Este fanfiction es del tipo Yaoi, lo que significa que se describen escenas de amor, romance, sexo y violación entre hombres. Si el tema no es de tu agrado, te pido cordialmente que te retires. Estás avisado, no acepto reclamos.

MATÍAS, ALEJO, GABRIEL, RAPHAEL, LIEBE, KIRIAN Y UZIEL son personajes originales de mi invención.


"Ángeles Guardianes"

by Emiko Mihara

Capitulo dos – "Gabriel y Raphael"

GABRIEL

Su nombre significa 'el que trae la fuerza y el poder de Dios'.

Su apariencia física es muy similar a la de Katsuya Jounouchi, salvo que tiene el pelo dorado y mucho más largo, los ojos canela, muy claros y su cuerpo es más armonioso y delicado, al contrario de Katsuya que tiene un cuerpo más masculino. Es el arcángel "favorito" por así decirlo y es el hermano mayor de Matías (aunque fueron creados juntos) No es para nada engreído aún cuando tiene muchos talentos de los cuales otros ángeles carecen. Es extremadamente inocente (razón por la cual se lo coloca por encima de Matías) y sentimental. Puede largarse a llorar al igual que puede llegar a enfurecerse por la cosa más mínima.


RAPHAEL

Su nombre significa 'Dios sana y cura a través de él'.

Físicamente es muy similar a Ryou Bakura, aunque su pelo es más bien plateado en lugar de blanco, atado siempre en una trenza larga y sus ojos son azules. No es tan tímido como su alter ego humano y eso le ayuda a controlar mejor a su protegido. Le gusta hacer bromas (especialmente a su guardado), cantar y tocar música. Como ángel que es, esta por debajo de los arcángeles en la jerarquía del Edén, por lo que debió esforzarse demás en su aprendizaje. Es muy diestro en conocimientos médicos antiguos y actuales y tiene una fuerza especial, otorgada por Jehová, para cumplir un milagro cada semana (aunque no siempre lo utiliza)


Al otro lado de la ciudad, muy lejos de la mansión Kaiba. En el segundo piso de una casa color celeste, un despertador se conectó al dar las 6:30 a.m. y comenzó a sonar una canción de los 'Groy Drakos' que justamente estaban pasando en la radio...

(...)'It's the best... for both' he said.

'You don't love me any more?' you ask.

He didn't respond.

'Do you ever love me?' you ask now.

No answer again.

You cry and he go away...

Once again: you're alone (...)

- Mmhh... -

Unos ojos dorados se abrieron melosamente, y se quedaron entreabiertos, mirando el techo de madera, mientras sus labios comenzaban a moverse, acompañando el estribillo de la canción con un tenue murmullo.

(...) Why you don't understand?

Why you don't listen to me?

I told you to follow your heart...

And you forget it again. (...)

El chico en la cama se sentó repentinamente y empezó a hacer la mímica del micrófono, como si fuera el cantante de 'Groy Drakos': Keiku Nagezu.

- Why you don't understaand? Why you don't listen to mee? -comenzó a cantar en voz alta.

Las sábanas que habían estado oscilando sobre sus piernas cruzadas, se cayeron por fin al piso.

- I told you to follow your heart... – cantaba ahora parado sobre la cama - And you forgeet iit... – bajó la cabeza como lo hacía el cantante al final del video clip, y agregó con voz queda: - Agaaiin. -

Mientras desde la radio sonaba el melódico final con coros, el chico en la cama casi muere infartado al oír aplausos frente suyo:

- ¡Muy bien, Ryou! – lo felicitó una voz muy dulce desde la puerta, con una gran sonrisa.

El chico de cabello blanco se bajó de la cama avergonzado (y sumamente colorado) y asintió despacio.

- Arigato Gabriel... -

Un chico de cabello largo rubio pasó por el umbral, entrando a la habitación. Traía puesta una túnica color lavanda, que le cubría los hombros y el pecho, hasta casi las rodillas, en donde las cintas de sus sandalias de cuero color violeta se enredaban hacia abajo. Para completar tan hermosa aparición, su espalda estaba adornada con un gran par de alas blancas.

- /Acabamos de escuchar el último single de 'Grey Drakos': "You forget it again" Y ahora continuamos con.../ /CLIC/ Bakura apagó el radio-despertador.

Ryou Bakura vivía solo en esa casa color celeste desde hacía ya unos cuatro años. A Gabriel le sorprendió la vida de desdicha que Jehová le había destinado al pobre joven y comprendió porque era él, el arcángel más importante del Edén, era encargado de cuidarlo.

Los primeros años de vida de Ryou habían sido muy dolorosos... Su padre había abandonado a su joven madre cuando esta le informó del embarazo y la pobre mujer no resistió el parto y murió al dar a luz a Ryou... Con la fortuna de vivir solo lo suficiente para darle un nombre al chico. Después de eso, enviaron al pequeño peliblanco a un orfanato en donde poco después de cumplir los cinco años, fue adoptado por un hombre mayor de nombre Sahir, que lo llevó de Japón, a Egipto.

Desde el principio, Gabriel había cuidado de él. Ryou estaba infinitamente agradecido de tenerlo... Si no hubiera sido por el arcángel, Bakura se habría rendido hacía muchísimo tiempo...

Un chico no mayor de ocho años caminaba por el pasillo central de la gran casona. Afuera, el viento frío del desierto levantaba la arena que rodeaba la construcción y la luna brillaba en un cielo azul despejado, lleno de estrellas.

Bakura traía puesta una simple túnica blanca y unas sandalias: era el atuendo perfecto para sus trabajos en la casa. Debía limpiar, cocinar, lavar... Durante el día, era igual al resto de los criados, pero en la noche...

- Gabriel. – lo llamó el chico en tono serio, demasiado para su edad.

El arcángel se acercó al peliblanco, que se había detenido en el lugar en que el pasillo se dividía en dos caminos: uno hacia la habitación de los criados y el otro, hacia el ala este de la casa: la habitación del 'amo'.

- ¿Qué ocurre Ryou? – preguntó despacio.

- Quédate afuera, por favor. – le pidió en un susurro, tratando de ocultar el temblor de su voz.

- Pero Ryou— - intentó convencerlo el arcángel, pero el chico lo interrumpió de nuevo.

- Por favor... No quiero que lo veas. – pidió de nuevo en un murmullo.

Gabriel odiaba cuando la luna nacía. Porque ese era el momento en el que su querido protegido era llamado al ala este de la casa para...

- Ryou... –intentó replicar Gabriel, pero mirándolo a los ojos borrosos, se rindió – Bien. Estaré afuera de la habitación. – concedió.

- Gracias. -

El pequeño continuó su camino y mirando primero por sobre su hombro para comprobar que el arcángel se quedaba donde lo había prometido, abrió la puerta, y entró, cerrándola detrás de él.

- Estoy aquí, amo. – murmuró al entrar. Se quitó las sandalias antes de pisar la alfombra y se acercó en silencio hacia el lecho, rodeado de almohadas de seda y cubierto de pañuelos de otras exquisitas telas.

- Bien... Ven aquí, Yemel. -

Otra vez ese nombre... Sí había algo que odiaba más que el echo de que ese hombre, que lo había obligado a llamarlo 'padre' en sus primeros años en Egipto, lo tocara, era que lo llamara por ese nombre que había escogido para él...

Bakura se arrodillo sobre el lecho de seda y se acercó gateando hasta el hombre que descansaba en él. Se detuvo junto a él y se quitó la túnica, quedando desnudo.

- Bien... Bien... -

Hacía ya demasiadas noches que lo hacía. Ya no era necesario siquiera que le ordenara lo que debía hacer.

Quitó las sábanas que cubrían el cuerpo de su 'amo/padre', mostrando el cuerpo del hombre desnudo, igual al suyo. Bakura se acercó más y colocándose entre las piernas de Sahir, comenzó a masturbar el miembro flácido del hombre con sus manos y al cabo de unos minutos, comenzó a darle algunas lamidas perdidas, esperando conseguir la erección que el hombre deseaba.

Una vez erguido su miembro, Sahir tomó a Bakura por la cintura, rodeándola casi por completo con solo sus manos: así de pequeño era el peliblanco. Lo atrajo sobre su miembro y lo penetró de un solo y único movimiento. El chico apretó la mandíbula, para evitar el grito de dolor que luchaba por liberarse desde el fondo de su garganta. Lo hizo al punto de hacer sus dientes rechinar de manera desagradable, pudiéndole provocar un escalofrío a cualquiera que lo oyera.

El hombre comenzó a levantar al pequeño una y otra vez, como si en lugar de un niño, se tratara de un juguete sexual destinado a divertirlo, para luego desecharlo...

Pasaron treinta minutos hasta que Gabriel vio salir a Ryou de la habitación. Su mirada baja y su túnica desarreglada. Traía las sandalias en sus manos, para no mancharlas con el liquido blanquecino y viscoso que escurría por sus piernas...

- ¡Gabriel! – lo llamó casi gritando el peliblanco, sacándolo de entre sus desagradables recuerdos - ¿Estás bien? – le preguntó acercándose.

- Claro que sí. – respondió el arcángel con una sonrisa - ¿Vas a desayunar ahora o vas a darte un baño primero? – inquirió luego.

- Mmh... Creo que voy a bañarme primero... – pareció pensar el chico.

Tomó unas toallas y se metió en el baño, dejando a su arcángel solo en la habitación...


A solo cinco cuadras de la casa de Bakura, el sol entraba a raudales a la habitación, por entre las cortinas de la ventana, en el segundo piso de una casa a medio derruir. En la cama cercana a la ventana, pero sin ser molestado por la luz que entraba por ella, un chico de melena rubia muy despeinada, dormía enredado entre sábanas y ropa. Junto a la cama y en una silla, estaba el uniforme azul del instituto al que asistía y tirada en el piso, llena de libros, estaba la mochila. Justo al lado, el despertador que, media hora antes, había sido arrojado con rencor por intentar interrumpir el hermoso sueño del rubio.

Justo cuando estaba apunto de derrotar fácilmente al CEO (dentro de sus sueños, claro) un grito lo hizo despertar al tiempo que daba un salto en su cama.

- ¡ANI-CHAAN! – sonó de nuevo el grito, terminando de alejar completamente las hermosas imágenes de su sueño.

- ¿NANII? – respondió molesto a la voz de su imouto, Shizuka, que lo llamaba desde la cocina, justo debajo de su habitación.

- ¡ANI-CHAAN... YA SON MÁS DE LAS SIETE QUINCEE! – gritó de nuevo la voz de la pelirroja.

- ¿Y qué con esooo? – balbuceó el rubio, hundiendo la cara en la almohada, para ahogar una grosería e intentar volver a dormirse.

- Tenes que levantarte, Katsuya. – le murmuró una voz al oído. Los ojos miel del rubio se abrieron repentinamente y gruñendo primero, se giró, aún acostado, para ver los ojos azules del chico que le hablaba.

Estaba con las piernas cruzadas, flotando junto a la cama. Las puntas de sus alas apenas y rozaban el suelo y por estar extendidas, no dejaban que la luz que entraba por la ventana llegara hasta la cama. Su cabello plateado en una trenza, atado con cintas verdes, caía por sobre su hombro derecho y la túnica verde claro que traía puesta solo cubría la mitad de su pecho desde el hombro izquierdo. Traía sandalias verde oscuro atadas con cintas enredadas hasta sus rodillas.

- No molestes Rapha... no me voy a levantar. – gruño Katsuya dándole la espalda a su ángel protector.

- Mmhh... No lo harás¿eh? – repitió el ángel en tono irónico al tiempo que se ponía de pie y cerraba las alas detrás de su espalda. El resplandor del sol llegó de inmediato hasta el rostro Katsuya.

- ¡No hagas eso! – se quejó el rubio tapándose los ojos con ambas manos.

- Tenes que levantarte. – exigió el peliplateado.

- ¿Qué razón podría tener para levantarme a las siete un Domingo? – le discutió el rubio sentándose en la cama, mirándolo al tiempo que echaba chispas de furia.

Raphael se quedó unos momentos en silencio mirándolo. Pestañeó varias veces con una expresión extraña en el rostro y luego estalló en risas:

- JAJAJAJA... ¿Crees que... JAJA... es Do... JAJA... mingo? JAJAJA... – trató de decir mientras se agarraba el estómago. Katsuya lo miró incrédulo – Hoy es... JA... Lunes... JAJA... -

Desde la cocina, una pelirroja no tardo en oír el golpe en el techo, que indicaba que su querido (pero nada listo) ani, había saltado de su cama y se estaba vistiendo lo más rápido que cualquier ser humano podría. Shizuka, pensando acertadamente que su hermano se había confundido y que creía que era Domingo y no Lunes, le había mentido al decir que eran más de las 7:15 a.m., cuando en realidad, recién eran las 7:00 a.m. Así, y gracias a esa mentirilla blanca, Katsuya desayunaría como era debido, al contrario de todas las demás mañanas, en las que apenas y tenía tiempo de vestirse antes de salir con la bicicleta para el instituto.

- ¿Porqué no me despertaste antes? – se quejó Katsuya dirigiéndose a Raphael, mientras bajaba las escaleras.

- Lo intente... además fuiste tú el que rompió el despertador arrojándolo contra la pared. – se defendió el ángel que flotaba detrás de él.

- Si, claro... Pero aún así... – comenzó el rubio mientras empujaba la puerta de la cocina y entraba - ¡Podrías haberme despertado antes! – exclamó, dirigiéndose a Raphael, sin advertir la presencia de su imouto.

- Lo hice, ani-chan. – murmuró Shizuka sirviendo un bowl de arroz y una taza de té en la mesa – Son las siete. -

- ¡NANIII! – los ojos canela se dispararon al reloj de pared: si, eran las 7:04 a.m.

- Buen provecho. – le dijo Shizuka empujándolo contra la mesa para que comiera.

- Pero... ¿Cómo... Porqué... Shizuka...? – empezó a balbucear Katsuya.

- Recuerda que si sigues acumulando llegadas tarde te quitarán la beca, ani-chan. – lo retó su imouto, sentándose junto a él en la mesa – Y no voy a dejar que eso ocurra. -

- No tienes que preocuparte tanto por mí, Shizuka. Puedo cuidarme solo. –

- ¡JA! – ironizó Raphael, rompiendo la escena entre hermanos – Claro... Siempre y cuando esté yo¿ne? -

- Cállate, Raphael. - murmuró Katsuya cuando su imouto se paró a quitar la pava de la estufa para luego servirse un té.

- Ya estoy callado... Ka-chan. – agregó el ángel sabiendo cuanto le disgustaba a Katsuya que le dijeran así.

- No me llames así... – murmuró entre dientes el rubio haciendo uso de todo su autocontrol.

Hacía ya casi tres años de esta "convivencia" de a tres y aún así, Katsuya apenas y había aprendido a cerrar la boca. Ya muchas veces había estallado por las bromas y cargadas de Raphael, teniendo que inventar excusas para que su imouto Shizuka no lo creyera totalmente chiflado por hablar solo.

Aún cuando el rubio le dijera que siempre había sentido que estaba allí, el ángel solo se había hecho visible después del divorcio de sus padres, hacia casi diez años...

Un Katsuya de no más de seis años aguardaba sentado en un sillón de cuero negro, en el centro de un largo pasillo blanco. Frente a él había un escritorio y una joven secretaria que no dejaba de escribir en su computadora, sin prestarle la más mínima atención.

El rubio comenzó a balancear sus piecitos nervioso y a jugar con sus dedos. Hacía casi una hora que sus padres habían entrado a esa habitación en el fondo del corredor, acompañados de ese hombre vestido de traje gris... Shizuka estaba en la guardería, pero él había tenido que acompañar a sus padres porque ya era demasiado grande.

«Estoy aburrido... Me quiero ir a casa» pensó haciendo un puchero y suspiró enfadado. ¿Qué era lo que podía mantener a sus padres allí durante tanto tiempo?

Un ruido al final del corredor lo hizo levantar su mirada caramelo de sus manitos y dirigirla rápidamente a una puerta gris. Por ella salió primero su padre, luego su madre y finalmente el hombre de traje gris. Su padre le dio la mano al hombre y camino la distancia que lo separaba de Katsuya.

- Vamos Ka-chan. – dijo su padre extendiendo su mano hacia su hijo mayor – Vamos a casa. -

Katsuya se bajó de la silla y tomó la mano de su padre. Comenzaron a caminar hacia el ascensor cuando el rubio se dio cuenta de que su madre no los seguía.

- ¿Okâsan? (madre) – dijo mirando por sobre su hombro. La mujer rubia se mantenía de pie junto al hombre de traje gris - ¡Okâsan! – la llamó en un grito dejando de caminar, casi soltándose del agarre de su padre.

- Ka-chan. – llamó su atención el hombre morocho. El niño levantó la mirada para verlo – Okâsan no vendrá con nosotros. – dijo tranquilo.

Katsuya miró de nuevo a su madre y vio que lloraba.

- ¿Porqué... Porqué Okâsan llora? – inquirió viendo a su padre de nuevo. El hombre mayor suspiró. Se puso de cuclillas para verlo a los ojos y corrió varios mechones de pelo que caían sobre el rostro del menor.

- Okâsan se va a ir lejos. – comenzó su padre a explicarle.

- ¿Se... va¿Porqué? -

- Ka-chan... Okâsan y yo... – suspiro. Era demasiado difícil – Okâsan y yo no vamos a vivir más juntos. – viendo que el rostro del menor le decía que no entendía, continuó – Ka-chan... A veces... Los padres... no pueden seguir viviendo juntos porque... tienen problemas. A veces es otôsan (padre) quien se va. Otras veces es okâsan. -

El pequeño Katsuya solo entendió una cosa: su madre se iba a ir lejos. Eso fue todo lo que necesito entender.

- ¿No va a volver? – pregunto despacio. Sus ojos caramelo nublados y oscuros por las lágrimas que comenzaban a agolparse para salir.

- Iie. No va a volver. -

- ¿Y... Y Shizuka? – preguntó el rubio recordando a su imouto.

- Shizuka... se va a ir con Okâsan. – le dijo el hombre tomándolo de las manos.

- Demo... Demo... – balbuceó el pequeño. Su padre suspiró y luego lo abrazó.

- Tranquilo Ka-chan. Yo voy a cuidarte. – le susurró al oído. El pequeño seguía llorando. Lo tomó en brazos y entró con él al ascensor.

Las puertas de metal se cerraron y el hombre bajó a Katsuya al piso, aún abrazándolo, intentando en vano, que parara de llorar.

- No... No quiero... – murmuró Katsuya. El hombre mayor lo alejó de sí para verlo a los ojos – Quiero... ir con Ok­âsan... y Shizuka... Quiero ir... con ellas... – continuó llorando más fuerte.

- Ka-chan... Tranquilo... – intento calmarlo de nuevo pero su voz era diferente al tono dulce de antes.

- Quiero... ¡Quiero ir con Okâsan! – gritó Katsuya, separándose de su padre con un tirón de brazos.

- Tra—tranqui—lo – le dijo su padre intentando alcanzarlo con una de sus manos, pero el rubio la golpeó para alejarla.

- ¡NO¡QUIERO A OKÂSAN! – gritó de nuevo justo antes de que un cachetazo lo hiciera voltear el rostro y caer al piso, junto a la pared del ascensor.

- ¡CÁLLATE! – gritó el hombre y agachándose lo tomó por los hombros para sacudirlo un poco - ¡VIVIRAS CONMIGO AHORA¿ENTENDISTE? – le gritó - ¿ENTENDISTE KATSUYA? -

El pequeño rubio se sorprendió. Era la primera vez que su padre le gritaba así y jamás antes lo había golpeado. Katsuya estaba asustado, pero asintió lento. El mayor lo soltó, dejándolo caer al piso contra la pared, como antes.

- Es mejor que aprendas a controlarte. No voy a permitir que me faltes el respeto. ¿Entendiste Katsuya? – inquirió el hombre, arreglándose el saco y cruzándose de brazos. Se apoyó en una de las paredes del ascensor y su vista dejó el rostro lloroso del pequeño para fijarse en los números sobre la puerta.

Si bien había dejado de gritarlo, ahora los deseos de irse con su okâsan eran más potentes en la mente de Katsuya. Había bajado la mirada nublada y se acariciaba la mejilla con la palma, tratando de parar el ardor que había dejado el cachetazo de su otôsan. En un momento, cerró los ojos con fuerza, mientras sus manitas se cerraban en puño contra el piso alfombrado.

«Okâsan... Yo quiero... Okâsan...» llamaba, en vano, con el pensamiento, mientras pequeños hipos ahogados dejaban su boca.

Sintió una leve caricia en su mejilla y una mano cerrándose alrededor de una de las suyas, envolviéndola por completo. Sus ojitos se abrieron despacio y con su mano libre limpió las lágrimas que no le dejaban ver. Frente a él, un chico de cabello plateado y alas blancas, le sonreía cálidamente. Katsuya estuvo a punto de hablar, pero poniendo un dedo sobre sus labios, el chico lo evitó:

- Shhh... No digas nada... Quédate tranquilo, Katsuya. – le sonrió, acariciándole la mejilla lastimada. Se sentía tibio, sanador – Me llamo Raphael... Y voy a cuidarte... -


Bakura salió del baño con una toalla amarrada a su cintura mientras se secaba el cabello con otra. Tiró la segunda sobre la cama y sacó el uniforme del armario para comenzar a vestirse. Sentado en el marco de la ventana, dándole la espalda, Gabriel miraba el horizonte.

- ¿Ya? – inquirió de repente y Ryou le respondió casi de inmediato:

- Aa... -

Gabriel miró por sobre su hombro y comprobó que su protegido ya estaba vestido, o casi: no traía el saco azul sobre su camiseta negra.

- ¿Y el saco azul? – inquirió acercándose a Bakura.

- Lo tiene Katsuya. – respondió – Se lo presté el sábado para que no lo retaran por el uniforme¿no te acordas? – se extraño el peliblanco.

- ¡Ah! Sí... Sí... Claro que me acuerdo. – concedió Gabriel nervioso.

La verdad es que había estado más que distraído hablando con Raphael ese día, por lo que no recordaba nada más que al ángel peliblanco.

Gabriel acompañó a su protegido escaleras abajo y lo observó nerviosamente mientras tomaba su desayuno.

- Gabriel... lo estás haciendo de nuevo. – se quejó Ryou: no le gustaba que lo miraran de manera tan insistente.

- Perdón... Ehh... Ryou... – lo llamó después de disculparse - ¿Vas a ir a pedirle tu saco a Katsuya, no? – inquirió.

- No creo que sea necesario... Seguro me lo lleva a la escuela. – opinó el chico mientras bebía su té.

- ¿Y si no¿No te retaron el otro día ya? – le discutió el arcángel.

- ¿Qué propones que haga? -

- Vamos a buscarlo. Todavía hay tiempo. -

Ryou terminó su té y llevando la taza hasta el lavaplatos primero, le respondió:

- Está bien. Vamos Gabriel. – concedió, tomando su mochila y saliendo seguido del arcángel.


- Ani-chan... Se te hace tarde. – le advirtió la pelirroja señalando el reloj de pared antes de dar un sorbo a su té: las 7:25 a.m. La campana del instituto tocaba a las 7:45 a.m.

Katsuya asintió y dando primero una rápida mirada hacia Raphael, se levantó de su asiento para ir por su mochila.

- Todas las mañanas es lo mismo... – se quejó el ángel en medio de un bostezo aburrido. Estiró sus brazos para desperezarse y atravesando la pared de la cocina, salió al patio delantero de la casa.

Flotó apenas sobre la senda frente a la pared, descansando la mirada solo un segundo en el árbol seco y las flores descuidadas, mientras tarareaba una canción justo cuando otra voz, un poco más potente que la suya, se dejó escuchar desde la vereda, sorprendiendo al ángel.

- ¿Quién—? Ah... ¡Hola! – saludo a los recién llegados, aunque solo Gabriel le respondió.

- Buenos días Raphael. – le devolvió el saludo con una sonrisa radiante.

Los dos servidores de Jehová se quedaron junto a la vereda mientras Ryou entraba al patio delantero, con todas las intenciones de tocar a la puerta, justo cuando esta se abre, mostrando a Katsuya saliendo por ella con la mochila sobre el hombro:

- ¡Sayo imouto! – saludó con un grito mientras atravesaba el umbral de espaldas al patio y a Ryou.

- Sayo ani-chan... – le respondió la voz de la pelirroja, desde la cocina.

Katsuya cerró la puerta y le estaba poniendo llave, cuando Ryou le tocó el hombro haciéndolo pegar un grito mal contenido.

- Waaaahh... ¿Ryou? – dijo recuperando apenas la calma.

- Gomen, no quería asustarte. – se disculpó el albino bajando la mirada, apenado.

- Decile que no se preocupe. Katsuya se asusta así siempre. – le confió Raphael al arcángel, que se lo dijo a su protegido, aunque Ryou no le hizo mucho caso. Le estaba prestando más atención al otro rubio.

- No te preocupes. Está bien. – lo disculpó Katsuya, sacando la bicicleta del pórtico junto a la casa.

- Yo... Vine porqué... – balbuceó. No podía evitar ponerse nervioso con el rubio.

- Es genial que hayas venido. – dijo Katsuya sin haber oído el tenue murmullo del peliblanco – Iba a pasarte a buscar porque quería hablar con vos. Me ahorraste el viaje. – le sonrió, provocándole un sonrojo.

- ¿Qué queres decirme? – inquirió Ryou, dejando su imaginación volar. Al mismo tiempo que su corazón comenzaba a latir mucho más rápido, se olvido por completo de que tenía que pedirle su saco azul a Katsuya.

- ¿Qué quiere decirle? – preguntó Gabriel a su compañero, casi al mismo tiempo.

- No tengo la más mínima idea... -

- Ahora no. Mejor vayamos yendo. Si hay tiempo te lo digo en el instituto¿ok? – y el peliblanco asintió, muy decepcionado. Si lo que quería decirle podía esperar... Entonces no era lo que él quería escuchar.

Katsuya se subió a la bicicleta, mientras Ryou se sacaba la mochila y la ponía dentro del canasto. Luego, se subió delante del rubio, sentándose de lado en el cuadro. El rubio tomó el manubrio, rodeando así a Ryou, con un brazo en la espalda y otra en el costado del peliblanco. Su rostro justo sobre el hombro de Ryou.

- ¿Listo? – le susurró al oído provocando que el menor se sonrojara.

- Aa... Estoy listo. – respondió Ryou tomando el centro del manubrio con ambas manos.

- ¡Vamos entonces! – echó el grito al aire Katsuya y empezó a pedalear, olvidando todo lo demás a su alrededor: excepto a Ryou, claro.

Dos figuras seguían a la pareja muy de cerca. Gabriel y Raphael volaban justo sobre ellos.

- Otra vez nos dejaron solos... – se quejó Raphael, comenzando a volar sobre su espalda, como si flotara acostado en el aire, con Gabriel un poco más arriba de él.

- ¿No te gusta mi compañía? – soltó el arcángel repentinamente, tapándose la boca con dos manos temblorosas al darse cuenta que lo había dicho y no pensado como había creído.

Raphael pestañeó confundido unos segundos, justo antes de que una expresión enternecida se apoderara de su rostro.

- Claro que me gusta tu compañía. – dijo mientras extendía sus alas totalmente para frenar un poco su velocidad y así acercarse al rubio – Es más... amo tu compañía. – y así como si nada tomó la mano del arcángel y como lo hicieran los caballeros de tiempos remotos, la besó.

- Raphael... – murmuró Gabriel avergonzado por la actitud del ángel, que le sonrió.

- No te avergüences. – le dijo rodeándole la cintura, para volar juntos – Si nuestros guardados también se aman... Entonces Jehová planeó esto desde el principio... ¿No piensas que sí... amor? -

El rubio lo miró sorprendido. Sí, él sabía que debía de ser así... Desde que Ryou le dijera hacía ya casi un año que estaba enamorado de Katsuya. Sí, ese mismo día, Gabriel descubrió que sentía lo mismo por el ángel de cabello plateado.

- Sí... – murmuró en respuesta el arcángel y acercándose muy lentamente, depositó un beso límpido sobre los pálidos labios de su compañero – Tienes razón, amor. – sonrió al separarse.

- Je... – los ojos de Raphael creyeron ahogarse en los del arcángel, pero una sensación extraña lo trajo de vuelta a la realidad - ¿Dónde están Ryou y Katsuya? – preguntó de repente mirando a la calle debajo de ellos. Estaba vacía.

- ¡Waaah¡Apurémonos! – urgió Gabriel tomándolo de la mano antes de comenzar a volar aprisa - ¡Se supone que tenemos que cuidarlos! -

Los chicos en cuestión ya estaban llegando al portón de la escuela cuando los dos enviados de Jehová llegaron volando como una tenue ráfaga de viento mañanero, que agito el cabello de Ryou cuando se bajó de la bicicleta.

- Qué viento repentino¿ne? – opinó Katsuya, tratando de no demostrar que sabía quién lo había causado.

- Aa... Es la época. – acordó el peliblanco, también tratando de ignorar la mirada dorada de Gabriel desde la copa del árbol bajo el que estaban parados – Mejor nos apuramos... – agregó Ryou para cortar el incómodo silencio.

- Aa... – concedió el rubio pero cuando el menor le dio la espalda, lo detuvo tomándolo del hombro al mismo tiempo que lo llamaba por su nombre, en casi un susurro: - Ryou... espera. -

El aludido se giro a encararlo y recibió de sopetón un beso en los labios.

- ¿Kat—tsu—ya? – murmuró en un tono un poco asustado, cuando el mayor liberó sus labios.

- Suki da, Ryou. – fueron las palabras de Katsuya. Usó un tono serió y aún cuando sonreía de manera muy tierna y sincera, toda su expresión era muy seria.

- ¡Bestia! – gritó Raphael desde el árbol, cortando momentáneamente la seguridad de Katsuya - ¡Cómo se te ocurre decirseló as—! – se cortó el gritó gracias a las manos de Gabriel sobre la boca del ángel.

- ¡Contéstale Ryou! – le gritó a su guardado, para darle valor.

El chico en cuestión estaba totalmente congelado. Quería contestar que él también lo quería, pero las palabras no le salían de la garganta.

- Yo—Kat—ts-u—ya— - trató de comenzar, pero se quedó mudo después de eso.

- Déjame a mí. Tu guardado necesita solo un empujón. – opinó Raphael soltándose del abrazo del arcángel y volando por detrás de Ryou... Sí, lo empujó.

Ahora había sido Ryou el que dando un torpe paso al frente, estaba besando a Katsuya. Antes de queres pensarlo más, el peliblanco resolvió que no había mejor forma de decirle al rubio cuanto lo amaba, que demostrándoselo con un beso.

Las manos de Ryou se elevaron por los costados del torso de Katsuya hasta su rostro y le rodeó el cuello para lograr alcanzarlo mejor. Al mismo tiempo, y aunque un poco sorprendido por la reacción del peliblanco, Katsuya lo tomó de la cintura y lo acercó un poco más a él, mientras el mismo agachaba la cabeza para así lograr besarlo mejor.

- Que cute - opinó Gabriel embelesado por la escena de los enamorados.

- Sí, sí... – concedió el ángel un tanto resentido por no recibir nada de crédito.

Después de unos cinco minutos, la campana de entrada del instituto sonó repentinamente y los nuevos novios, tomados de la mano, se dirigieron en trote hacía su salón, seguidos de cerca por sus protectores, también tomados de la mano...


"Yu-Gi-Oh!" © Takahashi Kazuki, 1996

"Ángeles Guardianes" © Emiko Mihara, 2006