El Plan.
Holly Canija no conseguía dormir esa noche. Tenía un mal presentimiento, algo malo estaba ocurriendo. La elfa estaba sentada en el sofá de su casa, oyendo las noticias de madrugada sin escucharlas. De pronto le vino el recuerdo de Koboi y la nuca le empezó a cosquillear. ¿Qué estaría ocurriendo? Pero ¿por qué se preocupaba por eso? Había dimitido, ¿no? Pues que lo resolviera la Pes y su querido comandante Rosso. Pobre Potrillo, él no tenía la culpa. Cambió de canal y encontró una película de terror, de esas que siempre pillas haciendo zapping justo cuando la chica está mirando para todos los lados y aparece el malo. Y dio la casualidad de que en ese preciso momento alguien pulsó el timbre y Holly pegó tal salto en el sofá que casi se cuelga de la lámpara del techo.
Fue a abrir y, por poco le da un infarto cuando vio ese par de ojos azules que tan bien conocía.
-Necesitamos tu ayuda –dijo simplemente el chico.
Había otra niña con él; parecía de su misma edad y los dos tenían caras de preocupación; pero había algo más en sus expresiones. En la de ella estaba casi segura de que era pena, pero… ¿Pena en la de Artemis también? Bueno, al fin y al cabo, el chico había cambiado bastante en su última pelea con Koboi. Les hizo pasar rápidamente, les llevó al salón y cerró todas las cortinas y las puertas, por si acaso.
Entre los dos le contaron toda la historia, bueno, no toda; no tuvieron que ponerse de acuerdo para no contarle ciertos detalles, mientras ella curaba el brazo de Lorelei.
-Y nosotros dos solos no podemos ayudarles –terminó Artemis.
-Necesitamos que alguien nos ayude a nosotros –puntualizó Lorelei con una sonrisa.
-Vale, un momento, me estáis pidiendo que os ayude a capturar de nuevo a Koboi, que nadie sepa que vosotros habéis estado aquí porque os borrarían la memoria, que haga parecer a Koboi loca para que nadie la crea cuando hable de vosotros, y que os ayude a desaparecer con vuestros amigos y me lleve yo todo el mérito de su captura.
-Más o menos –contestó Artemis- que nos ayudes a desaparecer con nuestros amigos y con Mayordomo, porque creo que le han cogido puesto que no contesta ni al móvil, ni al busca, ni al radiotransmisor que nos llevamos de la Pes.
-Vale, está bien, pero dejadme traer a algunos duendes de confianza, si tiene esbirros no podemos hacerlo solos.
Artemis se lo pensó un poco.
-Vale, está bien; pero no muchos –no le hacía mucha gracia que algunos duendes supieran que estaban allí.
-Quedaos aquí, podéis coger algo de la cocina si tenéis hambre; no abráis las cortinas ni la puerta si llaman…
-¿Por qué no les avisas por… otro medio?
-Porque si les llamo la Pes se enteraría y, por descontado, el comandante Rosso. No te preocupes, vuelvo enseguida.
Y salió a la calle cerrando la puerta tras ella.
Artemis la vio marchar por un resquicio de las cortinas y después se dio la vuelta. Lorelei estaba sentada en el sillón, con la cara apoyada en las manos y éstas en las rodillas; pensativa.
Artemis miró en ese momento a la pared y vio un cuadro, de punto, con unos símbolos; por suerte Artemis sabía centáurico y lo supo leer, debía de ser un regalo de Potrillo.
(La misma oportunidad nunca llega dos veces…)
A Artemis le hizo gracia esa frase, pero luego se dio cuenta de la amplitud de ese significado. Le venía al pelo, y más en ese momento.
-¿Me dejas la navaja? –preguntó la chica de pronto- se me ha abierto la cadena, voy a ver si la puedo arreglar.
Artemis la sacó del bolsillo y, sin que mediara palabra, la depositó en su mano extendida.
Lorelei comenzó a manipularla para arreglar la cadena.
-Bueno qué –dijo al cabo de un momento- ¿Tienes algún plan brillante? –preguntó sonriendo.
La verdad era que disimulaba muy bien; pero a Artemis no le pasó inadvertido que el brillo que antes había en sus ojos casi se había apagado.
-Bueno, dependiendo de dónde estén –respondió- tengo un esbozo en la mente, pero necesito saber todos los detalles, cuántos somos, dónde está Koboi, y todo eso.
Lorelei asintió y se volvió a concentrar en la cadena.
Artemis se quedó pensando un momento, mirando el cuadro. Y entonces decidió hacer algo de una vez. Estaba a punto de llamarla, pero en ese preciso instante sonó la puerta y Holly entró seguida de Potrillo, Mantillo Mandíbulas, Chix Verbil y tres agentes más de la Pes. Eran los duendes de confianza de Holly.
-Bueno –dijo ésta después de presentar a todos- manos a la obra ¿qué hacemos?-preguntó mirando significativamente a Artemis.
Éste sonrió y preguntó:
-¿No sabrás por casualidad dónde está Koboi por lo que te hemos descrito, verdad?
-No; Potrillo, a ver si tú sabes dónde está. Contádselo a él –agregó mirando de nuevo a los chicos.
Éstos volvieron a relatar todo otra vez.
-Ese almacén abandonado conecta… bueno, conectaba por un túnel con el conducto de lanzaderas E13, abandonado hace mucho. Y el único lugar cercano a él que es por dentro como lo habéis descrito es el antiguo… por decirlo de alguna manera, el antecesor del Peñón del Mono. Se llama Presidio del Mono. Estoy casi seguro de que es ahí donde Koboi se ha instalado.
-¿Tenéis algún plano de allí? –inquirió Artemis pensativo.
Creo que tengo alguno arriba –respondió Holly-; pero es antiguo. Aunque no creo que haya cambiado demasiado, la verdad. Voy a por él.
Y subió corriendo las escaleras.
-Bueno fangosillo –dijo Potrillo cuando la elfa se había ido- qué pronto has vuelto. Pensé que descansarías algún mes más.
-Y pensaba hacerlo –respondió él levantando una ceja- pero Koboi no me ha dejado, no es mi culpa.
Cuando Holly volvió y le enseñó el mapa, el muchacho dijo:
-Vale, tengo algo, pero… necesitaríamos un señuelo.
-¿De qué tipo? –preguntó Lorelei.
-Del que haga que Koboi y los guardias que estén en la puerta salgan del edificio.
-Yo me encargó –respondió ella- ¿cuántos guardias quieres que salgan?
-¿Estás segura? Es peligroso, te pueden coger.
-¿Cuántos guardias tienen que salir? –insistió ella mirándolo a los ojos.
-Al menos los dos que hay en la puerta –se resignó Artemis.
-Yo me encargo –sentenció ella.
-Yo voy contigo –dijo Mantillo- por si acaso, te ayudo.
-Vale, ¿Cuánto tiempo hay que distraerlos?
-Unos quince minutos.
-Ufff… -dijo Mantillo- eso es mucho.
-¿Qué hay alrededor del Presidio del Mono? –preguntó la chica pensativa mirando a Potrillo.
-A la entrada de la puerta principal, un bosque, el resto es la pared de roca.
-Perfecto –sonrió ella.
-Bien, como veo –dijo Artemis- que eso ya lo tienes cotrolado; el resto, éste es el plan…
Mantillo y Lorelei se colaron en el bosque por una zona un poco más alejada. Iban ambos con dos puñados de estropeadas neutrinos 2000 que Potrillo había conseguido recuperar. Se acercaron hasta la entrada y se dividieron; cada uno se fue hacia un lado y ambos comenzaron a colocar las armas en la maleza, de manera que sobresaliera un poco el cañón, pero no demasiado, que pareciera casual. Después sólo tenían que esperar.
Dentro del Presidio, los guardias de la entrada jugaban a las cartas.
-Mira ---dijo uno de ellos, goblin por cierto-, allí, entre la maleza, hay cañones de pistolas de la Pes.
-Vamos a llamar a Koboi –se le ocurrió al otro, un elfo alado.
La llamaron y a ella le pareció sospechoso.
-Seguro que esos dos estúpidos han sobrevivido; intentarán rescatar a sus amigos; poned dos guardias más en las celdas –dijo por un micrófono- vosotros dos, venid conmigo, vamos a pillarles desprevenidos.
Salieron y se metieron por una esquina, una trocha entre el bosque y la pared del edificio, simulando que se alejaban; iban a rodearlos. En cuanto Lorelei los vio desaparecer, imitó el sonido de un búho (Potrillo le había dicho que abundaban en ese bosque) y Mantillo y ella recogieron todas las armas rápidamente y se retiraron unos doscientos metros hacia atrás para, detrás de un claro, volver a colocar las pistolas.
En cuanto Artemis, Holly y los otros duendes vieron que Koboi se alejaba por la pared opuesta a la que estaban ellos, corrieron a la entrada y, obviamente, entraron.
Potrillo se había quedado fuera; había hecho un agujero en la pared y los cables de un miniPC estaban conectados a la maraña que sobresalía por él. Desde ahí controlaba todo el edificio; las personas que había dentro, las cámaras (a las que al salir sus compañeros metería un bucle), las celdas, las cerraduras de las celdas… Podría abrirlas ahora, pero sería el caos, tenía que esperar a que los otros llegaran por el techo; tenía que ceñirse al plan.
Si Lorelei y Mantillo conseguían distraer a los que habían salido, todo iría bien.
-Cuidado –dijo por el minitransmisor- Artemis, tenéis a dos guardias que suben las escaleras.
Artemis lo comunicó a sus compañeros y se dieron prisa. Holly encontró enseguida el hueco del techo por el que se arreglaban los cables de las luces, casualidad fue que estuviera justo debajo la silla de recepcionista.
Aprovechó para subirse en ella y abrir la trampilla. Uno a uno fueron pasando y Chix Verbil, que fue el último, la volvió a posicionar en su sitio.
Artemis, que avanzaba detrás de Holly, empezó a sentir un hormigueo en las muñecas, signo de que se le estaban durmiendo. Poco a poco fueron avanzando, doblando recodos y bajaron una planta por el estrecho túnel que llevaba los cables de las luces (en la época en que se construyó el Presidio todavía se utilizaban) y los tubos de plasma; siempre con la atenta dirección de Potrillo.
Lorelei y Mantillo vieron que Koboi volvía a llegar a un claro y las armas no estaban donde se suponía que tenían que estar, sino doscientos metros más atrás. Ya se estaba hartando y se puso a pensar. Tenía una clara sospecha que se confirmó cuando el goblin, que se había ido en el último trayecto por el otro lado para intentar rodearlos, apareció por un lado y de improviso dijo:
-Allí, mire.
Koboi miró hacia donde se suponía que debían estar las armas y descubrió lo que el guardia le estaba mostrando. En uno de los arbustos, medio escondida, se veía la culata de una neutrino…
Lorelei desde su escondite, detrás de Koboi, también lo vio.
-¡D´arvit! –susurró Mantillo; ella lo miró alarmada- me he dejado uno.
-Serás…
-Lo siento.
-No vale sentirlo, aún faltan siete minutos y va a descubrir el pastel.
Y, en efecto, Koboi descubrió el pastel.
-Es un señuelo –dijo enseguida- adentro rápido.
Y los tres corrieron perdiéndose en la espesura.
-¡Mierda! –Lorelei salió detrás de ellos- ¡Potrillo! –dijo por el minitransmisor- van hacia allí, lo han descubierto.
Potrillo ya lo sabía, acababa de ver pasar a Koboi con sus dos esbirros.
-Artemis han descubierto el señuelo y vuelven. Se supone que no saben por dónde habéis entrado, pero me parece que ella está haciendo uso de una vez de su intelecto porque está señalándoles la trampilla a los seis guardias que hay ahora mismo con ella.
-Entendido. Esperad –dijo a la larga comitiva que se arrastraba por el conducto; ya habían conseguido sacar a los prisioneros (Mayordomo entre ellos) y estaban huyendo todos por el túnel por el que habían entrado. De momento todo iba bien, pero ya llegaban las dificultades.
-¿Qué pasa? -Preguntó el guardaespaldas.
-Koboi ha vuelto dentro y saben que estamos aquí, tenemos que tomar una ruta alternativa ¿Potrillo?
-Vale –contestó éste- buena idea. Os haré subir al segundo piso, como se supone que ahí no tenéis que ir, tardarán en imaginarlo.
-De acuerdo, guíanos entonces-.
Y Potrillo les guió al segundo piso. Pero Artemis no estaba muy seguro de que Koboi no tardara en imaginarlo.
Entretanto, Lorelei y Mantillo habían llegado a la puerta y ella estaba cargando una de las Neutrinos con unas cargas de plasma que le había proporcionado Verbil. Entonces escucharon una conversación dentro.
-…sí, seguro que vienen los que estuvieran fuera –decía Koboi- pero Artemis ya sabrá que sé dónde está y se habrá ido a un piso superior, seguro. Mirad en el segundo, quiero que disparéis a todo el techo de las salas que tengan luces.
-Sí, señora –dijeron unos de los guardias y salieron corriendo tocando un silbato.
-Tenemos que entrar –dijo Lorelei.
-Yo les distraigo y tú vas a ayudar a los otros –resolvió Mantillo.
-Vale, ten mucho cuidado. Toma la pistola, que no me vean.
Mantillo la cogió y entró por la puerta como si fuera un cantante famoso que entra ya con la actuación empezada, disparando a diestro y siniestro y montando el caos por un momento entre Koboi y sus guardias. Instante, por otro lado, que aprovechó Lorelei para colarse y dirigirse al hueco de las escaleras.
