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Bueno... ya saben. Los personajes, y demás reconocible de Harry Potter pertenece a su autora y a quienes ella quiera vender sus derechos.
Aun cuando no esté de acuerdo con las películas porque tratan a Tom Riddle como un chiquillo inexperimentado y sin pura astucia en realidad.
Que humillación! (y Voldiepoo está totalmente de acuerdo conmigo! ¬¬).
Agradecimientos |
De Oportunidades Perdidas
De Compras y Conocidos
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Ughh..... LO SIENTO!!!!!!! *kandra se pone de rodillas y ruega por piedad* Estuve OCUPADISIMA con los estudios (no totalmente cierto, pero...)!! -_- Aparte se me fue la inspiración para escribir... Sin contar que no tenía el tiempo para hacerlo. *sigh* Sinceramente, me vino una gran necesidad de tomarme unas vacaciones por el gran estrés que me dio el capi anterior (gracias a la Diosa que ya me paso! XD). Y de alguna manera se me dio mas ganas por dibujar que andar tipeando... Algo que no me sucedía desde hace _meses_ Oh bueno... ya estoy de regreso! Y espero que esta vez si sea para quedarme. Chapen a mi musa!! No dejen que se escape!! ¬¬ Esa pequeña hadita se me escapo de las manos gran parte del tiempo. Por ello pido disculpas si el capi no convence a la gente... (Aunque Aspy me ayudó *otra vez* en la historia!! Asi que no está tan mal como originalmente se encontraba...).
BUAHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!! T_T
*Sigh*
Ok. La primera escena del capi anterior... *sigh* Vengo explicando desde hace dos capis que es lo que sucede T_T Ah, bueno. He de admitirlo, a veces me gusta enredar mis escritos para que a los lectores les cueste entender que es lo que he escrito ^^;; (No realmente, pero si se que sera dificil de entender... y me da flojera parafrasearlo para que no lo sea -_- *no me maten!*). Ok... esto va a ser largo y... complicado de explicar (y por lo tanto de entender), asi que iremos por partes, si? ^.^ Jejeje... Me preguntan sobre Arabella... ¿Que sucede con ella? Y ustedes que creen? *sonrisa diabolica* Lo dejo para que lo piensen...
ATENCION SEÑORES Y SEÑORITAS... Aquí NO HABRÁ ROMANCE! *sigh* Que si se encariña o no con Sirius? ^^;; Y ustedes que creen? ^.^ (Cuál sería el mejor curso de acción para complicar el conflicto interno de Harry? ^.-) He ahí la respuesta, queridas...
Otra cosa antes de empezar este capítulo... ¬¬
Recuerden que Aspy ME AYUDO MUCHO con el capi!! Es una gran persona, con bastante paciencia y dedicación (me devolvía las revisiones al día siguiente... O.o). Sin ella, este capítulo no sería ni la mitad de bueno, ni entendible... Merece mucho credito. Espero que lo recuerden, ok?
(Uy... sí que hay muchos términos en inglés, no? Oh, bueno... ^^;; Gran parte ya es conocida por ustedes, y la otra son los diferentes establecimientos del callejón Diagón...) |
~*~
-El callejón Diagón... -anunció Black.
Un no tan demacrado panorama le dio la bienvenida.
Qué decepción...
Dos años fueron suficientes para reparar los daños... casi.
Se aseguró de poner cara de asombro e incredulidad a todo el espectáculo ante él, mientras dirigía su atención a los edificios del centro comercial mágico de Londres. Muchos de ellos habían sido reconstruidos, notó.
Black y Lupin sonrieron satisfechos ante su reacción.
Evitó una sonrisa sarcástica.
Muy inocentes y superficiales eran los hombres.
Siguió silenciosamente a los aurores por la calle.
Había una considerable cantidad de personas, con la época escolar tan cercana. Muchas de ellas se detenían a saludarlos.
Era claro que Black y Lupin eran muy bien respetados por la sociedad mágica. Supuso que su declarada visión anti-Voldermortista era lo que ganaba su fama.
Pero eso no importaba en el presente.
¿Cuántos muertos...?
El ataque de su padre hacía unos años atrás había sido... parcialmente exitoso.
Lograron invadir la avenida principal, causando completo caos y desorden. Algunas pocas tiendas eran testimonio de ello, sus fachadas marcadas por el fuego de la batalla.
Las inversiones y negocios que usualmente se efectuaban en el callejón Diagón fueron puestas en alto. Nadie quería arriesgar su dinero (o vida) en un lugar que podría ser marcado como futuro blanco del dark lord. También pudieron dañar cierta parte de la estructura de Gringotts, con lo cual la economía del mundo mágico inglés entró en una profunda inestabilidad. Nadie estaba seguro de la fiabilidad del banco mágico...
Su padre logró (con honores) su objetivo de dar un golpe a la moral de la gente.
Los meses que siguieron al atentado, fueron tiempos de incertidumbre y duda para el mundo mágico.
Sin embargo...
La Orden del Fénix no fue tomada desprevenida. Al parecer hubo cierta fuga de información sobre la operación, pues parte de sus fuerzas lograron ser neutralizadas. Aunque Harry no lamentó en absoluto la pérdida de las tantas vidas de death eaters en el proceso, su padre sí estuvo lívido en ira.
Muchos seguidores terminaron en Azkaban, los más afortunados siendo ejecutados por los propios aurores en la batalla.
Lo peor fue que no lograron cumplir todo el objetivo propuesto. Del plan original, sólo llegaron a abarcar un... 40% del territorio.
Por lo cual, los meses que siguieron a la faena, también fueron terribles para los seguidores de Voldemort.
Harry trabajó más que nunca para descubrir a traidores dentro del propio Círculo de Death Eaters. Y orgullosamente puede admitir que logró atrapar a muchos miembros del Falso Círculo.
Aunque algunos se le volvieron a escapar de entre sus dedos...
Tal es el caso de Lucius Malfoy y Severus Snape.
Algún día...
Notó que los aurores lo miraban expectante.
Rayos. Debía acordarse de no distraerse en su presencia.
-¿A dónde vamos? -preguntó simulando timidez.
-A Gringotts, Harry. Te lo hemos estado diciendo hace más de cinco minutos -respondió pacientemente Black.
-¿Gringotts?
-El banco de los magos -respondió su pregunta Lupin, señalando a un impecable edificio de color blanco al final del callejón.
-¿En serio? -un genuino tono curioso de parte del niño.
Desde ese lugar , la estructura parecía una madre protectora resguardando a otras pequeñas tiendas a su alrededor.
-Iremos a sacar un poco de fondos de tu cuenta, Harry -le informó Lupin.
-¿Tengo una cuenta? -fingida sorpresa.
Por supuesto que tenía una. ¿Cuántas veces su padre lo había mencionado? Con lo adinerado que fue James Potter...
Emoción.
Nunca había entrado al banco.
No había tenido la necesidad de hacerlo, Tom se encargaba de proporcionar el dinero. Él tenía sus propios métodos para recaudar fondos, y nunca lo había enviado a Gringotts.
Después de una pequeña introducción a las increíbles (...aburridas) criaturas que eran los goblins, Harry fue conducido por un pasaje hacia un extraño vehículo que acudió al silbido de Graphord, el representante del banco.
¡El recorrido fue fantástico!
Las cavernas... ¡geniales! Con sus propios laberintos y trampas subterráneas... El sonido del agua... La iluminación escasa... Sin contar la grandiosa velocidad del carro que enviaba adrenalina corriendo por sus venas...
¡GENIALES!
La sonrisa idiota aún se mantenía pegada a su rostro cuando llegaron a la superficie con deliciosas monedas esperando ser derrochadas.
¡Quería volver a subir!
Podrían decir que se olvidaron de sacar algo de las bóvedas... ¿verdad?
-Ummm... -alzó la voz ligeramente, ganándose la atención de ambos aurores.
-¿Sucede algo? -una expresión de preocupación en Black.- No te sientes mareado, ¿verdad? El recorrido puede causar un poco de nauseas... ¿Estás bien?
Harry soltó una sonrisa despreocupada al comparar mentalmente al auror y a Demy.
Ambos alarmándose por nada en especial.
-No, señor -respondió educadamente, suprimiendo los impulsos de gritar a los cuatro vientos de felicidad.
La excitación recorría su cuerpo con grandiosa energía viva...
Intentó mantenerse calmado... pero la adrenalina...
No pudo resistir más.
-¡Fue genial! ¿Podemos subir de nuevo, Sr. Black? -sonrisa idiota adhiriéndose a su rostro.
El hombre aliviado, relajó la tensión de sus músculos. Hasta que, un segundo después, una expresión de terror se posara sobre sus facciones.
-Harry... -exclamó dolido, cubriendo su pecho como si el niño hubiera lastimado su corazón, gimiendo en emulado dolor.
El muchacho lo quedó mirando sin saber cómo reaccionar. Su compañero sonrió burlonamente ante el espectáculo de Black, prefiriendo mantenerse a la distancia de ambos.
Al cabo de unos segundos de dudoso comportamiento, el auror se recompuso y dirigió una cálida sonrisa al muchacho frente a él.
-No es necesario que seas tan formal conmigo, Harry -explicó al niño.- Llámame Sirius o Padfoot. Señor Black suena demasiado serio, ¿no te parece? -guiñó un ojo.- A Remus por ser viejo, puedes llamarlo señor, estoy seguro que no habrá problema -susurró en su oído.
Harry no pudo evitar soltar una risita ante su comentario.
-Escuché eso, Sirius -avisó desde su espacio el licántropo, brazos cruzados pero con una expresión entretenida en el rostro.- Y si yo soy viejo, tú también lo eres, considerando que ambos tenemos la misma edad.
Otra expresión de tormento en el rostro de Black, mientras apoyaba una fuerte mano en el hombro de Harry.
-Awww, Moony. Siempre arruinas la diversión.
Era interesante observar la íntima relación de confianza entre la pareja estrella de Dumbledore. Si es que su padre lograba ver cómo eran estos... peligrosos enemigos, no había duda que una ronda de cruciatus se repartiría entre sus seguidores, quienes continuaban fallando ante ellos.
Se imaginaba el delicioso disfrute de dolor y la poética tortura dirigida a Malfoy y Snape... Retorciéndose en el suelo. Escupiendo sangre. Chillando impotentemente...
Negó la cabeza.
Mejor no distraerse.
-¿Trajiste tu lista de útiles? -cuestionó Lupin en un intento por cambiar la conversación.
El muchacho asintió mientras sacaba de su bolsillo un rollo de pergamino con todas las indicaciones necesarias.
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LIBROS Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros: - El Libro Reglamentario de Hechizos (Clase 1), Miranda Goshawk. - Una Historia de la Magia, Bathilda Bagshot. - Teoría Mágica, Adalbert Waffling. - Guía de Transformación para Principiantes, Emeric Switch. - Mil Hierbas Mágicas y Hongos, Phyllida Spore. - Filtros y Pociones Mágicas, Arsenius Jigger. - Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, Newt Scamander. - Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble. - Imperdonables: Análisis de su Ilegalidad, Trem Terrers. - Artes Oscuras: Consecuencias de su Uso en la Historia de la Humanidad, Hugo Trevor. - Muggles y Tú. En Busca de la Perfecta Coexistencia, Muld Poerty. |
Sí que eran bastantes libros referidos a las Artes Oscuras para un niño de primer año promedio, fue su primer pensamiento cuando leyó la lista de útiles días atrás. No que a él le interesara realmente, había concluido y comentado estudios más elaborados y complejos que los que pudieran enseñarle en Hogwarts. Tres libros no se comparaban a toda la biblioteca completa que poseía su padre en casa.
Su padre...
Cómo extrañaba las prolongadas discusiones nocturnas que tenían sobre las Artes Oscuras. Sobretodo cuando Tom compartía sus adelantos en la investigación hacia la inmortalidad.
Una vez le preguntó si a él le interesaría conseguir la preciada vida eterna.
Recordó que sonrió cortésmente antes de negar la cabeza. Si su padre quería, podía colaborar en el tema. Pero, no ansiaba la longevidad. Aún tenía que dar las explicaciones a sus verdaderos padres...
Suspiró internamente, momentáneamente cansado de todo el teatro y barreras mentales.
Extrañaba a Tom.
Extrañaba a Demy... Ojalá que su padre la esté tratando bien.
Extrañaba a Nagini... Ya quería verla de nuevo.
Extrañaba...
-¿Qué quieres comprar primero? -inquirió el licántropo al tomar la lista en sus manos.
Parpadeó sorprendido, intentando reparar el fallo momentáneo en su careta.
Alzó la vista al hombre lobo. Lupin lo miraba paciente.
Tomó aire internamente, deseando que sus fuerzas fueran suficientes para soportar el mayor tiempo posible sin su padre, Nagini, o Demy.
Sería peligroso de no ser así.
-Mi varita -respondió con determinación.
Tenía la fortaleza necesaria, se convenció.
Iba a lograr su cometido.
Sin lugar a dudas.
Ollivanders era una tienda sumergida en misterio. Ni bien abrías la puerta del lugar, te trasladabas a otra dimensión. Una en donde el polvo y lo antiguo eran tan común como el hablar del clima en un día lluvioso. Ni siquiera la luz del sol penetraba con facilidad.
Harry lanzó miradas furtivas alrededor.
De alguna manera, el ambiente guardado impulsaba a sus sentidos estar alertas.
-Sirius Black -voz suave detrás del mostrador.- Ciprés. Veintiocho centímetros. Rígida. Pluma de griffin. Un poco temperamental. Buena para defensa. Remus Lupin. Pino. Veintinueve centímetros y medio. Lisa. Cabello de esfinge. Balance en transfiguración y encantamientos...
Una enigmática figura hizo su aparición desde las sombras en la parte trasera de la tienda.
-Dos maravillosas varitas al servicio de la comunidad mágica...
El muchacho se mantuvo callado, ahogando el impulso de burlarse del viejo.
Tan cliché hacer esa entrada misteriosa y "mística"... Sí que habías de estar desesperado para dar una entrada a escena tan escasa de originalidad.
Hasta los elfos domésticos podían hacer algo mejor...
Rió internamente, cuidando de no mostrar más que una tímida sonrisa.
Los aurores intercambiaron miradas conocedoras, asintiendo ante el reconocimiento del señor Ollivander.
-¿Y qué es lo que tenemos aquí? -mirada posándose sobre el niño.
Black tomó por los hombros a su ahijado, posicionándolo delante suyo.
-El señor Harry James Potter -voz orgullosa- desea comprar su primera varita. Es su primer año en Hogwarts.
El experto en varitas alzó una ceja, considerando la probabilidades que el niño se encuentre realmente vivo ante sus ojos.
-Larga historia, Sr. Ollivander -colaboró Lupin.- La gran mayoría continúa siendo un misterio, pero al parecer Lily y James dejaron a Harry al cuidado de muggles antes de la visita de Quien-usted-sabe -ligero tono de tristeza.
-Sí, sí... Definitivamente el joven Potter se parece a su padre -examinando con cuidado las facciones de Harry.- James... Caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Excelente para transformaciones. Aunque... Lily está en sus ojos -sonrió divertido.- Veintiséis centímetros. Elástica. De sauce... Preciosa varita para encantamientos. ¿Me pregunto qué varita resultará de todas las combinaciones? ¿Hmm...?
Se sentía incómodo. El hombre con atentos ojos y experiencia en componentes mágicos lo hacía sentir vulnerable. ¿Y sí podía detectar la presencia de su varita clandestina? ¿La que tenía escondida entre sus ropas? ¿Qué haría? ¿Y si era capaz de darse cuenta que la mano de Harry ya había tocado otras varitas? ¿Qué le diría a Black y Lupin?
Retrocedió medio paso atrás, apoyando su peso en el cuerpo del auror-padrino.
-Harry es un poco tímido -excusó su comportamiento Black.
El Sr. Ollivander asintió, sacando una cinta de medición de su bolsillo.
-Bueno, Sr. Potter, estire el brazo que maneja su varita para comenzar a tomar medidas.
Estiró el brazo derecho.
El experto empezó a hacer su trabajo.
Algunas de las mediciones eran de lo más extrañas...
Pero no permitió a su cerebro perder tiempo en descifrar las extrañas costumbres del vejete. Su mente divergió para otro lado.
En realidad, Harry era ambidiestro. Podía utilizar ambas manos para lanzar maldiciones y hechizos. Incluso al mismo tiempo. Destreza que le costó un par de años conseguir... Si no fuera por el constante incentivo de su padre...
Decidió no comentar esta extraña habilidad; de seguro ganaría demasiada atención. Más de la necesaria. Además... La mayoría de la gente era diestra, y el presentarse como zurdo, podría llevar a otras personas a prestar más atención a sus movimientos en un duelo de magos. Lo que NO le convenía en absoluto. El tomar por sorpresa a tu oponente era una gran ventaja que debía explotarse la mayor parte del tiempo posible. Sobretodo en duelos importantes... que de seguro vendrían.
-Muy bien. Eso servirá -comentó Ollivander al cabo de un tiempo.- Prueba ésta. Ébano. Cabello de unicornio. Veintiocho centímetros y medio. Elástica.
El niño tomó la varita y la miró.
¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Lanzar un hechizo? Pero si desafortunadamente él no sabía ninguno...
-Agítala en el aire, Harry -sugirió el licántropo.
Asintiendo, comenzó a trazar un arco en el ambiente cuando el viejo se la quitó.
-No. A ver... -paseando su mirada por hileras de cajas ordenadas- Ésta. Roble. Veintinueve centímetros. Colmillo de basilisk. Bastante temperamental.
Harry la agitó.
Nada.
-¿No? -una sonrisa iluminando el rostro de Ollivander.- Un cliente difícil, ¿eh? No te preocupes, tenemos tu complemento perfecto. Créeme que si.
...
Dos horas después, continuaban probando varitas.
Los aurores comenzaron a susurrar entre ellos cosas que Harry no alcanzó a escuchar, y que, francamente, después del cansancio y aburrimiento que sentía, no le importaba saber. Estaba desesperado, a tal punto, que en cualquier momento anunciaba que NO necesitaba una varita. Que podía conseguirse una solo, bien gracias, y no gracias a ti.
Mientras tanto, el vejete parecía estar en todo su apogeo. Prácticamente brincaba de un rincón a otro desempolvando cajas y comentándose a sí mismo cosas que para el muchacho eran crípticas.
Parecía que el viejo realizaba una danza frenética de cortejo.
¿Quizás la bailaba antes de recoger algún componente?
Suspiró notoriamente.
El brazo derecho lo tenía cansado. Entumecido, sería la palabra. Incluso le había hecho probar la muestra que había en la vitrina, y ni esa había servido. Harry dudaba que quedaran muchas varitas en sus cajas... Se preguntaba para qué le había tomado medidas, si es que éstas no le habían ahorrado tiempo en absoluto.
Suspiró de nuevo.
¿De quién fue la estúpida idea de conseguirse una varita propia? Las sustitutas que poseía le servían muy bien...
-¿Me pregunto si...? -oyó otra conversación sin sentido del anciano.
Juntó sus palmas energéticamente (¡¿cómo tenía las fuerzas?!), y corrió a la parte trasera de la tienda, vibrando en... obviamente, emoción.
El niño estuvo tentado huir del lugar antes que regresara.
Tarde.
Ollivander regresó con una caja más.
Con extremo cuidado, algo un poco inusual después de tantas varitas, le alcanzó a Harry otra muestra.
El niño la tomó sin prestarle atención.
Cálida al contacto.
Serena.
Energética.
Vibrante de poder.
Ésta era la varita. Lo sabía.
Finalmente tenía la que era destinada a su mano...
Finalmente.
Después de todos estos años de espera...
Sonrió complacido.
La agitó en el aire con ánimo diferente a todas las demás. Chispas doradas y plateadas se dispararon de la punta, iluminando la habitación en penumbras.
-¡Al fin! -exclamó Black estirando su cuerpo mientras el licántropo aplaudía satisfecho.
El viejo sonreía de oreja a oreja, completamente extasiado de haber encontrado, una vez más, la perfecta pareja para un cliente difícil.
-Que curioso... Una combinación poco usual. Acebo y pluma de fénix. Veintiocho centímetros. Bonita y flexible.. -comentó a sí mismo mientras envolvía el paquete.
-¿Qué es curioso? -preguntó el niño con renovado interés.
El hombre le dirigió una sonrisa enigmática.
-Recuerdo todas las varitas que he vendido, Sr. Potter. Todas y cada una de ellas -se detuvo para dar mayor énfasis.- Sucede que la varita que se está llevando hoy, posee una hermana. La pluma que fue utilizada para el núcleo de esta pieza pertenece a un fénix que ha dado otra. Sólo una más -lo miró a los ojos.- Es curioso que usted esté destinado a esta varita, cuando su hermana... Su hermana, causa la mayoría del caos en el mundo mágico.
Su corazón se agitó.
-Efectivamente... Veintiocho centímetros... Poderosa... Y en las manos equivocadas... -negó la cabeza- Una pena. Una verdadera pena...
¿En serio? ¡¿En serio?!
Nunca iba a olvidar la sensación que la varita de su padre le producía en sus manos... Una tan parecida a la suya propia... ¡Y enterarse que eran hermanas!
¡Y hermanas destinadas!
Sintió la tensión proviniendo de los aurores y luchó por no mostrar su extremo entusiasmo. Una sonrisa en este momento sería fatal.
Tum tum.
¿Qué opinaría su padre cuando se enterara?
Tum tum.
Ocultó los indicios de una sonrisa al rascarse la nariz.
Tum tum.
Tom no lo iba a creer...
Tum tum.
Tomó un gran respiro para calmar su excitación.
Tum... tum.
Relajó su cuerpo una vez más.
-Sí... Lo cual nos demuestra que usted hará grandes cosas. Después de todo, es la varita la que escoge al mago. La varita que escoge al mago... -murmuró una vez más para sí.- Esperemos que esta varita traiga cosas buenas al mundo, y no de otra manera -ojos fijos en el vacío.
Harry tragó saliva, su estado de humor opacado por el último comentario. ¿Acaso el viejo sabía algo que no estaba contando?
Quería retirarse de ese lugar... ¡ya!
El vejete le daba escalofríos.
-Por supuesto que traerá cosas grandiosas -comentó Black.- Y está de más decir que serán buenas.
Empezaba a tener algo de hambre.
Claro... Después de dos horas de estar probando maderas mágicas, ¡cómo no estarlo!
Hambre...
Hambre, que fue exorcizada cuando acudieron a comprar los componentes básicos para su clase de Pociones.
-Snape... -murmuró en un bajo tono Black.
El niño se abstuvo de soltar un gruñido e intentó actuar como si no lo odiara en absoluto.
No... para nada. Delante suyo NO se encontraba uno de los dos únicos hombres a quienes realmente deseaba la muerte. Sólo un desconocido sin rostro ni identidad... Nadie en realidad.
Grrr...
El mago vestido en sus nunca-lavadas-y-siempre-a-la-moda-gótica túnicas de color negro dio media vuelta.
La expresión del death eater se mantuvo impasible. Indescifrable. Completamente frívola e indiferente.
Como siempre...
Escondió una sonrisa burlona.
-Black -Severus devolvió el saludo sin energías.
Un fino silencio se posó sobre ellos.
Harry bajó la mirada al suelo. Si veía su rostro le entraba más furia...
¿Por qué no lo delataba con los aurores? De seguro un seguidor del dark lord no sería bien recibido... Claro que luego tendría que explicar la razón por la que sabía sobre los death eaters y aquello era información confidencial. Además, a su padre no le agradarían aquellos jueguitos con sus fieles sirvientes...
Cólera de que su padre lo protegiera.
-Profesor Snape, aquí tengo su orden.
Desde la parte trasera, entró a la habitación, un hombre regordete y bajo. Traía en sus manos un simple baúl de madera, que, el niño supuso contenía los usuales ingredientes del death eater.
-Muchas gracias, Sr. Devoo -Severus regresó su atención al mostrador.- ¿Para cuándo llegarán los artículos faltantes? -inquirió cortés pero seriamente.
El gordo rascó su cabeza unos segundos.
-Pues... que para la próxima semana, sin falta.
-Eso espero -la voz del maestro tornándose intimidante.
Harry no podía ver el rostro del death eater, pero bien se lo imaginaba.
Se abstuvo de cruzar sus brazos, en abierto desafío y oposición a la presencia contaminante del slytherin.
-Por supuesto, Profesor Snape -aseguró el vendedor, un delicado temblor en su voz.
Cobarde y débil, como la gran mayoría de la masa ovejera.
Sin esperar mayores explicaciones, Severus dio cara, nuevamente, a los recién llegados.
-Nos veremos pronto, aurores -asintió en señal de despedida.
Black le respondió a Snape por pura cortesía, el rostro del auror no mostraba cosa más que desdén y sospecha. Lupin por otro lado, sonrió cálidamente y asintió su confirmación.
Harry lo miró a los ojos intentando eliminar de su expresión corporal cualquier ademán de odio y resentimiento.
Severus le devolvió la mirada.
Se negó a perder el contacto. El death eater NO lo intimidaba.
El mago sonrió enigmáticamente ante su desafío.
-Nos veremos en Hogwarts, pequeño.
Por supuesto...
No sabía cuánto lo ansiaba... Finalmente vería dónde yacían sus verdaderas lealtades. Y si había cualquier mera indicación que...
Sonrisa maliciosa interna.
Dame una sola razón, Severus... Una sola. Entonces tendré el camino libre para hacer contigo lo que me plazca.
Sin decir más, el death eater se abrió paso entre los magos, y se retiró del lugar.
-No me agrada ese sujeto -acusó Harry en el tenso ambiente creado por Black.
-A mí tampoco -coincidió él.
El licántropo negó la cabeza.
-Pero es un buen hombre en el fondo.
-Muy en el fondo -añadió su compañero con un gruñido.
-¿Tienes algo de hambre? -preguntó Lupin cuando terminaron de comprar sus ingredientes.
-No mucha -confesó Harry.
El encuentro con su futuro profesor de Pociones le quitó el apetito.
-¿Qué te parece si compramos tus libros, entonces?
-Grandioso, ya quiero comenzar a leer -fingió una sonrisa juvenil.
-Todo un Ravenclaw, ¿eh? -murmuró sonriente Lupin.
Ya era momento de poder leer algo interesante (léase: mágico). Aún si la lectura era algo tan básico como Las Teorías Universales del Equilibrio Mágico, no importaba. No interesaba con tal que pudiera entrar a una librería. ¡Hace ya tanto tiempo que no obtenía nuevos conocimientos! Quizás si los aurores no se fijaban, podría deslizar alguno que otro libro realmente atractivo...
-Luego podemos ir a Madam Malkin's Robes For All Occasions para comprar el uniforme, unas cuantas túnicas de gala, y...
-¿No sería mejor almorzar antes? -sugirió Black.
-Cuando no, Padfoot -un tono ligero del hombre lobo.- Pensando siempre con tu estómago... Y luego me dicen que yo... -carraspeó su garganta, su estado de humor no apagándose.- Compramos los libros y luego comemos algo, ¿qué te parece?
-¡Perfecto! -juntó sus manos con energía y las frotó, su expresión indicando claramente sus ansias por comida.
Black era como un niño... Infantil. Impulsivo. No le importaba mostrar abiertamente sus pensamientos. Hacer bromas con su compañero era uno de sus pasatiempos. Parecía que realmente le importaba Harry... Se tomaba el papel de padrino muy en serio... ¿Acaso sería verdad? ¿Black realmente se preocupaba por él?
Parecía algo difícil de creer...
Se preguntaba, ¿por qué no lo habían bombardeado con datos deprimentes y miserables de la comunidad mágica? Cosas que él sabía que estaban sucediendo todos los días. Ni siquiera mencionaban el tema. Incluso después de la varita, ambos aurores no comentaron en absoluto el asunto de la pluma fénix hermana y, por supuesto, Voldemort. Supuso que deseaban mantener, el mayor tiempo posible, a Harry en la oscuridad sobre la verdadera situación del mundo mágico. ¿Pensarían que el niño era demasiado débil para lidiar con las verdades?
Ilusos...
Él era una de las fuerzas generadoras de algunos de los grandes eventos de su padre. Si supieran realmente con quién estaban tratando...
-¡Sirius, Remus! -gritó una voz femenina.
-Muy buenos días, profesora Sinistra -el auror hizo una reverencia cortés.
-¿Por qué no besas su mano, también? -sugirió el licántropo, altamente entretenido por la situación.
Black siguió su consejo.
Aggg. Que le pida matrimonio de una maldita vez.
-Córtala, Sirius -un fino sonrojo jovial en su rostro.- Nos conocemos de hace años, ¿por qué no puedes llamarme por mi nombre? No nací siendo profesora, tú sabes.
-No, pero nadie se ruboriza como tú cuando te llamo así, Laurel -una alta risa de Black.
-¿Han visto a Severus? -preguntó la mujer en un intento de cambiar la conversación.
-Nos acabamos de cruzar con él hace un momento -contestó Lupin.- ¿Por qué?
La mujer soltó un pequeño suspiro.
-Tenemos a nuestro cargo tres pequeños de primer año. Todos muggleborns. Pero estoy sola con los tres muchachitos, y son tan curiosos que...
-¿Por eso estás parada en la puerta de Flourish and Blotts? -inquirió el licántropo.
-Temo que si acompaño a uno de ellos en la compra de sus útiles, los otros dos se escapen de la tienda... El callejón Diagón es un lugar demasiado atractivo para ellos.
Otro suspiro de ella.
-¡No temas, Laurel! -exclamó Black sonriente- Te ayudaremos a cuidarlos ya que el maldito bastardo de Snape es... -continuó una incesante sarta de insultos.
Lupin se acercó al niño por detrás, y le susurró al oído.
-¿Por qué no te adelantas y buscas tus libros? Dudo mucho que Sirius vaya a dejar de hablar de aquí a un par de horas -le devolvió la lista de útiles.
Harry asintió. Esto significaba que podía ojear libros sobre las Artes Oscuras sin tener a los aurores detrás suyo.
Sonriente, rodeó la comunicativa figura de su padrino y penetró en la librería.
Oh.
El grandioso olor a pergaminos. El conocimiento plasmado en palabras esperando ser asimilado...
Recorrió el lugar buscando los libros anhelados. Con seguridad, dado el presente estado del mundo mágico, debían de estar en algún recóndito escondite, alejados de posibles ojos mal pensados.
Siguió el rastro de magia oscura; presente para quienes tenían experiencia en el tema.
Dobló en una esquina a la derecha. Los libros que habían en esa sección eran de cocina.
Se encontró a las espaldas de una chica. Cabello castaño y ondulado, eran sus principales características. Observaba con atención un ejemplar de tapa negra y letras rojas.
-Yo no tocaría eso si fuera tú -advirtió a la muchacha.
-¿Por qué no? -tono inseguro.
¿Cómo explicarle que el libro expedía una poderosa aura de magia oscura? Algo definitivamente no bueno.
-Bueno, el aspecto es un poco intimidante, ¿no te parece? -intentó excusarse- Además el título... ¿A qué te suena "Profecías de Destrucción y Apocalipsis"?
La muchacha volteó y sonrió.
-Me parece una lectura interesante... pero tienes razón, aún no debo de estar preparada para leer esa clase de literatura.
Ravenclaw.
-Mi nombre es Harry Potter -se presentó y ofreció su mano.
Esta podía ser la primera amiga humana que tuviera en su vida. Era mejor no desperdiciar la oportunidad.
-Yo soy Hermione Granger, gusto en conocerte -estrechó su mano.- No has venido con nosotros... ¿tus padres son magos?
Errr...
-Es una larga historia. Mis padres fueron magos pero... -fingió vergüenza- me crié con muggles.
-Hey Hermione, ¿encontraste el libro de Transfiguración? -alguien gritó desde algún lugar de la tienda.
-Sí Justin, aquí tengo otra copia para ti -respondió ella alzando la voz. Luego regresó su mirada al muchacho de su edad- Vas a Hogwarts, ¿verdad? ¿Ya tienes tus libros? -preguntó en volumen normal.
-Acabo de llegar, aún no los busco -tono modesto.
Hermione le esbozó una sonrisa.
-Ven, te presentaré a los demás y buscaremos otras copias... ¿qué te parece?
-Este es Justin Finch-Fletchley -señaló a un muchacho con cabello ondulado de color castaño- y el de aquí es Terry Boot -un chico alto, delgado y de cabello negro.- Chicos, este es Harry Potter; sus padres son magos pero se crió con muggles.
-Mucho gusto -saludó inhibido.
Un fino temblor de nervios corría en la corriente sanguínea del niño. Finalmente encontraba otros niños que no huían de su presencia o que deseaban aprovecharse de él.
Debía ganárselos de alguna forma.
-¿Por qué con muggles? -inquirió un chismoso Justin.
Sonrió amargamente.
-Mis padres fallecieron cuando tenía un año de edad -admitió cabizbajo.
Silencio incómodo.
-Cuanto lo siento... -dijo en voz baja Hermione.
-No se preocupen, estoy acostumbrado -intentó aliviar el ambiente.- Nunca los conocí después de todo.
Reunieron sus copias cada uno.
-Apuesto a que las clases de magia son mucho más entretenidas que las matemáticas -Justin hizo una mueca de desagrado intentando alivianar el ambiente.
Sonrió nerviosamente junto con los demás.
Lo eran.
Aunque se necesitaba de conocimientos numéricos para Aritmancia, Astrología o sobretodo, Pociones. Incluso para algunos complicados hechizos de Artes Oscuras que necesitaban ser trazados en el suelo con sangre de algún sacrificio a los dioses. O si querías las correspondencias astrológicas de tu lado.
-¿Han notado? -una expresión seria de Hermione- Tres de nuestros libros son sobre las Artes Oscuras... da que pensar, ¿no?
Chica inteligente y observadora. Habría que tener cuidado con ésta. No se le podría engañar comúnmente como a los demás.
-El mundo mágico está en guerra -colaboró Harry.
Y no tenían la menor idea de qué guerra...
-Sí, eso escuché. ¿Me pregunto que tan mal es?
-Ay Terry. Tan mal como cualquier guerra es... Con muertos, destrucción y todo eso -susurró ella.
Efectivamente.
Pero no tenían idea de qué métodos innovadores traía la magia consigo. Las millones maneras de destrucción que se crearon a través de toda la historia... y sobretodo las torturas.
Aunque no podías exigirles demasiado. Eran unos simples niños comunes y corrientes. De sólo once años de edad y un pasado color rosa.
Apostaba a que sus pesadillas más fuertes habían sido la muerte de una mascota o algo igualmente cursi.
Los cuatro muchachos salieron de la librería repletos de libros. Hermione, Terry y él, habían comprado temas extras que podían servirles para "obtener una visión más amplia del mundo mágico". Al menos en el caso de ellos, sí era verdad. En el caso de Harry... Él simplemente quería algo más complicado para leer y entretenerse.
Decidió no comprar de las Artes Oscuras. Los muggleborns no parecían aprobar el tema de discusión. Así que escogió algunas copias sobre Herbología, Pociones Antiguas, Defensa Contra las Artes Oscuras, Quidditch (alegó que le gustaban las fotos en movimiento), Zoología Mágica y Medimagia Básica. Tan sólo para empezar.
Justin los miró de reojo durante toda la selección.
Cuando Hermione le preguntó que por qué no cogía otros libros, él respondió que odiaba la lectura. Que prefería escuchar lo leído de nuestras bocas. Así absorbería el conocimiento de los tres.
Pobre idiota.
-¿Listos, chicos? -preguntó la profesora encargada.
Todos asintieron.
-¿Qué compraste, Harry? -Lupin pidió el comprobante de compra.
Con gran alivio, el niño se alegró de no haber involucrado títulos sospechosos en su lista de útiles.
-¿Te interesan todos estos temas? -voz sorprendida del licántropo.
-Todos menos Justin compramos libros de más, Sr. Lupin -fingió timidez.
Black intentó ocultar sus risas.
-Viejo, ¿eh? -dijo entre carcajadas.
Los demás chicos los miraban con curiosidad.
-Puedes llamarme Remus o Moony, Harry. Somos prácticamente tus tíos. Suena feo que nos llames así -su voz cálida y comprensiva.- Si me hubieras comentado que te interesaba tanto aprender precozmente estos temas, te habría traído algunos libros de mi biblioteca personal -pasó el pergamino a su compañero para que le echara un vistazo.
-¿En verdad? -los ojos del niño brillando con emulada emoción.
Cualquier libro que le diera el hombre lobo, tenía que ser demasiado básico para él.
-¡Por Merlín, Harry! -exclamó Sirius- ¿Es que piensas terminar Hogwarts este mismo año?
Eso era nada comparado al conocimiento que tenía en realidad.
Incluso podría alegar saber más sobre las Artes Oscuras que el mismo auror... o al menos hacerle frente en el tema de discusión.
-Me gusta leer -se defendió el niño.
-Definitivamente el lado de Lily... -opinó el hombre lobo.
Sonrieron ambos aurores.
-Bueno, chicos... ¿Qué les parece si invito a todos a comer un helado? -ofreció Black.
La aceptación fue unánime.
Se hallaban en el interior de la Florean Fortescue's Ice-cream Parlor. Cada quien tenía su propio helado frente a sí y lo degustaba enormemente.
Los tres muggleborns conversaban energéticamente con el licántropo y la profesora Sinistra, que respondían gustosos a todas las dudas que ellos tenían sobre el mundo mágico.
Actualmente la lección giraba en torno al Ministerio de Magia.
Harry se mantuvo callado y con la mirada fija en su helado de chocolate.
Recordaba con cierta melancolía cuando Tom y él salían a comer helado juntos.
Suspiró.
No lo podría ver de nuevo hasta que terminara todo el fiasco con Hogwarts. En sus visiones no era lo mismo.
-¿Qué sucede, Harry? -interés de Black.
-Nada -respondió cortante.
¿Y a él le que le importaba?
Apartó gratas imágenes de Tom de su cabeza. Era mejor no añorar el pasado. Primero lo primero.
Y primero era Dumbledore...
-Y entonces... -buscando cómo levantarle el ánimo- ¿Qué quieres como regalo de cumpleaños? -tono asquerosamente jovial.
Las cabezas de Lucius y Severus bañadas en su propia sangre.
Sonrió misteriosamente.
Lástima que no la pudiera pedir a su padrino, que de seguro querría lo mismo... Y tampoco podía anunciar abiertamente que deseaba estar al lado de su padre...
No necesitaba mencionar las grandes repercusiones de aquello.
Entonces... cualquier objeto estaría bien en realidad.
Buscó entre los libros comprados.
Al menos podía aprovechar para poseer el último modelo.
-Quiero una como ésta -levantó su copia de Quidditch a Través de los Tiempos, señalando la foto de la portada.
Ya que ahora no tenía la suya propia...
-Una escoba, ¿eh? -un brillo iluminando los ojos del auror.- Por supuesto... James era un Cazador estrella, después de todo.
-¿Cazador? -interrumpió Hermione desde el otro lado de la mesa- ¿Qué cazaba?
-Mujeres.
-La quaffle.
Respondieron los aurores simultáneamente.
Se miraron por un segundo, reproche en la mirada de uno.
Black respondió con una sonrisa pícara.
Momentos después, ambos estaban riéndose a carcajadas.
-¿Ah? -una expresión de confusión en el rostro de Hermione.
Sinistra continuó comiendo su helado, ignorando por completo el escándalo de los adultos. Una sonrisa disfrazada en sus labios. Justin y Terry tenían la misma cara que su amiga, mientras Harry luchaba con sus propias ganas de reír.
Al cabo de cierto tiempo, en el cual varios visitantes voltearon a observar el alboroto, Black se encogió de hombros.
-Cazador es una posición de campo en el juego de quidditch -tomó prestado el libro de su ahijado, señalando la portada.- Se dedica a perseguir la quaffle, una de las cuatro pelotas del juego, y a anotar con ellas en unos aros al extremo del campo.
-Se juega sobre escobas -añadió Lupin.
-¿Escobas voladoras? -agrandó sus ojos Terry.
-Sí, pero no son cualquier escoba -advirtió Sinistra.- Son escobas profesionales, Sr. Boot. Como las bicicletas que estoy segura usted ha de haber montado alguna vez.
-¡Como las que vimos al entrar al callejón! -exclamó Justin.
La profesora sonrió benévolamente y asintió.
-¿Pero no está prohibido tener escobas para los de primer año? -cuestionó seriamente Hermione.
Genial, ahora tendrá que escoger otro regalo...
¿No les podría rogar por un libro de las Artes Oscuras...?
-Sí, Srta. Granger. Están prohibidas -Sinistra miró de reojo a los aurores con un gesto de curiosidad.
El niño suspiró, mostrando su fingida decepción.
Quizás si pedía sutilmente por una serpiente...
-Bah, Laurel -Black agitó una mano en el aire.- Estoy seguro que Albus nos podrá dar un permiso especial.
Otra expresión de confusión nubló el rostro de la niña.
-Pe-pero... las reglas...
Ravenclaw, efectivamente.
-Verá usted, Srta. Granger... Harry es mi único ahijado y no lo he visto en diez años -argumentó Black.- Este es el primer regalo de cumpleaños que le hago...
Harry nunca pensó que los ojitos de cachorrito podían ser utilizados con tanta eficacia en un hombre tan maduro.
Vete tú a saber esos detalles...
-Ni que el niño fuera a utilizarlo para realizar travesuras o actividades extremadamente peligrosas -añadió Lupin sonriendo secretamente.
Hermione asintió. Al parecer no la habían convencido del todo, pero no se atrevía a oponerse a dos adultos experimentados.
-Estás en lo correcto, Remus -su compañero correspondió la sonrisa.- Harry no es como nosotros, después de todo.
Ni siquiera tenían la más remota idea de cómo podía ser.
Los aurores sonrieron traviesamente el uno al otro.
-No les preste atención, Srta. Granger. Como buen par de Gryffindors que son, el romper las reglas es una de las actividades diarias que hacen -comentó indiferente la profesora.
Lupin negó la cabeza, llevándose una cuchara de Lúcuma Mentolada a la boca.
-Romper las reglas es lo que nos a permitido sobrevivir, Laurel -opinó en un ligero tono el licántropo.- Y lo sabes.
En la siguiente media hora el tema regresó a las escobas. Se habló de los diferentes modelos de ellas y dieron una introducción a los equipos más famosos de quidditch.
Fue cuando Terry preguntó las reglas en un partido que el tiempo transcurrió lentamente con la paciente explicación de los tres magos sobre el intrincado juego.
Casi al final de la conversación sobre los diferentes fouls que se podían producir en un partido de quidditch, apareció Severus en la heladería.
Diferentes comentarios sarcásticos e insultos disfrazados fueron intercambiados... todo bajo una cortina de indiferencia pura. Sinistra presintiendo que este tipo de roce frente a los niños no era decididamente bueno, agradeció a Black la invitación y se retiró apurada con los tres mudbloods a comprar las cruciales varitas mágicas.
Harry se despidió de sus "amigos" y prometió encontrarse con ellos en el expreso a Hogwarts.
Un malhumorado auror pagó la cuenta refunfuñando sobre la indecencia personal del maldito Severus y otras obscenidades.
El muchacho estuvo tentado a unírsele.
Las demás personas hicieron oídos sordos... Después de todo, éste era el famoso Sirius Black, oponente incansable contra Voldemort.
Que hablara unas cuantas palabras soeces no bajaba ni un centímetro el nivel de cultura que tenía. ¡Qué va! Si era bastante valiente y sobresaliente en inteligencia para haber llegado a ser cabeza de los aurores... Algún día iba a traerles la libertad junto a Dumbledore. Así que el hombre estaba por encima de las reglas promedio de la sociedad. Si quería comportarse así, ¡déjenlo! ¿Total? Va a morir por su impertinencia uno de estos días...
Harry tosió sus risas.
No fue sino hasta que el licántropo le hizo recordar frente a quién estaba, que su compañero se calmó y forzó una sonrisa cuasi-cálida en su rostro.
La misma que cargó durante la compra de la escoba del niño.
Personalmente, a Harry poco le importaba qué expresión utilizaba para dirigirse a él. Mientras le comprara lo que anhelaba, si quería, podía insultarlo todo el camino.
Claro que después aquello podría traer desagradables consecuencias...
Una muerte rápida es mejor que una agonizante, ¿verdad?
Sonrisa malévola interna.
-Creo que eso es todo -afirmó Lupin, lista de útiles en mano.- Ahora sólo queda la mascota...
-Sr. Lupin y Sr. Black qué gusto verlos... -otra voz familiar se acercó a ellos.
Harry ocultó la sonrisa cálida que vino automáticamente a su rostro.
Un joven muchacho de aspecto debilucho y tierno, saludó a los aurores.
-Buenas tardes, Barty -respondieron los magos.
-¿Qué milagro por aquí? -tono paciente de Lupin.
El chico sonrió avergonzado.
-Papá quería un nuevo par de calderos para la casa... -frotó su barbilla con un dedo, intentando recordar- ¡Ah! Y media docena de plumas estilográficas tamaño 2 para su oficina.
-¿Cuándo te independizarás? Creo que es hora que ya trabajes por tu cuenta -aconsejó Black.- No es bueno que siempre estés al lado de tu padre, algún día tendrás que liberarte del viejo -tono divertido del auror.
Una sonrisa enigmática del death eater.
-Ya tengo mis planes Sr. Black. Tan pronto como mi padre ya no me necesite como apoyo en el Ministerio...
Y sea asesinado por Voldemort...
Harry ocultó una sonrisa secreta.
-...creo que obtendré un trabajo estable en algún lugar tranquilo. Sin nada de acción ni noticias -sonrió amargamente.- Ya son suficientes las que caen por mis oídos estos días. Sobretodo... -miró alrededor temeroso- con el asunto de Quien-usted-sabe -susurró casi inaudible.- He oído del evento con la Sra. Figgs... -negó la cabeza- cuánto lo siento, señores -bajó su mirada al suelo.
-Harry, ¿por qué no te adelantas y miras los animales en las tiendas de atrás? -murmuró el licántropo.
Asintió obediente.
Cualquier cosa que dijeran los chupamedias de Dumbledore sobre la Orden del Fénix sería captado por oídos adeptos a ello, así que no había por qué preocuparse. Que no quieran forzar al inocente personaje de Harry a aceptar la realidad, le permitía actuar con mayor despreocupación y libertad, también.
Entró en uno de los edificios.
El grato olor a defecaciones animales penetró en sus orificios nasales.
Diosa... ¿Es que acaso el dueño no limpiaba las jaulas?
Intentó ignorar el perfume en el ambiente y prosiguió a observar distintas especies.
Diferentes sonidos surcaban el aire, era como si todas las criaturas le estuvieran gritando "¡Llévame!".
Te digo Saz, esa comida ha de estar envenenada -oyó una voz silbante en alguna parte de la habitación.- De otra manera dudo que la humana decida darnos algo de comer. Ay... lo que yo daría por ponerle mis colmillos encima...>
Su curiosidad ganó a su razón y siguió la voz de la serpiente, cuidando que no se presente la mujer de la que hablaban, ni sus personales acompañantes del Ministerio de Magia.
Concentró la mayoría de su capacidad auditiva en seguir el rastro. El bullicio del lugar era un poco caótico.
Pero tengo hambre... -una voz infantil, sin duda una niña.>
Hizo caso omiso de las ratas bailarinas de una jaula.
¡Como quieras! Cuando caigas muerta no me culpes -tono indignado.>
Llegó finalmente a la prisión de los reptiles.
Habían sólo tres serpientes. Dos de ellas fueron las que escuchó, mientras la tercera parecía dormida.
O más bien, muerta.
¡Un humano! -advirtió la voz masculina al notar su presencia.>
¿Tú crees que nos lleve? -tono curioso de la pequeña.>
Harry no pudo evitar sonreír cariñosamente.
Ella le respondió la expresión.
¡No seas tonta! Con todo el caos del dark lord de Slytherin, dudo mucho que humanos se arriesgan a comprarnos -respondió la serpiente más experimentada.>
El niño asintió afirmativamente.
¿No es extraño que nos preste demasiada atención, Zaos?>
La pequeña reptil era inocente pero observadora, notó.
Es un espécimen de corta edad, Saz. A todos ellos les ha de intrigar alguna clase de animal...>
Aunque era divertido escuchar la conversación que tenían como si no pudiera entenderlos, le gustaría hacerles saber que él hablaba parseltongue. ¿Quizá si daba un pequeño saludo?
Movimiento a su derecha le hizo recapacitar su idea.
Una mujer de mediana estatura y con algunos kilos de más, apareció a su lado.
-¿Te puedo ayudar, pequeño? -su mirada posándose con desdén en las serpientes.
-Sólo observaba -ofreció el tono más dulce e inocente que pudo producir.
La vista de ella se dirigió a su persona.
-¿Te agradan los reptiles? -señaló a la jaula frente a sí.
Harry pensó detenidamente su pregunta.
No le veía consecuencias demasiado negativas a su sinceridad.
Asintió tímidamente.
Una sonrisa maliciosa floreció en el rostro de la mujer.
-¿Y qué te parece si te las regalo? -preguntó en un falso tono de ternura.
Era obvio que no agradaba de las serpientes.
Pero Harry no podía llevárselas, realmente que no. ¿Qué dirían los aurores? ¿Y en Hogwarts? Llamaría demasiado la atención.
Además... ¿qué diría Nagini?
Recordó una vez en que casualmente se topó con otra serpiente en una de sus estancias en un bosque lluvioso... El lío que armó después de comerse a la más pequeña, fue suficiente para que Harry jamás considerara la idea de conseguirse otra serpiente de acompañante permanente.
Definitivamente no podía aceptar.
-¿Y por qué me las daría? -fingió ignorancia.
¿Qué estará hablando la humana con el otro espécimen? -curiosidad de la serpiente más joven.>
La mujer dirigió otro vistazo a los reptiles.
-Nadie quiere comprarlos, niño. Y el mantenerlos vivos me cuesta esfuerzo y dinero.
Probablemente intentando deshacerse de nosotros.>
-Si no te los llevas, las dejaré libres.
En otras palabras, las matará.
Entonces la comida sí estaba envenenada.
Su corazón entristeció por el futuro destino de las serpientes.
Finge estar moribunda o extremadamente triste -aconsejó su compañero.- Quizás así podamos escapar de este infierno.>
-¿Pero no son peligrosas? -añadió una pizca de temor.
Aunque mucho le doliera, no podía poner en peligro la misión de su padre sólo por un par de reptiles... No podía.
Pero...
-¡Para nada, niño! -sonrió forzadamente la vendedora- Estas serpientes están domesticadas. Aunque si no las quieres, no habrá otra que deshacerme de ellas.
Extraño a mamá... -se quejó Saz.>
...
No podía llevárselas, y sin embargo, no podía dejarlas ahí. Quizás si decía que las quería y luego las dejaba en libertad antes que los aurores lo vean...
¿Y cómo advertir a los reptiles que no lo atacaran? No podía hablar parseltongue frente a todos los oídos atentos del lugar.
-¡Yuck! -exclamó un Black tapándose desesperadamente la nariz- ¿Harry estás aquí?
-Aquí estoy, umm... Sirius -agitó un brazo para que lo viera.
-¿Qué haces? -inquirió acercándose, jamás dejando al descubierto su olfato.
-La señora me quiere regalar las serpientes -apuntó inocentemente a la pecera que las contenía.
Otro humano... -un suspiro del macho.- Me pregunto qué estarán tramando.>
La mujer en cuestión, observando quién penetró en su tienda y el acusamiento del niño, palideció en temor.
¿Será algo malo? -cuestionó la inocente.>
-Nonono... yo sólo le ofrecía por si quería... al niño parecía gustarles, y yo pensé que...
Harry disfrutaba su vacilación insulsa.
Esperemos que no -tono cansado.- Pero si alguno de ellos decide sacarnos de aquí, Saz, juro que sería una mascota fiel...>
-Sirius... -indicó al auror que deseaba decirle algo al oído.
¡Yo también! ¡Yo también! -exclamó entusiasmada la niña.>
Black se agachó para escucharlo atentamente.
-Las va a matar si nadie se las lleva... -susurró fingiendo confianza.
No sueñes mucho, pequeña... Dudo que nos quieran llevar... A ti o a mí.>
Río internamente ante la delicada capa de sudor que cubrió la frente de la mujer. Supuso que pensó que Harry estaba haciendo mayores declaraciones de su intento de deshacerse de un par de serpientes para nada domesticadas.
Se lo tenía merecido.
Black negó la cabeza.
-¿Y qué sugieres? -preguntó interesado, su mirada no despegándose de la mujer, quien obviamente, estaba sufriendo de culpabilidad.
-¿No podemos llevárnoslas? -timidez.
Una expresión de desagrado en el rostro del auror.
-¡Pero son serpientes, Harry! Son peligrosas.
-¿Ah, si? -miró serio a la mujer.- Ella dijo que no -con una ignorancia inocente.
Ella se encogió más.
-Sí -dijo cortante el mago. Mirando con odio a la vendedora.
Me agrada el espécimen más joven... -murmuró Zaos.- Tiene esta aura que...>
-Pe-pero... -hizo su propia versión de ojitos de cachorrito...
Da confianza -finalizó Saz.>
Black lo miró unos segundos, olvidándose del perfume del ambiente. Al parecer estaba considerando seriamente su respuesta.
-Moony me va a matar... -finalmente concedió derrotado.
El niño sonrió abiertamente.
-...y tu padre también -murmuró para sí mismo.
Lo dudaba... Con el aprecio especial que Tom también poseía con las serpientes...
-Pero no vas a poder salvar a todos los animales en peligro, Harry. Esa causa es fútil.
No. La causa que él perseguía era la fútil.
Minutos más tarde, y con la misma pecera conteniendo a dos serpientes siseando de felicidad y una terriblemente callada, Harry y el auror partieron de la tienda de Magical Menagerie.
Un niño satisfecho y un adulto apesadumbrado se encontraron con el hombre lobo del grupo.
-¿Y eso, Sirius? -tono de extrema curiosidad y alarma.
-Umm... Ehhh... A Harry le dieron ganas de salvar a estos animales que iban a ser sacrificados... -murmuró cabizbajo el mago.
Una expresión divertida de Lupin.
-¿Y no pudiste decirle que no? -molestó en tono de broma a su compañero.
-Es que me lo pidió con tanto empeño... -Black se excusó avergonzado.
El licántropo rió.
-De corazón débil con el niño, ¿eh?
El auror murmuró algo que osaba parecerse a "Es mi ahijado."
Harry sonrió complacido ante el poder que poseía sobre uno de los enemigos más importantes de su padre.
De seguro, esto le traería algunas ventajas en la guerra.
-¿Y que piensas hacer con ellas ahora, Harry? -tono serio de Lupin.
Se encogió de hombros.
-No sé.
Lo cual era verdaderamente cierto. ¿Qué haría con ellas? ¿Se las quedaba y arriesgaba a que corrieran peligros con Nagini? ¿O las liberaba en algún lugar donde podrían seguir una vida salvaje?
¿Qué haría su padre?
-Bueno, lo discutiremos luego. Ahora vamos a comprarte una verdadera mascota. Te gustan las lechuzas, ¿verdad? -señaló la tienda cercana: Eeylops Owl Emporium.- Son muy útiles en el mundo mágico -se dirigieron al lugar.- Se encargan de enviar paquetes, cartas, mensajes y demás. De esta manera, tendremos constante comunicación durante el año escolar, y con tu familia también -le ofreció una sonrisa cálida.
Como si una simple lechuza pudiera penetrar los potentes hechizos de desorientación alrededor de su padre. ¡Ja! Y no la necesitaba, tampoco. Por algo estaba el Parsithel y Nagini. Sin dejar de lado sus visiones.
-¿Qué color te agrada? -preguntó el vendedor de la tienda.
Negro. Una que pudiera pasar desapercibida en el frío cielo de noche.
...Y que fuera a la moda con su completo guardarropas de túnicas negras.
Sonrisa interna.
-No me gusta mucho el marrón... -respondió avergonzado.
-Tenemos gris y blanco también -añadió rápidamente el mago con una sonrisa.
Harry recorrió su mirada por las filas y filas de jaulas con lechuzas. Muchas de ellas poseían un aire majestuoso y refinado alrededor de ellas, otras lo miraban con desprecio y desinterés... mas todas le seguían atentamente con la mirada.
Black y Lupin se mantenían silenciosos esperando su decisión. Era obvio que no deseaban entrometerse en sus gustos personales.
Un color específico llamó su atención.
-Quiero ese -entusiasmo en su voz.
No era completamente negra, pero era un gris bastante oscuro. Podía pasar por negro si no lo veías con bastante iluminación.
La lechuza señalada lo miró indiferentemente, sus ojos no dejando su persona. Su aspecto era imponente e intimidante. Con aire de elegancia y experiencia.
-Un magnífico ejemplar -estuvo de acuerdo el vendedor.
-¿Estás seguro, Harry? -inseguridad de Lupin.
-¿Por qué no? -volteó su atención a los aurores, olvidando su actuación de niño bueno.
Black golpeó delicadamente a su compañero en las costillas.
-Por nada, Harry -una sonrisa animosa en su rostro.
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Ok. Ahora que ya leyeron el capi... No me maten por Hedwig. Recuerden que este es un universo alterno en donde Voldie sigue vivo (y Harry es su "hijo"). Por lo tanto las posibilidades de que Harry obtenga la *misma* lechuza son... pues... casi nulas. El niño obtuvo la lechuza de Hagrid y la bautizó con Hedwig porque en el libro "Historia de la Magia", aparecía ese nombre. Un nombre que consideró interesante y decidió ponérselo. Ya sé que muchas de ustedes quisieron que aparezca Hedwig como mascota de Harry... pero no me pareció convincente. (Por ahí que Aspy sugirió un cuervo... ^^;; Pero decidí por esto al final ^.^)
Ok chicas. Por favor, si les agrado el capi... Comparto los creditos, ok? Aspy es una maravillosa lectora beta. Genial! No se lo imaginan... (y este capitulo, por si les interesa, tuvo 3 revisiones antes de la final). Asi que sugiero que en los reviews también la feliciten a ella. Merece reconocimiento por su ardua y paciente labor. (Diríjanle unas cuantas palabritas, no sean malas T_T).
PD: Como un bonus, les alcanzo una escena desechada en la purga de la perfección (que no fue alcanzada, pero bueno............... *silencio*). -Ummm... ¿Remus? -incomodidad frente al nombre en su boca. El licántropo apartó la vista del pergamino y le sonrió. -Dime, Harry. -¿No está prohibido tener una escoba propia para los de primer año? -murmuró con simulada timidez. -¿Y recién lo mencionas? -voz sorprendida de Black.- ¡No! Tendré pedir una devolución de dinero... ... -¿De verdad? -fingió decepción. Black sonrió ampliamente. -¿Viste eso, Moony? -dirigió la conversación hacia su compañero- Espera el último momento para darnos malas noticias... -Si, Padfoot... -asintió cruzándose de brazos- Justo cuando ya no se puede remediar ni hacer nada al respecto. Se mantuvo callado, pegando su mirada al suelo. -¿A quién te hace recordar eso? A un Slytherin, si se lo preguntaban. -James, sin duda -tono divertido de Lupin. ¿En serio? Escondió una sonrisa complacida. -Definitivamente -concluyó el otro auror, una verdadera sonrisa en su expresión. Levantó su mirada. -Harry... -tono sereno del licántropo- Sabíamos lo de la restricción de escobas antes de aceptar comprarte una -le sonrió guiñándole un ojo. Se permitió devolver la sonrisa. -Hablaremos con Dumbledore para pedir un permiso especial, no te preocupes -explicó Black.- Ser el auror #1 tiene sus ventajas, ¿verdad que sí? -rió orgulloso. Y sus desventajas también. Sobretodo con cierto Tom que él conocía. -Como decía, -el hombre lobo recompuso su ademán serio- ya no nos falta nada. Sólo la lechuza. -¿Lechuza? ¿Qué lechuza? -¿O te quieres quedar sin mascota? -tono travieso de Lupin. |
