Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
17
Estaba en un extraño tipo de altura, decidió Hina mientras caminaba con su nuevo prometido a través de los invitados de su familia, asintiendo a aquellos que hacían contacto visual, hablando cuando era requerido. La sensación de caminar entre algodón que envolvía su cuerpo era algo entre la saturación de alcohol y una sobredosis de Xanax; el mundo exterior llegando a ella a través de un filtro en cámara lenta, engrosando el aire con la consistencia de un pudín, y quitando cualquier sentido de temperatura de su piel.
Toneri, por otra parte, se veía bastante alerta mientras le hablaba a todos del compromiso, el orgullo en su rostro semejante a un hombre que acababa de comprar una casa nueva en Vail o quizás un yate. No parecía notar el impacto sutil que tan a menudo escondían, o tal vez no le importaba.
"Tú ganas".
Mientras escuchaba la voz de Naruto T. en su cabeza, tomó una respiración profunda.
Sincronización, sincronización, pensó. La sincronización lo era todo. Eso y el dinero.
Naruto T. y su gente eran muy adinerados ante cualquier estándar, pero no tenían cincuenta o sesenta millones de dólares de sobra para llenar la deuda en los balances de su familia. Solamente Toneri P. Ford IV lo era, y Hina estaba preparada para aprovechar su posición recién descubierta como la esposa del idiota para ayudar a sus parientes. Pero eso tendría que esperar hasta que pusiera un anillo en su…
Un agarre en su codo la hizo girar la cabeza. Toneri se inclinó.
—Dije, ven por aquí.
—Voy a entrar por un momento.
—No, vas a quedarte a mi lado.
Mirándolo directo a la cara, dijo:
—Estoy sangrando entre las piernas, y sabes por qué. Es difícilmente algo que pueda ignorar.
Una expresión combinada de sorpresa y disgusto tensó esos rasgos que estaba comenzando a odiar.
—Sí, encárgate de eso.
Como si su cuerpo fuera un auto con una abolladura necesitando arreglo.
Caminando, se dio cuenta de que pasear entre grupos de personas que hablaban demasiado alto y reían demasiado fuerte le causaba un cosquilleo de ansiedad, y el sentimiento no se disipó cuando entró al fresco y silencioso interior de Oriental.
Sangró después de que Toneri terminó con ella. Pero ya se había encargado de eso con un protector para bragas.
No, había entrado por una razón diferente. Y sabía a dónde ir.
La última vez que tuvo sexo en esta casa —sin incluir esa breve conexión en el jardín la otra noche y lo que había pasado en su dormitorio más temprano— fue hace dos años: había terminado la mayoría de sus jugueteos y excursiones en Oriental tan pronto como Himawari se volvió lo suficientemente mayor para saber lo zorra que era. No había razón para que la chica presenciara en persona lo que los demás iban a decirle sobre su madre. Al menos de esa manera, pensó siempre Hina, mamá sería capaz de llevar una negación creíble. Pero… hace dos años, en una tarde de jueves al azar, después de una cena sin incidentes, se encontró escabulléndose. En la bodega de vinos.
Procediendo hacia el pasillo del personal, pasó la oficina de Shizune y del señor Shimura —o más bien, donde aún se encontraba el mayordomo y había estado la interventora— y abrió una ancha puerta para revelar una escalera hacia el sótano. No estaba muy sorprendida de encontrar el brillo de una luz al final. Sólo había una razón para que estuviera encendida, especialmente si todos los bourbones, champañas y chardonnays para el desayuno tardío habían sido entregados, y en cualquier evento, ninguna parte de la colección privada de la familia sería usada para tal ocasión.
Su descenso fue silencioso, el patrón de tablas chirriantes memorizadas por sus días de adolescente robando botellas de las profundidades del enorme sótano. A medida que llegaba al final de los escalones, se quitó los zapatos y los colocó a un lado. El cemento desigual fue un alivio para las plantas de sus pies, y su nariz amenazó con estornudar mientras el olor a humedad se registraba en sus fosas nasales. Pasó los refugios antibombas que se hicieron en los años cuarenta fuera de los muros de metal fijados en ángulo recto, envolviendo sus brazos a su alrededor, a pesar de que era principalmente un reflejo, algo que hacía porque debía estar helado aquí abajo. Aun así no sentía nada. La bodega de vinos estaba separada del largo sótano por una pared de vidrio a prueba de balas y fuego que se encontraba equipada con soportes de madera pulida y una puerta que tenía un código. Dentro, la habitación de paneles de caoba brillante estaba amueblada, desde el piso hasta el techo, con estanterías de botellas hechas a mano, millones de botellas de vinos inestimables, champañas y licores protegidos de los cambios de temperatura y ladrones de la variedad humana. También había una mesa de catas en el centro rodeada de sillas color rojo sangre, y tenía razón, la cosa estaba siendo puesta en uso. Y había una especie de cata en marcha.
El cordero de sacrificio de Naruto T. se hallaba estirada sobre la superficie brillante, su cabello rubio extendido sobre el borde más lejano de la mesa, su cuerpo desnudo brillando a la luz baja de los accesorios de bronce. Se encontraba completamente desnuda, su vestido color melocotón tirado sin cuidado sobre una de las sillas, y la cabeza de Naruto T. entre sus muslos, sus manos apretando sus caderas mientras la trabajaba.
Retrocediendo a una esquina oscura, Hina lo observó terminar lo que hacía y luego alzarse sobre la mujer. Con manos rudas, liberó su erección y la montó. La mujer gritó lo bastante fuerte como para que su voz ronca pudiera oírse al otro lado del vidrio. Por una vez, Hina no se colocó en la posición femenina. Lo había visto tener sexo muchas veces antes —algunas veces cuando él lo había sabido, otras veces no— e inevitablemente, su cuerpo siempre respondía como si fuera ella la que estuviera debajo de él, sobre él, empujada contra una pared por él. No ahora. Eso habría sido demasiado doloroso. Porque sabía que nunca iba a tenerlo de nuevo.
"Tú ganas."
Después de todos esos años luchando, ella había bajado sus armas primero, y él no la había creído. Y cuando finalmente la había tomado en serio, los eventos habían conspirado contra ellos. Él ya no iba a jugar este juego con ella. Había visto los toques de resolución cuando alejó su declaración de amor el día anterior, y el último clavo en el ataúd había sido puesto en el jardín. Estaba hecho.
Hina se quedó dónde estaba mientras él llegaba al orgasmo, y tuvo que alejar las lágrimas cuando su cabeza se inclinó hacia atrás sobre su espalda y su cuello se tensó, y su cuerpo bombeó con fuerza cuatro veces más. Quizás como era de esperar, su rostro no mostró evidencia de placer, la liberación aparentemente fue algo generado únicamente por su cuerpo. A lo largo del corcoveo, permaneció tan sombrío como ella se sentía, su expresión en blanco, sus ojos medio abiertos fuera de foco. Mientras tanto, sin embargo, la mujer tuvo espasmos que eran demasiado feos para ser falsos: no había duda de que la querida chica habría preferido impresionarlo con expresiones de pasión más ingeniosas con la esperanza de que esto comenzara algo, pero las poses sexuales en las películas eran difíciles de mantener cuando Naruto T. estaba dentro de ti.
Hina retrocedió aún más, hasta la fría y húmeda pared que le dijo que no había más retiro posible. Sabía que él iba a irse pronto. Y lo hizo. Momentos después, vapor encerrado fue liberado mientras la puerta se abría, y Hina se acurrucó, dejando caer los ojos y aguantando la respiración.
—Seguro —dijo Naruto T. en tono uniforme— Me encantaría.
—¿Me ayudarías a abrochar mi vestido?
—Puedes hacerlo sola —Él ya se estaba yendo— Vamos, mejor nos vamos.
—¡Espera! ¡Espérame!
Risitas. Agitación también, sin duda, a medida que el sonido del cliqueo de los tacones a lo largo del cemento hacía eco alrededor como si la mujer estuviera corriendo para alcanzarlo.
—¿Sostienes mi mano? —preguntó la mujer.
—Seguro. Me encantaría.
Hubo un golpe al encontrarse dos pares de labios y luego los sonidos de pasos en el cemento disminuyeron en la distancia.
Después de un rato, Hina salió de las sombras.
La luz se había quedado encendida dentro de la bodega de vinos, lo que era muy diferente a Naruto T. Lo que la mayoría no sabía de él era que era un esclavo de su necesidad compulsiva de tener las cosas en orden. A pesar del hecho de que era un mujeriego, no podía manejar las cosas fuera de lugar. Todo, desde los trajes que usaba hasta los autos que tenía, desde su práctica de leyes hasta sus establos, desde su dormitorio hasta su cocina y sus baños, era un hombre con problemas de control. Sin embargo, ella conocía la verdad. Lo había visto quedarse atrapado en rituales, había tenido que sacarlo de ellos de vez en cuando. Era una intimidad que, estaba dispuesta a apostar la vida de su único hijo, no compartía con nadie más… Ahora se estremeció. Pero no por el aire frío ni la humedad.
El ineludible sentido de que había arruinado algo bien y terriblemente le robó el aliento. Retrayéndose sobre sí misma, retrocedió contra la pared de vidrio de la bodega de vinos, se deslizó hasta el suelo de cemento… y lloró.
Mientras Neji escuchaba el reporte de Sasuke sobre las finanzas familiares, y luego las otras noticias de que su madre fue declarada mentalmente incompetente, y finalmente sobre el suicidio con cicuta, se encontró… curiosamente separado de toda la historia. No era que no le importara. Siempre se preocupó por sus hermanos, y ese tipo de aprecio nunca se iba, a pesar de todas las cosas por las que pasó. Pero la cadena de malas noticias parecían explosiones ocurriendo lejos en el horizonte; el parpadeo y rugido distante eran algo que captaba su atención, pero no lo afectaban lo suficiente como para que se levantara de su silla, literal o figurativamente.
—Así que necesito tu ayuda —concluyó Sasuke.
Neji se volvió a llevar la botella de ginebra a la boca. De cualquier manera, en esta ocasión no bebió. La bajó otra vez.
—¿Con qué precisamente?
—Necesito acceso a los archivos financieros de COU. Los reales, los que no fueron lavados por el Consejo o la prensa.
—Ya no trabajo para la compañía, Sasuke.
—No me digas que no puedes acceder a los servidores si realmente lo quisieras.
Sasuke tenía un punto. Neji fue quien instaló el sistema en las computadoras.
Hubo un largo silencio, y luego Neji lo siguió con otro golpe de licor.
—Todavía hay bastante dinero alrededor. Tienes tu fideicomiso, Kiba tiene el suyo, y Hina sólo tiene uno año o dos para ir…
—Se viene ese préstamo de cincuenta y tres millones de dólares con Prospect Trust. En dos semanas, Neji.
Se encogió de hombros.
—Tiene que ser sin garantía, de otra manera, Monteverdi no se preocuparía tanto. No es como si fueran a ir a por la casa.
—Monteverdi irá a la prensa.
—No, no lo hará. Si tomó un préstamo sin garantía de tal magnitud usando fondos de Prospect Trust, tuvo que haberlo hecho a espaldas de la junta directiva y violando las leyes federales de empresas fiduciarias. Si no se paga a tiempo, lo único que ocurrirá públicamente es un anuncio de que Monteverdi se retira antes de tiempo para "pasar tiempo con su familia" —Neji sacudió la cabeza— Entiendo que quieras saber más, pero no sé con seguridad a dónde piensas que te llevará. La deuda no es tuya como para que te preocupes. Ahora vives en Manhattan. ¿Por qué el repentino interés en las personas que viven en Oriental?
—Son nuestra familia, Neji.
—¿Y?
Sasuke frunció el ceño.
—Entiendo que no te sientas como el hijo de Madara Otsutsuki. Después de la manera en que te trató todos esos años, ¿cómo podrías? Pero… ¿qué pasa con la casa? ¿Los terrenos, los negocios? ¿Con mamá?
—La Compañía de Bourbon Uchiha gana billones de dólares al año. Inclusive si te vas a una cantidad neta, no ingreso bruto, si la deuda personal es de cincuenta, o incluso cien millones de dólares, no es un evento catastrófico contando la cantidad de acciones que posee la familia. Los bancos prestarían entre un sesenta a setenta por ciento del valor en contra de una cartera de inversión; se podría financiar la amortización de esa cantidad ahora mismo.
—Pero, ¿qué pasa si no es todo lo que se ha prestado? ¿Y padre no debería rendir cuentas? Y de nuevo, me pregunto, ¿qué pasa con mamá?
—Si fuera por el agujero del conejo al querer algún tipo de justicia contra ese progenitor nuestro, estaría completamente loco. Y lo último que escuché, mamá no ha salido de su cama más que para tomar un baño en tres años. Si se encuentra en Oriental o en un hogar de ancianos, no notará la diferencia. —Cuando Sasuke dejó salir una maldición, Neji volvió a sacudir la cabeza— Te aconsejo que sigas mi ejemplo y te alejes. En realidad, debí de haberme distanciado más, al menos tú tienes Nueva York.
—Pero…
—No te equivoques, Sasuke, ellos te comerían vivo, especialmente si continúas en este camino de venganza —Cuando se quedó en silencio, sintió un breve momento de creciente temor— No ganarás, Sasuke. Hay… cosas… que hicieron en el pasado contra personas que trataron de acercarse a ciertas cuestiones. Y algunas fueron con miembros de la familia.
Debía saber. Sasuke se acercó a la ventana del mirador, observando como si las cortinas no se encontraran cerradas.
—Así que estás diciendo que no me ayudarás.
—Te estoy diciendo que el camino con menor resistencia es mejor para tu salud mental —Al igual que física— Supéralo, Sasuke. Sigue adelante, continúa. Lo que no se puede cambiar, se debe aceptar.
Hubo otro momento de calma, y luego Sasuke miró a través del aire viciado entre ambos.
—No puedo hacerlo, Neji.
—Entonces, es tu funeral…
—Mi esposa está embarazada.
—¿De nuevo? Felicidades.
—Me voy a divorciar.
Neji arqueó una ceja.
—No es la típica respuesta de un futuro padre. Especialmente teniendo en cuenta la cantidad de manutención que deberás.
—No es mío.
—Ah, eso lo explica.
—Ella me dijo que es de padre.
Cuando sus ojos se encontraron, Neji se quedó muy quieto.
—Lo siento. ¿Qué?
—Me escuchaste. Me dijo que se lo dirá a mamá. Y que no dejará Oriental —Hizo una pausa— Por supuesto, si resulta que hay problemas de dinero, entonces no tendré que preocuparme porque el bastardo de papá venga a la casa de la familia. Shion se iría a cualquier lugar para encontrar otro rico idiota al que pegársele.
Cuando un dolor extraño se disparó por el antebrazo de Neji, se miró la mano. Interesante. De alguna manera, agarró la botella de ginebra con tanta fuerza que sus nudillos casi se rompían a través de su pálida piel.
—¿No miente? —Se oyó preguntar.
—Si hubiera nombrado a alguien más que padre, diría que tal vez. Pero no, no creo que mienta.
Mientras Naruto T. salía de la bodega y se alejaba, encontró que el ignorar a la mujer que acababa de follar era cuestión de supervivencia. Su voz era bastante como una absorción de energía; si en realidad se concentraba en sus palabras, probablemente caería en estado de coma.
—¡… y luego iremos al club! Todo el mundo estará ahí, y podemos…
Por otra parte, el agotamiento con el que luchaba probablemente no era por ella. Era más por el resultado de bajar sus armas tras una larga batalla de décadas. Lo que estaba claro era que tenía que follar a alguien ahí, en esa mesa. Era su manera de hacer borrón y cuenta nueva, quemando metafóricamente el último recuerdo que poseía de estar dentro de Hina aquí en la casa. Y en los otros sitios en los que estuvo con ella, ¿ya fuera en su granja, o en los hoteles de nivel internacional, o en Vail, o hasta Michigan? También iba a eliminarlos, hasta que cubriera cada uno de los recuerdos con otra mujer.
—¿… Día Conmemorativo? Porque podríamos salir a la finca de mis padres en el Valle del Loira, ya sabes, para escapar…
A medida que el parloteo seguía, Naruto T. recordó por qué prefería dormir con mujeres casadas. ¿Cuando tenías relaciones sexuales con alguien que tenía que preocuparse por un marido? No existía esta expectativa de una relación.
No era capaz de subir las escaleras para regresar al primer nivel lo bastante rápido. Y a pesar de que se disponía a ir de dos en dos y así poder perder a la parlanchina detrás de él, era lo suficientemente caballeroso como para hacerse a un lado en la parte inferior e indicarle que fuera primero.
—Oh, gracias —le dijo al pasar por delante suyo.
Se hallaba a punto de seguirla cuando atrapó un destello de algo colorido en el suelo. Un par de tacones. De color claro, hechos de satín. Louboutins.
Movió la cabeza y buscó de donde vinieron él y la mujer.
—¿Naruto T.? —le dijo desde arriba— ¿Vienes?
Eran los zapatos de Hina.
Ella estaba aquí. ¿Bajó para… ver?
Bueno, ciertamente no los detuvo.
Su primer impulso fue sonreír e ir a la caza, ¿pero eso era un acto reflejo que nació de la forma en que se relacionaron por tanto tiempo? Para recordarse a sí mismo cómo cambiaron las cosas, todo lo que tenía que pensar era en ese anillo en su dedo. En el hombre de pie junto a ella. La noticia que pronto se propagaría por todo el país. Lo gracioso era que nunca se preocupó sobre todos los hombres con los que Hina estuvo. Si eso venía bajo la excepción de ojo por ojo porque él dormía con la misma cantidad de mujeres… o si tenía algún tipo de perversión en el cual la deseaba más al saber que ella follaba y les hacía mamadas a otros hombres… o tal vez era algo totalmente diferente. No lo sabía. ¿Lo único que sabía con seguridad? Toneri Pford era ahora una fuente enorme de celos. De hecho, tomó cada onza de su autocontrol no darle a ese desperdicio de espacio una mirada que dejara un agujero en la nuca de su cráneo.
—¿Naruto T.? ¿Pasa algo?
Alzó la mirada hacia las escaleras. La luz proveniente de detrás de la mujer la convertía en nada más que una sombra, reduciéndola a un conjunto sin rostro de curvas, sin mayor peso que una aparición. Por alguna razón, quiso tomar los zapatos de Hina, pero los dejó atrás a medida que permitía que su ascenso respondiera la pregunta de la señorita.
Apareciendo a su nivel, se aclaró la garganta.
—Te encontraré ahí.
Su sonrisa decayó.
—Pensé que iríamos a la pista juntos.
¿La pista? Oh, cierto. Era el día de la carrera.
—Tengo algunos negocios que atender. Te veré ahí.
—¿A dónde irás ahora?
La pregunta lo hizo darse cuenta que se dirigía a la cocina, no a la fiesta.
—Como dije, negocios.
—¿En qué tribuna estás?
—Te encontraré —dijo.
—¿Lo prometes?
Alejándose, podía sentir su mirada, y se disponía a apostar que se encontraba orando a Mary Sue, la Santa Patrona de las Debutantes, para que él se girara, regresara, y se convirtiera en el escolta que ella esperaba que emergiera gracias a la follada subterránea. Pero Naruto T. no miró atrás ni tampoco reconsideraría su salida. Y no les prestó ninguna atención a la cantidad de cocineros en la cocina de la señora Chiyo. Lo cierto era que no era consciente de nada hasta que salió. Cerrando la puerta de la entrada trasera, tomó una respiración y se apoyó contra los calientes paneles de color blanco. Otro día abrasador, lo cual no era una sorpresa. Por otro lado, no lo era cuando se trataba del clima de Charlemont. Si no te gustaban las condiciones, todo lo que tenías que hacer era esperar quince minutos. Por lo que el granizo en la carrera también sería posible.
Dios, se sentía cansado. No… se sentía viejo…
Un rugido gutural venía sonando a su izquierda, pero no era un coche deportivo. Era una camioneta destartalada viniendo por la entrada de servicio.
Pobre bastardo, quienquiera que fuera. Al personal no se le permitía estacionar en cualquier lugar cerca de la casa en un día como hoy. El que se hallara detrás del volante, se ofrecía voluntario para un golpe proverbial en la garganta. Pero él tenía sus propios problemas por los cuales preocuparse. Metiendo la mano en el bolsillo, sacó la llave de su auto; luego, bajó por el suelo de piedra y comenzó a dirigirse al lugar en donde escondió su Jag, pegado a la casa.
No llegó muy lejos. A través del parabrisas de esa vieja camioneta, vio un rostro demasiado familiar.
—¿Sasuke?
Al tiempo que la camioneta se detenía en la entrada trasera del centro de negocios, se acercó.
—¿Sasuke? —gritó— ¿Ya bajaste de nivel incluso antes de que Shion nos golpee con una respuesta?
La ventanilla del conductor bajó y el tipo hizo un gesto con el dedo a través de su garganta. Naruto T. miró alrededor. No había nadie cerca. El personal se encontraba dentro o trabajando en las carpas y jardines. Los invitados no volverían aquí, en donde los matorrales podrían estar. Y no era como si las aves en los árboles fueran a tener una opinión sobre dos humanos charlando.
Cuando se acercó a la camioneta, se inclinó.
—En verdad no necesitas hacer esto por el divorcio…
Se quedó en silencio cuando se enfocó en el hombre sentado al lado de su más reciente cliente.
—¿Neji? —graznó.
—Qué encantador volver a verte, Naruto —Excepto que el hombre no lo miró. Sus ojos seguían fijos en el tablero frente a él— Como de costumbre, te ves bien.
En tanto pronunciaba esas palabras, fue imposible no evaluar esa cara… ese cuerpo. Querido… Dios, los pantalones le quedaban holgados alrededor de los muslos como si fueran palillos de dientes, y la camisa suelta colgándole de los hombros con la amplitud de una percha.
Neji se aclaró la garganta y se agachó para recoger una gorra de COU del piso del coche. En lo que se la ponía en la cabeza y bajaba el frente para cubrirse el rostro, Naruto T. se avergonzó por mirarlo boquiabierto.
—Es bueno verte, Neji —soltó.
—No lo hiciste —dijo Sasuke en voz baja.
—¿Cómo?
—No lo viste —Los ojos de Sasuke ardían— Ni a mí. ¿Entiendes, abogado?
Naruto T. frunció el ceño.
—¿Qué diablos ocurre?
—No quieres saberlo.
Miró de ida y vuelta entre los hermanos. Como abogado, estuvo involucrado en bastantes zonas grises, tanto en términos de evitarlos y meterse en ellos deliberadamente. También aprendió con el tiempo que alguna información no valía la pena conocerse.
—Entendido —dijo con una inclinación de cabeza.
—Gracias.
Antes de que se apartara, forzó una sonrisa en su rostro.
—Por cierto, felicidades por la nueva adición a su familia.
Sasuke retrocedió.
—¿Disculpa?
—Sé con bastante seguridad que no habrías elegido a Toneri Pford como cuñado, pero uno debe ajustarse cuando el amor está en el aire.
—¿De qué diablos hablas?
Naruto T. rodó los ojos al pensar que Hina era justo así.
—¿Quieres decir que no lo sabes? Tu hermana se comprometió con Toneri Pford. Tengan una buena carrera, caballeros. Quizá los vea a ambos…
Pero por supuesto, no a ambos.
—Ah… si cualquiera de ustedes me necesita —se corrigió— saben exactamente dónde encontrarme.
Que sería en cualquier lugar donde no se encontrara su hermana, pensó mientras caminaba hacia su Jag.
