Notó como unos débiles rayos de luz le golpeaban los ojos. Los abrió poco a poco, sintiendo un profundo dolor de cabeza. Se sentó en la cama y mirando a su alrededor tomo conciencia de donde se encontraba. Un despacho frío y caso vacío le miraba con atención, con una silenciosa atención. Draco se vio al espejo, tenia ojeras, los labios cortados y secos y el pelo sucio y enredado. Se desnudó y yendo al baño le dio al agua caliente. No sabía porqué pero la necesitaba para compensar las temperaturas que su cuerpo, misteriosamente, llegaba a alcanzar. Se duchó con el agua saliendo y dejando de salir, Mcgonnagal se lo avisó, pero el necesitaba aquello, aunque no fuera una ducha de reyes. Se secó con una toalla limpia y se puso la ropa que había encima de una silla. No era suya pero parecía de su talla.
Y limpio, peinado, y con ropa nueva se dirigió al despacho de la profesora, obviamente llevaba la moneda dentro del bolsillo, jamás la abandonaría. Llamó a la puerta y notó como varias voces callaron de pronto. Ella le abrió la puerta sonriente y le dejó pasar.
Ahí mirándole fijamente estaba el profesor Flitwik junto a Hagrid y una chica con el pelo verde chillón que Draco reconoció como una de las presentes en la batalla de fin de curso.
-Hola- saludó el chico con educación sintiendo como Mcgonagall cerraba detrás de él la puerta del despacho.
-Bueno, Draco, como te imaginarás estamos aquí para hablar contigo, para que...suponiendo que necesites ayuda podamos brindártela si tu te dejas...debes contarnos todo- le repitió.
Draco les miró a todos.
-Usted ya lo sabe, no creo que sea necesario volver a contarlo.- contesto con sublevación mirando a Mcgonagall, tratando de dejar claro que no era el peón de nadie.
Hagrid le miró con detenimiento y rompió el silencio.
-Malfoy, si no lo cuentas no sabremos si podemos confiar en ti. Aquí nadie intenta herir tu orgullo, solo tratamos de ayudarte.
El chico les miró sin saber que hacer, pero empezó a hablar. Desde cuando le hicieron mortífago, enseñando su marca, hasta cuando su madre le dejó ir pasando por la muerte de Dumbledore.
Todos sorprendidos se miraron entre ellos. Pero Tonks dándole una palmada en el hombro le dijo.
-Tienes mucho valor.
-No me hables de valor- contestó nervioso zafándose de la mano de la chica.- ninguno de aquí sabéis lo que es...tener un padre que se aprovecha de su poder para que hagas su voluntad, una madre sometida y estar obligado a abandonarla junto al mago mas oscuro de todos los tiempos, no tenéis ni puta idea de lo que es tener valor!
Estaba respirando con fuerza, mirando con furia a nadie en concreto, estallando y soltando lo que llevaba adentro, la furia le comía por dentro, sentía un fuego que le quemaba en su interior, nadie le entendía. Inconscientemente gesticuló con las manos, y sin apenas darse cuenta la temperatura del despacho empezó a disminuir a pesar del calor que le quemaba las entrañas. Cerró los puños sintiéndolos helados, como si hubiera tenido varios cubitos de hielo hasta que se hubieran derretido. La ira se mantuvo, ellos solo le miraban sorprendidos.
-No me habléis de valor- concluyó soltando un grisáceo vaho en la helada estancia.
Draco suspiró y salió del despacho dirigiéndose hacia el comedor. La marca le dolía, le escocía. Voldemort les estaba reclutando. Respiró y se miró las manos. Estaban agrietadas, heladas y secas. Tenían la misma capa de escarcha que el día anterior.
-¿qué ha sido eso?- preguntó Flitwick cuando Draco se hubo marchado.
-cuando vino al colegio pasó algo parecido- dijo Hagrid muy serio.
-Tenemos que hablar con él...procurando que no se altere de nuevo..
Dijo Tonks avivando las llamas de la chimenea con la varita.
-¿qué quieres decir?- preguntó Hagrid nervioso.
-Está claro- prosiguió poniéndose de pie- que este chico tiene algo especial...no quiero decir cosas que quizás luego no sean ciertas, pero... yo cuando me empecé a transformar no era a mi voluntad, me ocurría en momentos de tensión, yo no lo controlaba y no sabía que me pasaba...¿por qué un día mi nariz era de un tamaño y al día siguiente era de otro?- preguntó retóricamente.-y con un poco de ayuda... mirar..
apretó un poco los ojos y su pelo se tornó rubio platino, al igual que sus cejas.
-Creo que lleva razón- dijo Mcgonagall- tenemos que hablar con él. Os contaré el plan...
Draco estaba sentado tratando de relajarse. No sabía porque su odio no menguaba y sus manos no le permitían coger el cubierto, se le quedaba pegado debido al frío de sus manos. Miró disimuladamente a la poca gente que allí había. Había familias pobres, había gente sola, presuntuosa, o simplemente gente normal. Pero nadie le miraba, así que disimuladamente cogió un pedazo de tarta de manzana caliente y se lo llevó a la boca, pero para cuando llegó allí de caliente no tenía nada.
Suspiró abatido al intentar tomarse un te, que aparte de quedársele pegado en las manos se enfrío con una rapidez alarmante. Se levantó y volvió a su habitación, cuando estaba apunto de llegar no pudo evitar oír desde el despacho de Mcgonagall unas voces que le llamaron la atención. Sonaban un tanto fingidas, pero el obviamente no lo sabía.
-No puede ser, no importa da igual se lo diré yo...- decía la profesora.
-no se si deberíamos decírselo la verdad...- decía Tonks meditando.
-¡Draco debe saberlo!- dijo la voz chillona de Flitwick.
Draco entró sin sutileza.
-¿qué es lo que tengo que saber?- dijo un poco nervioso.¿y si su madre? Y si...¡Dios!
-Hola, Draco...- dijo la señora Mcgonagall lentamente sentándose en su silla de piel.
-¿Qué,¿qué es lo que tengo que saber,¿QUÉ?- dijo alterándose notoriamente.
Tonks ahogó una sonrisa.
-Tu..tu madre...- empezó Hagrid con lentitud mirando hacia el suelo.
El chico notó como su corazón latía con furia, apoyó sus manos en la mesa de la profesora y su cabeza empezó a darle vueltas, un odio apremiante luchaba por salir de su cuerpo. La mesa bajo sus manos empezó a helarse. Poco a poco se llenó de escarcha y de hielo. Pero esa oleada de frío continuo por el suelo del despacho, convirtiéndolo en una pura pista de patinaje. Tonks sonreía abiertamente y Hagrid parecía asustado.
-Ella... quien-tu-sabes... la ha...- empezó Tonks detrás del chico rubio. Rápidamente las paredes se helaron también dejando crujidos a su paso. Draco levantó sus manos y abrió sus ojos, miró a Tonks a quien cogió de los hombros.
-¿Qué la ha hecho?- preguntó desesperado.
Tonks quiso hablar, pero su cuerpo se estaba congelando, su sangre se helaba y no dejaba de tiritar, Hagrid quiso alejarle de Tonks, pero al tocarle el brazo su mano empezó a helarse poco a poco, debido a su tamaño y le soltó como si le hubiera dado una descarga. La profesora Mcgonagal miraba la escena impresionada.
-¡DRACO!- gritó- ¡suéltala!-el chico obedeció y Tonks que tenia los labios morados y tiritaba violentamente cayó al suelo.-es mentira, no sabemos nada de tu madre, ¡relájate!
Draco abrió los ojos enormemente, sintió que el nudo en su garganta desaparecía pero un sentimiento de vergüenza le embargó.
-No se vuelvan a reír de mi- y en cuanto iba a salir de allí Flitwick le detuvo.
-¿No te das cuenta chico...-empezó- de lo que has hecho?
Draco se giró dispuesto a contestarle tercamente, pero deparó en la mesa helada, en el techo y paredes llenos de escarcha y unas pequeñas estalactitas de las que caían pequeñas gotas de agua. La chimenea estaba apagada y Tonks tirada en el suelo muy pálida.
-esto no lo he hecho yo- concluyó el rubio abriendo la puerta de nuevo.
-¡Ah, ¿no?-preguntó Hagrid cogiendo sus manos y poniéndolas en alto.- ¿y esto que es?
Preguntó.
El chico tenía las manos llenas de escarcha, rojas del frío.
-si, tengo frío- contestó tercamente separándose del semigigante.
Y sin esperar mas conversación salió de la habitación.
