Ni la historia ni los personajes me pertenecen.
18
Era el momento perfecto para irrumpir.
A medida que Neji salía de la camioneta del Maestro Destilador, se bajó aún más la gorra de béisbol, aunque si ese borde iba más al sur, no sería capaz de parpadear. Dios… ¿realmente volvió? De hecho, sí, y había olvidado lo enorme que era Oriental. Inclusive desde la entrada de los empleados en la parte trasera, la mansión era casi incomprensiblemente grande; la fachada blanca del edificio y las persianas negras levantándose por encima de la hierba verde, una fuerte declaración de la gran importancia de la familia.
Quería vomitar. Pero, ¿después de escuchar lo que hizo su padre con la esposa de Sasuke? No existía manera alguna en la que no fuera a actuar.
De fondo podía escuchar el almuerzo de la carrera en pleno apogeo en el jardín, y sabía que este era en verdad el único momento para entrar y salir del centro de negocios con la información que necesitaba su hermano. Con tantas personas en el lugar, no había manera de que su padre se acercara a cualquier lugar que no fuera esa carpa; era un depravado, pero sus modales nunca fueron vulnerables. Además, todo el personal de la empresa tenía libre el día de la carrera, así que ni siquiera los "subordinados" se encontrarían en sus escritorios.
Los pobres bastardos podrían trabajar el Cuatro de Julio, Acción de Gracias, Navidad y Pascua, pero esto era Kentucky. Nadie trabajaba el día de la carrera.
Mientras Sasuke rodeaba el auto para seguirlo, extendió la palma.
—Voy solo.
—No puedo dejar que lo hagas.
—Puedo permitirme que me atrapen. Tú no. Quédate aquí.
No esperó una respuesta, sino que siguió adelante, sabiendo que después de casi cuarenta años de ser el primogénito, sus palabras congelarían a Sasuke en donde se encontraba.
En la entrada trasera de las instalaciones de su padre, Neji ingresó un código de acceso que le asignó a una tercera parte de los contratistas hace cinco años como parte de la actualización de seguridad. Cuando la luz roja se volvió verde y el seguro se liberó, cerró los ojos brevemente. Y abrió.
Había una tentación que tiraba de él antes de entrar, pero no tenía ese lujo, ya fuera en términos de energía o tiempo. En tanto la puerta se cerraba detrás de él, la luz exterior se apagó, y pasó un momento para que el oscuro interior se registrara en sus ojos. Seguía igual. Todo. Desde la gruesa alfombra color marrón con bordes dorados, a los artículos enmarcados de la compañía que colgaban de las paredes cubiertas de seda, y el patrón de las puertas de cristal que conducían hacia la zona central de espera. Qué extraño… asumió que al ser diferente él, este lugar en el cual pasó tantas horas también habría cambiado.
No sonó ninguna alarma mientras se introducía más profundamente en las instalaciones debido al código que utilizó, y pasó por el comedor, las salas de conferencias que parecían salones de Oriental, e incluso más oficinas que fueron equipadas con el lujo de una firma de abogados de primer nivel. Como siempre, las cortinas en todas las ventanas se hallaban cerradas para asegurar una total seguridad, y nada fue dejado fuera de lugar en ningún escritorio, todo asegurado a cal y canto. La sala de espera era un espacio circular, cuyo centro se ubicaba delimitado con el escudo de la familia en la alfombra. Prominentemente colocado a un lado, entre una bandera de Estados Unidos y Kentucky, y un par de carteles de la Compañía de Bourbon Uchiha, el escritorio de la recepcionista era tan suntuoso como una corona, y aun así, ni siquiera se acercaba a la sede del poder. Más allá de todo ese espectáculo, había cristal en donde la oficina del asistente ejecutivo ocupaba el espacio, y finalmente, detrás del escritorio del perro guardián, se hallaba una puerta nuevamente marcada con el escudo familiar en un dorado brillante. La oficina de su padre. Neji miró hacia la línea de puertas francesas que se abrían en dirección al jardín. Gracias a la combinación de cortinas pesadas y vidrio de triple hoja, no se escuchaba ni pío de las seiscientas o setecientas personas que había afuera, y no había absolutamente ninguna posibilidad de que cualquier invitado vagara por ahí.
Neji arrastró los pies hasta la oficina de cristal e ingresó el mismo código. Cuando el bloqueo se liberó, se abrió paso y caminó alrededor para sentarse frente a la computadora. No prendió ninguna luz y no habría movido la silla detrás del escritorio si sus piernas fueran capaces de soportar su peso durante cualquier periodo de tiempo. La computadora funcionaba, pero se hallaba bloqueada, y accedió usando un conjunto de credenciales de seguimiento que se dio a sí mismo cuando expandió y reforzó la red de la compañía hace tres años. Al igual que Flynn, como ellos decían. Pero ¿ahora qué? En el viaje a Oriental, se preguntó si su mente volvería a ponerse en línea para esto. Le preocupaba que las pastillas o el trauma hubieran dañado su cerebro de una manera no muy pertinente en lo que respectaba a beber o limpiar establos, pero sí cuando intentaba algo mayor. Aunque su circunnavegación entre el sistema de archivos con documentos protegidos fue lenta al principio, de pronto se movía rápidamente a través de los cachés de información, exportando lo que era relevante para la cuenta simulada que pareciera un correo válido de COU, pero en realidad era de la red. Otro respaldo. ¿Y lo mejor de todo? Si alguien miraba la actividad, rastrearían el nombre del perro guardián que su padre tenía como asistente ejecutiva, a pesar del hecho de que ella no sabía nada de la cuenta. Pero ese era el punto. Cualquier persona en la empresa que viera el nombre de la mujer en algo, retrocedería y no diría nada.
Mientras se filtraba en los estados financieros, se centró exclusivamente en los datos en bruto que aún tenían que ser "lavados" por contadores, y aunque lo tentaba el comenzar a analizar, era más importante capturar tanto como pudiera…
Las luces de la recepción se encendieron. Alzando la cabeza, se congeló.
Mierda.
El teléfono de Sakura finalmente sonó al tiempo que todos los invitados comenzaron a despedirse. Y casi ignoró la vibración, especialmente cuando dos de los camareros se le acercaron con una serie de demandas de una mesa de veinteañeros que eran menores de edad y se encontraban completamente borrachos.
—No —dijo tomando el celular de su bolsillo trasero y aceptando la llamada sin mirar— Los interrumpieron por una razón, sus padres. Si ese montón de idiotas tiene algún problema con la negativa del servicio, diles que se lo comenten a su mami y papi —Se puso el teléfono en la oreja— ¿Sí?
—Soy yo.
Sakura cerró los ojos con alivio.
—Oh, Dios mío, Sasuke… espera, déjame encontrar un lugar tranquilo.
—Estoy en la parte trasera. Por las cocheras. ¿Puedes venir un minuto?
—Ya voy.
Terminando la llamada, atrapó la mirada de Kurenai a través de la carpa y le señaló que saldría por un minuto. Después de que la mujer asintiera, Sakura se fue rápidamente por la periferia de la fiesta, corriendo detrás de las mesas de comida donde los sirvientes uniformados cortaban perfectas rebanadas de carne asada Angus criada en la localidad. Un par de camareros levantaron la mano para tratar de llamar su atención, pero los dejó de lado, sabiendo que Kurenai se haría cargo.
Al ingresar en la casa por la puerta abierta que daba a la cocina, agachó la cabeza, intentando lucir como si ya se hallara en una misión. Y así se suponía que era. En la esquina, por la despensa, se encontraba otra puerta que se dirigía a la entrada trasera, y después de recorrer todas las chaquetas de los empleados, salió por las cocheras. Miró alrededor en busca del Porsche de Sasuke…
—Por aquí —anunció su voz.
Girándose, retrocedió cuando lo vio apoyado contra una camioneta que era casi tan vieja como ella. Pero entonces siguió con el programa, trotando a través de los adoquines.
—Bueno, este es mi tipo de coche —dijo a medida que se le acercaba.
A pesar de que no movió ni un músculo, los ojos de Sasuke la recorrieron por completo, como si utilizara su presencia como una forma de castigarse.
—¿Puedo abrazarte?
Ella miró alrededor, centrándose en las ventanas de la casa.
—Probablemente sea mejor que no.
—Cierto.
—Así que… ¿qué haces aquí? ¿Con esta F-150?
—Me la prestó un amigo. Trato de mantener un perfil bajo. ¿Cómo va la fiesta?
—Tu esposa me ha estado mirando mal.
—Ex esposa, ¿recuerdas?
—¿Vas a… vas a ir al almuerzo?
Sacudió la cabeza.
—Estoy ocupado.
Pausa. Incómoda.
—¿Todo bien? —susurró— ¿Cómo estaba Neji?
—¿Puedo quedarme contigo esta noche?
Sakura cambió su peso de atrás hacia adelante.
—¿No irás al baile?
—No.
—Bueno, entonces… sí, me gustaría —Se cruzó de brazos y trató de no sentir una creciente felicidad que parecía inapropiada dado todo lo que ocurría— Pero estoy preocupada por ti.
—Y yo por ti —Miró hacia su casa— Permíteme preguntarte algo.
—Lo que sea.
Pasó un tiempo antes de que volviera a hablar.
—Si decidiera irme de aquí… ¿considerarías venir conmigo?
Sakura pensó en bromear, haciendo alguna referencia a la novela Robinson Crusoe, o tal vez sobre un crucero. Pero él no se reía en lo más mínimo.
—¿Es tan malo? —susurró.
—Es peor.
Sakura no se molestó en comprobar para ver si alguien miraba. Se le acercó, colocó los brazos alrededor, y su respuesta fue inmediata, su gran cuerpo se curvó contra el suyo, resistiéndose.
—¿Bien? —le dijo en el cabello— ¿Te irías conmigo?
Ella pensó en su trabajo, su granja, su vida, así como el hecho de que a parte de esos tres días, no habían hablado en casi dos años.
—Sasuke…
—Entonces, ¿es un no?
Se echó hacia atrás… alejándose.
—Sasuke, incluso si nunca regresas otra vez, no te liberarás de este lugar, de esta gente. Es tu familia, tu base.
—Viví perfectamente sin ellos durante dos años.
—Y la señora Chiyo te trajo de vuelta.
—Podrías haber sido tú. Habría regresado por ti.
Sakura sacudió la cabeza.
—No hagas planes. Hay demasiado en el aire justo ahora —Se aclaró la garganta— Y con ese punto, mejor me voy. La gente comienza a marcharse, pero aún tenemos comida para cuatrocientos ahí.
—Te amo, Sakura.
Ella cerró los ojos. Se puso las manos en el rostro.
—No lo digas.
—Acabo de enterarme que mi padre iba a dejar que esos asesinos tuvieran a Neji.
—¿Qué? —Dejó caer los brazos— ¿De qué hablas?
—Se negó a pagar el rescate de Neji cuando lo secuestraron. Se negó. Iba a permitir que mi hermano muriera ahí. De hecho, creo que eso es lo que quería.
Sakura se cubrió la boca con la mano y cerró los ojos.
—Así que lo viste.
—Sí.
—¿Cómo… está?
Cuando Sasuke esquivó eso, no se sorprendió del todo.
—Ya sabes —dijo— Siempre me pregunté cómo ocurrió el secuestro de Neji. Ahora lo sé.
—Pero ¿cómo alguien le haría eso a su propio hijo?
—Porque es una manera eficiente de asesinar a un rival en los negocios y no tener que preocuparte de ir a la cárcel. Consigues unos asesinos para que se lo lleven lejos y luego te niegas a pagar el precio acordado. Ataúd para uno… Ah, y luego vamos a jugar al torturado padre en duelo para la simpatía de la prensa. Todos ganan.
—Sasuke… oh, Dios mío.
—Por lo que cuando te digo sobre irnos, no es sólo una fantasía romántica —Sacudió la cabeza lentamente— Me pregunto si mi hermano no hubiera estado sobre mi padre… entonces el gran Madara Otsutsuki no habría tratado de deshacerse de él.
Jesús, pensó, si esto era cierto, en verdad los Uchiha llevaron lo disfuncional a nuevos niveles.
—¿Qué descubrió Neji? —preguntó.
—No entraré en detalles en nada de eso —Los ojos de Sasuke se entornaron— Sin embargo, me está ayudando en lo que necesito.
Sakura tragó, y trató de no imaginarse a Sasuke como víctima de algún "accidente."
—Me estás asustando —susurró.
TenTen parpadeó mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra interior del centro de negocios de Madara Otsutsuki.
—Me sorprende que seas tan arrogante acerca de esto.
Madara los llevó adentro y encendió las luces.
—Somos competidores, pero eso no significa que no podamos ser vistos juntos.
Mirando a su alrededor, decidió que la zona de recepción circular definitivamente le recordaba a la Oficina Oval, y eso era tan típico de la arrogancia del hombre. Sólo Otsutsuki degradaría un icono nacional de este tipo a un lugar donde tenía gente esperando.
—¿Deberíamos continuar en mi oficina? —dijo él con la suave sonrisa de uno de esos hombres que hacían anuncios Cialis en la televisión: viejo, canoso, pero todavía sexy.
—Estoy feliz de hacerlo aquí.
—Los papeles se encuentra en mi escritorio.
—Bien.
A medida que avanzaban hacia la jaula de cristal de su asistente ejecutiva, se encontró deseando que no estuvieran solos. Por otra parte, para esto, los dos iban a querer privacidad. Y luego se encontraron en la oficina de Madara. La cual se hallaba equipada como algo salido del Palacio de Buckingham, con todo tipo de damasco real púrpura, espejos y mesas de oro, tronos como sillas, que le hacían preguntarse a uno cómo el hombre logró hacer un ambiente tan extravagante.
—¿Te importaría si enciendo un cigarro? —dijo.
—No, en absoluto —Miró hacia atrás y se encontró con que había dejado la puerta abierta, lo que podría haber hecho las cosas un poco menos espeluznantes si alguien más hubiese estado alrededor— Así que… ¿dónde se encuentran los papeles?
Sobre su enorme escritorio, abrió un recipiente hermético de caoba y sacó lo que era, sin duda, un puro cubano.
—Te ofrecería uno, pero estos no son para una dama.
—Lo bueno es que mi dinero no lleva una falda, ¿verdad? —Cuando la miró, ella sonrió dulcemente— ¿Vamos a firmar los papeles?
—¿Te importaría ir a la pista conmigo? Mi esposa no se encuentra bien —Cortó la colilla del puro— Así que tendrá que quedarse en casa.
—Voy con mi padre, pero gracias.
Los ojos de Madara bajaron por su cuerpo.
—¿Por qué nunca te casaste, TenTen?
Porque estoy enamorada de tu hijo, pensó. No es que a él le haya importado.
—Me encuentro comprometida con mi trabajo y es un marido celoso. Es más bien un concepto de los años ochenta, tal vez, pero también la verdad cuando se trata de mí.
—Tenemos mucho en común, sabes —Cogió un encendedor pesado de cristal y prendió una llama— Los dos somos responsables de tanto.
—Mi padre todavía lleva la Destilería Ama's.
—Por supuesto que lo hace —se inclinó ante la pequeña llama y dio una calada— Pero eso no va a durar mucho tiempo. No con su enfermedad, ¿o sí?
TenTen se quedó en silencio. La familia aún no se hallaba preparada para anunciar su ascenso a presidente y directora ejecutiva, pero Otsutsuki no se equivocaba. El Parkinson de su padre había sido controlado durante los últimos tres años, sin embargo la enfermedad progresaba, y muy pronto los medicamentos y su cuidadosa sincronización para ocultar los síntomas iban a convertirse en una máscara insuficiente. Lo triste es que la mente de su padre era tan aguda como siempre. Su resistencia física empezaba a rezagarse, sin embargo, y manejar una empresa como la Destilería Ama's era una prueba de resistencia agotadora en un buen día.
—¿Sin comentarios? —dijo Madara.
Cuando otra bocanada de humo azul pasó por encima de su cabeza, el sucio hedor del tabaco llegó a su nariz y la hizo estornudar.
—Dios te bendiga.
Ignoró el cliché, consciente que el bastardo lo hizo precisamente porque la irritaría. Era el tipo de hombre que explota las debilidades en ese tipo de nivel.
—Madara, si los papeles están aquí, los firmaré ahora. Si no es así, llama a mi oficina cuando estés listo.
El hombre se inclinó por la cintura y abrió un cajón largo y delgado en el centro de su escritorio.
—Aquí.
Con un movimiento brusco, el manojo de papeles rodó por el escritorio, y el hecho de que fue detenido por un marco con la imagen de la pequeña H.E, su esposa, parecía apropiado.
—Creo que encontrarás todo en orden.
Recogió el paquete. Revisando la página uno, pasó a la siguiente… y a la tercera… y a la…
Luego alzó la cabeza de golpe.
—Sé que no es tu mano lo que está en mi cintura.
La voz de Madara se hallaba cerca de su oído.
—TenTen, tú y yo tenemos mucho en común.
Alejándose, le sonrió.
—Sí, tienes la edad exacta de mi padre.
—Pero no estoy en su misma forma, ¿o sí?
Bueno, eso era cierto. Madara llenaba su traje mejor que hombres décadas más joven.
—¿Quieres que esto se haga ahora? —le dijo bruscamente— O en algún momento de la próxima semana con mis abogados.
La forma en que le sonrió la hizo sentir como si eso lo hubiera encendido.
—Pero por supuesto. Es todo negocios, como dijiste.
Se sentó, deliberadamente, en una silla contra la pared, y no cruzó las piernas. Unos diez minutos más tarde, levantó la mirada.
—Estoy lista para formalizar esto.
—¿Ves? Hice los cambios requeridos —Él tosió un poco en su puño— ¿Necesitas un bolígrafo o insistes en usar el tuyo propio?
—Lo tengo cubierto, gracias —Buscó en su bolso, luego utilizó sus muslos como escritorio y firmó con su nombre sobre el testamento del notario público que ya se encontraba rellenado— Y me llevaré una copia conmigo, gracias.
—Como quieras.
Se puso de pie y cruzó la alfombra.
—Tu turno.
Madara sacó un bolígrafo Montblanc del bolsillo interior de su chaqueta azul y firmó en otra página, por encima de otra certificación previamente formalizada por el notario público.
—Después de ti —dijo, indicando el camino de salida con el brazo— La fotocopiadora se halla al lado de la primera sala de conferencias. Yo no uso la máquina.
Por supuesto que no, pensó. Porque al igual que la cocina y la limpieza, supones que es el trabajo de una mujer.
Cuando tomó el documento y se dirigió a la puerta, un escalofrío le recorrió la espalda. Pero entonces, se dio cuenta de que había otra pieza en todo esto, una transferencia de fondos que sólo ella podía iniciar. Así que no había nada por qué temerle. En este momento en particular.
Se encontraba pasando por la mesa del asistente ejecutivo cuando algo le llamó la atención y la hizo vacilar. Algo se encontraba en el suelo, sobresaliendo debajo del escritorio… Era un trozo de tela. No, se trataba del dobladillo. De la manga de una chaqueta.
—¿Pasa algo? —preguntó Madara.
Lo miró por encima del hombro, con el corazón palpitando.
—Yo…
No estamos solos, pensó con pánico.
Desde su posición agazapada debajo del escritorio, Neji supo el instante en que TenTen, de alguna manera, se dio cuenta de su presencia.
Mientras su voz se apagaba, maldijo para sus adentros.
—¿Qué es? —preguntó su padre.
—Yo… —Se aclaró la garganta— Me siento un poco débil.
—Tengo brandy en mi oficina.
—Jugo de frutas. Necesito… un poco de jugo de fruta. Helado, por favor.
Hubo una pausa.
—Lo que sea por una dama. Aunque debo confesar que esto está, considerablemente, fuera del terreno de mis tareas habituales.
—Me quedaré aquí. Y tomaré asiento.
Mientras su padre se acercaba y luego se alejaba, Neji oyó la tos que poco a poco se volvía más suave. Y entonces le llegó claramente la voz de TenTen, baja, pero fuerte como el acero.
—Mi arma oculta se encuentra orientada hacia usted y estoy dispuesta a apretar el gatillo. Muéstreme el rostro, ahora.
Un poco débil mi culo, pensó. Pero al menos, primero había enviado afuera a su padre en un pequeño recado.
Gruñó mientras salía de su escondite. TenTen jadeó y se cubrió la boca con la mano que no sostenía el arma.
—Si hubiera sabido que nuestros caminos se cruzarían de nuevo —dijo suavemente— te hubiera traído tu cartera.
—¿Qué haces aquí? —dijo entre dientes mientras ponía el arma del tamaño de su palma de nuevo en su traje color rosa pastel para la carrera de caballos.
—¿Qué haces tú? ¿Qué acabas de firmar?
Ella levantó la vista.
—Él va a volver en cualquier momento.
—La pregunta, por supuesto, es ¿qué vas a hacer al respecto?
—¿Qué está mal contigo…? —le espetó instantáneamente, espantándolo con la mano. Y justo cuando se escondió de nuevo, TenTen dijo— Oh, gracias, Madara. Eso es justo lo que necesito.
Con una mueca de dolor mientras su pierna mala sufría un espasmo, Neji rezó para que siguiera protegiéndolo. También deseaba haberla saludado con algo más que un recordatorio de que tuvieron relaciones sexuales la noche anterior por primera vez, aunque sólo porque asumió que era una prostituta que compró y pagó por la única razón que necesitaba una mujer que se pareciera a ella, o no podría excitarse.
—No, la naranja es mejor.
Hubo un estallido, como si hubiera abierto una tapa.
—Mmm… bien.
Su padre volvió a toser.
—¿Mejor?
—Mucho. Vamos a la fotocopiadora juntos, ¿de acuerdo? —dijo— Sólo en caso de que necesite ayuda.
—El placer es mío —Madara arrastraba las palabras.
—Sabes —dijo TenTen más débilmente, mientras se dirigían a la salida de la oficina— no deberías fumar. Esas cosas te matarán.
Neji cerró los ojos.
—Oh, las luces —murmuró TenTen— Aquí, permíteme. Una vez que tengamos las copias, debemos volver a la fiesta.
—¿Tienes ganas de disfrutar un bourbon mejor que el que produces?
Todo se oscureció.
—Sí, Madara. Por supuesto.
Cuando el par salió junto, Neji escuchó el parloteo de su charla, y oró, por el bien de su padre, que el hombre mantuviera sus manos fuera de TenTen. Ver el pequeño espectáculo en el escritorio requirió una especie de control que no había usado por un buen tiempo.
¿Qué clase de acuerdo de negocios formalizaron? Dios, nunca pensó que podría pensar así, pero esperaba que TenTen no estuviera haciendo ninguna inversión en la Compañía de Bourbon Uchiha, o tratara de adquirirla. Bien podría estar vertiendo un buen dinero en un agujero negro. Porque, sí, incluso antes de que hubiera comenzado a entrar en esos archivos más recientes, sospechaba lo que su padre estaba haciendo. Nunca entendió por qué… pero sabía dónde mirar y exactamente lo que iba a encontrar.
Algunos instantes después, la oyó decir:
—Bueno, creo que esto nos beneficia a ambos. Haré la transferencia bancaria a primera hora el lunes por la mañana.
—¿Te importaría sellar esto con un beso?
Neji apretó un puño y pensó en lo que su hermano le dijo acerca de Shion.
—Gracias, pero un apretón de manos es más que suficiente, y ni siquiera necesito eso. Me iré sola.
Una puerta se abrió y se cerró. Y entonces su padre regresó con fuertes zancadas en su dirección, haciéndole desear haber traído su propia arma. Sin embargo, Sasuke sabía dónde estaba. Si no salía de aquí con vida, Sasuke… sabría. Cerca… Muy cerca… Excepto que su padre caminó más allá del escritorio y entró en su propia oficina, donde encendió una luz, abrió un cajón y metió los papeles que habían firmado antes. Luego cerró el cajón y le dio varias bocanadas al puro, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Cuando un ataque de tos lo siguió, Neji rodó los ojos. Su padre fue asmático toda su vida. Por qué alguien con esa condición, aunque fuera sólo un caso leve como el que Madara tenía, fumaría algo, era un misterio. A medida que el hombre sacó un pañuelo y se cubrió la boca, también recuperó su inhalador y, brevemente, sustituyó la colilla con las drogas.
Después de una inhalación rápida, puso el puro en su lugar, apagó la luz y… avanzó hacia el escritorio de su asistente.
Neji no se movió. Continuó aguantando la respiración. Esperando el sonido de una de las puertas francesas abrirse y cerrarse.
Nada de eso sucedió.
