Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

20

De vuelta en Charlemont, Neji no prestaba atención a cómo su caballo restante se desempeñaba en la carrera. Ni siquiera estaba en la pista. No, se hallaba probando un nuevo rol.

Acosador.

Sentado al volante de un camión de Establos Red & Black, miró por la ventana del pasajero hacia la enorme mansión de ladrillo frente a la que se encontraba estacionado. Construida en el año 1900, la gran pila georgiana era aún más grande que Oriental, lo cual había sido el punto. Los Ama habían sido los engreídos entrometidos durante casi un siglo hasta ese punto, y cuando la fortuna de aquella familia finalmente superó la de los Uchiha, construyeron la casa como un trofeo por su triunfo. Con unas veinte o treinta habitaciones y una pequeña villa de cuartos para el personal bajo su inmenso techo, la mansión era casi una ciudad en sí, en el segundo mejor lugar de la ciudad, con la segunda mejor vista del río y el segundo mejor jardín... Pero sí, habían vencido a Oriental en el tamaño. Al igual que la Destilería Ama's era más grande por un tercio que la COU.

Neji meneó la cabeza y miró el reloj de mierda que había decidido usar. Si TenTen se mantenía fiel a su horario habitual, no demoraría mucho tiempo ahora. Al menos nadie en un uniforme con un pastor alemán ladrando a su lado lo molestaba para que se fuera. La finca de la familia de TenTen Ama tenía una seguridad que era tan fuerte como la de Oriental, pero él tenía dos cosas a su favor. Uno era el logotipo en su vehículo: la marca de R&N era como una orden real, e incluso si hubiera sido un asesino en serie estacionado en el vestíbulo del centro del palacio de justicia, había muchas posibilidades de que la policía lo dejara en paz con esa cosa en el lugar. La segunda ventaja que tenía a su favor era la carrera. Sin lugar a dudas, todo el mundo todavía hablaba de ella, arreglando las apuestas, reviviendo la gloria.

Pronto. Ella estaría en casa pronto.

Después de que Sasuke lo hubiera llevado de nuevo a la granja, se había tomado algunas de sus medicinas y una bebida. Luego releyó los papeles de la hipoteca… y duró unos diez minutos antes de recoger el bolso de noche de TenTen y salir cojeando hacia uno de sus camiones. Lee, Hanabi y el resto de los mozos de cuadra estaban abajo en la pista con los entrenadores y los caballos. Cuando hubo conducido fuera, pensó que era una pena el desperdiciar la paz y tranquilidad en la granja, pero esto era algo que necesitaba manejar en persona.

La lluvia comenzó a caer, primero como unas gotas, después como una llovizna.

Miró el reloj de nuevo. Trece minutos. Apostaba que ella estaría en casa en trece minutos; mientras que la mayoría de las doscientas mil personas en el Steeple-hill Downs iban a disfrutar de un largo viaje de vuelta a donde dejaron sus coches, seguido de un estancamiento aún mayor en su intento de salir a la carretera, la gente como los Uchiha y los Ama tenían escoltas policiales que los llevaban dentro y fuera por los caminos traseros de manera rápida.

Y tenía razón.

Unos doce minutos y un número de segundos después, uno de los Bentley Mulsannes negros de la familia Ama se detuvo delante de la casa, el conductor saliendo rápidamente de detrás del volante y abriendo un paraguas mientras se dirigía a la puerta trasera. Un segundo hombre de seguridad hizo lo mismo desde el otro lado. El padre de TenTen surgió primero y necesitó el brazo de su chofer para llegar a la casa. TenTen, por el contrario, se arrastró lentamente fuera del vehículo, con los ojos fijos en su camión. Después de hablar con el conductor, tomó el paraguas del hombre y se acercó, haciendo caso omiso a que arruinaba sus zapatos de tacón alto.

Neji bajó la ventanilla mientras se aproximaba y trató de ignorar el olor de su perfume cuando se acercó a él.

—Entra —dijo sin siquiera darle un vistazo.

—Neji…

—Como si fuera a hablar de lo que firmaste con mi padre en tu propia casa. O siquiera en tu patio delantero.

Ella dejó escapar una maldición muy poco decorosa y luego rodeó la parte delantera del camión. Con un gruñido, él trató de estirarse y, como todo un caballero, abrir la puerta, pero ella llegó primero, y además su cuerpo no le permitiría estirarse tan lejos. Mientras se acomodaba en el asiento, se quedó paralizada cuando vio su bolso. Poniendo el camión en marcha, murmuró:

—Pensé que querrías recuperar tu licencia de conducir.

—Tengo que estar en el baile en cuarenta y cinco minutos —dijo ella mientras empezaban a bajar por la colina.

—Odias ir a esas cosas.

—Tengo una cita.

—En serio. Felicitaciones —Una fantasía rápida de secuestrarla y hacer que se perdiera ese baile se reprodujo como una película en su cerebro, dicha fantasía culminaba con ella teniendo el síndrome de Estocolmo y enamorándose de su captor— ¿Quién es él?

—No es asunto tuyo.

Neji giró a la izquierda y siguió conduciendo.

—Así que estás mintiendo.

—Chequea la sección de sociedad del periódico mañana por la mañana —respondió en un tono aburrido— Podrás leer todo acerca de ello.

—Ya no recibo el Charlemont Courier Journal en mi casa.

—Mira, Neji…

—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Hipotecando mi maldita casa?

A pesar de que no la miraba, podía sentir su mirada gélida clavándose en su propia cara.

—Número uno, tu padre se acercó a mí. Y número dos, si me vuelves a hablar en ese tono, voy a ejecutar la hipoteca sólo por principios.

Neji lanzó una mirada en su dirección.

—¿Cómo pudiste? ¿Eres realmente tan codiciosa?

—¡La tasa de interés es más que justa! ¿Y hubieras preferido que tu padre acudiera a un banco, dónde quedaría registrado para el público? Voy a mantener todo privado, asumiendo que los pagos se hagan.

Él señaló con el dedo a los documentos sobre el asiento entre ellos.

—Quiero que hagas desaparecer eso.

—Tú no formas parte de esto, Neji. Y al parecer tu padre necesita el dinero o no habría acudido a mí.

—¡Esa es la casa de mi madre!

—Ya sabes, si yo fuera tú, me daría las gracias. No estoy segura de lo que está sucediendo bajo ese techo suyo, ¡pero diez millones deberían ser una miseria para los gustos de la gran y gloriosa familia Uchiha!

Neji viró bruscamente a la izquierda y se detuvo en uno de los parques públicos que se hallaban a la orilla del río Ohio. Cruzando el estacionamiento vacío, se detuvo al llegar al muelle y apagó el motor. Para entonces, la tormenta se encontraba en pleno apogeo, y las ráfagas de luz desde el cielo alimentaban la ira dentro de él.

Retorciéndose en el asiento, se tragó un gemido de dolor.

—Él no necesita el dinero, TenTen.

Era mentira, por supuesto, sin embargo, lo último que la familia necesitaba era hablar: por mucho que se sintiera frustrado con TenTen, sabía que podía confiar en ella, pero tenía que haber otras personas involucradas en su lado. Abogados, banqueros. Por lo menos ella podía refutar su conversación si ocurría.

—Entonces, ¿por qué firmar ese documento? —preguntó— ¿Por qué tu padre hizo todo lo posible para que me saliera de una reunión de negocios y puso esto sobre la mesa?

Cuando lo confrontó, él tuvo una rápida imagen mental de la noche anterior, ella a horcajadas sobre sus caderas, montándolo, siendo amable con su cuerpo roto. Entonces se acordó de su padre yendo a buscarla a su oficina.

¿Podría ponerse esto más desastroso?, se preguntó mientras surgía el odio por Madara Otsutsuki.

Neji se centró en los labios de ella y pensó en la mujer de su hermano.

—¿Alguna vez te ha besado?

—¿Disculpa?

—Mi padre. ¿Alguna vez te ha besado?

TenTen sacudió la cabeza con incredulidad.

—Mejor sigamos discutiendo sobre la hipoteca de Oriental, ¿de acuerdo?

—Responde la condenada pregunta.

Ella alzó las manos.

—Me viste en su despacho con él. ¿Qué piensas?

Así que lo había hecho, pensó Neji en una oleada de furia.

—Mira —dijo TenTen— No sé lo que pasa en tu familia, o por qué él quiso hacer esto. Todo lo que sé es que es un buen negocio para mí… y pensé que iba a ayudarte. Fui estúpida, pensé que el hecho de que iba a mantener esto de forma discreta en realidad podría beneficiarlos.

Después de un momento, murmuró:

—Bueno, te equivocas. Y es por eso que quiero que rompas ese documento.

—Tu padre también tiene una copia —señaló secamente— ¿Por qué no vas a hablar con él?

—Hizo ese trato contigo porque me odia. Lo hizo porque sabe muy bien que la última persona en la tierra con la que querría alguna vez que mi familia tuviera una deuda eres tú.

Al menos eso no era una mentira, pensó cuando ella jadeó. Dios sabía que ya se sentía como un medio hombre alrededor de ella de todos modos…

Mientras las palabras de Neji se asentaron, TenTen se sacudió en su asiento y no pudo atrapar la reacción a tiempo para tratar de ocultarla. El orgullo le daba ganas de devolverle el golpe con fuerza, pero las palabras de enojo se quedaron atascadas en su cabeza, y todo lo que terminó haciendo fue mirar el río fangoso. Los limpiaparabrisas se hallaban encendidos, y periódicamente, su barrido les daban una visión momentáneamente despejada de la orilla opuesta. Y era gracioso, la vida era un poco así, ¿verdad? Ibas por ahí, haciendo lo tuyo, en realidad no viendo el paisaje completo a tu alrededor a causa de todos los pequeños detalles de cada día de los que necesitabas ocuparte, cuando de repente, las cosas se cristalizaban y apreciabas una breve imagen que te dejaba tipo "Ah, así que aquí estoy".

TenTen se aclaró la garganta, pero en realidad eso no ayudó mucho, porque cuando habló, sus palabras fueron roncas.

—Sabes, creo que nunca entenderé por qué piensas tan poco de mí. Es realmente… es un misterio para mí.

Neji dijo algo, pero ella hablo de inmediato por encima de él.

—Debes saber que me enamoré de ti hace mucho tiempo.

Eso lo calló.

—Debes saberlo. ¿Cómo no podrías? He estado siguiéndote alrededor durante años, ¿es por eso que me odias?

Lo miró y no podía ver mucho de sus ojos debido a la gorra de béisbol que él llevaba; lo que probablemente era algo bueno.

—¿Me menosprecias por eso? Siempre pensé que me diste esperanzas porque asumiste que mis sentimientos podrían ser útiles para ti en algún punto… pero, ¿es algo peor que eso? Sé que me desprecio a mí misma por aquella debilidad —Asintió hacia los papeles— Quiero decir, ese documento es un ejemplo perfecto de lo patética que soy. No habría hecho un trato así, debajo de la mesa, por nadie más. Pero supongo que es mi problema, no el tuyo, ¿no es así?

Volvió a mirar por el parabrisas delante de ella.

—Sé que no te gusta hablar de lo que te pasó en América del Sur, pero… no pude dormir durante todo el tiempo que te tuvieron cautivo, y durante meses después, tuve pesadillas. Y luego volviste a Charlemont y no querías verme. Me dije que era porque no veías a nadie, pero eso no es cierto, ¿verdad?

—TenTen…

—No —dijo bruscamente— No voy a liberarlos de esa hipoteca. Eso sería otra parte más de esta estupidez que tengo cuando se trata de ti.

—Te equivocas, TenTen.

—¿En serio? No estoy muy segura. Así que, por qué no terminamos esto de una vez… puedes irte a la mierda, Neji. Ahora, llévame a casa antes de que llame a la policía.

Ella esperaba que él discutiera con ella. Sin embargo, después de un momento, puso el camión marcha atrás y dio la vuelta. Mientras se dirigía de vuelta a la carretera, midió el perfil sombrío de él.

—Mejor reza para que tu padre haga esos pagos a tiempo. Si no lo hace, no voy a dudar en poner a tu familia en la calle… y si piensas que eso no va a hacer que la gente en esta ciudad hable, es que estás fuera de tu jodida mente.

Eso fue lo último que cualquiera de ellos dijo en el viaje de regreso a su casa. Cuando él se estacionó delante de la mansión, ella se aseguró de agarrar su bolso y llevarlo con ella esta vez, y el camión apenas se detuvo antes de que saltara fuera. Se hallaba bastante segura de que dijo su nombre por última vez mientras se alejaba, pero tal vez no. A quién le importaba.

Mientras corría a través de la lluvia hacia su puerta principal, el mayordomo la abrió por ella.

—¡Señorita! —exclamó— ¿Está bien?

No se había molestado con el paraguas, y una rápida mirada en el espejo antiguo que había junto a la puerta mostró que lucía tan desastrosa como se sentía.

—En realidad, no me siento bien —No era mentira— Por favor, hazle saber a Brandon Milner que me he enfermado y me voy a la cama. Supuestamente iría al baile con él esta tarde.

Él hizo una reverencia.

—¿Llamo al doctor Qalbi?

—No, no. Solo estoy agotada.

—Le traeré una bandeja y un poco de té.

Eso sonaba perfectamente nauseabundo.

—Qué amable, gracias.

A medida que el hombre se alejaba hacia el ala de la cocina, ella se acercó a las puertas corredizas del elevador. Afortunadamente, estaba en el primer piso y fue capaz de subir de inmediato. Lo último que necesitaba era encontrarse con su padre o su hermano. Al salir, se quitó los zapatos y caminó por el largo pasillo, deslizándose en su habitación y cerrando la puerta tras ella. Cerrando los ojos, siguió oyendo la voz de Neji una y otra vez en su cabeza.

"Lo hizo porque sabe muy bien que la última persona en la tierra con la que querría alguna vez que mi familia tuviera una deuda eres tú".

Increíble... Y era gracioso. Incluso con todo el dinero que tenía, toda la posición y la autoridad, el respeto y la adulación… todavía era capaz de ser reducida a una niña devastada. Todo lo que requería era estar en un espacio cerrado con Neji Otsutsuki. Durante diez minutos.

No más, se prometió. Esta obsesión enfermiza que tenía por el hombre necesitaba detenerse ahora mismo.

En el fondo de su mente, algunas veces se había preguntado si él podría estar luchando con una obsesión propia por ella, la competencia centenaria entre sus familias impidiéndole hacer un movimiento. Pero eso fue claramente una proyección injusta por parte de ella, una especie de fantasía romántica que nació de sus propios sentimientos. Las únicas cosas buenas que le había dicho fueron cuando él pensó que era una prostituta que había comprado y pagado. Sin embargo ahora la realidad había sido claramente establecida: acababa de poner una valla publicitaria en su plaza proverbial. Le dejó todo claro, sin lugar a interpretaciones erróneas.

Ella podría ser patética. Pero no era estúpida.


Un puñetazo en la cabeza.

Cuando Sakura se desplomó hacia un lado de la aplastada cabina de su Yaris, se sentía como si hubiera recibido un puñetazo en la cabeza. Una combinación de Wolverine, la Roca, y tal vez Arnold Schwarzenegger en sus buenos tiempos. Y como resultado, nada se procesaba bien, no ella al chocarse contra la parte trasera del coche de Sasuke, ni el hecho de que había agua en su rostro, ni el ruido fuerte…

—¡Sakura!

El sonido de su nombre despejó algunas de las telarañas, y miró a su alrededor, tratando de averiguar por qué Dios de repente sonaba muy parecido a Sasuke.

—¿Sasuke? —dijo ella, parpadeando con fuerza.

¿Por qué él venía a través de su parabrisas? ¿Era esto un sueño?

—…herida en cualquier lugar? —dijo— Necesito saberlo antes de moverte.

—Lamento lo… de tu carro…

—¡Sakura, tienes que decirme si estás herida!

Hombre, cuando se ponía ansioso y hablaba con ese acento sureño suyo, no se sentía mal en lo absoluto. Luego frunció el ceño. ¿Herida? ¿Por qué iba a estar… Y fue entonces cuando vio toda la vegetación. En su auto.

De acuerdo, esto tenía que ser un mal sueño, y bien ella podría seguirle la corriente. Examinando sus brazos, sus piernas, tomando una respiración profunda, moviendo su cabeza… todo comprobado.

—Estoy bien —murmuró— ¿Qué pasó?

—Voy a tirarte hacia adelante, ayúdame si puedes, ¿de acuerdo?

—Está bien. Yo…

Guau. ¡Ay!

Pero estaba decidida a participar en el intento. A pesar de que las cosas parecían fuera de lugar y amenazaban con estallar, estampó sus pies contra cualquier cosa con la que entrara en contacto, impulsándose mientas Sasuke la jalaba, retorciéndose para ir hacia adelante. Lluvia caía por su rostro, cabello y ropa. Arañazos. Viento cegándola. Pero él la sacó. Y entonces se hallaba en sus brazos, contra su pecho, sintiéndolo temblar.

—Oh, Dios —dijo con voz ronca— Oh, gracias a Dios que estás viva…

Sakura se aferró a él, todavía sin entender por qué estaban sentados en un árbol. ¿Cómo los autos habían logrado… El rayo pasó a través del cielo y aterrizó tan cerca de ellos que sus oídos estallaron de dolor.

—Tenemos que entrar —soltó Sasuke— Vamos.

En algún momento del proceso entre tropezar y caer al suelo, su cerebro volvió en línea, y lo que vio casi la paralizó. La mitad del hermoso árbol que crecía junto a su casa había aplastado su coche. No chocó el Porsche de Sasuke, después de todo. El crujido fue su pequeño Sedán soportando la peor parte de todo ese tremendo peso.

—Sasuke… mi auto…

Eso fue todo lo que logró decir antes de que la levantara en sus brazos y corriera hacia su casa. Cuando llegaron al pórtico, Sakura se salió de su agarre y se negó a ir más lejos. Llevando la mano hasta su boca al ver a su auto, ella… Sangre. Había sangre… por todo su cuerpo.

Un mareo repentino se apoderó de ella, haciéndola tambalearse mientras se miraba a sí misma.

—¿Sasuke… estoy herida?

—Adentro —exigió, moviendo su cuerpo hacia la puerta.

Cuando la metió en la casa y puso toda su fuerza contra los paneles para volverlos a bloquear, su corazón empezó a latir cuando consiguió un buen vistazo de su salvador: Era un sangriento mojado desastre. Pero, ¿qué importaba? Los dos se abrazaron con tanta prisa que se juntaron sus ropas chorreantes, reconectaron sus cuerpos, compartieron el calor, aferrándose fuertemente.

—Pensé que te había perdido —dijo en su oído— Oh, Cristo, pensé que…

—Me salvaste, me salvaste…

Los dos hablaban a mil por hora, tropezando con las palabras, zumbando por la falta de cercanía. Y entonces él la besó y ella le devolvió el beso. Excepto que detuvo todo eso, alejándose.

—Creo que eres el que está sangrando.

—Solo rasguños…

—¡Oh, Dios, mira a tus brazos… tus manos!

Se encontraba totalmente desgarrado, su piel expuesta estaba veteada de cortes por haber luchado a través de las ramas para llegar a ella, y había otras contusiones en su rostro y cuello.

—No me importa —dijo— Eres todo lo que me preocupa.

—¿Necesitas un médico?

—Oh, por favor. El árbol cayó sobre ti, ¿recuerdas?

Y fue entonces cuando las luces se apagaron. Sakura se quedó inmóvil por un momento… y luego se echó a reír con tanta fuerza que ardían sus ojos. Era simplemente demasiada emoción por demasiadas cosas para que ella lo mantuviera adentro y antes de darse cuenta, Sasuke también se reía, ambos aferrándose el uno al otro y dejando salir la ridícula reacción de todo, desde los problemas con su familia hasta el estrés del almuerzo… y ese extraño accidente con su árbol.

—¿Ducha? —dijo.

—Pensé que nunca lo preguntarías.

Normalmente, ella habría hecho un escándalo por las huellas húmedas en todo el salón de su casa y hasta los tablones de las escaleras, pero ahora no: el recuerdo de ese peso aterrizando en su coche era una prioridad y media.

—Lo juro, pensé que golpeé tu coche —dijo mientras subían al segundo piso.

—No me habría importado si lo hubieras hecho.

Ah, las ventajas de ser un Uchiha, pensó.

—Tienes un Porsche de respaldo, estoy segura.

—Incluso si no fuera así, no habría importado con tal de que estés bien.

Abrazándose con fuerza, pasaron a través de las jambas de su dormitorio y su baño, y luego, mientras ella abría el grifo de la ducha, Sasuke fue tras su ropa, desabrochando cosas, bajando cremalleras, despojándola de su húmeda, fría y pegajosa ropa. Piel de gallina se extendió por sus brazos y muslos, pero fue más por el calor en sus ojos que por el frío en el aire. Y luego él se despojaba de su propia ropa, dejándola en una maraña junto a la ropa de ella.

—Bajo el agua —gimió Sakura mientras él acariciaba su garganta, besando su camino hasta la boca.

Sasuke maldijo cuando entraron en el cálido y suave rocío, y mientras se lavaba la sangre, se sintió aliviada. Solo había unos cuantos cortes en él, nada serio… Y ese fue el último pensamiento que tuvo cuando sus grandes manos viajaron sobre sus pechos lisos, y su boca bajó con fuerza a la de ella, y la familiar urgencia erótica surgió a la vida entre ellos.

Te amo, pensó dentro de su cabeza. Te amo tanto, Sasuke.

XxxX

Algún tiempo más tarde, después de que volvió la energía y Sasuke había hecho el amor con su Sakura dos veces en la ducha y una vez más en la cama, después de haber bajado y comido lo último de esa lasaña congelada y la mayor parte del helado de durazno en su casa, después de que volvieron arriba y se metieron en su cama nuevamente… todos los problemas del día volvieron a él. Afortunadamente, Sakura se encontraba dormida y estaba oscuro, así que cualquier expresión que tuviera no tenía que ocultarla.

Mirando el techo, su mente hizo cortocircuito, y lo siguiente que supo, la luz brillaba desde el borde del horizonte. Un rápido vistazo al reloj de alarma de Sakura y se sorprendió al descubrir que había volado toda la noche. Deslizándose de debajo de las sábanas, se puso de pie y se fue al baño. Su ropa era insalvable; la recogió del piso y la puso en la basura. ¿Lo único que salvó? Sus bóxers... Mejor que conducir a casa completamente desnudo en el día del Señor.

Volviendo al dormitorio, se acercó a Sakura.

—Me tengo que ir.

Ella se despertó de golpe, y él la tranquilizó hasta que recostó su cabeza sobre la almohada nuevamente.

—Tengo una cita con una mujer hermosa que no me puedo perder —dijo.

Sakura sonrió de una soñolienta y difusa manera que le daba ganas de mirarla siempre.

—Mándale saludos.

—Lo haré —La besó en la boca— Te voy a traer la cena esta noche, por cierto.

—¿Va a estar congelada?

—No, caliente como el infierno.

La sonrisa que le dio fue directo a su sangre, excitándolo a pesar de que no había tiempo para hacer nada al respecto.

—Te a… —Sasuke se detuvo, sabiendo que no le iba a gustar esa despedida— Te veré esta noche a las cinco en punto.

—Estaré aquí.

La besó una vez más y luego se dirigió hacia la puerta.

—Espera, ¿qué pasa con tu ropa? —gritó.

—Ellos no me pueden arrestar. Las partes íntimas están cubiertas.

Su risa lo acompañó por las escaleras y fuera de la casa. Y la vista de la mitad de ese árbol en la parte superior de su coche hizo que su corazón dejara de latir.

Tomando una respiración profunda, su primer instinto fue sacar el teléfono y llamar a Kisame Hoshigaki para quitar la rama y conseguir que la machacada lata de estaño de ella fuera a un depósito de chatarra. Pero se contuvo. Sakura no era el tipo de mujer que apreciaría ese tipo de gestos. Ella tendría sus propios contactos, su propia idea de cómo manejar el problema, su propio plan para el Yaris. Conociéndola, trataría de hacerlo funcionar de nuevo.

Sacudiendo la cabeza, se acercó a su coche. El Porsche casi había sido destruido, también, el 911 salvándose por solo unos cuantos metros. Después de remover algunas hojas del capó, entró, encendió el motor, y se dirigió lentamente por el camino, bordeando las ramas caídas y los terrones que se hallaban llenos de agua. Tan pronto como llegó al asfalto, hizo recuperar el tiempo perdido, acelerando hacia Charlemont, pasando al otro lado del río, yendo hasta la colina de Oriental. Se encontraba a medio camino de la cima cuando tuvo que frenar porque bajaba otro coche. Era un Mercedes sedán. Un S550 negro. Y detrás del volante, con enormes gafas de sol oscuras y un velo negro como si estuviera de luto, se hallaba su futura ex esposa. Shion no lo miró, aunque sabía malditamente bien a quien pasaba.

Perfecto. Con un poco de suerte, se mudaría y podían permitir que los abogados se encargaran desde aquí. Dios sabía que tenía suficientes otras cosas por las cuales preocuparse.

Dejando el Porsche en el frente, entró por la puerta principal y se detuvo cuando vio el equipaje en el vestíbulo. No era de Shion. Ella tenía varias Louis Vuitton haciendo juego. Este equipaje era Gucci, y marcado con las iniciales TIP. Toneri Ignatius Pford.

Una idiota yéndose, pensó. Otro entrando.

¿Qué demonios pensaba Hina? Oh, un minuto. Él sabía la respuesta. Para una mujer con poca educación formal y sin ningún conocimiento profesional, su hermana tenía un talento incuestionable: cuidar de sí misma. Asustada por el dinero, ella había seguido a su padre y se adhirió a la rica vida de la ciudad, así que sin importar lo que pasara con la familia, su estilo de vida no se vería afectado. Solo esperaba que el costo para ella no resultara ser demasiado alto. Toneri Pford era un desagradable hijo de puta. Sin embargo, no es su circo, no son sus monos. Por mucho que lo entristecía, había aprendido hace mucho tiempo que no podía ganar con Hina y que simplemente debía dejarla ir; no había otra estrategia para tratar con su hermana, la verdad.

Corriendo por las escaleras, fue a su habitación y se duchó, afeitó, y puso un traje. Le llevó dos intentos poner correctamente el moño... Hombre, odiaba esas cosas.

Tomó las escaleras del personal para bajar, atravesó la cocina, y se fue a la puerta de la señora Chiyo. Como hizo cuando la fue a ver antes, comprobó que todo estuviera escondido, abotonado correctamente, y como era debido antes de tocar. Excepto que entonces se quedó quieto. Por alguna razón, tenía un miedo miserable de que no fuera a abrir la puerta esta vez. Que golpearía con sus nudillos y esperaría… y lo haría de nuevo, y esperaría un poco más… Y entonces tendría que romper los paneles como lo había hecho con la oficina de Shizune… y encontraría otro muerto…

La puerta se abrió, y la señora Chiyo frunció el ceño.

—Llegas tarde.

Sasuke se sobresaltó, pero se recuperó rápidamente.

—Lo siento, señora. Lo siento.

La señora Chiyo le dio un gruñido y se palmeó su brillante sombrero azul de iglesia. Su traje era tan brillante como un cielo de primavera, y tenía sus guantes a juego, zapatos a juego y un libro de bolsillo perfectamente coordinado que era del tamaño de una raqueta de tenis. Su lápiz de labios era de color rojo cereza, sus pendientes eran las perlas que él le había dado hace tres años, y llevaba el anillo de perlas que le regaló el año anterior a ese.

Le ofreció su brazo mientras ella cerraba la puerta, y lo tomó. Juntos, caminaron por la parte frontal de la casa, pasando al señor Shimura, quien sabía que no debía decir nada acerca de qué puerta que usaban. Sasuke acompañó a la señora Chiyo al asiento del pasajero del Porsche y la acomodó en el auto. Luego dio la vuelta, se puso al volante, y reinició el motor.

—Llegaremos tarde —dijo ella secamente.

—Haré que lleguemos a tiempo. Solo míreme.

—No tolero los excesos de velocidad.

Se encontró mirándola con un guiño.

—Entonces, cierre los ojos, señora Chiyo.

Ella golpeó su brazo y lo miró.

—No eres demasiado viejo como para que no te pegue.

—Sé que quiere un asiento en la primera fila.

—Sasuke Otsutsuki, no te atrevas a violar la ley.

—Sí, señora.

Con una sonrisa socarrona, pisó el acelerador, disparando el 911 por la colina, ¿y al lanzarle una mirada rápida en su dirección? Encontró a la señora Chiyo sonriendo para sus adentros.

Por un momento, todo estaba bien en su mundo.