Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

19

Mientras Sakura permanecía de pie ante él, luciendo perturbada, Sasuke quiso retractarse de todo. Quiso regresar al tiempo en que sólo importaba la salud de su familia y su posición social… junto a su pronto a ser ex esposa mentirosa, asesina e infiel… y que se interponía entre ambos.

Ah, sí, los buenos tiempos. No.

—Lo siento —susurró.

Y era la verdad acerca de un montón, maldición.

—Está bien.

—En realidad no.

Cuando cayeron en un silencio, encontró que el sonido de la fiesta lo molestaba demasiado, especialmente mientras pensaba en todo el dinero que su padre "tomó prestado". No tenía ni idea de cuánto costó el almuerzo, pero se lo imaginaba. ¿Con seiscientas o setecientas personas, licor de alto costo, incluso si era al por mayor, y comida de un restaurante de tres estrellas Michelin? ¿Y suficientes aparcacoches y camareros para encargarse de toda la ciudad de Charlemont? Al menos un cuarto de millón. Y eso no incluía las gramolas de las pistas. Las mesas en las habitaciones privadas en Steeplehill Downs. Y el baile que su familia patrocinaría después.

Era un evento de un millón de dólares que duraba menos de veinticuatro horas.

—Escucha, es mejor que te vayas —No quería que viera a Neji. Mayoritariamente, porque suponía que Neji no querría ser visto— Iré a tu casa, incluso si no puedo quedarme toda la noche.

—Me encantaría. Estoy preocupada por ti. Han pasado un montón de cosas.

No tienes ni idea, pensó.

Se inclinó para besarla, pero ella se apartó, lo que probablemente fue lo correcto. Un par de encargados en un carrito de golf se acercaban por el carril que provenía de la parte más baja de la finca, y nadie necesitaba ver eso.

—Pasaré por allí cuando pueda —dijo. Luego se inclinó— Que sepas que estoy besándote ahora mismo. Incluso si es sólo en mi mente.

Se sonrojó.

—Yo… Nos vemos. Esta noche. Dejaré la puerta sin seguro por si llegas tarde.

—Te amo.

Mientras se volteaba, no le gustó la mirada en su rostro. Y le fue imposible ocultar el hecho de que deseaba desesperadamente que le dijera las palabras de regreso, y no por cortesía, sino porque en realidad quería decirlas. Porque su corazón se encontraba en la línea de fuego… igual que el de él. Con su mundo tan fuera de balance, Sakura Haruno parecía ser lo único seguro y estable en su horizonte.

El sonido de la puerta al abrirse detrás de él hizo que se volteara de golpe. No era Neji. Ni de cerca.

Su padre, no su hermano, salió por la puerta del centro de negocios, y Sasuke se congeló. Lo primero que hizo fue mirar las manos del hombre, y esperaba encontrar sangre allí. Pero no. De hecho, la única cosa en ellas, o al menos en una de ellas, era un pañuelo que se presionaba contra su boca, como si estuviera cubriendo discretamente una tos. Su padre ni siquiera lo miró, pero no parecía estresado. Preocupado, sí. ¿Estresado? No. Y el bastardo caminó directamente hacia la camioneta, la falta de posición social asociada de tal manera con el vehículo, que ponía al F-150 y a quien fuera su dueño o pasajero por debajo del radar.

—Sé lo que hiciste.

Sasuke no fue consciente de hablar hasta que las palabras abandonaron su boca. Su padre se detuvo y se giró de inmediato. Mientras una de las puertas de la cochera comenzaba a plegarse en el fondo, los ojos de Madara se estrecharon y metió el pañuelo dentro de la chaqueta.

—Suplico tu perdón —dijo el hombre.

Sasuke atravesó la distancia entre ellos y se encontró frente a frente con su padre. Manteniendo la voz baja, dijo:

—Ya me oíste. Sé exactamente lo que hiciste.

Era escalofriante lo mucho que su rostro se parecía al suyo. Además de lo poco que se movía… La expresión de Madara no cambio ni un poquito.

—Tendrás que ser más específico. Hijo.

El frío tono sugería que la última palabra podría haber sido reemplazada por un "desperdicio de mi tiempo", o más bien algo coloquial como "idiota".

Sasuke apretó los dientes. Quiso decírselo todo, pero el que su hermano todavía estuviera dentro del centro de negocios, o al menos, con vida, más el hecho de que su padre sólo redoblaría los esfuerzos para cubrir sus pistas, lo detuvo.

—Shion me lo contó —susurró Sasuke.

Madara rodó los ojos.

—¿El qué? ¿Qué demandara que su habitación sea redecorada por tercera vez? ¿O sobre ese viaje que quería hacer a Nueva York… de nuevo? Ella es tu esposa. Si quiere esas cosas, necesita discutirlas contigo.

Sasuke estrechó la mirada, observando cada uno de sus rasgos.

—Ahora, si me disculpas, Sasuke, voy a…

—No tienes ni idea, ¿no?

Su padre señaló con una mano elegante el Rolls Royce saliendo de la cochera.

—Voy a llegar tarde, y no juego a las adivinanzas. Buen día…

—Está embarazada —Cuando su padre frunció el ceño, Sasuke se aseguró de pronunciar las palabras con claridad— Shion está embarazada, y dice que es tuyo.

Esperó a que hablara, a que mostrara un simple punto de debilidad… Para así utilizar toda la experiencia que tenía en el póker para leer al hombre frente a él. Y, de repente, allí estaba, la admisión en el ligero tic bajo su ojo izquierdo.

—Voy a divorciarme —le dijo con suavidad— Así que, es toda tuya si la quieres. Pero ese niño no va a vivir bajo el techo de mi madre, ¿lo entiendes? No le faltarás el respeto a mamá de tal manera. No lo permitiré.

Madara tosió un par de veces, y volvió a sacar el pañuelo.

—Un consejo, hijo. Las mujeres como Shion son igual de honradas que fieles. Nunca he estado con tu esposa. Por Dios santo.

—Las mujeres como ella no son las únicas que mienten.

—Ah, sí, un juego de palabras. El refugio típico para los agresivo-pasivos.

Al diablo, pensó Sasuke.

—Bien, también sé acerca de tu aventura con Shizune, y estoy bastante seguro de que se suicidó por ti. Considerando que te has rehusado a hablar con la policía, voy a asumir que también sabes acerca de eso y que estás esperando a que tus abogados te digan qué decir.

El sonrojo de ira que se elevó desde el cuello francés de la camisa planchada y monogramada de su padre era como una mancha roja que volvió su piel tan rojiza como una lona.

—Será mejor que cambies tu manera de pensar, niño.

—Y sé lo que le hiciste a Neji —Para ese momento, su voz se rompió— Sé que te rehusaste a pagar el rescate, y estoy bastante seguro de que fuiste tú el que hizo que lo secuestraran —Dejando a un lado los temas financieros, Sasuke continuó— Siempre lo odiaste. No sé por qué, pero siempre te descargabas con él. Supongo que al final te aburriste de jugar con él y decidiste terminar el juego en tus propios términos, de una vez por todas.

Lo divertido era que a través de los años, a menudo se imaginó confrontando a su padre, en todo tipo de escenarios, y con un montón de discursos justificados y gritos violentos. La realidad era mucho más silenciosa de lo que se habría imaginado. Y más devastadora.

El Rolls Royce se detuvo junto a ellos, y el chofer uniformado de la familia salió.

—¿Señor?

Madara tosió en el pañuelo, su anillo de oro grabado brillando bajo la luz del sol.

—Buen día, hijo. Espero que disfrutes de tu cuento. Para los débiles… es más fácil que lidiar con la realidad.

Sasuke agarró el brazo del hombre y tiró de él.

—Eres un bastardo.

—No —dijo Madara con aburrimiento— Sé quiénes fueron mis padres, un detalle bastante importante en la vida de uno. Puede ser un impedimento, ¿no estás de acuerdo?

Mientras Madara se apartaba de su agarre y caminaba hacia el auto, el chofer abrió la puerta del asiento trasero y el hombre entró. El idiota se marchó un momento después, el atractivo perfil de su pasajero permaneciendo hacia adelante y compuesto, como si nada hubiera pasado. Pero Sasuke lo sabía. Claramente, su padre no había sido consciente de que Shion estaba embarazada, y el hombre se hallaba en definitiva más que emocionado por hacerse responsable. Como, realmente emocionado.

Dios santo.

Sasuke regresó a la camioneta de Gaara, y reanudó su espera casual, como si en realidad no estuviera esperando por nada. Bajo circunstancias más normales, probablemente habría estado despotricando acerca del hecho de que su esposa y padre tuvieron alguna clase de relación. Pero ni siquiera le importaba.

Centrándose en la puerta cerrada del centro de negocios, rezó porque su hermano estuviera bien. Y se preguntó cuánto tiempo necesitaba esperar antes de irrumpir en el interior. Por alguna razón, oyó la voz de Beatrix Mollie en su cabeza, de regreso al día anterior, cuando la mujer se encontraba fuera de la oficina de Shizune.

"Llega de a tres. La muerte siempre llega de a tres".

Si era verdad, rezaba para que su hermano no fuera el número dos… aunque estaba más que seguro de que tenía algunas recomendaciones para el universo acerca de quién debería ser el siguiente.


El cuerpo de Neji gritaba para la hora en que escuchó, lejos en la distancia, la salida trasera abrirse y cerrarse. A pesar del dolor, esperó otros diez minutos sólo para asegurarse que el centro de negocios se hallaba vacío. Cuando no hubo más sonidos, con cuidado sacó los pies de debajo del escritorio y se mordió el labio inferior mientras trataba de estirar las piernas, mover los brazos, quitarse los calambres. Y lo hizo por el tiempo suficiente para quitar la silla de la oficina de su camino; gracias a Dios que la cosa tenía ruedas. Pero eso fue todo. Intentó levantarse. Una y otra vez: con todas las formas de gruñidos y maldiciones, intentó cada estrategia concebible de transición de regreso a una posición vertical, ya fuese agarrando el escritorio y tirando, sentándose con las manos y empujando, o incluso arrastrándose como un niño. Consiguió un poco o nada de progreso. Era como estar pegado al fondo de un pozo de diez metros. Y, por si fuera poco, no tenía el celular en su bolsillo. Otras maldiciones rebotaban en su cabeza, las bombas J aterrizaban y hacían cráteres en los patrones de sus pensamientos. Pero seguido de ese periodo de ataques aéreos, fue capaz de pensar más claramente. Estirándose lo mejor que pudo, agarró el cable del teléfono que iba desde la pared a través de un agujero en la parte inferior del escritorio. Buen plan, excepto que el recorrido era equivocado. Cuando tiró, sólo fue para alejar más el teléfono de su alcance. Y tenía que llamar a Sasuke, no solo porque no iba a ser capaz de salir. Si no alcanzaba pronto a su hermano, el hombre era capaz de impacientarse, romper la maldita puerta y volar su tapadera.

Abrazándose, Neji se balanceó hacia delante una… dos veces… En la tercera, llevó su torso hacia arriba, arrastrando algo de fuerza de reserva que no sabía que tenía. Fue feo. Sus huesos literalmente crujieron bajo su piel, chocando unos contra otros sin ningún musculo amortiguando, pero se las arregló para enganchar el auricular desde su base, y arrastró el resto del teléfono hacia delante en el escritorio hasta que cayó por el borde y aterrizó en su regazo. Sus manos temblaban tanto que tuvo que marcar un par de veces porque seguía estropeando la secuencia, y estaba a punto de perder el conocimiento cuando finalmente puso el auricular en su oreja. Sasuke respondió al primer timbre, gracias a Dios.

—¿Hola? —dijo el tipo.

—Tienes que venir y recogerme…

—¡Neji! ¿Estás bien? ¿Dónde…?

—Cállate y escúchame. —Le dio a su hermano el código e hizo que Sasuke lo repitiera— Estoy detrás del escritorio en la oficina de la asistente de padre.

Colgó, golpeando el auricular hasta que su base encontró su lugar, y entonces cerró los ojos y cayó contra los cajones. Gracioso, estuvo trabajando bajo la errónea idea de que barrer los pasillos del granero regularmente significaría que su energía y movilidad habían mejorado. No era el caso. Pero entonces, su rutina de enrollarse como un pretzel bajo el escritorio podría haber sido un desafío para cualquiera.

Cuando escuchó la puerta trasera abrirse y cerrarse por segunda vez, tuvo la repentina urgencia de volver a intentar toda la cosa de ponerse sobre sus pies, sólo para que él y Sasuke pudieran ahorrarse la vergüenza que estaba por venir. Pero la carne no tenía voluntad incluso aunque su ego se hallara subido en su alto caballo.

Un momento después, cortó a Sasuke antes de que el hombre dijera una sola sílaba.

—Lo tengo —dijo con aspereza— Tengo todo lo que necesitamos.

Tenía que salvar su orgullo de alguna manera.

Las rodillas de Sasuke sonaron cuando se inclinó.

—Neji, qué sucedió…

—Ahórratelo. Sólo levántame a esa silla. Necesito cerrar sesión o estaremos comprometidos. ¿A dónde se fue padre? Sé que salió por la parte trasera.

—Entró en su auto con el chofer y lo vi irse. Está fuera de la pista.

—Gracias a Dios. Ahora, levántame.

Más fealdad, con Sasuke agarrándolo por debajo de las axilas como si fuera un cadáver y arrastrándolo por la alfombra púrpura imperial. Cuando finalmente se encontró sentado, una repentina bajada de presión sanguínea le hizo sentir la cabeza liviana, pero la sacudió y se giró de nuevo hacia el monitor.

—Ve a su escritorio —le ordenó a Sasuke— Cajón superior en el medio. Hay un manojo de papeles dentro. No te molestes en leerlos, corre a la fotocopiadora y consíguenos una copia. Los acaba de firmar.

Cuando Sasuke sólo se quedó de pie ahí, como si se preguntara si primero tenía que lidiar con una emergencia médica, Neji alzó repentinamente la mano.

—¡Vete! Y regrésalos exactamente a donde estaban. ¡Ve!

Cuando Sasuke finalmente se puso en movimiento, Neji volvió a enfocarse en la pantalla del computador. Después de transferir el último documento, empezó a cerrar sesión en la red con cuidado, cerrando todo lo que había abierto.

Sasuke regresó rápido, no más de un segundo después de que finalmente terminara.

—Sácame de aquí —dijo Neji con aspereza— Pero primero deja aquí el teléfono.

Era el peso de la impotencia el que requiriera a su hermano más joven, fuerte y con un cuerpo capaz, para poner las cosas en orden y luego para que lo pusiera de pie y saliera con él de la oficina como si fuera un anciano. Y para más detalle, Sasuke se rindió de intentar ayudarlo a caminar apenas cuando cruzaron esa cresta familiar en la alfombra.

—Voy a tener que levantarte.

—Lo que sea que debas hacer.

Neji apartó su rostro del hombro de su hermano cuando su peso fue levantado del suelo. El viaje fue duro, su nivel de dolor subiendo y cambiando a todo tipo de lugares nuevos. Sin embargo, hicieron un mejor progreso.

—¿Para qué eran los documentos? —demandó Neji mientras se movían rápido por el pasillo de cuartos de conferencias y oficinas.

—Vas a tener que caminar una vez que salgamos.

—Lo sé. ¿De qué se trataban los documentos?

Sasuke sólo sacudió la cabeza cuando llegaron a la puerta trasera.

—Necesito que bajes.

—Lo sé…

El gruñido de dolor no era nada que pudiera contener, tanto como hubiera preferido. Y tenía que esperar para asegurarse que sus piernas aceptaban su peso, su mano agarrando firmemente el antebrazo de Sasuke mientras usaba el cuerpo quieto de su hermano para ayudarse a estabilizarse.

—¿Estás bien? —preguntó Sasuke— ¿Estás bien para llegar a la camioneta?

Como si tuviera una opción.

Neji asintió y bajó un poco más la gorra de béisbol en su cara.

—Primero comprueba afuera.

Sasuke abrió la puerta y se inclinó hacia afuera.

—De acuerdo, voy a tomarte del brazo.

—Que caballeroso.

Dios, que lo maldigan, pero Neji consiguió que sus piernas se movieran hacia esa camioneta como si el centro de negocios estuviera en llamas y ese viejo F-150 fuera el único refugio que tuviera: no importaba cuánto doliera, apretó los dientes y lo hizo. Cuando finalmente se metió en el asiento del copiloto y tuvo la puerta cerrada, su estómago se movió tanto que tuvo que cerrar los ojos y respirar por la boca. Sasuke saltó junto a él y encendió el motor. Hubo un rechinar de protesta proveniente de debajo del capó cuando las cosas se pusieron en movimiento, y entonces ellos…

Cuando no hubo un movimiento hacia delante, Neji miró.

—¿Qué?

En cámara lenta, la cabeza de su hermano giró hacia él, una extraña reserva golpeando el demasiado hermoso rostro de Sasuke.

—¿Qué pasa? —demandó Neji— ¿Por qué no nos estás sacando de aquí?

Quitándose el cinturón de seguridad, Sasuke dijo

—Aquí, lee esto. Regreso enseguida.

Cuando el conjunto de documentos revoloteó por las piernas de Neji, bramó:

—¿A dónde diablos vas?

Sasuke señaló los papeles y salió.

—Lee.

Cuando la puerta del lado del conductor fue cerrada de golpe en su rostro, Neji quiso arrojar algo. ¿Qué, en la verde tierra de Dios, estaba pensando Sasuke? Acababan de irrumpir en la… Por alguna razón, bajó la mirada a su regazo. Y vio las palabras "Hipoteca" e "Instrumento".

—¿Qué…? —murmuró, reuniendo las páginas y poniéndolas en orden.

Cuando terminó de leerlas, cerró los ojos y dejó que su cabeza cayera hacia atrás. A cambio de la buena y justa consideración de "$10.000.000 dólares americanos o diez millones de dólares americanos" a la señora Hinata Elizabeth Uchiha Otsutsuki… TenTen Ama tenía un flujo de ingresos de sesenta mil dólares al mes hasta que la suma completa le fuera rembolsada. Lo peor, por supuesto, era la doble clausula: si el interés mensual no era pagado a tiempo, TenTen podría ejecutar la hipoteca en todo el estado de Oriental. Todo, desde la mansión, las dependencias, hasta las tierras de cultivo, serían suyas… No es que fuera un mal perfil de riesgo; considerando la última valoración de hace cuatro años, se pensó que el lugar estaría avaluado por cerca de cuarenta millones de dólares.

Neji volvió a abrir los párpados y los dirigió a la página de firmas. Había sido previamente notariada, una práctica regular en COU en el QT. Y Madara Otsutsuki había firmado en la línea que estaba marcada como Hinata Elizabeth Uchiha Otsutsuki con su propio John Hancock y tres letras: PDR. Poder de representación. Así que, aunque el nombre de su madre fuera el único en la escritura, y no había duda de que ella no estaba en conocimiento del acuerdo, y no iba a ver ni un centavo del dinero, todo estaba bien y legal.

Maldición.

Cuando la puerta de su lado de la camioneta se abrió, maldijo y le disparó una mirada a Sasuke… Excepto que su hermano no era el que hizo la tarea con la manilla. No, Sasuke se encontraba de pie a un lado, bajo un magnolio.

La señora Chiyo había perdido peso, pensó Neji aturdido. Su rostro era el mismo, pero más delgado de lo que recordaba. Y de nuevo, esa era una verdad para ambos. Él no podía encontrar aquellos ojos suyos. Simplemente no podía. Sin embargo, miró sus manos, sus hermosas manos oscuras, las que temblaban cuando se acercaron a su rostro.

Cerrando los ojos, su corazón retumbó cuando el contacto fue hecho. Y se preparó a sí mismo para que ella hiciera algún comentario sobre lo horrible que lucía, o incluso dijera algo en un tono de voz que le expresara exactamente lo mortificada que estaba sobre en lo que se había convertido. Incluso le quitó su gorra de béisbol.

Esperó, abrazándose…

—Jesús te ha traído a casa —dijo ella con voz ronca cuando acunó su rostro, y lo besó en la mejilla— Niño precioso, Él te ha devuelto a nosotros.

Neji no podía respirar.

Niño precioso… así era como siempre lo había llamado cuando era pequeño. Niño precioso. Sasuke era su favorito, siempre lo había sido, y a Kiba lo toleraba porque tenía que hacerlo, pero la señora Chiyo lo llamaba así, a Neji, precioso. Porque era anticuada y la cosa del hijo primogénito le importaba.

—Recé por ti —susurró— Le recé a Él para que te trajera a casa con nosotros. Y mi milagro finalmente se hizo realidad.

Quería decir algo fuerte. Quería empujarla porque era demasiado. Quería… Lo siguiente que supo fue que se inclinó hacia ella y ella tenía los brazos envueltos a su alrededor.

Mucho después, cuando todo hubiera cambiado y estuviera viviendo una vida que no podría haber imaginado en ningún nivel, vendría a reconocer… que este momento, con su cabeza en las manos de la señora Chiyo, con su corazón bajo su oído, con su voz familiar calmándolo y su hermano observando desde una distancia discreta, fue cuando empezó una sanación de verdad: por un breve instante, un espacio de segundos, un solo respiro, su luz de piloto se encendió. La chispa no duró mucho, la llama murió cuando al final ella retrocedió un poco. Pero la combustión, de hecho, ocurrió. Y eso lo cambió todo.

—Oré por ti cada noche —dijo ella, acariciando su hombro— Oré y pedí que fueras salvado.

—No creo en Dios, señora Chiyo.

—Ninguno de tus hermanos lo hace. Pero como le dije, Él te ama de todas formas.

—Sí, señora.

Porque, ¿qué más podía decir a eso?

—Gracias —Le tocó la cabeza, su mandíbula— Sé que no quieres verme…

Él tomó su mano.

—No, no es así.

—No tienes que explicarlo.

La idea de que ella sintiera que de alguna manera era un ciudadano de segunda clase lo hizo sentir como si le hubiera disparado en el pecho.

—Yo no… quiero ver a nadie. No soy quien fui una vez.

Ella le inclinó el rostro.

—Mírame, niño.

Se forzó a encontrar su oscura mirada.

—Sí, señora.

—Eres perfecto a los ojos de Dios. ¿Me entiendes? Y eres perfecto a los míos también, sin importar qué aspecto tengas.

—Señora Chiyo… no es sólo mi cuerpo lo que cambió.

—Eso está en tus manos, niño. Puedes escoger hundirte o nadar basándote en lo que sucedió. ¿Vas a deprimirte? Bastante estúpido ahora que estás de regreso en tierra firme.

Si alguien más le hubiera dicho esa mierda, habría rodado los ojos y nunca habría pensado en la declaración otra vez. Pero conocía el pasado de ella. Sabía más incluso que Sasuke sobre cómo había sido su vida antes de que empezara a trabajar en Oriental.

Era una sobreviviente... Y estaba invitándolo a unirse al club.

Así que por esto era que no la había mirado antes, pensó. No había querido esta confrontación, este desafío que claramente se le ofrecía.

—¿Y si no puedo llegar ahí? —Se encontró preguntándole en una voz que se quebró.

—Lo harás —Se inclinó y le susurró en el oído— Vas a tener un ángel cuidándote.

—Tampoco creo en ellos.

—No importa.

Volviendo atrás, se le quedó mirando por un largo rato, pero no en una forma que sugería que estuviera tomando nota de lo mayor y delgado que lucía.

—¿Estás bien? —preguntó abruptamente— Escuché que ibas al…

—Estoy perfectamente bien. No te preocupes por mí.

—Lo siento.

—¿Por qué? —Antes de que pudiera responder, lo cortó con su más típica y estridente voz— No tienes que disculparte por ocuparte de ti mismo. Siempre estaré contigo, incluso cuando no esté.

No dijo adiós. Simplemente acarició su rostro una vez más y luego se dio la vuelta. Y fue gracioso. La imagen de ella caminando hacia Sasuke y ambos hablando bajo el pesado follaje verde oscuro del magnolio era algo que iba a ser pegajoso también, cuando se acabó.

Sólo que no por las razones que pensaba.


La lluvia que no pronosticaron comenzó justo después de las cinco de la tarde.

Mientras Sakura doblaba la última de las mesas bajo la carpa, olió el cambio en el aire y miró la hiedra en la pared de ladrillo del jardín. Como esperaba, los tréboles bailaban, sus rostros brillando hacia el cielo gris.

—No se supone que llueva —murmuró a nadie en particular.

—Ya sabes lo que dicen sobre el clima por aquí —respondió uno de los meseros.

Sí, sí, lo sabía.

¿Dónde se encontraba Sasuke? Se preguntó. No había oído de él desde que lo vio en la camioneta, y eso fue hace seis horas.

El señor Shimura se le acercó.

—¿Les dirás que lleven todo al área de almacenamiento?

—Sí —dijo— Allí van todas las cosas de alquiler, y antes de que lo pregunte, sí, cubertería y cristalería también.

Como el hombre se quedó junto a ella, se vio tentada a decirle que tomara la mesa y le ayudara a llevarla al otro lado de la cubierta del evento. Pero estaba bastante claro que no era el tipo de compañero que se ensuciaba las manos.

—¿Qué sucede? —preguntó, frunciendo el ceño.

—La policía volvió. Tratan de ser respetuosos con nuestro evento, pero quieren entrevistarme de nuevo.

Sakura bajó la voz.

—¿Quiere que me encargue de las cosas aquí afuera?

—Me temo que no van a dejarlo pasar.

—Me aseguraré de que todo se haga correctamente.

El mayordomo se aclaró la garganta. Y luego le hizo una pequeña reverencia.

—Sería bien apreciado. Gracias, no tardaré mucho.

Asintió y lo observó alejarse. Luego volvió a trabajar.

Tirando de la mesa por la cubierta, cruzó el interior, ahora cavernoso, y salió al aire libre, donde una ligera lluvia le caía sobre la cabeza y los hombros. La carpa de almacenamiento estaba alejada, al otro lado de la casa, y el acento alemán de Kurenai emanaba de ella mientras dos sirvientes, uno con los restos de la fiesta y el otro con las manos vacías, salían a toda prisa. Esperó con el resto, acercándose poco a poco al lugar para dejar las cosas. La más grande de las dos carpas sería desmantelada en veinte minutos, y el personal de limpieza ya se encontraba barriendo el suelo, recogiendo servilletas arrugadas, tenedores tirados y copas… La gente rica no era diferente de cualquier otra manada de animales, capaz de dejar un rastro de desperdicios detrás de ellos mientras abandonaban el lugar de alimentación.

—Es la última mesa —dijo una vez estuvo bajo la cubierta.

—Bien —Kurenai apuntó hacia una pila— Ponla allí, ¿ja?

—Síp —Tiró de la mesa hasta tenerla a la altura de la cintura y la deslizó en la cima de la pila— El señor Shimura tiene que ocuparse de algunas cosas, así que me encargaré de la limpieza.

—Tenemos todo en orden —Kurenai señaló a dos hombres jóvenes en la otra esquina con seis cajas de copas cada uno— Por allí. Asegúrense de que estén bajo techo, ¿ja?

—Voy a ponerme en contacto con el personal de cocina.

—Terminaremos aquí afuera en una hora.

—Justo a tiempo.

—Como siempre.

Y Kurenai tuvo razón. Terminaron a las seis en punto, la gran tienda de campaña fue desmantelada, la casa y los jardines limpiados de cualquier cosa de alquiler, el jardín trasero restaurado como si hubieran apretado Ctrl+Alt+Supr. Como siempre, el esfuerzo fue tremendo: a medida que el personal terminaba, la mayoría se dirigían al pueblo para beber hasta olvidarse de los dolores, el sufrimiento y las quejas del día, pero Sakura no, ni su compañera. A casa. Ambas iban a casa, donde esperaría a Sasuke, y Kurenai comería una cena cocinada por su marido.

Mientras salían juntas del estacionamiento del personal no dijeron ni una palabra y ya, en sus autos, compartieron un abrazo.

—Otro trabajo terminado —dijo Sakura mientras se separaban.

—Ahora debemos prepararnos para la fiesta de cumpleaños de la Pequeña H.E.

O la recepción de la boda de Hina, pensó.

Al menos no iba a ser el aniversario de bodas de Sasuke.

—¿Te veré mañana? —preguntó.

—¿Domingo? No —Greta rio— No me moveré por nada.

—Bien, bien, bien. Lo siento, tengo el cerebro frito. Te veré el lunes.

—¿Estás bien para conducir hasta casa?

—Síp.

Después de despedirse con la mano, entró en su Yaris y se unió a la fila de autos y camionetas saliendo por el carril del personal. Mientras giraba a la izquierda en River Road, lo que empezó como un rocío se convirtió en verdadera lluvia, y el agua la hizo pensar en la carrera… ¡mierda! Se la perdió. Encendió la radio y jugueteó con el dial para encontrar la estación local. Para el momento en que sintonizó el resumen, ya había salido de las intrincadas carreteras y se dirigía a Ohio. Pero no siguió el reporte y no sólo porque no siguiera el deporte.

Frunciendo el ceño, se inclinó sobre el volante.

—Buen Dios…

Adelante, el horizonte estaba lleno de nubes negras, las nubes de tormenta se avecinaban amenazantes en el cielo. ¿Lo peor? Todo se hallaba teñido de verde, e incluso a simple vista, para su ojo inexperto, la cosa parecía empeorar.

Miró por encima de su hombro. Detrás de ella, no pasaba mucho en cuanto al clima. Incluso había un tramo de cielo azul. Metiendo la mano en el bolso, sacó su teléfono y llamó a Oriental. Cuando una voz inglesa entrecortada respondió, ella dijo:

—El aguacero está llegando. Van a necesitar…

—¿Señorita Haruno? —dijo el mayordomo.

—Mire, necesita cerrar el área de la piscina y las macetas…

—Pero no hay ningún "aguacero", como lo llamó. De hecho, el tipo del tiempo dejó claro que todo lo que tendremos esta tarde es un poco de lluvia.

Mientras un relámpago pasaba por debajo del frente de nubes, pensó, bueno, al menos se llevó bien con el hombre por una hora.

—A la mierda el canal meteorológico. Le digo lo que veo, hay una tormenta más grande que el pueblo de Charlemont llegando desde el río, y la colina de Oriental es lo primero en lo que va a impactar.

Mierda, ¿recordó cerrar las ventanas de la granja?

—No era consciente de sus habilidades como meteoróloga —dijo secamente el señor Shimura.

Es un idiota, señor.

—Bien, pero usted tendrá que explicar lo siguiente, después de que todo haya sucedido: primero, por qué el toldo de la piscina voló. Segundo, por qué las cuatro macetas del lado oeste de la terraza se cayeron y necesitan ser replantadas. Tercero, dónde terminaron los muebles del jardín, porque, a menos que se asegure de que estén en la casa de la piscina, van a terminar en las flores. Lo que me lleva al problema número cuatro: saber cuándo serán arregladas la hiedra, las rosas de té y las hortensias. Oh, y luego puede terminar todo escribiéndole a la familia un cheque por siete mil dólares para cubrir las nuevas plantas que serán necesarias.

Tic. Tac. Tic. Tac…

—¿Cuál era el segundo… problema? —dijo.

Bingo, hombre.

Repasó todo el protocolo, lo cual era el resultado de haber trabajado con Kurenai y Kisame Hoshigaki por años, haciendo jardines a prueba de tormentas durante la primavera y el otoño. La cosa era que no se necesitaba que el tornado más destructivo cayera directamente en el jardín de Oriental para crear un desastre. Algunas de las tormentas genéricas eran más que capaces de hacer un montón de daño si soplaban vientos en línea recta. Era una de las cosas que tuvo que aprender rápido cuando se mudó a Charlemont…

En ese preciso momento, condujo hacia una intensa pared de lluvia que golpeaba el parabrisas tan fuerte que sonaba como un equipo de bailarines de tap bailando al son de "The Star-Spangled Banner".

Encendió el parabrisas y sacó el pie del acelerador, porque el Yaris era capaz de deslizarse por la carretera con la más mínima cantidad de agua bajo los neumáticos.

—¿Lo entiende? —dijo— Porque necesito colgar y conducir.

—Sí, sí, por supuesto… oh, Dios mío —susurró el hombre.

—¿Puede ver la tormenta? —Que se divierta con eso, pensó— Será mejor que se ponga en movimiento.

—Cierto. Claro.

Colgó y volvió a meter el teléfono en el bolso. Luego fue cosa de encorvarse sobre el volante, sostenerse fuerte… y rezar para que ningún idiota presumido en un todoterreno pasara por su lado de la carretera.

Rápidamente, las cosas se pusieron aun peor. Y cielos, después de un día tan largo como el que tuvo, lo último que necesitaba eran cantidades torrenciales de agua acortando su visión hasta un metro y medio, además de truenos y rayos que le hacían temblar los dientes, pero el clima parecía determinado a imitar lo que sucedía en Oriental. Casi como si el drama de la casa estuviera afectando el tiempo... Bien, eso era una exageración. Pero aun así. Tardó quinientos años en alcanzar su salida. Y luego otros siete u ocho para llegar al estacionamiento. Mientras tanto, la tormenta se convirtió en tormentas, con "S" mayúscula al final: los rayos estallaban y crepitaban pareciendo tener a su auto como objetivo, un trueno rugió, y luego la atacó una especie de granizo que podrías haber bateado fuera de un estadio de béisbol.

Con los nudillos blancos, francamente enojada, preocupada por Sasuke, y dolorida por todos lados, cuando finalmente llegó a su casa, era un lío caliente de… Era el dedo de Dios. Esa era la única cosa en la que podía pensar.

En un momento estaba a punto de estacionar en el lugar de su casa. ¿Al siguiente? Una descarga de rayos salió del cielo, y golpeó su hermoso y gran árbol en la cima. Las chispas volaron como si fuera el cuatro de julio. Y gritó:

—¡No! —Mientras pisaba los frenos.

Los neumáticos del Yaris patinaron en el pavimento seco. ¿En un camino mojado y lleno de tierra fangosa? Era hora de jugar al cerdo engrasado. Y así fue como supo que Sasuke ya se hallaba en casa. Porque se estrelló contra la parte trasera de su Porsche.


Sasuke estuvo sentado en la cocina de Sakura leyendo los reportes financieros de COU por dos horas cuando la tormenta llegó. Cuando llegó la primera ola de lluvia, el ruido y la luz retumbaron por toda la casa, ni siquiera se molestó en levantar la mirada de su portátil, incluso cuando los antiguos vidrios retumbaron y las vigas del techo crujieron.

Las cantidades y cantidades de datos eran abrumadoras. Y el pánico lo envolvió cuando vio que solo podía entender una parte de todo eso. Por otro lado, fue bastante ingenuo de su parte pensar que podría manejar las transacciones de su padre con algún tipo de celeridad. A parte del demoledor número de archivos, simplemente no tenía la extensa experiencia en contabilidad que iba a requerir para solucionar todo. Gracias a Dios, Neji había estado preparado para algo como esto, creando esas cuentas fantasma, contraseñas y correos. Sin todo eso, habría sido imposible exportar la información sin levantar alguna alarma interna. Sin embargo, quizá igual sucedería. No sabía cuánto tiempo tenían antes de que su padre se ajustara al hecho de que hubo una fuga importante.

Tomándose un descanso, se recostó en la silla y se frotó los ojos, y fue entonces cuando la segunda ola de la tormenta comenzó a golpear. Y, ya sea que se viera forzado a darles las gracias a sus retinas ardiendo o al hecho de que se sentía cansado, se volvió muy consciente que la casa de Sakura estaba, de repente, cercada por la tormenta.

Levantándose, se puso en marcha y cerró todas las ventanas abiertas, tanto del piso de arriba como del de abajo. Mientras trotaba de habitación en habitación, los rayos caían en locas explosiones, emitiendo rápidas y duras sombras sobre los suelos, muebles y el piano de Sakura. Con el cielo casi tan negro como la medianoche, y todos los rayos cayendo en las tierras de cultivo, se sintió como si estuviera en una zona de guerra. Había olvidado lo fuertes que podían ser las tormentas de primavera que iban hacia el este, dando rienda suelta a colisiones de frentes cálidos y fríos sobre kilómetros y kilómetros de campos llanos y cultivados en el medio oeste.

De regreso en la planta baja, echó un vistazo al pórtico delantero y maldijo. Las mecedoras y las mesas iban a todos lados, movidas por la agitación nerviosa de las ráfagas de viento. Cuando fue a abrir la puerta, el viento pesado entró soplando, al mínimo giro de la perilla, y tuvo que arrastrar las cosas para cerrar detrás de él mientras salía. Agarrando cualquier cosa con la que entrara en contacto, movió las pertenencias de Sakura a la vuelta de la esquina del pórtico, lejos de lo peor del vendaval. Estaba volviendo para hacer frente al último sillón, cuando vio los faros girar en la carretera principal. Tenía que ser ella, y se hallaba agradecido de que estuviera en casa. Tuvo la intención de llamar, mandarle un mensaje… enviar señales de humo o alguna paloma mensajera, pero su cabeza estuvo bloqueada por…

Todo sucedió en una extraña combinación de cámara lenta y la rapidez del sonido: la explosión de un rayo que vino del cielo justo sobre la casa. La explosión de sonido y el estallido de luz. Esa rama del árbol, que era del tamaño de una viga, se rompió, separándose del tronco y cayendo al suelo. Justo mientras Sakura estacionaba debajo.

El sonido crujiente del metal estrellándose hizo que el corazón se le detuviera en el pecho.

—¡Sakura! —gritó mientras pasaba volando por el pórtico.

La lluvia le pegó en la cara, y el viento se sentía como una jauría de perros rasgándole la ropa, pero salió disparado por la tierra fangosa.

"La muerte viene de a tres".

—¡No! —le gritó a la tormenta— ¡Nooooo!

El Yaris se abolló bajo el peso, el techo fue aplastado, el capó desplomado, y su propia vida le pasó por la mente mientras patinaba hasta detenerse con los pies descalzos. Había ramas con hojas verde brillante por todos lados, comprometiendo su visión tanto como la lluvia y el viento, los rayos aun destellaban y los truenos continuaban, como si nada importante hubiera sucedido.

—¡Sakura!

Se sumergió en el desastre de hojas mojadas, arañándose al pasar, al moverse, al subir. Incluso con todo el viento, podía oler la gasolina, el aceite, y podía oír el silbido de un motor que fue dañado mortalmente. ¿Quizás toda la humedad evitaría que el fuego se avivara? Cambió de estrategia y comenzó a trepar hasta que rodeó las ramas y llegó al frente del auto. Finalmente sintió algo resbaladizo y húmedo bajo las manos y golpeó, queriendo que supiera que se encontraba allí.

—¡Sakura, voy a sacarte!

Tirando frenéticamente, arrancó hojas y ramas, hasta que encontró el vidrio arañado y aplastado del parabrisas delantero. El panel todavía se hallaba intacto, pero no iba a ser por mucho tiempo. Apretando el puño, le pegó un puñetazo y prácticamente se empujó a sí mismo por la abertura. Sakura yacía de lado, con la cabeza en el asiento del pasajero, sus brazos moviéndose como si intentara orientarse. Ambos airbags saltaron, y la sequedad blanquecina en el aire contrastaba con la tremenda humedad de la tormenta.

—¡Sakura!

Al menos se movía.

Mierda.

No existía manera en que pudiera abrir ninguna de las puertas. Iba a tener tirar de ella para sacarla.

Inclinándose hacia adelante, tocó su rostro.

—¿Sakura?

Sus ojos revolotearon, tenía sangre en la frente.

—¿Sasuke…?

—Te tengo. Voy a sacarte. ¿Estás herida? ¿Tu cuello? ¿Tu espalda?

—Perdón por chocar… tu auto…

Cerró los ojos por un segundo e hizo una oración. Luego volvió a la acción.

—Voy a tener que arrastrarte.

Luchando para adentrarse más, de alguna manera se las arregló para soltar su cinturón de seguridad y luego la tomó en brazos.

Y se detuvo.

—¿Sakura? Escúchame, ¿estás segura de que no te encuentras herida? ¿Puedes mover los brazos y las piernas? —Cuando no le respondió, sintió una nueva ola de alarma— ¿Sakura? ¡Sakura!