La mente del enigma

¿Les digo algo? TENGO MIEDO CON ESTE CAPI. Los dejo leer. Nos vemos abajo. Hay un aviso importante.

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CAPÍTULO IV

Contrafuego

La brisa movía mechones de su cabello haciéndolos flotar, dándole algo de alivio a su piel caliente. Tomó el pañuelo rojo y lo uso para cubrir su cabeza del sol. Se preparó inhalando hondo antes de tomar la empinada subida de arena ardiente. Por fortuna, sus músculos estaban preparados para esforzarse debido al entrenamiento constante que mantuvo desde aquella ocasión, en la que le prometió a Yoh aprender a dominar su poder.

Había trabajado sin descanso hasta conseguirlo y sumado a su versatilidad, incursiono en diversas ramas del chamanismo, lo que resultaba en un talento único y una ventaja en estas situaciones. Anna traía impregnado un conocimiento ancestral que prefería mantener resguardado de la superficie, llevarlo hasta el fondo del inconsciente cómo si no existiera tal versión de sí misma. Pero la verdad es que nadie puede negarse a su propia naturaleza. Sé es lo que sé es.

Estando en lo alto del médano el sonido de una voz conocida, seguida por otras dos prendió sus alarmas. Volteó hacia atrás viendo las siluetas a lo lejos. Se trataba Mikihisa, el padre de Yoh y ella era fácilmente reconocible con el pañuelo rojo volando en el viento y el vestido negro. No tenía tiempo de usar la delicadeza por lo que se zambulló entre las ramas, como si fuesen de algodón. Finalmente logró salir del otro lado.

Hao se encontraba viendo como el mar subía con cada ola, el ruido le indicó que ella había llegado, normalmente era más silenciosa, la vio deslizarse por la pendiente hábilmente pero sin nada de la sutileza que solía tener. Se acercó a ella y arqueó la ceja con marcada intención.

Anna movió los hombros como si se hubiese golpeado y se acomodó las gafas oscuras que habían protegido sus ojos — ¿Qué me ves así? — Le dijo alzando la vista.

Hao sonrío de medio lado— Los toboganes y los vestidos no son una buena combinación. —Señaló.

Ella frunció el ceño y se puso de pie, comprobó que el vestido estaba en orden y acomodó la cartera que llevaba cruzada.

Él estrechó su mirada sobre ella, parecía inquieta. — ¿Quieres caminar?— Anna se adelantó sin contestar. —Supongo que eso es un sí. — Dijo siguiéndola. La sacerdotisa estaba excedida de energía hoy.

Paseaban rodeando la costanera, Anna se había quitado las sandalias y las llevaba en la mano mientras sus pies se hundían marcando la arena húmeda. Para ella, ese lugar era tranquilizador, seguro. El aire marino se sentía reconfortante, sospechaba que podría perderse horas contemplando la marea, pasar noches enteras en la playa…su mente vagaba por reminiscencias de fogatas, cielos nocturnos y melodías. Una mezcla de nostalgia y la necesidad de liberación la inundaban. Sensaciones que conocía, pero no podía recordar de donde…

Creció en los terrenos altos de montañas nevadas, con climas hostiles y temperaturas bajo cero la mayor parte del año, en contadas ocasiones tocó un pie fuera de Japón, no había una explicación de porqué sentía esa familiaridad arraigada en su pecho o la irrefrenable necesidad de cubrirse con el océano y revolcarse en la arena a dormir cual si fuese la cama de su infancia.

— ¿Vas a decirme que te sucede y porque bajaste así? — La voz de Hao la sacó de sus cavilaciones.

—No me sucede nada. — Contestó con voz monótona. No deseaba revolver la basura que se supone desapareció en el nevado Monte Osore, en la ladera más recóndita y congelada que pudo hallar para ocultarse; cuando después de 4 noches, su maestra la encontró al borde de un shock hipotérmico en la madrugada. Es por ello que a pesar de estar acostumbrada, no le gustaba el frío. Prefería mil veces el calor sofocante antes que enfrentarse a la crueldad paralizante de la nieve…

Ella era exasperante. Tenía la guarda alta todo el maldito tiempo ¿Bajaría las defensas con su hermano? La observó, el pañuelo y las gafas no le dejaban ver su expresión, pero sabía que Anna estaba dentro de un escudo que él no podía atravesar, tenerla a un paso de distancia y totalmente lejos le provocaba un escozor odioso. Arrugó el entrecejo al ver un color rojo brillante en su hombro. —Te cortaste. — Le dijo apenas rosándola con el índice.

Anna dio ligero respingo al sentir el ardor regresarla al presente. Se vio la piel enrojecida y un fino hilo de sangre brotaba del rasguño. —Ah, si— Articuló maquinal.

Hao se detuvo y la tomó de la muñeca con suavidad extendiendo su brazo hacia él y lo giró. Para su extrañeza ella no reaccionó saltando como si la hubiese tocado un cable a 220.

—También por aquí...—Le mostró, señalándole las marcas en su piel blanca; con el dedo pulgar de su otra mano acaricio un rasguño superficial que pasaba por su muñeca hasta la palma. Sintió su pulso rítmico y vibrante bajo la yema, el contacto le generó una ligera electricidad, sólo entonces fue consciente de que tenía entre sus manos la legendaria izquierda de Anna y en un estúpido impulso había tenido un gesto por demás cercano, demasiado "afectuoso" para su gusto, y arriesgado para hacerlo con ella y su mano mortal.

Anna se quedó inmóvil por ese contacto inesperado. Aguzó sus ojos sobre él, pero Hao mantuvo su porte sereno y con toda la seguridad que lo caracterizaba alzó el mentón y fijó la mirada en ella, aunque realmente no pudiera ver sus ojos detrás del polarizado parecía que sí. La tensión entre ellos se volvió palpable.

Tras un largo segundo Anna retiró su mano y dio un paso hacia atrás, creando distancia, pues el oxígeno empezaba a volverse estático y escaso cuando estaban cerca, más aun si la estaba tocando. El cosquilleo persistía por el camino que había trazado en su brazo. —No me toques. — Dijo autoritariamente, antes de retomar el paso.

Hao entrecerró los ojos en ella y dibujó una media sonrisa de satisfacción al verla recuperar su carácter habitual. — ¿No te curaras? — Le preguntó.

— No.

— ¿No sabes? — Le extrañaba que no pudiera hacer algo simple.

— No quiero. — Contestó tajante— Además no es para tanto…se curarán— Agregó. «Ni tampoco se puede ir por la vida evitando hasta el más mínimo raspón.» pensó.

Lo miró de reojo, él llevaba las manos en los bolsillos de las bermudas verdes gastadas y su piel ahora más bronceada contrastaba con la remera blanca. Al principio se le había hecho casi irreconocible verlo vestido de "civil corriente y decente", parecía una persona pacífica cómo Yoh, aunque su energía era diferente.

Rio silenciosamente por lo que pensaba. Estaba segura que nadie pondría las palabras "pacificó" y "Hao Asakura", en la misma oración.

— ¿Lo quieres compartir así reímos los dos?

Su molestia le causaba gracia. — Sólo pensaba que en realidad eres inofensivo. — Respondió con diversión.

Hao inspiró profundamente, luchando con toda su voluntad para no sacar las manos de los bolsillos. La miró de reojo, ella tenía una sonrisa y se mordía el labio inferior. —No tienes idea de lo que me tengo que contener contigo.

Ella frunció las cejas — Ah ¿sí?— Dijo con ese toque de provocación que le salía tan natural como respirar.

Él tensó la mandíbula, odiaba con toda la furia sus malditas gafas, no poder saber cómo lo miraba, no ver su cara y detestaba que lo desafiara constantemente por diversión.

Una ola se arremolinó arrebatada sobre sus pies, Anna sintió su frescura y se volteó al mar, la vista era magnética y le atraía demasiado para ignorarlo, ya no quería resistirse, no podía, necesitaba sentir el agua.

—Voy a nadar. — Soltó deteniéndote de golpe.

Hao tardó una milésima de segundo en reaccionar, incluso debió retroceder un paso hasta ella. — ¿Ahora? —Volteó al horizonte, el agua reflejaba tonos anaranjados al moverse. —Está por atardecer. — Le dijo, pero ella lanzó las sandalias, que pasaron unos metros a su lado, donde las olas aun no llegaban, luego tiró la cartera.

—El agua del mar acelera la curación de heridas superficiales. — Argumentó dándole las gafas. — Hao las recibió pensando en que podría extraviarlas en la arena por accidente. —Además, tengo calor. — Agregó mientras lidiaba con el nudo del pañuelo que luego le dio también y se dirigió hacia el agua dándole la espalda.

—Tranquila yo lo cuido. — Dijo con sarcasmo y aun sin poder entender porque había decidido que quería bañarse de un momento a otro, era completamente imprevisible. Suspiró desconcertado. Cuando creía que sabía lo que haría, ella salía con algo inesperado.


Sus pies parecían saber cómo y dónde pisar para no tambalearse, sus manos estaban aferradas a los lados del vestido para que la ventisca no lo levantara, se introdujo hasta que pudo dejar sus manos flotando. Se volteó para encontrarse con Hao, que la miraba desde la orilla.

El maldito, era la personificación de la osadía, parado con las manos enganchadas en el pantalón, el cabello largo, el rostro alzado con soberbia, le sobraba autoconfianza. Encontró sus ojos intensos y letales clavados en ella, le sostuvo la mirada y con lentitud esbozó una sonrisa provocadora. Había encontrado una satisfacción peculiar en el afán indisimulable con que la veía.

Él en verdad quería hacerlo, simplemente apartar la vista a cualquier otro lugar, pero no podía. Quizás era el efecto narcótico del mar, que la hacía ver como la encarnación de una criatura sobrenatural. La desgraciada estaba acelerándole el pulso sin tocarle un solo cabello. Su pie se movía al ritmo de los latidos en su pecho, la tensión crecía con cada segundo que le sostenía la mirada, y esa sonrisa le hacía hervir la sangre.

Anna le dio la espalda y se lanzó en una ola en el instante en que se alzó con una sincronía inusual. La frescura del océano se sintió revitalizante en su cuerpo y cálida en su alma. Se permitió fundirse en ese elemento, lo podía sentir en las venas como parte de su ser. Se conocían, no tenía dudas, aunque la mente no recuerde -o no quiera recordar- el espíritu jamás olvida.

Los ojos de Hao recorrieron inquietos la irregularidad de las olas sin encontrarla, le llamaba la atención que no la detectara, hasta que finalmente la vio resurgir metros adentro. Era mejor que dejara de acecharla como si fuese a ir tras ella, no lo haría, por mucho que quisiera.

Se marchó a donde la arena estaba seca, un tronco con la corteza blanquecina por la sal se hallaba al pie del médano, se sentó estirando las piernas y relajando el cuerpo. Recordaba la primera vez que la había visto en contacto con el océano, la noche que estaba cantando…la conexión. Había conocido cientos de chamanes de todos los tipos, el vincularse con la naturaleza era un común denominador, pero no había visto a nadie conseguirlo de la forma que ella lo hacía. Y sin dudas compartía cualidades con el mar y con la Luna: misteriosos, magnéticos, atrayentes… ¿Quién o qué era Anna realmente?

Se encontraba más sereno sin que ella estuviese cerca por un buen rato. Apoyó ambos brazos en sus rodillas y levantó la mirada por inercia. Se arrepintió en cuanto lo hizo. —Maldita niña presumida—murmuró al verla saliendo de entre las olas cómo si hubiese renacido. Caminaba hacia él como si bailara al ritmo de la marea, punta - talón, cruzando las piernas largas en cada paso « ¿Quién rayos camina así? eso no es normal». El atardecer se fundía detrás de ella y delineaba su figura. Su corazón se aceleró y la sensación de calor se hizo presente en su vientre. Colocó las manos entrelazadas delante de su boca y la escaneó de arriba abajo cuando llegó hasta él. Su piel mojada brillaba y el vestido estaba pegado a su cuerpo, el cabello escurría gotas de agua que le recorrían el rostro, los hombros, la clavícula. Respiró como si el oxígeno le ardiera, y ella lo miraba desde arriba con ese brillo de insolencia. Toda una inconsciente.

Anna sintió su piel erizarse cuando sus ojos se enterraron en los de ella con un brillo impregnado en el fondo de ellos. — Mejor haré una fogata, así te secas. — Su voz fue ronca. «Y así me calmo» Pensó, el movimiento de las llamas siempre le resultaba un punto de sosiego donde podía quemar su ansiedad y todo lo que deseara, aunque si fuera por lo último sin dudas la metería a ella en la hoguera.


Al el pie del médano ardían unos troncos encendidos, que crujían cediendo ante la fuerza de las llamas constantes. Anna se encontraba sentada en otro tronco con su mirada alzada al cielo naranja que desparramaba nubes evaporadas.

Hao no la miraba ni le hablaba desde que había salido del agua, lo cual le resultaba curioso. Posó su mirada analítica en él, que la veía desde la periferia opacada por las flamas en las que fingía interés pretendiendo ignorarla, pero sus ojos eran dos puñales difíciles de evadir, a ella ni siquiera le importaba disimular que lo estaba estudiando. Él movió el cuello y los hombros sintiéndose contracturado.

— Te ves algo tenso. — Soltó sin más.

— Tú estás demasiado relajada. — Expuso. Era verdad, había bajado echa una fiera y ahora se encontraba mansa como el mar que se había planchado cuál laguna, casualmente, cuando ella salió en ese mismo estado.

— Nadar es relajante al parecer—Respondió. —Hacer algo que ocupa los sentidos es de ayuda.

«Se me ocurren varias cosas que me podrían ocupar los sentidos justo ahora» Pensó masajeándose el entrecejo, intentando apartar la imagen que se formaba en su cabeza. Era cierto que tenía mucha imaginación, y la chica rubia la incentivaba constantemente.

—…incluso con el reishi. —Decidió decirle después de un rato.

Hao se quedó estático. No esperaba oírlo de su boca. Su expresión reflejó la incredulidad.

Anna suspiró y se bajó del tronco sentándose sobre sus talones—Siéntate. —Le señaló el espacio en el suelo frente a ella.

La vio con desconfianza.

— Tienes curiosidad ¿o no? — Acotó, sabiendo la respuesta: con ella siempre la tenía.

Él ladeo una sonrisa. Era astuta. Se sentó como se lo pidió.

—Pon las palmas de tus manos hacia arriba. —como lo indicó, él puso sus manos frente a ella con las palmas extendidas. —Y ahora cierra tus ojos.

No estaba acostumbrado a obedecer, pero podía hacer un esfuerzo si esto le daba una pista de porque su mente era inalcanzable para él.

Inhaló haciendo lo que ella indicaba. Unos segundos transcurrieron hasta que sintió sobre las palmas la energía arremolinándose. Luego la voz de Anna tarareando una melodía, a medida que la frescura se hacía calidez y crecía como un cosquilleo agradable en su piel, comenzaba a percibir los estímulos más finos a su alrededor.

—Dicen que por el mar nadaba una mujer

Citó ella, y el suelo se le hizo un vaivén de olas, el sonido del mar enredándose en la costa, en sus oídos.

—Dicen que por la tierra sembraba una mujer

Percibió sabor dulce y savia que fluía en las ramas que los rodeaban.

—Dicen que por el aire volaba una mujer

Esta vez halló un latido acompasado y veloz en el viento, el llamado de los pájaros que se reunían con el mismo sentimiento de una tribu, para regresar juntos.

—Dicen que por el fuego quemaron a una mujer

Lo escuchó quemando la madera, la hierba, conocía el fuego cómo nadie, pero había algo particularmente asolador en este. El calor se tornó sofocante. Inspiró, buscando alivio en el oxígeno salino, pero las cenizas picaron en su garganta y entonces el recuerdo se abrió paso sin permiso, se sintió justó en su estómago y se desbordó en el pecho como lava borboteando de un volcán. El lugar abrasado por llamas violentamente, la impotencia de no poder cambiar el pasado. La ira…

—Conjuro mágico eterno hechizando al mundo entero, besos que embriagan el alma disipando todo el ego

Sintió unas manos sujetarlo con firmeza de sus muñecas, Anna lo aferró con seguridad, el humo y la imagen se desvanecieron en ese instante, como si lo hubiera sacado de un tirón del incendio.

—Y cuando ellas danzan comienza la revolución. Y cuando ellas bailan empieza la evolución…

Su piel fresca contra la de él aplacó el ardor, despacio disminuyó la presión hasta soltarlo, y aunque ya no lo tocaba sentía sus manos muy cerca, sobre las suyas.

Abrió los ojos, había caído noche. El fulgor de la fogata bailaba en sus caras, Anna estaba con los ojos cerrados, su cabello se veía levemente ondulado, sobre todo en las puntas, su piel mostraba restos de sal en los caminos que dejaron las gotas ya secas. Tragó saliva sintiendo la necesidad de beber agua.

— ¿Podrías dejar de mirarme? —Le reprochó.

Él sonrió con orgullo. —Qué perceptiva. — Observó arqueando una ceja y subió sus manos para tocar las suyas mientras ella aún mantenía los ojos cerrados.

La electricidad que sintió Anna al contacto la sobresaltó y perdió estabilidad, en un reflejo instintivo Hao se inclinó a ella y con rapidez la tomó por la cintura. Gracias a él había aterrizado con las manos en el suelo justo antes de tocar las brasas.

—Ten cuidado…— Susurró dirigiendo la mirada detrás de ella, donde las llamas flameaban con ímpetu.

Un cosquilleo se arrastró por la espalda de ella al sentir su aliento contra su cuello. Los vellos de su nuca se erizaron y por instinto se tensionó apretando la arena entre sus dedos. Tenía que salir con su dignidad intacta de la situación y sin darle el gusto de verla incómoda.

— ¿Te secaste? — preguntó con extrañeza. Su ropa no se sentía húmeda.

Anna tuvo que apretar los dientes, quería asesinarlo, pero solo puso una mano en su pecho para alejarlo e incorporarse como la reina fría que se suponía que era. Internamente el cuerpo le temblaba por la adrenalina que se le había disparado, como sucede ante una situación de peligro.

Con más espacio y fuera de sus brazos respiraba de nuevo — Tú lo hiciste ¿No te diste cuenta? —Al ver su expresión entendió que no. —Casi me quemas. — Habló con tranquilidad y extendió uno de los brazos a contraluz de la fogata para mostrarle los casi imperceptibles vellos chamuscados. — Es por eso que tuve que tocarte, sacarte del lugar al que fuiste, cualquiera haya sido. — Susurró lo último mientras se ponía de pie sacudiéndose la arena pegada.

Hao rio con ironía mientras miraba hacia otro lado. — ¿Me apagaste a tiempo entonces? — Preguntó mordaz.

— Yo no te apague a ti, solo a tu odio. — Expuso recogiendo sus cosas y se puso frente a él, lo miro fugazmente de arriba abajo. —O lo que escondes de tras de él. — Agregó sin filtro, no había pensado antes de hablar.

El oráculo de Hao tintineó a continuación y Hao retuvo el aire en medio de un tirante silencio.

— ¿No vas a mirar?

Suspiró sacando el dispositivo del bolsillo aunque ya supiera lo que diría el visor. Torció una mueca tensa y levantó la vista a Anna, que estaba lista para irse.

—Asakura…— Lo llamó con neutralidad colocándose frente a él.

—Aún no salimos de la playa. — Le mencionó.

Anna le sacó el oráculo de las manos para ver la pantalla. Las últimas peleas de la ronda ya estaban programadas. Alzó una ceja mirándolo. — Ya no importa. — Musitó y en silencio le colocó el oráculo en la muñeca, lo ajustó con fuerza tratando de recordarse a sí misma el objetivo de esto…"Esto" ¿Qué era? ¿Una amistad? ¿Complicidad? ¿Una tregua? Disipó las preguntas de su mente. Lo que era, ya no sería más. —Se terminó el juego. — Concluyó y levantó la mirada a sus ojos carmesí.

Hao sin decir una palabra extendió la palma de la mano abierta haciendo crepitar las llamas, consumiendo cada astilla y combustionando hasta la última gota de resina, mientras ella por primera vez no podía despegar sus ojos por la forma cautivante en la que ardían al verla.

Finalmente el fuego se extinguió sin dejar rastros y ambos se marcharon sin que quede ni una sola huella de su presencia, como si allí jamás hubiese existido un rincón neutral…


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Aca estamos, hola de nuevo... Sí, me quedo un tinte sad en este final de capitulo. Les confieso que me costo horrores cerrarlo, lo tenia casi completo y me faltaban las escenas finales nada mas.

Quiero hacer preguntas importantes.

1: Lo sintieron denso? largo? demasiado narrado? Estoy explorando que es lo que mas entretiene, asi que les pido me hagan saber si les hizo chicloso en alguna parte, o todo.

2: Les gusta mas la narración asi en 3era persona o en 1era? Les preguntó porque no se si para lo que viene quieren que me pase a 1era persona para narrar a veces será por parte de él y otras de ella. Total es un fic asi que puedo cambiarlo a gusto.

Nada mas por ahora. Espero que haya llenado sus expectativas

GRACIAS LIZ que me brindaste la canción que le dio sentido al capi

Gracias miles a todos