Lloraba sola en la playa. Yuna, la chica que sólo quería hacer reír a los demás, lloraba sola. No sabía como había llegado a esa situación. No quería a nadie que la ayudase, no necesitaba a nadie que la consolase. Porque no había nadie que pudiera hacerlo. A pesar de los muchos "Estoy bien, en serio", que había repetido sin cesar desde lo ocurrido hace un año, no podía olvidarle, y nunca le olvidaría. Ahora, con la arena bajo sus pies, y las lágrimas corriendo por sus mejillas sólo quería una cosa. Verle antes del amanecer.
Ya eran demasiadas noches en la oscuridad de su habitación, sin nadie que la protegiese, que la quisiese como solo él había hecho. Notaba como su vello se erizaba cada vez que recordaba aquella noche en el lago de Macalania, después de todo el sufrimiento, de todo el dolor, por fin supo que alguien la quería de verdad, que alguien la apreciaba por ser como era, y no por ser quien era. Por supuesto, estaban Lulu y Wakka, pero era distinto, ellos la habían educado desde que era pequeña y su padre comenzó el peregrinaje. Eran casi como hermanos, y sabía que la querían, pero no del modo en que a ella le gustaría. Y faltaba Kimahri, siempre tan reservado... Siempre pensando en ella. Ahora estaba en el monte Gagazet y no le vería en mucho tiempo. Tenía que cuidar de los suyos
Sólo le quedaba él, Tidus. Pero se había ido y Yuna por fin tenía el valor de ir en su busca. Y sabía como llegar hasta él.
Lentamente, los primeros rayos de luz salían por el horizonte, pronto el pueblo despertaría. Tenía que darse prisa. Empezó a andar con suavidad, recordando los movimientos, ya olvidados, que realizaba en los envíos. Recordó como caminó por encima del agua después del desastre en Kilika. Y recordó que durante un segundo, vio como la miraba.
Yuna sonrió tras ese recuerdo. Hacía mucho que no lo hacía e incluso le pareció raro. Pero enseguida volvió a pensar en lo que estaba haciendo. En lo que tenía que hacer. Se acercaba ya al agua, y se paró un instante para saborear por última vez la brisa marina. Despidiéndose de todo lo que la rodeaba. De toda su vida.
El agua rozó sus pies, lo que la despejó de sus pensamientos. Ya no lloraba. Pero sus ojos seguían fijos en el horizonte. Volvió a andar, y a cada paso que daba, más le costaba dar el siguiente. Pero estaba decidida. El agua le llegaba por la cintura, y las voces de los niños ya se oían por la colina. "Tengo que apresurarme" pensó. Se sentía acalorada, aunque el mar estaba frío. "Tidus, Tidus" rezaba "por favor, ayúdame a conseguirlo". Por fin sumergió su cabeza. Lo último que oyó fueron los gritos de Wakka pidiéndola que volviese. Ahora ya sólo oía el rumor de los peces bajo el agua. "No aguantaré mucho, será rápido". Así es como esperaba que sucediese, sin embargo, se le hizo eterno. Su cuerpo quería volver a la superficie, pero su mente se lo prohibía por encima de todo. Quedaba poco, lo notaba. Su cuerpo ya no reaccionaba, y su mirada empezó a estar borrosa. Lo último que vio fue a ese chico rubio por el que desechó tantas lágrimas, nadando desde el fondo, con una sonrisa reflejada en su cara. Supo lo que pensaba, y le contestó, sabiendo que la iba a entender.
Perdió el conocimiento. Cuando despertó, estaba en la enfermería de Besaid, al parecer Wakka la había sacado del agua. Posiblemente eso fue lo que pasó, pero en lo más profundo de su alma, conocía la verdad, él estuvo allí, le vio... Por supuesto, nunca se lo contó a nadie, no se lo creerían. Fue un secreto que se llevó a la tumba, eso sí, muchos años después.
"Te prometí que nos volveríamos a ver"
"Lo conseguí, te he visto antes del amanecer"
