Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.


Capítulo 19

Él se inserta entre el último taburete y la pared, y me apresuro a recibirlo.

—¿Qué haces aquí?

Luce terrible, su piloto completamente empapado, cabello pegado a su cabeza, gotas de agua cayendo por su mentón, la expresión en su rostro llena de ansiedad desde las arrugas en su frente a la tensión en su mandíbula.

—Estoy preocupado por ti.

Dios, ¿yo le hice esto?

—¿Viniste hasta aquí en esta horrible tormenta por mis mensajes?

—Parecías realmente molesta, y no respondías mis mensajes. Intenté llamarte pero solo iba directo al buzón de voz.

—Ahora suenas como mi madre.

—Ay.

—Agh, lo siento. No lo quise decir de esa manera. Fue increíblemente dulce de tu parte venir, ¿pero qué hay con tu cliente?

—La cancelé.

—Oh, vaya. No tenías que hacer eso.

—Bella —dice, su voz bajando a un gruñido—, eres mi prioridad. Puedo reprogramar un cliente. —Si alguna vez me pregunté qué lugar ocupo, Edward acaba de dejarlo claro—. Además, todo esto es mi culpa.

—¡No! —Mierda, no podemos tener esta conversación aquí—. ¿Esperas un segundo?

Asiente. Pobre Edward, apoyado contra la pared, derrochando culpa, lluvia y preocupación. ¿Acaso no soy una persona completamente optimista, esparciendo felicidad por el mundo? Y ahora tengo que molestar a mi compañera—de nuevo.

—Jane, lamento mucho tener que hacerte esto, pero realmente necesito unos minutos con Edward. ¿Puedes encargarte de la barra sola?

Ella sigue mi mirada hacia mi empapado, arrugado y miserable novio.

—Vaya, luce terrible. ¿Tuvieron una pelea?

—¿Qué? ¡No!

—Por supuesto. Ve.

—Gracias. Te debo una.

—No te preocupes por ello.

Levanto mi barbilla hacia la puerta de la cocina, y Edward me encuentra allí.

—Intenta ser discreto. No creo que se me permita traerte aquí atrás.

—No quiero meterte en pr...

Tomo su mano y lo jalo detrás de mí.

—Mantén la cabeza gacha. —Atravesamos la cocina, caminando hacia la sala de empleados, y trabo la puerta detrás de él. Su piloto y sus mocasines están empapados.

—Dios, Edward, ¿viniste hasta aquí en autobús?

—No, conduje. El autobús hubiera sido demasiado lento.

—¿Cómo te mojaste tanto dentro de tu coche?

—Al venir desde el estacionamiento, supongo.

—¿Dónde está tu paraguas?

—¿Eh? —Sacude la cabeza—. No lo sé. Lo olvidé, supongo. ¿Puedes dejar de preocuparte por mí, por favor?

—No lo sé. No estoy segura de haber terminado aún. ¿Al menos puedes quitarte el piloto?

—Está bien. —Se lo quita y lo sostiene lejos de su cuerpo—. ¿Feliz?

—No mucho. Estás completamente mojado.

—Bella, está bien, soy a prueba de agua. —Toma mi mano—. Cuéntame lo que pasó con tu mamá.

—Agh. —Me siento en el sofá, llevándolo conmigo—. Le envié un correo, todo muy alegre, justo como lo hablamos. —Él asiente—. De inmediato, ella me llama.

—Oh, cielos —dice.

—¿Cierto? Sabes lo mucho que me encanta hablar por teléfono.

—Sigue.

—No iba a contestar, pero ella me llamó como cinco veces, y comencé a preocuparme de que pasara algo malo. Por lo que le devolví la llamada, esperando que quizás ella tuviera algo bueno que decir... o al menos, que sería un rápido "No puedo esperar a verte en Acción de Gracias", pero de alguna manera, terminamos de vuelta en la eterna conversación pasivo-agresiva sobre cómo estoy arruinando todo en mi vida.

—Oh, Bella. Lo siento mucho.

—Ella tiene esta asombrosa habilidad para hacerme sentir horrible conmigo misma, y al mismo tiempo, hacerme sentir culpable por enfadarme con ella al respecto. Es tan retorcido, tendrías que realmente presenciarlo para creerlo.

—Eso suena como un buen momento.

—Indudablemente. Cometí el gran error de contarles dónde trabajo, así que eso fue divertido.

—Puedo imaginarlo.

—¿Sabías que me paseo medio desnuda para los borrachos pervertidos? ¡Ella hace que Hooters suene como un club de striptease!

Edward no responde. Quizás tenga sus dudas sobre los clientes también, pero él nunca me ha hecho sentir sucia. Todo lo contrario.

—Es insultante —continúo—, y no solo para mí, sino para todas las personas que vienen aquí.

—Sí —dice suavemente.

—¿Qué tan ridículo es eso? ¿Saltar a conclusiones así?

Él se acerca y envuelve su brazo a mi alrededor.

—Lo siento, Bella.

La presión dentro de mí comienza a aumentar de nuevo, las burbujas de ira van creciendo y asomándose a la superficie.

—Y ella está bien con las clases por las cuales trabajo duro para no reprobar porque ese es mi boleto lejos de aquí. ¿Por qué demonios me enfurece tanto cuando ella dice lo que yo he estado diciendo todo este tiempo? ¿Acaso no es por eso que estoy tomando estas malditas clases en primer lugar? ¿Para encontrar un mejor trabajo y mejorar mi vida?

Él presiona sus labios contra mi cabello y afianza su agarre alrededor de mis hombros. No contesta, no se pone a la defensiva, no intenta resolver mis problemas o decirme que no debería sentirme molesta.

—No ayuda saber que estoy siendo completamente irracional con todo esto. ¿Por qué es tan jodidamente importante para mí tener su aprobación?

—Son tus padres. Por supuesto que quieres su aprobación.

Suspiro, pero es solo el silbido del vapor abandonando la pava. Aún hay una tormenta furiosa dentro.

—Me estaba yendo bien, y ahora... Ella me ha hecho dudar todo.

Él se aparta rápidamente.

—¿Todo? —El pobre luce como si acabara de recibir un puñetazo.

—Oh, Dios, Edward. No. Eres la única cosa en mi vida que sé que hice bien. No tengo idea de cómo tuve tanta suerte, pero no desperdicio un segundo dudando que eres lo mejor que jamás me ha pasado.

—Pues, es jodidamente bueno escuchar eso.

—Sí, ¿a quién mierda le importa si mi mamá piensa que eres un borracho pervertido que se está aprovechando de mí?

—¿Yo? ¿Qué diablos le contaste?

—¡No eso!

Su expresión se suaviza.

—Eso supuse.

—Mencioné que eras un fotógrafo. Ella entonces decidió que ibas a cubrir la internet con fotografías desnudas de mí.

—Eh, ¿por qué no se me ocurrió eso? —Una sonrisa comienza a aparecer por las esquinas de su boca.

—¿Acaso no eres gracioso?

—Algunas personas me dicen que tengo un vivaz sentido del humor.

Reconozco la estrategia de Edward. Está tanteando el terreno, asomando un pie dentro del Huracán Bella para ver si le permitiré tranquilizar mi furia. Cayendo bajo el hechizo mágico y sanador de Edward Cullen es un billón de veces mejor que hablar sobre la pelea con mi madre.

—No diría que es una de tus cinco mejores cualidades. —Sí, Edward, usa tus superpoderes conmigo. Por favor.

Un destello de reconocimiento cruza su mirada.

—No estoy seguro de si sentirme herido o halagado. ¿Acaso debería preguntar cuáles son los mejores cinco?

Me acerco más a él, a pesar que su camisa está mojando la mía.

—Veamos, sin un orden particular, diría tu bondad...

—Mmm.

—Generosidad.

—Mmm, me gusta eso.

—Madurez. —No puedo mantener una expresión neutra con esa, y él responde fulminándome con la mirada de manera adorable.

—Estás pisando terreno peligroso.

—¿Ves? Aquí es donde sería útil ese sentido del humor. Solo digo.

—Continúa, por favor.

—De acuerdo, veamos... seguridad.

—Mmhm.

—Y atractividad.

Suelta una risita.

—Bueno, allí no es donde pensé que ibas, pero lo aceptaré.

—Solo digo la verdad.

—Sí, esa es una de mis cualidades favoritas sobre ti.

Presiono mi mano sobre su corazón.

—¿Aún te sientes herido?

—Supongo que viviré —dice—. ¿Y cómo te sientes tú?

—Jodidamente afortunada.

Se inclina y me besa, y me siento aún más afortunada.

Cuando se aparta, puedo ver el cambio en sus ojos desde que llegó. Las aguas tempestuosas se han calmado. Diablos, él es tan guapo. Aunque no es su mejor día de cabello.

—¿Sabes de eso que haces con tu mano? —Esbozo el gesto con mi propio cabello. A pesar que lo he visto hacerlo miles de veces, no puedo reproducirlo.

Él sonríe.

—¿Qué, esto? —Separa sus dedos y pasa la mano por su cabeza, pero el cabello húmedo se desploma inútilmente contra su cuero cabelludo.

—Mmm, ¿inténtalo de nuevo?

Uf, esa sonrisa que me da, siempre el novio complaciente. Pasa su mano de nuevo. Nada.

—¿Puedo intentarlo?

Baja las manos a su regazo.

—Adelante.

Sus ojos se cierran mientras mis dedos se encuentran con su frente. Comienzo por la desordenada maraña. Edward suelta un suave suspiro, como si todo su viaje hasta aquí hubiera valido la pena solo por esto. Enredo mis dedos en su cabello mojado. Él gime. Estoy jodida.

Me acerco más, froto mi nariz contra su cuello. Huele a piel húmeda, camisa mojada y el champú que usó esta mañana. ¿Por qué no puedo quedarme aquí para siempre? ¿Por qué el trabajo, el estudio, y la vida tienen que arrastrarme lejos?

Intensifico mi agarre en su cabello y alineo mi boca frente a la suya. Podría besarte por mil años, Edward Cullen.

Sus ojos se abren, ajustándose perezosamente a la luz fluorescente. Echa un vistazo a mi brazo levantado, y una sonrisa se estira a través de su rostro.

—¿Te rindes?

—Supongo que estaba equivocada sobre que tu cabello regresa a su lugar.

Él se ríe.

—Lamento decepcionarte. Sí, será un nido de ratas cuando se seque.

—¿Por qué no me dijiste que tenías un defecto?

—No podía arriesgarme a perderte.

Lo beso sin advertencia. Su boca no está exactamente preparada, pero él siempre está dispuesto y es tan capaz. Parece ansioso por continuar, pero me aparto, rompiendo suavemente nuestro beso.

—Dios, te amo tanto. —Aún emocionada y asombrada por las palabras que acaban de abandonar mi boca, obligo a que mis ojos se abran—. Ups.

—Ups. —Su sonrisa se agranda en una sonrisa hermosa y feliz.

—Vaya. No sabía que eso iba a suceder. Jamás se lo he dicho a alguien antes.

Él levanta una mano para sostener mi mejilla, su expresión tierna y amorosa.

—¿Estás bien con eso?

—Completamente.

—Bien. —Su pulgar traza un suave arco sobre mi mejilla—. Yo también.

Un profundo suspiro se me escapa. Ha sido todo un día.

Edward me jala hacia sus labios, y compartimos un suave susurro de beso. Podría sentarme aquí por otra hora y observar sus ojos y balbucear sobre cómo se siente estar tan ridículamente enamorada de él, pero algo me dice que mi jefe no lo apreciaría. Me pongo de pie, jalando a Edward para que haga lo mismo.

—Creo que será mejor que al menos finga trabajar un poco hoy. ¿Aún me recogerás más tarde?

—Por supuesto. Mi madre me mataría si te dejara regresar a casa en autobús en una noche como esta.

—Mi héroe.

—Hombre Paraguas al rescate —dice.

—Me refería a tu madre.

—¡Ay!

—En serio, Edward. ¿Qué clase de Hombre Paraguas eres, dando vueltas en esta tormenta desarmado? ¿Quieres tomar el mío?

Él suelta unas risitas.

—Me las arreglaré.

Tomo sus manos en las mías.

—¿Te he dicho últimamente lo mucho que te aprecio?

—Mmm, no desde que me llamaste un borracho pervertido.

—Bueno, qué vergüenza. Te aprecio, Edward. Gracias por venir aquí y alegrarme.

—Excepto por el monzón y los insultos, fue un placer. —Lo enfatiza con un puchero.

—Aww, pobre bebé.

—Mientras estamos siendo honestos aquí, hay algo que he estado pensando por un tiempo ya, y nunca he sido capaz de decírtelo.

—Dime, Edward. Dilo en voz alta.

Cierro los ojos y espero su beso. En cambio, siento el cosquilleo de sus labios en mi oído.

—Luces realmente sexy en tu uniforme.