Capitulo 8: Mentira

24 de Febrero

Abrió muy lentamente sus sesgados ojos ante la molesta luz que se estrellaba directamente en su blanquecino rostro. Había intentado durante varios minutos ignorar dicha fuente de calor, pero ésta se estaba mostrando insaciable la cual cosa le hizo sentir extraño ya que la luz del sol nunca le daba los buenos días y, por lo tanto, no tuvo más remedio que abrir con pesadez y total desgana sus párpados.

-"¿Se me olvidó bajar las persianas?"- se dijo mirando directamente hacia la pared que portaba esa rectangular ventana viéndola solamente tapada por esa fina cortina de color naranja, que filtraba una tenue luz cálida y amarillenta que teñía gran parte de la habitación de ese mismo color.

-"Un momento… ¿naranja?"- reaccionó al fin el oji-azul incorporándose de la plácida cama que lo resguardaba mientras se apoyaba en ella con sus antebrazos.

Miró fijamente esas cortinas durante segundos interminables y finalmente miles de recuerdos surcaron su mente.

¡Espera Kitsune!... ¿Te vienes a mi casa?

Recordaba nítidamente esas palabras dichas por el do'aho esa misma noche, en la estación.

Recordaba que después de pronunciarlas, él lo miró extraño, frunciendo levemente el entrecejo, pero sin saber bien por qué decidió no subir al tren que acababa de llegar al andén y que tenía justo delante, sino que se acercó de nuevo al alto pelirrojo en total mutismo.

Está bien, vamos.

Le había dicho para después salir de ese andén y comenzar a caminar a paso lento de nuevo por las gélidas y oscuras calles de Kanagawa hacia la casa del do'aho, quien no vivía precisamente lejos de la cafetería.

-"Al final pagué ese billete de tren para nada…" – se dijo lamentándose de haber perdido el dinero que valía ese peaje.

Decidió levantarse de la cama sin necesidad de mirar hacia su costado ya que sabía perfectamente qué es lo que se iba a encontrar: un chico de casi metro noventa de estatura con una flamante cabellera rojiza esparcida por la blanca almohada como manchas de pintura sobre lienzo color bronce, tal y como era su piel.

Fijándose bien, incluso podía escuchar perfectamente su respiración acompasada y algún que otro suave murmullo ronco que emitía de vez en cuando pero que no sabía descifrar.

Pero no pudo o tal vez no quiso evitar mirarlo.

Y, efectivamente, allí estaba el pelirrojo, durmiendo con una expresión serena en su rostro. Pero lo que más sorprendió a Rukawa Kaede fue que las livianas sábanas a penas cubrían su torneado cuerpo desnudo.

-Do'aho… - susurró. – Vas a resfriarte… - dijo aun sabiendo que el más grande no lo escuchaba, aunque, en cierta manera, lo prefería así.

Tras levantarse de un solo salto, caminó lentamente hasta quedar frente el lado de la cama en el que dormía Sakuragi y allí, estiró de las finas sábanas hacia arriba para que éstas cubriesen por entero el bronceado cuerpo.

Después dirigió su mirada directamente hacia el suelo intentando encontrar entre toda aquellas prendas esparcidas, su ropa, colocándose al fin tan sólo sus bóxers, única prenda que logró encontrar y supuso que el resto estaría esparcido por toda la casa.

Esa noche, cuando ambos traspasaron el umbral de la puerta de entrada, no esperaron ni un segundo a llegar a la habitación del pelirrojo para comenzar a desvestirse con rapidez mientras devoraban la boca del otro.

Comenzó a recorrer esa habitación mirando hacia todas direcciones. Era tan diferente a su casa…

Ésta era realmente espaciosa y llena de luz y vitalidad. Realmente estaba hecha y ornamentada como la personalidad de su dueño.

-"Cálida" – fue la palabra en la que pensó Rukawa nada más ojear esas cuatro paredes.

En cambio, la suya era tan fría e impersonal… Si había un color que la pudiese caracterizar, ése sin duda sería el gris. Tanto su pequeña casa como él mismo era simplemente gris.

E incluso todo su mundo era de ese mismo color.

Con una curiosidad que jamás creyó poseer, Kaede caminó hacia una de las estanterías de cinco pisos de pino que decoraban la habitación. Ésta se encontraba llena de libros, cajas de cds e incluso algún que otro muñeco de felpa que dudaba que fuesen adquiridos de alguna tienda.

Cogió uno de esos pequeños muñecos de trapo de color aguamarina y pudo observar que estaba hecho a mano por alguien que seguramente tenía un nivel de costura inferior a cero.

Tras volverlo a dejar en su lugar, echó un vistazo al segundo piso de esa misma estantería, la cual se encontraba repleta de marcos de foto de madera que portaban fotografías.

¿Él tenía acaso alguna fotografía en su hogar?

Se quedó observándolas detenidamente. En la que estaba en primera plano podía ver a un grupo de cuatro muchachos que se le hacían bastante familiares… Aunque no sabía de qué ni tampoco le interesaba adivinarlo.

A su lado, había otra en la que se mostraba a un Sakuragi Hanamichi adolescente junto a un hombre mayor, seguramente de unos treinta y cuantos años.

-"¿Su padre?" – se preguntó a si mismo e inmediatamente estuvo seguro de qué así era ya que a continuación había otra fotografía, enmarcada en un bonito marco de madera coloreada en rojo, del mismo hombre, tal vez más joven, que cogía en brazos a un niño pequeño, de aproximadamente cinco años, sonriente y con una poderosa cabellera pelirroja.

A Kaede le provocaron algo parecido a la ternura esas dos fotos. Sin duda alguna ese hombre era su padre, quien se veía exactamente igual que el actual pelirrojo con unos cuantos años más… Se preguntó si algún día podría conocerlo o al menos, verlo en persona.

Seguidamente, habían tres fotografías más, esta vez de tamaño inferior, en las que se mostraban otra vez a esos cuatro chicos pero sonriendo con el pelirrojo.

-"Amigos…" – Sin duda alguna aquellos eran los mejores amigos de Sakuragi, así que seguramente éstos deberían estar en la fiesta donde conoció al pelirrojo. –"Por algo me sonaban sus caras…" -

Volvió a recorrer una vez más la habitación con su mirada. Todo se veía bastante ordenado, a excepción de alguna de la ropa tirada en el suelo que ellos mismos habían dejado esa noche, y libre de polvo.

De pronto vio una fotografía más en la mesita de noche del lado donde dormía Hanamichi.

-"¿Cómo no la vi antes…?" – se preguntó extrañado.

Así pues, se dirigió directamente hacia ella intentando no hacer ruido que despertase al dormido y la tomó entre sus níveas manos observándola con minuciosidad.

-¿Eh? –

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Palpó varias veces el otro lado del lecho intentado encontrar a alguien en ese lugar, pero nadie estaba allí y además, las sábanas se encontraban frías, señal inequívoca que debía hacer bastante rato que nadie se encontraba allí.

-…- Sakuragi Hanamichi abrió apresuradamente sus grandes ojos color chocolate para ver aquello que segundos antes había palpado y es que no había nadie a su lado.

Se levantó súbitamente de la cama y miró hacia el suelo en busca de la ropa del Kitsune que no logró ver a excepción de sus pantalones metidos casi debajo de la cama, visión que le aseguró que el moreno todavía continuaba en su casa. Miró el reloj y con tranquilidad vio que a penas eran las seis y media de la mañana, cosa que lo hizo suspirar de alivio ya que podría llegar pronto a la oficina.

Antes de nada, decidió darse una rápida y relajante ducha, así que caminó hacia el cuarto de baño donde permaneció no más de diez minutos, tiempo que tardó para realizar su higiene personal.

Después, cogió ropa limpia del armario y se vistió lo más rápido posible con la misma ropa que llevaría para trabajar.

Al prestar atención a la casa, se dio cuenta que todo estaba demasiado silencioso… ¿De verdad todavía estaba el Kitusne en su casa?... Sabía que ese chico era bastante callado y ausente pero… ¿acaso de había atrevido a salir desnudo de su casa?... Rió ante la estupidez que acababa de pensar e imaginar.

Bajó las escaleras lentamente, intentando mirar con cada escalón que bajaba si su vista alcanzaba a encontrar al zorro. Pero no lo veía en ningún lugar.

Pensó que quizá estaría en la cocina desayunando, pero se equivocó ya que esta estancia estaba completamente vacíay sin rastro de haber sido utilizada, así que fue directamente hasta la sala del comedor, único lugar que le quedaba por revisar, encontrándose por fin con el Zorro sentado en uno de los sofás que ocupaban el centro la estancia, en completo silencio y con su vista fijada en los grandes ventanales del balcón con la mirada perdida.

-¡Ey Kitsune! – saludó el pelirrojo avanzando hasta quedar justo delante del oji-azul, quien únicamente vestía con esos bóxers ceñidos a su cuerpo… pero éste no le contestó. Parecía totalmente absorto en el paisaje que veía a través de los cristales de las ventanas, aunque en realidad se podía decir que no miraba a nada en particular. -¿Qué te pasa Zorro? ¿Te comió la lengua el gat-…- pero no acabó sus palabras ya que al colocarse justo delante de él observó lo que Rukawa mantenía entre sus manos.

La fotografía de Mineko y él.

-¿Qué es esto, do'aho? – preguntó Kaede en un susurro, más bien por preguntar, ya que sabía perfectamente lo que era. No todo el mundo tiene colocada una fotografía de una "amiga" en su mesita de noche… y menos cuando ésta aparece siendo abrazada por detrás por el pelirrojo. ¿Tan sólo amigos?

-Ah… bueno… Es mi novia –

Rukawa alzó sus cejas en señal de sorpresa provocando que en su blanca frente se produjeran finas arrugas. ¿Lo reconocía tan sencillamente después de lo que había ocurrido entre ellos esa misma noche?...

-¿Tu qué? –

-Mi novia – reafirmó el pelirrojo. Pero la cara del moreno le parecía indicar que no estaba entendiendo nada de lo que decía así que procedió. –Ya sabes… cuando nos conocimos, ¿no te acuerdas que te dije que me iba a casar…? Pues ella es la afortunada. – explicó Hanamichi con una sonrisa a la vez que pensaba que toda la sorpresa de Rukawa provenía de ver que su prometida era su hermana.

Pero Kaede sólo tenía en mente una cosa: ¿Cómo había podido ser tan torpe para olvidar que el mismo día que conoció al pelirrojo, éste le dijo que se iba a casar? ¿Cómo se podía haber olvidado de ese pequeño gran matiz?

-¿Qué pasa? Tú eso ya lo sabías, Kitsune y bueno el hecho que sea ella… -

Pero Rukawa no lo escuchaba, se sentía como un completo idiota.

-¿Por-… por qué? – pudo articular el moreno.

-¿Por qué qué? – preguntó a su vez el más alto desconcertado, pero el moreno quedó una vez más en silencio.

¡Todo aquello era su culpa! Se había olvidado completamente de lo que él le contó sobre su futuro matrimonio… y había acabado aceptando pasar la noche con él por voluntad propia, sin una sola gota alcohol de por medio… Su mente se debatía entre el sentimiento de culpabilidad y el de traición.

-¿Por qué me buscabas, do'aho? – preguntó con su mirada fijada en la fotografía que todavía tomaba entre sus manos.

-¿Buscarte? – repitió. -¿A qué te refieres? –

-¡Joder! Tienes novia… ¿Por qué querías acostarte conmigo? ¿Por qué permitiste que esto pasara? – preguntó Rukawa esta vez alzando sus afilados ojos hacia los del pelirrojo, quien lo miraba extrañado.

-Pues porqué ella está lejos y yo… pues ya sabes. Soy un hombre y necesito… -

-Eres un… – pero no supo cómo terminar la frase.

-¡¿Pero qué coño te pasa! ¿Acaso no te acordabas de lo que te dije cuando nos conocimos? –

-¡¡NO! – gritó ya cansado Kaede. En verdad que no le gustaba gritar ya que se sentía débil cuando lo hacía… Era un sentimiento de vulnerabilidad porque dejaba entrever sus sentimientos… pero…

Hanamichi abrió sus ojos de la sorpresa… Él había creído siempre que Rukawa sabía de su situación… O bien porqué él mismo se lo había contado o bien porque su misma hermana se lo hubiese comentado…

Un momento…

¿Su hermana? ¿Y si Mineko no era su hermana?

-Un momento, kitsune… - dijo más calmado. - ¿No reconoces quien es la chica…? – por fin se iba a asegurar si realmente Rukawa Mineko era la hermana de Rukawa Kaede. El corazón se le aceleró y una fina gota de sudor bajó por su sien producto de los recientes nervios que estaba adoptando.

El moreno miró durante interminables segundos la imagen del portarretratos.

-No… ¿Debería? – contestó secamente.

Hanamichi sintió en ese preciso instante como un peso se alejaba de su cuerpo dejándolo mucho más libre….

¡No eran hermanos! ¡Por fin sabía la verdad!

-No, no…no deberías… sólo preguntaba… - mintió Hanamichi intentando disimular. Pero entonces sólo le quedaba la preocupación de que Rukawa se había acostado con él creyendo que estaba libre… pero… ¿lo hubiese hecho sabiendo que él sí que estaba comprometido?

-Eres un completo idiota, do'aho – susurró Rukawa y el pelirrojo lo miró al escucharlo hablar.

-¿De verdad que no te acordabas de que yo…me voy a casar? – a Hanamichi esa pregunta le pareció estúpida aunque la hubiese pronunciado él… Él mismo llevaba días sin acordarse de Mineko.

-¡Que no, joder! – contestó de nuevo levantándose rápidamente del sofá y dejando la fotografía tirada sobre él. Una vez estuvo de pié, enfrentó su mierda a la avellanada del pelirrojo.

Un silencio extraño se formó entre ambos, tan tenso que podría ser cortado con la hoja afilada de cualquier cuchillo. Ninguno de los dos apartaba sus ojos de su opuesto aunque sin saber qué decir.

-¿Y ahora qué? – preguntó Hanamichi.

-Sencillo. – respondió Kaede.

-¿Sí? –

-Sí. – afirmó y volvieron a quedar en silencio.

-¿Y bien? - volvió a cuestionar el pelirrojo incitándole para que hablara.

-Esto termina aquí. – susurró sin más para después apartar sus ojos de los de Hanamichi y dirigirse directamente a la entrada de la casa a recoger su ropa.

Hanamichi lo siguió con la mirada y lo vio vestirse sin más con la camiseta que llevaba el día anterior. A continuación, pudo observar como el chico buscaba lo que seguramente serían sus pantalones.

-Arriba – murmuró Sakuragi y Rukawa se dirigió rápidamente hacia las escaleras subiéndolas de dos en dos. Después escuchó el fuerte portazo de su habitación al cerrar la puerta y en pocos segundos volvía a observarlo bajar las escaleras e ir de nuevo a la entrada para calzarse.

-¡Kitsune! – llamó Sakuragi antes de que se fuese y el aludido volteó levemente su rostro con una mirada neutra. -¿Hubieses pasado la noche conmigo aun sabiendo que… que me voy a casar? –

-… Eso no importa. – susurró de una forma a penas audible para después hacer girar el pomo de la puerta para así abrirla.

-A mí sí que me importa. – rebatió.

-No - contestó sin más mientras cruzaba el umbral de la puerta. Supuso que el más alto no lo había escuchado pero eso no fue así. Sakuragi había oído su escueta respuesta cosa que le provocó un leve hormigueo en su vientre.

Sabía que mentía.

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NdR:

Capitulo dedicado a quien no le importa mentir para conseguir lo que se propone...

Ya estoy aquí de nuevo y de verdad que siento muchisimo la tardanza a la vez que la longitud del capitulo . Ya sé que fue muuy corto y espero compensarlo con el siguiente que estará rapidito, o eso espero ò.o
No sé si he dicho esto antes pero éste ha sido el capitulo más dificil para mi de escribirlo... No sé, las ideas me abandonaron y todo lo que escribía me resultaba terriblemente horrible...no sé como habrá quedado al final...ya me direis U

Y como siempre agradecer a todos aquellos que leen esta historia y en especial a quienes dejan reviews! Nos vemos en el siguientee!