DISCLAIMER: Mankin SÍ es mío por que soy Takei-sama. Verán tengo este mal hábito de ir por Venezuela disfrazada de esta niña idealista y romántica de 18, pero en realidad, soy todo un japonés tensai de mangas .-... Hay chance de que alguien me crea?


WHISPER TO OUR HEARTS

Capítulo Dos: Hogar

Keiko sonrió e hizo una profunda reverencia ante la esfera brillante que se comenzaba a asomar por entre la ventana semiabierta, sus rayos cálidos comenzando a inundar la habitación de luz y vida nueva antes de darse media vuelta y caminar lentamente hacia el centro de la habitación para comenzar sus tareas diarias. Echando un rápido vistazo a su alrededor, se aseguró de que todo estuviese en su lugar; el pequeño santuario que estaba ante ella era como todo el resto de la estancia, hecho de madera y sencillo. El gran pergamino que colgaba de la pared, meciéndose ocasionalmente con la brisa fría de primavera que se abría paso por entre las rendijas de las paredes. Asintiendo enérgicamente con la cabeza al pasarle lista a todo, Keiko sonrió una vez más y se sentó en seiza(1) uniendo sus manos de la forma requerida antes de comenzar a decir las oraciones matinales, perdiendo poco a poco la concentración mientras dejaba que las palabras fluyeran automáticamente mientras el perfume del incienso de sándalo liberaba sus pensamientos y los dejaba volar libres por lo alto.

Muy alto.

A casa. Sintiendo cada uno de sus músculos relajarse, Keiko prosiguió con su rutina y mientras rezaba comenzó a imaginar.

Primero, una sonrisa se dibujó en su mente como una hermosa media luna de verano que poco a poco se desdoblaba, hasta ser dos medias lunas en la oscura noche de sus pensamientos. Luego, un par de estrellas comenzaron a brillar por encima de ellas, transformándose en dos pares de ojos castaños, vibrantes y llenos de vida... Luego dos narices: una pequeña y respingada, otra un poco más grande y masculina; frentes anchas de las que al final brotaban traviesos mechones de cabello castaño oscuro que se entremezclaban mientras caían en desordenadamente sobre cada rostro, como un niño que corre para darse impulso al saltar al vacío.

Keiko frunció el ceño y se mordió el labio para ahogar su risa antes de tomar aire y seguir con sus letanías.

Pómulos brotaron a ambos lados de cada sonrisa y le comenzaron a dar forma a los rostros: para uno eran sonrosados mientras que para otra eran del color bronce que sólo se adquiere luego de días bajo el sol. Cejas que enmarcan cada par de ojos e hileras de dientes blancos y egocéntricos, que no perdían oportunidad para mostrarse al mundo.

Por último, más fuerte que ningún otro trazo, están los labios, aquellos labios que ella se imagina con tanto fervor y de los que sabía se desprendía las risas más deliciosas que en la soledad del templo venían de vez en cuando a hacerle compañía.

La sacerdotisa hizo una última reverencia al santuario al terminar y se dispuso a salir de la habitación, dirigiéndose hacia la parte de atrás del templo donde se encontraba el pequeño cuarto que albergaba los implementos de limpieza. Al llegar, tomó una de las escobas y la empuñó con fuerza mientras pensaba en cómo quitar las hojas mustias que recubrían todo el templo, brillando a causa del rocío. Quedándose quieta unos momentos, decidió comenzar por las escaleras que llevaban al templo.

Keiko aferró el mango con fuerza en cuanto llegó al borde de aquellos escalones que caían interminables y, suspirando, comenzó a barrer con un movimiento rítmico.

Allá en casa, estaban las dos personas por las que sentía como cada día bajaba un escalón en su vida; un escalón que estaba destinada a no subir más nunca. Desde pequeña su destino se le había enseñado con sangre: debía quedarse en el templo como sacerdotisa y por tanto, debía ver a esas dos personas como un recuerdo feliz y no como una realidad.

Para ella, el amor y demás lujos sentimentales debía ser eso y nada más: lujos.

Cerrando los ojos y tragando en seco ante la inminencia de terminar su trabajo, Keiko descendió otro escalón y siguió limpiando.

Sin embargo ella no pensaba en Yoh y en Mikihisa solamente. De vez en cuando recuerdos gratos de sus padres, de su casa de la niñez y de sus maestros aparecían por momentos ante ella: memorias fugaces que pronto traían un carga de sentimientos tan insoportable que la hacía llorar en las noches, en el refugio que ofrecía su futon(2) mientras sufría cada segundo la agonía de un corazón sangrante.

Era, de todos los momentos del día, al que más le temía: durante las noches y sus breves momentos de debilidad, Keiko se aferraba a su almohada en cuanto aparecía frente a ella la imagen de un recién nacido que extendiendo su mano hacia ella; en esos momentos ella se acuna y se mece suavemente y comienza a rezar, tratando de que una vez más, su imaginación cure las heridas de su espíritu: intenta imaginarse al bebé que nunca tuvo la oportunidad de conocer.

En la soledad, Keiko intenta dibujar una media luna para su sonrisa, una mucho más hermosa de la que imagina durante las mañanas en un intento de compensar tantos años de abandono, pero pronto descubre que no sabe si el bebé sonríe.

La sacerdotisa intenta entonces desdibujar las arrugas de sus sábanas y las convierte en hebras de cabello castaño que se derraman sobre los hombros del pequeño mientras yace acurrucado contra ella.

Pero él no está allí, al igual que Yoh, igual que Mikihisa, y ella se ve obligada a regañarse a sí misma y cerrar con firmeza sus ojos en un intento de asegurarse de que allí no hay nadie.

Saliendo de su trance, Keiko mira hacia arriba y ve con sorpresa que había acabado con las escaleras. El imponente tori(3) se alza sobre su cabeza mientras la luz del sol resplandece tras tres figuras que se encuentras paradas debajo del gran portón: un hombre que le sonríe mientras rodea los hombros de dos chicos, que agitan su mano en el aire y la saludan riendo, tres pequeñas gotas de cielo.

Inalcanzables.

Extendiendo su mano en un vano intento de abrazarlos, Keiko respiró hondo y secó bruscamente la lágrima que se asomaba en sus ojos antes de subir nuevamente lo escalones para terminar de limpiar, preparándose para otro día lejos de su hogar.


snif!

Bueno, creo que eso va a ser el más largo de todos los drabbles, pero se lo merecía. No he visto hasta el sol de hoy ni un solololito oneshot dedicado a mi tía Keiko. Aquí está mi versión de los hechos de por qué ella no aparece casi enel anime(el que está siempre cuidando de Yoh es Mikihisa) y de cómo lo afronta ella, pero ustedes rulean y tienen, como siempre la última palabra!

Bien. Los que han visto mis otros fics han de saber que ahora vienen las notas, pero para la gente que no me conozca pues deben saber que soy una fan del idioma y la cultura japonesa y de que siempre intento insertar algunas palabras en japonés en mis fics ...es sólo una mala manía.

Ahora sí, sin más preámbulo... la notas!

1) 'Seiza' es la forma tan peculiar en la que ves sentados a los japoneses siempre: con ambas piernas dobladas debajo del cuerpo. En primer lugar allí se usa porque es un señal de respeto, ya que como es tan poco ventajosa si te atacan (físicamente, intenten responder a un ataque sorpresa en esa posición que tortura tanto T.T) están vulnerable. Traducción: te sientas así porque crees en la otra persona y demuestras humildad.

2) 'Futon' son las camas tradicionales sobre las que duermen los japoneses; en realidad es el colchón que lo ponen en el suelo y ya .-

3) 'Tori' es uhm... como el gran portón que da paso a todos los templos (al menos shintoístas). Es la construcción roja sobre... ahm... la que se para Inuyasha en el primer capitulo de la serie, cuando roba la Perla de Shikon... ; en realidad no estoy siendo de ayuda, pero no sé cómo explicarlo sin una foto ;.;

Por último, pero no menos importante quiero agradecer a asiury y a Nsis Le Jugment; ustedes son lo mejor y no más quería que no supieran! .-

Próximo: El único rasgo que su hijo sacó de su madre fue su espíritu terco. Pero aquellos ojos profundos donde danza una chispa indomable no. Nada puede ser perfecto.