Oo. El príncipe de la dulce pena .oO

El sol había terminado de esconderse ya detrás de las sinuosas colinas, y los pocos rayos que todavía prevalecían, bordeaban las esbeltas figuras de, lo que en apariencia, podían distinguirse como dos ocupantes más de aquel viejo, y ahora desierto parque.

Pero los observadores, los conocedores de la verdad, la gente que realmente había reconocido a aquella muchacha de rebeldes bucles castaños y aquel joven y emprendedor rubio, ellos… solo ellos sabían de quienes se trataban.

Hermione Granger y Draco de Malfoy.

Fuego y hielo.

Una mortal y un vampiro.

Totalmente incompatibles… o tal vez no.

-Hermione…- pronunció el rubio en un sinuoso susurro que terminaba en la oreja de la chica, que se estremecía ante el contacto.

La castaña fijó entonces sus profundos ojos café en él, anhelante.

Tantas veces había soñado con aquel encuentro… tantas veces había imaginado poder tenerle junto a ella de nuevo…

Tantas y tantas veces, que temía que cuando alargase su mano hacia el vampiro, este desaparecería, dejándola de nuevo sumergida en aquella profunda soledad que la asediaba.

Por ello se quedó ahí, inmóvil, expectante, a esperas de una señal. Algo que le dijese que aquello no era otro de sus sueños.

Aquellos sueños que la habían perseguido hacía dos años atrás, desesperanzándola. Ilusionándola, para luego dejarla con las manos vacías.

No.

Pensar en eso dolía. Quemaba.

Y la quemaban también aquellos ojos de acero que la escrutaban desde la oscuridad.

Quemaban sus labios entreabiertos, su cabello platino desordenado sobre su frente.

Quemaban sus ávidas manos, que ella deseaba fervientemente sobre sus caderas.

Su mera presencia quemaba.

Él avanzó unos pasos hacia la chica, incitante, sacándola de sus cavilaciones, y ella, sin pensar lo que hacia, retrocedió.

Draco sonrió, y sus blancos colmillos relucieron a la luz de la luna, hipnotizando a la castaña.

Salió de su ensoñación cuando vio que una fina y blanquecina mano estaba extendida frente a ella, esperándola.

-Ven conmigo.

Y no le hizo falta nada más para alargar la suya propia y aceptar el gesto del chico, dejando a aquel parque como único testigo de los hechos que estaban a punto de acontecer.

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Hermione entreabrió un poco los ojos, sin atisbar a vislumbrar nada en particular, mientras se acomodaba todavía más sobre la mullida superficie en la que se encontraba. En lo que al parecer era un acto reflejo, miró su reloj, adormecida.

Hermione: -¡Las 9 de la mañana, madre mía, Zabini va a matarme!- chilló desesperada- Un momento…

Sus dos orbes cafés recorrieron ávidas la estancia.

Unas finas cortinas color vino cubrían unos grandes ventanales, a conjunto con la colcha de la cama en la cual se encontraba ahora sentada. Una gran lámpara pendía del techo, alumbrando toda la habitación, la cual se encontraba decorada con exquisito gusto. Tal vez algo anticuado para el gusto de la castaña, pero precioso.

Definitivamente, aquella no era su habitación.

¿Pero entonces como…?

La respuesta a su pregunta apareció entonces, abriendo la puerta de roble macizo de la sala, sonriéndole.

Draco de Malfoy acaba de hacer acto de presencia, y junto con él, las imágenes de lo que había pasado el día anterior.

Oh, mierda.

-¿Dónde estoy?- preguntó, intentando no parecer tan desesperada como en realidad se sentía.

-¿No es evidente?- dijo él, con suficiencia- Estas en los dominios de Malfoy, pequeña.- terminó.

Todo comenzó a darle vueltas a la chica, que se hubiera caído de bruces al suelo de no estar ya previamente sentada en la cama.

¿Cómo habían terminado en la casa de Draco? ¡No se acordaba!

Lo último que podía recordar era la mano del chico extendida frente a ella…

¿Qué había pasado después?

Pero entonces otro detalle, algo en lo que todavía no había reparado, se hizo presente en su mente…

Miró nuevamente hacia la ventana, y efectivamente, comprobó que el exterior se encontraba en absoluta penumbra. Bajó su mirada hasta su reloj. Las 9 de la mañana.

Frunció el ceño y miró al vampiro, interrogante.

-Tal vez debería haber especificado.- explicó el chico- Habrás podido comprobar que aquí, en la tierra de los vampiros jamás sale el sol –ella asintió levemente con la cabeza, incitándole a continuar-, esto es porque nos encontramos en una ciudad subterránea, como podrás ver más adelante.

Los ojos de la castaña se abrieron de par en par.

¿Una ciudad subterránea? ¿Los vampiros habían vivido siempre bajo sus pies, y nadie nunca se había percatado de ello?

Y lo más importante de todo aquel asunto… ¿Por qué demonios le había llevado Draco hasta allí? ¿Qué era lo que pretendía con todo aquello?

Miles de preguntas desfilaban por la colapsada mente de la chica, mientras se mordía el labio en un gesto evidente de nerviosismo y frustración.

Aquella había sido siempre su eterna manía, su pequeño vicio. Lo hacía inconscientemente.

Todavía podía recordar como, algunas veces gracias a este gesto, había terminado alarmada con el labio inferior sangrando, nada importante de todas maneras. Mas estuvo a punto de volver a cometer ese mismo error cuando la voz del rubio la sobresaltó de nuevo.

-¿Te he dicho alguna vez lo sensual que puede resultar ese gesto?- comentó, resuelto.

Pero ella no se sonrojó, estaba acostumbrada a los típicos gestos de galantería masculina de ese tipo. Gracias a Blaise Zabini.

Y como si de una invocación se tratase, la puerta de la habitación se abrió de par en par, dejando ver a un apuesto moreno de ojos sobrenaturalmente claros, que miraba divertido la escena.

-Oops… ¿Interrumpo algo?

No.

Aquello no estaba sucediendo.

No podía estar pasándole, no a ella.

Perdida en una ciudad bajo tierra poblada únicamente por vampiros, encerrada en aquella maldita mansión gigantesca sin saber como salir y acompañada del príncipe vampiro con el ego más grande que hubiera visto jamás, y de…

-Zabini- resolvió ella, asqueada.

-Vaya, veo que todavía me recuerdas, preciosa- habló el moreno.

-Reconocería esa voz en cualquier parte- continuó Hermione, con una sonrisa parecida a la que lucía el chico… completamente fingida, por supuesto.

Entonces Draco, que se había mantenido fuera de la conversación (o disputa) se levantó súbitamente del resquicio de la cama en donde se encontraba sentado, sobresaltando a Zabini y captando completamente su atención.

Y entonces la castaña se percató de un pequeño detalle. Zabini parecía mostrar un creciente respeto hacia Draco, no se mostraba desenvuelto y jovial como Hermione le recordaba en sus horas en la oficina, sino más bien… servicial.

Tal vez se debiera a la condición de príncipe de Draco.

Lo cual le recordaba que si Blaise Zabini se encontraba ahora mismo junto a ella en aquella habitación…

¿¡También era un vampiro?

Empezaba a creer que todo aquello era simplemente un sueño.

No podía ser real.

Pues ahí estaba ella, ligeramente recostada sobre una (en apariencia) carísima cama, en lo que se suponía debía ser un mundo que subsistía por debajo de los mortales, observando a su odiado jefe, y a aquel imponente rubio… un príncipe.

Su príncipe de la dulce pena.

Aquel del que se había terminado enamorando irremediablemente. De su libertad, de sus poemas, de sus rosas… y ¿por qué no admitirlo? También de su condición de vampiro.

No podía evitar sentirse atraída por lo prohibido, y Draco de Malfoy representaba el peligro en todo el sentido de la palabra.

-Espero Zabini, que esta no sea una mera visita de cortesía, y traigas contigo la información que te pedí- rompió el silencio el ojigris.

-Por supuesto, señor- concibió con una leve reverencia Blaise.

La curiosidad de Hermione aumentaba por momentos mientras escuchaba la conversación que mantenían los dos jóvenes.

¿Qué información debía conseguir Zabini para Draco?

Pero, muy a su pesar, no pudo averiguar nada más, ya que unos suaves toques en la puerta distrajeron a los tres ocupantes de la sala, para después abrirse lentamente, dando paso a una joven menudita de grandes y tristes ojos negros, que vestía un uniforme propio de la servidumbre y una graciosa cofia blanquecina sobre la pequeña cabeza.

-Permiso,- habló, con algo de miedo- vengo por la señorita Granger para el tratado de belleza concertado, señor- terminó, bajando la cabeza en señal de respeto.

-Adelante, Evelyn. Llévala contigo- dijo Draco.

-Un momento, ¡Un momento!- se desesperó la castaña, alejándose del alcance de las manos de la sirvienta- ¿Qué es todo eso de un tratado de belleza?- terminó, mirando intermitentemente al rubio y a Evelyn.

-Oh, se trata de tu regalo de cumpleaños, pequeña- habló con obviedad Draco.

Y sin darle más espacio a replicas, la joven chica (de unos 19 años) le incitó suavemente a salir de la habitación, delante de ella, a lo que sería un cambio de… estilo, por así decirlo, para la castaña.

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El agua se removía con inquietud al mismo tiempo que lo hacía el cuerpo desnudo de la castaña, dentro de la lujosa bañera, que observaba todavía embelesada aquel enorme baño hecho casi por completo de reluciente mármol negro.

Se encontraba ya algo cansada, lo cual resultaba más que evidente, después de lo que habían sido unas dos horas de limpieza de cutis y sesión completa de manicura y pedicura agotadoras, acompañada en todo momento por Evelyn, la joven sirvienta, que estaba resultando su única compañía en aquella gran mansión.

En aquellos mismos momentos, la chica se encontraba frotándole enérgicamente la espalda a la castaña, que se convulsionaba sin poder evitarlo, a causa de las cosquillas.

-Si le hago daño solo dígamelo, señorita.- comentó la sirvienta, aparentemente asustada por los movimientos del cuerpo de Hermione.

-Tranquilízate, Evelyn.- dijo la castaña riendo suavemente- Lo haces estupendamente, y creí haberte dicho que me llamaras Hermione-.

-Entonces gracias, Hermione- comentó la muchacha sonriente, aludiendo el comentario anterior.

.oO-----------------------------Algunas horas después--------------------------------Oo.

Una muy satisfecha Evelyn descubría un espejo de cuerpo entero en una gran sala de localización desconocida dentro de la enorme mansión, apartando un polvoriento mantel que lo cubría por completo, dejando así que una impresionada Hermione observase lo que, en efecto, era su muy cambiado reflejo sobre la cristalina superficie.

Inconscientemente alargó una mano hacia el espejo, como si esta se fuera a evaporar de un momento a otro, mas no lo hizo.

-¿Esta… esta soy yo?- habló mas para si misma que para la chica que se hallaba a su lado, sonriéndole cálidamente.

¿Era ella aquella distinguida muchacha que le devolvía una intrigada mirada de sus profundos (y ahora perfilados) ojos café?

Se miró entonces de arriba abajo, apreciativamente, sopesando las posibilidades existentes de que ella fuese aquella mujer.

Su piel pálida, expuesta a la luz de la gran sala y gracias a las cremas y la limpieza de cutis, poseía ahora aquella exquisita apariencia que solo la porcelana podía dar, tersa y suave, apetitosa.

Sus bucles castaños, ahora perfectamente definidos por el tratado capilar, caían delicadamente más abajo de sus hombros, haciéndola ver delicada y hermosa.

Su cara, sutil y convenientemente maquillada para hacer resaltar sus preciosos ojos café, le hacía ver de una forma angelical, casi como una aparición, gracias a aquel brillo de labios de un rosa pálido perfecto y una bien aplicada oscura sombra de ojos.

Y que decir de su vestido… parecía estar hecho a medida para resaltar las acentuadas e insinuantes curvas de la chica. Era de un sufrido negro, largo, algo por arriba de las rodillas de Hermione, dejando ver sus largas y bien torneadas piernas, al igual que los finos tirantes del mismo, dejaban al descubierto sus estilizados brazos.

Y como colofón final, ahí estaban, simplemente perfectos… aquellos zapatos, negros por supuesto, con un alto y fino tacón. Muy elegantes, tal y como pudo comprobar la chica.

¿Realmente era ella?

Tan sumida se encontraba en su propio reflejo, que no se percató de que Evelyn había salido hacía ya unos minutos, dejándola sola en la habitación.

O tal vez no tan sola.

-Simplemente preciosa - escuchó una sutil voz tras ella, pero no se giró, a pesar del sobresalto.

Podía distinguir perfectamente el reflejo de Draco en el espejo, justo detrás de ella, soberbiamente atractivo.

Simplemente perfecto.

Aunque no esperaba menos de él.

-Y dime, ¿a que se debe este derroche de atención, Draco?- se aventuró ella. Lo menos que merecía era una explicación por todo aquello.

-Bueno… -empezó él, acercándose lentamente, y acariciando los hombros desnudos de la chica con sus manos, provocando así que ella cerrase los ojos- es tu cumpleaños…- continuó- y el día de tu iniciación como vampiresa, pequeña- terminó con una flamante sonrisa.

Y entonces nada… solo el silencio.

Hasta que un agudo grito retumbó por toda la mansión de Malfoy, sacudiendo hasta los cimientos.

-¿¡QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?

Continuara…

¡Hola de nuevo a todos y todas!

Siento mucho la tardanza, pero parece que últimamente ando algo escasa de imaginación, así que pido disculpas por este capítulo, que en lo personal, no me ha dejado demasiado satisfecha… pero era necesario para lo que tiene que pasar a partir de ahora (intrigante, ¿no? XD)

Aunque aquí, lo que cuenta es vuestra opinión, así que ya sabéis como funciona, ¿cierto? Solo tenéis que dejarme un review para hacerme saber que os ha gustado y que no os ha gustado de este capítulo, que cambiaríais, que queréis que ocurra a partir de ahora… etc, etc.

Agradecimientos especiales a:

SaritaMalfoy

Dark-Ginny-Malfoy

Isilwen

lariana

Aixa Beautiful And Danger

nerwen anarion

Laurika

.-Lovely-Sheikah-.

comadreja draconiana

key

Hermione J. Malfoy

ZhirruFelton

¡Muchísimas gracias por vuestro apoyo incondicional!

Como siempre, espero de nuevo vuestros reviews.

¡Y los de lectores nuevos, como no!

Besos y hasta pronto

Earwen Neruda