suspiró. Le costaba trabajo no llorar al recordar a su padre, el cual fue como un amigo para él. El cual le enseñó las cosas más importantes de su vida, el cual ahora estaba muerto.

- ¿Y sabes lo que más recuerdo de él? – Brenda negó sonriente, mirándolo curiosamente a los ojos – Recuerdo su sonrisa. Su enorme sonrisa, perfecta, brillante. Sonrisa que irradiaba toda la estancia cuando estaba presente. Sonrisa que extraño y que añoro con volver a ver.

Brenda se quedó en silencio, con los ojos cerrados, tratando de imaginarse aquella imagen del padre de Derek. Aquella sonrisa, y no evitaba sentirse triste por su novio.

- Murió en manos de Mortífagos, ¿Lo sabías? – Brenda se inclinó hacia él, asombrada. Los Mortífagos eran los seguidores del Señor Oscuro, mago malvado que intentaba ganar poder para destruir a los Muggles. Brenda encontraba horrible tener que morir en brazos de ésos seres terribles.

- No... No lo sabía. Lo lamento – le dijo mirándolo seriamente a los ojos. Derek le sonrió, tratando de quitarle importancia pero no podía sentirse imponente. Sin poder hacer nada para buscar venganza ni algo que lo hiciera sentir bien al respecto con la muerte de su padre.

- No te preocupes, Brenda. Murió luchando por la humanidad, por su familia, por mí... y estoy orgulloso de él. Y trato de que él esté orgulloso de mí – Brenda le acarició el rostro un momento, sonriéndole.

- Él está orgulloso, Derek. Orgulloso de que sigas con tu vida así de fuerte y orgulloso de haber formado a un chico tan valiente – Derek le sonrió agradecido y sin perder tiempo le besó suavemente – Te quiero.

- Yo también... – Y sin importarles la hora, ni el día, se abrazaron y, cálidamente, se quedaron dormidos... uno al lado del otro, sin romper ese fuerte abrazo.

oOoOo

- Aubert... – Dijo la joven respirando entrecortadamente, completamente mojada. El joven la observó perplejo y enseguida la cubrió con su chaqueta. La joven le sonrió agradecida.

- Nhy, ¿Qué haces aquí?

- Vine a verte... pero... si estás ocupado no será problema – le dijo un tanto defraudada. El chico le negó con la cabeza, sonriente.

- No, no, de hecho me alegra que hayas venido. He estado bastante aburrido en esta tienda – Nhy rió ante el comentario del joven – Estoy en mi descanso, ¿Te gustaría ir a tomar algún café o algo?

- Me encantaría – le dijo más en tono suplicante. Aubert consiguió un paraguas con el cual fueron camino a una cafetería.

Al entrar se sentaron en una mesa cerca de la ventana por la cual caían varias gotas y la lluvia la golpeaba fríamente.

- ¿Y qué cuentas? ¿Cómo ha ido el negocio? – le preguntó Nhy, ahora con una taza de té caliente en las manos – Nada mal, muchos compradores, y me pagan bien... ¿Y tú? ¿Cómo has estado?

- Bien... aunque, bueno... es que... – Nhy comenzó a balbucear, pensando en decirle o no decirle lo de su madre.

- No tienes por qué contármelo – le dijo el chico con una cálida sonrisa.

- Pero quiero hacerlo... Verás, mi madre ha estado grave y pues, he estado preocupada y todos en mi casa han estado como locos. Ya casi ni he hablado con mi padre ni con mi hermana... me he sentido sola estos días – Aubert le miró a los ojos y no pudo evitar sentir un cosquilleo en su estómago.

- Estará bien, Nhy, no te preocupes.

- Lo sé, lo sé, pero no puedo evitar preocuparme – Tomó un sorbo de su té para luego dejarlo de vuelta a la mesa – Me he estado preguntando todos estos días, qué haría si mi madre se muriera, y... la verdad es que no lo sé...

- No pienses en eso, tu madre no morirá... debes estar segura de eso – Aubert colocó su mano sobre la de Nhy quien, por un momento, creyó oír la voz de Remus. Giró su cabeza de lado a lado sin obtener rastro del joven. Le pareció extraño.

- ¿Estás bien? – le preguntó Aubert, esperando una respuesta a sus continuas miradas por todo el local en busca de algo.

- Si, si... eso creo – dijo Nhy confundida – Creo que la lluvia me ha afectado – Aubert rió sin dejar de mirarla. Nhy le sonrió pero el recuerdo de su madre hizo que sus ojos se oscurecieran.

- Gracias por todo Aubert, eres un gran chico – Aubert le sonrió mirándola intensamente a los ojos.

- Eres tan hermosa... ¿Te lo han dicho antes? – preguntó curioso.

Nhy recordó las palabras de Remus hace unas horas y asintió con la mirada perdida entre la lluvia, perdiendo la sonrisa.

- ¿Quieres volver? Si quieres te llevo a tu casa – le dijo el chico sin ningún problema, pero Nhy le negó con las manos.

- No, no, no te preocupes. Deberías ir a trabajar y yo puedo tomar un taxi e irme – le dijo sonriéndole, encantada.

- ¿Estarás bien? – le preguntó el chico con un tono preocupado en la voz, cosa que hizo sonreír a Nhy.

- Sí... estaré bien

- Bueno pues, será mejor que me vaya – Aubert dejó unos billetes sobre la mesa y se levantó, al igual que Nhy. El joven se acercó a ella y le dio un suave beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios – Espero volver a verte.

- Llámame... – Le dijo Nhy todavía con la sensación el beso del joven. Aubert le sonrió, asintiéndole, para luego salir por la puerta del local y perderse bajota espesa lluvia. Nhy se dio cuenta de que estaba mojada y no llevaba paraguas. ¡Y se había quedado con la chaqueta de Aubert!

Corrió hacia fuera, tratando de buscar la figura del chico sin tener buenos resultados por toda la gente que circulaba por esas calles. Se maldijo, pero sin detenerse, siguió caminando... cada vez más rápido hasta que lo encontrara. Tendría que ir al negocio donde trabajaba y recordó la calle que había usado con sus amigas. Siguió caminando hasta que llego a la calle, y lejos pudo ver a un chico, alto entrar por la puerta.

Creyó distinguir a Aubert pero al acercarse notó que estaba equivocada.

Buscó con su mirada por todo el local sin encontrar huella de él. Salió a la calle, todavía empapada y se devolvió al café donde minutos antes había estado, cuando de pronto chocó con un joven, el cual ni se disculpó.

- Oye, podrías ser más hombre y disculparte – le dijo Nhy enojada. El chico se dio la vuelta y para el asombro de los dos, el joven era Remus.

- Disculpa – le dijo tajantemente sin perder el tono molesto en la voz y luego seguir caminando. Nhy, despertando de su asombro, lo siguió.

- ¡Oye! Oye, mírame cuando te hablo, Remus.

- No tenemos nada de qué hablar... – le dijo el chico sin dejar de caminar

- Sí, sí tenemos. Se supone que salimos los dos, entonces nos tenemos que ir juntos – le dijo Nhy como si fuera obvio.

- No quiero estar contigo si estás de ese humor – Nhy, sintiéndose indignada con éstas palabras, le golpeó en la cara con su mano, para luego darse cuenta de por qué lo había hecho.

- ¡Perdón! Remus... – Le dijo la joven apenada.

- ¿Por qué lo has hecho? – le dijo Remus sin su tono enojado en la voz.

- Pues... ¡por que no estoy de ése humor!

- Sí lo estás. Estás terca y si es por lo de tu madre, pues lo lamento pero no deberías desquitarte conmigo – Le dijo Remus reprochablemente. Nhy se quedó estupefacta con las palabras de Remus, pero no duró mucho tiempo así cuando una mano le tomó del hombro.

- Nhy, ¿Estás bien? – Era Aubert y se notaba agitado – Te estaba buscando por lo de... ¿Es que acaso éste niño te está molestando?

- Oye, no me llames niño – le dijo Remus enojado – Y yo no la molesto, aquí hay solo una persona quien está molestando – El chico miró a Nhy para luego darse la vuelta y seguir con su camino, bajo la lluvia.

- Remus... – logró articular Nhy luego de salir de su asombro.

- Déjalo Nhy, vamos, creo mejor que te llevaré a casa – Aubert le tomó del brazo, llamando a un taxi, mientras que Nhy seguía mirando cómo la silueta de Remus se perdía entre el manto de gente. Nunca había peleado con Remus de esa forma, y es que admitía que estaba diferente y que Remus era la única víctima, pero tanto problema en su mente no le dejaba pensar antes de actuar o hablar.

Se sentía triste y desanimada pero por la fuerza en que Aubert le tiraba del brazo indicándole que entrara al coche amarillo frente a ellos le había rescatado de sus pensamientos indicándole que debía volver a la realidad.