Bueno, quiero darle las gracias a Hermy Grint por leer el primer capítulo de mi historia... si no hubiese sido por tí, probablamente no habría habido un segundo... De cualquier modo, es guay continuar siendo una de las autoras menos leídas de fanfiction (mentira, me muero por recibir reviews, o sea, que si no teneis nada mejor que hacer...)
2 Castillos de arena
" El espectáculo era increíble: la arena arrastrada por el viento, con movimiento lento y fluctuante, estaba en todas partes. Iba de aquí para allá en extraños remolinos y corrientes, y se amontonaba en coloinas y en dunas de altura y extensión muy diversa"
Michael Ende "La Historia Interminable"
"Y ni estoy casados, ni tengo niños, ni perro ni jardín. Vivo en un piso de mala muerte y, por no tener, no tengo ni proyecto de novia"
Hermione sabía que no debía alegrarse al escuchar esas palabras. Al fin y al cabo, Ron formaba parte de su pasado, y no de su presente. Y por nada del mundo volvería a pasar por aquello ¿Por qué, entonces, no podía pensar en otra cosa mientras caminaba de un lado a otro de su habitación, como un animal enjaulado? Nunca pensó que pudiese añorar tanto a Harry. Su simple presencia habría bastado para detener aquel caudal de emociones contradictorias que amenazaban con arrasar su cordura. "Eres idiota, Hermione" se dijo por enésima vez "No se merece que le dediques ni un solo pensamiento" Pero, por más que lo intentaba, no podía evitarlo. Por eso tenía que volver inmediatamente a Londres. Si continuaba un solo segundo en Italia, corría el peligro de volverse loca.
Hacía casi cinco años que no veía a Ron. La última vez aún eran novios, y cuando ella le preguntó por qué estaba tan serio, él se limitó a suspirar y a echarle la culpa al trabajo. "No te preocupes", había dicho, revolviéndole el cabello y sonriendo con esfuerzo. Pero Hermione sí estaba preocupada. Ron llevaba un par de semanas muy distante, y parecía tan agobiado como si tuviese que cargar él solo con todo el peso del mundo y estuviese asfixiándose lentamente. Era más que evidente que algo no iba bien, pero Hermione quería confiar en él, y ponía todo su empeño en creer que era cierto, que aquella actitud no tenía nada que ver con ella.
Pero, al día siguiente, Ron no acudió a su cita. Después de esperarle durante horas, regresó al Colegio Mayor donde vivía, y se encontró con una lechuza que temblaba aterida en el alféizar de su ventana. Se trataba de Pigwidgeon, que traía una carta muy breve:
"Siento no haber aparecido esta tarde. Puedes quedarte con Pidwidgeon, no la necesitaré"
¿Qué significaba todo aquello? Tal vez nadie podía asegurar con certeza el significado de un mensaje tan críptico, pero la intuición de Hermione captó la idea subyacente de inmediato. Ron se había marchado, y estaba claro que no tenía intención de regresar
Si no hubiese sido por Ginny y Harry, Hermione se habría pasado el resto de su vida lloriqueando como una psicópata, encerrada en su habitación. Pero, como si se tratasen de sus preocupados progenitores, ambos se dedicaron en cuerpo y alma a cuidar de ella, a sacarla de su encierro y a devolverla a la vida. Durante un sinnúmero de tardes, Ginny se quedó con ella viendo películas en la tele ( al descubrir semejante invento muggle, la pelirroja se había convertido en una fanática del séptimo arte hasta tal punto que ya la conocían en todos los videoclubs en dos kilómetros a la redonda) y comiendo tarrinas gigantescas de helado de triple chocolate… cosa que no siempre era posible para Hermione, ya que la joven Weasley adoraba las películas de terror asiáticas con cierto toque gore, que contemplaba sin que su estómago se inmutase, mientras que la castaña trataba de controlar las nauseas. Hermione y su ex cuñada se convirtieron en uña y carne, hasta que Ginny cortó con Harry en una de las discusiones más acaloradas de la historia, en la que la pelirroja juró que, si Harry no le suplicaba perdón, ella estaría saliendo con Draco Malfoy en una semana.
Y lo cumplió.
La situación cambió de la noche a la mañana, y Hermione pasó de ser consolada a consolar. Ni siquiera la muerte de Dumbledore había afectado a Harry de aquella manera, y solo las interminables conversaciones con su mejor amiga acerca de lo infeliz que era y lo traicionado que se sentía parecían mitigar su dolor. Durante más de un año, Harry y Hermione estuvieron viéndose regularmente para quejarse de sus desgracias, y podría decirse que, al final, se enamoraron. A Hermione le resultaba imposible afirmar que sentía lo mismo con Harry que con Ron: la ilusión, la ternura, la pasión, la locura y las mariposas en el estómago se habían esfumado, pero ella lo prefería así. Ya había conocido esa cara de la moneda, y sabía que ese torrente de emociones era mucho más efímero que el dolor que dejaba tras de sí. Había tenido suficiente romanticismo para el resto de su vida, y se había dado cuenta de que el amor nose basaba en un sentimiento increíblemente intenso, sino en la confianza, en la comprensión, en la certeza de que todo aquello no se desvanecería como el humo. Hermione podía estar segura de que Harry siempre estaría ahí, de que no la dejaría tirada ni desaparecería del mapa, como si le hubiese engullido un agujero negro. El amor verdadero era lo mismo que el equilibrio. No había estado tan segura de algo en toda su vida, y por eso iba a casarse. Durante tres años, logró mantener a raya las dudas… hasta la tarde del veinte de abril.
Nunca pensó que podría echar tanto de menos a Harry, pero ahora la necesidad de volver a su lado era apremiante ¿cómo, si no, conseguiría que el mundo volviese a girar con normalidad? Por eso hizo el equipaje a toda prisa y tomo el primer avión de regreso a Inglaterra, deseando que Ron no volviera a cruzarse jamás en su camino.
No llevaba ni dos días en casa cuando se dio cuenta de que algo había cambiado, algo importante que no iba a poder solucionar con algo tan simple como poner tierra de por medio. Afortunadamente, Harry atribuyó el atribulado estado de ánimo de su prometida a los nervios de la boda, pese a que aún faltaban meses para la ceremonia. Solo Ginny, con quien se veía de vez en cuando, se dio cuenta de que le ocurría algo que poco o nada tenía que ver con los acontecimientos del próximo veintiuno de noviembre, pero aunque Hermione esquivó las preguntas de la pelirroja con una habilidad propia de un político en plena campaña electoral, no logró convencer a su mejor amiga.
- Hoy he visto a Hermione- le comentó la joven Weasley a Draco aquella misma noche- Y estaba muy rara, como si tuviese la cabeza en otra parte.
Draco se limitó a encogerse de hombros.
- Nunca ha sido precisamente la alegría de la huerta ¿Qué esperabas?- contestó con naturalidad.
Ginny pareció meditar aquella respuesta, jugueteando con el tenedor en la ensalada mientras elegía las palabras precisas para expresar las ideas que en ese momento bullían en su mente.
- Ya se que no es exactamente la novia más ilusionada del mundo. Pero, desde que Ron se marchó, ella… se convirtió en un modelo de madurez, de serenidad. Hablar con ella era como hablar con la personificación de la sensatez. Pero hoy…- Ginny suspiró- hoy parecía todo lo contrario. No estaba triste, sino distraida, y no la había visto así desde…
- Desde que tu hermano la abandonó- concluyó Draco, que a veces parecía tener un sexto sentido para adivinar sus pensamientos- ¿estás insinuando que se han vuelto a encontrar?
- Eso sería mucha casualidad- reconoció ella- Pero, desde luego,…
- ¡Vamos, Gin!- rió el rubio- ¿Crees de verdad que Hermione ha cruzado Europa y se ha encontrado precisamente con Ron en una ciudad que tiene cinco millones de habitantes? Suena un poquito surrealista ¿no te parece?. Por cierto¿qué vas a pedir de segundo?
Ginny no tuvo más remedio que asumir que no parecía una opción precisamente razonable. A Hermione podían haberle ocurrido un millón de cosas que le preocupasen… aunque, hasta el momento, había atravesado infinidad de momentos complicados sin perder ni un ápice de su aplomo. ¿Por qué, precisamente ahora, parecía a punto de perder los papeles¿Qué o quién, salvo Ron, podía conmocionar a Hermione de esa manera? Le hubiese encantado profundizar en aquel asunto con Draco, pero él ya había dejado claro que no tenía el menor interés en el tema. Al fin y al cabo, en una conversación sobre Hermione, Harry tendría que aparecer tarde o temprano, y, a pesar de la desbordante seguridad en sí mismo de la que Draco solía hacer gala, el tema del ex novio de Ginny le ponía nervioso con asombrosa facilidad. Parecía que, en el fondo, Draco estuviese convencido de que la pelirroja estaba con él solo porque su orgullo le impedía correr a los brazos. Era increíble que, después de tantos años, aún conservase esa idea tan ridícula. Ella hubiese deseado decirle que estaba equivocado, que sus dudas no tenían razón de ser, pero, cada vez que había tratado de hacerlo, habían acabado peleándose. De modo que Ginny se resignó a cambiar de tema y se sumió en una fascinante conversación acerca de la mejor forma de preparar salsa de queso.
Ron contempló el techo amarillento de su habitación, pensando distraídamente en que no le vendría mal una manita de pintura. Bueno, tendría que ser el próximo inquilino el que se hiciese cargo de una tarea tan engorrosa, porque él ya había preparado la maleta.
Había pasado todo el verano sin salir de casa salvo para trabajar. Al principio lo había intentado, y quedó un par de veces con sus compañeros de Gringotts para salir a tomar una cerveza, pero al final terminaba regresando a casa antes de lo previsto con una extraña sensación en el estómago. Algo iba mal, y no resultaba muy difícil averiguar la causa.
Hermione. Su recuerdo se deslizaba ahora hasta el último rincón de Roma, como un fantasma que adquiría consistencia casi corpórea en la Vía della Porta Angelica, y que le atormentaba de día y de noche. Hubiese dado cualquier cosa por librarse de aquella sonrisa insegura que veía por todas partes, cada vez más y más a menudo. Por eso envió una lechuza a Ginny con un mensaje tan breve como elocuente:
"Vuelvo a casa"Quería ver a Hermione dándole el "sí quiero" a su mejor amigo, y ahogar todas aquellas estúpidas ilusiones y todos sus recuerdos en un mar de desesperanza. Quería sentirse libre de nuevo. Quería que la soledad volviese a ser su cariñosa y cómoda compañera de viaje, en lugar del pesado lastre en que se había convertido desde la tarde del veinte de abril. Así que solicitó el traslado a Londres, consciente de que podía ser una experiencia bastante dolorosa. Pero ¿Qué otro remedio le quedaba?
Tiene que doler para poder curarse. Como una enfermedad.
La carta de respuesta de su hermana no fue tan escueta como la de Ron. De hecho, la lechuza que la llevó hasta Roma llegó en un estado semi-comatoso que le recordó a los últimos días del difunto Errol. Además de ofrecerle una habitación en su piso, Ginny escribió acerca de prácticamente todas las cosas que les habían ocurrido a los miembros de la familia Weasley en los últimos años. Entre las muchas noticias que le comunicó, la más sorprendente, sin lugar a dudas, era la de su noviazgo con Draco Malfoy. Sin embargo, y muy a su pesar, Ron sintió cierto alivio: no podía imaginar a alguien mejor para Ginny. En la época de la Segunda Guerra, después de que cambiase de bando, Malfoy había revelado que, debajo de capas y capas de orgullo y altivez se ocultaba una de esas personalidades encantadoras, el tipo de persona honesta, abierta y divertida a la que es muy difícil no estimar. Tras años de hostilidad en Hogwarts, a Ron no le había quedado más remedio que reconocer que el eterno némesis de su mejor amigo le caía francamente bien, sobre todo después de haber demostrado hasta que punto era digno de confianza al arriesgar su pellejo un par de veces en los últimos meses de la lucha contra Voldemort. En cierto modo, Ron siempre había sospechado que Malfoy sentía algo por su hermana, de modo que, en realidad, no le había cogido tan desprevenido. Y, por si fuera poco, Molly adoraba a su yerno. Cuando Ron regresó a "La madriguera", Fred le dijo riendo que , a pesar del vínculo de sangre, Molly quería más a Draco que a la propia Ginny, a lo que George añadió que incluso estaba pensando en regalarle a su madre un retrato a tamaño natural de Malfoy para el día de la madre.
Cuando Ron y Ginny se aparecieron en el pequeño piso de Londres en que, hasta ese memorable momento, ella habíavivido sola, tenían la sensación de que no podrían soportar otra comida familiar como esa.
- Por eso no me gusta ir a casa- refunfuñó Ginny- Es como una pesadilla "¿Cuándo te casas?" "¿Por qué no te has traído a Draco?" "¡Qué delgada estás!". Anda, ven, tu habitación está por aquí.
Ron, que en ese instante se sentía más unido y compenetrado con su hermana que nunca, siguió a Ginny. La casa constaba tan solo de dos pequeños dormitorios, un espacioso salón- cocina y un aseo cuya ducha estaba rodeada por unas cortinas de plástico decoradas con las flores más enormes que Ron había visto jamás.
- Bueno, no es muy grande- susurró Ginny, en tono de disculpa.
- Es perfecto. Muchas gracias por dejarme vivir aquí- aseguró Ron. Acostumbrado a vivir en pisos casi vacíos casi como un okupa, el piso de su hermana le recordaba al paraíso. Las cortinas le parecían un lujo, por no hablar de las plantas, las fotografías o la colcha de patchwork sobre su cama, casi cubierta por entero de coloridos almohadones.
Ginny dejó que Ron se estableciese a sus anchas, mientras ella preparaba un café con el mismo esmero que un cirujano emplearía para la más compleja de las operaciones. Ron tardó apenas un par de minutos en distribuir sus escasas pertenencias entre el armario y la cómoda de madera oscura que, junto con la cama, componían el mobiliario de su habitación; de modo que, cuando llegó a la cocina, su hermana aún continuaba midiendo los cacitos de café molido con tanta precisión que parecía que aquello tenía más que ver con la alquimia que con las artes culinarias.
- Supongo que querrás que te ponga al día- murmuró su hermana, con esfuerzo, como si la tarea que le ocupaba requiriese una concentración absoluta- Ya sabes, que ha sido de la gente y esas cosas. Tal vez te parezca increíble, pero Harry y Hermione…
- Van a casarse- concluyó él- Ya lo sabía. Me encontré con Hermione por casualidad en Roma.
Ginny se sobresaltó al escuchar las palabras de Ron hasta tal punto que derramó todo el café por la encimera. ¿Cómo demonios había dejado escapar la profesora Trelawney semejantes dotes clarividentes?
- ¡Qué raro que no me haya dicho nada!. Nos hemos visto un par de veces desde abril y ni siquiera me lo ha comentado de pasada- comentó, mientras empapaba la bayeta para limpiar aquel desastre- ¿ Y que tal?
- Preciosa, como siempre – contestó Ron- Diría que incluso más.
Ginny miró a su hermano reprimiendo una risita y le arrojó la bayeta mojada.
- ¡Me refería a ti, tonto!- exclamó- ¿Cómo estás? Ya sabes, si se te revolvieron las entrañas cuando te enteraste de… ¡Un momento¿No habrás vuelto para reventarles la boda, no?
- Eso sería muy propio de mí ¿no? – rió Ron- Es verdad que mi regreso tiene algo que ver con Hermione, pero no de esa manera. Digamos que me gustaría cerrar ese capítulo de una vez.
Ambos quedaron en silencio, como si sopesasen el verdadero alcance de aquellas palabras, pero el estridente sonido del timbre interrumpió repentinamente sus reflexiones. Se trataba de Draco, que les sonreía alegremente y que les traía una botella de Lambrusco, un rosado y espumoso vino italiano.
- ¡Bienvenido a Inglaterra, cuñado!- saludó, con entusiasmo- ¡Esto hay que celebrarlo!. Por cierto, he recogido vuestro correo- añadió, dejando cinco o seis sobres encima del aparador de la entrada- Oye, Gin¿dónde está el sacacorchos?
- ¡Hey, una de las cartas es de Neville!- exclamó Ginny, tras arrojar lo que parecían unas facturas por encima del sofá- Os leo: "Querida Ginny. ¿Cómo estás? Hace años que no sé nada de ti… espero que te vaya tan bien como a mí. Igual te sorprende que te escriba cuando ha pasado tantísimo tiempo, pero voy a pasar una semana en Londres y me haría mucha ilusión verte. El vierne uno de octubre toco en el café Windmill, podrías pasarte y luego me cuentas que es de tu vida. Tráete a Ron, si es que ha vuelto por aquí. Un abrazo"
- Me parece que me he perdido algo- dijo Ron- ¿Qué es lo que toca Neville¿Las narices al personal?
- ¿No lo sabes?- contestó su hermana, haciéndose la interesante- Neville es cantautor. ¡Que sí, créetelo! – añadió, viendo la expresión perpleja de su hermano- Ahora es un músico bohemio que canta en los bares y aprovecha cualquier oportunidad para criticar la cruel dictadura de la industria discográfica.
- Si, yo tampoco me lo hubiese imaginado, pero así es la vída- comentó Draco, palmeando la espalda de su cuñado con una mano mientras con la otra le pasaba una copa de vino-Ya ves, tampoco creí que tú y yo pudiésemos estar en la misma habitación sin acabar llegando a las manos y fíjate…Y lo más gracioso del asunto es que su música es buena. Yo yahe ido a verle un par de veces, porque una de mis ex era fan suya.
- Y yo que pensaba que lo había visto todo en esta vida…- susurró Ron, aún impactado por la noticia.
- Bueno, espera a oírle antes de alucinar- sentenció Ginny- ¿Qué, encargamos comida tailandesa?
