Agosto - Setiembre

Durante los siguientes tres días, Georgiana entabló una bonita amistad con Elizabeth y Eleonor. Estaba encantada que su hermano y su primo se habían casado con dos mujeres encantadoras y que además estaban enamorados. Además, era consciente que su hermano no fue feliz en su primer matrimonio, y que era dudosa la paternidad de Anne. Con pena, al cuarto día las dos parejas se fueron de Pemberley, pero con la promesa de encontrarse a fin de año.

Lentamente se fue armando una rutina en Pemberley. Desde la primera noche de casados, Darcy y Elizabeth acordaron compartir habitación, solían despertarse a la misma hora, salían a caminar al menos media hora todos los días por los jardines de Pemberley y posteriormente desayunaban juntos. A media mañana, Elizabeth dedicaba una hora a jugar con las niñas en el jardín, posteriormente se unía a Darcy para ayudarlo con la correspondencia hasta la hora del almuerzo.

Acompañada de un lacayo, y ocasionalmente de la Sra. Barton, comenzó a visitar a los inquilinos al menos dos veces a la semana y a interiorizarse con las actividades de la iglesia. Dos o tres veces a la semana se reunía con la Sra. Reynolds para discutir los menús y las compras que había que hacer para la casa. De noche cenaba con Darcy y muchas veces se unía la Sra. Barton. También estaba mejorando su técnica tocando el piano ya que sabía que a su esposo le encantaba escucharla tocar.

Por su parte, Darcy estaba encantado con la vida que llevaban en Pemberley y cada día que pasaba estaba más enamorado de su esposa. A insistencia de Elizabeth comenzó a leerle todas las noches un cuento a Anne y a Rose, que las niñas escuchaban con mucha atención. Rose era muy cariñosa con él, y Anne lentamente comenzó a ser más demostrativa en sus afectos. Con el tiempo y a insistencia de Elizabeth, Darcy mejoró sustancialmente su relación con Anne, aunque nunca llegó a quererla tanto como a sus otros hijos e incluso a Rose.

Una tarde a mediados de agosto, Elizabeth fue con Darcy a Lambton a comprar regalos para el cumpleaños de Anne. Elizabeth fue a la mercería y a la modista, mientras que Darcy fue a reunirse con su abogado. Elizabeth estaba mirando unas telas cuando vio entrar a la Sra. Smith. Las dos mujeres se quedaron mirando, Margareth fue la primera en bajar la mirada y con una sonrisa forzada saludó a Elizabeth.

"Buen día Sra. Darcy, que bueno que la encuentro aquí; quería felicitarla por su reciente boda."

Elizabeth asintió a señal de saludo y ni siquiera se molestó en contestarle. Dio vuelta la cara y siguió mirando unas telas y cintas para un vestido para Anne. Pocos minutos más tarde, entró Darcy a buscar a Elizabeth. Margareth lo vio primero ya que Elizabeth estaba de espalda y se acercó a saludarlo… No era conveniente para ella estar en malos términos con la familia más poderosa de los alrededores.

"Buen día Sr. Darcy, permítame felicitarlo por su reciente boda y desearle toda la felicidad del mundo. Si dispone de tiempo, me gustaría hablar con usted y con la Sra. Darcy ya que hubo varios malos entendidos que quisiera aclarar."

Darcy la miró con desprecio; era la última persona que deseaba ver, y en voz baja respondió, "Sra. Smith, no tengo ningún deseo de hablar con usted, y le pido por las buenas que no vuelva a dirigirme la palabra ni a mí ni a mi esposa. Sino, creame que se va a arrepentir." La miró con desprecio, "Para mi, usted es simplemente una mujer mentirosa, mal intencionada y manipuladora, que trató de interferir en mi felicidad y el de la mujer que amo…"

Elizabeth al ver la expresión de furia del rostro de Darcy y la palidez de la Sra. Smith se acercó a su esposo y le comentó en voz alta, "Quiero tu opinión sobre unas cintas y telas para hacerle un vestido nuevo de Anne…"

Darcy le sonrió a Elizabeth y le dio la espalda a la Sra. Smith. En la tienda había otras dos clientas que vieron el momento en que los Darcy prácticamente cortaron a la Sra. Smith, y en menos de 24 horas se corrió el rumor de lo que había pasado. Dado que en Lambton, Margareth era considerada una mujer de baja moral porque había huido y vivido por varios días con el Sr. Smith sin casarse – incluso algunas malas lenguas decían que ni siquiera se habían casado – ese incidente hizo que la miraran aún con más recelo, y varias de las mujeres evitaban tener contacto con ella.