MUJERES AL PODER: SUBASTA

Parte II

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- No era necesario que siguieras con esto – dijo Megumi, observando desde su puesto en el comedor, como el castaño deambulaba en la cocina de un lado a otro preparando la cena. Él solo alzo los hombros en respuesta al cuestionamiento de la pelinegra.

Se fueron del club en silencio, y así fue todo el viaje hasta la ciudad. Cuando Megumi paró en una esquina para dejarlo como él había pedido, éste se retracto, argumentando que debía cumplir con las 24 horas que exigía la compra. Ella no respondió, ni objetó, solo piso el acelerador dirigiéndose hacia su piso en el hotel.

- Es un tratono solo contigo… mis amigos, la señora Shinomori y todas las Damas de Rojo, me matarían si saben que no cumplí con mi tarea.

- Fue muy difícil convencerte?

- Una semana de persecución… jajajajajajaja… pero en realidad fue el préstamo por un mes de la Harley de Aoshi a cambio de este favor.

- Pensé que lo hacías por la buena causa – comentó ella con desaprobación en el tono de voz. Se sentía molesta por saber que esa era la causa real de su cambio de opinión… una simple moto… se esperanzó con otra intención al desear él seguir con las 24 horas. Por lo que no pudo evitar hacer un mohín de frustración, pero el castaño no se dio cuenta del gesto.

- Mi trabajo es por las buenas causas siempre… así que quería darme un gustillo… - rió con malicia, como cuando un niño da cuenta de alguna fechoría.

- Te gusta tu trabajo?

- Mucho… esos niños son mi vida…

- Eres pediatra cierto?

- Pediatra-oncólogo – aclaro.

- Debe ser muy difícil llevar el cáncer a tan temprana edad… esos niños son valientes – dijo con admiración.

- Es verdadsiempre sonríen… a pesar de todo siempre sonríen… ellos me muestran la felicidad que tiene la vida con simpleza… cada día… ellos me enseñan a vivir… - Sanosuke dejo de revolver la ensalada que aliñaba, para fijar sus ojos en los de Megumi, descubriendo ante ella ese brillo especial, esa fuerza que emanaban. Esa vitalidad.

- Me gustaría conocerlos.

- Un día te los presentaré… tú los amaras y ellos quedaran encantados contigo – volvió a revolver.

- Gracias.

- Mmh? o.O

- Por decir que soy encantadora.

- Eh?... la cena esta lista… - se volteo para evitar esa mirada negra sobre él y que así se diera cuenta de su bochorno.

Dispuso en la mesa los platos de cada uno, se sentó frente a la mujer y luego de dar las gracias, engullo bocado.

- Está delicioso – exclamó ella saboreando los fideos con aceitunas, arvejas, quesillo y aceite de oliva que el hombre preparó – cocinas bien.

- El vivir solo te obliga a aprender.

Siguieron comiendo en silencio por algunos minutos mas, solo se escuchaba el ruido de los cubiertos y el beber del vino blanco. Además de eso, ni una mosca se oía volar.

- Por qué vives en un hotel? – se atrevió a iniciar una conversación Sanosuke.

- Mi casa se hizo inmensa sin ellos – su tenedor jugueteaba con un cuesco de aceituna – en un hotel ocurren muchas cosas interesantes todos los días… creo que así evito el sentirme sola.

Terminaron de cenar bebiendo un café y hablando de trivialidades. Megumi levantó los platos y el castaño los lavó.

- La cena estuvo deliciosa – le agradeció Megumi. El castaño hizo una reverencia exagerada en gratitud por el cumplido, al incorporarse comenzó a buscar en todas direcciones - qué sucede? – pregunto extrañada por el singular comportamiento.

- Dónde está ese tal Akira? – pregunto Sanosuke al darse cuenta que el hombre ni siquiera había asomado la nariz para ver cómo estaba su señora.

- Le di la noche libre…

- Es agradable esto – se dejo caer como un saco de papas en el sillón, Megumi casi sale volando por el rebote.

- Qué Akira no este?

- Noooo… el que no estemos peleando y podamos conversar como personas civilizadas.

- Cuántas horas?

- Seis horas, treinta y dos minutos – respondió el castaño al tiempo que miraba su reloj de pulsera.

- ¡Todo un record de supervivencia! – exclamo la pelinegra elevando los brazos en señal de victoria.

- Ni que yo fuera un martirio – se quejo el castaño haciendo una mueca de sentirse profundamente ofendido.

- ouhhhhh!... –emitió como una madre enternecida por el berrinche de su hijo – tú no eres un martirio… - le apretó las mejillas hasta dejárselas rojitas. La tortura favorita de las tías abuelas hacia sus sobrinitos - …eres un encantador Tori atama jajajajajajajajajaja!

- auch… mis cachetes – se los refregaba para aliviar el escozor del apretón – parece que el vino blanco se te subió a la cabeza.

Megumi se puso seria de pronto. Se le acerco felinamente al castaño, hasta que sus rostros solo estuvieron a milímetros de distancia. Sanosuke llegaba a estar turnio por la proximidad.

- Estoy perfectamente sobria.

- Y lo de encantador Tori atama?... la Megumi que conozco nunca me diría eso.

- No me conoces… nunca hablo por hablar… si dije que eres encantador, lo eres. Punto.

La copa de vino que sostuviera Sano se la tragó de una sola vez, para bajar su sonrojo.

- Baila – pidió la mujer.

- ¿Qué cosa! – abrió los ojos con alarma.

- Baila para mí.

- Estás loca.

- Oye!... aun no pasan las 24 hrs… debes hacer lo que yo te diga… - exigió ella con los brazos en jarra.

- Soy un hombre con dos pies izquierdos.

- Mas bien eres un COBARDE con dos pies izquierdos – ahí estaba la bendita palabra mágica; c – o – b – a – r – d – e.

- Qué quieres que baile? – susurró desafiante. Ven, esta palabra es mágica.

- Tú decide… te lo dejo a ti… no me importa, solo baila.

- Dónde esta mi bolso?

- Por ese pasillo, segunda puerta a tu derecha.

Sano, como un bólido, salió de la habitación. Luego de cinco minutos volvió con un CD en la mano. Lo dispuso en el equipo de sonido y apretó play. Los acordes de un sensual tango irrumpieron en la sala de estar.

- tango! – exclamó Megumi con sorpresa y aguantando el repentino ataque de risa, que le provoco los gestos del castaño al darse la vuelta.

- Soy la pareja de mi madre en todos los torneos de su club desde los diez años – con una sonrisa de orgullo le extendió una mano a la mujer invitándola a bailar.

- Ah no!tú debes bailar para mi… - se quejo ella cruzándose de brazos.

- Lo siento… pero ambos bailaremos para ti – de un solo jalón de muñeca la puso en pie. Tomando la mano derecha de la mujer la depósito en su hombro izquierdo; luego le tomó con fuerza la mano izquierda de modo que quedaran suspendidas en ángulo recto a su costado, para finalmente, con el brazo libre que le quedaba asirla por la cintura, aprensándola contra su cuerpo.

Sanosuke sin dejar de sonreír, le mostró con su pie derecho como debía mover los suyos, al tiempo que le explicaba el paso básico. Cuando creyó que ya estaba lista, comenzó a desplazarse por el espacio, al son de la música, contando los tiempos y guiándola en los giros con la mano que tenia apoyada en su espalda.

Megumi se sentía rara e incomoda en un principio, pero esa mano grande en su espalda le dio seguridad, por lo que se dejo llevar por el doctor, quien después de todo resulto tan buen bailarín como alardeó.

Aprendió el ocho, el boleo, la zancada y la barrida con facilidad, por lo que en un acto de valentía y seguridad consigo misma, despegó la vista de sus pies. Pero craso error, se topo con los ojos de Sanosuke, que la miraban con seriedad, con rigor.

No sabe cuanto tiempo estuvieron así, solo observándose. Para Megumi fueron eternos, hasta que Sanosuke la obligo a girar sobre su eje, para que le diera la espalda. La mujer se sintió rodeada por unos fuertes brazos, que la mecían con delicadeza al tiempo que el pecho del hombre se apegaba a su espalda. No se resistió, no quiso escapar de tan calida prisión.

La música seguía, sin embargo, se escuchaba lejana. Cerró los ojos para disfrutar de esa sensación, de ese placer, de cada escalofrío en que se convertía cada beso del castaño en su cuello. Largó un leve gemido al sentir la respiración de él subir hasta su oído y susurrar: - me perdería en tu aroma, Megumi.

Repentinamente, todo cesó. La música había callado, los besos habían desaparecido, el calor del castaño se había ido. ¿Qué sucedió?... abrió los ojos con lentitud, con miedo, con temor de darse cuenta que no había sido mas que un placentero sueño. Pero no, el castaño estaba frente a ella, con una mirada indescifrable.

- Por qué provocas estas cosas en mi? – pregunto el doctor con voz ronca y profunda. Megumi quedó helada ante ese comentario. No sabía qué decir o qué hacer. Miles de ideas pasaban por su cabeza, pero seguía ahí; quieta, imperturbable.

Sanosuke con delicadeza le tomó de la barbilla, acercando esos labios hasta los suyos, con lenta ansiedad, manteniéndole la mirada.

- bésame de una vez tonto – ordenó ella con deseo. Él obedeció con furor.

El beso fue largo e intenso. En un principio tímido. En cada movimiento pedían permiso a más. Una incursión en los placeres del otro, que respondía con igual pasión. Una vez que Sanosuke le mordió el labio inferior, Megumi aprovechó de que su lengua se batiera a duelo con la de él, deseaba obtener la soberanía de aquella boca tibia y por ende, el control de las sensaciones que le estaban poniendo la piel de gallina. Sin embargo, contradiciéndose con su voluntad, tomo al castaño por la nuca empujándolo hacia delante para que él profundizara el beso.

Las manos de Sanosuke viajaron en caricias circulares y lentas a través de su espalda hasta estacionarse posesivamente en su cintura, ella lo estrecho con afán por el cuello, enredando sus dedos a través de esos suaves cabellos caobas. No deseaban, pero debieron separarse por falta de aire. Estaban sonrojados, con la respiración agitada y con un brillo especial en los ojos. Ambos rieron por su aspecto de adolescentes.

- ven – le ofreció una mano Megumi. Estrechándola, Sanosuke en silencio se dejo arrastrar hasta la habitación.

- Espero que ahora no me acuses de pervertido como en el centro comercial – señalo una vez cerrada la puerta tras él.

- Tú serás quien deberá acusarme a mi – respondió en tono sensual, mientras enrollaba sus brazos al amplio cuello del doctor – tu deberás acusarme de pervertida – le dio un beso en la comisura de los labios.

Él se encargo que esa caricia se convirtiera en una mas profunda. Besándola, alzó a Megumi por las caderas, quien le rodeo la cintura con las piernas al tiempo que deslizaba sus manos bajo la camisa. Así llegaron a la cama, donde cayeron entre risas y besos, él sobre ella.

Entre mas besos, arrumacos y caricias se desnudaron, en un juego sin prisas y descargado de sensualidad. Donde cada centímetro de piel descubierto se excitaba con el calor del otro, con un aliento tibio, con un simple roce.

- ¿esto es parte de tu tarea? – pregunto divertida mientras Sano se acomodaba sobre ella.

- No lo sé… – alzo los hombros con cara de niño inocente –… pero iré a preguntarle a la señora Shinomori – hizo el ademán de levantarse, pero Megumi lo jaló de vuelta a la cama; esta vez ella se posiciono sobre él.

- Mejor… - le beso el lóbulo de la oreja derecha - … mañana… - le beso el cuello -… se lo preguntas… - le beso la barbilla.

- Como ordene ama y señora – y le saludo militarmente, para luego voltearla y quedar nuevamente sobre ella.

Así inicio un viaje de besos y caricias. Le beso la frente, los parpados, ambas mejillas, la barbilla; dejo un camino húmedo a través de su cuello y hombros; en sus senos se entretuvo con sus pezones erectos y rosados por la excitación. Megumi cerró los ojos para sentir en plenitud cada descarga eléctrica que era una succión, un mordisco, una lamida, un beso. A veces, solo el aliento caliente que golpeaba su piel arrancaba de su garganta un gemido áspero y agonizante.

El doctor descendió hasta su ombligo, otro recóndito y delicioso rincón de su compañera que esta vez saboreo con su lengua. La espalda de Megumi se arqueó con cada lamida; sus dedos trémulos se enredaron más en los cabellos del castaño con cada sensación.

En un segundo de lucidez, Sanosuke desvió su mirada hacia el rostro de Megumi. Se veía hermosa con las mejillas sonrojadas, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Su cabello derramado por la almohada daba un marco perfecto a su nívea piel aperlada por el sudor. A los ojos del castaño, y de su acelerado y desbocado corazón, aquella hermosa mujer era una diosa.

- eres hermosa… - susurro casi en un ronroneo.

- Nadie antes me lo había dicho… – sonrió sin abrir los ojos.

- Tal vez porque a nadie has dejado verte tal como eres – tenso la boca por el comentario. Cómo era posible que alguien a solo horas de conocerla pudiera ver con tanta claridad su interior. Se asusto al verse tan vulnerable y transparente, pero el roce de los labios de Sanosuke le introdujo un sentimiento de seguridad en el corazón, ese calor que traspasaba cada fibra de su ser le dijo que él no la lastimaría, no había que temer.

- Y cómo soy en realidad? – se atrevió a preguntar.

- Una mujer fascinante, inteligente, decidida, de carácter fuerte, pero sin dejar de ser femenina - Megumi entreabrió los ojos, para regalarle una sonrisa por el cumplido.

A tientas sus manos se entrelazaron, ella apretó con suavidad pasado un momento. Él lo tomo como una invitación a seguir descendiendo. El bajo vientre, sus caderas y la ingle, fueron un anticipo de la descarga de placer que vendría, Megumi abrió las piernas para que Sanosuke entrara sin interrupción, sin embargo, luego hizo una mueca de disgusto, cuando el castaño le beso el interior del muslo, descendiendo luego hacia las rodillas, pasando por alto su overtura hinchada por la excitación.

- no seas impaciente – le sonrió el doctor colocando cara de inocente – debo hacerte mía completamente primero.

Continuo con su viaje de besos, succiones, lamidas y mordiscos a través de sus piernas. Al llegar a sus pies, Megumi realizo un movimiento brusco. Sanosuke alzó la ceja al ver la reacción. Intento tomar nuevamente el pie, pero ella se alejo rápidamente al tiempo que lanzaba una risilla.

- ¿eres cosquillosa? – ella asintió apenada. Él sonrió maquiavélicamente.

El vecino de la habitación de abajo, debió imaginar que arriba se estaba realizando el mejor y más desenfrenado sexo del mundo, por los gritos, risas y ruidos de cama que provenían de la suite de la señorita Takani. Sin embargo, no era más que una guerra de cosquillas, iniciada por Sano, pero que Megumi respondió rápidamente al descubrir que éste era sensible en los costados. Se divertían como niños en una feria, hasta que un almohadazo de la pelinegra en pleno rostro del castaño provoco la rendición del enemigo.

- está bien… está bien… ya no te haré cosquillas… - dijo el castaño levantando las manos de mala gana. Ambos estaban sentados en una cama completamente desecha. Plumón, frazadas y hasta sábanas encontraron mejor vida en el suelo.

- Por qué no seguimos con lo que estábamos haciendo?...- se acerco a gatas hasta Sanosuke, para luego sentarse a horcajadas en su regazo al tiempo que enlazaba sus brazos alrededor del cuello del hombre. Se apoderó de su boca, dominado el beso; dejándolo sin aliento y con la mirada nublada por la descarga de placer y pasión - … aunque ahora me toca a mí – ronroneo.

Sosteniéndole con intensidad la mirada, tomó el miembro de Sanosuke, masajeándolo hasta lograr endurecerlo y erectarlo. El movimiento de placer propinado por la pelinegra interrumpía la unión de sus labios con uno que otro gemido ronco que escapaba de lo más profundo de la garganta del castaño.

Las oscilaciones de la mano caliente de Megumi eran precisas y en un principio lentas, acompasadas con los movimientos de su mano libre que delineaba cada músculo de ese pecho masculino, agitado y sudoroso; al tiempo que sus labios aprisionaban con lujuria los del hombre, que por su parte exigía con ansia.

- Me voy a… - trato de advertir al sentir llegar a su clímax.

- no lo harás… – le advirtió – te quiero dentro de mi – se recostó ante él, abriendo sus piernas en clara invitación

Entró sin prisa, sintiendo palmo a palmo esa estrechez tibia y desconocida. Ella se aferró a su espalda, clavando cada vez más sus dedos en la piel bronceada a medida que él avanzaba mas adentro. Sanosuke escondió su rostro en el recoveco de su cuello al iniciar el vaivén; Megumi cerró los ojos al tiempo que le besaba el hombro, inhalando profundamente hasta saciar sus pulmones de ese aroma masculino.

Ambos se movían al compás, acelerando el ritmo a medida que fue necesario. Sus cuerpos encajaron como dos piezas complementarias de un rompecabezas. Sus latidos eran a la par, como también sus gemidos y suspiros. Eran uno, se unieron, se fusionaron. Por un momento perdieron forma física, fueron un solo ser, constituido solo de sensaciones, placeres y sentimientos.

Sanosuke sacó su rostro del escondite que era el cuello de Megumi, para sostenerle la mirada, reflejarse en esas iris negras y así, grabarse en su corazón, la imagen más hermosa jamás vista. Llegaron juntos al orgasmo, pero ahogaron sus gritos en un beso entrecortado y convulsionado, estrechándose en un abrazo, como un naufrago a un salvavidas, para contrarrestar así el escalofrío que les recorría cada rincón del cuerpo.

Una vez la respiración volvió a su calma habitual, le dio un beso corto, pero tierno al salir de ella. Megumi le acaricio la mejilla al tiempo que le sonreía, se sentía bien, segura, saciada y amada.

Se acomodaron en la cama, cubriéndose con el plumón que Sanosuke recogiera del suelo.

Él miraba el techo, abrazando estrechamente el cuerpo de Megumi por la cintura, quien recostada sobre su tonificado pecho le acariciaba el abdomen. Así estuvieron por largos minutos, en solemne silencio, en cómplice compañía… disfrutando del calor del otro. Disfrutando de esa sensación de plena felicidad que ahora inundaba sus corazones.

- Megumi? – se atrevió a interrumpir.

- Mmhh? – fonó somnolienta.

- Me siento bien… - quisó explicar, sin embargo, Megumi lo interrumpió.

- Sí… bien valieron la pena los dos mil que pague por ti.

Sanosuke deshizo el abrazo y le dio la espalda.

- Qué sucede? Por qué me dejaste de abrazar?… tu pecho es exquisito… estaba tan bien así

- Me dio calor – fue la escueta respuesta del castaño.

- Está bien… – le beso un hombro –… duerme. Buenas noches Sano.

- - no recibió respuesta. Alzó la cabeza por sobre el hombro del hombre para verle el rostro; tenia los parpados cerrados. Se enterneció con esa vista, el semblante calmo y apuesto de Sanosuke. Sonriente ella apegó su mejilla a aquella espalda, quedándose rápidamente dormida con el hipnotizante y acompasado movimiento de esa calmada respiración.

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Golpeó de lleno con su puño uno de los azulejos de la ducha. Sin sentirse satisfecho repitió la acción otras tantas veces, hasta lograr que sus nudillos ardieran del dolor. Cerró los ojos pesadamente, concentrándose en transmitir ese dolor a todo su cuerpo, como una manera de limpiar la suciedad que sentía. Se consideraba sucio, usado, denigrado. Muchas veces había tenido sexo pasajero, de solo una noche y luego despedida, pero… ¿por qué ahora le molestaba tanto?. ¿Por sentirse más bajo que un gigoló, un puto barato o por haber sentido algo más profundo que solo atracción por aquella mujer y no ser correspondido?.

"… bien valieron la pena los dos mil que pague por ti…"

Esas palabras se le repetían una y otra vez, aumentando a cada pulsación su coraje. El cabello mojado se le pegaba a la cara, ocultando en parte sus ojos. Le dolía la cabeza, debió apoyar ambas manos en la muralla para no caer. Su cuerpo temblaba, sus piernas le eran livianas, pero no así su pecho, que oprimido le pesaba una tonelada. Deseaba arrancarse el corazón con una mano para sacar esa molesta punzada. El agua caía rauda sobre su cuerpo, cada gota limpiaba su frustración, desgarraba cada vestigio del cuerpo de esa mujer y aliviaba su pena, pero no así su enojo. Estaba adolorido, cansado, derrotado, pero por sobre todas las cosas furioso y no con ella, sino que consigo mismo, pues se había enamorado en una noche.

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Traviesos rayos de sol se colaron a través de las cortinas dándole molestamente en la cara. Gruñó a medias, pues no deseaba levantarse aún; en mucho tiempo que no dormía tan bien como hoy, tan tranquila, tan en paz.

Se halló acurrucada en un rincón de la cama, desnuda y cubierta solo por el plumón, las demás ropas de cama estaba en el suelo. Recordó todo lo sucedido la noche anterior en un flash mental, por lo que sonriente deslizó su mano a través de las telas para descubrir el cuerpo de Sanosuke, para así aferrarse a él y dormir un rato más. Sin embargo, estaba sola.

Arreglándose el cabello se incorporo en la cama, buscando con la mirada al castaño en algún rincón de la habitación. Como no lo encontró allí, agudizó el oído con la esperanza de escuchar algún ruido que le señalara su ubicación dentro de la suite. Pero nada. Cero rastro del hombre.

- ¿Sanosuke? – lo llamó, al tiempo que se levantaba abrochándose la yukata.

El primer lugar en registrar fue el baño, donde algo le llamo singularmente la atención.

Algunos baldosines de la ducha estaban trizados. Con las yemas de los dedos tanteó cada fisura, preguntándose si él había hecho eso… "imposible…¿qué motivo tendría para hacer una cosa tal?".

- ¿Sanosuke?... – intentó otra vez entrando en la habitación donde Akira, el mayordomo, dejara su bolso. Pero éste no estaba.

- ¿Sanosuke?! – esta vez, elevando el tono de su voz, lo buscó en la cocina, esperando ver su amplia espalda al entrar. Afanado él preparando un desayuno especial, dispuesto después a llevárselo hasta la cama como una sorpresa, pero que ella arruinaría asustándolo, sin embargo rápido calmaría su enojo por el susto con un beso y así ambos disfrutarían de ese desayuno melosamente en la cama.

Suspirando llegó a la sala, y aunque ya había comprendido que él no estaba en el penthouse, seguía buscándole con la mirada en cada rincón, anhelando que apareciera de repente, riendo por la broma de esconderse de ella, sin embargo, una nota sobre la mesa de centro, y aún mas las palabras escritas en ella, le oprimieron el corazón:

- Me fuí a las 10 AM, plazo de las 24 hrs. según el contrato de la subasta. Espero que hayas quedado conforme, aún que como me dijiste anoche los dos mil dólares no fueron un desperdicio. Me alegro de que no gastaras inútilmente tu dinero en alguien como yo.

- Hasta nunca.

Era una nota rencorosa. La letra era eléctrica y apresurada; el lápiz había sido cargado con fuerza sobre el papel, que había sido arrancado de un jirón del cuaderno o del block de notas, o lo que fuera.

"…aún que como me dijiste anoche los dos mil dólares no fueron un desperdicio…"

¿En qué momento le dijo eso?. Ella no recordaba. Hizo un conteo mental de los diálogos intercambiados anoche, por lo que no pudo evitar sonrojarse por las imágenes del tango y su posterior consecuencia.

Las palabras dulces y susurradas por Sanosuke en su oído, el beso que inicio todo, la incitación sexual, el peregrinar de besos, succiones, mordiscos y lamidas a través de su cuerpo. Sonrió al acordarse de la guerra de cosquillas; se avergonzó de cómo ella le había dado placer con su mano; todos sus vellos se erizaron al recordar la penetración y sintió subir el calor cuando rememoró el beso convulsionado cuando ambos llegaron al clímax.

Con solo recordar revivió cada una de las sensaciones experimentadas en brazos de Sanosuke, y deseo más, pero eternamente, así se dio cuenta que el castaño no era una aventura de solo una noche. Él era algo más. Él era seguridad, protección, bienestar, placer, amor. Amor, lo que se había negado por mucho tiempo, lo halló en su objeto de venganza, un absurdo capricho infantil. Una estupidez.

Sin embargo, un clic mental, un relámpago de su subconsciente le dio el por qué de aquellas palabras escritas con rencor en la nota.

- tonta – fue todo lo que murmuró al dejarse caer en un sillón.

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- alo!... Sanosuke?... estas ahí!… CONTESTAMEEEEEEE.

- Mmhh?

- QUEEEE… AUN SIGUES DURMIEDO, FLOJO DE PORQUERIAAAAA… SON LAS TRES DE LA TARDE…

- Déjame dormir…

- VERGÜENZA TE DEBERIA DAR… AQUÍ TODOS TE ESTAMOS ESPERANDO

- … no estoy de ánimos pa escuchar tu voz de gallina clueca… cuelga ya…

- IRE A TU CASA PARA SACARTE DE UNA OREJA…

- Adiós – y colgó.

Todos miraban a Misao, intrigados por la conversación que acababa de sostener. Al parecer Sanosuke se había quedado dormido, por eso aun no había llegado al almuerzo dominical en casa de su madre.

- Él… - balbució Misao, irrumpiendo el suspenso y la expectación que ella misma había establecido.

- que? – preguntaron al unísono todos.

- Él… Él…

- Que?

- ÉL ME COLGOOOOOOOOOOOO- todos casi se caen de sus asientos en un masivo PLOP!

- Pero… qué te dijo? – pregunto su madre, aun con una gotita sobre la cabeza.

- Me dijo que no tenias ánimos de hablar… supongo que estaría cansado… - siseó con rabia la ojiverde.

- Jajajajajajaja… yo le dije que Takani era de temer… - señalo Kenshin.

- A qué te refieres con ello? – le pregunto Kaoru con no muy buena cara, adivinando las ocultas intenciones en el comentario de su novio. Pero lo salvo el sonar del teléfono.

- Ese debe ser élpara pedirme perdón… hohohoho - rió Misao con cara de desquiciada, logrando así una nueva gota en las nucas de todos los presentes – alo? – contesto con soberbia, pero casi se atraganta con su propia saliva al escuchar quien le hablaba al otro lado de la línea – no… él no se encuentra… - le hizo señas a Kaoru para que pegara la oreja al auricular - él hace años que ya no vive aquí – Kaoru abrió los ojos inmensamente al identificar aquella vozSe aparto del teléfono, para contarles de quien se trataba a la señora Sagara, Kenshin y Aoshi, que al igual que las muchachas se sorprendieron – desea dejarle algún mensaje? – ella señalo con la mano que necesitaba papel y lápiz, todos corrieron a traerle algo que sirviera. Su madre fue la primera en llegar – muy bien… dígame: Que desea hablar con él, es urgente. Que quiere arreglar lo sucedido . Muy bien… sí… anote todo. ¿el horario del hospital?... pues no lo sé – todos le hicieron gestos y morisquetas extrañas, Misao los calló con la mirada – no se preocupe. Bien, adiós – colgó, mirando a todos con cara de que alguien le diera la respuesta para entender que había sucedido recién.

- por qué no le diste el horario?… te lo sabes de memoria – le acusó Aoshi.

- no lo sé… no lo creí prudente… - señalo alzando los hombros, restándole importancia al asunto.

- Aquí lo importante es saber… Por qué llamaría Megumi Takani a Sanosuke… - Kenshin planteó la mayor interrogante que deambulaba en la mente de todos.

- Y a qué se refería con: arreglar lo sucedido ? – pregunto la señora Sagara a su vez

- … la actitud de los dos…. todo esto me da un mal presentimiento… - señalo Kaoru con cara de preocupación.

- A mi más bien, me huele a algo divertido… – Misao tenía la mirada de alguien que se trae algo entre manos.

- Algo para arruinar a Sano? – aventuro su esposo.

- Mmmcreo que si… - guiño el ojo con una sonrisa maliciosa.

Todos suspiraron con resignación.

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El hospital Santa Marta se ubicaba en un sector privilegiado de la ciudad. Rodeado de grandes y modernos edificios, el hospital quebraba la arquitectura del entorno, pues era un edificio de fachada antigua, de grandes arcos y columnas, impresionantes vitrales en las ventanas superiores y magnificas puertas de madera maciza labradas con prolijidad. En si el edificio era impresionante, el perfecto ejemplo de la arquitectura barroca, hermoso por definición.

Sanosuke se encontraba en el quinto piso de este edificio, mirando el paisaje desde la ventana de su despacho. Ya eran cerca de las once del día, por lo que el sol remontaba en el cielo, ocultado por algunas nubes que atravesaban lentamente el cielo.

El día era alegre y tibio. Ese lunes era un día perfecto de primavera, por eso se veían a algunos pacientes acompañados de enfermeras u enfermeros recorrer los patios que circundaban el hospital. Lamentablemente para el doctor, por su expresión en la mirada, pareciera que aquel día era el de un temporal en pleno invierno.

- Doctor Sagara – le llamo una femenina voz desde la puerta.

- Qué sucede, Unmei? – contesto lacónico, volteando el cuerpo a medias tanto como solo para mirarla de reojo.

- Es su madre, desea hablar con usted…

- Hazla pasar… - se dirigió hasta su silla y apoyando los codos en la mesa, espero con gravedad en la mirada de que su madre entrara.

Su madre, una mujer elegante, distinguida y hermosa, entró con una esplendida sonrisa. Perfectamente conservada para sus inconfesables años, le llegaba a la altura del hombro cuando usaba tacos, cabellos caobas como él, pero de unos intensos ojos verdes, que para su disgusto solo heredó Misao.

- Buenos días madre – dijo él cuando recibió un beso en la frente – lamento no haber ido ayer… pero amanecí enfermo, así que me quedé en cama – excuso antes de que se lo pidieran para evitar la molestia de verse interrogado.

- Tu hermana me dijo que era algo peor.

- Qué mentiras te largo Misao? – respondió a la defensiva.

- Problemas de corazón? – su madre entrecerró los ojos acusadoramente

- Tan astuta madre… - respondió rodando los ojos –… no me salvare del interrogatorio, verdad? – bufó sarcástico.

- No le hables así a tu madre… - increpó – solo preguntaba… pues una tal Takani ha llamado cinco veces ayer y dos hoy en la mañana. Alguna nueva conquista?

- No… solo la mujer que me compró en la subasta que organizó la señora Shinomori… y para qué me ha llamado tanto – pregunto disimulando, según él muy bien, su ansia por saber.

- No lo sé… - alzo los hombros, sonriendo internamente por el tono de premura en la pregunta de su hijo – solo te deja el mensaje De que desea hablar urgente contigo, para arreglar lo sucedido

- Cosas sin importancia – suspiro para si, pero su madre lo escucho más que claro, por lo que enarco una ceja con suspicacia.

- Te ha hecho daño?

- Madre… - llamó rápidamente, adivinando el sermón que se le venia encima.

- No quiero que una mujer mala te dañe, mi niño… yo quiero que te ame una buena mujer… quiero lo mejor para ti… porque tú eres un sol…

- Madre… - imploro una vez más.

- Eres guapo, doctor, con buena situación económica, saludable, de buena familia… en resumen un buen partido… no quiero que oportunistas inescrupulosas se aprovechen de ti… yo quiero una buena nuera… quiero…

- Madre! – subió el tono de voz lo suficiente como para cerrarle la boca. Ella lo miro horrorizada, por lo que tosió carraspeadamente para aclarar su garganta – madre… no te preocupes, la señorita Takani no es mas que la mujer que me compró en la subasta… no es alguien de importancia… - suspiro, pero ante los ojos inquisidores de su madre, apresuro a agregar – te lo prometo… y no me mires así, me recuerdas a cuando era niño.

- Para mi siempre serás mi niño – le sonrió con amabilidadal tiempo que le guiñaba un ojo – vas a almorzar conmigo?

Sanosuke se le quedo viendo, rememorando los viejos tiempos, cuando aquella mujer daba su vida por él, cuidándolo, protegiéndolo, mimándolo, queriéndolo… le devolvió la sonrisa… esa mujer nunca se cansaría de ser su madre y con esa sonrisa se lo agradeció.

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- Megami, apúrate… que Sagara-sama esta por llegar – Aya se quejaba quejumbrosa mientras se empinaba en su cama.

- Solo me lavaba la cara… quiero que me vea linda hoy – contestaba la niña corriendo hasta su cama.

- El Doc no las tomara en cuenta, porque ayer me prometió que jugaría conmigo – refuto Tamashi, cruzando sus brazos a la altura del pecho.

- Y conmigo también – aclaro Keizai alzando el índice.

- Hombres – bufo con molestia la pequeña Akai – solo piensan en fútbol.

- Y qué hoy no tocaba cuento? – pregunto Saru, acomodándose los lentes sobre el tabique de la nariz. Los otros cinco le miraron con reproche por unos segundos, pero luego sus caras dibujaron sonrisas, pues los cuentos contados por Sanosuke eran de lo más divertidos.

Precisamente en ese instante entraba Sanosuke a la habitación, leyendo las carpetas con los historiales médicos de sus jóvenes pacientes.

- Sagara-sama! – gritaron con emoción los seis niños al verlo, pero solo la pequeña Akai se atrevió a bajar de su cama para ir abrazarle.

- Hola niños… – acaricio la cabeza de Akai sin mucho entusiasmo pasando casi de largo. La pequeña lo notó, por lo que alzó una ceja, extrañada por la poca dedicación de su doctor en ella - … tomaron sus medicinas hoy? – todos afirmaron positivamente con un gesto de su cabecitas, excepto la pequeña Akai que lo seguía con semblante extraño.

- Sagara sama, estás enfermo? – pregunto la niña sin poder aguantar mas su curiosidad.

Él la miro de soslayo, sonriendo tenuemente, no logrando calmar la inquietud de la pequeña. Los otros cinco chicos observaban atentos la escena entre el doctor y la más pequeña de su club.

- estás enfermo?... te ves extraño… tus ojos están apagados… eso es! – exclamó como si hubiera encontrado la respuesta a la duda mas importante en el universo – tus ojos están apagados… ya no brillan - puso una cara mas grave, sosteniéndole la mirada con severidad, explorando mas a fondo esos ojos castaños que la miraban sin expresión.

- No te preocupes Akai-chan… estoy bien… ahora debes acostarte – la alzo entre sus brazos y la llevo hasta su cama, donde los otros niños corrieron a montarse.

- Qué te sucedió Doc? – pregunto Tamashi abrazándolo desde atrás por el cuello.

- Nada Tamashi – le revolvió los cabellos al tiempo que volteaba un poco la cabeza para ver mejor la cara de preocupación del niño.

- Estas triste no?... se te murió alguien?... tienes la misma cara que cuando murió la señora Nomori… - Megami le agarraba un brazo con fervor, mirándolo con inquietud.

- No, Megami, nadie a muerto… y ya dejen de preocuparse – les sonrió para intentar calmarles – estoy bien, solo algo cansadoeso es todo.

- Entonces, no nos contaras el cuento hoy? – con angustia preguntaron al mismo tiempo Saru y Aya.

- No, creo que hoy nolo siento niños.

- Viste… estas mal, algo te sucedió y no nos quieres contar… - Akai se montó sobre su regazo y le enfrento con la vista a centímetros del rostro.

- Pero… - no pudo decir mas, Keizai le abrió un ojo y luego el otro, inspeccionándolo seriamente con la linterna que le sacara del bolsillo del delantal. Luego, Aya le introdujo una paleta aparta-lenguas en la boca y Saru con la misma linterna que uso Keizai le miro la garganta. Por otro lado, Tamashi le dio dos ligeros golpe con un martillito bajo la rotula para ver sus reflejos, al tiempo que Megami le oía el corazón con su propio estetoscopio.

- Diagnóstico? – pregunto Akai cruzándose de brazos, luego de que los chicos dejaran su examen y le devolvieran todos sus instrumentos médicos a un impresionado Sanosuke.

- Su garganta no esta inflamada.

- Sus reflejos responden bien.

- Su corazón pulsa normalmente.

- Sus ojos, como usted dijo doctora Akai , no reflejan ningún brillo… están apagados – sentenció Keizai con solemnidad, cerrando los ojos al tiempo que jugaba con un imaginario lápizLos otros niños rieron por su imitación del doctor Sagara, cuando éste les hablaba de algo medicinalmente importante.

- YA NIÑOS!... DEJEN DE JUGAR! – exploto de repente el castaño doctor, levantándose de un golpe de la cama llevándose casi en su acción a Megami y Aya que estaban abrazadas a él – AQUÍ EL DOCTOR SOY YO!… Y SI DIGO QUE ESTOY BIEN, ESTOY BIEN!… ENTENDIERON! – los seis niños lo miraron con sorpresa, nunca lo habían visto tan enojado como ahora. Es cierto que muchas veces los reprendió por no tomarse sus medicamentos o no hacerles caso a las enfermeras, pero nunca les había gritado de esa manera. Con tanta furia en la mirada.

Sanosuke al darse cuenta de cómo los había tratado, se disculpo con un presuroso lo siento , los niños en respuesta le abrazaron. Él les acaricio sus cabecitas con ternura.

- Qué podemos hacer para que estés alegre otra vez, Sagara sama? – pregunto Megami cuando se hubo separado del abrazo colectivo.

- Tal vez arreglar las cosas entre nosotros – contesto una voz femenina hasta ese momento desconocida en la escena.

Todos voltearon a mirar a la extraña mujer que se afirmaba en el soporte de la puerta.

- quién es usted? – ladró con desconfianza la pequeña Akai – este sector no recibe visitas a menos que sean autorizadas por Sagara-sama.

- Eres una niña adorable… se nota que lo quieres mucho – sonrientea mediasla mujer adelanto unos pasos hacia el grupo que la observaba expectante, mas Sanosuke la miraba con seriedad.

- Qué haces aquí? – preguntó al fin el hombre.

- Te he llamado varias veces ayer y hoy… te deje mensajes con tu hermana y madre… pero parece que no te los han dado.

- Si me los dieron, pero no quise responder, son cosas sin importancias ya.

- Para mi lo siguen siendo, quiero arreglar todo entre nosotros.

- Arreglar qué?... no hay nada que arreglar… no sé de qué hablas? – los niños parecían público en pleno partido de tenis, mirando a uno y otro participante en esa conversación con un signo de interrogación marcado en la cara – por favor sal… como dijo Akai este lugar no es de libre circulación… yo autorizo quien entra y quien sale… y tú no debes estar aquí.

- Pero Sanosuke… – alargo el paso hacia él, pero tres pequeñas sombras se interpusieron en su camino.

- Qué pretende con Sagara-sama? - cuestiono Megami.

- Él le dijo que se fuera – asevero Aya.

- Esta sorda acaso, vieja bruja – increpo Akai.

Los tres niños del grupo largaron carcajada por el insulto y actitud de la más pequeña de las niñas.

- ustedes lo quieren mucho no? – preguntó Megumi, quien lejos de enojarse por como la mas pequeña se refirió a ella, sonreía divertida de ver como las niñas con sus cuerpecitos protegían al doctor.

- Las tres nos casaremos con él cuando crezcamos… - dijo Megami, la más alta de las tres, con los brazos en jarra y la mirada desafiante - … es el amor de nuestras vidas.

- Que tiernas son – la pelinegra acaricio la cabellera de Aya con ternura – cuídenlo mucho… él se merece lo mejor… cuídenlo como no lo hice yo – se agacho para quedar a la altura de las niñas, pero cuando pronunció la última frase miró directamente a Sanosuke.

El castaño había observado la escena entre la mujer y las niñas en absoluto hermetismo, solo abriendo los ojos exageradamente cuando las pequeñas hablaron de matrimonio.

- Qué deseas arreglar? – pregunto luego de algunos segundo manteniendo la mirada de la pelinegra.

- La estupidez que dije ayer. – sonrió Megumi al ver un alo de esperanza – Se que dije que nunca hablo por hablar, pero ayer dije esa estupidez… te trate peor que a un… - se calló de golpee al recordar que estaban los niños ahí – no dije lo que realmente sentía…

- A dónde quieres llegar? – preguntó Sanosuke entrecerrando los ojos, escudriñando en su mirada suplicante.

- Quiero que intentemos algome gustas… me gustas mucho… - lo confesó bajando la mirada apenada - tanto así que no he hecho otra cosa que pensar en ti estos días, por eso mi insistencia, por eso las llamadas… quiero estar contigo…tu me gus…

- Qué te hace pensar que yo también lo deseo – siseó el hombre, con desprecio en su tono de voz. Megumi lo miro perpleja, no esperaba ese tipo de respuesta – vete de aquí, este lugar no esta autorizado para visitas – volteo dándole la espalda, encaminándose con los niños a sus respectivas camas. Ellos lo siguieron en silencio, solo Akai miró de reojo a la abatida mujer.

Keizai con Tamashi le acercaron el estetoscopio y la linternilla, para que iniciara su examen rutinario, siendo la primera Megami. Aya y Akai lo observaban sentadas en sus camitas, a la espera de su turno. Todo en un tenso ambiente, ninguno de los niños se atrevía a hablarle a Sanosuke.

Por otro lado, Megumi no se movía de su lugar, con la vista perdida en algún punto del suelo, sintiendo en la boca esa sensación amarga de la perdida, de ser derrotada. Si ella siempre lo tuvo todo, ahora se sentía desprotegida, vulnerable, pero más que nada Despreciada. Lo quería a él, pero él no quería nada con ella. Ese es un golpe muy difícil de digerir, en alguien acostumbrado a que se le cumpliera su voluntad.

Necesitaba algo de que aferrarse. Alguna oportunidad de tener a su lado lo que, en este momento, mas deseaba (¬¬: yo también lo quiero!). Si por algo era conocida, era por su tozudez y persistencia, y este momento no seria el primero en su vida donde abandonaría su propósito.

- t… te… compro… - murmuro de pronto. Aya y Akai, que estaban mas cerca, la miraron confundidas, más Sanosuke solo la vio de reojo, como si no le importara lo que dijera – T-TE… C-COMPRO! – grito de repente.

Ahora sí que había captado totalmente su atención, sumándole la de los seis niños. Le tembló por un momento el labio inferior al ver los ojos del castaño puestos sobre ella, pero al segundo repitió enérgica y con seguridad: - te compro Sanosuke Sagara.

- …?

- Con siete cheques de dos mil cada uno, te asegurare por una semana… - al tiempo que comenzó a hablar tan rápido como diera su lengua, se dedicó a buscar con torpeza la chequera dentro de su gran cartera, como forma de evitar ver directamente los ojos de Sanosuke y ponerse mas nerviosa de lo que ya estaba - … tiempo suficiente para que te des cuenta de que…

- ESPERA…

- …? - hasta los niños dieron un respingo por el tono severo y brusco con que Sanosuke frenó a la mujer.

- Por qué todo debes reducirlo a dinero… todo para ti es un algo que usar, un desechable… algo fácil…. todo lo compra tu dinero… - la voz de Sanosuke era ronca, profunda, hostil - … yo no soy un articulo en oferta, algo que puedas envolver y llevar a tu casa en la cajuela de tu sedan… soy un ser humano… con orgullo… no soy un negocio… mis sentimientos, mis acciones, mis deseos no se pueden comprar – poso una mano sobre la cabecita de Saru – si quieres felicidad el dinero no te lo dará… te ayudara, pero no perdurara… no será mas que una felicidad trucada, un imbécil engaño que tú misma te has armado… - adelanto unos pasos hasta la mujer - entiende Megumi… - murmurando en su oído le hablo para que no escucharan los niños - los sentimientos de la gente no se compran… pues nunca de ese modo serán sinceros… nunca ese amor será honesto… será una mentira – pasó de largo hasta la puerta de la habitación, la cual abrió – ¡Por favor haga abandono de este sector no autorizado a las visitas!. ¡Si lo necesita llamare a un guardia para que la guié hasta la salida!.

El tiempo se volvió lento para todos los habitantes de esa habitación, nadie deseaba hablar por medio a alterar mas las cosas. Los niños incluso contenían la respiración a la vez que mantenían la vista fija en la mujer, quien aun le daba la espalda al doctor, enclavada en medio de la pieza.

- no… no es… no es necesario – dijo finalmente Megumi rompiendo el incomodo silencio – sé muy bien donde queda la salida – se irguió sobre su propio peso y echándose el pelo hacia atrás, volteó hacia el castaño. Se despidió con una venia hacia los niños, quienes respondieron automáticamente. Luego de eso, emprendió su andar hacia la salida que aun le mostrara Sanosuke, pero al pasar junto a él se detuvo – me haz hecho más daño ahora que todos los golpes recibidos en mi vida.

- … - Sanosuke no respondió, ni siquiera mostró alguna expresión en su rostro. Su gesto era neutro, indescifrable, firme.

- Te odio… - le susurro ella antes de juntar sus labios con los de él, en una caricia fugaz, pero llena de sentimientos –… te odio con toda mi alma… – le sonrió tristemente, ocultando sus ojos acuosos bajo el flequillo al marchar de la habitación.

Él cerró la puerta cuando ella ya hubo desaparecido y emprendió retorno hacia las camas para seguir con su rutina de examinación en los niños. Llamó a Tamashi, para continuar, el niño corrió lo mas rápido que dieron sus pies. Los demás se miraron entre si, aun no entendían cómo es que Sanosuke podía ser tan frío y arrogante.

- ERES UN MOSTRUOOOOOOOO – todos voltearon a ver sorprendidos a la pequeña Akai, quien con la mirada desafiaba al doctor que la observaba por el rabillo del ojo – SI DICES QUE ELLA ES EGOÍSTA, TÚ LO ERES AUN MAS… AL TRATARLA DE ESE MODO – Megami la tomó por los hombros para calmarla, pero en un movimientos brusco se apartó - SI ELLA TE QUERIA COMPRAR, TU TE HAZ VENDIDO A TU RENCOR.

- Akai!... – susurro el castaño

- ERES UN TONTOOOOOOOO – le grito la niña con toda el alma, al borde de las lágrimas. Aya se acercó a ella y la abrazó, escondiendo Akai su carita en el pecho de la mayor. Los otros niños rodearon a las niñas en silencio.

Sanosuke no dijo nada. Solo giró sobre sus talones y dejó la habitación. Después se encargo que una enfermera terminara con la revisión de sus pequeños pacientes.

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Un jeep negro bajaba a toda velocidad por una solitaria avenida. Eran cerca de las diez de la noche y la fuerte lluvia tenia a todos ya guarecidos en sus casas. Solo Sanosuke regresaba a esas horas a su casa, luego de un extenuante día de trabajo… cansador en el sentido de que había tratado por todos los medios de abuenarse con sus seis pacientes predilectos, desde que hace tres días se enojaran con él por pelearse con Megumi.

Apretó mas las manos en torno al manubrio, dejando sus nudillos blancos por la presión. El recuerdo de esa discusión lo traía con el ánimo por el suelo y con la furia por las nubes.

Era un caos en el trabajo, le ladraba a todas las enfermeras si cometían el mas mínimo error, trataba fríamente a todos sus pacientes, nadie se le acercaba por la cara de ogro que traía… incluso un niño con quien chocó en el pasillo del hospital, salió corriendo al borde de las lágrimas, por la cara de demonio que le puso Sanosuke.

Suspiro cansado, tratando de concentrar su mente en el camino y así, alejar de sus pensamientos aquella mujer, que lo atormentaba de día y de noche.

Escuchaba una voz femenina y la recordaba. Sentía un aroma y la recordaba. Incluso, la vio en un sueño loco que tuvo anteayer por lo que no pudo pegar los párpados en toda la noche. Pero lo peor era cuando se aterrorizaba ante cualquier mujer que se le asimilara anatómicamente, tanto así, que ayer llegó a esconderse tras una planta del hospital al creer que ella venia en dirección contraria, pero no era Megumi.

Y para su mala suerte, ahora en la radio de su auto se escuchaba el tango que bailaran aquella vez… pero contrario a lo que todos esperaríamos, se dedico a escucharlo, tarareando cada compás, marcando el ritmo con sus dedos índices en el manubrio, disfrutándolo de algún modo, tal como lo disfrutó en esa oportunidad.

Esa oportunidad… que lejana sonaba esa frase y solo había sido hace tres días atrás, pero él no dejaría su orgullo y su dignidad a cambio de profesarle amor a una mujer que lo había decepcionado.

¿Decepcionado?

Así era como se sentía: decepcionado, traicionado, desilusionado, desencantado, melancólico, triste, derrotado… un sin mundo de sin sabores… una extraña amargura en el corazón.

Le hubiera encantado que algo entre ellos surgiera, pero esa decepción… era grave según él. Él no la merecía.

El tango calló al tiempo que apagaba el motor, descendió del auto sin prisas, cargando su pesado maletín en una mano y el impermeable en la otra. Apoyo la espalda en la pared del ascensor, luego de apretar el botón de su piso. En el primer piso, subió la señora Hitashi con su perro en brazos. Sanosuke apenas la saludó, arrinconándose a la pared contraria, pues destetaba a ese poodle toy. Mas perecía un juguete a pilas que un ser vivo.

Asintió con la cabeza a cada cosa que le hablara esa mujer, pero sin prestarle la menor atención. Se despidieron con formalidad en el piso 5º y él siguió hasta el suyo, el 10º. Giró la llave, pero se extraño al darse cuenta que ésta solo dio una vuelta. Alguien ya estaba ahí, pero quién… solo Kaede tenía llave además de él, para poder hacer el aseo del departamento tres veces.

Entró con sigilo en la casa, con desconfianza en la mirada, esperando no toparse con un ladrón dentro de ella. Sin embargo, al prender la luz, grande fue su sorpresa a ver la sala atestada de ramos de flores; de los más diversos colores y tamaños.

Un ramo de rosas rojas se destacaba en la mesa de centro, por lo que se acercó a éste para buscar alguna tarjeta que le diera noción de lo que allí sucedía.

Extrajó la pequeña tarjeta de su sobre, pero esta solamente decía: Perdón . Nada más que perdón, ni firma, ni remitente, ni nada por el estilo.

- perdón… - susurro para si, como si el pronunciarla le diera alguna pista.

- Sí… perdón… - dijo una voz femenina a su espalda – perdón por humillarte… perdón por herirte… perdón por mi insistencia. – a medida que la mujer decía cada frase iba acercando un paso hacia Sanosuke que aun le daba la espalda – Perdón por quererte… - le abrazo rodeando su cintura –... suki da Sanosuke.

- ¿Cómo entraste!... – cortó con rabia en el tono de voz. Restándole importancia a la última frase.

- eso no importa…

- claro que importa…TU… - se volteo para enfrentarla, pero quedo sin habla al observarla. Tenía el cabello mojado, las mejillas sonrojadas, y solo llevaba puesta una camisa… una camisa de él. Se veía sensual, hermosapara cortar el aliento… para dejar sin habla.

- Me empape con la lluvia al venir … así que tome esta camisa de tu ropa… - contesto adivinando los pensamientos de Sanosuke – cuando llegaste me alistaba a secarme el cabello… por eso aun lo tengo así… - sonrió con malicia al tiempo que acariciaba coquetamente un mechón, pues era más que clara la impresión que había causado en el castaño.

- Qué haces aquí?... Cómo entraste? – tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para calmar su incipiente deseo, y poder con tranquilidad hacer esas dos preguntas.

- Te dije que eso no importaba… traje vino… - señalo rápido para desviar el tema, pero Sanosuke golpeo la muralla frente a ella y ladró: - DIME CÓMO DIABLOS ENTRASTE A MI DEPARTAMENTO?

- Alguien me ayudo… - ella desvió la mirada

- Quien?

- No lo diré… - negó con la cabeza.

- Hazlo… - le tomo por los brazos provocándole dolor a la mujer – dime…

- No, no… me lastimas…

- Dime y te soltaré…

- NO

- HAZLO

- NOOOO

- DIMELO

- TE DIJE QUE NO…AHHH! – la empujo a uno de los sillones. No seguiría con esa estúpida discusión por saber quién le había dado las llaves de su departamento… lo hecho, hecho está… ella estaba ahí… ahora lo que debía preocuparle era sacarla del lugar… de su hogar… de su vida.

- Vete… - solicito en un tono grave, pero bajo.

- Seguro? – pregunto ella con sensualidad, al tiempo que cruzaba las piernas y se acomodaba mejor en el sillón. Demás está decir que la camisa que apenas de pie le cubría las piernas, esta vez se recogió al límite de lo pudoroso.

- Eres una descarada – le siseo con desprecio.

- Pero encantadora según tu… - Sanosuke se paso la mano entre sus cabello en un acto que demostraba desesperación. La observo por un rato con los brazos en jarra, sosteniéndole la mirada y tratando de comprender lo que allí sucedía, luego se desanudo la corbata y soltando un suspiro se dejo caer en el sillón frente a ella.

- Qué quieres? – no le daría en el gusto. Él tenia orgullo… le haría saber cuan herido lo había hecho sentir. Él no estaba para juegos caprichosos, si ella solo deseaba seguir con la aventurilla a costa de su persona… él le daría la espalda. Tal vez, él deseaba tanto como Megumi entablar algo , pero no quería engañarse con falsas ilusiones… creyó ver un alo de esperanza al verla allí, pero sus palabras y coqueteo le habían dejado claro que solo lo deseaba por el momento. Cuando menos se lo esperara, lo desecharía.

- A ti… - contesto segura.

- Creí que eso ya lo habíamos dejado claro – levantó una ceja. Preguntándole con el gesto si acaso era tonta que no entendía que no deseaba nada con ella.

- No me mires de ese modo – hizo un gesto de disgusto. No le gustaba esa mirada sobre ella.

- Pues no tengo otro modo de mirarte…

- Podrías mirarme con amor

- Por favor, Megumi! – exclamo con cansancio y fastidio, preguntándose cómo podía ser tan desvergonzada en incluir la palabra amor en su discurso – puedes decirme de una vez qué deseas y así te marchas de aquí… - se refregó los ojos - hoy tuve un día muy cansador… solo deseo ducharme y dormir.

- Yo podría enjabonar la espalda… - le insinuó sensual.

- Puedes dejar de jugar… ya me estas hartando!

- No seas tan duro… solo quiero…

- Jugar!... ESO es lo único que quieres!

- NO ES VERDAD… - contó rápidamente hasta tres para calmarse y seguir – solo quiero arreglar las cosas… tan difícil es entender?... todo lo que hago es por ti – dijo con un gesto de frustración y suplica. Lo miró inquisitiva, mas él tenía la vista pegada en un arreglo floral de Rosas y Liliums, que estaba a su lado derecho.

- Me decepcionaste… - murmuro de un momento a otro el castaño, aun con la vista fija en el ramo - … en un principio me desagradaste… pero a medida que fui pasando el día contigo, me encontré con una mujer fascinante y encantadora, muy inteligente y divertida… además de hermosa… – en esta frase fijo su vista en ella, con una expresión indescifrable para Megumi, pero al seguir hablando volteo nuevamente a las flores pues al verla allí tan hermosa y apetecible sintió su voluntad flaquear -… desde el club la relación entre nosotros cambio… confiaste en mi, abriste tu corazón al hablarme de tus padres… eso te lo agradezco… la cena fue divertida, la conversación agradable e interesante, el tango lo disfrute… lo que vino después… me entregue en pleno, sabes?... porque para mi no fue solo sexo… fue amor… fue único y especial… aunque suene cliché… – sonrió con un dejo de tristeza – me sentí bien en tus brazos, disfrute de tus caricias, de tus besos… te lo quise dar a saber… pero ahí tú me dejaste en claro que no fui más que una diversión pasajera para ti… si deseabas vengarte humillándome… lo conseguiste de la manera más magistral posible….

- ESO NO ES CIERTO! – grito Megumi corriendo a su lado y aferrando su cara con la manos lo obligo a fijar su vista en ella – lo que… lo que dije fue una estupidez… cuántas veces deberé repetírtelo?... tú… también me haces sentir bien, me haces sentir especial, querida… contigo me siento protegida y acompañada… ENTIENDES!… no eres un capricho… te quiero… y deseo que tú también lo hagas – apresó sus labios con pasión y entrega, su caricia era delicada y lenta, dando lo mejor de si para que cayera en cuenta de lo mucho que lo necesitaba, que deseaba su cariño, su compañía. Sin embargo los labios de Sanosuke seguían impávidos. No respondían a su caricia, esto la lleno de angustia, por lo que a medida que le seguía besando con mayor insistencia comenzó a suplicarle – res… póndeme… - una lágrima escapó de su ojos – respóndeme… - sus puños comenzaron a golpearle suavemente el pecho – respón…deme… - ya rendida apoyo su frente a la del hombre y sin abrir los ojos murmuró – res… pón…deme, por fa… vor…

"Está llorando?... Está llorando por mi?" se pregunto el castaño, por un momento sus brazos tuvieron la intención de rodear a Megumi, pero su conciencia le grito ¡alto!

Sanosuke se apartó de su agarre y se levanto del sillón – necesito pensar… – fue todo lo que murmuro.

Megumi, ahogando el llanto, corrió a la habitación del castaño donde dejara su ropa. Se vistió rápida y torpemente, apenas estuvo lista salió a la sala. Sanosuke seguía de pie en el mismo sitio. Sin decirle adiós, dejó el departamento, dando un ligero azotón a la puerta.

Sus pies pesaban, por lo que su andar fue lento una vez hubo abandonado el edificio. La lluvia caía rauda sobre su cabeza, alzo la vista para contemplar el cielo, mas la visión de un paraguas le tapo la vista.

- Solo conseguirás un resfrió, kitsune tonta – ni siquiera miro quien le hablaba, solo se arrojo a abrazar su cuello. Un paraguas rodó por el suelo, al caer de las manos de su dueño, pues estas rodeaban la cintura de la mujer.

- No importatengo un doctor para que me cuide.

- Discúlpame por ser tan orgulloso, pero…

- Los peros están demás… - le sonrió – bésame de una vez – y se besaron. Como si fuese la primera vez que lo hicieran, siendo testigo muda de ello, la lluvia que cae sobre Tokio.

0o0o0o0o0o0o…EPILOGO…o0o0o0o0o0o0

Ya llevamos más de un año con Megumi, y seis de vivir juntos, de mucho rogar pude al fin convencerla de que abandonara ese hotel. Aunque de ella fue de la idea de convivir, yo no deseaba hacerlo en un hotel, sino en un hogar que ambos concibiéramos como nuestro. Por otro lado, el vivir en un hotel me hacia sentir que con ello solo satisfacía aún mas su sentimiento de soledad, sin embargo, ahora me tiene a mí y yo no la abandonare.

Sí, ahora nos amamos. Me lo dijo el otro día cuando paseábamos por la playa. Me tomó por sorpresa, pero luego le respondí con la misma frase, que sabia que albergaba en mi corazón hace tiempo, pero tenía miedo de que por ella se alejara de mí. El Te amo implica muchas cosas, entre ellas un grado de compromiso mayor, que sé del cual Megumi rehuye a veces, por eso aun no deseaba decírselo, aun cuando mi corazón se lo transmitiera en cada gesto posible.

Hoy a citado a todos; léase mis amigos, hermana y madre; a una cena en un restorant muy popular en la ciudad. No sé bien la razón, pero aniversario de algo o cumpleaños de alguien no es, tengo buena memoria para esas cosas.

Están todos aquí. Misao y Aoshi disfrutando ya de los cinco meses de embarazo de la comadreja. Kenshin y Kaoru están viviendo su eterna luna de miel, se han casado hace cinco meses, pero parecieran que llevaran una eternidad juntos. Mi madre me mira con una sonrisa de oreja a oreja, mientras platica secretamente con la kitsune; se han hecho muy amigas, a veces me dan miedo, pero me alegra que se lleven tan bien.

Pero lo que me da más miedo, es la relación de amistad que formó con mi hermana. Luego de algunos meses supe que fue Misao quién le dio las llaves del departamento. Se conocieron el día que yo la eche del hospital, en la puerta de entrada. Misao le invito un café y Megumi ahí le contó toda nuestra pelea. A mi hermana como le gusta hacerme la vida imposible, ideó el plan de las flores. Le pidió las llaves a Kaede, mi nana, y se las dio a Megumi para que sucediera lo que tenia que suceder. Es decir, terminar empapados bajo la lluvia, besándonos y riéndonos como adolescentes.

Sin embargo, nos ocupamos de secarnos y entrar en calor retornando rápidamente a mi departamento.

Ahora, Megumi se para de la mesa, al tiempo que golpea una copa con un tenedor, para captar la atención de todos, inclúyase mesas aledañas. Da un pequeño discurso de agradecimiento a todos por haber venido, luego me dedica unas palabras a mí. Le sostengo la mirada y ese brillo especial, que nunca antes he visto en ella, me embarga con una sensación de felicidad y ansiedad el corazón. Dirige sus pasos hacia mí, se arrodilla como un príncipe ante una princesa y extiende una pequeña caja negra ante mis ojos.

- deseas casarte conmigo? – pronuncia con un hilillo de voz, debe tener tanto o mas nerviosismo y vergüenza que yo. Por eso mismo es que reacciono así, riéndome a carcajadas. Todos me miran sorprendidos, excepto mi madre que lo hace con desaprobación, pero es que no lo puedo evitar.

Siempre es Megumi quien ha tomado la iniciativa, incluso siempre la molesto diciéndole que ella es el lado masculino de esta relación. Pero esto no me desagrada. Me encanta que me regale flores, chocolates y peluches; me encanta que me lleve al cine o a algún restorán; me encanta que me controle al celular; me encanta que me cele con las enfermeras o doctoras del hospital, en fin, me encanta que sea ella. Porque me he dado cuenta que yo soy igual...

- Acepto – respondo al fin, tratando de controlar la risa y evitar así que la Tormenta-Megumi caiga sobre mí.

Todos aplauden, inclúyase mesas aledañas, cuando nos besamos.

- Estuve a punto de asesinarte si no dejabas de reírte – me susurro Megumi con tono burlón, al terminar el beso.

La cena siguió normal. Aunque las mujeres se enfrascaron en arreglar todos los detalles del acontecimiento; nosotros, los hombres, optamos conversar sobre deportes y política, obvio no?... dejándolas a ellas decidir el mejor color para el vestido de Megumi. No es que no me interese, pero aunque se disfrazara del pajarraco amarillo de Plaza Sésamo se vería hermosa para mí.

La cena terminó y todos ya se han ido, nosotros deberemos caminar unas dos cuadras más abajo, pues allá dejamos estacionado el auto. Vamos con los dedos entrelazados, luciendo nuestros anillos de compromiso con orgullo. Queremos que todo el mundo al vernos pasar sienta nuestra felicidad, pero… nadie nos vera, pues somos los únicos tontos caminando bajo la lluvia que cae a raudales sobre Tokio.

- corramos hasta el auto, Sanosuke. Me estoy empapando hasta los huesos – me solicita, adelantando unos pasos adelante, al tiempo que me jala de la mano. Pero yo la detengo y la atrapo en un abrazo.

- No te preocupes. – le sonreí con malicia - En casa tengo una camisa que te quedaran bien

Y ambos nos besamos, como aquella vez… cuando la lluvia caía sobre Tokio.

0o0o0o0o0o0o...Owari...o0o0o0o0o0o0

Lunes, 14 de agosto de 2006

Permítanme guardar este momento de emoción… es que después de un mes de trabajo, por fin he dado termino a este oneshot… aunque… 34 paginas de Word se consideran un oneshot? jejejeje!

Como lo explicara antes, este oneshot nació de la conversación que sostuviera con Alis chan, mi comadre y "libreta msn de fic" XDDD.

Intente hacer que Megumi fuera la que dominara las situaciones, la que llevara las riendas, quien fuera la q manejara el poder… espero haberlo conseguido… aunque no pude evitar que ella fuera tras Sanosuke… son cosas que no puedo evitar.

Muchas gracias Alis, por tu idea para el final… espero que haya creado algo digno de tu idea inicial… muchas gracias por tu apoyo.

Un beso a todas las que lean este fic… espero que sus ojos no ardan después de leer esto…

Especialmente dedicado a mis kazukos… mis neechanes las quiero mucho…

Se despide de todas… gritando ¡mujeres al poder!

Arcasdrea©