XXVII

-¿Quién eres?- esa pregunta de nuevo, provenía de Gokú, sabía que algo le ocultaban, que solo le habían contado una parte de una verdad más inmensa, era lo usual en aquellos guardianes, que le daban la versión corta de la realidad, dejando al rey de Kakarotto a cargo de todo aquello que los perjudicara. Esta vez, estaba decidido a conocer todo detalle de la misión que le habían designado, tenia el presentimiento de algo andaba mal con el rey de Vegeta, en él ya no confiaba en lo absoluto, en un principio cuando supo que un dragón, Ryu, había raptado a su hija, sintió lastima, quiso solidarizarse con su dolor y ayudarlo a buscar las esferas y de esa manera encontrar a esta princesa que el jamás había conocido y ni siquiera había escuchado hablar de ella, aguanto sus insultos y sus majaderías, pensando que el rey se dejaba llevar más por un dolor que quería ocultar, pero que ahí estaba. Fue en Beagle donde supo que se equivocaba, cuando Vegeta salio disparado del edificio en forma piramidal y salio tras él, por incitación del nanodroid de no permitir que se fuera solo "vaya tras él, majestad" le dijo, y él siguiendo su propia intuición de obedecerle a este nanodroid, voló tras Vegeta, para llegar y ver como asesinaba sin ninguna pena, sin ninguna contemplación a aquellos muchachos, casi unos niños y recordaba más que cualquier otra cosa los ojos del rey de Vegeta, esa satisfacción sádica por el placer que le había causado hacerlo, y después de asesinar a 17 se volteo para preguntarle si lo había visto todo, y esa sonrisa con deleite que traía entre los labios lo irrito, esos ojos que brillaban gozosos por la sangre que había derramado. Aquello no era producto de ninguna pena ni del desconsuelo, aquello era solo por el gusto de poder y querer hacerlo, hasta el podía verlo. Gokú se estremeció en ese instante ¿con que clase de persona estaba? Hasta el nanodroid parecía tener cierto recelo a Vegeta, aquello era inusualmente raro, ¿Por qué permitir que alguien del que desconfiaban los ayudara?

-Para explicarte todo lo que quieres saber- contestó el terrícola- es necesario que te diga cosas que tal vez no estés listo para entender

-No importa, quiero saber todo, siempre he sentido que me ocultan siempre las cosas y quiero conocerlas

-Tal vez no las entiendas

-Dímelas Ray- aquel se quedo pensativo por unos momentos, eran cosas muy complicadas no solo de entender si no de explicar y sobre todo a Gokú, quien estaba empeñado en que le dijeran la realidad, todo aquello que le ocultaban

-Para responder a tus preguntas es necesario que te explique varias cosas que son muy complicadas- indicó Rayerknight- primero que nada yo soy…- titubeó por unos instantes ¿debía o no decir quien era?- soy el décimo primer apóstol

-¿Qué es eso?

-Un ser escogido en el momento de su concepción, con la misión de servir de manera exclusiva al Creador, cumpliendo sus órdenes, según se nos haya designado. Hay un total de 12 y todos al servicio del Creador, nuestro único señor, ni siquiera los guardianes tienen poder sobre nosotros, somos subordinados de las personalidades de Edencia…donde reside el Creador-aclaro su garganta y prosiguió- no deberías sentirte mal porque no te dicen toda la verdad, la verdad esta oculta, nadie lo sabe todo, solo los guardianes y personalidades mayores tienen derecho a acceder a esa verdad que tu pides

-No entiendo

-¿Has leído el libro de Sardis?

-No, para serte sincero, me aburre mucho leer

-Deberías- señaló el apóstol- es un libro con mucha literatura fantástica- esa ultima palabra "fantástica" extraño mucho a Gokú, Gohan le había contado a su padre que ese libro relataba la historia de la creación del universo, la instauración de un orden divino y de 77 guardianes que lo vigilaban en cada uno de sus súper universos.

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La tierra era un planeta muy ruidoso, pero ya no me importaba en lo absoluto, solo deseaba hacer esta mujer mía, cumplir ese capricho, porque en ese momento solo era eso. Llegue a la Corporación Cápsula, rayaban las once de la noche, sentí su ki, y fue por él, que flote hasta un balcón, la vi dándome la espalda, estaba sentada en su cama, estaba hermosa, realmente hermosa, debió sentir mi mirada, volteo repentinamente y abrió las puertas corredizas de ese balcón

-Pasa- me dijo y entre- Se quien eres príncipe Vegeta

-Así es y tu ¿Quién eres?

-Mi nombre es Bulma Brief, pero dime algo ¿Ha que has venido?

-Te dije que serias mía

-¿Y crees que porque tu lo dices así será?

-Así ha sido siempre, todo lo que yo digo se hace, no tiene porque variar ahora- avanzaba yo hacia ella, la acorrale contra la pared

-¿Qué si no quiero ser tuya?- Me estaba retando, sus ojos tenían esa mirada picara, era valiente, me gustaba cada vez más,

-si así fuera no me hubieras dejado pasar

-Te he dejado entrar porque no quiero que los vecinos vean a un hombre, merodeando en mi balcón

-Niégame que no sientes este deseo cuando estoy junto a ti, hazlo mirándome a los ojos así como ahora- ella se acerco a mi rozo sus labios contra los míos, eran suaves, húmedos

-No lo niego; pero aun no se porque debería entregarme a ti, el solo hecho de que tu lo quieras no me convence- aquella mujer me estaba enloqueciendo, jugaba conmigo como nadie se había atrevido y pobre de aquel que se atreviera

-Tu tienes que ser mía- sentí su cara en mi mano izquierda y comencé a acariciarla, baje hasta su pecho, estruje uno de sus senos, ella se estremecía; pero no se quedo atrás, metió su mano dentro de mis pantalones, me acaricio, dejándome aun más excitado de lo que estaba

-Pero aun no me dices porque

-Porque me voy a volver loco si no lo hago-¿y esas palabras de donde salieron?

-Entonces, debería de pensar en el reino de Vegeta y no permitir que el heredo a su corona enloquezca; pero aun no se…no me convenzo- Me aparte de ella, y me acerque al balcón

-podría forzarte a ser mía

-¿y donde quedaría tu orgullo? Yo no accedí a nada- me irritaba, tenía razón, mi orgullo no me permite hacer ese tipo de bajezas, además jamás las había necesitado. Respiraba fuertemente por lo excitado que estaba, trataba de controlarme, pensé que lo mejor seria que me marchara. Repentinamente sentí como me abrazaban por detrás y vi sus manos desabrochando mi saco

-Vamos…hazlo- Sonreí, al fin seria mía, tenía que satisfacer este capricho que no me dejaba pensar, que no me dejaba hacer nada.

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Había un extraño olor en el aire, un olor a pan recién horneado que se sentía desde muy lejos. 3 príncipes y un bioandroide caminaban por un calzada de piedra con el pasto perfectamente bien cortado a los lados. A la entrada de la ciudad había 2 árboles pequeños parecidos a la de los olivos terrestres, a su lado un cartel de madera cuya escritura no pudo ser entendida por ninguno de ellos, era demasiado antigua, según recordara Gohan años después, el letrero les daba la bienvenida a la ciudad de Sophias, y anunciaba que ahí residía aquel a quien llamaban su ilustrísima.

-Oye Trunks- le llamó Goten en voz baja mientras caminaban,

-¿Qué pasa?

-Baja la voz…quiero contarte algo

-Dime- contestó el príncipe de Vegeta interesado en las noticias que Goten tenía para él

-La bestia con la que pelee, me dijo algo interesante antes de morir- se acerco a su oído y disminuyo su paso- me dijo que no me quería dar la esfera porque ÉL nos traiciona y le dará las esferas al otro

-¿Quién él? ¿Quién es el otro?- le interrogo Trunks

-No lo se, pero estoy casi seguro de que él se trata de Cell y él otro es el dragón que se llevo a tu hermana

-Ryu

-Ese mismo

Aquellos se adentraron a la ciudad, las casas eran hechas de un adobe tan rojo arena, amplias ventanas y en las más privilegiadas se encontrabas fuentes con estatuas de varios diseños, entre peces, garzas y seres semejantes a los humanos.

Llegaron al centro de la ciudad, y se quedaron frente a una estatua en mármol, cuya placa decía en lengua universal "Dedicada a Majin Boo, el Tercero, Su Ilustrísima". Era aquel un ser regordete, con una sonrisa amigable, ojos cerrados y rasgados con una antenita graciosa que parecía salir de su cabeza, las manos apoyadas en las caderas, haciendo que Majin Boo pareciera un jarrón gigante. Ciudad en rojo, con habitantes de las más diversas formas, algunos altos, otros pequeños, vestían togas de diferentes colores, los de altos rangos, llevaban las togas con dos rayas rojas que atravesaban completamente su manto. Todos ellos caminaban por las calles entre murmullos, muchos de ellos hablaban en círculos haciéndose preguntas entre ellos, respondiéndose y luego preguntando. A Cell le llamó la atención que cuando dos o más se acercaban para hablar se veían a las caras por unos segundos o hasta minutos sin decir palabra alguna, hasta que después hablaban fluidamente.

Mirando alrededor, Trunks recordó una de esas antiguas civilizaciones de la tierra de la cual su madre le contaba, ella le llevaba libros cuando era pequeño para enseñarle a leer. Cuando tenía cuatro años, su madre lo sentaba en su regazo y juntos leían un libro sobre cualquier cosa. Muy contadas veces Trunks añoraba esos momentos, pero ya había pasado mucho tiempo, ahora el príncipe ya era, en teoría, un hombre independiente y autosuficiente para cualquier circunstancia.

Decidieron detenerse frente a la estatua de Majin Boo, como si esperaran a alguien o algo, era una corazonada de que debían quedarse ahí.

Los príncipes de Kakarotto, extrañados miraban a una especie de murciélago negros con el pecho rojo, hocico largo y alas casi transparentes, bebían apresurados el agua del manantial que se encontraba por detrás de la estatua y atrás un campo lleno árboles y pasto que invitaban a ser explorados.

-Buenas tardes- era aquel un hombre de color, cabello negro en puntas y le faltaba a los lados, traía pantalones blancos y chaleco negro con bordes dorados, con sonrisa gentil miraba a los 4 visitantes- mi nombre es Oob, mi padre es Majin Boo y me ha enviado por ustedes.