Esta parte de la historia la cuento yo. Yo, quién más para relatar lo que nadie puede. Me toca ser la Narradora Omnisciente, por única vez en esta historia.

Cuando caes detrás del velo, no mueres. Peor: caes bajo el domino de Lord Voldemort.

Mediante engaños y poderosos Imperius, Sirius pasó a formar parte de los ejércitos del Lord.

Lord Voldemort averiguó que Snape lo traicionaba. Por fin supo que el eterno doble agente no estaba de su lado.

Lord Voldemort le concedió a Sirius la oportunidad de volver, con la condición de que tarde o temprano le enviaría una misión. Y que debería cumplirla.

Sirius aceptó. Ahora era un mortífago pero no olvidaba a sus seres amados. Lo que logró pensar bajo el efecto del Imperios, fue que ellos no debían saberlo, y mientras el secreto esté a salvo, podría disfrutar tiempo de calidad con las personas que amaba sin dañarlas… Por última vez.

Hasta que un día el Lord le encomendó una misión. Una misión asesina.

Sirius se resistió por momentos al maleficio, e intentó decirles a sus amigos. Tenía los ojos en blanco y temblaba frenéticamente. Minerva McGonnagal, Alastor Moody, Nymphadora Tonks, Remus Lupin y Severus Snape lo rodeaban aterrorizados.

"Caí… Corran, corran… No quiero… Caí, caí y sigo cayendo… Aléjense… ¡No quiero! ¡No!"

Tonks se largó a llorar y se aferró al brazo de Lupin. Por la cara de Severus resbaló rendida una solitaria lágrima.

"Él no, no, nunca fue mi intención… Caí tras el velo."

Ahora Sirius se tambaleaba y se apoyó en la persona más próxima a él: Severus Tobías Snape. Sus ojos querían ver, pero el frenesí que controlaba sus extremidades le impedían pensar. Demasiado esfuerzo mental. Veía muy clara la posibilidad de salir de esa situación: pero no quería llegar a ella.

Cerró los ojos fuertemente, como haciendo un esfuerzo por recordar. Siguió temblando frenéticamente. Sonrió.

"A veces tenemos que elegir entre lo que es fácil y lo que es cómodo. ¿Qué quisiste decir, oh, Albus?"

La solución le resultaba muy obvia ahora: no entendía ya por qué antes no la quería optar.

Comienzó a tranquilizarse, sus músculos se relajaron, se reafirmaron. Severus lo trató de enderezar, pues parecía recuperarse. Sirius abrió un poco los ojos: allí estaba su objetivo. ¡Cuán simple! Estaba mucho más relajado. Todo era tan sencillo… Sólo faltaba un paso.

Una vez salido de su trance, abrió los ojos fácilmente y pronunció aquellas tan simples palabras, con alegría:

"Avada Kedavra."

El pobre Severus no tuvo tiempo a reaccionar: su vida en un extraño tono verde pasa frente a sus ojos para enrostrarle lo mucho que encaja esa muerte con ella: sus padres pelean, y él no entiende por qué mientras se pregunta si no escuchan sus llantos o simplemente no quieren escucharlos; sus compañeros lo evitan y él se pregunta por qué tuvo que ser él quien los está escuchando con los ojos cerrados y no participando de la diversión junto a ellos; los merodeadores lo humillan con su propia creación y se pregunta por qué tuvo que inventarla para ahora estar escuchando las hermosas risas de las perfectas vidas de sus brillantes compañeros; acude a su última opción tras los tormentos de su adolescencia y se pregunta por qué está escuchando a escondidas una profesía que nunca tendría que haberle interesado; intenta regresar humillándose al máximo por su propia cobardía, mientras se pregunta por qué sigue escuchando a dos amos y ya ni él sabe a quién le es leal; ve a una Nymphadora muy conmocionada darle la espalda y abrasar a Remus Lupin y se pregunta por qué tuvo que el día de hoy haber escuchado esas palabras sin Nymphadora haber podido escucharle a él confesar su amor.