Bueno, como pasado mañana me voy de vacaciones y ahora tenía un momentito, he decidido actualizar, aunque a veces me queda la duda de sí hay alguien al otro lado leyendo mis historias (salvo atzweasley y Selenne... gracias, gracias...). Este capítulo podría pertenecer a cualquier otro fic, sin problemas. Realmente, no es muy coherente con el tono del resto de la historia... aunque me lo pasé tan bien escribiéndolo... espero que lo disfruteis...
7: La Lógica del Absurdo
"- Si el poema no tiene sentido- dijo el Rey- esto nos evitará muchas complicaciones, porque no tendremos que buscárselo. Y, sin embargo- siguió, apoyando el papel sobre sus rodillas y mirándolo con ojos entornados- me parece que yo veo algún significado... "Y yo a nadar no aprendí"... Tú no sabes nadar ¿o sí?- añadió, dirigiéndose al Valet.
El Valet sacudió tristemente la cabeza.
- ¿ Tengo yo aspecto de saber nadar?- dijo. (Desde luego, no lo tenía, ya que estaba hecho enteramente de cartón)"
Lewis Carroll "Alicia en el País de las Maravillas"
- Buenos días, Gin.
Ginny acababa de levantarse. Por eso, al principio, atribuyó el color amarillo brillante de la piel de Draco a un efecto óptico, comprensible en alguien que aún está en un punto indeterminado entre el sueño y la vigilia. Pero cuando, tras frotarse los ojos concienzudamente, comprobó que la cara de Malfoy aún parecía un gigantesco limón, se puso a gritar como una posesa.
- ¡ Draco... oh, Dios mío, Draco¡Estás amarillo!
Fiona, la gata color crema de Ginny, que solía ser muy cariñosa con el rubio, contempló durante un par de segundos a Draco y, acto seguido, desapareció bajo un aparador con un bufido aterrorizado.
- ¿ Pero qué dices?- preguntó el chico- ¡Rápido, un espejo¡Oh, por el amor del cielo¡Es cierto!- exclamó, añadiendo mentalmente "Le dedico este Oscar a mi madre". Sin lugar a dudas, estaba haciendo la interpretación más brillante de su vida.
- ¡Pero... eso no es nada normal!- gritó la pelirroja, presa de un ataque de histeria.
- ¡No me digas!- contestó Draco, en un tono furioso más que convincente- Por si no lo sabes, a mi tío Edgar le pasó exactamente lo mismo antes de... bueno, antes de que muriese.
- ¡ Basta ya de gritar! Lo que tenemos que hacer es ir al hospital inmediatamente- recapacitó la pelirroja- Iré a por mi abrigo... ¡Espera! Creo que un pariente de Luna trabaja en San Mungo. Lo mejor será que vayamos a su casa y le pidamos ayuda.
Draco tuvo que luchar duramente para impedir que una sonrisa triunfal aflorase a sus labios. El plan B estaba en marcha... ¡y él ni siquiera había tenido que dar el primer paso! Por la forma en que trató de convencer a Ginny de que no pidiesen ayuda a Luna, nadie hubiese imaginado ni remotamente que la rubia era su cómplice.
- Estamos poniendo a Lovegood en un compromiso. Lo mejor sería que fuésemos a las Urgencias sin más.- refunfuñó, mientras Ginny llamaba enérgicamente a la puerta de Luna.
- Podrías estar realmente enfermo, y no estoy dispuesta a que un sanador en prácticas más joven que yo te eche un vistacillo después de pasarnos esperando cinco o seis horas, para mandarte a casa para que duermas y te tomes un par de infusiones mientras tú te estás mu... los amigos están para estas cosas ¿no?- respondió Ginny, en un tono que no admitía réplica.
Cuando Luna abrió la puerta, se limitó a mirar a Draco con una mezcla de susto y lástima, como si ya fuese un cadáver; y, acto seguido, cogió su bolso y cerró la puerta tras de ella, dispuesta a acompañarles a San Mungo pese a hallarse cubierta de pintura de la cabeza a los pies. Mientras bajaban las escaleras, hizo una discreta seña a Ginny y le susurró:
- No me gusta ser pájaro de mal agüero, pero... mira, creo que lo mejor es que haya alguien de confianza contigo cuando os den el diagnóstico. Esto no tiene muy buena pinta, que digamos.
Ginny asintió levemente con la cabeza,mientras se mordía el labio inferior con un gesto de preocupación evidente. Tras unos segundos de vacilación, anunció con voz trémula que se marchaba a buscar a Hermione, y pidió a Luna y a Draco que se adelantaran. "No tardaré mucho", anunció antes de desaparecerse con un chasquido.
La pelirroja estaba tan fuera de sí cuando llegó a casa de su mejor amiga, que le costó un rato largo hacerle comprender la naturaleza y la magnitud del problema, pero, cuando Hermione logró enterarse de que era lo que ocurría realmente, se hizo cargo de la situación y, con su habitual aplomo, logró convencer a Ginny de que lo mejor era mantener la calma, asegurándole que para ella no suponía ninguna molestia acompañarla al Hospital.
Draco esperaba pacientemente, sentado en una de las desvencijadas sillas de la sala de recepción de San Mungo, contemplando con curiosidad las caprichosas desfiguraciones que mostraban sus compañeros de desgracia. Cuando Hermione comprobó con sus propios ojos que el tinte ictérico en la piel y el blanco de los ojos de Draco era tan intenso y preocupante como Ginny le había explicado, le dio un fuerte abrazo al rubio, un abrazo propio de una despedida, y luego pasó un brazo por los hombros de Ginny, que parecía a punto de echarse a llorar.
Luna apareció unos minutos después, y les dijo en tono confidencial que el sanador Damian Semmelweis, toda una eminencia en los asuntos del hígado, estaba dispuesto a recibir a Draco inmediatamente. Agarró al rubio del brazo y les pidió a las dos conmocionadas amigas que se sentasen en la Sala de Espera mientras su tía les colaba discretamente en la consulta.
- Tranquila, Ginny. Todo saldrá bien- afirmó Hermione, tratando de aparentar una seguridad que, en realidad, no sentía. Cuando la pelirroja trató de contestar, no fue capaz de emitir más sonido que un sollozo ahogado. La castaña se devanó los sesos tratando de encontrar las palabras que consolaran a Ginny, pero no se le ocurría nada que decir, de modo que se limitó a suspirar y a mantener la esperanza de que sus buenos deseos se cumplirían.
- Somos muy crueles- aseveró Draco, mordisqueando una galleta con trozos de chocolate.- Si Ginny llega a enterarse de que le he mentido en algo así...
- ¿Y por qué iba a enterarse?- replicó Luna, haciendo una pausa de momentánea en la ardua tarea de engullir un gigantesco pedazo de bizcocho de chocolate- De cualquier manera, estará tan contenta cuando se entere de que no es nada que será pan comido convencerle de que organicemos una cena en tu honor. Bueno, termina pronto ese café. Faltan exactamente tres minutos para que la fase dos de la Estrategia se ponga en marcha, de modo que eso nos da aproximadamente once minutos antes de nuestro enfrentamiento cara a cara con el enemigo... bueno, ya sabes, me refiero a nuestro "encuentro casual" con Harry y Ron.
En ese preciso instante, Ron se encontraba luchando con todas sus fuerzas para no quedarse dormido pero, de vez en cuando, no podía evitar dar alguna que otra cabezada. Llevaba un rato largo en el sótano de San Mungo, esperando en un banco de madera (que hacía parecer nuevos a los de la recepción) a que la encargada del depósito de cadáveres llegase de una buena vez. Bastante desagradable era tener que identificar a un muerto como para verse obligado, además, a aguardar resignadamente junto a la puerta de la morgue hasta que una sanadora, que probablemente parecería una vampiresa psicópata de la tercera edad, tuviese a bien llegar a su despreciable trabajo.
- ¿Ron?
El pelirrojo se despertó de un sobresalto. "Vaya, al final me he quedado dormido. Bueno, la carne es débil ¿no?" se dijo, antes de mirar perezosamente a la voz que le había arrancado de un sueño particularmente agradable. Harry Potter, con un café en un vaso de papel y expresión perpleja, le observaba con curiosidad a la luz mortecina de aquel pasillo, que se parecía más a una catacumba que al corredor de un Hospital. Ron aún no había tenido tiempo de saludar al moreno, cuando la puerta de la morgue se abrió, y apareció tras ella una mujer menuda de rostro aniñado, pelo cano y enormes ojos azul oscuro que les contemplaron con aburrimiento, como si considerase que los vivos no eran ni la mitad de interesantes que los muertos.
- ¿Los señores Harry James Potter y Ronald Bilius Weasley?. Soy la doctora O'Connor. Síganme, por favor.
La forense les guió hasta la sala de disección, en la que el cadáver yacía sobre una mesa de brillante acero inoxidable, cubierto por una sábana blanca.
- Se trata de un procedimiento rutinario- explicó O'Connor con tono hastiado, sin levantar la vista de un portapapales idéntico al del resto de los Sanadores de San Mungo- Bien, vamos allá.
Con un gesto de indiferencia, retiró la sábana, dejando al descubierto el rostro del muerto.
- ¿Reconocen en el difunto al Señor Dean Ernest Thomas?
Si no hubiese sido por lo fúnebre del contexto, Ron se habría echado a reír a carcajadas. ¿Dean Thomas, el fiambre¡ Aquella mujer no podía estar hablando en serio! En primer lugar, el tipo muerto debía tener por lo menos doscientos años. En segundo lugar, era tan pequeño como un gnomo de jardín. Y, por si esto fuera poco, se trataba de un señor inequívocamente chino.
- Doctora O'Connor- dijo Harry, quien, a juzgar por la expresión de su rostro, también encontraba aquella situación bastante divertida- creo que puedo afirmar sin ninguna duda que el difunto no es el Señor Thomas.
- ¿Ah, no?- contestó la forense, con un súbito destello de interés- Bueno, esto ocurre de vez en cuando. Yo me limito a determinar las causas de la muerte, no la identidad del cadáver. Bueno, me temo que tendré que tener unas palabritas con ese cenutrio de Warrick. Señor Potter, Señor Weasley… por favor, firmen aquí, aquí y aquí… y disculpen las molestias. Buenos días, y gracias por su colaboración.
Harry y Ron se echaron a reír en cuanto salieron del depósito de cadáveres. Rieron y rieron sin parar, hasta que les faltó el aire y les dolieron las costillas
- ¡No me lo puedo creer¿De verdad esa mujer estaba convencida de que Dean Thomas… era ese?- exclamó Harry.
- Desde luego, si no hubiese sido por su cara de asesina en serie, hubiera creído que se trataba de una broma- añadió Ron, mientras subían las empinadas escaleras que conducían al vestíbulo- Creo que puedo decir que ha sido uno de los momentos más raros de mi vida.
Ambos pensaban que sería muy difícil que la mañana se volviese aún más extraña, cuando vieron a Ginny llorando desconsoladamente en el hombro de Hermione, en la Sala de Espera. Cruzaron rápidamente la recepción, temiendo que algo malo pudiese haberle ocurrido a uno de los Weasley.
- ¿Qué hacéis aquí?- preguntó Harry.
- Es Draco. Él… - empezó Ginny.
- ¡ Ostras, Harry y Ron¡Qué increíble y providencial casualidad que estéis aquí!
Luna y Draco habían llegado silenciosamente hasta la pequeña reunión. El rubio Slytherin le habría partido la cabeza en dos a aquella lunática sin dudarlo un solo instante. ¿Cómo podía sobreactuar de esa manera? Pero, a pesar de lo poco convincente que había sonado, ninguna de las cuatro víctimas parecía sospechar que en aquella historia hubiese piezas que no encajaban.
- Pareces contenta, Luna- advirtió Ginny, con una nota de ansiedad en la voz- ¿Eso significa que traes buenas noticias?
- Odio llevar noticias que no sean buenas- replicó la rubia, sonriendo exultante de felicidad- ¿Y a que no sabéis que sería genial? Que, ya que nos hemos encontrado de una manera tan casual (sin duda es cosa del destino), nos fuésemos por ahí a celebrarlo esta misma noche. Conozco un restaurante…
- No me parece muy buena idea- intervino Ron. Todos los demás afirmaron con inclinaciones de cabeza y comentarios del tipo "es un momento para Draco y Ginny" y "quizá otro día" murmurados con poca convicción. El rubio pensó que el Plan había fracasado estrepitosamente, pero Luna no iba a dejarse amilanar por un pequeño contratiempo como ese.
- Draco se muere- anunció, en un tono lo suficientemente alto como para acallar el murmullo. El aludido sintió verdaderos deseos de asesinar a aquella maníaca ¿en que estaría pensando cuando escuchó los consejos de un ser humano tan profundamente desequilibrado?
- Vamos, Luna, no exageres- comentó en tono casual, mientras trataba de reprimir las ganas de gritar "¡Maldita sea¡La que va a morir eres tú, y no precisamente a causa de tu hígado!"- No es más que una hepatitis.
- ¿Hepatitis? Oh, pero eso puede ser realmente grave- aseguró Hermione.
- Por supuesto que lo es, al menos en el caso de Draco- respondió Luna, acallando con una oportuna patada en la espinilla las intenciones del rubio de participar en la conversación- Es una de esas enfermedades en las que uno sabe como empieza, pero no como va a terminar. Al pobre chico le haría tanta ilusión compartir con vosotros los que podrían ser sus últimos momentos de vida…
- ¿Es eso cierto?- inquirió Ginny, mirando a Draco escrutadoramente.
- Bueno, puede que Luna esté siendo un pelín melodramática- contestó Draco, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener el control y no perpetrar un cruento homicidio múltiple- Pero el sanador ha dicho que, si el tratamiento no es efectivo, tendré que pasar seis meses en un sanatorio de la montaña, y creo que sería genial que nos viésemos antes de que eso ocurra. Medio año aislado del mundo es tanto tiempo…
- ¡Pues no se hable más!- afirmó Harry- Luna¿cuál es la dirección de eserestaurante que conocías?
- ¡Así se habla!- exclamó Luna, eufórica, mientras trataba de encontrar pergamino y pluma en su descomunal bolso- Es un sitio pijo, o sea, que nada de vaqueros ni zapatillas de deporte- advirtió, mientras escribía. Se trataba de una afirmación bastante incongruente viniendo de una persona que parecía recién fugada de un frenopático, totalmente despeinada, calzada con alpargatas de estar por casa y vestida con una túnica heredada probablemente de su abuela.
- ¡Genial!- dijo Ginny, a quien la idea parecía gustarle cada vez más- Hace tiempo que me compré un vestido precioso y no he tenido ocasión de ponérmelo.
- Y yo llevo siglos buscando una excusa para ir a la peluquería- apostilló Hermione, igual de emocionada que la pelirroja.
- Oye, muy bueno lo del sanatorio- le susurró Luna a Draco, mientras los demás parloteaban alegremente- Pero eso es para la tuberculosis, no para la hepatitis. Además…
- ¡Haz el favor de no ser tan quisquillosa!- respondió él, en el tono de voz más alto del que fue capaz sin que resultase más audible que un murmullo- Uno: tú has estado a punto de fastidiarla. Y dos: ellos se lo han tragado de cabo a rabo ¿qué importancia tienen un par de inexactitudes? Míralos, están felices en su ignorancia.
Luna contempló a los otros cuatro, que continuaban charlando con expresión ingenua y que, a esas alturas, parecían más ilusionados que ella misma.
- Excelente- comentó, en tono maquiavélico- Todo está saliendo a pedir de boca…
Bueno, pues hasta el día uno (o dos) de agosto... Veremos que pasa en esa cena.. Entre tanto, me haría taaaaaan feliz regresar y encontrarme con un puñadito de reviews (no pido tanto, en serio. Yo soy feliz con poca cosa)
