Huída por los túneles.
Unos minutos después, Lorelei intentó decir una mentira y se dio cuenta de que el efecto ya se le había pasado.
-Bastante ingenioso –le dijo Artemis al oído.
-Seguro que tú lo habrías hecho mejor –contestó ella- pero dime ¿cómo pude decirle que no?
-Pues… creo que porque te preguntó que si querías decírsela, no que se la dijeras.
-Ah, claro ¿qué va a hacer con nosotros ahora?
-A eso te puedo contestar yo –dijo Koboi a través de la puerta que se abría en esos momentos dejándola pasar a ella y a cinco guardias.
-Para vosotros dos –dijo señalándolos a ella y a Artemis- tengo una sorpresita de la que jamás saldréis y a los otro tres, me los voy a llevar a lo más alejado de los túneles y los mataré. No puedo dejar que haya pruebas –dijo sonriendo.
Entonces les dispararon a todos y les durmieron.
Artemis se despertó merced al calor abrasante que estaba sintiendo. Estaba colgado de las muñecas sobre un cráter activo. Lorelei estaba colgada espalda contra espalda con él y ya estaba despierta. Koboi estaba a su lado en una aeromininave y se despedía de ella.
-Y a ti Arty –Artemis rechinó los dientes- de veras me gustaría ver cómo escapas de ésta; pero tengo cosas más importantes que hacer. Chao –se despidió y subió. Al alzar la vista, los dos amigos vieron que habían tapado la boca del cráter con unas chapas metálicas que se acoplaban unas a otras con tornillos. Koboi desapareció por un agujero del centro y una chapa más cortó la poca luz que les llegaba por ahí. Oyeron como ponían los tornillos con una broca eléctrica.
-Bueno –dijo Artemis- hay que pensar en cómo salir.
-Creo que, si no me deshidrato, puedo trepar hasta arriba y subirte, pero aún no sé cómo abrir las chapas, así que si el volcán entra en erupción, no nos va a servir de nada.
-¿Sabes? –dijo Artemis con voz pensativa; se dio un impulso hacia un lado que les hizo girar a los dos y así quedaron pegados frente a frente- creo que ya he encontrado a alguien a quien considero mi igual.
Y sin previo aviso, cubrió el poco espacio que les separaba y la dio un beso. Cuando se separaron, ella sonrió y dijo:
-Eso es lo mejor que hubiera podido escuchar en un momento como este, pero no nos va a durar mucho –agregó y la sonrisa se le borró de los labios. Señaló abajo con la cabeza y Artemis miró. La lava comenzaba a crepitar y a burbujear amenazadoramente.
-No te preocupes –dijo- saldremos de aquí. Creo que tengo una navaja en el bolsillo derecho, cógela.
Y, con un gran esfuerzo, se impulsó hacia arriba con la cadena para que Lorelei pudiera meter la mano en su bolsillo y sacar la navaja. En cuanto lo hizo, se dejó caer rápidamente y sus muñecas crujieron, produciendo que el chico soltara una exclamación.
-¿Crees que serías capaz de empujar los tornillos hacia fuera con ella, estando colgada?
-Si no hay otra opción, lo intentaré.
Y comenzó el arduo ascenso. El sudor le caía a chorretones por la cara; pero a Artemis también dado que estaban ahí dentro. A los pocos minutos ella le anunció que había llegado arriba.
-Date prisa –pidió él.
-Lo hago lo más rápido que puedo –y empezó a sacar tornillos. Un cuarto de hora después, consiguió empujar una chapa hacia fuera y con un fuerte impulso se aupó y salió al exterior. Era un conducto de los de las naves, pero estaba abandonado.
-Lorelei –gritó Artemis- la lava empieza a subir.
Ella empezó a tirar de la cadena del chico para izarlo; lo hacía lo más rápido que podía, pero no era suficiente, la lava se le acercaba cada vez más. Él intentaba trepar, pero no tenía la suficiente fuerza en los brazos.
Ya estaba a punto de llegar arriba cuando a la chica le dio un calambre en el brazo derecho y se le resbaló la cadena. Por suerte la agarró a tiempo con la izquierda y el chico sólo cayó dos metros; aunque, del tirón, casi se cae ella. Como pudo, sacó por fin a Artemis de allí y lo ayudó a subir a las placas. Ahora tenían un problema: estaban atados al cráter y este estaba a punto de entrar en erupción.
Sin pensarlo dos veces, los dos se pusieron a quitar los tornillos de la chapa a la que estaban atadas sus cadenas y, con ellas a cuestas, salieron corriendo para alejarse lo máximo posible del cráter.
Cuando llegaron a la otra punta de la caverna, descubrieron que no había salida. Lo único que les podía salvar era una pequeña gruta que se averiguaba un poco más arriba, detrás de una raja. Sin pensárselo dos veces, Lorelei empezó a trepar por la pared, poniendo cara de dolor cada vez que hacía fuerza con el brazo derecho.
-Increíble –musitó Artemis cuando ella llegó arriba y empezó a tirar de la cadena de Artemis.
Esta vez, él ayudó apoyándose en la roca con los pies y subiendo poco a poco.
Cuando llegó arriba, estaba exhausto y se imaginó cómo debía estar Lorelei. Ella estaba apoyada en la pared, con las piernas encogidas y sujetándose el brazo derecho con cuidado. Tenía la cabeza hacia atrás, recostada en la roca y los ojos cerrados. Los dos respiraban dificultosamente. Artemis se acercó a ella y se sorprendió a sí mismo pasándole un brazo por lo hombros. Ella le apoyó la cabeza en uno dijo:
-¿Crees que les habrá matado ya?
-Estamos en una situación tan precaria, y ¿aún así piensas en los demás antes que en ti?
Ella sonrió:
-Soy feliz cuando los demás son felices; por eso estoy acostumbrada a pensar en otros antes que en mí.
-No creo que les haya matado todavía. En realidad no creo que lo haga hasta que no esté totalmente segura de que tú y yo estamos muertos. Conociéndola como la conozco, querrá tenerlos vivos para poder usarlos de rehenes si escapamos. Así que no los matará, pues si vuelve y ve que falta una chapa, o no encuentra rastro de las cadenas o algo así, no les matará.
-Menos mal. Estoy hecha polvo.
-Duérmete. A esta grieta no creo que llegue la lava.
-No, primero voy a quitarnos estas estúpidas esposas –dijo sacando la navaja con la mano izquierda- menos mal que soy zurda –comentó con una sonrisa.
Abrió la lima y, con la punta, se puso manos a la obra para quitar los grilletes del chico. A los pocos segundos, el suelo empezó a temblar violentamente y, de la pared se empezaron a desprender rocas que caían peligrosamente cerca de ellos.
-Ya ha empezado –dijo Artemis- ven, vamos más adentro –agregó ayudándola a levantarse.
-Pero si las rocas taponan la entrada ya no podremos salir.
-Créeme, ahora es mil veces mejor quedar atrapado y poder buscar un modo de salir –dijo arrastrándola caverna adentro; ella no tenía fuerzas ni para oponerse- que el que te caiga una roca de esas encima y te aplaste o que te trague la lava. Vamos.
Y se adentraron por la grieta en busca de un lugar seguro donde no cayeran rocas. Cuando encontraron uno, Lorelei volvió a la tarea de quitarle los grilletes a Artemis y en un cuarto de hora lo tuvo listo. Luego empezó con los suyos, pero se le cerraban los ojos. Por suerte, consiguió terminarlo antes de caer dormida.
El muchacho se volvió a colocar a su lado, le apoyó la cabeza en su hombro para que estuviera cómoda y le dio un suave beso en la frente. Él también tenía sueño, pero aún así, se puso a pensar… Era increíble lo que hacía aquella niña que era un año más pequeña que él. Naturalmente no le superaba en inteligencia, ni mucho menos, él siempre había llevado las riendas de todo, más o menos; pero era, sin duda, mucho más fuerte y ágil que él, tenía mucha sabiduría y, además tenía una gran fuerza de voluntad. Pero lo que sí era increíble era el afán que tenía de poner los intereses de los demás antes que los suyos, costara lo que costase. Artemis se preguntó si no habría estado equivocado toda su vida; si no conseguiría ser feliz ayudando a los demás en vez de beneficiándose a sí mismo, como le había dicho ella minutos antes. Así, pensando que tendría que ser mejor, que debía cambiar algunas cosas; entre ruidos de rocas cayendo y lava fluyendo y solidificándose, se durmió.
