Capítulo 16

Encuentro agridulce

—¡Niños, estoy por servir el desayuno! ¡Apúrense!

Los chicos de la casa hogar se apresuraron a terminar de arreglarse ante el llamado de la señorita Hepburn. Lesly en su habitación se desemperezó tomándose su tiempo, después de todo estaba acostumbrada a ser la última en ocupar el baño. Sintió una molestia en la boca que la hizo gemir ante el dolor punzante.

—¡Qué rico! ¡Leche de chocolate!

La jovencita albina sonrió por lo que alcanzó a escucharle gritar a Heidi con emoción en el comedor. Ya estaba haciendo fila detrás de Carl, quien antes de tomar su turno le dio los buenos días amodorrado.

Tres niños pasaron detrás de ella con prisa, sin enterarse que el mayor la miró de forma despectiva.

—Todavía tengo sueño —Farfulló el pequeño Adam tallándose los ojos con una mano, mientras que por la otra Brian con cuidado lo guiaba escaleras abajo.

—Yo también —Le respondió el mayor. Con la otra mano llevaba a Simon casi a rastras, pues el niño iba cabeceando—. Hagan ustedes dos un esfuerzo, al menos por hoy.

No estaba seguro si eso se lo dijo solamente a los dos niños, o también a sí mismo. A diferencia de ellos, él sabía a dónde irían ese día tras escuchar a la señorita Hepburn hablar en el teléfono con Amanda ayer por la noche.

No le gustaban los doctores, mucho menos los dentistas, que si bien eran menos invasivos en comparación con los que tuvo que lidiar en el pasado cuando lo trataron por… cosas, tampoco es que le resultara una dulce experiencia cuando años atrás le taparon las caries.

Le había recriminado a la directora por tener que ir él también, cuando al final de la llamada ella se dio cuenta que la espió, pues no creía necesitar de ninguna revisión dado que quizás era, sólo después de Lesly, el que de los niños más procuraba tener una buena higiene dental, así como a nivel general de forma constante. La señorita Hepburn se había puesto firme en que no habría objeciones a eso y que la consulta sería para cada uno sin ninguna excepción. Aunque para él la culpable del problema fue Lesly a causa de su diente flojo, se resignó al final.

Una vez en el comedor, se encontró a la señorita Hepburn poniendo los platos frente a sus respectivos lugares sobre la larga mesa principal, donde en medio en una gran charola reposaba el desayuno.

—Vamos, todos ya tomen asiento y sírvanse.

—¡Pan tostado con mermelada de frutilla! —Exclamó Simon entusiasmado perdiendo el sueño al instante.

Bien, eso ayudó a mermar el mal humor de Brian. Les sirvió dos porciones a sus pequeños compañeros de habitación, enseguida tomó para sí mismo una mucho más generosa. La directora pasó su mano afectuosamente sobre la cabecita de Adam quien parecía a punto de caerse de su asiento al no haber despertado todavía completamente.

—No te duermas, pequeño —entonces se dirigió a todos alzando un poco más la voz—. Coman con calma. Cuando terminen por favor vayan a bañarse y después a arreglarse. Hoy nos toca salir y Amanda pasará por nosotros en un par de horas.

—¿A dónde iremos Señorita Hepburn? —Mallory le preguntó.

—A hacerle una visita al dentista.

La noticia le sentó a los más pequeños como si les hubiese arrojado un balde con agua fría, siendo Carl el primero en protestar.

—¡Al dentista! ¿Pero por qué?

—No tienes que exagerar de ese modo, Carl. No es algo malo. Se trata de una revisión rutinaria por su propio bien.

Al sentarse, Mallory a su lado miró a Heidi del otro con incógnita.

—No entendí. ¿Una qué?

La mujer le peinó con la mano el cabello.

—Dije que quiero asegurarme que sus dientes están creciendo sanos y fuertes como ustedes —miró a su lado contrario el asiento vacío, después lo hizo hacia el resto—. ¿Y dónde está Lesly?

—En nuestra habitación. —Respondió Margue entusiasta, seguro pensando que el dentista le diría que tenía los dientes más fuertes de todos en el grupo.

Carl ya no tan entusiasmado con el desayuno le extrañó esto.

—Estaba detrás de mí en la fila del baño.

—Tal vez prefirió continuar durmiendo —Heidi mencionó tras terminarse un bocado de su tostada—. No creo que quiera desayunar nada por el diente que le duele.

Carl gruñó viendo el único plato con cereal de malvaviscos en el lugar de Lesly, probablemente ya habiendo adivinado por quién la señorita Hepburn sacó el motivo de la visita al dentista. Iba a decir algo, pero una dura mirada de Brian advirtiéndole quedarse callado lo detuvo.

—Esa niña… —la directora susurró molesta antes de levantarse de su asiento—. Terminen de desayunar. No tardo en estar de regreso. Brian, te los encargo.

El muchacho asintió sin mirarla y sin dejar de masticar con frustración.

Tras subir al segundo piso, la mujer se dirigió hacia la habitación que tres de sus niñas compartían juntas y tocó la puerta.

—¿Lesly? ¿Estás despierta? ¡Levántate ya! Es hora de desayunar —le avisó sin dejar de tocar. Al no recibir respuesta pasados unos segundos, se detuvo para advertirle—. Voy a entrar.

Ya adentro miró la habitación tan desordenada como las niñas la dejaban siempre después de levantarse. Sobre la cama de Lesly observó un bulto cubierto con una sábana y una cobija. Negando con un gesto divagando entre la exasperación y lo divertido que le resultaba eso, se sentó a un lado del bulto.

—Te hice algo especial para que no te duela ese diente al comer. Entre más pronto te apresures, más pronto se encargarán de eso y verás que así te sentirás mejor.

—Me da miedo ir al dentista.

En respuesta, ella le dio un ligero manotazo donde calculó que podría estar oculta su cabeza.

—No hay que temerle a un dentista. Los dentistas son doctores y los doctores están para que uno cuando se siente mal se sienta mejor. No me obligues a vestirte yo misma, o te pondré uno de mis viejos vestidos, jovencita.

Suspirando, Lesly se descubrió. La señorita Hepburn se preguntó qué tenía en contra de sus vestidos. Seguro se vería tan adorable en ellos como cuando era más pequeña.

—¿Qué dijo que me preparó para desayunar?

—Cereal de malvaviscos. Te encantan los malvaviscos y los del cereal además de ser muy suaves, no son de los que se te pegan en los dientes.

—¿Cereal seco?

Aunque la voz de la señorita Hepburn sonó muy severa, Lesly por supuesto no podía ver que estaba sonriendo esperando su reacción.

—Con leche, por supuesto.

—Sabe que no me gusta la leche.

—Pues lo siento, jovencita. De eso no tengo la culpa. Además, debes de tomarla de vez en cuando. Tus huesitos me lo agradecerán para que puedan crecer sanos y fuertes. ¿Es que no quieres crecer un poquito más?

Dando por hecho que sería una batalla perdida, Lesly se levantó haciendo muecas de asco.

—Está bien. Ya voy.

—Y más te vale que te lo termines todo.

Cuando Lesly bajó al comedor de la mano de la señorita Hepburn quien la llevaba así no tanto por ayudarla, sino para asegurarse que ahora sí se presentaría, la mitad de los chicos ya habían terminado de desayunar o estaban por hacerlo. Carl cuando se marchaba pasó al lado de ambas, entonces le dio un ligero golpe a la niña por el costado con su cadera ganándose una reprimenda de la directora.

—¡Cuidado, Carl! Adelante, querida.

Al soltarla, Lesly recorriendo la mesa con una mano tanteó los respaldos de las sillas contándolos hasta dar con su asiento de costumbre. Con sus manos ubicó su tazón de cereal junto con una cuchara al lado, entonces y haciendo ascos casi aguantando la respiración entre cada bocado, comenzó a desayunar sintiendo la vigilancia de la señorita Hepburn. Por lo menos el cereal estaba sabroso.

La directora se asomó bajo la mesa y se dio cuenta de cómo Lesly balanceaba juguetonamente sus pies de un lado a otro, pues no alcanzaban a tocar el suelo por muy poco.

—Después de todo, el cereal no es tan malo como pensabas, ¿cierto? Puedo darte mañana lo mismo.

—Mejor no —le contestó tras tragar con dificultad otro bocado—. Prefiero no pensar mucho en lo que estoy comiendo.

Aunque no es que fuese de todas maneras una gran estrategia, pues sus pensamientos le jugaban en contra al encaminarla hacia lo que supuso podría esperarse con el dentista.

—Entiendo —la mujer bromeó—. Seguramente estás pensando si a tu amigo Lincoln le gustarán las chicas tan bajitas.

El efecto del cambio fue inmediato y Lesly consiguió tranquilizarse un poco más comiendo con mejores ánimos, lo que le agradó y preocupó a su cuidadora a partes iguales.

—¿No queda jugo de naranja?

—Creo que un poco. Voy a revisar. En la tarde pasaré a comprar más. Sólo déjame hervir agua para tomarme un café primero.

La sonrisa de Lesly se amplió.

—A Lincoln le gusta el café.

Y la de la señorita Hepburn se desdibujó. Reconoció que tal vez ella misma se lo buscó después de todo por usar al chico como un recurso a su favor.


Tras que Leni dejase a sus hermanos en la secundaria se marchó, entonces Lincoln y Lynn entraron, el primero buscando a sus amigos antes de que las clases empezaran, la segunda lo imitó. Entonces Lincoln notó a las amigas de su hermana subiendo las escaleras, probablemente dirigiéndose a su aula sin haberlos notado.

—Creo que vi a Margo y a las otras adelantándose.

—¿Eh? Ah, qué bien. Luego las veo.

De pronto ella sonrió cuando un chico de su edad se le acercó. Sus rasgos parecían asiáticos, llevaba el cabello oscuro peinado de lado, se trataba de un muchacho delgado que vestía de manera casual y por lo menos era una cabeza más alto que la deportista.

—Buenos días, Lynn. ¿Acabas de llegar?

—Hola Josh. Sí, apenas.

La sonrisa de la muchacha se tornó boba y distraída. Lincoln alternó su mirada entre uno y otro intrigado. Pensando que estaba de más en la escena, iba a retirarse, cuando recordando que lo tenía a su lado, Lynn lo tomó por el brazo impidiendo que se alejara.

—¡Espera, apes… Lincoln! ¡Ah! —se volvió hacia el muchacho—. Perdona mis modales. Este es mi hermanito Lincoln. Lincoln, él es Josh.

Dedicándole una sonrisa amistosa, el muchacho estrechó la mano del peliblanco.

—Encantado, Lincoln. Tu hermana me ha hablado mucho de ti.

—Sí, a mí también de ti.

Los ojos del muchacho se agrandaron con sorpresa tanto como su sonrisa.

—¿En serio? No me digas.

Justo cuando el amigo de Lynn estaba por preguntarle algo más, la muchacha sonrojada lo tomó de una mano alejándolo de él disculpándose.

—¡Pero mira la hora, hermanito! Que tienes clases y no querrás llegar tarde. Deja que te conduzca a tu salón. Te veo más tarde, Josh.

Aunque un poco confundido, pero divertido, Josh alcanzó a despedirse de su compañera.

—Te veo luego. Encantado, Lincoln.

Una vez que se alejaron de él haciendo este lo propio al marcharse, algo molesta, Lynn le echó en cara a su hermano por lo sucedido.

—¡Cómo se te ocurrió decirle eso!

—¿Qué? —Le preguntó confuso—. ¿Qué hice mal? Tú querías que lo conociera, ¿no?

—"Sí, a mí también me ha hablado mucho de ti" —rezongó imitándolo de mal modo molesta—. ¡Eres un bobo, apestoso!

—¡Y tú estás loca! —Le increpó mostrándose falsamente molesto—. Con esa actitud es increíble que le gustes tanto.

Y esto bastó para ablandar por completo el carácter de la deportista, la cuál de pronto a Lincoln le recordó bastante a Leni cuando comenzó a salir con Isaac.

—¿De verdad crees que le gusto?

—Eso creo. Por la manera en que te miraba me dio la impresión de que está muy interesado en ti.

Aunque la sonrisa de Lynn se amplió, con cierta cautela ella le preguntó.

—Y tú… ¿qué opinas de él?

—Pues no mucho. Antes sólo lo conocía de vista, pero… supongo que me acaba de dejar una buena impresión.

Complacida, Lynn adoptó su soberbia pose triunfal.

—Bien, es bueno saberlo. Gracias por darme tu opinión de él, apestoso. Ya puedes irte a tu salón.

—Pues… gracias por darme permiso, supongo. Ten un buen día. Salúdame a Josh y procura no hartarlo tanto.

Entre risas esquivó el golpe que Lynn pareció intentar darle antes de alejarse de ella.

Feliz, la deportista lo miró marcharse, pero cuando lo perdió de vista, insegura y con muchas cosas sintiendo dentro de sí, se dirigió hacia su salón pensando que en efecto, Josh estaba bien, aunque él no fuera… Negó con un gesto al no verle caso darle más vueltas a lo mismo. Lo importante era que Josh estaba bien.


Rita miró por última vez su reloj tras llegar al consultorio. Estaba segura que en esos momentos Leni ya debía de haber dejado a sus hermanos en sus respectivas escuelas tal y como Lori solía hacerlo años atrás cuando fue la hermana alfa de la casa. Tal vez entonces solía preocuparse mucho por su segunda hija al pensar que siempre tendría que guiarla del mismo modo en que lo hacía con sus hijas más pequeñas, pero el crecimiento que tuvo como persona los últimos años la había dejado bastante complacida. Iba a la escuela de oficio para comenzar a formarse como diseñadora profesional, sabía conducir, tenía un novio formal muy agradable al que ella y su esposo dieron su aprobación, y tenía ya tiempo demostrando una madurez que con vergüenza admite antes le hubiese costado creer que conseguiría. Todo estaba bien, pues Leni podía ejercer como la hija líder apoyándola, aunque… sabía que no era ella, como entonces tampoco lo fue Lori, en quien pensaba casi siempre de sus vástagos cómo la primera opción cuando necesitaba apoyo de su familia al estar su esposo ocupado.

—Buenos días, Rita —el doctor Feinstein la saludó—. Lamento de nuevo haberte avisado algo tarde sobre la cita de último minuto.

—Está bien, doctor. No pasa nada.

Pensó que le haría bien dejar por un momento de lado su preocupación por Lincoln para concentrarse en su labor. Tal vez después de todo también necesitaba de su trabajo para distraerse al respecto.

Casi todo su turno pasó de forma monótona, acomodando enseres de la clínica, asistiendo al doctor con algunos pacientes, un poco de aseo por aquí y por allá, contestando el teléfono, todo bien hasta poco después del mediodía, cuando una camioneta, un poco más pequeña que la de su familia, estacionó enfrente. El doctor que para ese momento se había desocupado se asomó por la ventana junto a su asistente.

—Parece que llegaron los niños de la cita.

Con curiosidad Rita revisó el registro al que poca atención le puso sabiendo que ese día sólo habría una para siete niños programada a nombre de… "Andrea Hepburn". Se tensó.

—No… debe de ser una…

La esperanza de que se tratara de una coincidencia se esfumó cuando la conductora bajó. Era una mujer joven con anteojos cuyo nombre había olvidado, pero sabía que se trataba de la asistente, o algo así, de la mujer que bajó enseguida por el lado del copiloto, alguien a quien recordaba mucho mejor. A continuación, la docente abrió la portezuela de donde salió un grupo de niños en el que Lesly destacaba sobre el resto no tanto por ser la mayor en edad, sino por su blanquecina piel y cabello a juego.

—Bien, voy a preparar el consultorio. Te los encargo un momento, Rita. ¿Rita?

—¿He? —se sintió tan tonta como cuando estaba en la escuela y un profesor la llamaba atrapándola distraída con algo más—. ¡Ah! Sí. Ya voy, doctor.

Aspirando hondo, fue a la entrada a recibirlos. La señorita Hepburn pasó primero llevando de la mano a Lesly, siendo seguida por Amanda y el resto de los niños de la misma manera tomándose de la mano haciendo fila india.

—Buenas tardes. Tengo una consulta con el doctor… Feinstein.

La directora parpadeó al ver a Rita con duda, como si tuviese problemas para reconocerla, segura de haberla visto ya antes en algún lado. Amanda por su parte apenas y la notó, más al pendiente a que el grupo de niños se mantuviese juntos. Rita sonrió esperando prolongar ese momento.

—Bienvenidos. El doctor los atenderá en un momento. Está…

—¿Señora Loud?

La señorita Hepburn y Rita bajaron la vista hacia Lesly, la cual se había sorprendido tan pronto la escuchó hablar reconociendo su voz, entonces los ojos de la directora se abrieron más al finalmente ubicar de dónde la conocía.

—¡Pero qué sorpresa! —su sonrisa, aunque claramente era de compromiso, se sintió más afable que con la que Rita intentó corresponderle—. No esperaba verla aquí.

—Bueno… aquí trabajo, ya ve. Pues… pasen por favor para hacerles una ficha a cada uno de los niños.

La chica Amanda de forma tímida y avergonzada la saludó al ya comprender de quién se trataba, lo que Rita agradeció pues ya le estaba costando trabajo aparentar normalidad con Andrea Hepburn, como para sumar más gente a la prueba que sentía alguien le estaba poniendo a su paciencia.

—Empecemos contigo, Lesly. —Le sugirió la directora haciendo que diese un paso al frente.

—Sí —la jovencita con sus manos tanteó al frente hasta sentir el escritorio donde Rita se apoyó para tomarles sus datos—. Buenas tardes señora Loud. ¿Se acuerda de mí?

Rita aspiró profundo consiguiendo calmarse, preguntándose cómo siquiera podría olvidarla siendo uno de los temas de moda en las conversaciones de sus hijas, incluso de su esposo en ocasiones, por no mencionar el principal de su único hijo.

—Por supuesto, querida. Eres Lesly… Doe. Sería difícil hacerlo cuando mi hijo no para de hablar de ti cada momento del día.

Enseguida se sintió mal al pensar que sus palabras pudieron sonar hirientes sin querer. Pero Lesly no pareció tomarlo así, pues además de enrojecer, su sonrisa se ensanchó a pesar de que bajó la cara avergonzada. La que pareció disimular su evidente disgusto, pero no precisamente por su tono de voz, fue la señorita Hepburn que añadió con voz seca.

—Me lo imagino. Lamento si su hijo la tiene algo mareada a causa de Lesly, señora Loud. Paso exactamente lo mismo todos los días con esta niña por el joven Lincoln.

Los niños que escuchaban su conversación no ayudaron mucho al hacer ruiditos insidiosos y comentarios acerca de la "parejita".

—¿Usted es la mamá de Lincoln y Lucy? —Le preguntó Adam incrédulo a la mujer.

Rita parpadeó un par de veces sorprendida por la mención de Lucy. Casi se le había olvidado que su hija había acompañado a Lincoln esa vez que visitó la casa hogar.

—En efecto, pequeño. Ellos son dos de mis hijos.

Carl riéndose, sin pena señaló a la señora Loud preguntándole a la jovencita albina.

—¿Entonces ella es algo así como tu suegra, Lesly?

Al mismo tiempo que nerviosa la niña se ruborizaba, Rita por poco se cae de su asiento a causa de la impresión, consiguiendo disimularlo gracias a la intervención de la señorita Hepburn al reprender al chico.

—¡Carl! ¡Compórtate! —se dirigió a los demás— ¡Todos ustedes háganlo! Amanda, por favor procura el orden.

Su asistente asintió y se apresuró a pedirle a los niños guardar silencio, tratando a la vez ella misma de sofocar una risita nerviosa. Algo apenada, la directora se volvió hacia la señora Loud.

—Perdónelos. Son sólo niños.

—Descuide. Sé de eso —procurando ignorar el comentario del chiquillo, que por unos segundos estuvo retumbando en su mente, volvió su atención a la computadora para capturar los datos de los chicos—. Entonces, Lesly Doe. Revisión.

—En realidad la revisión es para el resto, ella viene para que le resuelvan un problema con un diente de leche que tiene muy flojo y le ha estado molestando.

Lesly gimió.

—Sí, me duele mucho, sobre todo al masticar.

Rita asintió y se apresuró a corregir ese detalle. Si bien sabía que era normal que los dientes de leche se cayeran entre los diez y doce años, de cualquier modo esto le hizo ver a Lesly como una niña pequeña.

Enseguida la señorita Hepburn hizo que uno por uno los niños se presentaran para decir sus nombres. La señora Loud había pensado que todos serían "Doe" por ser niños sin padres, sin embargo, Lesly y el chico Brian eran los únicos, mientras que el resto tenía un apellido propio, lo que la hizo preguntarse qué hacía la mayoría ahí. Muchas especulaciones desagradables pasaron por su mente al respecto, sintiendo de pronto pena por los niños, incluso por Brian que no dejaba de frotarse a sí mismo los brazos con más nerviosismo en comparación con los más pequeños.

—Tranquilo, jovencito —intentó calmarlo—. Es sólo una revisión. No tienes nada por qué temer. El doctor Feinstein hace esto todo el tiempo y nunca nadie se ha quejado de que le duela o moleste una revisión.

—Bueno… si usted lo dice —algo nervioso le preguntó sonrojándose—. ¿Y cómo está Lucy?

Rita algo desconcertada por la sorpresiva pregunta, le respondió.

—Ah… bien. Lincoln y Lucy se encuentran bien, pequeño.

—Que bueno. Me gustó… ¡Ah! Me agradaron los dos cuando nos visitaron.

Rita asintió agradeciendo su cortesía, pensando que el niño estaba buscando un modo de distraerse. Podía ayudarle con eso.

—Gracias, jovencito. Estoy segura que tú también les agradaste mucho. ¿Por qué no tomas asiento y lees alguna revista? Tengo algunos cómics que te podrían entretener mientras esperas a tus compañeritos.

Al chico le indignó que lo tratara como a un niño pequeño, igual le tomó la palabra y revisó lo que había en el revistero.

—No soy un… ¡wow! Tiene números de Ace Savy.

—Sí. Una pequeña donación por parte de mi hijo. Son sólo algunas de sus viejas historietas. También él es fan de ese personaje.

—No sabía eso —se volvió hacia la peliblanca—. Tu novio tiene buenos gustos, Lesly.

La jovencita sonrió apenada y Rita se quedó esperando en vano a que ella o la directora, quien se limitó a voltear los ojos con fastidio, lo regañaran o por lo menos lo corrigieran, cosa que no hicieron provocando que se inquietara más. Antes de que les preguntase algo al respecto, el doctor Feinstein hizo finalmente acto de presencia.

—Lamento la demora. ¿Y qué tenemos para hoy?

Su asistente le pasó las fichas que realizó.

—Seis revisiones y una extracción, doctor.

—Perfecto —se dirigió hacia la mujer que le pareció lucía con mayor autoridad—. Soy el doctor Feinstein. ¿Usted es la señora Andrea Hepburn?

—Ah… sí, doctor. Señorita Hepburn. ¿Cómo sugiere que empecemos?

—Las revisiones pueden ser sencillas si no encuentro nada relevante. Si gusta puede hacer pasar a los chicos uno a la vez del mayor al menor —miró a su asistente—. Rita, ¿podrías encargarte de la extracción en el otro consultorio?

—¿Yo? —exclamó perpleja. No era la primera vez que realizaba una, aunque igualmente se sintió incómoda por la persona a quien le pidió que se la hiciera—. ¿No prefiere que le ayude con las revisiones? Sabe que tengo mucho tacto con los niños y eso. —Como quien no quiere, trató de recordarle el motivo principal por el que le pidió que lo asistiera ese día.

—Sí, por eso empezaré con los mayores, te ocuparás de los más pequeños cuando termines la extracción. Así que, ¿quién va primero?

Suspirando nervioso, pero regalándole una sonrisa a la mujer por haberle levantado un poco el ánimo, Brian dejó en su lugar la revista que había comenzado a hojear y siguió al doctor, entonces Rita se dirigió a Lesly.

—Por… por aquí, pequeña. Acompáñame.

Lesly dirigió su atención hacia donde escuchó la voz de la madre de Lincoln, dando indecisa unos cortos y lentos pasos, hasta que la señorita Hepburn la tomó de una mano ofreciéndosela a la mujer.

—Le sugiero que la sujete de este modo para guiarla, señora Loud.

Comprendiendo y sintiéndose avergonzada por no haber pensado en eso, Rita hizo caso llevando así a la jovencita albina interesándose por su tacto. "Su mano es tan pequeña y blanca, incluso algo fría". Por unos segundos se quedó quieta mirando inquisitiva a Lesly.

—¿Le sucede algo, señora Loud? —La directora le preguntó confundida por la expresión que adoptó repentinamente.

—¡Perdón! No, nada. Recordaba algo que se me olvidaba tengo que hacer más tarde —"Esta niña mirándola de cerca se parece mucho a Lucy", pensaba sorprendida resintiendo aún la fuerte impresión que le ocasionaba—. Por aquí, Lesly. Vamos.

Al dar un paso, accidentalmente Lesly le pegó con un pie a una maceta que estaba muy cerca de la orilla por donde caminaron.

—¡Lo siento! ¿No rompí nada?

—Descuida, todo está bien. ¿Tú no te lastimaste?

—No. Gracias.

Detrás de ellas, Amanda le hizo otra sugerencia a la asistente del doctor.

—Ayuda mucho si le indica qué hay en el camino para que eso no suceda, señora.

—Por supuesto, gracias. Sígueme, querida. Cuidado. Hay un bote de basura a tu derecha. Sí. Ahora ten cuidado a los lados con el marco de la entrada, vamos a pasar —ya adentro del consultorio y tras cerrar la puerta, la acercó al sillón de dentista—. Ahora te voy a soltar. Si giras un poco a tu derecha sentirás el sillón, pero antes hay un escalón, no te vayas a pegar con él, sube para que puedas recostarte.

Por su altura, aun con el escalón que no tardó en sentir al comprobar su tamaño con las manos, Lesly tuvo problemas para subirlo por no poder calcular bien la extensión del largo del mueble. Al notar esto, Rita pospuso la tarea de ponerse los guantes médicos para sin pensarlo, sorprendiendo mucho a la niña, tomándola por la cadera la cargó, facilitándole una tarea que supuso para cualquier otra persona hubiese sido sencilla.

—Cuidado, deja te ayudo. —"¡Por todos los cielos! ¿¡En qué te estás metiendo, hijo!?".

—Sí, gracias. Lamento causarle tantas molestias.

—No… no es ninguna molestia, descuida.

Por supuesto Rita entendió que se refería a las que le estaba haciendo pasar en ese momento, no extendiendo su disculpa a todo lo demás. Se sintió desconcertada ante su peso. "¡Es tan ligera! ¡Sentí que cargué a una de las gemelas! ¿¡Qué es lo que pretendes con esta niña, Lincoln!?". Una vez que consiguió recostarla sobre el sillón, terminó por ponerse los guantes y tomó los instrumentos que requeriría, el tintineo de estos hizo temblar a Lesly y ella lo notó.

—Tranquila. No tienes porqué ponerte nerviosa. Por el contrario, quiero que te relajes y abras grande la boca, ¿está bien?

Lesly obedeció y la abrió lo más que pudo. Entonces Rita examinó su interior tanteando con un palillo de madera, semejante al de las paletas heladas, los dientes de la niña hasta dar casi al instante con el que tenía flojo. Lo movió apenas un poco y la jovencita chistó por el dolor que le ocasionó, sin embargo, se mostró valiente al tolerarlo.

—Creo que ya vi cuál es el diente que te está dando problemas. Ahora voy a quitártelo, ¿está bien?

—En la tele he escuchado que les ponen anestesia o algo así a la gente cuando los dentistas hacen eso.

—Por lo general se usa para la extracción de las muelas. No hará falta en este caso. Es un diente de leche y por lo que puedo notar ya está muy flojo, así que lo removeré de forma rápida. Apenas y sentirás un instante el dolor antes de que se te pase rápido, ¿está bien?

Aunque dudaba, asintió. Se trataba de la mamá de Lincoln, por lo que podía confiar en ella.

—Está bien, señora Loud.

Rita sonrió satisfecha y enternecida por lo educada que la niña era con ella.

"¡Jovencita! Es una jovencita, Rita! Tu hijo no está saliendo con una niña, sino con una señorita… aunque en realidad no está saliendo con ella, ¡Él mismo te lo dijo!".

Lesly comenzó a impacientarse por el tiempo que la mujer se estaba tomando, al notar esto fue cuando Rita salió del aturdimiento que sus pensamientos le provocaron. No es que lo hiciera a propósito, pero Lesly era una distracción constante para ella.

"Al igual que para Lincoln".

—Prepárate —le advirtió cuando con una mano prensó con unas pinzas dentales la pieza y con la otra sujetó la cabeza de Lesly por la frente—. Esto será rápido. Si quieres cuenta mentalmente hasta diez.

Lesly ni siquiera iba en el cuatro cuando emitió un chillido ante el repentino tirón de Rita. Se quedó quieta tratando de procesar lo que había ocurrido, entonces volvió a chistar de dolor al sentir algo invasivo entrando por el hueco donde antes estuvo su diente, algo suave que al inicio la lastimó, pera enseguida lo sintió agradablemente frío y relajante.

—Dame un minuto en lo que me encargo de tu diente, querida. No tardaré.

Tras dejarlo en un diminuto baúl de plástico apenas un poco más grande que un dedal, le pidió a Lesly que volviera a abrir la boca para retirarle el algodón humedecido.

—¿Qué era eso? —Le preguntó salivando.

—Algo que te mitigará el dolor. Ahora avienta todo en la escupidera.

—¿La qué?

La mujer se reprendió a sí misma en silencio.

—Es como… A tu derecha hay algo así como un lavabo pequeño, déjame señalártelo.

De nuevo tomó una de sus manos. "En serio, qué pequeñas son, y tan blancas como las de Lucy", e hizo que tanteara la localización de la escupidera.

Una vez que la ubicó, Lesly la obedeció echando un dejo de saliva mezclado con un poco de sangre. Rita le enjuagó la boca colocándole una manguerilla dentro rociándola con más agua para que repitiera el proceso. Estaba a punto de abrir la llave del agua en la escupidera para limpiar el trasto, cuando observó con detenimiento el rastro de sangre que la joven dejó en él y se fue diluyendo, olvidándose momentáneamente que debía de continuar con el procedimiento.

—Un segundo, querida.

Con rapidez abrió un cajón y sacó de ahí una pequeña probeta, un hisopo y su refractario con el almuerzo que su esposo le preparó. Suspiró y lo sacó de ahí para colocarlo dentro de la escupidera silenciosamente.

—¿Ocurre algo? —Lesly había percibido un movimiento que le pareció inusual, aunque no estaba segura en qué sentido.

—No es nada, descuida. Olvidaba guardar algo que necesitaré para después. Escupe otra vez, querida.

—Creo que ya no tengo nada.

—Vamos, inténtalo. Sólo para asegurarnos que se te limpió bien la boca.

Ella le obedeció escupiendo dentro del refractario. Rita agradeció ver una muestra pequeña todavía de sangre en la saliva.

Con el hisopo la recogió para introducirla dentro de la probeta que cerró bien y enseguida guardó en su bolso… a la vez que se cuestionó severamente por la moral y ética de su descabellada acción, tomando apenas consciencia de lo que hizo sintiéndose mal por la idea que de pronto se le ocurrió.

Tentándose el tabique de la nariz al imaginar los problemas que esto podría acarrearle, pensando si el riesgo valía la pena, recordó en esta ocasión por su cuenta que la joven seguía ahí esperándola.

—¿Cómo te sientes, Lesly?

—Mucho mejor. Gracias.

—Déjame volver a revisarte. Otra vez abre la boca.

El lugar donde antes estuvo el diente de leche ya había dejado de sangrar, la punta blanquecina del que le precedería se asomaba, al tentarlo con un nuevo palillo, Lesly se quejó de nuevo emitiendo un chillido al mismo tiempo que abrió sus ojos. Rita contuvo su propio chillido ante la impresión que estos le causaron tras verlos finalmente.

—Son… como los de Lucy…

—¿Qué cosa?

La mujer se tapó la boca con una mano al comprender que eso último no sólo lo había pensado.

—Ah… no… sólo… lo siento, vi tus ojos y…

—¿Entonces los ojos de Lucy de verdad son como los míos?

—Bueno… algo así. Los suyos no tienen la esclerótica tan así de rojiza y… sólo uno tiene el iris azul como los tuyos.

No estaba segura de continuar con el tema. De pronto recordó aquel día hace diez años cuando llorando abrazaba a su bebé junto a su esposo, mientras no podía creer en las barbaridades que el médico decía acerca de que en realidad Lucy había corrido con mucha suerte. Mirando a Lesly, una niña con ceguera completa, finalmente podía entender cuán afortunada en serio su hija había sido al nacer. Se sintió terrible al hacer consciencia sobre la comparación que estaba haciendo.

Lesly aunque no conocía términos como "iris" o "esclerótica", pudo deducir sus significados.

—Sí. Lucy me contó que tiene ojos de colores distintos. Me dijo que no le gustan, pero yo creo que debe de ser interesante tenerlos así.

La manera tan casual al hablar mostraba que solo buscaba ser amable, aunque a Rita le estaba costando trabajo interpretar de la mejor manera sus comentarios. Revisó el expediente de la niña donde le faltaba por llenar algunos datos triviales como la hora en que le hizo la extracción de la pieza, o anotar algunas observaciones. No había mucho que escribir. Tal y como imaginó el doctor Feinstein, todo había sido algo meramente rutinario sin ninguna relevancia.

—Supongo. Pero Lucy… bueno, prefiere ocultarlos detrás de su flequillo.

Se sintió avergonzada y un tanto hipócrita al criticar esto, siendo que fue de ella la idea el que le dieran ese estilo cuando Lucy era una bebé que no podía ni siquiera ver su imagen en un espejo sin echarse a llorar, todo para con el tiempo ahorrarle complejos, solo consiguiendo que le formaran uno mayor al permitirle continuar con el peinado por iniciativa propia.

—Bueno. A ella le gusta cubrirlos así y nosotros respetamos eso, Lesly. A ti… ¿no te molesta el aspecto de tus ojos?

—No estoy muy segura sobre cómo lucen, pero sé que son feos. Ya me lo han dicho muchos.

—Ah… no hagas caso a lo que la gente te diga. No son feos, sólo son… peculiares.

No estaba segura si con ella el efecto sería el mismo que con Lucy cuándo tuvieron una plática semejante siendo una niña. Su hija no quiso saber más al respecto y mantuvo su estilo dejándose el flequillo largo. Lesly se mostró indiferente.

—Descuide. En realidad no me importa, de todas maneras los tengo cerrados porque me duele abrirlos, no porque a la gente les incomoden.

—¿Te lastima mucho abrirlos?

—Siento como si el aire me picara en ellos y es molesto.

Procurando no hacer ningún ruido, Rita sacó su teléfono lentamente buscando la aplicación de su cámara.

—Bueno, aunque me especializo más en los dientes, llegué a leer e interesarme un poco sobre la medicina oculista cuando cuidaba a Lucy de pequeña. Ah… ¿No me dejarías…? —"tomarle una fotografía a tus ojos por… quizás motivos clínicos… sin el consentimiento de tu tutora"—. ¿... revisarte un momento los ojos, querida?

La jovencita no vio nada malo en ello, después de todo la señora Loud era algo así como una doctora y cómo la señorita Hepburn le dijo, los doctores están para que uno se sienta mejor.

—Claro. No hay problema.

—Vuelve a recostarte y abre bien los ojos, todo lo que puedas.

Una vez que lo hizo, Rita acercó su teléfono para tomarle la foto, ya lo había silenciado para que la albina no se percatara de lo que en realidad iba a hacer. Notó como los ojos de la niña comenzaron a lagrimear en menos de cinco segundos, tiempo que le tomó conseguir algunas imágenes en distintos ángulos.

—Ya puedes cerrarlos, Lesly.

—Gracias. ¿Cómo le parecieron?

—En realidad se me escapan mucho a lo que sé del tema. Lo siento, pero además de eso me parecieron… interesantes, cómo los de mi hija.

Lesly sonrió tomándolo como un halago. Rita una vez más se sintió agradecida porque Lucy esquivara esa bala al nacer.

—¿Quieres que te ayude a levantarte? Si gustas puedes quedarte ahí a descansar mientras termino de llenar tu forma médica. No tenemos prisa y el doctor Feinstein de seguro todavía estará atendiendo a tus hermani… digo, a tus amigos.

—Gracias. Está bien. Para mí los chicos son mis hermanos. Vivimos todos juntos, jugamos, nos cuidamos y nos tratamos como tal.

—Se ve que los quieres mucho y ellos a ti.

—Por supuesto, en especial a Adam y a Mallory, los más chiquitos.

Imaginó que Mallory se trataba de la niña más pequeña.

—Creo Mallory tiene la edad de dos de mis hijas.

—¿Lola y Lana? En realidad Mallory tiene siete. Es un año más chica que ellas.

Rita la miró perpleja.

—¿Cómo sabes eso?

—Por Lincoln. Me ha contado mucho acerca de casi todas sus hermanas. Un día me encantaría conocerlas.

Rita continuó llenando la forma con cierta lentitud, agradecida porque Lesly continuara en el sillón.

—Supongo que mi hijo te cuenta muchas cosas. ¿Y tú a él también?

—Sí. Le cuento mucho sobre mis hermanos.

Rita miró una vez más el apellido de la niña, el que compartía sólo con otro chico, resultándole adorable el que a pesar de esto considerara como hermanos también al resto de niños.

—Seguro te debe parecer muy curioso nuestro apellido. Loud. No es que estemos tan orgullosos de él como la gente quizá se lo imagina, por todas las ocasiones en que sin intención pareciese quisieramos hacerle honor al mismo.

Lesly se rió sin poder evitarlo.

—Lo sé. Lincoln me ha contado muchas de las cosas que le han sucedido con sus hermanas. En realidad me gusta su apellido. Es gracioso pero también es lindo. Me gustaría tener uno tan llamativo como el suyo.

"Señora Lesly Loud". El título con el que Rita mentalmente la llamó, vino acompañado de un pensamiento donde se imaginó a su hijo ya adulto llevando de la mano a una mujer albina de cabellera blanca, también adulta, usando un bastón y anteojos negros, cuidándola para que no se tropezara por donde caminara cada vez que salían de paseo. Fue inquietante.

—Gracias. Tu apellido también es… bonito, además de curioso.

—¿Lo dice en serio?

La expresión de la jovencita a Rita le pareció de genuina incredulidad.

—¿No te gusta tu apellido?

—En realidad no estoy segura. A Brian, el mayor de mis hermanos, de verdad no le gusta. Dice que en realidad "Doe" no es un apellido, sino solamente una palabra que le dan a quienes no tienen uno de verdad. A veces dice que cuando sea grande se pondrá uno genuino como lo hizo la señorita Hepburn.

Esto la desconcertó.

—¿Hepburn no es el apellido real de tu tutora?

Sintiendo qué tal vez había dicho más de lo que debiera, Lesly se sonrojó y se mordió la lengua.

—Ah… Es su apellido de verdad, claro. Puede pedirle una identificación, verá que así es. Así se lo puso cuando creció.

Y Rita lo entendió. Se frotó los ojos con el dorso de la mano, cuestionando seriamente si no estaba yendo demasiado lejos con lo que estaba sacándole a la niña.

—¿Y qué hay de ti? ¿Te piensas cambiar el apellido cuando seas mayor?

Una sombra de duda cruzó el rostro de Lesly.

—Nunca me he puesto a pensar en eso. Tal vez. No lo sé todavía.

Rita terminó la forma. El apartado de observaciones lo dejó en blanco. No había nada relevante con la paciente. "Excepto que está ciega, pero de eso no podemos echarle la culpa a los dientes".

—Ya acabamos aquí. Déjame ayudarte a bajar.

Tomándola por la cadera y ella por sus hombros, la dejó de nuevo en el suelo. Para orientarse, Lesly volvió a sujetarse del sillón, lo que le sembró una duda a la mujer.

—¿No usas bastón al caminar?

—Tengo uno, pero casi no lo utilizo cuando salgo con la señorita Hepburn y los demás. Más o menos consigo orientarme sin él, aunque también me acostumbré a que la gente me ayude a hacerlo.

—¿Lincoln lo hacía cuando salían juntos a escondidas?

Lesly tragó saliva y bajó la cara avergonzada.

—Sí… siempre. Otra vez le pido perdón por lo que hicimos. Sé que debimos haberles contado a ustedes y a la señorita Hepburn sobre lo nuestro.

Las alarmas de Rita se encendieron.

—Sobre… ¿lo suyo?

—Sí, nuestra amistad. Es que de verdad pensé qué la señorita Hepburn no querría que saliera con su hijo. Ella me quiere mucho, pero me sobreprotege demasiado y de verdad quería estar con Lincoln, por lo que tuve miedo que me dijera que no me dejaría salir o hablar con él.

"¿Pues qué tendría esa mujer en contra de mi hijo?" Rita pensó indignada. "¿Acaso creyó que él no sería lo suficiente para su hij… protegida? ¡Debió de sentirse más que afortunada de que Lincoln se fijara en ella! ¡Soy yo la que tiene más motivos para oponerse a que su niña salga con…". No necesitó de un espejo para horrorizarse de sí misma. Y sí, también comprendió que los sentimientos de la señorita Hepburn, aunque encaminados en distinta dirección, apenas y hacían diferencia con los suyos.

—No seas tan dura con ella. Seguro sólo temía que…

—Me lastimara si no aceptaba lo que soy. Lo sé. Ya me lo ha dicho, pero eso ya no es un gran problema como antes. Lincoln le está demostrando que de verdad me quiere y no le importa mi condición.

Rita suspiró reconociendo que eso sonaba bastante a su hijo.

—Sí. Lincoln… es un buen chico y estoy orgullosa de él. Siempre ha sido muy maduro para su edad. A veces… más de lo que yo debería de serlo.

—¿Y cómo está él?

La pregunta le produjo simpatía. Apenas ayer había hablado con Lincoln por teléfono como para que no lo supiera.

—Está bien. Últimamente un poco ocupado, así que —se sintió disgustada consigo misma— no te sorprendas si de pronto no tiene mucho tiempo para hablar contigo. Además de la escuela, se ocupa mucho en la casa cuidando y ayudando a sus hermanas, ya sabes. Todo el tiempo siento que hace mucho por ellas, o ayudándonos a nosotros, también con cosas de su escuela, atendiendo a sus amigos y… contigo. Creo que de tanto en tanto necesita tomarse un descanso.

Lesly se puso pensativa al respecto. A veces también la señorita Hepburn tenía cosas que hacer, pero se buscaba el espacio para atender no solamente a los chicos, sino principalmente a ella.

—No me gustaría ser una molestia para Lincoln.

—No eres… sé que no te gustaría serlo —miró su reloj alarmada por la hora—. Creo que nos tomamos más tiempo del que debimos. Seguramente el doctor Feinstein ya acabó con tus hermanos.

En realidad, cuando regresaron sólo faltaba que el doctor terminara con Adam, el resto ya estaba afuera esperando a Lesly. La señorita Hepburn se puso de pie en cuanto las vio, también ella se había percatado de cómo se tomaron su tiempo.

—¿Cómo te fue, Lesly? ¿Te dolió mucho?

—No. La señora Loud lo hizo todo muy rápido, por lo que sólo me dolió un poquito.

Rita asintió y se dirigió hacia la encargada de los niños.

—Además de la extracción, todo está bien con los dientes de Lesly. Se nota que se los limpia bien como se debe.

—Gracias, lo mismo dijo el doctor de los demás… con excepción de Carl que parece necesitará algunos empastes.

El susodicho suspiró con fastidio. Esperaba que cuando se los colocaran no fuera tan doloroso como Brian lo molestó diciéndole que lo era hasta que Amanda le llamó la atención.

—Fue un placer atender a Lesly —Rita le expresó con educación—. Tal vez un día nos veamos en una situación distinta.

Entonces Lesly dio un saltito.

—El domingo cuando Lincoln venga a visitarnos usted podría acompañarlo, señora.

A Andrea no se le escapó la expresión de sorpresa de aquella mujer ante la idea de Lesly.

—¿El domingo? Bueno… —en el acto se le ocurrió lo que diría— pensaba visitar a mi padre en el asilo con la familia. Había olvidado que este domingo Lincoln quedó contigo y apenas pensaba avisarles en la tarde en casa, por lo que creo que no podremos ir.

La expresión de desilusión se formó rápidamente en el rostro de Lesly. Tal vez de haberla recibido a solas, Andrea hubiese agradecido la noticia de Rita, si no fuese porque tuvo que ver la reacción de la jovencita ante la misma.

—Es una pena. Supongo que será para otro día. Pero sabe —la directora se acomodó los anteojos al hablarle—, de verdad me gustaría que usted o su esposo vinieran con Lincoln la próxima vez, en realidad esperé eso incluso en la visita anterior cuando él llevó a la joven Lucy.

—¿En serio? —eso la extrañó—. Es curioso. Lincoln no nos mencionó nada acerca de que usted le pidiera eso.

La señorita Hepburn rodó los ojos pensando que al muchacho le venía de familia la falta de sentido común.

—No lo hice. Fue mi culpa el olvidar mencionarle ese pequeño detalle —"Así como darles mucho crédito a que por su cuenta lo entenderían sin necesidad de señalarlo."—. Pero está bien si sólo se trata del joven Lincoln incluso. Ya noté que es… un jovencito muy maduro.

Algo en el tono de Andrea no le terminó de gustar a Rita, que con cierta altivez le regresó la mirada.

—Sí, lo es. El orgullo de toda madre.

Entendiendo la malinterpretación que la mujer pudo haberle dado, se apresuró a corregirse.

—Lo lamento, no quise insinuar…

—Está bien. Comprendo. También me preocuparía por las personas que se relacionan con mis hijos.

Cualquier disculpa que Andrea sintiese que le debía, murió al instante. Lesly no entendió qué fue lo que le molestó a la directora al sentir su mano cerrarse un poco fuerte sobre su hombro, además de lentamente hacer que se acercara más a ella con aire protector y aprehensivo.

—Cierto, cierto. Lo bueno es que le di la oportunidad a su hijo para conocerlo mejor y comprender que sin importar lo que hubiese pensado de él, en efecto era más que adecuado para mi… para Lesly.

—Muchas gracias —Rita le mantuvo la sonrisa, aunque su tono de voz perdía la cordialidad—. No la culpo. Es perfectamente natural recelar cuando no conocemos de verdad a las amistades de nuestros hijos.

Lesly quiso decir algo sintiéndose muy incómoda, pero la señorita Hepburn la soltó sin dejar de mirar a Rita, sonreírle y sin darse cuenta de Amanda detrás de ella acercándosele con cautela.

—Entiendo, señora Loud. Después de todo hay que protegerlos, a riesgo que alguien mayor que ellos aparezca buscando lastimarlos ya sea o no intencionalmente al tener más ventajas sobre los nuestros.

La sonrisa forzada de Rita se asemejaba de manera alarmante a la de Andrea.

—Sí, sé lo que quiere decir. Aunque también creo que pese a los riesgos, hay que darles ciertas libertades en lugar de limitarse a sobreprotegerlos para que ni el aire les de, confiando en que sabrán defenderse si de verdad hay motivos para hacerlo, y ser una madre más atenta sobre con quiénes se juntan nuestros hijos y conocer mejor a sus amistades antes de pensar lo peor de estas.

Amanda chistó con la boca, mientras los niños alternaban su mirada entre ambas mujeres.

—Entiendo que para algunas madres se les hace fácil pensar así, no considerando que podría tratarse, no del varón que en efecto podría defenderse y por tanto darse el lujo de no prestarle la debida atención que en serio debería darle, sino de una de sus niñas a las que seguro cuidaría más que a los chicos.

Rita abrió la boca para soltar algo realmente hiriente sintiendo que estaba por perder los estribos al resentir esa "suposición" en particular, cuando Amanda las interrumpió.

—¡Disculpen! Ah… el doctor ya terminó con los niños.

Sorprendidas y sin saber exactamente qué les había pasado, ambas miraron a la universitaria y luego al doctor Feinstein apareciendo junto a un niño de cinco años, extrañado por el curioso modo en que esas dos estaban comportándose ante la mirada igualmente confundida de los niños.

—Rita, ¿por fin terminaste con la extracción?

—Ah… sí, doctor. La pieza… ¡la pieza!

Volvió un momento al consultorio para al instante regresar llevando consigo el diminuto baúl donde guardó el diente.

—Lesly, levanta la mano.

Ella todavía desilusionada lo hizo y sintió cómo le dejó algo en la palma.

—Dentro de este baúl está tu diente. No olvides ponerlo bajo tu almohada esta noche para que el ratón de los dientes te haga una visita.

Hace mucho que Lesly había dejado de creer en el ratón, pero como sabía que los niños más pequeños estaban presentes y no quería arruinarles su ilusión demostrando que ya era mayor para esas cosas, le siguió el juego a pesar de su sentir.

—Por supuesto. No lo olvidaré.

—¿Qué más se dice, Lesly? —la señorita Hepburn le recordó.

—Muchas gracias por todo, señora Loud.

Una vez que aprobó sus modales, con vergüenza Andrea miró a Rita, la cual esta vez no pudo verla a la cara, sintiéndose también confundida por el momento de hostilidad que compartieron.

Rita redactó las constancias de las revisiones pasando en limpio y de manera formal las fichas que el doctor Feinstein le dejó de los chicos por la computadora, así como con la de Lesly al último. Durante ese lapso, los niños contaron sus impresiones bajo su infantil perspectiva acerca de cómo les fue, ganando la atención Lesly principalmente por tener un diente del cuál presumir, lo que la animó sólo un poco.

—Espero que el ratón te deje un dólar —Mallory le decía—. A Heidi le dejó uno hace un par de meses por el que se le cayó.

La señorita Hepburn con afecto le dio otro apretón en el hombro a Lesly, pero esta vez más cariñoso.

—Estoy seguro que lo hará.

Rita las estaba escuchando. "¡De verdad todavía cree en el ratón de los dientes! En serio, Lincoln. Ni siquiera Lucy lo hace ya. ¿Por qué tanta fijación por esta niña entre todas tus amigas?". Para ella poco le valía el único año de diferencia entre ambos. Miraba a Lesly y veía lo que Lucy pudo haber sido en desafortunadas circunstancias.

Una vez que terminó y le entregó a la señorita Hepburn las constancias, ella las guardó en su bolso.

—Servicios sociales querrá una copia de esto, tal vez pasemos a sacarlas antes de regresar a casa. Muchas gracias por todo doctor Feinstein. Niños, agradezcan.

Un sincronizado "gracias" salió de la boca de los pequeños. El doctor les sonrió al igual que Rita, por lo que un poco avergonzada la señorita Hepburn agregó.

—Y también a la señora Loud, por supuesto.

Una vez que lo hicieron, la mujer se dirigió a la directora.

—Puede llamarme solo Rita, señorita Hepburn.

Ella asintió imitando la acción.

—Lo mismo digo. Es Andrea, señora. Bien, vámonos ya.

Un tanto más resignada, Lesly agitó su mano hacia donde escuchó la voz de Rita.

—Hasta luego, señora Loud. Me saluda a Lincoln.

—Y a mí a Lucy —Adam agregó tomando una de las revistas de Ace Savy—. ¿Podría prestarme una?

—Ah… sí, claro —Le respondió desconcertada por la mención de su hija—. Puedes quedártela.

—¡Gracias!

Rita soltó un suspiro al mismo tiempo que Andrea tomaba a la jovencita de la mano para marcharse siguiendo al resto encabezados por Amanda.

El doctor Feinstein no pudo guardar su curiosidad.

—Entonces por lo que entendí, ¿esa niña se trata de la novia de tu hijo? ¿Qué edad tiene Lincoln? Creí que ya estaba en secundaria.

Rita rodó los ojos.

—Tiene trece años y esa "niña" tiene doce. Además, no es su novia, doctor.

Pretendiendo ser gracioso, el doctor soltó una discreta risa tomándose con humor la expresión de descontento de su asistente.

—No hasta donde tú sepas. Quién sabe.

Rita tomó en consideración sus palabras con temor.


—Lesly, de verdad no me interrumpes con nada —Lincoln le insistió por teléfono—. Sólo digo que no quiero que la señorita Hepburn crea que estoy abusando de su confianza por hablarte todos los días.

Su amiga al otro lado de la línea pareció razonarlo.

—Bueno… comprendo lo que dices. No quiero tampoco molestar a la señorita Hepburn casi a diario por dejarme hablar contigo. Tienes razón. Tal vez debamos acortar sólo un poco nuestras llamadas.

La señorita Hepburn sonrió satisfecha por lo que alcanzó a escuchar sentada en la mesa de la cocina, con los ojos en las tareas de matemáticas de los chicos y los oídos puestos en lo que Lesly conversaba con Lincoln.

—Si un día sientes que estoy interrumpiendo en algo que estés haciendo, no dudes en decírmelo Linc.

El muchacho suspiró, ignorando que sentada en el sillón supuestamente viendo la televisión junto a Leni, Rita satisfecha también prestaba atención a la llamada que su hijo tenía en la cocina agudizando el oído.

—Bueno, ¿Y cómo te fue con la tarea de historia? ¿Finalmente la señorita Hepburn les explicó mejor sobre la colonización?

—Hoy suspendió mis clases y las de Carl. Fuimos al dentista en la mañana para que nos hicieran una revisión general, aunque además a mí me sacaron un diente de leche que tenía flojo.

—¿En serio? Creí que ya se te habían caído todos.

—Sólo me faltaba ese. Supongo que por la noche me visitará "el ratón de los dientes".

El modo en que con cierto sarcasmo Lesly dijo lo último hizo recelar a Andrea. ¿Desde cuándo Lesly ya no creía en el ratoncito? ¿Debería echarle de eso también la culpa a Lincoln? Al otro lado de la línea, el muchacho sonrió.

—También espero que la señorita Hepburn te deje una moneda por el diente.

Rita atinando a medias esperó que por error su hijo no le rompiera la ilusión a aquella pequeña niña, sin saber que Lesly asentía entusiasmada.

—Luego te contaré qué pasó.

—¿Y te dolió cuando te sacaron el diente?

—Un poquito, pero no mucho. Tu mamá fue muy cuidadosa cuando lo hizo.

—¡Espera! ¿Mamá fue quien te atendió?

Rita se hundió en el sillón.

—Sí. ¿No te lo contó?

—No, pero tal vez lo iba a hacer más tarde en la cena. Al llegar del consultorio se ocupó como siempre con mis hermanas, ya sabes. ¿Y dices que no te dolió mucho?

—No. Fue muy atenta conmigo en todo momento. Es muy amable. También por eso no quiero que te distraigas mucho por mi culpa. Fue ella la que me contó que a veces la rutina de tu día a día puede ser muy pesada como para que encima esté yo quitándote tiempo.

Mientras Rita seguía tratando de fundirse en su sitio imaginando las quejas que Lesly le estaría dando a Lincoln de ella, la señorita Hepburn torció el gesto al darse cuenta que no tenía conocimiento de lo que esa mujer habría estado hablando con Lesly durante la consulta. No se le olvidaba la discreta discusión que tuvieron. ¿Acaso habría sido Rita la que le insinuó a Lincoln que no hablara tanto con Lesly porque según a ella eso podría molestarle? Si bien había algo de cierto en aquello, más que preocuparse sinceramente por ella, sintió que la usó como excusa.

"¿Es que crees que mi niña no es suficiente para tu hijo? ¡Si deberías sentirte afortunada por la suerte de que Lesly se fije en él!"

Aunque por un momento Lincoln se mostró pensativo, Lesly al instante lo distrajo con otra cosa.

—Por cierto, ¿cómo va lo del viaje al campamento que tienen pensado hacer?

Habían tocado el tema superficialmente días atrás por teléfono. El abuelo Loud había hecho unas renovaciones a su campamento y esperaba contar con la presencia de su familia un fin de semana completo de nuevo.

—Sin novedades todavía. No es que espere mucho tampoco. Más allá que durante el camino no nos saturemos con un show gratuito de chistes malos con el que Luan nos tiene amenazados.

Lesly se rió al recordar las ocurrencias que Lincoln le contó acerca de una de sus hermanas.

—Si se da, sólo disfrútalo. De tener la oportunidad, a mí me encantaría ir.

"Pero claro su madre no lo dejaría invitarte". Pensó Andrea disgustada.

—Si me acompañaras, sea lo que resultase, sería el mejor fin de semana de mi vida.

Mientras Lesly suspiraba enternecida, Rita desde su lugar se sintió agradecida al entender que no sería por ella que Lincoln no se atrevería a pedirles que su amiga los acompañara, sino por Andrea quien nunca se arriesgaría a dejarles a Lesly a su cuidado.

—No importa. Todavía falta mucho como para pensar en eso.

—Está bien. Ya tengo que cortar, Linc. Luego nos hablamos. Si quieres márcame hasta pasado mañana.

Lincoln suspiró.

—Bien. Hasta luego, Les. Esperaré a que el domingo llegue pronto para estar contigo.

Rita tragó saliva y se tensó. Hubo un breve silencio por parte de Lesly antes de que le preguntara algo.

—¿Tú mamá todavía no te contó lo de tu otro abuelo?

—¿De Pop-Pop? ¿A qué te refieres?

—Ah… supongo que te lo dirá más tarde. Espero que te la pases bien con él… señor presidente.

Una vez que colgó dejando a Lincoln confundido, Rita volvió la vista a la película. Leni estaba llorando enternecida por algo que ella no entendió, en realidad había dejado de prestarle atención a la pantalla la última media hora a causa de su hijo.

Por otra parte, Lesly se dirigió a la señorita Hepburn en cuanto terminó la llamada, sintiéndose un poco nerviosa, esperando no meterse en problemas con la señora Loud por adelantarle a Lincoln lo del domingo.

—Gracias por dejarme hablar con Lincoln. Voy a bañarme.

—Lesly, espera.

Al detenerse, la mujer se puso de pie y le hizo un mimo en el cabello.

—No tengo problemas si te quieres extender estos días en hablar con Lincoln, pero sólo si ambos quieren hacerlo y me pides permiso en el acto, ¿está bien? Estoy segura que a él no le importará atenderte por muy ocupado que esté, en especial por quedarte mal este fin de semana.

Tal vez le importaría a su madre, pero eso poco le importaba a Andrea.

—Gracias, señorita Hepburn.

Cuando Lesly se marchó, por primera vez Andrea, muy a su pesar, esperó que ya no hubiese más interrupciones en las visitas del joven Lincoln a Lesly, ya fuese que lo acompañaran sus padres, sus hermanas o nadie.


A pesar de que quisieron saber los detalles, pronto las chicas desistieron por la forma tan escueta en que su madre les contó cómo fue la visita de Lesly y los niños de la casa hogar al dentista. Más emocionante les pareció cuando días atrás les contó sobre el modo en que Scoots había partido su dentadura postiza. Pese a ello, Lincoln se mostró interesado al respecto, esperando que su madre haya conseguido una mejor impresión de Lesly, a la que la señorita Hepburn seguramente tenía de él.

—Por cierto, mamá. Lesly me contó algo acerca del abuelo que le dijiste, pero no le entendí bien.

Y esa era la parte que ella hubiese esperado no tocar.

—Ah… sí. Últimamente no hemos visitado a mi padre, por lo que esperaba no hubiera problemas en que… fuéramos a verlo el domingo.

Luna frunció el ceño.

—Pero si la semana pasada fui a verlo junto a Luna.

—Y la anterior a esa yo lo visité con Lana. —Agregó Luan.

Rita carraspeó.

—Me refiero a visitarlo todos juntos a la vez.

Lincoln gruñó.

—Pero ya había quedado con Lesly para ir con ella este domingo. ¿No podríamos ir otro día?

—Lo siento, Lincoln. Ese día es en el que la mayoría no tendrá nada programado para hacer, por eso lo elegí.

Leni tímidamente alzó la mano.

—Pero si ya me habías dado permiso para ir con Isaac a Lactolandia ese día.

Rita se rascó la cabeza. En realidad ella tenía, ahora que lo recordaba, una cita con el club de lectura al que pertenecía, una cita que a causa su precipitación al hablar tendría que cancelar.

—Estoy segura que si se lo explicas a Isaac, él lo entenderá.

Lola protestó.

—¡No es justo! Yo quería conocer mejor a la novia de Linc ese día.

El aludido resignándose a aceptar la derrota, suspiró.

—Está bien, Lola. Lo dejaremos para la próxima semana.

—Si la señorita Hepburn lo aprueba, por supuesto. —Rita agregó.

—Sí, mamá. Claro. Sólo deja de repetir que Lesly es mi novia, Lola.

Ella lo miró de manera altanera.

—¿Por qué? ¿Mantienen lo suyo en secreto? Si es así, déjame decirte que es el secreto peor guardado.

Casi todos se echaron a reír por la ocurrencia. Lucy con cautela miró a Lynn. Si bien fue de las pocas que no encontró divertido el chiste, no parecía molesta con el mismo. El tal Josh debía de ser alguien realmente genial si había conseguido desviar la atención de su hermana.

El momento de Lola había amenizado un poco la noticia de la madre, entonces la atención de pronto se la ganó Luan cuando tomó la palabra.

—¿Papá cuántas formas conoces de preparar costillas?

Lynn apenas y lo pensó antes de responderle.

—Sólo las he hecho a la parrilla. ¿Por qué lo preguntas?

—Van a inaugurar un Nelson's en el centro comercial el próximo mes.

—¿Y eso qué es?

Fue Leni quien le contestó entusiasmada ante la noticia de su hermana.

—¡Un Nelson's! ¡Muero por comer ahí! En internet dicen que preparan las mejores costillas y barbacoa de todo Michigan.

—También he escuchado hablar de ese sitio —Lynn Junior mencionó haciendo una breve pausa interrumpiendo la forma en que devoraba su comida—. Josh me contó que fue a comer ahí en las vacaciones pasadas, cuando con su familia visitó a unos parientes en Michigan. Tal vez lo convenza de llevarme ahí cuando abran para comprobar si es cierto que a su parrillada para dos nada se le puede comparar.

Aunque también esperaba que el lugar al que la invitó a comer el sábado por lo menos fuera bueno. Luan se rió.

—Si llegan a ir y pides una parrillada para dos, ¿que pediría Josh para él?

—No lo sé. Tal vez una hamburguesa.

La comediante no estaba segura si su hermana captó o no la broma desentendiéndose de esta.

—Creo que Ronnie Anne me contó algo sobre ese lugar —de pronto Lincoln recordó—. Supongo que luego podría ir con mis amigos a probar algo de su menú.

—Basta, chicos —les pidió su padre—. Voy a celarme si no dejan de hablar de ese sitio. En todo caso si se trata de una franquicia, por pequeña que sea, no creo que iguale la sazón de una buena comida casera preparada con amor. Ya se acordarán de lo que les digo. Ese tipo de negocios vienen y van, pero rara vez duran mucho. Es simple estadística. ¿Verdad, Lisa? —Fue en ese momento que se percató que el asiento de su penúltima hija estaba vacío—. Ah… ¿Alguien sabe por qué Lisa no bajó a cenar?

Su esposa le contestó.

—Está muy atareada con un proyecto que va a exponer en la universidad. La dejé ausentarse para que pueda terminarlo.

El señor Loud carraspeó tras pasarse un bocado de comida.

—Sabes la importancia que le doy a cenar todos juntos, querida. Habría preferido que antes de dejarla saltarse la cena con nosotros, me lo hubieras consultado primero.

Al inicio no entendió lo que murmuró su esposa entre dientes, que le pareció sonó a un "y así es como se siente", pero tuvo el presentimiento al notarla repentinamente molesta que no sería buena idea insistirle.

—Ah… bueno —Rita razonó—, creo que si Lisa ya no va a bajar, habría que llevarle su cena antes de que se enfríe.

Antes que su esposo estuviese por pedir un voluntario entre sus hijas e hijo para realizar la tarea, ella misma se levantó, tomó su bolso y después una bandeja para en ella poner el plato de Lisa junto a una bebida. A continuación, subió hacia la segunda planta.

El señor Loud aunque algo apenado, también se sintió complacido al darse cuenta que después de todo si podía ejercer cierta autoridad sobre su esposa, contrario a lo que por lo general todo mundo pensaba, incluso a veces sus propios hijos.

Arriba y tras tocar la puerta, Rita entró a la habitación de sus hijas más jóvenes. Lisa estaba sentada frente a su mesa de trabajo, enfrascada en su tablet con una mano y una libreta de apuntes en la otra.

—¿Puedo ayudarte en algo, madre?

—Tu padre me pidió que te subiera la cena, querida.

—Muchas gracias. Puedes dejarla sobre la cama. Más tarde la tomaré. Entonces… acerca de lo que te pedí respecto a la visita al museo en Michigan la próxima semana…

—Si no puedo convencer a tu padre, yo misma te llevaré.

—Muchas gracias, madre.

Lisa no era tonta, el hecho de que su madre se mostrara tan permisiva con ella, significaba que algo llegaría a pedirle, algo que seguramente sería demasiado sencillo para sus capacidades intelectuales y seguramente no le costaría trabajo resolverle. Más que intrigarle qué era, se trataba del cuándo.

—Por cierto, querida. ¿Podría pedirte una cosa?

Eso había sido rápido.

—Por supuesto. ¿De qué se trata?

De su bolso, su madre sacó una pequeña probeta en cuyo interior había un hisopo con sangre diluida junto a otro fluido transparente. ¿Saliva tal vez?

—¿Qué es eso?

—Es algo que me gustaría analices cuando puedas desocuparte, por favor.

—¿De quién es la muestra?

—De un paciente del doctor Feinstein que me dejó preocupada. Sospecho que está enfermo.

—¿Qué tengo que buscar?

—Cualquier cosa que te parezca extraña o fuera de lugar.

La manera en que Lisa se acomodó los anteojos le recordó a Andrea Hepburn.

—Madre, ¿sabes que no me costará averiguar la identidad del individuo de esta muestra con todo y su historial clínico, aún si no me lo quieres decir, cierto?

"Cuento con ello".

—No se me había ocurrido. Como sea. Quisiera que me detallaras cuando puedas todo lo que averigües, ¿está bien?

La actitud tan sospechosa de su madre despertó en gran medida su curiosidad. Miró la probeta a contraluz unos segundos, entonces se levantó y la guardó dentro de una pequeña nevera a su disposición junto a otras sustancias.

—Está bien. Mañana me llevaré la muestra a la universidad y pediré prestadas algunas cosas del laboratorio de medicina para trabajar con ella.

—Muchas gracias, querida. No te olvides de cenar.

Tras salir de la habitación, Rita consideró una vez más mostrarle las fotografías donde claramente Lisa entendería que se trataba de la amiga de Lincoln, motivo por el que se lo pensó mejor. Aún por mucha curiosidad que Lisa tuviera sobre esa niña también, nada le garantizaba que por la lealtad a su hermano no fuera luego a contarle lo que le pidió, al menos no quería que lo hiciese tan pronto.

No importaba. Con esas fotos ella misma por su cuenta también podría investigar mejor lo que esa muchacha tenía, ya sea auxiliándose con los libros de la biblioteca o en internet.


—Esas son muy buenas noticias, Max. Gracias.

El hombre pelinegro de mediana edad y robusta complexión se dirigió a los chicos tras colgar el teléfono.

—Parece que después de todo tenían razón, chicos. Desde que se comenzó a correr la voz, mucha gente en Royal Woods se interesó en la apertura del nuevo restaurante.

—Te lo dijimos, tío Nelson. Te garantizo que tendrás otro éxito.

Este asintió verdaderamente complacido. Finalmente les daba la razón tras hacerles caso de expandir su modesta franquicia de restaurantes a ese pueblo tal y como se lo estuvieron pidiendo a lo largo del año. Esperaba que en efecto los resultados fueran redituables como también su agente preveía.

—Cuando el montaje termine viajaremos para la inauguración. Les voy advirtiendo que no quiero que causen problemas de llegar a aburrirse, ¿entendido?

Uno de sus sobrinos se amedrentó ante la dureza con que pareció hablarles, mientras que el otro sonrió sin sentir ni el más mínimo efecto.

—Vamos, tío. Ya no somos unos niños. Sabremos comportarnos.

Nelson decidió darles el beneficio de la duda. A sus quince años después de todo seguramente ya estaban más centrados ahora que cuando fueron niños. Cuando los dejó solos para dirigirse a su estudio, la pareja de adolescentes suspiró de alivio.

—Bien, supongo que será cuestión de paciencia antes que finalmente consigamos el fruto de nuestro esfuerzo. Pero, ¿estás seguro que esa es la dirección?

—Ya te dije que sí, al menos es lo que los archivos de Servicios Sociales indican todavía.

Su hermano asintió.

—Perfecto, ya tengo un plan preparado para el encuentro. Esto saldrá a pedir de boca.

A pesar de la manera en que estaba maquinando todo con su ayuda, su hermano tenía serias dudas. Era como si no tomara en cuenta que también otra persona en particular estaría ahí, siendo sólo una parte de las dificultades que se les podrían atravesar.

—¡Nelson, la comida ya está servida! ¡Ven ya!

Los gemelos se vieron entre sí tras escuchar a su tía, dirigiéndose hacia el comedor incluso antes que les gritara lo mismo a ellos.

—¡Dense prisa también! ¡José, Jhon!