Saludos a todos

Quiero agradecer a bkpets, a k, a Alisse, a Acosta Pérez Jose Ramiro, a Mimi Star, a Cheesefair, a bisojo-scm, a Persefone Atenea Black, a mxnhpfreak, a H.fanel.K., a pinkPataki, por haberme dejado reviews y continuar este capitulo. Espero les guste aunque es corto.

TODAVIA UNA SEMANA ANTES DEL BESO:

¿Eduardo? – musitó Helga. Así que el paquete no era de Arnold, sino de otra persona.

Eduardo, Eduardo ¿que? – La letra manuscrita era confusa en la etiqueta del paquete.

"¿Qué les pasa a todos en San Lorenzo?" – dijo Helga con voz fastidiada. – "¿Acaso nadie sabe escribir su apellido en ese país? ¡Criminal!"

Tal vez Helga estaba fastidiada, pero ahora también estaba intrigada. Recordaba a un tal Eduardo de su viaje a San Lorenzo, hacía seis años. Al parecer, era un nativo de San Lorenzo y amigo de los papas de Arnold. ¿Pero que le enviaría Eduardo a ella y porque lo haría?

Helga no se detuvo mucho en esa pregunta. Después de todo, el paquete no era de Arnold y no tenía ninguna duda si en abrirlo o no. Así que quitó el papel y abrió la caja, preparada para lo que fuera.

Pero lo que encontró en la caja la dejo, literalmente, con la boca abierta.

Helga se encontró con otra caja dentro del paquete, pero esta estaba tallada en madera y tenía una piedra verde en un semicírculo que aparentaba ser la pupila de un ojo, apariencia que le daba un "parpado" de un color de madera mas oscuro sobre de el. Un circulo de madera clara rodeaba toda la caja, además de tener tres tallas de madera en cada lado. En el lado superior, se encontraba un semicírculo de tallas en la madera con varias tallas. Las tallas superiores estaban dispuestas de tal forma que a Helga le recordaron los rebeldes cabellos de su amado. Claro que eso era cuando aún tenía nueve años y tal vez ya había descubierto el gel para el cabello...

También se encontraba un gran sobre de papel amarillo. Helga lo abrio excitada y se encontró con una carta dirigida a ella y otra a sus padres. Rapidamente abrió la dirigida hacia ella y leyó:

"Estimada señorita Helga Pataki, le escribo en nombre de toda la Gente de Ojos Verdes para enviarle un regalo en conmemoración de la derrota de La Sombra ... bla bla bla... este regalo es especial para usted que ha pasado la mayoría de la edad según las costumbres de la Gente de Ojos Verdes... bla bla... sabemos que usted es digna de este regalo debido a sus diversas actividades extracurriculares y su gran responsabilidad... nada de Arnold... felicitamos a su hermana por su nueva carrera... aja... esperamos que su padre obtenga el reconocimiento que merece en sus ambiciones políticas... bla bla bla... le hemos enviado su regalo por correo especial, debido a problemas en la aduana de San Lorenzo... le enviamos este regalo y anexamos unas cartas por si su familia indaga la procedencia del mismo debido a su valor...

Al llegar a este punto, Helga noto dos cosas: la primera, que no hablaba directamente de Arnold. La segunda, que tenía que revisar esa caja de nuevo.

Helga examinó cuidadosamente la caja. Descubrió que podía abrirla por la parte que separaba al "parpado" de la "pupila" y de pronto se encontró aún más perpleja: dentro se encontraban gargantillas y pendientes de un fino acabado. Eran sin duda el regalo más lujoso que Helga había recibido en su vida. Dudaba incluso si su familia le dejaría aceptarlo. Helga se preguntó si serían de plata.

Después de lo que pareció una eternidad, Helga se volvió a acordar de la carta del tal Eduardo. Volvió a leerla desde donde la dejó:

"…esperamos que usted se encuentre bien, este es solo un pequeño reconocimiento de los sacrificios que usted y sus compañeros enfrentaron hace seis años para derrotar a La Sombra y liberar a la Gente de Ojos Verdes..."

Helga no pudo continuar leyendo, porque sintió que las lágrimas la cegaron. Arrojó la carta a su cama y se contempló en el espejo mientras pensaba "No tienen ni idea del gran sacrificio que hice... Sacrifiqué a mi amado Arnold... él esta ahora en San Lorenzo con sus padres... y yo me quede completamente sola aquí en Hillwood... yo aquí... mientras mi corazón esta en San Lorenzo..." su gesto triste cambió a uno de feroz resolución: "Nada podrá compensarme tal pérdida... ni todo el oro del mundo sería suficiente para compensar la pérdida de mi amado".

Helga se miró al espejo por unos segundos... pero tuvo que admitir que de nada servia quejarse así... después volvió a examinar sus regalos:

"Mmmmmh, me pregunto si son de plata genuina... podría llevarlos a valuar a la Joyería la Corona, donde arreglo mi relicario... Es más... - dijo Helga en voz baja revisando con cuidado el estuche, acercando cómicamente su ojo derecho al ojo verde del joyero - esta piedra verde... ¿No será una esmeralda?"...

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En la casa de los Bergman, tres amigos estaban por despedirse... solo faltaba comer unos emparedados que les había preparado la mamá de Harold.

"Y bien chicos, ¿que creen, ya me decidí..."

"¿A que Sid?"

"Voy a invitar a Nadine a la fiesta de San Valentín."

"Son puras habladas Sid, apuesto lo que quieras a que no la vas a invitar" - dijo un chico muy alto llamado Stinky Petersen.

"¡Claro que sí!" - dijo Sid muy molesto... de hecho, demasiado molesto.

"Stinky tiene razón Sid, llevas dos años queriéndole hablar a Nadine, y todavía nada de nada..." - dijo un joven alto, con la constitución de un jugador de futbol americano, verdadero gigante. Era Harold, quien tenía el merecidísimo apodo de "Tanque".

"Pero esta vez si la voy a invitar..." - repitió Sid bastante enojado.

"Pues date prisa, antes de que Peapod la invite"... - dijo Stinky con toda la intención de molestar a Sid.

"¿Qué, sabes algo o hablas nada más porque si?" - dijo Sid con voz intimidada, porque Peapod Kid, quien era parte de los selectos chicos populares junto con Iggy y Park, también tenia interés en Nadine, y Sid, a pesar de que no le había hablado jamás a Nadine de sus sentimientos, era muy celoso.

Harold estaba saliendo con Patty y Stinky con Lila, del trío terrible, solo Sid estaba soltero.

Harold y Stinky se dispusieron a calentarle la cabeza a Sid y a aumentar su inseguridad. Pero no eran crueles. Eso le hacían a Sid porque era su amigo. A ninguno de los dos se les hubiera ocurrido torturar con celos a un chico que no fuera uno de sus íntimos.

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Después de revisar si la carta mencionaba el nombre de Arnold, Helga decidió que mañana mostraría las cartas a sus padres y que utilizaría el regalo en la fiesta de San Valentìn de la próxima semana. Pero se sentía extrañamente intranquila.

Esa noche, Helga soñó. Soñó con todos los increíbles sucesos de hacía seis años, cuando todo su grupo fue a San Lorenzo y ahí encontraron a los padres de Arnold. Todas las aventuras que vivieron se hicieron presentes en su sueño. De pronto, algo se formo en su conciencia. Algo que le advertía... de un peligro... y entonces... Surgió la Sombra. Bueno, no exactamente La Sombra, sino surgió una Sombra que amenazaba con tragársela en la oscuridad...

Helga despertó bañada en sudor. No le gustaba esta sensación en un sueño. Este no era uno de esos sueños que ella tenía continuamente desde la niñez y que parecían obligarla a hacer lo correcto. Este sueño se parecía mucho a esos sueños que experimentó hacía seis años... cuando viajó a San Lorenzo... y enfrentó a La Sombra.

Helga intentó pensar en otra cosa que no fuera La Sombra. Todo lo relacionado con ese villano no traía más que dolor. Rápidamente fue hacia la carta y la volvió a leer completa. Después de eso, la volvió a leer otra vez. No mencionaba en ninguna parte a Arnold, pero eso no era lo importante.

Helga comprendió - a la tercera lectura - que lo importante de la carta era precisamente que mencionaba muchas cosas de HELGA.

No era humanamente posible que el tal Eduardo conociera tantas cosas sobre Helga. La ridícula carrera de actriz de Olga - como si Hillwood estuviera a un paso de Broadway o de Hollywood para ser actriz - las no menos risibles aspiraciones políticas de su papa - de verdad que Bob no tenia vergüenza en postularse como alcalde del mismo vecindario del que intento aprovecharse seis años antes para construir el "Super Emporio de Localizadores de Bob". Incluso hablaba del interés de Miriam en el yoga... para ocultar el verdadero problema de Miriam...

Pero lo que Helga encontró más sospechoso aún era que Eduardo supiera que Helga era muy buena en deportes. Helga siempre le había gustado competir, y la verdad es que era buena corriendo, en bicicleta, en básquetbol femenil, etc...

Es mas: el hecho de que Eduardo hubiera mandado cartas para los padres de Helga, indicaba que alguien en San Lorenzo sabía de la situación de Helga con su familia... que no era de mucha confianza que digamos... que ese mismo alguien se preocupaba lo suficiente por Helga como para asegurarse que ella pudiera usar ese regalo y ese alguien no podía ser nadie mas que cierto ingenuo y metiche cabeza de Balón. ¡Todo esto del regalo era obra suya!

Al pensar en eso, Helga se permitió un gesto que para cualquier espectador hubiera resultado muy gracioso. Pero de pronto su gesto se endureció. Porque solo había una explicación: ¡Alguien estaba espiando a Helga y le estaba reportando a Arnold todo lo que hacía!

A pesar de que debían ser como las tres de la mañana, y solo tenia encendida una pequeña lámpara que había usado para leer la carta de Eduardo, Helga se sintió observada. Alguien la observaba y estaba contando todos sus secretos. Su paranoia creía ver espías en su cuarto, micrófonos, cámaras, ¡tal vez alguien la espiaba desde la calle!

Helga tomó un buen cuarto de hora para calmarse. Pero la calma llegó en forma de odio y rabia. ¿Quién podría atreverse a espiar a la gran Helga G. Pataki, líderesa de la Escuela Secundaria, tormento de los buscapleitos, Némesis de maestros y alumnos, y ayudante de medio tiempo en el Sunset Arms?

Helga comenzó por los residentes del Sunset Arms. Ella había tomado hace tiempo un empleo allí, más que nada para preservar el cuarto de su querido cabeza de balón. Helga pensó en las "ciruelas pasas", cariñoso apodo que les ponía a los abuelos de Arnold. Pero era imposible que ellos supieran tantas cosas sobre su familia y actividades escolares. Estaba el chaparrito del señor Potts, el quisquilloso señor Hyun, el abusivo matrimonio de Oskar y Susie... ninguno de ellos sonaba lo bastante astuto como para espiarla... de pronto recordó al Señor Smith... quien podría ser o no un espía profesional...

Helga estaba tan paranoica, que llegó a considerar seriamente esa posibilidad.

Media hora y varias hojas de papeles con nombres tachados después, Helga había sacado una serie de supuestos que le ayudaban a descartar a la gente que no podría ser el espía:

1. El espía tenia que ser astuto para estar al tanto de la vida de Helga y que ella no se hubiera enterado.

2. El espía tenía que tener acceso a la vida escolar de Helga, por tanto, no podía ser nadie del Sunset Arms, ni siquiera el Señor Smith. También quedaba eliminada Bridget la espía. Helga reconoció que tal vez Bridget tendría cosas más importantes que hacer que espiar a una adolescente, pero era mejor estar segura.

3. El espía (o la espía) tenía que preocuparse por Helga. Con eso, Helga reflexionó amargamente, quedan fuera Bob, Miriam y Olga.

¿El resultado? Solo habían dos personas que Helga consideraba "vida inteligente" en Hillwood. Una de ellas era Helga, por supuesto...

Y la otra persona inteligente, en un muuuuuy lejano segundo lugar...

- "¡Phoebe!" - dijo Helga con los dientes apretados. Hubiera gritado su nombre, pero no queria que en la casa la escucharan.

A pesar de haber pasado casi seis años desde su separación de Arnold, Helga aún tenía muchos secretos. Realmente valoraba su privacidad. Pero en la oscuridad de su cuarto juró vengarse de su mejor - y aunque Helga no quisiera admitirlo - única amiga, solo porque ella no se atrevía a comunicarse con Arnold desde hacía seis años. La pena de no verlo abrió paso a un incontenible deseo de venganza. Phoebe pagaría los platos rotos.

Helga tenía un plan que de seguro la haría sentir mejor. Lo pondría en práctica en la mañana del día siguiente.

Próximo capítulo:

"Bueno" pensó Helga. "Apenas dan las tres de la tarde y ahora sí ya no me puedo sentir peor. No solo no averigüe quien es el espía de Arnold. Si fuera nada más eso. Ahora perdí a mi mejor amiga. Como están las cosas, ya puedo decirlo: perdí a mi única amiga. Me las arreglé para hacer un escándalo ante toda la escuela. Perdí un partido ante ese presumido de Gerald. Creo que le rompí la nariz a Sid. Harold quiere matarme. Y lo peor de todo, toda la escuela me vio golpear a Eugene. Este es el momento el que tengo que decir "Esto no puede ponerse peor" y sucede algo peor.

-"Pero ya no puede suceder nada peor".

Helga dijo esto último en voz baja, y procedió a recordar como se había metido en tantos líos en tan corto período de tiempo…