Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

15

El día de la carrera amaneció brillante y claro, aunque, mientras Sakura conducía hacia el trabajo, podría haber habido truenos y relámpagos, inundaciones torrenciales y vientos huracanados, y aun así habría sonreído todo el camino hasta Charlemont. Sasuke y ella jugaron a piedra, papel y tijera para decidir quién iba primero, y a pesar del hecho de que él ganó tres veces seguidas, decidieron que ella debía irse antes que él. Primero, ella tenía un montón que hacer, y dos, él no tenía ninguna prisa para ir a ningún lado. Cada vez que pestañeaba, lo veía yaciendo en sus sábanas, su pecho desnudo a la vista, la parte inferior de su cuerpo desnudo escondido debajo. Jamás se había sentido tan descansada después de haber dormido muy poco o casi nada durante toda la noche.

Al pasar por la entrada principal de Oriental, tuvo que sacudir la cabeza. Jamás sabías dónde ibas a terminar, ¿no? Demasiado para la cosa de solo "amigos".

Yendo por la carretera del personal, rápidamente tuvo que frenar y reunirse con una larga fila de camiones de reparto y autos. Se encontraba aliviada de ver a tantos de los antiguos a la vista del problema que tuvieron con la compañía de alquiler, pero nerviosa por cómo pagarían Sasuke y su familia por toda la ayuda adicional considerando esto último. Cuando finalmente llegó al estacionamiento, tuvo que meter el Yaris en un espacio en la parte de atrás. Iban a venir cerca de un centenar de camareros y camareras para formar parte del personal de la fiesta, y todos sus vehículos tenían que ir a algún lugar. ¿En otra hora? El camino de abajo iba a estar alineado por los camiones de recogida y las motocicletas y doce tipos de sedanes. Al salir, se enganchó con el desfile de personas que marchaban hacia la casa por el camino de atrás. Nadie decía nada, y eso estaba bien con ella. En su cabeza, se encontraba trabajando en su lista de prioridades y priorizando las cosas que deseaba hacer antes de que las compuertas se abrieran y más de seiscientas de las personas más importantes en la ciudad por las carreras pasaran por la puerta principal de Oriental.

¿Número uno en su lista? Kurenai. De alguna forma, tenía que arreglar las cosas con Kurenai porque iban a tener que trabajar como un equipo para poder sobrevivir a las siguientes cuatro horas.

Mientras veía el conservatorio que se avecinaba por el extremo más alejado del jardín, se preparó a sí misma. Su compañera ya tenía que estar allí, sin duda eligiendo todos los adornos florales, asegurándose de que ni un solo pétalo marchito u hoja estropearan las presentaciones perfectas antes de que fueran sacados a las mesas. Probablemente se hallaba aquí desde las 6:45. Justo como Sakura debería haberlo estado. Y lo habría estado, sino fuera por toda la cosa de Sasuke en su cama.

—Soy una mujer adulta —Se dijo a sí misma— Yo digo cómo, yo digo cuándo, yo digo…

Genial. Estaba citando a Mujer Bonita. El problema era, si su compañera de negocios le preguntaba por qué llegaba tarde, las cosas iban a ir de muy mal a totalmente peor. Era una terrible mentirosa, y todo el tomate rojo que iba a golpear su rostro antes de que pudiera balbucear una respuesta de no, la delataría como un cartel: PASÉ TODA LA NOCHE TENIENDO SEXO CON SASUKE UCHIHA.

… O cualquier otra frase en alemán que se acerque a eso.

Cuadrando los hombros, Sakura elevó su bolso un poco más sobre su hombro y se dirigió hacia las puertas dobles. Mientras las abría y entraba en el aire espeso y fragrante del conservatorio, decidió empezar con…

—Eres una mujer adulta —espetó Kurenai mientras levantaba su mirada desde un arreglo floral— Y lo siento. No tenía derecho a… eres una mujer adulta y tienes derecho a tomar tus propias decisiones. En verdad lo siento.

Sakura liberó su aliento de una sola vez.

—También lo siento.

Kurenai empujó sus gafas de carey más arriba de su nariz.

—¿Por qué? No hiciste nada malo. Yo solo, mira, soy diez años mayor que tú. Así que no es solo que tengo más arrugas en mi rostro o más desgastado mi cuerpo. Siento como que tengo que cuidarte. No me lo has pedido, y probablemente no lo necesites, pero así es como es…

—Kurenai, en serio. No tienes que disculparte. Ambas estamos bajo mucho estrés…

—Y además, escuché que ayer le mostró los papeles del divorcio.

—Las noticias vuelan —Bajó su bolso— ¿Cómo te enteraste?

—Una de las sirvientas la vio lanzándole los papeles al diputado —Kurenai sacudió la cabeza— Tan clásico.

—Le dije que no lo hiciera por mí.

—Bueno, sea cuál fuera su razonamiento, continuó con ello —Kurenai volvió a trabajar por las mesas— Solo prométeme algo. Cuídate de él. Esta familia, tienen una historia de tratar a las personas como cosas desechables, y eso jamás sale bien para el juguete del momento.

Sakura colocó las manos sobre sus caderas y se quedó mirando a sus botas de trabajo. Las que se puso delante de Sasuke, dándole un espectáculo del que él fue muy comunicativo acerca de lo que lo disfrutó.

Ouch, pensó.

Su pecho en verdad dolía ante el recordatorio muy destacado de que al reanudar su relación física, las cosas habían cambiado por completo… y en nada en absoluto.

—Solo no quiero verte lastimada así de nuevo —Kurenai aclaró la emoción de su voz— Ahora, vamos a trabajar.

—Él no es como su familia. No lo es.

Kurenai se detuvo y se quedó mirando al jardín. Después de un momento, sacudió la cabeza.

—Sakura, está en su sangre. No va a ser capaz de evitarlo.


Cuando Sasuke regresó a Oriental, estacionó su Porsche a un lado, en las sombras de la vía pavimentada que conducía alrededor de las cocheras.

—Ahora me encuentro en casa —dijo en su teléfono— ¿Quieres que suba y te vuelva a explicar el plan?

Su hermana se tomó un momento para contestarle, y solo pudo imaginar a Hina sacudiendo la cabeza mientras empujaba su cabello sobre su hombro.

—No, creo que has cubierto todo —entonó.

Se volvió a colocar su gorra de béisbol de UC en su cabeza y se quedó mirando el cielo tan en lo alto. Bajó la capota cuando se fue de la casa de Sakura, y el rugido del viento mientras aceleraba hacia su casa le dio la ilusión de libertad que había estado buscando. Dios… Sakura. La única razón por la que iba a soportar el día de hoy, incluso en una forma medianamente decente, era debido a la noche que pasó con ella. Le hizo el amor durante horas… y luego, cuando se quedó dormida, permaneció mirando al techo y resolvió, paso a paso, cómo necesitaba proceder.

—¿Vas a hablar hoy con él? —preguntó abruptamente Hina.

Por una vez, "él" no era Neji.

—Quiero hacerlo —Sasuke apretó sus molares— Pero todavía no. No voy a decirle nada a padre hasta que sepa el alcance de todo esto. ¿Si tengo esa conversación antes que pueda probar cualquier cosa? Solo va a cortar y a quemar lo que sea que no haya destrozado ya.

—Entonces, ¿cuándo llegarás a él?

Frunció el ceño.

—Hina, no digas nada. ¿Está claro? No digas ni una maldita palabra, especialmente a papá.

—Lo odio.

—Entonces mira hacia el futuro. ¿Si lo deseas que reciba lo que se avecina? Necesitas dejarlo en paz. ¿Entiendes lo que te digo? Que lo enfrentes, en realidad lo ayuda. Voy a encargarme de esto, pero hay un proceso. ¿Hina? ¿Me escuchas?

Después de un momento, hubo una risita suave.

—Suenas como solía hacerlo Neji.

Por una fracción de segundo, sintió un rayo de orgullo de alto voltaje. Por otra parte, cada uno de ellos siempre había admirado a Neji.

—Esa es la cosa más agradable que me has dicho alguna vez —murmuró con voz ronca.

—Lo digo en serio.

—Entonces, Hina, hoy permanece en silencio radial. Y te dejaré saber cómo vamos progresando.

—De acuerdo… está bien.

—Buena chica. Te amo. Voy a cuidar de nosotros. De todos nosotros.

—También te amo, Sasuke.

Sasuke terminó la llamada y siguió mirando las nubes. A lo lejos, podía escuchar el repiqueteo de charlas, y mientras nivelaba su cabeza, vio por la cochera a un vasto grupo de camareros uniformados agrupados alrededor de Reginald, la mayoría de ellos consiguiendo sus órdenes de marcha.

Será mejor que Hina mantenga la boca cerrada, pensó.

Madara Otsutsuki ya iba a estar nervioso por la muerte de Shizune. ¿Si Sasuke, o Dios no lo quiera, Hina, con los gustos de su boca, llegaban a él? Escondería las cosas, haría desaparecer los registros y destruiría los detalles… Asumiendo que quedara algo de eso.

Sasuke dejó colgar su cabeza hacia un lado para así quedarse mirando a Oriental. ¿Cuánto de esto se perdería?, se preguntó. Dios. Jamás imaginó que esa idea alguna vez le atravesaría por la cabeza. Bueno, una cosa era clara: el reinado Madara Otsutsuki estaba a punto de llegar a su final. Ya sea por una venganza por lo que el hombre le hizo a Neji por todos esos años… o por el hecho de que su madre fue ofendida… o por la realidad de que probablemente Shizune se suicidó por él… Qué gracioso, esa cosa con su propia esposa era lo último por lo que iba a reivindicarse. ¿Shion en verdad había ido a por su padre? ¿Y quedó embarazada?

Increíble.

Le hizo pensar que debería darle un pequeño aviso a su abogado. Una mujer capaz de eso podía sacarse cualquier cosa de su bombín… Espera, ¿Naruto T. no dijo que el adulterio podía ser usado para reducir la pensión alimentaria?

—¿Señor? ¿Le gustaría que estacionara este auto?

Sasuke miró al chico del estacionamiento uniformado que se acercó. A diferencia del gentío de cincuenta en la parte inferior de la colina, solo había un tipo estacionado allí arriba, y su único propósito era conducir el auto del entrenador de baloncesto de la Universidad de Charlemont. Oh, y encaminar los equipos de autos de los presidentes y los de los diversos gobernadores y las SUVs. Pero el sedán del entrenador era la prioridad más importante y principal.

—No, gracias —Se quitó la gorra de béisbol y se frotó el cabello— Voy a dejarlo…

—Oh, señor Otsutsuki. No sabía que era usted.

—Por qué lo sabrías —Sasuke salió y le ofreció la mano— Gracias por ayudarnos hoy.

El joven se quedó mirando la mano que le ofreció por un momento, y luego se movió lentamente, como si no quisiera estropear las cosas o lucir como un idiota.

—Señor. Gracias, señor.

Sasuke le dio palmaditas al chico en el hombro.

—Solo voy a dejarlo aquí, ¿de acuerdo? No estoy seguro de si iré a la pista o no.

—Sí, seguro. ¡Ella sí que es bonita!

—Sí, lo es.

Tan pronto como Sasuke atravesó la puerta principal, el mayordomo inglés se adelantó con una expresión severa en su rostro, como si ya hubiera alejado a un número de personas. Ese acto de inmediato fue eliminado cuando vio quién era.

—Señor, ¿cómo está?

—Lo suficientemente bien. Tengo una petición.

—¿Cómo podría servirle?

—Necesito un traje…

—Me tomé la libertad de pedirle un traje color azul con una camisa blanca de cuello y puños franceses, y una pajarita rosa con un pañuelo en el bolsillo. Fue enviado ayer por la tarde y adaptado previamente a las especificaciones que Richardson tenía en el archivo. Si necesita más ajustes en la chaqueta o el pantalón, enviaré a una criada. Y también hay calcetines de seda rosados y un par de mocasines.

Quién sabe, ese acto de eficiencia podría ser más que una ilusión.

—Muchas gracias —A pesar de que no lo necesitaba para la carrera y claramente era lo que el mayordomo pensaba— Yo…

El sonido de la aldaba aporreando la puerta gigante hizo que los dos se giraran.

—Debo encargarme de eso, señor.

Sasuke se encogió de hombros y se dirigió a las escaleras. Era momento de atravesar esos armarios suyos y cambiarse a otra muda de ropa…

—El desayuno tardío de los trabajadores va a ser en la puerta trasera —dijo el mayordomo en un tono altanero— Tendrás que…

—Estoy aquí para ver a Madara Otsutsuki.

Sasuke se congeló cuando reconoció la voz.

—Eso es absolutamente imposible. El señor Otsutsuki no recibe en privado…

Sasuke se dio la vuelta y retrocedió al ver al hombre delgado de cabello oscuro con la ropa desaliñada y las botas costosas de cuero.

—¿Gaara?

—Retírese de inmediato de la…

Interrumpiendo al mayordomo, Sasuke se acercó al hombre con el que había crecido.

—¿Gaara? ¿Te encuentras bien?

De acuerdo, la respuesta a eso era claramente un "no". El maestro Destilador de Uchiha se veía peor que desmejorado, sus ojos normalmente penetrantes yacían con círculos oscuros, y tenía una sombra de barba en su hermoso rostro.

—Tu padre está arruinando esta compañía —espetó Gaara en una serie de insultos.

—Me encargaré de esto —dijo Sasuke, despidiendo al mayordomo y tomando al destilador bajo el brazo— Ven conmigo.

Arrastró al hombre borracho por la gran escalera y luego lo llevó a tropezones por el pasillo hasta su habitación. Dentro, dirigió a Gaara hacia la cama, lo sentó, y se dio la vuelta para cerrar la puerta. El ¡pump! del peso muerto golpeando el suelo resonó por toda la habitación. Con una maldición, Sasuke volvió atrás y levantó al tipo de la alfombra y lo subió de vuelta al colchón. Gaara balbuceaba sobre la integridad del proceso de la preparación del bourbon, la importancia de la tradición, la falta de respeto que la administración mostraba hacia el producto, de lo cabrón que era alguien… No iban a llegar a ningún lado de esta forma.

—Hora de despertarse —dijo Sasuke mientras levantaba de nuevo a su viejo amigo— Vamos, grandullón.

Kiba había estado en la casa un sinnúmero de veces, pero jamás así de borracho; bueno, desde que tuvo la transición a la adultez. ¿Unido eso con la información de Shizune y el hecho de que el destilador pensaba que Madara estaba arruinando la compañía?

Otro pedazo del pastel, pensó Sasuke. Tenía que serlo.

En el baño de mármol, encendió la ducha y empujó a Gaara bajo el chorro frío vestido por completo. El aullido fue lo suficientemente alto para romper el vidrio, pero al menos la sorpresa hizo que el hombre se pusiera de pie por su propia cuenta.

Dejándolo debajo del agua, Sasuke se acercó al armario de desayuno petit déjeuner que había en la esquina y se puso a trabajar en la cafetera, encendiendo el Keurig.

—¿Gaara, ahora estás despierto? —preguntó mientras llevaba una taza con el logo de Uchiha al baño— ¿O debería añadirle algo de hielo a la mezcla?

Gaara lo miró a través de su cabello mojado y el chorro.

—Debería golpearte.

Sasuke abrió la puerta de vidrio de la ducha.

—¿Cuántos yos ves?

—Dos —El hombre aceptó la taza con sus manos mojadas— Pero eso es por debajo de los cuatro y medio.

—Entonces está funcionando.

Gaara tomó un poco del café al mismo tiempo que extendía su mano y enjugaba el mango en forma de "H".

—El café no está mal.

—¿Te darías cuenta si se tratara de diluyente de pintura?

—Probablemente no.

Sasuke señaló por encima de su propio hombro.

—Estaré allí, esperando. Hay una bata en la parte de atrás de la puerta. Hazme un favor y no salgas desnudo.

—No podrías manejarme.

—Tienes razón.

Cerrando las cosas, Sasuke fue hacia su armario, se colocó un conjunto de ropa fresca, y luego se relajó en donde Gaara había fallado en mantenerse vertical. Un poco más tarde, el Maestro Destilador hizo su gran aparición ataviado con la bata.

Los dos jugaron al baloncesto juntos para Charlemont Country Day antes de que se fueran a la universidad, y el tipo era tan atlético como siempre fue, sin grasa, la larguirucha acumulación de un hombre que podía jugar al golf como un profesional, correr un maratón mejor que los idiotas diez años menores que él, y aun así aterrizar en la cancha. Oh, y todavía no había nada estúpido en esos inusuales ojos azules claro. En una novela de romance, los ojos de Gaara habrían sido llamados de color aguamarina o algo así, pero no era el color inusual lo que metió a todas esas mujeres en la cama del tipo. No, era mucho más que todo eso.

¿Y la gente lo llamaba mujeriego a él? pensó Sasuke para sí mismo.

Gaara Sabaku era peor.

—¿Tienes más de esto? —Gaara sostuvo en alto la taza— Creo que otro litro debería bastar.

—Sírvete tú mismo. Es autoservicio, por allí.

El tipo miró hacia la puerta abierta que daba a la pequeña cocina.

—Claro, hago bourbon. Debería ser capaz de manejar la cafeína.

—En ese sentido, déjame hacer el trabajo de nuevo. Necesito algo para mí, y quemar la casa esta mañana sería ser un aguafiestas.

Los dos terminaron en las tumbonas que había cerca de las ventanas como un par de viejas damas. Viejas damas que necesitaban una afeitada.

—Háblame —Sasuke colocó sus codos sobre sus rodillas— ¿Qué está sucediendo en la compañía?

Gaara sacudió la cabeza.

—Es malo. He estado borracho por dos días.

—Como si eso último te hubiera detenido alguna vez. Nos fuimos de vacaciones de primavera juntos, ¿recuerdas? Seis veces. De las cuales solo dos estaban en verdad en el calendario de la escuela.

Gaara sonrió, pero la expresión no duró.

—Mira, me he guardado los comentarios acerca de tu padre…

—Y puedes parar con eso en este momento. ¿Crees que no sé cómo es?

Hubo una larga pausa.

—No sabía cuán alto fue el memorándum. Pensé que la detención de las compras vino de las autoridades, pero estaba equivocado. Pregunté por ahí, fue por la dirección específica de tu padre. Quiero decir, el hombre maneja un negocio de millones de dólares. ¿Por qué le importaría…?

—Tienes que retroceder. No tengo ni idea de lo que hablas.

—Me está cortando. Está deteniendo la producción.

Sasuke se lanzó hacia adelante.

—¿Qué?

—Recibí un memorándum antes de ayer en mi escritorio. No tengo permitido comprar más maíz. Nada de maíz, nada de mezcla. Nada de mezcla, no más bourbon.

Se encogió de hombros y tomó otro sorbo de café.

—Cerré los aparatos de destilación. Por primera vez desde el traslado de Canadá durante la prohibición… lo detuve todo. Claro, tengo algunos silos que están llenos, pero no voy a hacer ni una jodida cosa. No hasta que hable con tu padre y averigüe en qué demonios está pensando. Quiero decir, ¿la junta anda tras algo? ¿Nos van a vender a China y quieren que las cosas luzcan mejor en los papeles mediante la reducción de gastos? Pero ni siquiera eso tiene sentido, ¿quieren demorarnos por seis meses en medio de este auge de bourbon que está experimentando el país?

Sasuke permaneció en silencio, todo tipo de malos cálculos pasando por su mente.

—Desearía que Neji se encontrara aquí —Gaara sacudió la cabeza— Neji no habría permitido que esto ocurriera.

Sasuke se frotó su cabeza adolorida. Era gracioso, él pensaba lo mismo.

—Bueno… no lo está.

—Entonces, si no te importa prestarme un conjunto de ropa seca, voy a encontrar a ese padre tuyo. Al diablo con el bulldog inglés de abajo, Madara Otsutsuki va a verme…

—Gaara.

—… y a explicarme por qué…

—Gaara —Sasuke miró al hombre directamente a los ojos— ¿Puedo confiar en ti?

El destilador frunció el ceño.

—Por supuesto que puedes hacerlo.

—Necesito entrar en el sistema informático de la compañía. Necesito acceso a los datos financieros, a los detalles de las cuentas, a los informes anuales. Y necesito que no digas ni una sola palabra a nadie.

—¿Qué vas a…? ¿Por qué?

—¿Puedes ayudarme?

Gaara bajó la taza.

—Siempre y cuando pueda hacerlo, sí. Seguro.

—Me reuniré contigo abajo cerca de tu auto —Sasuke se puso de pie— Yo conduzco. Agarra lo que quieras menos el trajo que hay en el armario…

—Sasuke. ¿Qué demonios está ocurriendo aquí?

—Hay una posibilidad de que los recortes no sean una estrategia de negocios.

Gaara frunció el ceño como si le hubieran dicho algo en un idioma extranjero.

—Lo siento, ¿qué?

Sasuke miró por la ventana, hacia el jardín, a la tienda de campaña. Se imaginó a las personas que se encontrarían allí debajo en dos horas, todas disfrutando de la gloria extendida y la riqueza de la gran familia Bradford.

—Si alguna vez dices una palabra de esto a cualquiera…

—¿En serio? Me estás advirtiendo de esto.

Sasuke miró de regreso a su amigo.

—Puede que nos estemos quedando sin dinero.

Kiba pestañeó.

—Eso no es posible.

Dirigiéndose hacia la puerta, Sasuke dijo por encima de su hombro:

—Ya veremos. Recuerda, cualquier cosa menos el traje.


Lo primero que hizo Neji cuando despertó fue maldecir. Le latía la cabeza. Su cuerpo era un mosaico de dolor, náuseas y rigidez. El cerebro estaba… Sorprendentemente claro. Y, por primera vez, no era algo malo.

Mientras reunía fuerzas para ponerse de pie, dejó que las imágenes de esa mujer de la noche anterior se filtraran a través de su mente. Todavía estaba bebido —o muy bebido, era más como eso— por lo que fue capaz de sumergirse totalmente en el recuerdo de la sensación, el olor, el sabor de ella. El contexto podría haber sido falso por todas partes, algo que fue programado y pagado, pero la experiencia fue… Hermosa, supuso que esa era la palabra.

Reorganizándose en sus pantalones, cogió su bastón, se irguió y se tambaleó. El baño se encontraba a unos veintisiete kilómetros de distancia en esa esquina, y él… Cuando fue a dar un paso hacia adelante, le dio una patada a algo por el suelo.

—¿Qué…? —Frunciendo el ceño, se inclinó, equilibrándose en su bastón para no convertirse en una nueva alfombra en el suelo.

Era un bolso de noche. Uno de esos pequeños cuadrados hechos de seda con un broche de diamantes de imitación. La mujer con la que se acostó. Recordaba vagamente pensar que era exactamente el tipo de cosa que habría utilizado TenTen. Neji tuvo cuidado mientras se abría camino y se inclinaba para recogerlo. Solo Dios sabía lo que había dentro. Arrastrándose de nuevo hacia su sillón, cogió su teléfono de la mesa auxiliar. Llamando al número de Beau, miró el reloj de enfrente.

Siete y media.

El proxeneta todavía se encontraría despierto, terminando su turno nocturno.

—¿Hola? —dijo con voz áspera— ¿Neji?

—La señorita dejó algo en mi casa anoche. Su bolso.

—¿Estás seguro?

—¿Perdón?

—Bueno, veamos, te iba a llamar. Tu chica, la que envié, ¿dijo que alguien ya estaba saliendo cuando ella llegó allí?

Neji frunció el ceño, pensando que tal vez él no era tan callado como pensó.

—¿Lo siento? —repitió, porque eso era lo único que se le ocurrió.

—La chica que envié. Fue a tu casa a las diez, pero otra mujer estaba saliendo, diciendo que se ocupó de ti. Dijo que volvería la próxima semana. No puedo averiguar cuál de mis chicas era. ¿Puedes abrir el bolso y decirme quién es?

Una total sobriedad clínica invadió a Neji como si alguien le hubiera puesto un cubo de hielo en la cabeza.

—Por supuesto.

Con el teléfono entre la oreja y el hombro, abrió la solapa del bolso, un tubo de lápiz labial brillante negro saltando y rebotando a través de las tablas del suelo. Había tres tarjetas finas dentro, y evitó la Tarjeta Centurión y la identificación del seguro de salud… y sacó la licencia de conducir.

TenTen Ama.

Con la dirección correcta de la finca de su familia.

—¿Neji? ¿Hola? Neji, ¿estás bien, chere?

Debió haber gemido o algo así.

—No ha sido una de tus chicas.

—¿No?

—No. Fue… —El amor de su vida. La mujer de sus sueños. La única persona a la que se prometió no volver a ver— Una vieja amiga mía jugándome una mala broma.

—Oh, eso es gracioso —Beau se rio entre dientes— Bueno, ¿todavía quieres a alguien el próximo viernes?

—Ya te llamaré. Gracias.

Neji terminó la llamada y miró por encima del hombro hacia el aparador que había junto a la puerta. Efectivamente, los mil dólares se encontraban todavía allí, justo donde los puso.

—Oh… Joder —susurró, cerrando los ojos.


Después de que Hina colgara la llamada, no con su hermano, sino con la persona a la que llamó después de hablar con Sasuke, se sentó frente a su tocador con la cabeza en sus manos durante mucho tiempo. Todo en lo que no dejaba de pensar era en que deseaba poder volver a la noche anterior, cuando habló por teléfono con ese idiota de la firma de abogados de Naruto T., engañándolo, mientras unas personas le arreglaban el cabello y le traían diamantes. Si simplemente no hubiera tomado el Phantom. Esa fue la ficha de dominó que inició que todas las demás cayeran. Por otra parte, su padre todavía estaría tratando de organizar su boda con alguien a quien odiaba, y todavía estaría haciendo lo que sea que hacía con su dinero, y aun así Shizune se habría suicidado. Así que en realidad, no, tratar de escapar a través de una realidad rebobinada en verdad no cambiaría nada. ¿Cincuenta y tres millones de dólares eran una gran cantidad de dinero? Por una parte, por supuesto que lo era. Era más de lo que la mayoría de la gente veía en toda su vida, en varios cursos de la vida, en un centenar de vidas. Pero ¿era un punto de luz en el radar para su familia? ¿O un cráter? ¿O un Gran Cañón? No podía… no podía imaginar una vida de nueve a cinco. No podía entender el presupuesto. Ahorrando. Negándose cosas. Y eso era lo que le pasó a toda una rama del clan Uchiha. A finales de los años ochenta, antes de la caída de la bolsa, la familia de la tía de su madre invirtió en un montón de mala tecnología y movilizó sus acciones Uchiha para hacerlo. Cuando esas "inversiones" demostraron no ser nada más que un agujero negro, acabaron perdiéndolo todo. Era un cuento con moraleja susurrado por los adultos cuando asumían que los niños no estaban escuchando.

Levantándose, dejó caer al suelo su bata de seda y se apartó del sillón en el que reposaba. En su vestidor, dio vueltas y observó los cientos de miles de dólares en moda, las franjas brillantes y pequeños caprichos que colgaban de los recipientes de cristal que tenían almohadillas copetudas aromatizadas de manera que los hombros de los vestidos y blusas no perdieran la forma. Eligió un vestido rojo. Rojo para la sangre. Para luchar. Para las Águilas Charlemont. Y por primera vez llevaba un conjunto completo de ropa interior. También se aseguró de que su cabello luciera maravilloso, que se compusiera de volumen y ligereza, lo que en su estado de ánimo eran muy escasos. Cuando la llamada que estaba esperando finalmente sonó en la puerta, se hallaba en su habitación, sentada formalmente en su delicado escritorio francés.

—Entra —dijo.

Cuando Toneri Pford entró, su colonia le precedió, y Hina se aferró al hecho de que por lo menos olía bien. Sin embargo, el resto de él la dejó fría. A pesar de que su traje azul pálido fue confeccionado de la más fina tela y el nudo de su corbata estaba perfectamente hecha, y a pesar del sombrero en su mano y de los zapatos hechos a mano en sus pies, él era Ichabod Crane. Por otra parte, en comparación con Naruto T., incluso Joe Manganiello parecía que necesitaba un poco de trabajo.

—Quiero dejar esto perfectamente claro —dijo ella mientras él cerraba la puerta— No hago esto por mi padre. En absoluto. Pero espero que concedas las condiciones favorables a la Compañía de Bourbon Uchiha tal y como acordaron.

—Ese es mi acuerdo con él.

—Tu acuerdo es conmigo ahora —Se alisó el cabello— Viviremos aquí. Esto es para lo que Himawari lo utilizaba, y hay una habitación al lado de esta suite.

—Eso es aceptable.

—Estoy preparada para actuar como tu esposa en todos los compromisos sociales. Si te permites aventuras, y supongo que lo harás, por favor mantenlas discretas…

—No tendré ninguna relación extramarital —Su voz se hizo más baja— Y tú tampoco la tendrás.

Hina se encogió de hombros. Dada la forma en que iban las cosas, no esperaba encontrar a ningún hombre de ningún interés por bastante tiempo.

—¿Me has oído, Hina? —Toneri se acercó a ella y se alzó— No te gustará lo que sucederá si me faltas al respeto en ese sentido.

Hina puso los ojos en blanco. Traicionó a sus novios durante años y ninguno de ellos lo había averiguado —a menos que ella quisiera que lo hicieran. Si le llegaban a dar ganas, no tenía ninguna intención de negárselo.

—Hina.

—Sí, sí, está bien. ¿Dónde está el anillo?

Toneri se metió la mano en el bolsillo y sacó una caja de terciopelo azul oscuro. Mientras la abría, el diamante de corte esmeralda destelló dentro y brilló.

Al menos no mintió sobre eso. Era enorme, en la escala de Elizabeth Taylor.

—Ya he redactado el anuncio —dijo— Mi representante lo llevará a la prensa tan pronto como se lo diga. La boda será tan pronto como sea posible.

Ella fue a tomar el anillo, pero él cerró la tapa de golpe.

—Hay otro detalle que resolver.

—¿Cuál?

Él extendió la mano y le tocó el hombro.

—Creo que lo sabes. Y no me digas que espere hasta que llegue el juez de paz. No me parece aceptable.

Hina se levantó precipitadamente de la silla.

—No tengo ninguna intención de acostarme con…

Toneri la agarró por el cabello y tiró de ella contra él.

—Y yo no tengo ninguna intención de comprar un Ferrari para solo verlo en mi cochera.

—Quítame las manos de encima…

—La intimidad es una parte sagrada del matrimonio —Sus ojos fueron a sus labios— Y algo que estoy preparado para disfrutar.

—¡Suéltame!

Él comenzó a arrastrarla hacia la cama.

—Incluso si tú no lo haces.

—¡Toneri! —Le dio un puñetazo en los hombros, en el pecho— Toneri, ¿qué haces? No quiero…

Mientras le apretaba una mano sobre la boca y la empujaba hacia abajo, su sonrisa era la de un depredador.

—¿Cómo sabías que me gusta brusco? Mira, somos compatibles, después de todo…

Fue incomprensible lo que pasó después. Por mucho que se esforzaba, tan delgado como ella asumió que él era, le subió la falda e hizo sus bragas a un lado… La penetró en un fuerte empujón.

Una oleada de náuseas la atravesó, pero no se iba a degradar a sí misma mostrando ninguna debilidad frente a él. Centrándose en el techo, lo dejó gruñir y empujar dentro de ella, la sensación de ardor en su interior haciéndola pensar en el color de su vestido.

A mitad de camino, ella cogió el edredón en un puño y se estremeció.

—Dime que me amas —gruñó Toneri en su oído.

—No lo haré…

Toneri se arqueó y le puso la mano alrededor de la garganta. Mientras apretaba, empezó a jadear.

—Dímelo.

—¡No lo haré!

Una rabia oscura hizo que se le entrecerraran los ojos y cambió el agarre, levantando su mano derecha…

—Si me golpeas, la gente hablará —se burló ella— No voy a ser capaz de cubrir la mancha, y tengo que ir al almuerzo. Mi ausencia se notará.

Su labio superior cayó… pero dejó caer la mano. Y la folló con tanta violencia que la cabecera se estrelló contra la pared.

Cuando terminó, salió de ella y se alejó.

—Quiero que te cambies. El rojo es vulgar.

—No…

Con un movimiento rápido, agarró la falda y la rompió en dos, justo en la parte frontal. Luego le señaló la cara con el dedo.

—Vas con algo más de color rojo y tendremos problemas. Ponme a prueba si lo deseas.

Toneri se fue, dando zancadas y cerrando la puerta con un estruendo declarativo.

Fue solo entonces que Hina comenzó a temblar, su cuerpo sacudiéndose con fuerza, especialmente sus muslos abiertos. Sentada, sintió un líquido entre sus piernas. Fue entonces cuando empezó a vomitar. Vació su estómago sobre la falda rota —de todos modos, no es que hubiera comido mucho en las últimas veinticuatro horas. Limpiándose la boca con el dorso de la mano, sintió que le picaban los ojos, pero no se permitió esa acción.

En su mente, oyó a su padre diciéndole que ella no valía nada. Que ese matrimonio con Toneri Pford era lo único que haría alguna por la familia.

No lo hacía por la familia. Como de costumbre, tomó la decisión en su propio interés egoísta.

Después de mucha introspección, llegó a reconocer una verdad fundamental acerca de sí misma: no podía sobrevivir en cualquier otro mundo. Y Toneri podría darle este estilo de vida que necesitaba… incluso si su familia ya no podía ser capaz de hacerlo.

Le iba a costar, al parecer… pero perdió el respeto por sí misma hace muchos años. ¿Sacrificar su cuerpo en el altar del dinero? Bien. Haría lo que tenía que hacer.