Carta
de XXX a mi amada Nymphadora Tonks:
19
de Diciembre
Tonks:
mi querida Tonks, si algún día encuentras esto
prométeme que no intentarás buscarme. El lugar en donde
escondo esta carta es un lugar especial para nosotros, (para mí,
quise decir: no existe ningún "nosotros") porque me
recuerda a ese estúpido momento en el que yo no podía
creer que eras tú quien estaba en... En donde se encuentra
este lastimero pergamino viejo y mecanografiado ahora.
Escribo
esta carta para desahogarme.
Anoche
me sentí fatal. Cada hora estoy más seguro de lo que
siento, y sé que no puedo estar contigo. Por un lado es mejor
que no hayamos seguido hablando: no te merezco. Es por tu propio
bien. Siempre pensé que no me podía pasar nada peor,
pero no… Ahora Eros me ha castigado con una de sus crueles flechas
de amor. Jamás tendría yo que haber amado.
Desconozco
tus sentimientos hacia mí o tus intenciones, pero no me atrevo
a averiguarlos. No te merezco y no debemos estar juntos. Si supieras
quién soy te reirías de mí… Nunca pensarías
en mí como un hombre, enamorado, más que como un amigo
(¡tan afortunado soy ya con que tengamos ese título!).
Además,
soy mayor que vos… Unos cuantos años, a decir verdad. Mis 37
se hicieron cada vez más pesados mientras te observaba anoche,
llena de vida, cuerda entre tantos locos, triste por quisiera saber
quién, pero resuelta a seguir adelante.
No
espero que leas esto, pero debo decirlo: Nymphadora Tonks, un hombre
te ama. Y sus palabras deben quedar en silencio.
Con
todo mi desesperado amor,
XXX
Diario
de Nymphadora Tonks
19
de diciembre
-
¿Nymphadora?
Resoplé
de enfado y de alivio a la vez.
-
Profesor, me asusté mucho. ¡Y ya te dije que no quiero
que me digas así!
¡Qué
bronca! Para ser auror dicen que hay que ser precavido. ¡Pero
lo mío se pasa! Escucho un ruidito en semipenumbras, y ya me
pongo en guardia esperando que me ataque el Innombrable. ¡Me
estoy pareciendo a Moody!
-
Lo siento Nymphadora…-"¡no parece!" quise decir. Me
miraba muy divertido-. Es que me puse en guardia porque creí
que era el único despierto. ¿Tú también
madrugas?
Así
que él también se había asustado, bueno, al
menos no hice mucho papelón. Está empeñado en
llamarme Nymphadora… Me arrepiento de lo que dije después,
porque a pesar de todo lo herí:
-
Sí, Quejicus, yo también madrugo.
Enseguida
endureció la mirada y se apartó de mi camino. Entró
a la cocina e hizo aparecer dos pequeños calderos con avena,
dos tazas de chocolate caliente y unos cuantos sándwiches
tostados. Se sentó dándome la espalda y comenzó
a beber su chocolate.
-
Perdón, no quise…
-
No importa- fue cortante. Prosiguió- Ya te he preguntado ayer
qué te pasa…- vaciló. Lo miré fijamente-,
Tonks- dijo finalmente.
Comprendí
que se había percatado de que tengo una enorme pena encima.
Últimamente he estado cambiando mi apariencia
inconscientemente y al parecer es el único que ha notado mi
aspecto de depresión. El Profesor siempre fue mi amigo, tenía
que contarle… Aunque se ría de mí. Pero fue difícil,
porque yo tampoco sé qué es lo que me pasa muy
exactamente… Espero haber dicho lo correcto.
-
Profesor, no es nada…- como su mirada no aceptaba réplicas,
me rendí- Es que yo tampoco sé muy bien qué me
pasa. Sé que es algo, pero no estoy segura…
-
Vamos, Tonks, siempre fuiste muy alegre. No recuerdo la última
vez que usaste el pelo negro- frunció más el ceño-
y ese color parece haberte absorbido- abarcó con un gesto mi
vestimenta.
-
Bueno, vos no puedes decir nada de eso…- encaré una ceja. El
Profesor Snape no tenía ni una mota de color esa mañana.
Como me miró muy severo, tuve que seguir hablando- Mira,
Profesor, tú eres mi amigo y… Tienes razón, tengo que
hablarlo con alguien- sonrió complacido y satisfecho-. C-creo
que es un hombre.
Me
miró fijamente un rato. Su expresión era… ¡No!
Me corrijo: su inexpresión era desconcertante. Tengo que
aprender Legermancia un día de estos…
-
¿Quién?- me preguntó. Me senté junto a
él.
-
Es que… la verdad es que no lo sé.
¡Enserio!
Desde la muerte de Sirius que me siento obsesionada con no sé
quién. Ahora que volvió estoy mucho mejor, lo más
probable (e increíble) es que sea él, Sirius. Coinciden
las fechas… Pero también está Lupin. Unos días
después del funeral de Dumbledore soñé que tras
la muerte del director yo le confesaba un amor a Remus… Y que en el
funeral me tomaba la mano. ¿Significó algo esto?
Pero
al Profesor no le podía contar tanto: es un hombre, y éstas
son cosas de chicas. Como puso su típica sonrisa despectiva me
limité a decirle:
-
Cuando lo descubra… Te lo voy a contar, ¿si? Pero no andes
especulando ni contando cosas.
-
Claro, porque yo acostumbro ser el centro de atención y no me
puedo perder la oportunidad de traicionar a mi mejor amiga.
Seguía
sonriendo (si sus muecas se pueden llamar "sonrisas"). Me llamó
"mejor amiga"… Sonreí yo también.
-
Gracias, Profe… Pero, ¿sabes qué? El otro día
me dije…- me interrumpí porque entró Lupin a la
cocina-. ¡Hola Remus!
Comprendí
que yo estaba sonriendo muy abiertamente. Demasiado. ¡Qué
tonta soy! Me apresuré a ponerme más seria y me
concentré en mi caldero de avena.
-
Buenos días, compañeros.
El
Profesor saludó con su habitual inclinación de la
cabeza y le hizo aparecer el mismo desayuno que estábamos
comiendo nosotros dos.
-
Oh, muy amable, Severus. Tonks, ¿puedo cruzar unas palabras
con vos?
Me
puse muy nerviosa. Creo que hasta se me cayó el tenedor y
golpeó muy fuerte la mesa.
Remus tomó mi mano. Yo estaba llorando. Nos encaminamos hacia el jardín, junto con otros cientos de estudiantes vestidos de negro en su totalidad. Más allá estaba Harry con sus amigos. Remus me condujo hasta dos sillas donde nos sentamos y me dijo al oído, en tono tranquilizador y cariñoso:
- Tonks… No estés así…- cerré los ojos. ¿No podía, o no quería ver la realidad?- ¡Tonks! Escúchame.
Me sacudió los hombros. Abrí los ojos.
- ¿Qué? Ah, eh sí, no hay problema…- logré decirle.
Mientras me levantaba de mi silla y me alejaba de la mesa con Remus, vi que el Profesor me miraba otra vez fija e inexpresivamente. ¡Tendré que ser yo esta vez la que pregunte qué pasa!
Cuando salimos de la cocina, Remus me miró algo preocupado y me dijo:
- Tonks, ¿estás bien? Recién parecía que te ibas a desmayar.
Tenía el ceño muy fruncido y una mano sobre mi hombro. ¡Así que tanto se había notado! Desde mis tiempos en Hogwarts que no sueño despierta, ¿qué me está pasando? ¿Es acaso Remus Lupin quien tortura mi corazón inconscientemente?
- Oh, eh, nada…- por lo visto, yo seguía balbuceando. Tomé aliento y dije lo más convincentemente posible-: Es que anoche tomé un poco más de lo debido, y me duele mucho la cabeza…-mentí.
Cuando dije esto su rostro se ensombreció y me dijo en tono de arrepentimiento:
- Bueno, de eso quería hablarte. Supongo que yo también me pasé un poco anoche y creo que te había dicho que… que…
Parecía que se estaba desatando una enorme lucha interna en su mente: admitir que me encontraba atractiva, o desmentirlo completamente. De todas formas no saldría bien parado. Me dio lástima, e intenté sacarlo del apuro por simple vergüenza ajena:
- ¿Qué? La verdad es que no recuerdo NADA de anoche- levantó la mirada rápidamente, con un destello de esperanza en los ojos.
- ¿Enserio? ¿Nada?- como negué con la cabeza y haciéndome la confundida, entonces dijo:- Ah, bueno, es que yo tampoco… Y temía que haya hecho algo… Bueno, que haya dicho o hecho alguna estupidez- me sonrió-. Mejor le pregunto a alguien más.
Dicho esto dio media vuelta y volvió a la cocina, sin dejar de sonreír.
Diario del Profesor Severus Snape
19 de diciembre, por la tarde
Me temo que no estoy acostumbrado a escribir a diario. Esto es un intento más de ganarle a mi inconstancia, y además, una forma de desahogarme: un diario ha llegado a ser mi único confidente.
Me dirigí hacia la cocina y, para mi sorpresa, descubrí que no era el único madrugador: mi Nymphadora ya estaba en la allí, y para mi desagrado, le llevé un gran susto. Me apresuré a decir que yo también me había asustado, pues no quería hacerle recordar un mal momento de vergüenza. Lo cierto es que la había visto con las manos sucias (seguramente tras apoyarlas en el pasamanos de la escalera) y, rendido a mis instintos, me escondí en las sombras mientras observaba en un peculiar estado de trance cómo ella, con sus movimientos suaves y delicados, conjuraba un chorro de agua de su varita y se limpiaba las blancas manos. Lamentablemente, habré empujado con mi mano un viejo y pesado libro; porque lo próximo que recuerdo es que el ruido de éste al caer alertó a mi Nymphadora.
Salí de mi escondite y, tras haber conjurado dos desayunos, le pregunté qué le apenaba. Ahora soy yo el que padezco: ¡maldito sea Eros! Su corazón está sufriendo, pero sufre menos que el mío: al menos ella no sabe que quien ama, ama a otra persona. Jamás la mereceré… ¡Cómo olvidar sus ojos cuando me contaba esto! Había algo en ellos, algo que no se ve todos los días: parecía flotar en las nubes más dulces del cielo mientras evocaba a aquel misterioso afortunado. Las lágrimas querían salir de mis ojos, pero ¡ay! Tantos años de contención provocaron que mis éstos ya no sientan lo que mi corazón.
Me temo que no puedo seguir escribiendo. Intentaré dentro de un rato.
8 de la noche:
Me resulta muy extraño abrir mi corazón, aunque sea a algo y no a alguien. Por eso me cuesta horrores tener que confesar que luego de haber escrito lo que escribí, no pude contener las lágrimas durante un buen rato, aquí donde estoy, en Hogwarts, a tantas millas de la habitación donde reposa mi amada. ¡Dulces sueños la invadan! Aunque de ellos no me entero desde hace años.
Estábamos hablando de esto cuando apareció Lupin. (¡Y creía hace un rato que yo era el único perdido en las tinieblas del insomnio!) Fue notoria la forma en que mi Nymphadora me dejó de prestar atención para saludarlo muy alegremente. Para mi disgusto, Lupin le pidió unas palabras en privado… Cómo reaccionó ella a esto, me partió el corazón. De nuevo vi esa expresión soñadora en los ojos. De más está decir que no me pude enterar de su conversación, pero sí observé que luego de ésta, Lupin estaba radiante. Ya no me cae tan bien este tipo…
Como si nada hubiera sucedido, seguimos comiendo el desayuno que yo había hecho aparecer. Al cabo de media hora entró el gusano con pelo a la cocina. Contradiciendo mis conjeturas, estaba muy despierto, despabilado… Vivo. Cuando nos vio (quiero decir, LOS vio, porque no creo que nadie sea capaz de alegrarse de verme) sonrió y dijo con una especie de cantito que me pareció especialmente fastidioso:
- ¡Buenos días, amigos míos!
No fui el único en ver su estado de alegría: era demasiado obvio. Nymphadora y Lupin también sonrieron (como si se hubieran puesto de acuerdo: tengo que saber qué hay entre ellos dos) y mi Nymphadora se levantó de su asiento para saludarlo con un abrazo. Esa niña me confunde mucho. Era como si lo acabara de ver tras creerlo muerto año y medio. ¡Pero si lo había visto anoche! De todas formas, estaba muy contenta de que haya aparecido.
- ¡Sirius! No puedes imaginar cuán felices nos has puesto al volver.
No comprendimos si lo que dijo se refería a volver de la muerte o volver tras haber dormido durante la noche. Creo que la segunda opción es una tontería mía, ahora que escribo ese pensamiento suena muy ridículo.
Para mi sorpresa (y creo que también para la de Lupin y mi Nymphadora) Sirius actuó igual: extrañamente emocionado, su boca se torció en una mueca de sonrisa, pero sus ojos no parecían participar de la alegría. Dijo:
- Yo también me alegro, Tonks, yo también me alegro.
Una lágrima rodó por su rostro. Incapaz de contenerme dije:
- Buenos días, Black. En cuanto nuestros queridos amigos, Minerva y Alastor vengan, ¿nos contarás tu maravillosa y enigmática aventura, verdad?
Su boca abandonó toda muestra de alegría y sus ojos siguieron igualmente tristes.
- Espero que comprendan…- miró el suelo, bajó la cabeza- Es por nuestro propio bien, amigos míos, prométanme que esperarán a que pueda contarlo…
Nadie dijo nada. Creo que todos comprendíamos que bien podía ser por nuestra propia seguridad. Supongo que es parte del sistema que impera en la Orden del Fénix, como en toda Orden. Tenemos que confiar en nuestros propios miembros: si no lo hacemos, estamos perdidos.
Más tarde, cuando Minerva y Alastor se despertaron, se repitió el suceso, pero luego de éste, el gusano con pelo no abandonaba esa jovialidad y alegría de vivir. No dejo de pensar que hay algo tras aquella felicidad.
Bajo mandato de Minerva, Lupin y Moody tuvieron que ausentarse unas horas hasta el mediodía: fueron a contarle a Kingsley lo del gusano. Él es el Auror que dirigía el caso de Sirius, y supongo que tuvieron una larga charla. ¿Mostrarían a Sirius a la sociedad? ¿O no lograrían demostrar su inocencia? Mientras tanto, Minerva fue a Hogwarts para despedir a los alumnos que ya se iban de vacaciones. Para los que se quedaban, el subdirector, Slughorn, se ocuparía de ellos. Volvieron todos para el almuerzo.
Supe que mi Nymphadora había cocinado aunque no lo dijo, no por el gusto de la comida, sino porque desde hacía media hora antes estaba escuchando estrepitosos ruidos de cacerolas al caer, cubiertos al chocar, fuentes al chocar unas con otras… Me reía sólo en mi habitación de la dulce torpeza de mi encantadora amada.
Cuando los ruidos cesaron bajé al comedor. Había puesto la mesa de una forma muy elegante, con cubiertos de plata y copas de cristal. Había más de ocho fuentes de plata y hermosos candelabros lustrados como centro de mesa. Me conmovió su elegancia y su buen gusto. Mientras observaba el cuadro entraron el gusano con pelo extrañamente pálido y mi Nymphadora con el rostro muy serio de la cocina. Les iba a preguntar el motivo, pero me quedé con la palabra en la boca cuando entraron Minerva, Lupin y Moody a la mansión.
- ¡Tonks! ¿Tú hiciste esto?- preguntó Minerva, mirando maravillada el aspecto de la mesa. Cuando mi Nymphadora asintió dijo-: ¡Ay, querida! Me hubieras esperado, podía echarte una mano…
- Oh, no, enserio, gracias- dijo negando con la cabeza y recobrando su sonrisa-. Pude yo sola. Además es una muestra de gratitud hacia Sirius por habernos dado hospitalidad en su casa estos días y, más que nada, por haber vuelto con nosotros.
Sirius se sonrojó. Creo que mis sospechas sobre un posible romance entre Lupin y mi Nymphadora se derrumbaron en ese instante con aquel acto. Estaban muy cariñosos uno con el otro, y yo hervía de furia.
Durante la comida, el gusano con pelo le preguntó ansiosamente a Minerva:
- ¿Has hablado con Harry, Minerva?
- Oh, sí, querido. Vendrá en Nochebuena- ante la cara de angustia y desilusión del gusano con pelo, agregó con de forma compareciente:- Fueron los últimos deseos de Dumbledore. Él siempre insistió en que Harry debería visitar la casa de sus tíos siempre que salía del colegio. Es por su propio bien… Lo sabes, Sirius. Se puso muy contento al verme, me preguntó cómo estabas y le pidió que te mandase mis saludos. Igualmente, ya habrán hablado por cartas, ¿verdad?
- Sí, sí… Pero quiero verlo, Minerva… ¡Mi ahijado! Cuánto lo extraño- estaba muy triste, se había quedado mirando su plato con la cabeza entre las manos, como a un niño a quien acaban de decirle que no recibirá regalos esta navidad.
- Y no dudo en que él te extraña a ti- terminó algo cortante Minerva, aunque cariñosamente.
Luego del almuerzo me excusé y dije que tendría que ir a Hogwarts. Dije que no había dejado todo resuelto con le llamado urgente, y quería corregir unos cuantos trabajos más antes de las vacaciones de navidad. La verdad es que no soporto convivir en esa vieja casa con mi Nymphadora enamorada de Sirius o de Lupin. Necesito estar solo… Extraño eso. Me hicieron prometer que volvería el 24, para Nochebuena. No tuve opción más que decir que lo haría, aunque lo haga sólo por mi Nymphadora.
Desde que llegué a Hogwarts estuve en el piso de la torre más alta. Allí no pueden entrar los alumnos y el paisaje es maravilloso: las oscuras nubes de nieve reflejadas en el congelado Lago Negro formaban figuras de sombra extrañas; las extensiones de los terrenos del jardín cubiertas de una capa blanca hacían un perfecto contraste sobre los solitarios thestrals que revoloteaban por la zona. No entiendo cómo alguien puede temerles, no creo que exista una criatura más majestosa y elegante que aquella después de las serpientes.
