Diario del Profesor Severus Snape
Tengo que tomar constancia de esto. O me volveré loco.
Ayer, 18 de diciembre, fui a la mansión de los Black. Minerva decidió que será nuevamente nuestro cuartel, supongo que porque es la opción obvia, tan obvia que resulta segura. La nueva líder de la Orden nos convocó esta mañana a un grupo selecto de nosotros (no sé quienes seremos). Recuerdo que su patronus estaba alarmado: era urgente.
Llegué al cuartel ocho menos diez. Llovía, y en el vestíbulo encontré a Alastor Moody muy nervioso, junto al paragüero que Nymphadora suele voltear siempre que pasa. Así que él es uno del "grupo". Me acerqué a él e incliné la cabeza a modo de saludo mientras dejaba mi paraguas con los demás y me sacudía el agua de la capa. Respondió con un gruñido.
Nunca le había caído bien a Moody. Sé que jamás dejó de creerme mortífago y lo respeto: no es que yo me esfuerce mucho en mostrarle a la gente lo contrario. El secreto que me confería la confianza de la Orden murió con Albus, afortunadamente.
Como vi que no se disponía a hablar, decidí tratar de comenzar yo una conversación (cosa que detesto) con tal de obtener un poco de información.
- Al parecer no soy el único ansioso- dije, señalando el gran reloj de péndulo mágico a mis espaldas. La reunión se celebraba a las ocho-. Qué mal tiempo¿verdad?
Qué bajo caí¿yo, comentando el clima por un poco de chisme?
- Desde que Albus murió todos los días son así- dijo hoscamente-. Perdón, quise decir- ahí vienen las disculpas, pensé yo- desde que fue asesinado.
Ya tendría que acostumbrarme a aquella cara de odio. Me limité a fulminarlo con la mirada (amo el efecto que causa en mis alumnos) y dije lo más burlonamente posible:
- Los demás nos creyeron a McGonnagal y a mí. Era un plan de Albus, te repito. ¿Sigues empeñado en ser un fenómeno? En cuanto sigas defiriendo a los acuerdos de la Orden creeré que eres tú el que nos traiciona al Señor de las Tinieblas.
- ¿Otra vez llamándolo así, Snape? Oh, lo siento, es que nunca dejaste de hacerlo.
- Mejor te…- empecé, pero me interrumpió diciendo (más bien gritando):
- Mejor cuida lo que dices, "compañero"- puso énfasis en esta palabra-, te estoy vigilando.
Mientras decía esto su ojo mágico se fijó en mi brazo, donde sabía que se hallaba mi marca. Aparté la mirada de su horrible cara y proseguí mi camino hacia la cocina.
- Algún día te arrepentirás de esto, Alastor… Pero, en fin, no me interesa demostrarte mis lealtades. Nunca formaste un gran papel en la Orden.
Este comentario lo enfureció, como comprobé más tarde, aunque, tengo que admitir, es objetivamente falso: fue y sigue siendo de gran utilidad. Igual, la conclusión es que el sucesor de ese Black salió a la luz finalmente. Nunca me van a dejar en paz.
Fui a la cocina y me serví una copa de wisky de fuego que había sobre la mesada. El efecto fue instantáneo: en cuanto tomé un trago el frío de la tormenta desapareció y un reconfortante calor se extendió por todo mi cuerpo, despejando un poco mi mente. Relajé el ceño (cielos, ya no suelo hacer eso) y me estaba por llevar otra vez la copa a mis labios cuando una mujer vestida de misterio entró.
Tenía el pelo ondulado, negro y sedoso por debajo de los hombros; tez delicada y pálida; labios morados y ojos grises, profundos. Por su capa aterciopelada caían gotas de agua, como aún por la mía. Me dirigió una rápida mirada y aparto esos ojos tan dulces, llenos de tristeza. Pero después de todo no demostraba esa confusión que me albergaba a mí (¿quién era ella?) por lo que entendí que me había reconocido.
- Buenas noches, Profesor Snape.
Aquella voz… ¡Pero sí que la conocía!
- No tienes que llamarme Profesor, Tonks, hace años que no te doy clases. No te reconocí… ¡cuánto has cambiado!- me acerqué a mi amiga, preocupado- ¿Qué te tiene tan triste?
- Eres un profesor y por si no lo habías notado, siempre te llamé así- conjuró un pequeño vaso con agua y lo bebió-. Ah, y te cuento, soy una metamorfomaga, eso es lo que hago, no sé si lo sabías. Cambio mi apariencia.
- Pues entonces déjame llamarte Nymphadora, pues sabes que me parece hermoso- resopló-. ¿Y por qué el sarcasmo? Normalmente soy yo el que se encarga de eso-. Reí, aunque me costaba.
- Tú también estás distinto, Profesor- se desplomó en una silla-. Cambiando de tema¿sabes qué quiere Minerva?
Algo le pasaba. ¡Lo que unos meses separados le hacen a un par de amigos! Casi no la reconocí y ahora no me quería decir qué le apenaba. Al menos ella me cree, pensé, sino no me hablaría… ¿O es eso lo que le molestaba?
Como no parecía de humor, resolví intentar seguirle la corriente y no volví a mencionar el tema.
- La verdad es que no sé, aunque no debería sorprendernos un llamado de urgencia en estos tiempos. Intenté sacarle algo a Alastor, pero estaba muy arisco…
- No te cree, lo sabes- dijo bruscamente-. El otro día me lo encontré y no dejaba de maldecirte.
- ¿Y tú qué le dijiste?- pregunté, atento y con el corazón en la boca sin saber por qué.
- Te defendí. Eres mi amigo- ¡amigo!-, pero de todas for…
Se interrumpió cuando se abrió la puerta otra vez y entró Remus (otro más que forma parte del grupo, pensé). Vaya, ese tipo no me cae tan mal que digamos… Bueno, considerando que era amigo de los difuntos (y por qué no, estúpidos) Potter y Black, no lo odio tanto como a ellos. Nunca me molestó, al parecer, eso era tarea de sus amistades. Pero por supuesto, él ni nadie lo sabe. Parecía muy alegre, a comparación con los malhumorados Moody, Nymphadora y por acción de contagio, conmigo.
- Buenas noches, Tonks, Severus.- inclinó la cabeza a cada uno de nosotros.
Le devolví el gesto por suma cordialidad. Al ver que Nymphadora no respondía (de hecho, la brusca aparición de Remus la sorprendió o asustó tanto que el vaso se le cayó de las manos), le di un pequeño golpecito en el hombro.
- Hola, buenas tardes.- Se apresuró a decir.
- Pues, son las ocho en punto¿vienen?
¡Las ocho! Busqué un reloj. ¡Claro! Sino ya me habría dado cuenta: no había ninguno en la cocina.
Así que lo acompañamos hacia la sala de estar Nymphadora y yo, que por cierto, no volvió a pronunciar palabra. Parecía haber empalidecido más desde que la vi entrar a la cocina, aunque seguramente era por el cambio de luz (las lámparas en la sala eran enormes arañas de techo con velas de llama azul). Moody ya se encontraba allí conversando con Minerva (quien aún no nos había visto) y al verme se volvió para comentarle lo suficientemente fuerte para que lo oiga:
- Ya te digo, cada día me topo con más personas indignas de confianza…
Pero al parecer Minerva no lo escuchó, porque había reparado en nuestra presencia y se apresuró a decirnos:
- Buenas noches, Remus, Tonks, Severus- nos estrechó la mano a medida que pronunciaba nuestros nombres. Demasiada formalidad, pensé-. Los he reunido a los cuatro- nos abarcó a los tres y a Moody con un gesto- porque son los miembros más destacados de la Orden y, sobre todo… -¿balbuceaba¿Minerva?- Bueno, este no es un tema que debamos mencionar abiertamente, aún a varios de los nuestros porque… Al parecer nos han engañado y…- parecía incapaz de expresarse, algo raro en ella- Bueno, mejor véanlo ustedes mismos.
Estaba muy extraña, no sé decir si feliz, triste, enfadada, conmovida o nerviosa. Se hizo a un lado dejando al descubierto una de las puertas de la sala de estar.
Todos nos quedamos mirando, como hipnotizados, incrédulos¿qué le pasaba a Minerva¿Qué nos quería decir, o mostrar¡Mostrar! Entendí, pues la puerta se abrió y lo que pasó por ella me dejó boquiabierto, Remus empalideció, Nymphadora soltó un gritito, a Moody le agarró un ataque de tos y a Sirius… ¿Sirius Black?

Diario de Nymphadora Tonks
La Profesora McGonnagal nos citó hoy a las ocho de la noche. Nunca lo hubiera creído¡Sirius está vivo! Aún no nos contó cómo es que regresó (o es que acaso nunca se fue). Dice que es muy peligroso. No lo entiendo¿es que supone que uno de nosotros puede hablar¿Desconfiará del Profesor Snape tanto como Alastor? Ni siquiera Minerva lo sabe. Ella y Moody estaban junto a uno de los polvorientos sillones de la sala, Lupin estaba a mi izquierda y Severus detrás de mí cuando se abrió la puerta y entró un casi moribundo Sirius Black.
Me temo que detrás de tanto título de Auror soy una cobarde, o una sentimental, porque dejé escapar un grito y me quedé paralizada. Él se nos quedó mirando, expectante, unos minutos. Hasta que finalmente esbozó una sonrisa algo despreocupada, como quitándole importancia, como diciéndonos: "perdón, es que no les pude decir antes¿tomamos unas cervezas de manteca?" y Lupin avanzó hacia él, tembloroso y dijo:
- Sirius, oh, Canuto¿eres tú?
No lo puedo jurar, pero creo haber visto por una de las hundidas mejillas de Lupin resbalar una lágrima.
- ¡Perdóname Lunático! Soy yo, quién más… Lo siento, de verdad lo siento- Sirius también parecía conmocionado-¡es que no podía, Remus¡No podía lograrlo!
Empapada en lágrimas me acerqué a los tropezones y lo abracé.
- ¡Sirius¡Sirius!- me separé de sus brazos para mirarle a la cara- ¿Qué pasó, amigo¡Creíamos que estabas muerto!- y me volví a hundir en sus brazos. Soy menos fuerte de lo que piensa la gente.
Por suerte el Profesor Snape se acercó y me tomó del brazo suavemente. Me separé de Sirius y me aferré a la mano del Profesor. Él y Sirius se estrecharon la mano (el Profesor con la que tenía libre) con mirada dura.
- ¿Dónde estabas?- le preguntó con el mismo tono que expresaban sus ojos.
- Amigos, lo siento, lo siento… No puedo decíroslo, comprendan… No aún…
- Al parecer es cierto, sé lo mismo que ustedes… El señor Black se apareció anoche en esta casa mientras yo estaba arreglando unos papeles en el piso de arriba, tenía el rostro muy pálido apenas podía caminar…- nos contó McGonnagal, muy feliz de recibir de nuevo a este viejo amigo pero a todas luces molesta porque no nos contaba qué le había pasado.
Sirius, que la estuvo mirando mientras hablaba, asintió y agregó:
- Es verdad. Estaba muy débil. Minerva ha sido muy amable conmigo: me preparó una buena comida y consiguió algo de poción revitalizante. Ahora me encuentro mucho mejor por supuesto, después de aquella interminable aventura…
- Sirius¿qué aventura?- todos nos volvimos hacia Moody, quien hablaba por primera vez- ¿Qué pasó? Caíste tras el velo y…- de repente pareció comprenderlo todo- entraste al mundo de los muertos¿verdad, Sirius?- hizo una pausa, mientras observaba al aludido con una mirada significativa. Cayó un silencio sepulcral hasta que dijo lo que todo temíamos:- Lo viste¿verdad? Lo viste. ¡Viste a Dumbledore!
Inmediatamente Sirius desvió la mirada. Su expresión era amarga, perdida en recuerdos tormentosos del pasado. Parecía no querer hacerse cargo de lo que sabía. Siempre fue así: un niño demasiado crecido, pero su corazón era el de un adulto, leal, valiente, fiel.
- L-luego, amigos, luego…- nos miró otra vez, con una sonrisa, e hizo un gesto con la mano como queriendo quitarle importancia al asunto-. Esta noche no estamos para eso. Cuéntenme qué ha sido de ustedes, y vayamos a dormir. ¡Pueden dormir acá! Supongo que ya no me pertenece esta casa, pero creo que podemos abusar de la hospitalidad de mi ahijado. Cuéntenme de Harry, de sus amigos, de sus aventuras. Cuéntenme de la Orden, de sus miembros, de sus tareas. Lo quiero saber todo, amigos míos. Demasiados años de mi vida me los pasé lejos de mis amigos…
Me sorprendió que haya sido tan abierto frente al Profesor. Técnicamente, lo incluyó entre sus "queridos amigos". Realmente había sufrido mucho, y como prometió contárnoslo todo más tarde… En fin, decidimos no molestarlo con eso durante aquella noche.
Pasamos más de dos horas en la cocina, tomando cervezas de manteca (incluido el Profesor… cosa que me dejó completamente pasmada) y contándonos todo. Debo admitir que nos pasamos un poco de rosca, porque cerca de medianoche McGonnagal de fue a dormir con las mejillas muy rosadas y unas cuantas risas de más. Salvo el Profesor, todos estábamos muy "alegres"… También sucedió algo muy extraño, a decir verdad… Cuando Minerva se fue de la habitación y Moody y Sirius se enfrascaron en una discusión sobre la maldición Inferi, Lupin se acercó a mí (algo tambaleante) y me dijo:
- Tonks… Saaabes que eres muy hermoosa¿verdaddd?- ante mi cara de escepticismo, prosiguió- Noooo, pero enseerio…- se le iban un poco las letras, estaba borracho, me recordé, cosa que extrañamente me apenaba- Yaa sé que eres una metamomomorrrrfomaga y toodo eso, pero eres muy linda de corazón- se golpeó el pecho con el puño y el ceño fruncido- Sieempre serás mi gran amiga¿verdaddd? Pero yo no quiero esooo… Nnnono…
- Remus¡estás borracho¡Ya basta!- le dije riendo (yo tampoco estaba muy sobria que digamos, pero sin dudas no tanto como lo estaba él).
Me levanté de la silla y le dejé para que hable con Moody y Sirius (cosa que hizo) y me acerqué al Profesor. Todo este tiempo había estado sentado en una silla en una esquina de la cocina con una botella de cerveza de manteca en la mano derecha, si no me equivoco mirando fijamente para donde estaba yo hacía unos instantes…
- Parece que Lupin está enamorado- me dijo en tono burlón, aunque sus ojos estaban inexpresivos y no participaban de la expresión.
- Ay ya basta, está borracho… ¿Es que nunca te le tiraste a una chica cuando te tomaste unas cuántas cervezas?
- Nunca. Soy un caballero, Tonks…
Me miró a los ojos un rato. Había algo en su expresión, algo que no lograba interpretar… Desvié la mirada y observé a Lupin. En esos momentos un mechón de cabello gris le caía sobre la frente y me ponía muy nerviosa… ¡Qué ganas tenía yo de ir y ponérselo tras la oreja! Es que soy una maniática del pelo, seguro.

Diario de Nymphadora Tonks (continuación)
19 de diciembre
Anoche me quedé hasta tarde escribiendo los sucesos de la reunión. Supongo que tengo que admitir que yo también estaba borracha porque por lo que veo, ahora que lo releí, me fijé demasiado en Lupin. Claro que es un tipo maduro, inteligente, fuerte, apuesto, amigable, responsable… Pero es un amigo, claro. ¡Y nada más! Por más propuestas indecorosas que me haga en estado de ebriedad. ¡Ja, ja! Qué tonta fui, hasta anoche soñé que yo era una especia de damisela en peligro y él me salvaba, por supuesto tenía capa y todo.
Escribo esto el 19 de diciembre por la mañana, ya que me desperté bastante temprano y todos siguen durmiendo. Al parecer ayer me olvidé de poner fecha en el diario, y está de más aclarar que fue 18. Estoy en una habitación muy elegante aunque no muy pulcra por el desuso de la ancestral casa de los Black. Qué aterrador suena eso.
Creo que hoy estoy de un muy mejor humor que ayer. Me acuerdo cómo rompí un vaso cuando lo vi entrar a Lupin… Pero claro, es que es un viejo amigo, eso es todo. ¿Pero por qué no reaccioné igual al ver al Profesor? Hacía la misma cantidad de tiempo que no los veía a ninguno de los dos… Fui muy tonta. Seguro que ambos presentes se dieron cuenta. Pasé un papelón tremendo… Y ni mencionar cómo lloré cuando lo vi a Sirius. ¡Estaba tan animado! Espero que hoy nos cuente lo que pasó.
¡Escucho un ruido! Debe ser Minerva que se despierta con un gran dolor de cabeza en la habitación de al lado. Pobre señora, voy a bajar a preparar un poco de café.

Diario del Profesor Severus Snape
19 de diciembre
Sí, era Sirius Black. Ese idiota regresó para llevarse de nuevo todos los laureles. Y parece que a las mujeres también. ¡Ese cretino! Sin duda estaba muy feliz de recibir a Nymphadora en brazos, haciéndose el muy emocionado, claro. No sé que me pasa, ni qué me pasó, pero estoy muy celoso. No pude evitar arrebatarle a Nymphadora de los brazos. Confío en que no se haya dado cuenta de mis intenciones, porque luego de esto me tomó la mano un largo rato.
Aunque creo que no soy el único que delira. ¿Es que acaso Nymphadora echó una poción de amor en mi copa y en la de Lupin? (¡Pero mira lo que digo! Es Nymphadora, es Tonks, es una amiga, y yo estoy muy confundido. ¡No siento ni sentí amor! Yo no siento amor.) De todas formas, Lupin actuó muy raro anoche. Después de que Sirius haya alardeado de que su difícil y tediosa aventura a través de la muerte debía mantenerse en secreto al menos durante esa noche, nos fuimos todos a "celebrar" a la cocina. Todos se pasaron con las cervezas al cabo de un rato. Por suerte estoy acostumbrado al wisky de fuego y la cerveza de manteca casi no me hace efecto y pude observar muy bien cómo Lupin (sigo empeñado en que es un buen tipo y lo que dijo lo dijo solo por haber estado ebrio) se le "declaraba" (si se puede llamar así a lo que dijo) a mi Nymphadora.
Ella no le hizo caso y se sentó a mi lado. La burlé, por supuesto, cosa que impidió que se pueda formar una conversación decente entre nosotros. ¡Maldito soy! No puedo contra mis instintos. Hay veces que me encanta mi forma de ser y hablar, pero en momentos como aquel…
Acaba de amanecer, y aunque todos tomaron mucho anoche, seguro que estarán madrugando en estos momentos. Estarán ansiosos por escuchar la historia de ese gusano con pelo. Como apenas pude dormir empecé este diario con unos pergaminos viejos que había en la habitación (ah, me olvidaba: cuatro paredes cerradas sobre una minúscula cama en la mansión Black, una hormiga comparada con la enorme habitación suite en la que habrá dormido el gusano con pelo) y conté todo tal cual lo recuerdo. Ahora me voy a desayunar y prometo seguir este nuevo hábito más tarde para contar el chiste (digo, la historia) del gusano-con-pelo Black.

Diario de Nymphadora Tonks
19 de diciembre

Como dije, mis intenciones eran atravesar la tenebrosa mansión para llegar hasta la cocina y preparar dos tazas de café (una para mí y otra para quien creía que iba a ser la próxima en despertarse: Minerva). Vale la pena mencionar que la "travesía" no fue nada placentera. Mi habitación se encontraba en el ala oeste del primer piso (como averigüé más tarde); la cocina, en el extremo este de la planta baja.
Apoyé una mano en el picaporte de bronce esculpido y abrí lo más lenta y silenciosamente que pude la puerta para salir de mi habitación. Pese a mis esfuerzos sigo siendo muy torpe, y se produjo ese tétrico chirriar tan típicos de las casas embrujadas, pero confío en que ninguno de los "bellos durmientes" lo notó. Creo que anoche no me fijé en dónde me ubicaron para dormir, porque cuando pisé el frío mármol del corredor, me sentí completamente perdida. A mi derecha el corredor parecía no terminar nunca: apenas atisbé una fila de puertas equidistantes que se hundían en la oscuridad. No me atreví a aventurarme por este lado. Preferí la segunda opción: a mi izquierda el pasillo doblaba hacia el este y, tras acercarme, comprobé que conducía a una destartalada pero elegante escalera que descendía al piso de abajo.
Mis pasos resonaban por las escaleras al bajar como en una de esas películas de terror muggle. Posé mi mano en el pasamanos para guiarme en la oscuridad, y una vez a la luz del alba que se colaba por las ventanas de la cocina observé que estaba casi negra. Encendí unas velas porque, para mi desgracia, la luz natural de esas horas no era suficiente aún. Puse mi varita a un lado de las bachas de la mesada y susurré "acuamenti". Me enjuagué un poco las manos y me disponía a secármelas cuando escuché un ruido seco. Provenía del sur de la mansión; la habitación de Minerva está al oeste, como la mía, estaba segura. Casi dejo caer mi varita, pero la sujeté firmemente y me agazapé contra la pared. Capaz era la pobre señora McGonnagal que se había perdido, pero no era posible… Conocía muy bien el cuartel.
¿Intrusos?
¿Mortífagos en el cuartel de la Orden?