Disclaimer:

Nada me pertenece... Todo es de JK Rowling, de Warner BROS. y quien más tenga vela en este entierro ^.^ Este fanfic tiene fines de entretenimiento y no estoy ganando dinero por esto, así que no me demanden!

Nota:
Ya saben que utilizo algunos términos en inglés porque soy una mujer a la que le encanta alardear su conocimiento del idioma y le da flojera buscar las equivalencias en la versión en español ^.^U

Después del intento fallido anterior, decidí darle a Harry una perspectiva más madura del mundo... Ya saben que sólo tiene 4 años, pero no se comporta con su edad ^.^
Eso se debe, más que a otra cosa, a múltiples sesiones de la maldición Cruciatus... lo cual pienso yo, es una efectiva manera (demasiada) de poner a alguien en el camino... *ejem* "correcto" ^^;;;

-Parselmouth = La persona que habla parsel

-Parseltongue = La lengua de las serpientes

-Death eaters = Mortífagos


El niño miraba incrédulo los ojos de la gigantesca serpiente frente a él. La gran cabeza se encontraba a nivel con la suya, como si estuviera analizando los rasgos de su rostro. Con una rápida inspección a su entorno, Harry concluyó que se encontraba en su cama, echado sobre su espalda, y sobre él, la gran criatura que limitaba sus movimientos.

Seguía soñando. ¿Qué otra explicación podría haber? No todos los días uno se levantaba para encontrar este tipo de sorpresas.

Intentando calmar su miedo, cerró los ojos y relajó sus músculos. Respiró profundamente por un -largo- momento. Cuando se tranquilizó, volvió a mirar los ojos de la serpiente. Éstos le devolvían la mirada.

Extraño...

Harry tenía la seguridad que el gigantesco animal no le haría daño... al menos en ese momento. Intentó sentarse, pero el peso le impedía moverse de su lugar.

Sintiendo que se encontraba -una vez más- atrapado en alguna pesadilla de la que no podía despertar, decidió enfrentar sus temores de la manera más directa. Esta era una actividad en la que se había desarrollado bastante destreza.

-Si estoy soñando, -murmuró suave y dulcemente a la serpiente- y me vas a matar, ¿por qué no muero ahora? -Una sonrisa resignada se dibujó en su rostro.

La criatura volteó gran parte de su cuello para mirar detrás de ella. En los siguientes segundos de silencio que continuaron, el muchacho se preparó para un ataque de la serpiente. No es que no pudiera evitar la mordida fatal, sino que, por experiencia, Harry sabía que huir de aquello que lo perseguía era fútil. Los monstruos siempre lo alcanzaban en sus pesadillas, sin importar estar en su escoba, sobre un dragón o a pie.

-Potter, ¿quieres morir? –inquirió una voz conocida.

Moverse bajo el excesivo peso de la serpiente no era fácil. Fue gracias a que ella se trasladó al pie de la cama, que el niño pudo sentarse cómodamente y alcanzar sus anteojos del velador.

Después del horrible incidente del mes pasado, Tom tuvo mayores problemas para llevarlo a un muggle que le proporcionara lo que necesitaba. El viejo le preguntaba cada cinco segundos qué animal veía en la pared. Cuando no pudo distinguir al perro del dinosaurio, se decidió que necesitaba "gafas mágicas" (en las palabras del muggle). Harry aún no sabía qué de mágico tenía el objeto, pero le permitían ver mejor y eso le bastaba.

Enfocando el mundo a su alrededor, pudo notar que su padre se encontraba parado al lado de su cama, mostrando una extraña expresión en el rostro.

***

El niño yacía tranquilamente en su lecho. La mirada del hombre recorrió la figura del muchacho. Cabello azabache, desordenado y caótico. Cicatriz en forma de relámpago, contrastante con su pálida piel. Pequeño y delgado cuerpo, envuelto en cubiertas demasiado grandes. Ojos...

Eran sus ojos.

Ojos que en el presente se encontraban atrapados por sus delicados párpados. Ellos eran lo que más influían, concluyó. Era la característica más notable. Vivos. Alegres. Ingenuos. Sinceros. Y sin embargo... Nublados. Cansados. Atormentados. Resignados. La imagen mental del niño danzaba ante él. Tres años habían pasado, pero él seguía siendo un misterio para el hombre. Imposible de descifrar. No solo era el extraordinario poder en bruto que irradiaba, sino su propio ser. Su personalidad lo tenía desconcertado. Podía verse feliz y lucir su edad, desbordando inocencia. ¡Y zas! Al momento siguiente, mirar por la ventana, sumirse en silencio y... esa mirada tocar sus ojos. Aquella mirada que sólo poseían aquellos hombres que han visto las mayores crueldades e injusticias del mundo, resignarse a nunca poder ganarle al destino, y sin embargo, seguir luchando por la mínima diferencia. Cuando esto ocurría, Voldemort no sabía que hacer. Harry maduraba visiblemente, y él tenía la sensación que, de proponer temas que van mucho más allá de la capacidad de comprensión de un niño de cuatro años, el muchacho respondería. No sólo eso, se dijo sarcásticamente, probablemente lo sorprendería diciendo una de las verdades universales o leyes físicas del cosmos.

Una sonrisa burlona se extendió por sus labios.

Tres años del pasado.

Hace exactamente esa cantidad de tiempo que recogió al bebé. Verdad, nunca se había interesado en averiguar el verdadero cumpleaños... pero eso era trivial, y a Harry no parece importarle. Nunca antes había celebrado esta fecha, mucho menos, darle un regalo. Pero esta vez era diferente, el obsequio iba a serle útil, o al menos eso era lo que se decía. En ocasiones como éstas, es cuando Voldemort se preguntaba si realmente no se estaba encariñando con el bebé. ¿Quizá una parte de él -la humana- quería darle lo que su propio padre nunca le ofreció? No. El regalo iba a serle útil -se convenció nuevamente-, ayudar a mantenerlo controlado, de una forma más allá de lo que alguna vez le podría dar la niñera-elfa. En Nagini sí confiaba enteramente, después de todo, era la única familia -real- que le quedaba.

Antes de darle a Potter a su cuidado, debía convencerla que no lo lastime. Suspiró. El niño sería tan buen bocado... Va a ser una tentación terrible para la serpiente.

Nagini, sal a jugar –siseó a la habitación.

La antigüedad colgando de su cuello vibró con excitación un instante. El Parsithel, como se llamaba el medallón, había sido pasado como herencia en su familia desde que se produjo. Aún se acordaba de la primera vez que lo vio. Cómo brilló ante sus ojos. Cómo le susurraba que lo tomara. Cómo su sangre respondía instintivamente... Le tomó tiempo redescubrir sus secretos... pero ¡cómo valieron la pena éstos! Incluso ahora, la delicada riqueza mostraba misterios en sombra, conocimientos que aún no lograba extraer, pero que tenía la eternidad para hacerlo...

La reconocida sensación lo sobrecogió. Dulce calor que acariciaba su piel y que provenía de su sangre. Crudo poder que latía al exterior. La impresión de estar rodeado de seguridad y confianza. Una oscura sustancia brotó de la reliquia. Un espeso líquido que flotaba a su alrededor. Visualizó la forma favorita de Nagini, una anaconda completamente vestida en sombra, de cuatro metros de largo y robusto cuerpo. La sustancia envolviéndolo obedeció silenciosamente a su comando. Todo el proceso dio como fruto a una gigantesca serpiente frente a él.

Nagini le muestra un gesto de placer al sentir su poderosa forma.

¿Amo? –esperaba sus comandos.

Señaló a la figura aún dormida en la cama.

Pero abstente –dijo cortantemente.

Nagini asintió. Su lengua saboreando el aire, y siempre vigilante, sube a la superficie y rodea al niño. Placer en sus ojos y gracia en sus movimientos, se detiene.

El hombre sonríe sádicamente anticipando el horror de la pequeña criatura al despertar y encontrar una majestuosa serpiente encima de él. Puede que Harry mostrara comportamientos más allá de los normales, pero seguía siendo, muy en el fondo, un niño común. Que él se ponga paranoico por solas miradas y momentos de silencio incómodos, sólo demostraba lo poco preparado que se encontraba para criar infantes, una de las infinitas razones por las que jamás tendrá hijos. No podría entender todas las necesidades de ese ser escuálido, y el compromiso de afecto... Un escalofrío recorrió su espina. Certeramente, no sabía criar niños.

Ah... Pero lo que sí sabía hacer, y muy bien, era infundir terror a los más débiles de mente. Una actividad que consideraba su pasatiempo preferido, es más, uno de sus grandes lemas estaba basado aquí. Nadie respeta lo que no teme.

Cómo se haría él seguro que todo el mundo le temiera. Sólo así ganaría gran respeto... y disfrutaría de su eterna existencia.

Un movimiento llamó su atención. Potter se movía bajo las cubiertas de la cama.

***

Potter, ¿quieres morir?

Le tomó un segundo recuperarse del comentario que hizo el niño. ¿Qué niño normal estaba dispuesto a morir? Definitivamente éste era un espécimen que no podía leer. Aún si fuera un sueño, esos... deseos no eran comunes. Por no decir tendencias suicidas. ¿Qué pasó con el miedo? ¿Con el terror? ¿Acaso la generación venidera era tan... emocionalmente inestable?

En ocasiones era normal vagar por los abismos de tu cabeza, desear la muerte y preguntarte si el mundo sería mejor si no hubieras nacido... Pero lo que no era normal, es que un bebé de cuatro años acepte la muerte como si fuera algo de todos los días. ¿Quizá demasiadas maldiciones cruciatus han atrofiado su cerebro? No le veía otra razón lógica, a menos que... ¡¿Tan mal padre era?!

El pensamiento causó un agudo dolor en su pecho, aunque no lo admitiría ni muerto. ¿Quién creería que el gran Lord Voldemort se sentía culpable? Culpable porque era un peor padre que aquel que nunca fue uno para él. Era verdad que no se había esforzado por ser un... modelo paternal para el muchacho, pero no llegó a pensar que estas iban a ser las consecuencias. Si no se cuidaba, años de espera y paciencia se irían por el desagüe. Él no querría que el hijo de los Potter se suicidara, ¿verdad? No. Le era útil, demasiado valioso para perder. El arma perfecta, un as bajo la manga. Si desaparecía de sus planes... todo lo relacionado a los últimos tres años (y los que seguirían) hubieran sido una total pérdida.

Nota mental: Seguir cada movimiento de Potter de cerca y asegurarse que no tenga ningún "accidente" en el camino.

Enfocó su concentración en la realidad y decidió seguir con el plan original. Después conversaría muy seriamente con la elfa doméstica que servía de niñera y daría unas simples pero concretas indicaciones a Nagini de la importancia del infante.

***

-No, señor –respondió bajando la mirada a las sábanas. Era muy improbable que esté soñando; las sensaciones de su cuerpo eran demasiado vívidas. Eso sin tomar en cuenta el colorido de la habitación, la mayoría de sus pesadillas ocurrían de noche y las presenciaba en tonalidades oscuras, siendo el rojo y verde los únicos colores resaltantes.

Nagini, –Tom le dirigió un ligero vistazo al muchacho antes de regresar al animal- ¿Qué opinas?

La serpiente comenzó a arrastrarse por la superficie. Harry sintió, una vez más, el peso de la criatura inmovilizándolo. Probablemente ya no podría levantarse. Respaldándose en la cabecera de la cama, cerró momentáneamente sus ojos y ordenó a su corazón dejar de latir tan rápido.

Me agrada, amo –una voz silbante acarició el aire.

Nagini aproximó su cabeza a la cara del muchacho. Harry la observó estupefacto cuando ella sacó la lengua y le hizo tímidas cosquillas en la nariz.

Me gusta –sus ojos negros examinando cautelosamente la expresión del niño.

La atención de Harry se disipó al experimentar una inclinación del colchón; su padre se había sentado a su lado, mas no le dirigió sus ojos. El niño, casi celoso, notó que lo único que capturaba la mente de Tom, era la grandiosa serpiente negra, a quien le dirigió una sonrisa maliciosa de esas que declaraban saber lo que estabas pensando.

Te advierto Nagini, este niño definitivamente no es un juguete –el tono frívolo de la advertencia implicaba claramente que esta era una orden hecha para no ser desobedecida.

Harry observó calladamente a la serpiente. Una expresión de duda y confusión distorsionaba su rostro amenazador.

No comprendo, mi Señor

El peso sobre sus piernas cambiaba de posición mientras la criatura se arrastraba lentamente al regazo de su padre. Un delicado escalofrío recorrió su espina.

Tom acarició la escamosa piel con un tierno movimiento de manos. Harry podía sentirlos intercambiar palabras silenciosas con cariños y miradas. Definitivamente se sentía ignorado. Su padre nunca lo había tratado de esa manera a él y esta era la primera vez que lo veía tan amoroso. Si no fuera porque sería castigado, tomaría drásticas medidas para llamar la atención del hombre.

Momentos de silencio se prolongaron indefinidamente, como si su padre tuviera una batalla interna que le impedía decidir rápidamente un curso de acción. Suspiró.

El chiquillo me tortura día y noche con que quiere una mascota -murmuró-. Mi querida Nagini, tú conoces el monto de mi escasa paciencia, y esto está llegando a colarse a mis nervios... -reprimió el instinto de asesinar algo- Tengo tres opciones: lo mato, me mato, o le doy su estúpida mascota -se detuvo. Miró intensamente a la serpiente, sus ojos dándole a entender lo que significaba ello-. Lamento rebajarte, mi preciosa, pero las dos primeras soluciones son inconcebibles... Tengo que darle su mascota –añadió con un aire de derrota.

-¡¿En serio?! –exclamó Harry con alegría, prácticamente saltando en la cama.

Celos aparte, ¡su padre estaba aceptando darle una mascota! ¿Cuánto tiempo había sido? Desde que había terminado de leer el libro de Bestias Fantásticas y Dónde Encontrarlas había rogado incesantemente por un animal, cualquiera, no importaba. Su padre siempre ponía excusas, argumentando que era muy joven para recibir la valiosa responsabilidad de otra vida. Finalmente, ¡todos sus esfuerzos daban frutos! Pero...

-¿Qué mascota va a ser? –susurró para sí mismo.

Debía ser algo pequeño, fácil de cuidar, legal (aún se acordaba de los dragones), y sobretodo, inofensivo. Harry aún era pequeño, ¿que tal si el animal le mordía o le hacía daño? Algo que no le diera miedo...

Levantó su cabeza. Su padre lo observaba. La intensidad de sus ojos, prácticamente enviando centellas, no lo dejó ni por un instante. Nunca Harry se había sentido tan desnudo y vulnerable ante una mirada de él. Pálido, estaba seguro que lo castigaría por algo que había hecho. Su respiración se volvió elaborada. ¿Qué había hecho ahora?

¿Me entiendes, Potter? –le preguntó sin que su mirada calculadora lo abandonara.

El niño asintió tímidamente.

Un arco iris de expresiones desfilaron por el rostro de Tom; duda, sorpresa, confusión, asombro, orgullo, felicidad, preocupación... Jamás Harry había capturado de su padre tantas emociones en un solo día, siendo más increíble: consecutivas. Se preguntaba si aquello era bueno...

Se sintió aliviado cuando los ojos dejaron de escudriñarlo, y se posaron sobre la gran serpiente descansando en sus piernas.

***

Imposible.

¿El niño lo acaba de entender? Estaba seguro que hablaba en parseltongue, ¿o no?

El don del lenguaje de las serpientes fue algo que tardó en descubrir... por accidente. Mas desde el día en que aprendió de este secreto, dirigió sus metas a dominarlo completamente. No era posible que no haya hablado parseltongue si su intención era opuesta. Entonces... ¿el niño comprendía el lenguaje?

Imposible.

Harry Potter era un parselmouth.

Tuvo que acordarse de cerrar la boca.

¡Estas habilidades no eran comunes! ¡Y no se podían aprender! ¡¿Cómo podía tenerlas?! Por todo lo que sabía, él, el temido Lord Voldemort, era el único ser vivo con esa virtud en el mundo. No era posible que el hijo de los Potter heredara el don de esos padres buenos para nada.

El destino debe de mirarlo con generosidad si el azar lo envió a sus manos... Otro parselmouth, ¿quién lo hubiera imaginado? Y uno que lo llamaba "padre", sabiendo que no lo era en realidad. ¿Sería esta una oportunidad que los dioses ponían a su alcance? ¿Cuántas veces de joven, Tom Riddle rezó y rogó por la oportunidad de tener una familia que lo amara? Nunca se presentó en el orfanato, ni en el mundo mágico, cuando pudo explorarlo a su antojo. No hubo nadie con quien se identificara. Nadie que se asimilara a él. Nadie que fuera familia.

Esto traía cambios drásticos a sus planes.

Su mente comenzó una carrera de pensamientos. Iniciaría al muchacho Potter en el reducido círculo que era su familia. Le enseñaría todo lo que pudiera aprender. Lo educaría a su manera. Se convertiría en el padre que tanto deseaba el niño... y él sería la familia que tanto deseaba Tom Riddle.

El hombre forzó a su cabeza detenerse.

¿Qué pasaba con su antiguo autocontrol? 

Destruyó sus ilusiones. No había nada que indicara que todo lo que conjuraba fuera verdad. Una vez más, sus pensamientos se habían salido de control, tomado viva propia, y dieron rienda suelta a su imaginación.

Maldición.

Tom Riddle, la parte humana, aún vivía dentro de él.

Después de tantos años de crear barreras alrededor suyo, de pensar estrategias de cómo controlar su destino, de sepultarlo más y más en lo profundo... aún vivía. Maldita conciencia. Maldito corazón. No podía detener sus esperanzas o sus expectativas. Decidió entonces, darles una oportunidad.

La única.

Después de todo, en el pasado, siempre que le daba una oportunidad a alguien, salía decepcionado... no era como si su suerte empezara a cambiar ahora, ¿verdad?

***

Harry, ¿Por qué no intentas presentarte a Nagini?

El rostro de su padre regresó a su estado normal de indiferencia, sin embargo, el tono de su voz delataba... algo más. El brillo de sus ojos, tampoco pasó desapercibido por el infante, que asintió. Harry dirigió su atención a la serpiente, que se mostraba ansiosa. Tragó saliva.

-Hola... err... Nagini, soy… uh... Ha-Harry Po... tter –dijo nerviosamente.

Nagini negó con la cabeza sin perderlo de vista.

¿Por qué no intentas mirarla a los ojos cuando te presentas, muchacho? –su voz bajo estricto control.

Harry miró a la serpiente. Estaba asustado. En cualquier momento, sin previo aviso, la inmensa serpiente podía atacarlo y con el aspecto que poseía, dudaba que esos colmillos no inyectaran veneno... Pero su padre le había ordenado hacerlo, lo que significaba que no había peligro alguno ¿...no? Tomó aire y se acercó al animal. Sus ojos negros siguiendo cada uno de sus movimientos. El nerviosismo se reflejó en su voz.

Hola Na-Nagini, soy... Harry Potter.

Los ojos de la serpiente se agrandaron. Súbitamente volteó su cabeza para mirar a su padre. El movimiento lo tomó por sorpresa. Después de unos segundos de mirarla anonadado, Harry hizo lo mismo.

Tom tenía la boca abierta, como si quisiera hablar pero ningún sonido salía de ella. Al cabo de un largo silencio, su padre sonrió. No era una sonrisa misteriosa, ni maliciosa. Una sonrisa de alegría, del tipo desconocido y escaso.

Esto es... inesperado –la sonrisa aún pegada en su rostro.

***

La verdad, se sentía aliviado. Todas las oportunidades que se dio en el pasado no cosecharon producto alguno. Una de las razones por las que decidió apagar esa vocecita insulsa e insustancial que rogaba por otra herida en su alma. El pasado, pasado. El presente demostraba que las oportunidades existían si tan sólo él dejaba que vinieran. Lo cual hacía que se preguntara qué hubiera ocurrido de haber intentado asesinar al niño esa noche... De haberle negado la oportunidad de vivir...

El niño está lleno de oportunidades.

O mejor dicho: El niño le traía oportunidades, ¿por qué no tomarlas? Tom Riddle tenía derecho a ser feliz. La idea se revolvía en su cabeza.

***

Ver a su padre sonreír, le drenó el miedo por completo. Durante unos segundos, Tom mostró estar pensando profundamente, sus ojos concentrándose en el vacío.

Cambio de planes, mi querida -susurró a la serpiente. Depositó su atención en el niño frente a él. Duda. Silencio.- ¿Eres digno de confianza, Harry?

Asintió.

Duda nuevamente. ¿Su padre se encontraba incómodo? El hombre le acarició a Nagini antes de continuar.

Nagini es no es cualquier serpiente. Es una criatura muy especial. Mágica. –Lo miró directamente.- Es la Guardiana de mi familia desde hace incontables generaciones, Potter. Nuestro Símbolo, nuestra Fuerza, nuestra Protectora, y nuestra Herencia. Ella es un miembro de la familia... igual que tú.

Emoción. Es cierto que tenía el conocimiento que el hombre no era su padre, pero se sentía contento llamarlo como si lo fuera. Sin embargo, en todo el tiempo que recordaba, no había habido una sola vez, ni una sola, en el que Tom lo llamara hijo. Y ahora lo iba a consideraba de la familia... Eso era lo que se suponía que era, ¿no? Su hijo. Estaba tan feliz.

Dame tu mano derecha

Hizo lo que le pidió sin pensarlo dos veces.

Tom transfiguró una vela de la habitación en una simple daga. Sostuvo fuertemente su mano. Harry temblaba de temor mientras la deslizaba por su palma. Una punteada de ardor en el corte, seguido por el fluido de sangre. Pálido, levantó la mirada a su padre. Nada. El rostro era imposible de leer.

Tom murmuró unas palabras inteligibles e inmediatamente un añejo medallón apareció alrededor de su cuello. Hecho de un extraño material verde pálido, la cadena simple y plana, contrastaba completamente con la exquisita joya que soportaba. Ésta tenía la forma de un hexágono alargado, verde oscuro. Parecía contener vida propia, colores brillantes y oscuros bailaban dentro de su interior. Sin embargo, lo que más llamaba la atención, era la hermosa serpiente que se movía y danzaba dentro del marco negro, sacando su lengua con delicadeza, como tentando a atraparla.

Otras palabras más, y su padre tiró suavemente de la joya, desprendiéndose una réplica exacta del hermoso ornamento.

***

Un tumulto de vestigios del pasado se revolvían en la mente de Tom Riddle. El pasado le dio una pequeña visita, y por un momento, recuerdos dolorosos y sepultados salieron a la superficie.

Paciencia, tolerancia y mucho... demasiado tiempo invertido.

Gran parte de mi vida volcada en esa única actividad.

Siento asco al pensar en todas las ilusiones y sueños que mi imaginación me alimentó durante todos esos años. Fantasías de las que cogí fortaleza. ¿Y para qué? Esto era todo lo que tenía la realidad que ofrecerme: desilusión.

Tristeza dio paso a la depresión.

Mi universo obtuvo un significado nuevo y la comprensión golpeó dura y profundamente.

Nadie me amaba.

Nadie se preocupaba por mi existencia.

A nadie le hacía la diferencia en este mundo.

Un sonrisa agria surcó mi rostro. Tanto anhelo malgastado. Tantas noches sin dormir ansiando ese momento. Todo era una basura.

Madre.

¿Fuiste tú la única que me amó? Lastima que nunca llegué a conocerte... ¿Te sentirías orgullosa de mí? ¿De lo que soy? ¿De lo que fui? ¿De lo que seré? ¿Serás feliz?

Mi pecho encontraba el respirar un trabajo forzoso. El dolor era intenso, una bola de energía que me quemaba los pulmones y mi corazón. ¿Seré feliz si me uno a ti? Mamá... Yo no soy feliz aquí. Nunca lo fui realmente... y probablemente nunca seré. Jamás tendré una verdadera familia... Nadie que me dé regalos en mi cumpleaños, que se siente al lado de mi cama cuando me enfermo, que me riña por mis travesuras, que...

El nudo de mi garganta era imposible de ignorar. No hablaba en voz alta, eso sería estúpido, pero los sentimientos jugaban dentro de mí.

No voy a llorar...

Me tomé un momento de dificultosa respiración profunda para tragarme las lágrimas.

Quiero morir...

El pensamiento oscuro cruzó mi mente durante varias semanas. Ese verano no hice más que aislarme del resto de los huérfanos.

Depresión dio paso a  la auto evaluación.

Reordené mis pensamientos y mis deseos. Destruí mi pasado y creé planes para uno completamente nuevo. Una nueva mentira de la cual vivir, de la cual crecer.

En algún momento el cambió cavó en mí. El amor que profesé por el hombre desconocido -e inevitablemente anhelado-, tomó un giro nuevo.

Se dice que el amor y el odio son la misma cara de una moneda, la indiferencia siendo el opuesto de ambos... Ahí, en el rincón del orfanato que clamé para mí, creí fielmente en ello. Mi amor se convirtió en odio, del más puro y obsesivo, tan diferentes, pero tan cercanos.

Ella está muerta y yo... yo estoy vivo.

Fui ahí cuando decidí convertirme en el más grande y poderoso mago que este universo alguna vez hubiera visto. No me detendría por nada. Por nadie. Nadie saldría de su camino por mí, no había razón de hacer lo mismo.

Por ella extenderé mi mano y cerraré mis dedos, forzando todo el reconocimiento que pudiera exprimir de este turbio mundo. Nadie se atrevería a decir que mi madre murió en vano. Que yo no valía la pena. Que no valí el esfuerzo. Maldito.

Por ella tomaré venganza de ese roído ser que la traicionó, rompió su corazón y la abandonó. Que no le dio una oportunidad y a quien la sola palabra "magia" invocaba símbolos de un demonio inexistente. El único demonio eres tú.

Por ella... y por mí. Porque también me abandonó... No sólo una vez, sino dos. Eso no se lo perdonaría. Jamás.

Hoy Tom Marvolo Riddle dejaba de existir y Lord Voldemort tomaría su lugar.

Otro pedazo de su vida resplandecía ante él, probablemente recordándole lo miserable que había sido en el pasado.

El hombre lo miró con desdén el momento que se presentó ante él. Irónico. Él se sentía igual. Eso y más. El odio lo estaba consumiendo, impulsándolo a considerar planes nuevos para ese día. Saltéate el saludo, ve directamente a la tortura, le decía. Mas años de esperanzas y fantasías inocentes lo convencieron en darle una oportunidad. Otra más.

Esta era la razón por la que se puso su mejor máscara y reprodujo su mejor acto. Aquello destinado a ganarse al hombre. Dejó surgir al niño dentro de él que no llegó a crecer. Sonrió, mostró su nerviosismo y trató -realmente intento- de conversar civilizadamente como los dos adultos que eran.

¿El resultado?

Una patada en el trasero. Una puñalada a su alma.

Los sentimientos regresaron a él. Fue entonces cuando recordó vivamente, esa tarde de verano.

Comenzó a reír malévolamente...

¡Maldigo el día que las manos de ese despreciable muggle bastardo tocaron esta delicadeza!, pensó. El pasado estaba azotándose contra sus recuerdos de una manera poco gentil.

Apreció la antigüedad en su mano. Era hermoso. Siempre manteniendo su belleza a través de los años. Cómo disfrutó arrancarlo de su inerte cuello, agradeciendo el regalo de su madre...

Sonrió internamente, obligándose a regresar al presente.

***

Su padre puso la joya sobre la sangre en la palma de Harry, forzando luego a cerrarla. La sensación era indescriptible, imposible de poner en palabras. Poder corriendo por sus venas. Voces susurrando frases que no comprendía. Imágenes desconocidas que venían a él. Frío. Calor. Toda emoción posible de sentir en el ser humano. El completo espectro de colores pasó por sus ojos. El niño sentía que se asfixiaba por todo lo que estaba experimentando, un golpe severo a todos sus sentidos.

Finalmente, se detuvo.

Duró apenas unos instantes, pero Harry sentía como si fuera una persona diferente, más en control de su vida. Abrió los ojos, gracioso que no se acordara haberlos cerrado. Miró su mano derecha. El corte había desaparecido completamente, ni una gota de sangre en su palma. Ni siquiera una cicatriz. Flexionó sus dedos. No había nada extraño en ellos, pero... Algo faltaba a la escena...

Pánico. Si perdía el regalo que le confió su padre... No quería pensar en los castigos que sufriría. Comenzó a temblar del miedo y se puso pálido. ¡¿Ahora qué?! ¿Qué hago? Decirle que se me cayó al suelo, o...

No te preocupes, Harry, el Parsithel se encuentra aquí –posicionó uno de sus largos, delgados y pálidos dedos sobre su pecho.

Trató de verlo, pero no lo pudo encontrar, incluso cuando revisó bajo su pijama.

Nadie va a poder verlo hasta que le comandes que se muestre, o utilices alguno de sus excepcionales poderes –la voz de su padre clamó su atención. Lo miró a la cara.- Ahora, se encuentra en tu sangre. Una vez el lazo es hecho, nada puede romperlo. Ah... –esbozó una sonrisa malvada.- Eso no es cierto... al menos no completamente, -su rostro se contorció aún más,- sólo la muerte puede hacer que pierdas la Herencia. -Se volvió rígido con furia.- Una de las tantas razones para asesinar a ese desgraciado...

Los ojos del niño se volvieron vidriosos, el terror que el rostro que su padre inspiraba lo golpeaba constantemente, como si dirigiera dagas a su persona. Los cerró por completo. El sentimiento descendió considerablemente. Ahora tenía miedo de abrirlos...

Amo... –siseó la serpiente.

Silencio. Luego, lentamente, la presión sobre sus pulmones se retiró. Miró la habitación.

Por supuesto, -escuchó a su padre decir-. No me dejaré llevar de nuevo, Nagini. Realmente estoy trabajando en mi temperamento -le sonrió maliciosamente y luego volteó a mirar al infante-. Verás Harry, en el mundo sólo existe un par de estos... increíbles medallones. Producidos, supongo, para ser compartido entre amantes -luchó de nuevo con su furia-, pero dudo que yo alguna vez me case -rió ante esto. Cuando terminó, se puso serio nuevamente-. Cuando uno de los dos muera, seas tú, sea yo, la pareja del Parsithel regresará automáticamente a la otra persona, notificándola de su muerte y uniéndose a ella en espera del siguiente poseedor. Por esta razón, -le dirigió una mirada dura y seria- espero que nunca me defraudes... -dijo en una voz grave, penetrándolo con esos ojos escarlatas.

Harry no pudo encontrar su voz, así que asintió lentamente.

¡Ah...! Pero esa no es la verdadera razón por la que te doy este regalo, Harry. ¿Viste la hermosa criatura antes que desapareciera?

Asintió, al parecer no iba a recuperar el habla de aquí a mucho tiempo.

Eres un parselmouth, y el Parsithel es, ante todo, una poderosa herramienta para nosotros. Este regalo te da la habilidad de invocar a mi querida Nagini –acarició a la serpiente-, y eso tiene sus libertades también.

Harry miró de reojo a la serpiente, Nagini asintió y sacó la lengua rápidamente. Su padre no tenía que decirle el resto, ya lo sabía.

¿Cómo? No tenía ni la menor idea.

Nagini no necesitaba alimentarse para sobrevivir, incluso era inmortal mientras ambos medallones de los que provenía no fuera destruido. Pero esto no le impedía comer... Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando las imágenes corrieron a su mente. Su veneno rivalizaba al del basilisk, si no era más potente que el de esa criatura. Su apariencia podía cambiar, según lo quisiera el dueño, con la restricción que mantuviera su forma natural: una serpiente. Las visiones empezaron a mostrarle otras características, pero otra voz cortó sus pensamientos.

Habilidades de las que estoy seguro, Nagini querrá detallar contigo.

Su padre se levantó de la cama.

Cámbiate de ropa, y baja a desayunar, ahora. Esto ha tardado más tiempo del que tenía disponible. Regresaré mañana, Harry. Asegúrate de... platicar bastante con Nagini, estoy seguro que ella... está ansiosa de conocerte mejor.

***

Hecho.

Ahora, era imposible de arrepentirse de su decisión a menos que decidiera asesinar a Potter. Voldemort sintió un escalofrío. Se había atado al muchacho, y ¿la razón? ¿Un simple capricho suyo?

Definitivamente había que trabajar en controlarse. Especialmente a cierto Tom Riddle.

***

Otra vez su padre desaparecía. Eran extraños los días que se quedaba a su lado; el trabajo lo tenía demasiado ocupado. A veces Harry pensaba que a Tom no le agradaba pasar tiempo con él. Añádele las horrendas pesadillas que nunca lo dejaban tranquilo, los dolores de cabeza que se intensificaban cuando su padre se retiraba de la casa... y obtenías a un Harry que se sentía muy solo.

-Demy, dejo al muchacho a tu cuidado –notificó antes de moverse hacia la puerta, donde se detuvo. Volteó.- Me olvidaba... Feliz Cumpleaños, Harry Potter –sonriendo misteriosamente se perdió de vista.

La elfa-niñera apareció en la habitación. Un vistazo a la serpiente y se puso pálida. Alzó sus dos manos a la boca, y negando con la cabeza, tomó pequeños -realmente pequeños- pasos hacia donde estaba él... y Nagini.

Entendiendo lo que sucedía, el niño buscó la mirada de la criatura en su cama. La serpiente saboreó el aire y reposó su cabeza sobre las cubiertas, imitando un perro en sumisión a su amo.

-No te va a hacer daño.

Demy lanzó un pequeño grito que ahogó al taparse con mayor fuerza, la boca. Observó a la serpiente de nuevo, y decidió que el niño no tenía la razón, porque no hizo cambio alguno para acercarse a él más rápido.

¿Verdad que no le vas a hacer daño? –preguntó dirigiéndose a la serpiente.

La serpiente sonrió maliciosamente y un extraño brillo apareció en sus ojos. Después de un -largo- momento de disfrutar de la vista aterrorizada de la elfa, asintió con su cabeza mientras circulaba sobre la superficie de la cama, la forma de Harry.

Por supuesto que no, amo Harry Potter –silbó Nagini, prácticamente envolviendo el cuerpo del niño-. Es ella, a mi parecer, la que no quiere acercarse a usted –la imitación de una risa humana flotando en el aire.

***

-¿Qué dijiste, Macnair?

Todos enmudecen al escuchar mi voz cortar el ambiente. Me complace ver que una ola de terror los azota cada vez que mi atención ondula sobre sus rostros enmascarados. Sonrío internamente. Esta era mi elite, los más hábiles y leales death eaters que se encontraba a mi servicio. Lamentablemente, algunos eran los más estúpidos también.

No se puede tener todo en la vida, me convenzo a mí mismo cada vez que debo lidiar con alguna de sus estupideces. Sobretodo cuando esas tonterías son las que arruinan mis planes... repetidas veces.

Dejo posar mi mirada impenetrable en el hombre al que me dirigí. Con la cabeza gacha, musita incongruencias destinadas a halagarme y desinteresarme del castigo que se merece. Me entretiene presenciar su terror, me recuerda esa noche muchos años atrás, cuando se inició el principio de mi ascendencia al poder. La manera en que chilló mi asqueroso padre aún es motivo de alegría. Quizás por eso encontraba tanto placer en torturar a los inferiores muggles, buscando revivir aquella dulce memoria y lograr que perdurara para siempre. Me pregunto qué es lo que dirían aquellos ignorantes psicólogos del orfanato si quisieran psicoanalizarme... ¡Ja!

-Crucio

La disciplina era algo demasiado importante para dejarlo correr en esta ocasión. Macnair sólo murmuró una pregunta, que probablemente se extendía en las cabecitas huecas de la mayoría de mis sirvientes, pero dejarla de lado... traería incómodas consecuencias. Aún debo de darles fe en algo; la motivación era muy importante para hacer las misiones exitosas.

Disfrutaría de los gritos y lamentos del trapo de humano a mis pies si es que esto no maquinara un plan en mi cabeza. Si no actuaba pronto, toda la estructura de "confianza" que poseía con los encapuchados podía venirse abajo. No podía arriesgarme a la traición. Suelto el hechizo.

La marioneta en el suelo se toma su condenado tiempo para recordar respirar y retomar su compostura frente a mi presencia. Me pregunto por qué no consigo mejor un hippogriff, en lugar de esta despreciable imitación de sirviente.

Control, debo de recordarme. Perder la paciencia y eliminar a uno del Círculo de Sombras sin razón aparente, no era algo que sería bien apreciado por el resto y lo último que necesitaba en estos momentos era un motín.

-Mi Se-señor, lo... si-siento –se veía que le tomaba trabajo respirar.- No du-duda-daré –una pausa para recuperar su aliento- más de... sus planes.

Arrodillado frente a mí, besó la punta de mis túnicas. Tuve que suprimir el deseo de patearlo como un balón de fútbol. Tardó su tiempo en disculparse, el imbécil, y tener que soportar su tartamudeo... Mi mano izquierda se apretó con fuerza a mi varita. No debo..., me recordé.

Sin embargo, una vez más debo de asombrarme ante la sesión de... disciplina. Un pequeño contacto con el cruciatus y logro que Macnair se quede en línea. Quizá deberé repartir turnos para todos ellos, les demostraría por qué no deben de fallar las misiones... repetidamente.

Sin querer, mi memoria regresa al muchacho Potter. Increíble que el infante haya soportado sesiones de tortura más largas que estos perros. Me siento incómodo... ¿acaso es orgullo? La tensión rogaba salir de mí, así que la solté.

-Supongo que todos mis leales death eaters –suelto con rabia esas tres palabras- tienen la misma duda que nuestro colega aquí, ¿verdad?

Dirijo miradas frívolas y punzantes a los presentes. Evaden el contacto, haciéndolos incómodos en el círculo. Siento el temor en el ambiente, el sudor en el aire, el nerviosismo presente. Su miedo delataba culpabilidad. Momento de regresar al principio.

-¿Cuál es nuestro objetivo, Malfoy?

El hombre rubio mencionado dio un microscópico salto que no se escapa de mi atención.

Cómo me agradaba jugar con la mente de los más débiles...

Malfoy siempre era buen juguete, aunque debo de admitir que le tengo cierto respeto por saber montar barreras alrededor de sí. Barreras lo suficientemente fuertes para poder soportar conectar nuestros ojos dos segundos. De mis mejores sirvientes, era él el que menos podía leer (lo cual no significaba que no podía hacerlo).

Lucius se compuso y mirando al frente en el vacío, habló en una voz sin emoción, como un soldado muggle respondiendo una pregunta de su general.

-Poder para dominar sobre los inferiores –recitó.

-Ah... –sonrío para todos los presentes en la habitación.

Escaneo el círculo de máscaras.

-Dime, quienes se oponen a nuestros planes Bartemius.

-El Ministerio de Magia –respondió el hijo del propio ministro.

-Pero... ¿Quién es nuestro mayor opositor, Severus?

El hombre de cabello grasiento también demostró molestia al ser llamado. Sonreí aún más.

-Albus Dumbledore, Director del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

-Precisamente –comenté.

Me di una vuelta y caminé hacia las afueras del círculo, los death eaters voltearon a seguirme con la mirada.

-La paciencia no ha sido una gran característica de nuestros planes, señores –mirada furiosa a cada uno de ellos.- Obviamente a sido esta la razón, porque hemos fallado en la mayoría de ellos –ahora sí puedo oler distintivamente el sudor en el cuarto.

Paso frente a cada uno de los encapuchados.

-Es esa la razón, o es que nos encontramos con un traidor dentro del Círculo de Sombras.

Aún con máscaras, podía sentir la sorpresa y el murmullo de sus pensamientos dudar del otro. Por supuesto que esta era una técnica vieja de evitar que se rebelaran contra mí, logrando que peleen entre ellos mismos, pero el pensamiento realmente cala profundo. ¿Qué tal si hay un espía dentro de mi elite?

Prosigo con el discurso que tengo preparado, en casa me preocuparé de este asunto con más detalle.

-Es de mi opinión que debemos tomarnos tiempo. Tiempo para reunir fuerzas y crear estrategias, formar alianzas, hacer creer a las autoridades que... hemos perdido vigor, valor y números. Números, queridos death eaters, son muy importantes. Cada uno de ustedes tiene un grupo a su cargo, ¿no es verdad? –la mayoría asiente, otros mantienen su mirada en el suelo.- Quiero que ese número aumente. Debemos formar un ejército de grandiosos magos con habilidades sorprendentes. Dedíquense a reclutar personal, señores, no a cualquier squib de segunda clase que se cruce en su camino, ¿me oyeron? –la ira de mi voz no la puedo enmascarar.

Muchos han bajado su mirada al suelo, probablemente haciendo planes de cómo juntar a la gente apropiada sin llamar la atención a sí mismos. Los aurores no hacían el trabajo nada fácil.

-Eso no es todo, -proseguí- entrénenlos bien contra nuestros más mortales enemigos. No quiero que consigamos números, pero bajemos calidad. No se olviden de lo más importante; deben de ser leales a nuestra causa, sin poner en peligro a ustedes o mi persona -ahora sí se veían posturas corporales que indicaban preocupación y tensión.- Luego nos encargaremos de nuestros principales opositores.

Relajé mis músculos. Lo peor ya había pasado, el death eater más astuto debería ser capaz de darse cuenta que en cierta manera, había respondido la pregunta de Walden Macnair. ¿Por qué no atacamos el Ministerio con todo?, fue lo que el idiota murmuró. Es exactamente porque no podemos llevar algunos de nuestros más simples -pero cruciales- planes sin fallarlos, pequeño estúpido.

Claro que esta no era la única razón. Una de ellas era que esperaba que Harry Potter se convirtiera en un gran aliado. Unos años más, siete para ser exacto, y el niño se hallaría preparado para confrontarse a Dumbledore dentro de su propio territorio, desde donde el plan de la dominación sobre los más débiles correría sobre ruedas. Estos tiempos eran sólo para entretenernos y ganar soporte en el mundo mágico.

Después de todo, ¿quién hallaría alguna conexión entre el hijo de las víctimas James y Lily Potter, y aquel que los asesinó?


Debo de admitir que este capítulo ha salido algo... fuera de lo que planeaba hacer. La escena original consistía solamente del punto de vista de Harry conociendo a Nagini, dando a conocer su habilidad de hablar parsel, recibiendo la herencia familiar de Voldemort, y ahí terminaba. Sin embargo, pensé que la historia corría demasiado rápido y que Voldemort se hallaba un poco... fuera de personalidad (si no me creen, lean SÓLO la parte de Harry y verán a lo que me refiero). De esta manera, decidí insertar los fragmentos de su memoria y lo que él siente, de modo que explicara también por qué hace lo que hace.

Al final me salió un capítulo que en su mayoría consta de los sentimientos de Tom Riddle en relación a Harry... Algo que estaba fuera de mis expectativas ^.^