Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 6

Bella

— Habla —insté.

Edward permanecía con sus piernas abiertas mientras seguía sentado en el sofá con una sonrisa burlona bailando en sus labios.

— ¿Qué quieres que diga?

— Edward… —advertí sosteniendo su mentón.

Mi mano cosquilló por tocar su piel, ya amaba la sensación de su barba creciente sobre mis dedos, sus ojos me miraron sin pestañear. Había algo en su mirada porque me sentí cayendo en finas nubes de algodón, sacudí la cabeza negándome a perderme en él.

Me negaba a aceptar que él me gustaba.

»Quiero saber la razón para mentir sobre mí, sobre nosotros —añadí.

Exhaló lentamente por la boca.

— ¿Nunca has necesitado de una pequeña mentira para salir de un gran lío?

— ¡No! Soy siempre muy directa.

Él rodó los ojos.

— Pues no todos somos como tú —bufó mientras dejaba los pies sobre la mesa de centro y llevaba sus brazos tatuados detrás de su cabeza—. No deberías preocuparte por una mentira insignificante.

Fue extraño que repelara mi toque.

Arrugué la nariz al sentirlo esquivo con mi tacto y rápidamente me compuse.

— Decir que estamos casados no es nada insignificante, Cullen. Dime el motivo que te orillo a mentir, quiero saberlo —exigí.

Sus hombros se escogieron.

— No recuerdo —mintió. Estaba segura que mentía.

— Entonces buscaré a esa mujer, no creo que sea muy difícil dar con ella —amenace.

Fue que Edward restregó las manos en su rostro varias veces y luego volvió a resoplar.

— Estuve saliendo algún tiempo con Leah, la hija de Sue —confesó.

— ¿Estuviste saliendo con tu prima? —inquirí horrorizada.

— No. Leah no es nada mío.

— Sue dijo que era tu tía.

— Es una frase coloquial, Bella. No creas que todo es en serio. Ella es tía Sue tan solo porque la gran mayoría de niños nacidos en el pueblo fuimos cuidados por ella, digamos que es la niñera oficial.

Asentí. Entendiendo el punto.

— ¿Y…? —Estreché los ojos esperando que continuara su relato.

— Pues… así fue como inició todo. Un día Leah me buscó y quería seguir en lo que estábamos y me negué. Tenía que buscar algo creíble y fue que se me ocurrió esa pequeña mentira.

— Esa pequeña mentira —repetí indignada—. Decir que estamos casados no es cualquier cosa. ¿Qué hay de mí? ¿No te importó lo que se dijera?

— No te preocupes, seguramente todos se olvidarán del chisme en unos días. Bueno… —murmuró por lo bajo— esperemos que Sue no diga a nadie. ¡Mierda! —se incorporó de un salto y yo lo hice junto a él.

— ¿Qué ocurre?

Sujetó mis brazos, mirándome fijo. Era una sensación extraña que tocara mi piel, era… excitante. Y mi tonto corazón emocionado empezó a latir como potro desbocado.

— Tengo que salir, no le abras a nadie, ¿de acuerdo?

— ¿Por qué? ¿A dónde vas?

— Iré a buscar a…

El timbre sonó y Edward miró alarmado hacia la puerta. Caminó lentamente y se asomó por la mirilla.

— ¿Quién es?

Edward volteó a verme y cubrió mi boca con su enorme y fuerte mano.

— No hables —musitó.

Mis ojos se abrieron muy grandes, no entendía qué sucedía con él, tan solo moví la cabeza, asintiendo.

— Edward, sé que estás en casa, ábreme —dijo la voz de una mujer mientras golpeaba la puerta como si quisiera derribarla—. Quiero una explicación, ¿por qué no fuimos tomados en cuenta?

— Mamá, tranquila… —esa era la voz de Alice, la reconocí— te hará daño, recuerda tu tensión. Además debe haber un error, no puedes creer en todos los chismes que inventan y menos los que dice tía Sue.

— ¿Lo sabías? —Escuché que preguntó—. ¿Sabías que tu hermano se casó porque embarazó a una chica?

Miré a Edward y lo fulminé con la mirada. Quería hablar, quería gritarle lo que se merecía, sin embargo su mano estaba fuertemente cubriendo mi boca.

Intenté zafarme. Lo único que logré fue que su brazo rodeara con fuerza mi cintura, sentí todo su cuerpo pegado al mío y el calor subió abruptamente por mi piel, el ambiente se puso caluroso.

— Eres un… —solo pude articular antes de ser nuevamente cubierta por su gran mano.

— Te juro que no es así, Bella —susurró en mi oído— no inventé nada de embarazo, créeme.

— ¡Anthony! —la voz de esa mujer resonó con fuerza— ¡Tony, abre la puerta!

Y yo me quedé sin poder moverme. Me paralice al escuchar ese nombre, hacía tanto tiempo que no lo escuchaba que de pronto recuerdos querían apropiarse de mi mente.

Pestañeé y fijé mis ojos en el mentiroso que me tenía sometida.

— Bella, espérame en la habitación —me pidió dulcemente—. Por favor, te daré todas las explicaciones que quieras, solo déjame hablar con mi madre antes de que derribe la puerta.

Estuve de acuerdo y asentí con vehemencia.

Edward bajó lentamente su mano dejándome libre, di dos pasos atrás sin dejar de observar su rostro: cejas pobladas e intensos ojos verdes y ese hermoso color de pelo cobrizo.

Llevé una mano a mi pecho.

No había espinillas, gafas de armazón llamativo y dientes empalmados. No era un cuerpo desgarbado y desnutrido.

Mi corazón empezó a latir frenéticamente, empecé a respirar con dificultad y todo comenzó a dar vueltas, abrí la boca desesperada por el aire que necesitaba y caminé en busca de mi inhalador.

Tropecé. Estaba por caer y unos fuertes brazos me sujetaron.

— Bella, ¿qué tienes? —preguntó alarmado.

Él no era…

Boqueé en busca de aire,

— Oh, Dios —escuché a lo lejos la voz de una mujer— ¿está embarazada?

— Mamá, por favor. Está teniendo un ataque de asma, ayúdame.

No podía ser…

Edward "mentiroso" Cullen.

Era…

Jengibre caliente.


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