Scorpius muchas veces se había cuestionado la razón por la que los retratos de su abuelo se encontraban quemados, o con una gran mancha negra que cubría su rostro. Naturalmente, tenía curiosidad, y cada vez que intentaba preguntarle a su padre, este evitaba el tema, o se molestaba. Dejó de preguntar debido a esto.
Su segundo año en Hogwarts había concluido, por lo que se encontraba nuevamente en Malfoy Manor. Extrañaba a su buen amigo Albus, y se sentía un poco solo a pesar de la compañía de su padre. La mansión siempre tuvo esa sensación escalofriante de soledad, nunca le agradó del todo, esa sensación solo se intensificó tras la muerte de su madre.
Cerró los ojos con fuerza por el doloroso recuerdo sintiendo como su pecho dolía. La extrañaba demasiado, cada segundo, y siempre la llevaba en sus pensamientos.
Se levantó de su cama, mirando los rayos de sol que se asomaban por los grandes ventanales de su habitación, indicando que eran alrededor de las cuatro de la tarde. Sabía que su padre no se encontraba, pues no escuchaba ningún ruido proviniente de su oficina. A paso lento salió de su habitación y el frío pasillo lo recibió.
Él no era del tipo de hijo que irrumpía la privacidad de su padre, por lo que, dudó por un segundo de lo que quería hacer. Le parecía imposible que no existiese ni una imagen de su abuelo, debía haber una en algún lugar de su oficina.
Se giró a la derecha, observando aquella puerta de color negro que permanecía cerrada. Se acercó a ella y dudó antes de tomar el picaporte de la puerta, la giró y se sorprendió la descubrir que estaba abierta. Tal vez Draco confiaba tanto en él como para dejar la puerta abierta.
La habitación le dió la bienvenida, y a diferencia del resto de la casa y su propia habitación, había un poco más de color en esta, habían varias estanterías con ingredientes para pociones, que reflejaban sus colores con la luz y le daban brillo a la habitación. Había un retrato de su abuela, sus padres y él cuando era más pequeño. La chimenea estaba apagada, por lo que hacía un poco de frío. Se acercó al escritorio de su padre, sentándose en este, notó que la silla era realmente cómoda. Al detallar mejor el escrito, observó una pequeña gaveta la cuál abrió, habían documentos variados, entre ellos varias cartas de su abuela, antiguos amigos de su padre y una carta de Hogwarts. Esto no le sorprendió pues sabía que su padre impartiría clases en el siguiente curso.
Decidió no seguir revisando su escrito y se levantó para observar algunos de los ingredientes y libros que tenía su padre. Tocó con la yema de sus dedos algunos de los libros, sin encontrar alguno interesante. Hasta que vio uno de pasta gruesa de color carmesí y al intentar sacarlo no pudo lograrlo, frunció el entrecejo aplicando más fuerza pero fue en vano. Sus ojos verdes observaban el libro con confusión, cuestionándose su contenido.Parecía más bien un libro falso a decir verdad, y al tocarlo nuevamente, sintió movimiento detrás de él, al darse la vuelta se agachó de inmediato llevando sus manos a su cabeza para protegerse, pues un objeto plateado y puntiagudo salió disparado desde el emblema familiar que estaba grabado en la chimenea, este impactó con el libro y la estantería tembló, revelando un pasadizo secreto.
El polvo lo hizo toser y como pudo con su mano sacudió el polvo de su ropa. Por curiosidad, se adentró por el pasadizo, el cuál era estrecho y era iluminado por una luz verde, lucía muy viejo y las paredes estaban un poco agrietadas. Mientras más se adentraba más estrecho se volvía, hasta que finalmente llegó a una habitación, esta estaba completamente a oscuras y olía a humedad.
—Lumos.—Murmulló después de sacar su varita, la luz le molestó un poco en los ojos, y para cuando ya se había acostumbrado observó con mejor claridad la habitación.
Había retratos tirados y acumulados, la gran mayoría se encontraba en mal estado. Se acercó un poco más para detallarlo mejor y al apuntar con su varita vio el rostro de hombres y mujeres con el característico cabello de la familia, se preguntó por qué estaban ocultos aquí. Habían varios objetos brillantes, entre ellos espadas, joyas, pero uno en particular llamó su atención.
Una caja plateada estaba oculta debajo del retrato de una mujer con un cabello tan blanco como la nueve, lucía en su cuello un hermoso collar de perlas, la tocar el cuatro, este habló.
—¿Qué crees que haces, niño?—Preguntó la mujer, su voz lo sobresaltó, dió un brinco y soltó el cuadro, lo cual hizo que la desconocida frunciera el entrecejo. —¿Tantos años sin compañía y esto es lo que me gano?
—¿Q-quién es usted?— Preguntó Scorpius, reponiendo la compostura.
—Me llamo Electra Malfoy.—Respondió el retrato.—Supongo que no me reconoces del árbol genealógico, borraron todos mis rastros por ser sangre mestiza.—Dijo con cierto resentimiento.—Nadie a estado acá desde hace cientos de años.
—Lo siento.—Respondió el joven Malfoy, sintiéndose mal por ella. Tantos años encerrada acá, completamente sola y olvidada.—Yo me llamo Scorpius.—Se presentó, sonriéndole levemente al retrato, la mujer bufó un poco.
—Dime Scorpius ¿A nuestra familia todavía le importa la pureza de sangre?
—No, bueno, por lo menos a mí papá ya no le importa eso, a mi mamá tampoco le importaba... Yo creo que todos somos iguales independiente de la sangre ¿No lo crees?—Electra Malfoy lo observó en silencio durante unos segundos y por primera vez la vio sonreír.
—Querías ver que hay en esa caja, adelante.
Scorpius volvió a acercarse al cuadro, lo tomó con cuidado y lo dejó justo al lado, procurando que se mantuviese firme y no se cayera. La caja resplandecía por la luz, se agachó y la tomó con una mano, era ligera y suave al tacto, fría y un poco húmeda. Al abrirla miró un objeto que no había visto nunca antes.
—¿Qué es esto?—Preguntó, girándose para mirar a Electra.
—Es un giratiempo que perteneció alguna vez a mi padre.—Respondió, y al ver la confusión en el rostro del más joven prosiguió.—Es un objeto peligroso que no deberías tener.
—¿Por qué es peligroso?
—Averígualo tu mismo niño.—Bufó. Merlín ¿Acaso ya no les enseñaban nada a los jóvenes magos en Hogwarts?
Scorpius no dijo nada tras ello, en cambio, tomo el objeto dorado y lo guardó en su bolsillo derecho.
—¿¡Qué crees que haces!? ¿¡Acaso no me escuchaste!?—Gritó la mujer.
—Sí la escuché,—Contestó.—Voy a averiguar qué es, y usted viene conmigo.
Se levantó, tomando el cuadro consigo, la mujer le reclamaba por el movimiento, pero muy en el fondo estaba agradecida de dejar ese horrible lugar. Scorpius salió de la habitación, regresando al estrecho pasillo de luces verdes.
—Sí usted promete no decirle a mi padre que estuve aquí y sobre lo que tomé, prometo que la volveré a incluir en el árbol genealógico como se merece.—Dijo, aunque de todas maneras lo haría. Electra se mantuvo en silencio por unos segundos mientras Scorpius seguía caminando por el largo pasillo.
—Trato hecho muchacho.
Ella no pudo verlo pero el más joven sonrió. Scorpius salió, regresando nuevamente a la oficina de su padre. Hizo lo mismo que había hecho para abrir el pasadizo, pero no funcionó.
—El libro azul a la derecha, tercer peldaño. Luego el verde a la derecha, sexto peldaño, dos toques.—Le indicó el retrato de Electra Malfoy. El joven hizo lo que le indicaron y pronto la estantería regresó a su posición original. Sí no supiera del pasadizo, con facilidad lo pasaría por alto.
Salió de la oficina de su padre, cerrando la puerta detrás de él. Electra hablaba hasta por los codos, mencionado lo cambiada que estaba la mansión mientras el Malfoy menor la escuchaba. Se dirigió a paso lento hasta el otro extremo de la mansión, dónde por fin vio un lugar vacío en donde colgar el retrato.
—Recuerde la promesa, por favor.—Le recordó, ella asintió, feliz de regresar a donde siempre estuvo destinada a estar.
—Gracias, Scorpius.
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Ginny no comprendía ese sentimiento cada vez que veía a ese muchacho. Esos ojos esmeralda eran tan brillantes y hermosos y ella se preguntaba porque se le hacían tan familiares. Nunca fue fan de la amistad entre su hijo y el único heredero de los Malfoy, pero también le importaba la felicidad de Albus, por lo que con el tiempo se obligó a si misma a acostumbrarse, sólo un poco.
Albus había invitado a Scorpius ese fin de semana a quedarse en Grimmauld Place. Obviamente no le pidió permiso a ella, sino a su marido, porque sabía que ella estaría reacia a la idea. Harry, por obvias razones accedió, y no pudo evitar sentirse molesta por la presencia de Draco Malfoy en su casa, otra vez.
—Recuerda escribirme sí necesitas algo.—Decía Malfoy mirando a su hijo. Scorpius sonrió mientras asentía, respondiendo con un "Sí padre".
—Sabes que tú hijo está a salvo en esta casa, Draco, no te preocupes.—Intervino Harry.
Malfoy lo miró, asintiendo. Este terminó de despedirse de su hijo y se despidió de él. Los ahora adolescentes subieron corriendo las escaleras mientras se hablaban en el oído entre risas. Weasley observó cómo su marido acompañaba al rubio a la puerta, y no pudo evitar acercarse un poco a ellos y esconderse para escuchar su conversación.
—Entonces... ¿Estás libre este jueves?—Escuchó que decía su marido,—Estaba pensando que podríamos cenar juntos otra vez..
¿Cena? ¿Desde cuándo eran tan unidos? ¿Ya lo habían hecho antes?
—Hmm, tendría que revisar mi agenda, Potty.—Respondió Malfoy, con un tono un tanto ¿Burlesco? No, era distinto, era casi.. ¿Coqueto? ¿Eh?
—De todas formas te esperaré en el mismo lugar, a la misma hora.
Se asomó un poco, para ver mejor. Harry tenía ambas manos en los bolsillos y lucía tranquilo, en cambio Draco desvío la mirada de él por un segundo y se clavó en la de Weasley, como si supiera que los estuvo escuchando. Le dió escalofríos y dejó de asomarse por reflejo.
—Hasta luego, Potter.
Para cuándo la puerta se había cerrado, Ginny estaba detrás de Harry con los brazos cruzados.
—¿Desde cuándo te volviste tan amigo de Malfoy?
—Urgh.. otra vez está discusión, Ginny.—Harry dijo exasperado.—¿Cuántas veces debo decirte que todos cambiamos y ya no somos los mismos de cuando éramos más jóvenes? Somos adultos, y podemos dejar nuestras diferencias de lado, se llama madurar.
—¡Eso ya lo sé Harry!—Replicó, molesta.—Pero siento que esconde algo y no me fío ni un pelo de él.
Observó cómo Harry negaba con la cabeza. Lucía un poco decepcionado y cansado.
—De verdad no entiendo por qué te pones así.—Y tras decir aquello, subió las escaleras, dejándola sola.
Y Ginny no podía olvidar la mirada tan intensa que le dio Draco, ni el hecho de que su marido se había vuelto tan cercano a él, ni la sensación de familiaridad que le generaba Scorpius Malfoy.
