Inspiración musical: Hunger — Florence + the Machines.


"—Ella volverá, no tiene a dónde más ir".

Mokuba sabía que no era cierto, que Yura bien podría encontrar refugio en Atem, y se lo hubiera advertido a Seto de no ser porque implicaba confesar su mentirijilla.

Esa pequeña astilla de remordimiento lo llevó a ignorar a Kisara, buscar su tableta y rastrear la ubicación del pequeño broche con las siglas KC que Yura todavía llevaba puesto cuando abandonó la mansión.

Teléfono en mano designó a uno de sus guardias conducirlo a la dirección marcada con un punto rojo en el dispositivo. El acercamiento sucedía entre curvas y avenidas, primero cruzaron el semáforo de la plaza del reloj, después siguieron de largo hasta dar con la calle a la derecha, doblaron luego hacia la izquierda, continuaron hasta la siguiente avenida y tras doblar en U, pudo dilucidar las inmediaciones del complejo de apartamentos donde avistó a Yura con el andar de un zombie y estrujándose las lágrimas.

Tan pronto el auto se detuvo en la acera, Mokuba abrió la puerta del asiento trasero.

Sube— ordenó a secas.

No creo que a Seto…

No estoy pidiendo tu opinión — imitó el timbre autoritario del mayor—. Sube.

Tu hermano me echará a patadas.

Yo también soy un Kaiba y la mansión también es mi casa.

La vio parpadear atónita, echando luego un vistazo a su alrededor dio la impresión de esperar que algo o alguien apareciera de la nada a sacarla del aprieto. Con un suspiro de resignación abordó el vehículo, que se puso en marcha de inmediato.

¿Cómo supiste dónde estaba? — Quiso saber mientras observaba el paisaje al otro lado del vidrio.

Nuestra tecnología permea toda la ciudad.

O sea, que me tienen vigilada tanto si estoy en la mansión como si no. ¿Cuál es el empeño en que regrese si da igual?

No es "igual" tener las cartas del enemigo sobre la mesa que por debajo— guiñó un ojo—. En tu discusión con mi hermano gritaste que ser parte de nuestra rutina te facilitaba el camino, pero yo pienso que, en realidad, te lo pone difícil, y por eso no has hecho nada que nos perjudique, al menos, no por ahora.

La oyó silbar.

Quien diría que detrás de esa apariencia de niño con ojos de carnero manso se esconde tremendo alacrán.

¿Y tú, Yura, tú qué escondes? — Entonó la voz en una amenaza—. Si continúas a la defensiva luego de haberte puesto en evidencia, quedas como una estúpida.

Y, por si fuera poco, creativo para insultar.

¡Estoy hablando en serio!

Ella le devolvió la mirada.

¿Y cuándo he dicho yo que estoy bromeando? Ya les dije todo cuánto está en mi conocimiento, pero al final del día, ustedes van a creer la parte que más les convenga.

No, no lo has dicho todo— frunció el ceño, agudizando su perfil huraño—. No has dicho por qué. ¿Por qué Anubis quiere asesinar a mi hermano? ¿Qué gana él con eso y, sobre todo, qué ganas tú?

¿Qué te hace suponer que un dios está obligado a darle semejantes explicaciones a un ser inferior como yo? Ya se los he dicho, para él soy una pieza más en el tablero.

¿Es porque Seto utilizó el Cubo Dimensional para retar a Atem en el más allá?

La sorpresa plasmada en el rostro de Yura le advirtió a Mokuba la gran metida de pata que había hecho, y que ya no podría retroceder las palabras tapándose la boca al segundo posterior. Las carcajadas surgieron en el aire, el Kaiba menor no supo precisar si eran de burla o ironía.

¿Lo ves? ¡Incluso tú estás mejor informado que yo!

¿O es por su pasado como el sacerdote aquel? — Insistió en lo que consideraba primordial—. ¿Cometió alguna suerte de pecado imperdonable y se lo quiere hacer pagar a mi hermano? Necesito saber, Yura. — Se le escapó un tonillo de angustia—. Necesito saber no solo porque quiero protegerlo, sino porque también… No quiero ser injusto contigo. Demuéstrame que puedo confiar en tu palabra y te aseguro que haré todo lo posible por ayudarte a salir bien parada de esto.

Tu hermano dijo lo mismo y…

Y lo dijo muy en serio —interrumpió—. Pero eso ya lo sabes porque, aun si me lo niegas, es obvio que para ti Seto no es en lo absoluto un desconocido. Hay un triángulo de las Bermudas conformado por el sacerdote, Kisara y tú. Sin embargo, Anubis te escogió a ti en lugar de Kisara para urdir sus planes, incluso cuando se supone que ellos dos estuvieron enamorados. Algún vínculo especial debes tener con el sacerdote aquel.

Yura cerró los ojos parejos a su pecho que subía y bajaba en una honda exhalación.

En ese sentido estoy muy de acuerdo con tu hermano, Mokuba. El pasado debe ser pisado. ¿Qué más da lo que hubo entre nosotros tres? Lo que importa es el ahora, y ahora te vuelvo a repetir lo que ya te he dicho no sé cuántas veces más con esta: yo no soy su enemiga, joder. —Sus cejas cruzadas le avisaron su fastidio—. He permanecido en la mansión con la burda esperanza de ganar tiempo y hallar una manera de complacer a Anubis sin dañar a Seto, pero la verdad es que no sé qué hacer. Me siento como una rana enjaulada: sin dar con la salida por más que brinque o salte. Y si en la discusión con tu hermano no me quebré lo suficiente como para evidenciar mi desesperación pues lo siento, perdón por no tener poderes mágicos y que comparada con Anubis sea yo menos que una gota de agua en el océano.

El menor la compadeció. Nunca se había detenido a pensar que, a diferencia de los villanos combatidos en el pasado, ella no poseía ningún talismán que le brindara poderes mágicos. Pegasus tenía el Ojo del Milenio, Marik, el Cetro, Aigami, el Cubo. Pero, ¿qué tenía la pobre Yura? Nada más que su palabra. Y aunque no podía darse el lujo de confiar en ella por mera precaución, el beneficio de la duda era lo único a su disposición.

Entonces acepta la propuesta de mi hermano, Yura. ¿O acaso Atem te ha dado una mejor opción? — Prestó suma atención a su respuesta, ansioso por saber la naturaleza de la relación entre ambos.

Este lío no se resuelve con irse al bando que haga la mejor oferta— evadió, regresando la vista hacia el paisaje nocturno de la ciudad—. No estoy ni quiero estar en el bando de nadie, sino en el de mí misma. Actuaré según me parezca y que sea lo que Ra quiera.

¿Y cómo pensabas hacerlo? Quiero decir, asesinar a mi hermano.

De cualquier modo que no fuera acostándome con él.

Mokuba reparó en que había sido la única pregunta cuya contestación fue rotunda, en las demás soltó frases a la libre interpretación, lo cual le hiló con otro aspecto desviado en la conversación.

Le dijiste a Seto que Anubis te había prometido salvar lo que más amas en la vida a cambio de asesinarlo. ¿Qué es eso, Yura? ¿Qué es lo que ni siquiera con la ayuda de mi hermano puedes obtener?

El automóvil frenó en la entrada de la mansión. El Kaiba imaginó que huiría de su escrutinio al verla erguirse y apresurar la mano a la puerta, no obstante, arqueó el rostro antes de abandonarlo por completo.

La absolución de mis pecados.

Mokuba estaba dispuesto a replicar cuando, en lo que se tardó parpadeando, ya no estaba dentro del auto.

Había un claro de luna.

Su luz alumbraba frente a él una Yura que no portaba más el uniforme regular de la Corporación. Vestida en harapos y con el pelo curtido, un sonrojo le coloreaba las mejillas que, junto a los labios hinchados y enrojecidos, dibujaron la incredulidad en su semblante.


"— ¡¿Pero qué demonios…?!"


El portazo que se oyó en la lejanía coincidió con el arribo de Mokuba y Yura en el vano de la puerta.

Kisara, al pie de la escalera, notó al pequeño Kaiba subir presuroso cada peldaño, dejándola a solas con Yura.

Ambas permanecieron midiéndose con la mirada, mas la de Kisara era tan torva que parecía una chispa de electricidad desprendiéndose de sus ojos para conectar con los de Yura, que a modo de defensa devolvieron la chispa y se repelían entre sí como dos polos opuestos.

"...Yura te ha mentido…"

Retumbó en su cabeza.

"...Ella es la imagen original frente al espejo, ella es la existencia que tú imitas…"

Todo ese cuento que inventaste sobre el espejo y el reflejo— empezó su voz cargada de indignación—, sobre tus sentimientos hacia el señor Seto y tu supuesta amistad conmigo… Todo fue una mentira, ¿no es así?

No, no lo fue— encogió los hombros—, pero imagino que, al igual que Seto y Mokuba, lo único que pasó por tu oído fue que recibí la orden de asesinar y no que aún pudiendo hacerlo, yo no lo he llevado a efecto. Al final cada quien toma por verdad lo que más le sirve.

No lo permitiré. —La ira en ascenso le curvó las cejas hasta casi hacerle ver cejijunta—. Así me cueste la vida, no permitiré que pongas un dedo sobre el señor Seto.

¡Joder! ¿Será que hablo en jeroglíficos que ninguno entiende que no soy su enemiga?

Él acaba de besarme— se tocó los labios, dejándose llevar a pleno por la sensación de superioridad y triunfo que se reflejó en ellos con una sonrisa.

Gozo que se intensificó al ver a Yura boquiabierta.

¿Hablas en serio? De verdad… ¿De verdad se han besado?

Sí.

¡Por la barca de Ra! (1)

En lo que pareció un salto de gimnasia, Kisara tuvo a Yura encima suyo en un abrazo eufórico. Perpleja, se mantuvo tiesa con ella entre sus brazos, y el asombro mutó a desconcierto cuando depositó un sonoro beso en su mejilla antes de separarse.

¡Te lo dije, mujer! ¡Te dije que era cuestión de arrojarse!

Kisara por poco se arrepintió de haberla hecho blanco de amenaza al constatar la aparente felicidad que celebraba cual si fuera el beso su propio logro.

No te comprendo, Yura— profesó, ablandada por su accionar—. ¿Cuánto de lo que dices es mentira y cuánto es verdad? Si lo haces, si dices la verdad, borrarás de un plumazo toda sombra de duda sobre ti. Si lo haces, yo estaría dispuesta a escuchar…

Todavía no, Kisara.

Lo que se borró de un plumazo fue la emoción que segundos antes parecía haberla embargado.

Todavía no estás lista para escuchar una historia en donde tu amado señor Seto no es el héroe, sino el villano de mayor sevicia.


El beso entre Kisara y Seto, paralelo al suyo con Jonouchi, sembró altas esperanzas en Yura. Se permitió soñar con que tenía posibilidades, con que Aigami tal vez estaba en lo cierto y Anubis no era lo vil que se planteaba en el pensamiento, al que también dejó volar en una nube de optimismo.

Durante la semana de preparación al evento, Kisara y Mokuba se habían comportado como dos guardaespaldas más de Seto. Nunca lo dejaban a solas con ella ni ella intentaba acercarse o abordarlo, de manera que aprovechó esa distancia para hacer progresos en su relación con Jonouchi, escapándose cada que le era posible a la Duel Tower Cafe cuando se le asignaba ir a Kaiba Land.

Por suerte, los hermanos Kaiba resultaron ser muy objetivos en sus roles como empresarios y pusieron el asunto en un segundo plano para dedicarse al proyecto que tenían en puerta.

Todo lo relativo a su presentación fue regido por Mokuba, y aunque en su panorama mental se llevarían como perros y gatos de allí en adelante, acabó dándose todo lo contrario. Descubrió que Mokuba era un chico de trato fácil y bastante agradable, lo suficiente para encariñarse con él. Puede que algunas veces le saliera "la vena Kaiba" haciendo comentarios mordaces y mostrándose presumido, pero tenía empatía, una cualidad que a Seto le faltaba cultivar.

Yura supo que había cometido el error de juzgar a Mokuba en base al comportamiento de Seto cuando entre los dos existía un abismo de diferencia. No que la tratara como una reina, pero tampoco era hostil. Sin proponérselo, entre ambos fue surgiendo una especie de amistad, lo cual era muy surrealista si tomaba en cuenta que debía estar allí para finar la vida de su hermano mayor.

Y en una rara contradicción, ahí estaban, metidos en el cuarto de él nada más llegar a la mansión y darse una ducha, seguros de que Seto se había encerrado en su cueva— a la que llamaba laboratorio— y que no repararía en las bolsas de chucherías que Mokuba escondía debajo de su cama para devorarlas mientras jugaba un videojuego o, como pasaba en ese momento, una partida de Monstruos Encapsulados (2).

—Yura— el tono serio con que había pronunciado su nombre le anticipó que lo que pensaba decir no guardaba ninguna relación con la partida en curso—, seré sincero contigo porque se trata de Seto.

— ¿A ver?

Mokuba hizo contacto visual. Ella notó que, si bien sus ojos eran de un azul tirando a amatista, se parecían a los de Seto cuando afilaba la mirada.

—Creo que le gustas a mi hermano.

"—Creo que le gustas a mi hermano".

La oración se repitió cual eco, dejándola cascada y vacía.

—No… Eso… Eso no puede ser.

Quería reír como siempre lo hacía, el mecanismo de defensa que se activaba por instinto con miras a reducir el impacto de las verdades cuando le abofeteaban la mejilla, mas ninguna carcajada emergió de su garganta.

"—Creo que le gustas a mi hermano".

—Hace unos minutos, estando nosotros en camino a la salida del estadio, él te miraba con una expresión compulsiva, ansioso por alguna señal que le indicara que tú también le estabas prestando atención, que estabas dispuesta a ser quien rompiera el hielo y diera su brazo a torcer.

—No, no.

—Lo conozco, Yura, lo conozco mejor que nadie.

"—Creo que le gustas a mi hermano".

No podía ser posible que unas simples palabras sepultaran toda la esperanza y el mínimo avance que hasta ese minuto había conseguido arañar. Y fue esa misma esperanza, cuya mecha encendida resistía todo intento de apagarle, lo que bañó de luz su entendimiento.

—Eso es imposible, Mokuba, porque tu querido hermano se besó con Kisara la noche en que me trajiste de regreso.


Incapaz de predecir el beso, Seto quedó momio e indefenso a la intromisión de Kisara. Los movimientos, aunque igual de torpes que desacompasados, eran firmes, lentos pero sin pausa.

Ahogado por el pánico, cerró los ojos con fuerza, y los azules de Yura iluminaron su penumbra. Sus dedos buscaron ceñir otra vez la cintura, deslizarse por la piel a encontrar la suavidad del terciopelo, y la sangre volvió a circular por sus venas al reconstruir la imagen de ambos rompiendo la tensión con el beso por el que tanto se había reprendido en su imaginación.

Entonces su boca sintió sed por aquellos labios que estiraban para volver a cerrarse sobre los suyos. Las lenguas se tocaron durante un leve ensanchamiento, con un movimiento en espiral probó su sabor. El aliento se comprimió en un gemido y no alcanzó a precisar si era de ella o de él.

Admirado por ese repentino placer que viajó por su cuerpo como una oleada de cosquillas, queriendo asegurarse de que lo experimentaba con los pies sobre la tierra, se atrevió a abrir los ojos.

Un claro de luna alumbraba a Yura vestida en harapos, con el pelo curtido y revuelto, y las mejillas coloradas en un sonrojo que, junto a los labios hinchados y enrojecidos, dibujaron la incredulidad en su semblante, cual si ella fuera la primera persona en no dar crédito a lo que acababa de suceder.

La figura de Kisara se fue superponiendo como un juego de capas hasta recuperar su apariencia original, cuando Seto fue consciente de que había sido ella y no Yura a quien había besado, la sangre se le subió al rostro con lo intempestivo de una brasa y así mismo, como si tenerla en brazos le quemara los dedos, la empujó con tal ímpetu que pudo escuchar un quejido amortiguado al impactarse contra la pared.

Volvió a ponerse en órbita con el mundo enfilándose al pasillo. No permitiría que le viera la cara y se diera cuenta del bochorno que la enrojecía de la frente a la barbilla.

¡Señor Seto, espere!

¡Cállate! — Escupió, sin darse la vuelta—. ¡Creí haberte dejado en claro que, si querías llevar la fiesta en paz, no me confundieras con ese maldito sacerdote!

¡También me dijo que hiciera lo que quisiera con mis sentimientos! — La escuchó gritar a sus espaldas, esforzándose por copiar sus pasos—. ¡Y he decidido que quiero que usted, Seto Kaiba, me ame tanto como me amó el sacerdote Seto!

¡Yo no…!

¡Usted me correspondió! — Esa línea lo paralizó a medio camino entre la sala de estar y la escalera empinada hacia su propio cuarto—. No se engañe a usted mismo diciendo que no significa nada.

"—Significa que estoy perdiendo el control, significa que Anubis está logrando lo que quiere, significa que estoy en peligro y significa que debo correr a Yura de esta mansión antes de que sea demasiado tarde."

Empezó a subir los escalones haciendo de oídos sordos a sus palabras.

Yura nunca le amará como yo, señor Seto— afirmó con voz estropajosa—. El día en que firmamos el contrato, antes de reunirnos con usted, el Faraón se apareció de la nada reclamando por ella y el joven Mokuba y yo la vimos marcharse muy a gusto con él.

En el salto de un segundo al otro los escalones faltantes giraron en círculos y una pesada bola le aplastaba las vísceras como si acabara de tragarse una piedra. Tuvo que agarrarse del pasamano para evitar sucumbir al instante de vértigo que le ocasionó recordar ese día.

"— ¿Sí, hermano?

¿Dónde está Yura? Te dije que las dos debían estar aquí.

E- está en el baño. Al igual que a Kisara, la modernidad le abruma, estoy buscando un medicamento para las dos antes de llegar contigo. Enseguida estamos allá".

No era la nueva posibilidad de que Atem y Yura fueran cómplices lo que le había valido el malestar, sino que Mokuba— SU Mokuba por todos los cielos— le hubiera mentido siendo el primero en intuir el riesgo sobre su vida y que los detalles así de triviales o mínimos podrían ser un espada de doble filo.

Por un instante que apenas duró lo que un microsegundo, deseó con todas sus fuerzas que fuera Kisara quien estuviera mintiendo, lo deseó con tanto fervor que se sintió igual de patético que un niño pidiendo un deseo a una estrella fugaz.

Sin mover los labios, eliminó la distancia que lo separaba de su habitación y la cerró con un sonoro portazo.

El laboratorio dejó de ser una guarida para sus más íntimos pensamientos. Ahora le bastaba mirar la puerta y el endemoniado recuerdo del beso lo invadía todo.

En toda la semana se autoimpuso una orden de alejamiento para con Yura. En cambio, se sumergió entre los papeles de su oficina, sin objetar que Mokuba se hiciera cargo de todo lo relacionado con su exhibición al público. Esa distancia le facilitaba aplazar el enfrentamiento y reclamarle por su mentira.

Seto se sabía capaz de enfrentarse a lo que fuera, pero jamás a su pequeño Mokuba. De modo que hizo lo que siempre hacía cuando eran niños: sentarse a esperarlo. No tuvo que hacerlo por mucho tiempo, el sistema de seguridad anunció que había completado el escáner de su retina y al segundo estaba frente a él en un estado de absoluta exaltación.

— ¡¿Por qué no me lo habías dicho?!

— ¿Qué cosa? — Respondió con otra pregunta, sumido en calma.

— ¡Que te besaste con Kisara!

—Pensaba hacerlo cuando tú me dijeras por qué consentiste que Yura se marchara con Atem el día en que pactamos el acuerdo.


(1) Trataré de explicar esa referencia con palabras sencillas: para los egipcios, Ra representaba el sol. El sol, pues, sale por el Este y se oculta en el Oeste. Los egipcios pensaban que Ra recorría esta distancia viajando en una barca.

(2) Según el manga, Mokuba es habilidoso en el juego de los Capmon, que traducido significa Monstruos Encapsulados.

() Este capítulo me sacó un ojo de la cara y no es broma (mientras luchaba con él, tuve una irritación en el ojo derecho). A decir verdad, es el que menos me gusta de los que he escrito y hay chance de que lo edite/elimine en el futuro. No tienen idea de lo dura y crítica que puedo llegar a ser conmigo misma, jajaja.

En mi mente, estaba supuesto a continuar esa plática entre los hermanos Kaiba, pero decidí cortarla porque no quería llegar a las 4000 palabras, no me gusta que los capítulos sean tan largos, los prefiero rondando las 3000-4000 aunque eso implique que sean más en número y que se sienta que la trama no avanza. O, al menos, a mí me da esa impresión, quiero decir, la impresión de que la trama no avanza. Por eso, el capítulo siguiente será Anubis centric, no olviden que él es el verdadero protagonista de esta historia, quedan advertidos porque, como dicen por ahí: "sobre aviso no hay engaño".

Me he dado cuenta de que Mokuba es un personaje crucial en esta historia. También las mentiras, jajajja. Tratando de salir de mi bloqueo, me puse a leer a García Márquez en su libro "Cómo se escribe un cuento", y allí se plasma una frase que me hizo decidir el rumbo que habría de tomar este capítulo: «que los personajes digan siempre la verdad me parece una mentira».

¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LEERME!