Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

16

En retrospectiva, fue el mejor día para jugar a Los Chicos Hardy en la computadora en Old Site.

Cuando Sasuke aparcó la camioneta de Gaara detrás de la vieja cabaña de doscientos años y de diversos graneros de almacenamiento, no había nadie alrededor. Sin administradores. Sin trabajadores de planta. Nadie aceptando las entregas de suministros. Tampoco había turistas.

—Ese café ayudó —dijo Gaara mientras ambos salían.

—Bien.

—¿Quieres un poco de esta barra energética?

—No sin una pistola apuntándome a la cabeza.

Dirigiéndose hacia la cabaña de madera restaurada, Sasuke se mantuvo a un lado mientras Gaara pasaba su tarjeta de ingreso por el lector y entraba. El interior relucía con madera vieja cuidadosamente tendida, la luz del exterior pasando a través del vidrio de burbuja que se añadió a finales del siglo XIX. Había sillones rústicos disponibles en esos lugares de espera y una mesa de caballete con una gran cantidad de modernos equipos de oficina, que era claramente dónde pasaba su tiempo el asistente de Gaara.

—¿Desde hace cuánto has estado aquí? —preguntó el Maestro Destilador mientras él encendía la luz.

—De hecho, alrededor de un día o dos —Cuando el hombre miró alrededor, Sasuke se encogió de hombros— Necesitaba un lugar para pensar, así que fui y me senté por donde los barriles. Utilicé el viejo código de acceso.

—Ah. Sí, también hago eso.

—No ayudó.

—Tampoco funciona para mí, pero tal vez algún día —Gaara hizo un gesto hacia la parte trasera de la zona de recepción— Aún estoy aquí, en la parte de atrás.

La oficina del Destilador ocupaba la mayor parte del interior de la cabaña, y por un momento, mientras Sasuke entraba en el espacio, cerró los ojos y respiró hondo. El director general de la Compañía de Bourbon Bradford era casi una figura religiosa, no sólo en la organización, sino en el estado de Kentucky en su conjunto, y eso hacía este lugar aterrador —por consiguiente, sus paredes se hallaban cubiertas del suelo al techo con imitaciones de las etiquetas del licor de la compañía que databan desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XXI.

—Dios mío, sigue igual —Sasuke miró alrededor, pasando por la evidencia de la historia de su familia— Mi abuelo solía traerme aquí cuando organizaron todo como un sitio turístico por primera vez. Tenía cinco o seis años y él sólo me traía a mí. Creo que fue porque quería un arquitecto en la familia, y sabía que Neji estaba obligado con la Compañía, y Kiba no se convertiría en nada.

—¿Qué es lo que terminaste siendo? —Gaara se sentó detrás de su escritorio y se giró hacia su computadora— Lo último que supe es que estabas en Nueva York.

—Póker.

—¿Perdón?

Sasuke se aclaró la garganta y se sintió inadecuado.

—Yo, ah, juego al póker. Hago más dinero de lo que haría en un trabajo de escritorio… considerando que tengo la carrera de psicología y nunca he trabajado en mi vida adulta.

—Así que eres bueno con las cartas.

—Bastante —Cambió de tema asintiendo en dirección a las paredes— ¿Dónde están tus etiquetas?

La computadora dejó escapar un beeeep, y luego Gaara puso su usuario.

—No he puesto ninguna.

—Vamos.

—La trigésima quinta edición de la Reserva Familiar de mi padre está justo ahí —Señaló el rincón más alejado, cerca del piso— fue la última.

Sasuke tomó una silla de la mesa de conferencias y la hizo rodar por las pulidas tablas del suelo desnudo.

—Necesitas conseguir que se cuenten tus lotes.

—Ajá —Gaara se sentó de nuevo en el gran trono de cuero— Entonces ¿qué necesitas? ¿Qué puedo tratar de encontrar para ti?

Sasuke se colocó al lado del hombre y se centró en el resplandor verdeazulado de la pantalla de la computadora.

—Finanzas. Necesito los registros de pérdidas y ganancias de todo este tiempo, balances de cuentas, registros de transferencias.

Gaara silbó por lo bajo.

—Eso es por mi pago. La dirección tiene todo eso… espera, el libro de la junta directiva.

—¿Qué es eso?

Jesús, ¿él no debería saberlo?

Gaara empezó a recorrer el sistema de archivos, abrir documentos y pulsar Imprimir.

—Son los materiales entregados antes de las reuniones de los fiduciarios. Los altos directivos los tienen, y yo también, por supuesto, pero las verdaderas cosas suceden a puerta cerrada con el comité ejecutivo una hora antes de la sesión abierta, y no hay notas sobre eso. Pero esto debe darte una idea de la empresa, o al menos lo que le dicen a la junta directiva acerca de la empresa.

A medida que el hombre comenzó a entregarle página tras página de la impresora, Sasuke frunció el ceño.

—¿Qué es lo que sucede exactamente en el comité ejecutivo?

—Es donde se debate lo esencial de las cosas, así como las cosas que no quieren que nadie más sepan. No creo siquiera que se hagan minutas.

—¿Quién asiste?

—Tu padre —Dos páginas más salieron— El asesor general de la compañía. El presidente de la junta y el vicepresidente. El jefe del departamento financiero, el director de operaciones. Y luego están los invitados especiales, dependiendo de los temas. Fui llamado una vez cuando se debatía el cambio de la fórmula para el No. Quince. Despaché esa brillante idea y debieron estar de acuerdo conmigo porque la locura nunca salió a la superficie de nuevo. Permanecí en la sala de juntas sólo el tiempo suficiente para ser escuchado, luego fui escoltado afuera.

—¿Sabes si tienen una agenda por adelantado?

—Me gustaría pensar que sí. Cuando fui, había otras cuatro personas esperando en la sala conmigo, por lo que trabajaban en algún tipo de plan. Todo se organiza en las oficinas de tu padre en su casa.

Sasuke comenzó a revisar los documentos que aún se hallaban calientes por salir de la máquina. Minutas de reuniones anteriores. Asistencias. Actualizaciones en las operaciones que no entendía. Necesitaba un traductor. Alguien en quien pudiera confiar. Y mayor acceso.

Gaara imprimió los materiales de las tres reuniones anteriores de la junta directiva. Engrapando todo junto. Poniéndolo en archivos.

—Necesito que me prestes tu camioneta —dijo Sasuke mientras miraba la pila.

—Déjame en casa y es tuya. Debería tratar de recuperar la sobriedad, de todos modos.

—Te debo una.

—Sólo salva esta empresa. Y lo necesitamos más que nunca.

Cuando Gaara extendió la palma, Sasuke se la estrechó. Con fuerza.

—Lo que sea necesario. No importa quién salga lastimado.

El Maestro Destilador cerró los ojos.

—Gracias a Dios.


Como ver animales exóticos en el zoológico, pensó Sakura.

De pie en el borde mismo de la tienda, ella observaba a la gente brillante ir y venir de las mesas que Kurenai y ella establecieron. La charla era fuerte, el perfume espeso, las joyas parpadeantes. Todas las mujeres llevaban sombreros planos. Los hombres vestían trajes claros y un par incluso llevaban pajarita y bombín. Era el tipo de vida de fantasía que muchos pensaban que querían vivir. Sin embargo, ella sabía la verdad. Después de todos estos años de trabajar en Oriental, era muy consciente de que los ricos no estaban inoculados contra la tragedia.

Su capullo de lujo simplemente les hizo pensar que lo estaban. Dios, aquellas hojas de cálculo que Shizune dejó atrás…

—Todo un espectáculo, ¿no crees?

Sakura miró hacia la voz.

—Señora Chiyo… no puedo creer que esté aquí. Nunca deja la cocina durante el almuerzo.

Los cansados ojos de la mujer estudiaron a los invitados, la organización, los camareros uniformados llevando las copas de plata de ley con julepe de menta sobre bandejas de plata ley.

—Se comen mi comida.

—Por supuesto. Su menú es exquisito.

—Las copas de champán están fluyendo.

Sakura asintió y se enfocó de nuevo en la multitud.

—Tenemos alrededor de un centenar en reserva por el momento. Los camareros hacen un gran trabajo.

—¿Dónde está tu pareja?

Por una fracción de segundo, casi le dio a la mujer una actualización de Sasuke. Lo cual era una locura, y no es que hubiera mucho. Lo único que sabía era que se fue con Gaara Sabaku, el Maestro Destilador, hace aproximadamente una hora. ¿O hacía dos?

—Kurenai está por ahí —Señaló a la esquina opuesta— Pasea por donde las copas de champan. Dice que encontrar las copas usadas que fueron dejadas de lado es una búsqueda de huevos de Pascua con esteroides. O… al menos creo que eso es lo que dijo. Su último informe tenía un montón de alemán en él, generalmente no es la mejor señal.

La señora Chiyo sacudió la cabeza.

—No era a ella a quién me refería. Fue bueno verlos a ti y a Sasuke en la misma habitación de nuevo.

—Ah… —Sakura se aclaró la garganta— No estoy segura de qué decir ante eso.

—Él es un buen chico, sabes.

—Escuche, señora Chiyo, no hay nada entre él y yo —Aparte de las ocho horas de sexo de la noche anterior— Él está casado.

—Por ahora. Esa mujer es basura.

No puedo estar en desacuerdo con eso, pensó Sakura.

—Bueno…

—Sakura, te necesitará.

Sakura levantó las manos para tratar de desviar la conversación.

—Señora Chiyo, él y yo…

—Tendrás que estar ahí para él. Hay mucho que caerá sobre sus hombros.

—Así que, ¿ya lo sabe? ¿Sobre… todo?

—Él necesitará a alguien con la cabeza fría que permanezca a su lado.

El rostro de la señora Chiyo se volvió muy triste.

—Es un buen hombre, pero será tratado de formas de las que nunca fue tratado. Te necesitará.

—¿Qué le dijo Shizune?

Antes de que la señora Chiyo pudiera responder, una deslumbrante mujer alta y morena salió de la multitud. Y en lugar de pasar de largo, se detuvo y le tendió la mano.

—Sakura Haruno, mi nombre es TenTen Ama.

Sakura retrocedió, pero después siguió con lo planeado y aceptó lo que le ofrecía.

—Se quién es.

—Sólo quería decirle lo increíblemente hermosos que son estos jardines. ¡Asombrosos! Usted y la señora Sarutobi son verdaderas artistas.

No había nada oculto detrás de la abierta expresión de la mujer, sin falsedad, sin nada encubierto, y la falta de sospecha hizo que Sakura pensara en las cosas de señora falsa de Shion.

—Es muy amable de su parte.

TenTen tomó un sorbo de su copa de julepe de menta, y el rubí enorme en su dedo anular derecho brilló.

—Me encantaría tenerla en mi propiedad, pero comprendo, y respeto esos límites. Sin embargo, tenía que hacerle saber lo mucho que respeto su talento.

—Gracias.

—De nada.

TenTen sonrió y se alejó, o al menos lo intentó. No logró ir muy lejos, la gente se congregó alrededor de ella, hablándole, las mujeres evaluando su ropa, los hombres evaluando sus activos no financieros.

—Sabe —murmuró Sakura— ella es buena persona.

Cuando no hubo respuesta, giró su mirada. La señora Chiyo se dirigía de regreso a la puerta de la cocina, su andar lento y vacilante, como si le dolieran los pies, y por qué no iban a hacerlo. Además, vamos, estuvo en la sala de emergencias, ¿hace cuántos días?

Sakura se alegró de que la cocinera saliera por una vez a ver el gran final de todo su esfuerzo colectivo. Tal vez el próximo año podrían conseguir que se quedara por más tiempo. Al otro lado de la tienda, Shion se hallaba sentada en una mesa con otras siete mujeres que eran versiones de ella, es decir, aves caras de colores brillantes con su plumaje pagado principalmente por los hombres en sus vidas. En veinte años, después de que cualquier hijo que tuvieran fuera borrado de cualquier pensamiento fuera de sus hogares, se verían como figuras de cera de ellas mismas, todo alterado, lleno y mejorado. Y, de hecho, hicieron su trabajo: su profesión era tener hijos y permanecer atractivas para sus esposos. Muy parecido a las yeguas que dieron a luz a los pura sangre que competirían en la pista en un par de horas.

Sakura pensó en su granja, la cual pagó por sí misma. Nadie podía quitarle eso, se la ganó. Mucho mejor que ser una perpetúa lame-botas. Mientras sacaba su teléfono y lo comprobaba para ver si Sasuke le envió un mensaje, se dijo que era diferente entre ellos dos, porque ella no necesitaba su dinero, no se preocupaba por su posición, y no permitiría que nadie le dijera qué hacer.

Cuando vio que no había nada en su teléfono, una sensación punzante golpeó su pecho, pero lo ignoró cuidadosamente mientras guardaba su teléfono. Era diferente entre Sasuke y ella… mierda. ¿Por qué lo pensaba como si fueran a estar juntos de nuevo?


Naruto T. pasó volando la fila de ovejas en la base de la colina de Oriental, acelerando su Jag alrededor de los Mercedes, Audis, Porsches, y limusinas, saludando a los aparcacoches que trataban de hacer que se detuviera. Nop. Él no viajaba en furgonetas con la plebe. Y estaría maldito si dejaba a su chica en manos de un mequetrefe de dieciséis años que estaba obligado a descubrir sus engranajes mientras el pequeño bastardo la estacionaba en un pantano a un lado de la carretera.

Mientras coronaba la subida, le dedicó otro saludo al solitario auxiliar que se hallaba en la parte superior y no escatimó una mirada en la gente que salía de la furgoneta que se detuvo frente a la casa. Dirigiéndose a las cocheras, estacionó en paralelo al flanco oriental de la mansión y apagó el motor; e inmediatamente escuchó la fiesta al otro lado de la pared del jardín, el ruido de la charla formando un sonido de varias capas, más parecido al preámbulo de una sinfonía que al magnífico y dramático aumento de un solo.

Pasó un largo rato antes de que saliera del auto.

"Te amo, Naruto T. Esto es quienes somos, quienes hemos sido desde que éramos adolescentes."

O algo por el estilo. No podía recordar las palabras exactas que usó Hina, porque cuando ella estaba hablando, él se encontraba demasiado ocupado tratando de no perder la cabeza. Dios, las cosas que había atravesado con esa mujer. Todos esos años cambiando el uno con el otro. Y ella tenía razón, por supuesto. Salía con meseras y peluqueras porque no eran como ella, y comparaba a cada mujer que tenía alrededor con ella, y sí, todas terminaban resultando defectuosas.

No durmió por más de una hora, quizás dos, esa conversación reproduciéndose de cabo a rabo una y otra vez en su mente. Al final, la cosa que más sobresalía estaba atada al paso del tiempo: a través de los años, vio a Hina de cien mil estados de ánimo diferentes, pero solo había llorado una vez. Fue… como hace quince años, cuando él era un estudiante de segundo año en la Universidad de Hinata y ella estaba en primer año en la universidad Sweet Briar. Él vino por las vacaciones de pascua, mayormente por sus padres, solo un poquito por Hina. Naturalmente, se habían visto. Era un mundo pequeño. Especialmente cuando querías ponerte en el camino de alguien más en Charlemont, Kentucky. Y extrañamente, eso era lo que había tenido que hacer él. Hina no estuvo en ninguna de las fiestas a las que fue su grupo. Él tuvo que usar un juego de baloncesto con sus hermanos como excusa; no es que pasara tiempo en absoluto en la cancha que había estado detrás de las cocheras. Abandonando a Kiba y a Sasuke tan pronto como puso un pie en la propiedad, la encontró cerca de la piscina, usando una sudadera y pantalones cortos. Se veía mal; y le dijo que se tomaba un descanso de Sweet Briar y se mudaba a casa por un tiempo. Que no le gustaba la universidad. Que solo quería descansar por un tiempo. No era una sorpresa. Con lo salvaje que era, resultaba difícil imaginarla adhiriéndose fielmente a algún horario, independientemente de si era una parte de su grado en inglés o en un trabajo. Se encontraba mucho mejor adaptada a la profesión para la cual fue criada: dama de una gran casa.

Terminaron discutiendo. Siempre terminaban discutiendo. Y él se enfureció. Intentó dejarla, pero como siempre, no había sido capaz de tener una huida limpia: antes de que se hubiera ido a través de la puerta para salir del jardín, miró hacia atrás. Hina tenía la cabeza entre las manos y lloraba. Volvió hacia ella, pero ella corrió a la casa y llegó a bloquear las puertas francesas detrás de ella.

No la había visto durante cerca de un año después de eso. Mayormente porque, a la casi ridículamente joven edad de veinte años, se dio cuenta de que no eran buenos juntos. Sin embargo, no fue capaz de soportar la separación. Nunca fue capaz de hacer eso.

Naruto T. pensó en lo que ella le dijo el día anterior… sobre esas lágrimas suyas. ¿Qué si… no había estado jugando con él? Por alguna razón, eso lo aterrorizaba. ¿Y lo que era más impresionante? Estaba listo para dejar de pelear con ella. Por tanto tiempo, su orgullo había demandado respuestas a lo que ella había hecho, con quién lo hizo… pero no era una derrota si la otra persona tiraba su espada al mismo tiempo que soltabas la tuya. ¿La verdad? Se engañaba a sí mismo si pensaba que había alguien más en el planeta para él que esa impetuosa, malcriada y dolor en el trasero. Tenía su corazón en la palma de la mano desde la primera vez que puso sus ojos en ella.

Saliendo de su auto, empujó su cabello hacia atrás y abotonó el frente de su chaqueta de cuadros rosados, azules y amarillos. Luego se inclinó, tomó su sombrero de paja del asiento y colocó la cosa en posición perfecta sobre su cabeza.

Usando la puerta más cercana al jardín, entró a la fiesta.

—¡Ahí está el hombre!

—¡Naruto T.!

—¡Julepe de menta para ti!

Amigos, caballeros que conocía desde el jardín de niños, se acercaron, aplaudiendo, hablando sobre la desventaja de la carrera, preguntando sobre las fiestas que vendrían más tarde en el día, la noche, el domingo en la mañana. Respondió con palabras sin importancia, sus ojos buscando entre la multitud.

—¿Me disculpan? —dijo.

No esperó por sus permisos, sino que se abrió paso a través de las tiendas de campaña, evitando meseros con bandejas, más personas que se acercaron y a varias mujeres ansiosas por conectar con él. Finalmente, la encontró, de pie sola en el río. Mientras se aproximaba, trazó las elegantes líneas del cuerpo de Hina, notando la manera en que sus hombros quedaban medio expuestos por el vestido de seda que llevaba. Por alguna razón, tenía una larga bufanda amarrada alrededor de su garganta, los extremos meneándose con el viento creado por los ventiladores de las carpas, el final alcanzando sus increíbles piernas. Odiaba la manera en que su corazón latía tan rápido en su pecho. A pesar del hecho de que tuvo que secarse sutilmente las palmas en los orificios dobles de su chaqueta. Orando por que tuviera razón… que ella estuviera, por una vez, hablando desde el corazón, y que estuvieran listos, finalmente, para ser realistas sobre ellos.

—¿Hina?

Cuando ella no se dio la vuelta, solo se quedó fija junto al río, él colocó las manos en sus brazos… Ella se giró tan rápido que su julepe de menta salpicó su chaqueta, dejando una línea húmeda a través de su abdomen.

No es que le importara.

—¿Demasiado asustadiza?

Arrastró las palabras, tratando de recuperar algo de su encanto.

—Lo siento mucho —Extendió la mano con una pequeña servilleta de cóctel con monograma— Oh, he arruinado…

—Por favor. Tengo una de repuesto en el maletero.

Principalmente, porque siempre sudaba en las cajas de carreras, y qué le condenaran si pasaba el resto de la noche hecho un desastre.

—Entonces, ¿listo para el gran día? —dijo ella mientras él se quitaba la chaqueta.

La doblaba sobre su brazo cuando se dio cuenta de que ella no lo miraba a los ojos.

—¿Y bien? —espetó ella— Mi hermano tiene un caballo en la carrera. ¿Quizás dos? Engendrados por ese sucio bastardo Nebekanzer.

Aún sin contacto visual.

En voz baja, él murmuró:

—Odio saltar de los aviones.

Eso consiguió que lo mirara. Pero solo por un momento.

—¿Qué?

A medida que esos ojos grises volvían al río, él maldijo.

—Escucha… Hina.

—¿Sí?

Estaba tan tranquila, pensó. Y mucho más pequeña que él. Gracioso, nunca notó sus diferencias de estatura cuando peleaban; cerca de cuarenta kilos menos y seis centímetros más baja no significaban nada cuando esa boca suya iba al infierno y de regreso.

Tomó una respiración profunda.

—Así que, he estado pensando en lo que dijiste ayer. Y honestamente… tienes razón. Estás absolutamente en lo correcto. Sobre todo.

No se encontraba seguro de qué esperaba como respuesta, pero la caída de sus hombros no lo era. Se veía… totalmente derrotada.

—No soy mejor en esto que tú —dijo él— Pero quiero… bueno… maldita sea, Hina, te am…

—Detente —espetó— No lo digas. Por favor… ahora no. No…

—Buenos días, Naruto T. ¿Cómo estás?

La aparición de un tercero se habría registrado tanto como una mosca pasando a través de la casa. Excepto que Toneri Pford puso su brazo alrededor de la cintura de Hina y prosiguió con un:

—¿Le contaste las buenas noticias, cariño?

Por primera vez en su vida, Naruto T. sintió la fría ola del horror. Lo que, considerando algunas de las cosas que había hecho en las dos últimas décadas, era algo que decir.

—¿Y qué podría ser eso? —Se forzó a arrastrar las palabras— ¿Ustedes abriendo un lucrativo negocio de ventas por internet?

Los pequeños y brillantes ojos de Pford se volvieron repugnantes.

—Tienes una imaginación tan activa. Ayuda a tus clientes, estoy seguro.

—Con tu sentido de la ética en los negocios, yo no estaría arrojando rocas a esa casa de vidrio, Pford —Naruto T. se enfocó en Hina, su pecho volviéndose de piedra— Entonces, tienes algo que decirme, ¿o no?

A modo de respuesta, Pford tomó su mano izquierda y la empujó hacia adelante.

—Vamos a casarnos. El lunes, en realidad.

Naruto T. parpadeó una vez. Pero luego sonrió.

—Maravillosas noticias. En serio, y Toneri, déjame ser el primero en felicitarte. Ella folla como un animal salvaje, especialmente cuando se lo haces por detrás; pero estoy seguro de que ya lo sabes. La mitad del país lo hace.

Mientras Toneri comenzaba a escupir cosas, Naruto T. se inclinó y besó a Hina en la mejilla.

—Tú ganas —susurró en su oído.

Dándole la espalda a la feliz pareja, volvió con sus amigos. Tomó dos julepes de menta de una camarera que pasaba. Se los bebió como si fueran agua.

—¿Qué le pasó a tu cara? —le preguntó alguien.

—¿Disculpa?

—Estás goteando.

Se pasó una mano sobre el ojo que le picaba y frunció el ceño cuando vio la humedad.

—Me salpicaron con una bebida por allá.

Uno de sus hermanos de la fraternidad se rio.

—¿Alguna mujer finalmente te arrojó una en la cara? ¡Ya era hora!

—Conseguí lo que merecía, de acuerdo —dijo aturdido mientras tomaba su tercer trago— Pero no teman, caballeros. Volveré a montar a caballo.

La mesa rugió, los hombres le palmeaban la espalda, alguien tiró de una mujer y la empujó hacia adelante. Mientras ella ponía sus manos alrededor de su cuello y se inclinaba hacia su cuerpo, él tomó lo que le ofrecían, besándola profundamente, tocándola aunque estuvieran en público.

—Oh, Naruto T. —susurró ella contra su boca— He esperado que me hicieras esto durante una eternidad.

—Yo también, querida. Yo también.

Ella no lo conocía lo bastante bien como para reconocer el tono muerto en su voz. Y él no podía preocuparse menos por su entusiasmo. Tenía que salvar las apariencias de alguna manera… o no iba a ser capaz de vivir en su piel ni por un maldito minuto más.

Hina era mucho mejor en este juego que él. Si ella no hubiera tenido tanto éxito destrozando su corazón, le habría expresado sus respetos.


Mientras Sasuke arrancaba la camioneta de Gaara a través de los pilares de piedra de los Establos Red & Black, los callejones de árboles detrás de él se veían a kilómetros de distancia, el grupo de establos y edificios tan lejanos en la distancia, que podrían también estar en un estado diferente.

Avanzando, la polvareda se levantaba, ardiendo a la luz de la mañana. Lo sabía porque seguía revisando el retrovisor para asegurarse de que no lo habían seguido. Los guijarros hacían círculos frente al granero más grande, y aparcó a un lado, medio en el césped. No había razón para ponerle el seguro mientras salía. Demonios, dejó las llaves en la ignición.

Una respiración profunda y se encontró de nuevo en su infancia, cuando venía aquí para limpiar los puestos durante sus vacaciones de verano de la preparatoria. Sus abuelos creían en inculcar una buena ética de trabajo. Sus padres estuvieron mucho menos preocupados con eso. Dirigiéndose a la cabaña del cuidador, era difícil creer que su hermano realmente viviera en un domicilio tan modesto. Neji siempre había sido una fuerza de energía en el mundo, moviéndose, siempre moviéndose, un conquistador buscando siempre la victoria, ya fuera en los deportes, en los negocios, con las mujeres. Y ahora… ¿este pequeño edificio? ¿Era todo?

Cuando Sasuke llegó a la puerta, tocó en el marco de la pantalla.

—¿Neji? ¿Estás ahí, Neji?

¿Cómo si pudiera estar en cualquier otro sitio?

Bang, bang, bang.

—¿Neji? Soy yo…

—¿Sasuke? —vino una voz amortiguada.

Se aclaró la garganta.

—Sí, soy yo. Tengo que hablar contigo.

—Espera.

Cuando la puerta se abrió eventualmente, Sasuke vio a su abuelo de pie frente a él, no a su hermano: Neji estaba tan delgado que sus vaqueros colgaban como los pantalones de un viejo desde los huesos de su cadera, y se encontraba levemente encorvado, como si el dolor que sufría hubiera movido permanentemente su columna hasta una posición fetal.

—Neji…

Obtuvo un gruñido en respuesta y algunos movimientos con la mano indicando que dependía de él abrir la puerta y entrar.

—Discúlpame mientras vuelvo a sentarme —dijo Neji a la vez que se dirigía a la silla en la que claramente había estado— Estar de pie no es agradable.

El gruñido fue casi ahogado mientras se sentaba. Sasuke cerró la puerta. Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones. Trató de no mirar fijamente la cara arruinada de su hermano.

—Entonces…

—Por favor, no te molestes en comentar lo bien que me veo.

—Yo…

—De hecho, simplemente asintamos y podrás irte. No hay duda de que la señora Chiyo te hizo venir para que pudieras dar fe del hecho de que sigo respirando.

—Ella no está bien.

Eso atrajo la atención de mi hermano.

—¿Cómo es eso?

La historia salió rápidamente: la sala de emergencias, se veía bien después, siguió trabajando en el almuerzo.

Los ojos de Neji se alejaron.

—Esa es ella, está bien. Sobrevivirá al resto de nosotros.

—Creo que le gustaría verte.

—Nunca volveré a esa casa.

—Ella podría venir aquí.

Después de un largo momento, esa mirada volvió.

—¿Honestamente crees que estar cerca de mí sería bueno para ella? —Antes de que Sasuke pudiera comentar, Neji continuó— Además, no me gustan las visitas. Hablando de entretenimiento, ¿por qué no estás disfrutando del desayuno de la carrera? Obtuve una invitación, lo que encontré un tanto irónico. No me molesté en responder, una violación horrible de mis modales, pero en mi nueva encarnación, las bromas sociales son anacronismos de otra vida.

Sasuke caminó alrededor, mirando los trofeos.

—¿En qué piensas? —preguntó Neji— Nunca te quedas sin palabras.

—No sé cómo decir esto.

—Inténtalo con un nombre primero. Un nombre propio, siempre que no sea "Neji". Te lo aseguro, no estoy interesado en ninguna charla sobre cómo debo poner mi vida en orden.

Sasuke se giró y enfrentó a su hermano.

—Es sobre padre.

Los párpados de Neji bajaron.

—¿Qué pasa con él?

La imagen de Shizune en esa silla fue precedida por una reproducción auditiva de la voz de Shion diciéndole que estaba embarazada y que no iba a dejar la casa.

Los labios de Sasuke se curvaron.

—Lo odio. Lo odio tan jodidamente demasiado. Nos ha arruinado a todos.

Antes de que pudiera comenzar a contarle todo lo que pasó, Neji puso su mano en alto y dejó salir un cansado suspiro.

—No tienes que decirlo. Lo que quiero saber es cómo lo descubriste.

Sasuke frunció el ceño.

—Espera, ¿lo sabías?

—Por supuesto que lo sabía. Estaba ahí.

No, no, pensó con sorpresa. Neji no podía estar incluido en las pérdidas de dinero, la deuda… la posible malversación. El hombre no solo era brillante con los negocios, sino honesto como un explorador.

—No podrías… no —Sasuke sacudió la cabeza— Por favor, dime que tú no…

—No seas ingenuo, Sasuke…

—Shizune está muerta, Neji. Se suicidó ayer en la oficina.

Ahora era el turno de Neji de lucir sorprendido.

—¿Qué? ¿Por qué?

Sasuke levantó las manos.

—¿Pensaste que no le afectaría?

Neji frunció el ceño.

—¿De qué demonios hablas?

—El dinero, Neji. Jesucristo, no seas estúpid…

—¿Por qué el hecho de que papá no pagara mi rescate la afectaría?

Sasuke dejó de respirar.

—¿Qué acabas de decir?

Neji se frotó los ojos como si le doliera todo el cráneo. Luego fue a por la botella de Beefeater que había junto a él y tomó un profundo trago directamente de la botella.

—Tenemos que hacer esto.

—¿No pagó por tu rescate?

—Por supuesto que no. Siempre me ha odiado. No me extrañaría que hubiera planeado todo el secuestro.

Todo lo que Sasuke pudo hacer fue quedarse ahí y parpadear mientras su cabeza se enredaba como un embotellamiento de tráfico a la hora punta.

—Pero… le dijo a la prensa, a nosotros, que estaba negociando con ellos…

—Y yo me hallaba ahí escuchando al otro lado del teléfono. Eso no era lo que ocurría. Además, puedo asegurarte que hubo… repercusiones… a su incumplimiento.

Las entrañas de Sasuke se revolvieron.

—Pudieron haberte matado.

Después de otro trago de la botella, Neji dejó caer la cabeza contra la silla.

—No lo sabes, hermano… sí, me mataron. Ahora, ¿de qué demonios hablabas?