Rowling. Si. Yo. No.


De Oportunidades Perdidas
De Teorías y Duelos

Estoy de vacaciones en Santiago de Chile ahorita. No puedo responder reviews ni las notas de la autora... Prometo subirlas tan pronto tenga el tiempo. Al menos pense que querrian el capitulo antes de sus respuestas, o me equivoco?
Mil millones de gracias a Aspy e Ianthe por sus paciencias. Me ayudaron mucho con este capitulo. Sobretodo con las explicaciones.

>Moony: Lunático
>Padfoot: Canuto
>Dark Lord: Señor Tenebroso
>Dark Mark: Marca Tenebrosa
>Portkey: Transladador
>Pureblood: Sangre Limpia
>Parseltongue: Lengua Pársel
>Mudblood: Sangre Sucia

~*~

Observó de reojo las inmediaciones. Se encontraban frente a la estatua de una gárgola, que, si su memoria no le fallaba, los gemelos dijeron era la entrada a la oficina del Director Albus Dumbledore.

Ahora si podía sentir ligeros escalofríos corriendo por su piel.

Un ruido áspero cortó el ambiente de tensión.

La gárgola frente a ellos se hizo a un lado para mostrar el preocupado rostro de Sirius Black, quien tenía la vista pegada al suelo y mostraba un semblante rígido en desesperanza.

Era la primera vez que Harry lo veía así. El cambio tan drástico de la usual actitud de broma, lo tomó por sorpresa. Sabía que los aurores simulaban un mundo rosa en su presencia, y probablemente con los demás también, sin embargo, nunca se había imaginado que ambos universos internos fueran tan lejanos en comparación.

Remus, por su parte, olvidó al niño por completo; su atención de aquel que lo necesitaba más. Preocupación se deslizó sobre sus facciones.

Sirius dio un profundo suspiro, de aquellos en los que exhalas tu propia alma.

El hombre lobo frunció aún más el ceño, ensombreciendo sus rasgos.

-Sirius, ¿pasa algo? -decidió preguntar.

El mago tomado por sorpresa, levantó su mirada.

Al ver al niño que con tantas ansias pretendía proteger, intentó fingir una desanimada sonrisa. Sin embargo, su cuerpo no poseía las energías para cooperar con él.

-Albus me mandó a buscarlos -explicó en un tono muerto.

La respuesta no dejó satisfecho a su compañero, que continuó viéndolo con una mirada incisiva.

-Estoy cansado, Remus -negó la cabeza excusándose.- Terminemos con esto que quiero dormir, si no te importa -recibió de respuesta el asentimiento del licántropo.- Hay que descansar, recuerda que hay una reunión a las tres de la madrugada.

Harry se sumió en el más profundo silencio. Si no tenía nada que decir, no habría por qué intentarlo.

Se preguntó si a Tom le sería de importancia saber que los aurores se estaban desmoronando emocionalmente...

Probablemente no. Porque luego vendría el peligro de dejarlo dormir sobre sus laureles y...

-El Profesor Dumbledore nos está esperando, Harry -Lupin rompió el silencio, sin perder de vista el rostro de Black.

Su padrino asintió levemente, antes de dar media vuelta y regresar por la entrada de la que salió. Harry lo siguió, y el licántropo no tardó en completar la procesión.

Subió los peldaños, su corazón latiendo con mayor fuerza con cada paso que daba.

Llegaron a una puerta, que gritaba a mudas voces: "Oficina del Director".

Con las palmas sudorosas, Harry esperó el momento indicado de ingresar.

-Ah, Sr. Potter -escuchó la voz del viejo, al momento que la puerta se abría sin ruido y Sirius atravesaba el umbral.- Adelante, lo estaba esperando.

Armándose del valor Gryffindor que se suponía caracterizaba a sus padres, penetró la habitación.

Al menos esto sería más soportable que la Cruciatus.

O eso esperaba.

Con su padre, Harry sabía perfectamente qué esperar. Con este particular mago, sin embargo, no tenía la menor idea de lo que vendría.

Albus Dumbledore le dirigió una sonrisa bonachona, indicando que tome asiento en uno de los sillones frente a él.

Harry dio unos inseguros pasos, que esperaba se interpretaran como simple nerviosismo juvenil, intentando captar de una sola mirada todos los diferentes artefactos extraños dentro de la habitación. La información podría ser útil en un futuro.

Antes de tomar asiento, su atención se enfocó en el orgulloso fénix. El famoso Fawkes.

Mascota conocida (y reconocida) de la Orden del Fénix (obviamente), célebre figura al igual que Nagini, la fiel compañera de Voldemort, y ambas consideradas antítesis en el mundo mágico actual.

Al notar la curiosidad del muchacho en sí, Fawkes abrió sus alas mostrando su esplendor, mientras lanzaba una canción al aire. La melodía lo relajó un poco, aunque sabía que todo se hallaba en su sugestionada imaginación y los malditos textos que había leído de muy niño.

No había manera directa de decir que él tuviera un corazón puro.

No después de todo lo que había hecho.

-Veo que a Fawkes le agradas -asintió el Director, siendo espectador de este intercambio de saludos.

Harry le dirigió una sonrisa tímida y asintió con la cabeza, tomando su lugar en el sillón indicado. La canción enterrada en su espíritu aún hacía eco en su mente.

Al menos el animal no tuvo un comportamiento sospechoso. Era obvio que Dumbledore lo utilizaba como instrumento de medición en sus entrevistas, y él no deseaba alzar preguntas interesantes en la cabeza del viejo. Al menos, no más de las ya habitantes.

Los aurores habían tomado asiento. Sirius a su derecha y el licántropo a su izquierda.

Una intensa corriente de electricidad recorrió su cuerpo al darse cuenta que estaba rodeado. De haber batalla, las probabilidades de salir ileso eran prácticamente nulas.

Eso no le agradaba.

-¿Cómo estás hoy, Harry? -inquirió Dumbledore delicadamente, haciendo de lado algunos pergaminos sobre su mesa.

Se recriminó el tomar como prioridad su estado mental. El contenido de esos documentos, podría ser importante... o crucial. Pero era ya muy tarde para observarlos, el viejo posaba sus ojos sobre su figura, analizando todo sobre su respuesta.

-Bastante bien, Profesor Dumbledore -tono respetuoso.

El Director asintió y le dirigió otra sonrisa cálida.

¿Es que lo único que iba a hacer era sonreírle? Y así decían que era el enemigo más poderoso de su padre...

A menos que...

Tragó saliva.

A menos que, lo que tenía que decir, lo tenía que hacer con mucho tacto, dada la delicadeza del asunto.

-Harry, has de estar preguntándote qué haces acá... -comenzó Dumbledore ante el silencio de sus guardianes.

Asintió, no logrando extinguir cierto temor en sus ojos.

Lo que daría por estar con Tom...

-Te aseguro que no es porque hayas hecho algo malo -un brillo divertido en los ojos celestes.- Más bien, deseaba conversar contigo acerca de... -titubeó un momento- muchas cosas. ¿Crees que puedas responder mis preguntas?

Su temor cedió un instante, permitiéndole un pensamiento irritado.

¿Es que acaso lo tomaba como un retrasado mental? ¡Por supuesto que podía responder sus preguntas! Que no quisiera era otra cosa.

No. Albus Dumbledore era todo menos un idiota, y estaba seguro que las preguntas serían rebuscadas y... directas. O lo más directas que podían ser con ese vejete.

Asintió nervioso, limpiándose las palmas de su mano en su túnica.

¡Maldito sea el licántropo! ¡Todo su miedo ha de estar refregándole en la cara! Debía encontrar una poción que elimine el olor del miedo en la transpiración (o al menos en el suyo). La sutil esencia debía estar danzando por sus orificios nasales desde la entrada al castillo.

-Remus aquí, -señaló al castaño en cuestión- me ha confiado que eres un chico bastante inteligente, y que te encanta leer -otra sonrisa de las que parecía ser obsesivo.- Entiendo que ya te encuentras más adelantado que la mayoría de los compañeros de tu año, ¡y tan sólo es la primera semana de clase! -bromeó.

Harry negó la cabeza.

-No es cierto, Señor -contradijo sutilmente.- Mi amiga Hermione está más adelantada que yo en los estudios....

-Ah, pero el conocimiento teórico no es todo -Dumbledore deslizó una pizca de seriedad.- Es necesario poder tras los hechizos para llegar a ser considerado un gran mago, o incluso lograr los más avanzados niveles de especialización técnica en las ramas básicas.

Totalmente cierto. De otro modo, los squibs aplicados (¡o incluso muggles!), podrían llegar a ser considerados magos reconocidos. Lo cual era absurdo. Lo más que podrían aspirar a tener, era un doctorado en conocimientos memorísticos-sacados-de-enciclopedias-olvidadas y punto. Y eso si eran afortunados para conseguir trabajo o un lugar en la sociedad.

-Harry ha heredado lo mejor de ambos padres -comentó Sirius con tono orgulloso.

-Ciertamente -asintió el viejo no quitándole los ojos penetrantes de encima.

El silencio se extendió, interrumpido sólo por el rugido de las llamas en la chimenea y los sonidos del fénix al acicalarse las plumas.

Ninguno de los adultos quería romper el hielo.

-Queremos saber dónde obtuviste la información sobre Tom Riddle, Harry -el hombre lobo decidió ser directo.

-¿Tom... Riddle? -tono dudoso.- ¿Por qué es malo saberlo?

Simuló temblores y abierto temor. Aunque no tuvo que actuar demasiado, su corazón latía rápidamente ante la posibilidad de ser descubierto.

No le podía fallar a Tom.

Jamás a su padre.

Su padrino tenía una mirada preocupada, y estaba pronto a acudir en su ayuda... si no fuera por la expresión intensa de Dumbledore que lo mantenía pegado a su asiento.

-Tom Riddle es una persona... peculiar -explicó el Director.- Y aunque no es conocimiento prohibido saber sobre su persona, sin duda es singular. Sobretodo en un caso como el tuyo, pequeño Harry. Me dicen que te has criado en un ambiente muggle, por lo tanto no veo la conexión que puedes haber tenido con esta información tan... interesante.

Respiró profundo. Tanto para el papel que estaba representando, como para sí mismo.

De perder su concentración, se hundiría en el pánico.

Si las cosas se salían de control, podría intentar llevarse al viejo consigo, a los aurores. O a quien sea que estuviera dentro de su alcance.

No moriría solo, eso se lo prometió.

Sus nervios se transmitieron inconscientemente por el Parsithel. Nagini los percibió y respondió con una corriente de energía fortalecedora y sincera, recordándole que no estaba solo. Nunca lo estaría.

-¿Deseas caramelos de limón? -Dumbledore rompió el ambiente de creciente tensión con una bandeja de dulces en la mano.

Se preguntó si las golosinas tendrían alguna droga que lo forzara a decir la verdad... El evento con Severus aún estaba fresco en su mente. Sería muy riesgoso tomar lo ofrecido, y sin embargo, demasiado sospechoso no hacerlo. No es como si los niños normales odiaran los dulces.

¿Se vería mal si les decía que sufría de diabetes?

Con gesto tímido, decidió tomar un sólo caramelo de la fuente, con el cual jugueteó entre sus dedos. Era su intención evitar ingerir cualquier tipo de alimento, golosina, bebida, o demás en presencia de este hombre.

-¿Remus, Sirius? -ofreció más a los aurores.

Ambos se negaron... sospechosamente.

Sonriendo nuevamente, Dumbledore cogió uno y lo deslizó a su boca, para luego regresar su atención al niño.

-¿Dónde conseguiste los títulos de este autor tan... interesante, Harry? -susurró en un tono calmado y pasivo.- Dudo mucho que hayas tenido la oportunidad de visitar la biblioteca antes de clase, sobretodo si apenas estabas aprendiendo a guiarte en este entorno desconocido.

-Lo escuché -murmuró en voz baja.

-¿Dónde? -inquirió el licántropo.

-Por ahí... no me acuerdo -fue vago en su respuesta esperando nuevamente la pregunta.

-¿Dónde, Harry? -preguntó el viejo.- Dinos la verdad.

¡Malditos sean esos ojos que tenía! Esa mirada era tan intensa como la de Tom, y sin embargo, no se sentía cómoda bajo ella. El azul metálico parecía helarle la sangre y robarle el alma.

Ahora sabía porque eran enemigos.

Ambos magos eran igual de intensos, determinados y compenetrados con su Causa.

-Yo... -musitó, dejando de lado sus reflexiones para otro momento- Sólo lo supe -tono derrotado.

Bajó la mirada al caramelo.

-¿Cómo es eso? -Black pidió mayor detalle.

-No sé cómo -fingió admitir.- Sólo... las palabras salieron de mi boca sin darme cuenta de lo que decía.

-Eso no es una explicación -tono irritado de Lupin.

Forzó silenciosas lágrimas de sus ojos, dejando que éstas resbalaran por su rostro, atrapando el ambiente.

-No estoy loco -susurró para sí, demasiado bajo para cualquiera salvo el licántropo. Luego levantó su cabeza y se limpió la cara, permitiéndose recuperar algo de postura.- No sabría cómo describir algo que no sé cómo ni por qué se produce -quebró un poco su voz, pero mantuvo seria su expresión.

-Harry... -Black posó una mano sobre la suya.- No temas decirnos la verdad, ninguno de nosotros te quiere hacer daño. No has hecho nada malo -aseguró cálidamente.- Sólo tenemos curiosidad, eso es todo...

-Pero estoy diciendo la verdad -tono angustiado frente a Black.

-Sirius, creo que no hay que apresurarse a hacer juicios. La magia ofrece caminos misteriosos, y Harry ya ha demostrado ser un caso particular... -asintió Dumbledore.- ¿Por qué no nos cuentas la historia completa? Pediré que nos traigan té y sandwiches... la cena está pronta a empezar, y nos la perderemos -dijo agitando su varita en el aire, mandando una orden a la cocina.

Dos bandejas aparecieron tras unos momentos. La primera servía emparedados, mientras la segunda ofrecía tazas de té y una tetera de la cual servir.

Harry no separó sus ojos de las manos en movimiento de Dumbledore. Si servía té para todos de la misma fuente, entonces no habría peligro alguno, salvo que tuviera la oportunidad de echar algo al líquido. En cuanto a los emparedados... podría decir que no tenía hambre e ignorarlos durante toda la estancia.

Al cabo de un tiempo, el vejete le ofreció una taza, la cual aceptó tímidamente.

-Sirius tenía razón cuando te dijo que no te haríamos daño, Harry -comentó el Director casualmente.- La razón de esta... reunión, es debido a que Tom Riddle es un personaje histórico y famoso -Sirius y Remus aceptaron las bebidas gruñendo argumentos.- Pero no muchos lo conocen por su verdadero nombre -bebió un sorbo de su propio té.- Es más, el nombre que utiliza en la actualidad es mencionado sólo en un número reducido de personas, las demás demasiado temerosas de hacerlo en voz alta.

-¿Quien es? -fingió relajarse al beber el líquido en contra de su voluntad.

-Hablamos de Lord Voldemort, por supuesto.

Simuló sorpresa, petrificado ante el anuncio.

Dejó con mano temblorosa la taza sobre el escritorio, pretendiendo ser incapaz de sostenerla.

-Pe-pero, ¿por qué el Profesor Snape me preguntaría sobre él? -soltó prácticamente tartamudeando.

Al menos no estaría mal traerle un poco de problemas a Severus...

-Ah... -sonrió Dumbledore- Esa es una buena pregunta, ¿no crees? -también él posó su taza sobre la mesa- El Profesor Snape tiene diversas razones para mantener el verdadero nombre de Voldemort en constante consideración -asintió mirando de reojo a Sirius.- Quizás fue un impulso inconsciente... -un brillo extravagante se asomó por los cristales celestes.- Lo que no se explica es cómo un muchacho de tu edad supiera la respuesta.

Meditó unos segundos en silencio.

Dumbledore sabía que Severus tenía relación con su padre.

Las preguntas eran: ¿por qué?, ¿cómo?, y ¿qué sabe?

¿Era Snape un espía para la Orden? ¿O el death eater corría peligro? Y si lo hacía, ¿le debería de importar? Odiaba al sujeto, después de todo.

Mejor especular en un ambiente más amigable del que se encontraba.

-Estos... estallidos de conocimiento, -continuó el Director al ver que el muchacho no respondía- ¿tienen relación con las pesadillas?

-¿Ah? -no fue necesario fingir sorpresa.

¿Y cómo sabía él sobre sus pesadillas? ¿Qué conjuros había en las habitaciones? El maldito espiaba sin la menor consideración...

-Remus me comentó hoy que tuviste una pesadilla, -se explicó el hombre- y me preguntaba si hay algo especial en ellas que quisieras compartir con nosotros...

El maldito soplón...

Bueno, había que mirarle el lado positivo. Podría sacar esto a su ventaja.

-Ah... -modificó su plan para caber bajo los nuevos parámetros- ¿Cómo qué? ¿Qué es considerado especial?

¿Destrucción, sangre, tortura y terror se encontraban dentro de ellas?

-¿Por qué no nos dices de qué tratan? -Black tenía un rostro preocupado ante la mención de tan inocente pero significativa palabra.

Sin duda recordaba todas las maldiciones oscuras dirigidas a interrumpir o distorsionar el sueño de un ser humano. Todas ellas llevaban de una forma u otra a la locura o la pérdida de la conciencia, sin mencionar la muerte, por supuesto.

-Ciertamente, Harry -aceptó Dumbledore.- Sería una buena idea que nos comentaras sobre ellas.

Metió el caramelo en su bolsillo izquierdo, pegó su mirada a la taza de té y jugó con sus túnicas por al menos un minuto entero.

"Soy un niño traumado", era el mensaje que planeaba proyectar.

-Veo cosas... extrañas -Sirius asintió, insistiendo con su mirada que hablara más.- Sombras y... más sombras. Usualmente los sueños son sobre... la muerte -hizo lo mejor que pudo para intentar palidecer.- Pensarán que estoy loco, pero creo que sueño con los death eaters, muggles... y alguien que dirige todo el escenario.

-Voldemort -dijeron al unísono los aurores.

-Soñar con sus seguidores y el demonio mismo, no es normal.

-Lo sé, Moony... -ocultó su frustración- Pero estos sueños los tengo desde antes de conocer sobre Hogwarts, la magia y el Dark Lord en general. Eso sin contar sobre las... -tragó saliva- torturas, pueblos destrozados y... creo que me entienden. Las pesadillas comenzaron a tener sentido cuando los conocí, hace un par de meses atrás... pero antes, eran bastante confusas.

El silencio no duró mucho.

-¿Desde qué edad sucede esto? -pregunta Dumbledore.

-Siete años, creo... no podría asegurar... Pero fue luego que mi mamá falleciera -calló sus palabras.

Ya lanzó la moneda al aire... Ahora cruzaba dedos para que uno de los presentes la tomara rápidamente.

-Siete años es una edad peculiar -comentó pensativo el viejo.

Sonrisa interna, estaba complacido.

-Efectivamente -estuvo de acuerdo Lupin.- A esa edad, la magia comienza a manifestarse con mayor frecuencia, y dones latentes hacen de su presencia una permanente... Albus, ¿no creerás que...?

-¿Qué cosa? -Sirius odiaba quedarse atrás.

Harry esperaba que los magos hicieran las conexiones necesarias. Era cierto que los a siete, los niños eran bastante irritables mágicamente, además de ser una época estratégica para entrenar cualquier rasgo notable dentro de las habilidades mostradas. Incluso Tom eligió esos años de su vida para insertarlo al Círculo de Sombras.

Siete es un número mágico, en definitiva.

-Posiblemente, Remus -Dumbledore fijó una intensa mirada al muchacho.- Es una lástima que se desbordara de control... como suele suceder de no recibir el entrenamiento necesario. Y ya veo en qué se conecta con lo de Tom Riddle.

-¿Qué cosa? -preguntaron al unísono Harry y Sirius, el último tenía un tono exasperado.

-Primero, dime si no has tenido otro "estallido de conocimiento", Harry. Algo parecido a lo acontecido en la clase del Profesor Snape... Información que simplemente... se "desliza" por tu garganta...

-Ummm... -fingió pensar detenidamente.- Creo que sí... En clase de matemáticas y... otras ocasiones, creo. No estoy seguro... -negó la cabeza.- Trato de no pensar mucho en ello -añadió en voz baja.

Todo iba bien... Rogaba para que siguiera así.

A menos que el anacrónico anciano saliera con algo nuevo.

-¿Debo presumir que en todas esas ocasiones sufrías de cierta... turbulencia emocional? -ante la expresión en blanco de Harry, Dumbledore decidió explicar- Puede ser frustración, enojo, miedo...

-Sí... creo que sí -admitió, un escalofrío simulado rompiendo su postura.

-Ya veo...

-¿Puede alguien decirme de qué están hablando? -pregunto irritado Sirius.

-Psiquis.

***

Luego de que se tragaran su historia sobre visiones y admitieran que tenía cierto potencial para las habilidades psíquicas (aunque en cruda habilidad y absolutamente sin control alguno), Dumbledore le hizo relatar sobre la muerte de su "madre". La mínima diferencia de fechas que había desde los días en que manifestó por primera vez estos poderes, era un dato de importancia, según el vejete.

Claro que el secreto de la supervivencia al Avada Kedavra tenía algo que ver, también.

Así que Harry tuvo que contar nuevamente la "tragedia", la misma que relató frente a los aurores.

El idiota repitió su creativa teoría con respecto a la cicatriz. Y excusó su falta de memoria y la confusión que sufrió luego del acto, a un mal aplicado "Obliviate", el cual era el procedimiento habitual de los aurores cuando encontraban sobrevivientes a estos ataques (era eso, o la protección de sus verdaderos padres iban más allá de lo imaginado).

Harry tuvo que fingir preocuparse por el tema y asentir. No que le importara realmente, le bastaba con sobrevivir y aquello era suficiente. Ni siquiera Tom le había dado explicaciones tan pomposas, como él tampoco las andaba pidiendo.

Al final, cuando su cabeza le pedía a gritos un analgésico para el dolor, hombre le confesó que aún así, le encantaría estudiar más a fondo el misterio de la cicatriz, su extraña "habilidad" de tener visiones sobre death eaters, y lo... otro que sucedía cuando andaba bajo demasiada presión. Esta investigación no sólo podría salvar vidas en un futuro sino que además podría proporcionarle más información para resolver su propio misterio.

El maldito anciano ya quería entrenarlo para ser su propia arma en esta guerra.

Se burló internamente. Él ya era una herramienta en otras manos.

Pero para mantener la apariencias, no tuvo otra opción más que aceptar.

Vejete entusiasta.

Consecuencia: Tenía cita con Alastor Moody y Sybill Trelawney todos los miércoles después de la cena en la Torre de Adivinación.

¡¿En qué diablos se había metido?!

Claro que la reunión no acabo ahí, no señor.

Luego le forzó a comentar algo sobre su vida familiar... el ingenioso viejo. Harry no evitó demasiado el tema, ya que sabía que a la larga debían de haber preguntas, y mientras más pronto sean éstas resueltas, menos dificultades tendría. Por lo que, haciendo un gran acopio de paciencia y buena actuación, relató lo que él mismo "sabía" de su adopción: Sus padres adoptivos deseaban tener un bebé, pero al parecer no podían (no sabía los motivos). Hasta que un día, apareció una extraña pareja en la puerta de su casa. Eran trabajadores sociales que venían a facilitarle los papeles de adopción para su "hijo". Estos señores vendrían esporádicamente durante el transcurso de la primera semana (incluso dormirían en la casa un par de días) y se asegurarían que el bebé se encontrara en buenas manos hasta cerrar la adopción finalmente. Sus padres se esforzaron para pasar la "prueba", pero al cuarto día, la pareja no regresó más. Y dado que poseían la documentación legal, pues... supusieron que Harry era su nuevo hijo.

Por supuesto que la adopción tenía condiciones, ciertas cláusulas que sus padres se comprometían cumplir (pero no las sabía, sólo la solicitud de mantener su verdadero nombre).

Luego ella murió y su padre se deprimió, refugiándose en su trabajo como método de escape. Razón por la cual no pasaba ya mucho tiempo con él. El ver a su "hijo" le proporcionaba terribles recuerdos de la familia feliz que habían sido. Y la verdad que Harry no lo culpaba por dejarlo de lado, no era su verdadero padre, por lo que estaba agradecido que siguiera al menos tratándolo como uno y velando por él.

Su discurso recibió una ronda de miradas piadosas.

Puag.

***

Ahora tendré que soportar su presencia no sólo en clases sino a solas -se quejó.- Eso sin hablar de la otra vieja petulante de la que he escuchado...>

Eso puede ser peligroso... -admitió Tom.- Y no lo digo por la oráculo farsante. Alastor fue, y sigue siendo, un auror reconocido, Harry -negó la cabeza, indicando a dos death eater traer el prisionero a su presencia.>

¿No reconsiderarías regresar? -suplicó Nagini ante el fúnebre prospecto.>

El niño levantó su etérea mano y la sostuvo sobre la cabeza de la enorme anaconda, indicándole a Nagi que aunque deseaba acariciarla, no podía hacerlo.

Pienso llevarlo hasta el final, o morir en el intento -sonrió burlonamente a su amiga.>

Tom cuestionó al mago sobre las identidades de los demás miembros de la Orden, sus ojos escarlatas amenazantes en la oscuridad.

Sinceramente espero que no mueras -anunció sin mirarlo, indicando a los dos mismos death eaters traer a la hija del sujeto en cuestión.- Recomiendo extrema cautela, el ex-auror tiene más de un truco bajo la capa.>

La serpiente se enroscó alrededor de la ilusoria figura de uno de sus amos, evitando mostrar demasiada tristeza por el inexistente contacto.

Y luego está el problema con Severus...>

Su padre volteó a mirarlo, buscando si decía la verdad y no era invención suya.

Así que las cosas están peligrosas para nuestro espía residente, ¿eh? -sonrió macabramente- Tanto allá, de mantener su lealtad... o acá, de ser realmente un espía.>

Padre, ya sabes qué opino.>

El hombre sonrió.

Lo sé, Harry. Lo sé... Pruebas son pruebas... -admitió.- Dime tu horario de clases con Severus, y veremos qué podemos arreglar.>

Mayor discusión fue imposible, una pequeña de seis años aproximadamente, fue traída a escena por Zelea Lestrange, quien la cargaba en brazos.

Harry sintió un golpe de culpabilidad al ver a la inocente muchacha en medio de uno de los interrogatorios de su padre.

Tom... ¿Podrías...? -las palabras se ahogaron en su boca cuando la niña alzó la vista a la figura encapuchada de Voldemort y rompió a llorar.- Es sólo una niña... -susurró parándose frente a ella y la death eater.>

El hombre entornó los ojos, fijándolos en su hijo.

Te equivocas, Potter -dijo en uno de sus tonos peligrosos.- Aquella criatura NO es una niña, es una herramienta. Una que se debe usar y desechar...>

Dicho esto, dirigió unas escogidas palabras a la muchacha, asegurándole que todo estaría bien si su padre cooperara, e incitándole a rogar a su padre cooperar.

El muchacho sintió que perdía la concentración en la escena, y por un momento temió desvanecerse del lugar. Aferrándose al lazo psíquico que compartía con Tom, estabilizó momentáneamente su situación, aunque ello no eliminó el gran vacío espiritual que sentía en esos momentos.

A veces me pregunto si me desechará a mí también cuando ya no sea de utilidad -murmuró desalentado a Nagini.- Al menos espero que la muerte sea rápida y sin dolor... -se dijo más para sí.>

Felizmente Tom no había oído ninguna de sus palabras, ocupado como estaba.

Conociendo a Voldemort, era un caso fijo que se deleitaría con el dolor de cualquiera, salvo el suyo. Se preguntaba si realmente le encontraría placer a darle su ejecución... ¿Quizás preferiría algo discreto y personal? ¿O podría ser que lo tomara más como un espectáculo?

Su mente incitó morbosamente.

Harry... -tono preocupado de la reptil- Estoy pensando que la visita a Albus Dumbledore te ha afectado en más de una manera. ¿Te has dado cuenta de lo que estás diciendo? -le dirigió una mirada incrédula- ¡Estamos hablando de tu padre! No del dark lord que es para con los demás.>

Se permitió formar una sonrisa titubeante, que no apartaba una difusa sombra de duda.

Tienes razón...>

Aunque habían ciertas herramientas que se usaban al máximo antes de ser desechadas.

***

¡¿Qué has dicho?! -vociferó la serpiente en el comedor.>

Voldemort se mantuvo calmado y sereno, aunque por sus adentros estaba más que deseoso de demostrarle que no tenía la paciencia para dar mayor discusión al tema.

El niño siempre ha sido así de... defectuoso -justificó la alarmante conducta de su hijo.- ¿Acaso no lo recuerdas? -cortó el pollo en su plato- Todos aquellos incidentes... todos aquellos comentarios... ¿De qué te sorprendes?>

Siguió con su mirada la enojada figura de Nagini, quien estaba haciendo círculos en la alfombra.

¡Sólo te pido una carta! ¡Una maldita carta que le diga a Harry que todo lo que pensaba era absurdo y sin posibilidades a suceder! -su alargado cuerpo vibró de rabia.- Sus alrededores son... contaminantes, y aún es un niño...>

Era cierto que las noticias lo sorprendieron... hasta cierto punto. No sabía cómo el muchacho podía pensar que él lo descartaría una vez que eliminara a Dumbledore. No es como si no tuviera futuros planes con él. Harry Potter era una joya, uno de esos tesoros únicos en el mundo. Y él sería el estúpido más absorto en su estupidez si siquiera consideraba deshacerse de él luego que lograra su cometido.

No era desechable, después de todo.

Además estaba ese terrible problema de... sentimientos confusos que tenía. No creerías que él admitiría al niño como su hijo para luego asesinarlo a sangre fría, ¿verdad?

¿Verdad?

No puedo hacer promesas que no sé si cumpliré -se limitó a decir.>

La serpiente soltó un furioso siseo que podría ser comparado con el "¡Argh!" de frustración que manifestaban los humanos.

Si el niño me traiciona... tú sabes cómo trabajo con los traidores.>

La anaconda detuvo en seco sus movimientos, fijándole una iracunda mirada.

Dime que no son celos los que te aquejan cada vez que piensas en los aurores. Dime que no quieres protegerlo cada vez que Hogwarts viene a tu mente. Dime que no es nostalgia cada vez que miras su antiguo lugar en el Círculo, Tom. Dime que no es orgullo lo que te impide arrastrarlo de vuelta acá. Y dime que serías capaz de matar a tu propio hijo, y te creeré -tono sarcástico.>

La mesa y el almuerzo salió volando hacia una de las paredes.

La mano que sostenía su varita estaba rígida en tensión, y su cuerpo estaba listo para atacar a quien se pusiera en su camino.

Nagini sonrió burlonamente, finalmente había tocado un nervio.

Dime que serías capaz de quitarle la vida, y te creeré -repitió, con la sonrisa aún en el rostro.>

Seré capaz de hacerlo -gruñó más para sí mismo que para la reptil.- Seré capaz de hacerlo y es más, lo disfrutaré.>

Ignoró a la irritada serpiente, mientras intentaba reprimir toda clase de pensamientos contradictorios que recorrían por sus neuronas.

Juró que de ser necesario lo haría.

Aún cuando su corazón se desmoronara ante ello.

***

La tarde del domingo encontró a Harry, Sirius y Remus en un salón de clases vacío. Sería su primera clase de "Duelo" en la tutoría de ambos aurores y el niño no podía evitar sentirse drenado emocionalmente.

Primero fue la interrogación del hombre lobo, luego la de Dumbledore y compañía, seguido de la de sus compañeros ("¿Qué quería Remus?"), y finalmente terminaba con su padre. Durante la noche anterior, Harry había hecho todo lo posible por mantener la compostura y atenerse al papel correspondiente según sea el caso. Sin embargo, la visita a su padre la noche anterior fue demasiado.

Añadió más problemas a su carga emocional.

A veces deseaba realmente hallarse bajo una maldita imperius y evitar los constantes pensamientos que afligían a su agitada mente. Tampoco había podido hablar con Nagini en todo el día, y eso que buscaba desesperadamente oportunidades para hacerlo. Pero al parecer a nadie le daba la gana de darle privacidad cuando más la necesitaba.

Desde el encuentro "místico" con Trelawney en el Gran Comedor ("Me presento en el plano mortal porque los espíritus me informan que necesitaba conocerte..."), pasando por el pedido de ayuda de Neville Longbotom en el proyecto grupal de Transfiguración, hasta las miradas preocupadas de los aurores y la interesada de Severus... sin olvidar el comentario de los gemelos de querer conocer las dichosas serpientes que se hallaban en boca de todos los Gryffindors (y demás casas)... Todos ellos participaron activamente para aminorar su tiempo libre y distraerlo de sus reflexiones.

-¿Te sucede algo, Harry? -preguntó un preocupado Black.- ¿Qué puedo hacer por ti?

Por supuesto que le sucedía algo, y si quería ayudarlo, bien podría caerse muerto él, su Mentor y más de la mitad de la población mágica, pues estaba cansado de sus constantes conflictos morales.

Fijó una seria mirada sobre el mago, el cual se sorprendió de la rudeza que encontró ahí.

-Ando un poco cansado, Padfoot -respondió sincero.- No dormí bien anoche.

Remus regresó de encender la iluminación de la habitación, de modo que la cercana oscuridad no los tomara desprevenidos.

-Sabes que puedes hablar conmigo... -ofreció una sonrisa su padrino.- No fue una pesadilla de esas, ¿verdad?

Negó sin dar mayores detalles.

-Sirius, -comenzó el licántropo, que aún lo miraba reservado. Al parecer la teoría de las visiones-pesadillas aún andaba revoloteando por las cabezas de los presentes- no te olvides de darle el portkey.

¿Portkey? ¿Qué portkey?

-Ah, sí... -dijo el otro, rebuscando algo entre sus túnicas, ilusión en su mirada.

Después de un tiempo, sacó un pequeño medallón plateado. Era circular, de esos que se abren para mostrar dos fotos dentro. En este caso, Lily y James Potter lo saludaron. La cadena era simple y nada ostentosa.

El niño mantuvo abierto el medallón sin siquiera ponérselo... ¿quién sabía qué clase de hechizos tenía puesto el artefacto?

-Sé que una cosa como esta puede verse... extraña, Harry. Por eso intentamos hacerlo lo más común y simplista que pudimos...

-¿Qué hace? -interrumpió aún sin quitar los ojos de las fotos en movimiento. Era fascinante cómo su madre sonreía en un lado, mientras del otro, James guiñaba el ojo y hacía su mejor impresión de caballero, lo que causaba mayores sonrisas en Lily.

Sonrió complacido, hipnotizado por la alegría en las imágenes.

-Pues es una costumbre común en familias pureblood, sobretodo en estos tiempos de guerra -colaboró Lupin.- El medallón tiene un simple hechizo que nos informará de tu condición... saludable en todo momento.

Ah, sí. Debió imaginarse que los aurores querrían una de estas triquiñuelas. Después de todo, familias enteras las tenían para asegurarse que sus seres queridos aún se encontraban con vida.

Incluso el Parsithel poseía algo parecido.

Asintió, pero aún así, miró con desconfianza el artilugio.

-Este tiene una modificación adicional a los amuletos tradicionales -especificó Sirius.- Además de cumplir el usual propósito, tiene un conjuro que actúa como portkey.

-¿Sabes lo que es eso?

Estaba tentado a gritarles y decirles "Maldita sea, sí sé, terminen de una vez para que me pueda ir a dormir", pero decidió finalmente, negar la cabeza y fingir ignorancia.

Como siempre hacía.

-El concepto mágico tiene distintas variaciones, pero en este particular caso, es simple. Sólo tienes que sostenerlo entre tus manos, decir "Ianua Illico Itinera" para activarlo, y serás transportado instantáneamente a nuestro lado. En donde sea que estemos...

-Te advertimos, Harry, que la mayoría de los lugares que habituamos son muy peligrosos, -observó su padrino- por lo que rogamos que SOLO lo uses en una situación de vida o muerte. Al menos nosotros intentaremos protegerte, ya que aún no posees la capacidad para hacerlo.

Sí, sí, claro. Lo que ellos digan.

-No lo pierdas, tampoco. Ni lo saques de tu vista, es un artefacto demasiado precioso en manos equivocadas.

Asintió fingiendo intimidación, ocultando la inmensa sonrisa interna que resplandecía en su ser. Aquella que se estaba burlando de lo idiotas que eran los aurores, pues se la estaban entregando al enemigo desde el momento que lo pusieron en la palma de su mano.

-Rogaría que tampoco lo alejes más de cinco metros de tu presencia... Caso contrario el medallón no podrá captar tu aura mágica y pensaremos lo peor.

Esta vez asintió seriamente.

Entonces estaba condenado a tenerlo a menos de cinco metros de distancia...

Se preguntaba qué otra clase de hechizos tenía encima. Probablemente los comunes... para evitar que el paso del tiempo lo deteriore, el clima, el agua, golpes, calor, etc. Pero podría apostar una larga sesión de cruciatus con su padre, que el artefacto tenía otros conjuros de los que no habían mencionado palabra al respecto.

-¿Hace algo más? -fingió fascinación por el medallón de plata, al momento que captó una duda fugaz de Black.

-Nada más de importancia -dijo finalmente.

Muy a regañadientes, y haciendo caso omiso de su sentido común, se pasó la cadena sobre la cabeza, ocultando el medallón bajo sus túnicas. El frío metálico rápidamente se adecuó a la temperatura de su cuerpo, como si no tuviera nada alienígena encima de él.

El pensamiento irónico en el que visualizó a un Parsithel celoso de compartir el mismo espacio, le robó una sonrisa en su rostro.

-Creo que esto confirma el artículo de Rita Skeeter -se atrevió a decir mientras los aurores se miraban por un momento.- Todo lo que dijo es cierto, ¿verdad? -fingió un escalofrío.- Incluso lo de Voldemort... -levantó una mirada horrorizada de niño patético.

Su padrino se agachó al mismo nivel que él.

-¿Quieres discutirlo? -preguntó cuando lo abrazó, atrayéndolo hacia su pecho.

Harry le siguió corriente y se dejó llevar hacia el adulto, aún cuando su razón le gritaba que aquello le causaría incomodidad y problemas.

La sensación de seguridad y calidez lo cogió por sorpresa. Especialmente cuando mansamente dejó reposar su cabeza en el hombro de su padrino.

Recordó amargamente que Tom sólo lo había abrazado tres veces en su vida: Después de la lección sobre el veneno de Nagini (aunque esa no contaba porque estaba más inconsciente que consciente), su primera introducción al Círculo (y la espectacular victoria sobre Malfoy), y tras el "Incidente Invisible" (en el cual no dijo una sola palabra y se limitó a sostenerlo simplemente).

Sus recuerdos se tiñeron de tristeza al pensar que era muy probable que no lo planeara hacer más.

Devolviendo el abrazo, se dio cuenta que no le molestaría volverse adicto a ellos, y que Nagini no lo hacía igual. Por lo que decidió saborear hasta el último segundo la sensación reconfortante, imaginándose que era Tom o su madre quienes se la proporcionaban.

Luego de varios minutos de hermoso silencio, Black le recordó que tenían una lección que comenzar, por lo que Harry salió recalcitrantemente de su mundo imaginario para regresar al real.

-Me preguntaba si... -vaciló ante la mirada de los adultos- ¿podríamos practicar con la Imperius? -Sirius alzo una de sus cejas- Es que Moody ha dicho que el martes nos hará una prueba, y...

-Aseguró completa humillación bajo su poder -asintió el licántropo, mostrando sus conocimientos de la personalidad del hombre.- Creo que es una idea genial, Harry.

¡Perfecto! Ya tenía forma de entrenar su verdadera conveniencia bajo esa imperdonable.

-No lo sé... -dijo su compañero dudoso.- No estoy seguro que sea buena idea...

-Mira, Padfoot, -comenzó Harry. Estaba frustrado que el hombre siempre quisiera arruinarle los planes- tú mismo lo has dicho, es una guerra. Y según varios de los libros que he leído, así como mis pesadillas, -añadió en susurro- esta es una de las maldiciones más utilizadas. Por lo tanto, es mejor aprender bajo una varita amiga, que cuando sea mi vida realmente el blanco.

-El niño tiene razón... -otorgó Remus.

¡Por supuesto que la tenía! Ahora si podían salir de su indecisión y lanzarle la maldita Imperius, por favor...

-Ya leí toda la teoría al respecto -suplicó al ver al mago inseguro.- Y no planeo terminar este día sin dominar la técnica para bloquear su completo control.

-Bastante ambicioso, ¿eh? -murmuró Sirius.- Considerando que son las cuatro de la tarde... -añadió sonriente.

-Me hace recordar a ciertos Gryffindors en un particular proyecto que les tomó años conseguir... -tono burlón del licántropo.

-¿Qué proyecto?

-Te lo contaré otro día -prometió su padrino.

***

No, se dijo. No iba a molestar al Profesor Snape.

Al menos en un par de días.

No deseaba tener otra conversación con Dumbledore sobre su conducta en clase, después de todo. Sin mencionar que si Harry empezaba la jugada, Severus la respondería, y luego él se vería demasiado tentado a hacerlo quedar mal con algún dato que supuestamente debía ignorar.

Pero el problema radicaba en que se hallaba aburrido. Podía hacer esta poción con los ojos cerrados.

Irónico que le costara más trabajo fingir no saberla a realizarla como decenas de veces lo había hecho en el laboratorio de su casa.

Su antídoto se hallaba a un ingrediente de estar completo, y aún faltaba media hora para terminar la clase. Hermione, por supuesto, había acabado su cocción hace ya varios minutos atrás y ahora se encontraba leyendo las siguientes lecciones del libro de Pociones.

Miró de reojo el caldero de Vincent Crabbe.

Afortunadamente (hasta cierto punto), la lección de ese día era en parejas designadas por el mismo Severus. La calificación seguiría siendo personal, sin embargo, estaban dispuestos en grupos de dos por cada mesa. Gracias a esto, Harry se distraía enumerando todas las fallas que cometía su compañero Slytherin, sin contar la sonrisa sádica que traía a sus labios el alto riesgo de combustibilidad que la poción adquiría con cada ingrediente mal preparado que el otro echaba.

La parte negra del asunto era el peligro que sufría de estar compartiendo la misma estación de trabajo con el inepto a su costado. Además de los distintos comentarios insulsos que le había dirigido durante toda la clase y los golpes sutiles que le había propinado en tres ocasiones.

La única razón por la que Harry no respondía, era la misma causa que lo sumergía en aburrimiento. Había prometido mantener un perfil bajo con Severus por esa semana.

-¡Weasley! -vociferó el death eater- ¡El antídoto a este particular veneno debe ser de color azul marino, no verde!

-Pero profesor, es azul marino...

-¡Cinco puntos menos por contradecir a un profesor! Lo veo verde, y como verde será calificado.

Y es que nadie le había informado al acusador que era daltónico.

Dirigió una sonrisa de compensación para Ron, quien tenía sus mejillas rojas del esfuerzo que ejercía para evitar responder. Varios Slytherins soltaron risitas a la escena, sobretodo mini-Lucius, que mostraba gran burla desde su lugar con la chica Parvati Patil.

-Si yo fuera ustedes prestaría más atención en clase, -advirtió Snape fríamente- porque la siguiente sesión probaremos que tan efectivos son sus antídotos.

No sólo los Gryffindors temblaron ante la amenaza, varios de los Slytherins regresaron la atención a sus pociones, semblantes preocupados.

Los death eaters eran conocidos por utilizar algunas armas envenenadas, y aunque una simple receta como la que practicaban no era suficiente para evitar los efectos, sin duda era un comienzo.

Echó el último ingrediente que le faltaba, siendo cuidadoso de alejar su caldero del de Crabbe.

No permitiría que le malograra el día añadiendo otro problema más con Severus.

-¿Qué haces, Potter? -preguntó un confundido Crabbe.

-Oh, nada -respondió indiferente.- Tan sólo me aseguro que no desintegres mi herramienta de trabajo, tu proyecto no se ve correcto, después de todo.

Quien decía que el marrón se encontraba entre la gama de los azules y verdes, estaba ciego, efectivamente.

-¿Ah sí? -el muchacho procesó sus palabras- Al menos no soy un triste huérfano.

Juntó sus labios para evitar mencionar lo estúpida de la respuesta, una sonrisa divertida en su rostro.

-Huérfano o no, al menos mis padres me concibieron completo. Tengo un cerebro. Eso es mucho más de lo que llegaron a darte a ti.

Al parecer, las neuronas del Slytherin no lograron pensar una respuesta oral que pudiera defenderlo, por lo que Harry tuvo que esquivar el puñetazo saltando hacia a un lado, permitiendo a Crabbe sostenerse de la mesa para evitar caer.

Idiota.

-¡Potter! -gritó el carcelero- ¡Diez puntos menos para Gryffindor! Si va a ocasionar peleas, rogaría que lo hiciera fuera de mi salón de clase.

Se mordió el labio, regresando a embotellar la poción.

Él que no deseaba ocasionar problemas, y el otro estúpido que se metía en su camino.

Miró de reojo a Crabbe. En esos momentos estaba compartiendo una expresión complacida con mini-Lucius, que sonreía burlonamente.

Inocencia, que estupidez.

Con un movimiento rápido y preciso mientras limpiaba la mitad de su mesa, dejó caer tres colmillos de serpiente en el brebaje, ahora azul, de su compañero, convirtiendo el antídoto en su opuesto.

Agradecería a Tom por las lecciones.

A ver cómo se las arreglaba el inepto Slytherin con el veneno azul marino.

***

-¡Harry!

Levantó la mirada de su plato, los gemelos se acercaban a la mesa Gryffindor desde la entrada. Cada uno poseía una sonrisa cómplice y sus ojos brillaban en anticipación.

-Gred y Feorge, que gusto verlos hoy -siguió la corriente.

-Nuestro buen amigo Harry -comentó uno de los hermanos al arrimar a Ron a un lado para sentarse a su derecha.

-Nuestro gran amigo Harry -guiñó el ojo el otro mientras tomaba asiento a su izquierda.

¿Y ahora en qué pensaban involucrarlo?

-De ninguna manera convenceré a Sirius de protegerlos si han cometido asesinato -regresó su atención a la cena, una sonrisa en sus labios.

-¿Asesinato?

-¿Nosotros?

-Aún no hemos llegado a planear algo tan drástico contra los slytherins...

-...Pero la idea no está nada mal -bromeó uno de los pelirrojos.

Al frente suyo, Hermione frunció el ceño en prospecto de las travesuras que restarían puntos a la Casa.

Tosió en su mano.

Dudaba que los gemelos tuvieran las agallas para matar a otro ser humano.

-¿En qué puedo ayudarlos, caballeros? -decidió ser directo, planeaba acostarse temprano para estructurar la clase con Alastor el día siguiente.

-¿Recuerdas lo que nos prometiste? -susurró secretamente un Weasley.- Sobre tus serpientes y... la oportunidad de conocerlas, Harry. Pensábamos si podrías prestárnoslas para... ah... un encuentro inesperado con algunos compañeros de nuestra serpentina Casa...

Alzó una ceja.

-No sé si eso será posible, Fred... -respondió en voz alta.

-George -corrigió el otro.

-Lo que sea -dijo indiferente.- No están domesticadas... y ciertamente no obedecen todos mis comandos...

Sobretodo porque había prometido no hablarles en parseltongue a amenaza de estrangulamiento.

-Pero Ron dijo que podías acariciarlas sin que te hagan daño -colaboró, ahora sí, Fred.

-Sí, pero Ron no te dijo que son venenosas, ¿o si? Que yo sea un loco suicida es otra cosa -sonrió cínicamente.

-Las mascotas de un mago establecen un lazo especial con su dueño -ofreció Hermione, deduciendo de qué trataba la conversación.- No es de sorprender que esas serpientes sean mansas con Harry, es su amo, después de todo.

-¿Preferirían que hablara parseltongue y les dé instrucciones para que siguieran todos los comandos? -bromeó ante la decepción de los gemelos.

-¡Aún así, nos encantaría conocerlas! -exclamó Fred, negando rendirse.- Quiero ver cómo son las famosas serpientes esas...

-Si quieres conocerlas, no tengo problemas.

Pero no estaba dispuesto a tenerlas correteando libres por el castillo. Podrían morder a un alumno y causarle aún más problemas de los que ya tenía. Quizás si pudiera hablar con ellas... el asunto sería diferente.

-Por cierto, Harry... -comentó Ron, botando a su hermano del camino- ¿Viste el anuncio en la Sala Común? ¡Ya hay fecha para la primera clase de vuelo! Me muero por ver la cara de los Slytherins cuando vean tu escoba... Malfoy irá corriendo a las faldas de su papi para que le deje traer la suya.

Oh, que dulzura.

Se unió a la sonrisa traviesa de Ron.

Se divertiría a las expensas de cierto hijito de papá...

***

-Entonces... ¿No duele?

-Para nada... -aseguró Ron- Pero la vergüenza es otra cosa...

-Aún no puedo creer que te hiciera bailar cancan, Ron -susurró Terry.

Sin prestar atención a lo que comentaban sus compañeros, Harry observaba distanciado el comportamiento de Moody.

El antiguo auror poseía dominio sobre las pocas Artes Oscuras que se sabía, y estaba dispuesto a apostar que habría hecho un buen aliado para su padre. Lástima que pareciera no ser experto en el tema. Tenía cierta cualidad calculadora y fría, despiadada hasta cierto punto. Sus acciones parecían declarar abiertamente: "El fin justifica los medios", famosa frase Slytherin, y su forma de expresarse ciertamente lo respaldaba. La mirada complacida y el brillo sádico en sus ojos, delataban que estaba disfrutando mucho de este ejercicio.

Harry se cruzó de brazos, pegando su mirada al techo. La habitación estaba inundada de las ondas excitantes que producía el uso concentrado de cualquier maldición poderosa, y él estaba comenzando a reaccionar a la energía expuesta.

Respiró profundamente.

Adrenalina corría por sus venas, lo que dificultaba la lucha contra sus impulsos de agresividad que la magia le infundía.

-¿Harry?

Moody estaba llamando por orden de lista, comenzando desde abajo. Del grupo de los cinco, incluyendo al amigo de Terry; Stephen Cornfoot, él era el siguiente luego del intento de Ron.

-Dime Terry.

-¿Tu padrino dijo algo que pudieras compartir con nosotros?

Bajó la mirada del techo y la fijó en sus compañeros.

-¿Qué quieres saber? -tono más duro que el normal- Es una lucha de voluntades. Si tu mente es más fuerte que la de tu captor, o al menos da una batalla considerable, tienes más posibilidades de romper el lazo psíquico que te controla. Cuestiones físicas no poseen relevancia. Ni edades, sexo, discapacidad, nada. Si alguien vence al Profesor Moody en su propio juego, no quiere decir que sea un mago más poderoso que él, tan sólo implica que la mente del sujeto en cuestión, es lo suficientemente fuerte como para no dejar que lo manipulen -intentó justificar su futuro éxito.- Ahora, ¿quieres un consejo? Te daré uno: No importa qué tan feliz te sientas. Intenta pensar que mientras te encuentras en ese paraíso, el death eater allá afuera puede estar obligándote a matar a tus propios padres, beber de su sangre y comerte sus órganos vitales. Y tú tienes control nulo sobre la situación.

-Demasiado gráfico -murmuró Hermione.- Aunque se aprecia la nota.

Harry sonrió sarcásticamente.

-¿Gráfico? -preguntó, viendo a un alumno actuar como gorila- Deberías ver lo que realmente hacen los death eaters...

Cerró los ojos.

Se le estaban escapando las cosas de la mano. No debió responder tan bruscamente. La sinceridad no sería apreciada, se recordó.

Sólo son niños. Niños ingenuos, inocentes y estúpidos.

La posibilidad que uno de ellos venciera a la Imperius en su primer intento era muy remota. Mientras no entendieran el sentido del peligro en sí, no aprenderían con ahínco las lecciones básicas.

-¿Y cómo sabrías eso tú? -desconfió Stephen.

-Sr. Potter, acérquese al centro del salón, si fuera tan amable -ordenó Moody con una sonrisa que prometía sufrimiento.

Sádico.

-Mi turno -declaró Harry, despegándose de la pared y soltando sus brazos a los lados, ignorando por completo al otro Ravenclaw.

Respirando nuevamente, hizo lo que el miembro de la Orden ordenó, aprovechando para bajar la mirada al suelo.

Si no le permitía una vista directa a sus iris, quizás podría fingir unos segundos de más...

-Imperio.

Se relajó. No había de qué preocuparse, todo estaba bien. Perfectamente como debía estar. Él se hallaba feliz, flotando en una niebla cálida que olía débilmente a pie de manzana.

Ponte en cuatro patas y ladra como perro.

Se escuchó a sí mismo suspirar.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

No quería humillarse. La idea era repugnante, y sin embargo... Había una justa razón por la que debía hacerlo.

Que no se acordara ahora, era otra cosa.

Gatea por el suelo.

¿Por qué?

No recordaba cuál era el motivo, pero no debía de valer la pena tal indignación.

Aunque... Tom...

¡Ladra y arrástrate por el piso!.

Su padre estaba relacionado a esto.

¿Quería que lo hiciera?

Pero... ésta no era la voz de Tom. Además, sabía que la maldición no tendría efecto en él. Así que, ¿quién era?

Le estaba dando un dolor de cabeza pensar bajo esas condiciones.

Bah. No podía ser tan grave, ¿o si?

Cortó el poder del conjuro sobre sí.

Parpadeó.

Maldita sea.

-Interesante... -murmuró el hombre a su derecha.- Veo que Remus no estaba exagerando cuando comentó sobre... Hmmm...

Barrió con la mirada la habitación. Sus amigos estaban sorprendidos, así como la mayoría de los demás estudiantes. Romper una imperius no era una faena ligera. La mayoría de los adultos no lo lograba ni bajo meses de entrenamiento.

Ocultó una mueca amarga de los ojos de Alastor.

La clase continuó según las propias predicciones de Harry (y quizás sí tenía habilidades para leer el futuro).

No mejoró en absoluto.

Moody, al ver que no podría humillarlo bajo la maldición, optó por hacerlo relatar su experiencia y aquello que le permitió sobrepasar su poder. Todo esto, después de una impuesta ronda de aplausos.

***

Tenía tantas cosas que reflexionar.

Y tan poco tiempo.

Por el momento, había logrado convencer a sus compañeros que necesitaba estar a

solas. Razón por la que se hallaba vagando por los pasadizos de Hogwarts mientras ellos investigaban sobre el proyecto de Transfiguración que había que entregar la próxima semana.

Hermione le prometió sacar algunos libros para él, ya que Harry no tendría tiempo de ir a la biblioteca ese día.

La primera reunión con Sybill Trelawney y Alastor Moody fue... extraña.

Para empezar, le tomó media hora encontrar el camino correcto a la torre de adivinación, incluyendo una intrusión del asqueroso poltergeist llamado Peeves y el oportuno rescate del Barón Sanguinario, quien le ahorró deshacerse del bromista en este plano.

Cuando llegó, nuevas presentaciones se hicieron, y Harry descubrió que todo lo que se decía de Trelawney no era una exageración.

La mujer le preguntó sus datos personales para llenar una carta astral, y le leyó el aura (algo sobre oscura, y que la muerte estaba a sus espaldas). Buuu... Oh, si. Moody ni se inmutó ante la declaración de su colega, al parecer era algo usual en su comportamiento (y esto, Harry agradecía).

El ex-auror por el contrario, se mantuvo sentado en su sillón durante la hora de interrogación de la oráculo. No mencionó palabra alguna. Cosa realmente inquietante. Salvo al final, cuando requirió que trajera a sus serpientes el siguiente miércoles, además de pedirle permiso para que se quedaran con él un par de días.

El niño no tenía la menor idea de para qué las querría, no era como si hubiera otro parselmouth en las inmediaciones... pero aceptó.

Sin nada más de interés ni de importancia, Harry fue a reportar a su padre. Tom asintió y advirtió constante guardia.

Sobretodo con cierto portkey...

Levantó la cadena y expuso el medallón de plata a la luz.

Resultaba que no era un simple portkey... No. Era un transporte de ambos sentidos. Es decir, Black también podía usarlo para encontrarlo a él en cualquier momento. En cualquier, cualquier... momento. Ni siquiera las barreras de Hogwarts ponían resistencia a la magia.

Lo que lo llevó a pensar que quizás los aurores no sólo le ocultaban este tipo de secretos, sino muchos otros.

El mapa era uno de ellos. Tenía que conseguirlo.

Ahora, con respecto a cierto proyecto mencionado... Tendría que buscar la manera de sacarles la información lo más pronto posible... pero esa semana no.

Había luna llena.

Y así como el licántropo estaría ocupado, Tom requería de su ayuda en cierta misión que deseaba supervisar.

Al menos aún le era útil.

***

El aire fresco azotaba contra su cabello.

Harry sonrió.

Las miradas de envidia eran incómodas, sí. Sin embargo, cuando se trataba del pequeño Draco, era un dulce placer verlo frustrado. Creyó detectar un "Mi padre oirá de esto", pero no podía asegurarlo.

Subió un par de metros más en su Nimbus 2000.

Sonrió añoradamente.

Deseaba dispararse hacia el cielo y permitir al razonamiento evaporarse de su mente... mas dudaba que la Profesora Hooch le diera un permiso como ese. Suficiente con haberles dejado "vuelo libre" esparcidos por el campo de quidditch para que se familiarizaran con la sensación que producía el dejar el suelo.

Quizás pudiera escabullirse algún amanecer o en la madrugada. De verdad que volar le ayudaba a liberar tensión. Y al diablo con el puntaje de las Casas.

Sonriendo, observó a Ron de reojo. El pelirrojo se las arreglaba muy bien con la escoba. Aunque la sostenía demasiado erguido. Pero al menos se estaba divirtiendo.

Hermione por otro lado... No había logrado despegarse de más de dos metros del suelo y algo le decía que era por el temor a la estabilidad de su vehículo. Quizás si la convencía que no había peligro alguno...

Se acercó a su amiga.

-¿Qué sucede? -le preguntó.

Aferrándose como si su vida dependiera de ello, Hermione le dirigió una sonrisa forzada.

-E-estoy bien, Harry.

Alzó una ceja.

-¿En serio? -sonrió secretamente.

Su amiga lo miró indignada, probablemente pensando qué irritante era el muchacho en esos momentos.

-Bueno, no estoy bien. ¡La maldita escoba tiene una mente propia!

Y como para enfatizar lo dicho, el objeto en cuestión vibró violentamente. Hermione ahogó un grito de pánico, mientras abrazaba desesperada el manubrio.

-Estás demasiado tensa -advirtió en tono serio.- Jamás lograrás dominar el vuelo si no te relajas y evitas pensar que caerás.

-Pe-pero...

Harry tomó el manubrio de la escoba de Hermione, estabilizándolo firmemente.

-Mírame Hermione -ordenó.- Deja de tener fatídicos pensamientos y mírame.

La muchacha lentamente alzó sus ojos, relajando su postura al encontrarse con la mirada calmada y segura de Harry.

-Ahora, -asintió complacido de ser escuchado- quiero que sueltes tus dedos de la madera. Sin argumentos -interrumpió las palabras de la muchacha.- Tan pronto como tu mente se dé cuenta que no estás en peligro, y deje de emitir caóticos impulsos, verás que el vuelo responderá naturalmente a tus movimientos.

Después de quince minutos de trabajo mental, ambos Gryffindors se hallaban a unos diez metros del suelo. Harry orgulloso de sus esfuerzos, y Hermione jadeante pero más tranquila.

Le dirigió una sonrisa brillante.

-No soy tan sádico como para decirte que mires abajo, pero... -señaló el suelo.

Un escalofrío nervioso recorrió el cuerpo de la muchacha, impulsos casi obligándola a regresar a su conducta anterior. Fue el pensamiento que Harry estaba ahí para protegerla lo que la detuvo.

El niño se tomó unos segundos para buscar a Ron con la mirada. Estaba disfrutando del recreo en su escoba, jugando a las carreras con Dean y Seamus, olvidando completamente la existencia de sus otros amigos. Al parecer ya estaba venciendo la desconfianza hacia los otros dos Gryffindors.

Volvió a sonreír.

El fin de semana estaba probando ser educativo, efectivamente.

De repente, sus instintos lo obligaron a hacerse a un lado.

Draco pasó volando a toda velocidad por su costado. Justo entre él y Hermione.

El rápido movimiento la sobresaltó tanto, que perdió el balance de su vehículo. Una expresión de completo terror en su rostro cuando se dio cuenta que sin el contacto con la escoba, se encontraba cayendo hacia el vacío.

Reprimiendo una poderosa maldición en dirección a Malfoy Jr., Harry se apresuró a rescatar a Hermione, vagamente recordándose no utilizar hechizos que se supone no conocía.

Viró en picada la punta de su escoba, obligándose a acelerar al máximo para alcanzar su objetivo.

Afortunadamente, la Profesora Hooch atendió rápidamente los gritos. Harry no tuvo que hacer esfuerzo mucho tiempo en aguantar el peso de Hermione, a quien tenía agarrada de un brazo, gracias al conjuro levitador que se utilizó.

Segundos después, una Hermione pálida, un Harry sin aliento, un Draco arrepentido (o al menos eso hacía creer) y una Hooch severa, estaban rodeados por todos los estudiantes de la clase. Algunos más curiosos que otros. Otros más indignados que los demás.

Los Gryffindors estaban enojados con el comportamiento del Slytherin, considerando el peligro que la estúpida broma había traído. Más de uno amenazaba a la casa contigua por el apoyo que mostraban a su compañero, mini-Lucius.

Harry se sentó en el pasto, ojos cerrados.

Problemas y más problemas.

Parecía no ser capaz de librarse de ellos sin importar que tanto intente.

-¿Estás bien, Hermione?

Un suspiro cansado.

-Perfectamente, Ron. Deja ya de preguntar.

-¿Estás segura? -molestó Harry.

Estaban de camino a la enfermería.

La Profesora Hooch asignó detención a Draco y amenazó con suspenderlo de Hogwarts si un incidente como éste sucedía nuevamente. Luego ordenó a Harry y Hermione acudir a la Sra. Pompfrey. Necesitaba asegurarse que estuvieran bien. Quizás asignarles una poción tranquilizante, también.

Ron se ofreció a acompañarlos y Hooch aceptó agradecida. La clase debía continuar, después de todo.

-¡¿Pueden dejarme los dos en paz?! -exclamó irritada.- Jamás volveré a subirme a una escoba, pero fuera de eso estoy P-E-R-F-E-C-T-A-M-E-N-T-E.

-Ten cuidado Harry, o quien acabará curando huesos rotos serás tú...

Con pasos frustrados, la muchacha se les adelantó en el camino, deseosa de dejar los comentarios lejos de su alcance.

Harry rió superficialmente.

Quien tendrá que cuidarse será otro...

***

-Tenemos cuentas que arreglar, Malfoy.

El trío Slytherin detuvo sus pasos.

Regresaban de la enfermería. La clase ya había terminado y se les había recomendado regresar a su Sala Común.

Pero la suerte estaba de su lado, decidió Harry. Pues se encontraron con cierto death eater jr., con quien él ansiaba hablar.

-Harry, mejor no le hagas caso -insistió Hermione.

Draco dio media vuelta.

-¿Te sientes más segura con los pies en el suelo, mudblood?

-¡¿QUÉ HAS DICHO?! -reaccionó Ron.

Una sonrisa maliciosa se formó en los labios del Malfoy.

Harry entornó los ojos. Diferentes formas de tortura despertaban su imaginación, y en todas, cierto rubio era el blanco.

-Te juro que pagaras caro la afrenta -amenazó él fríamente.

-Oh... ¿Harry Potter, me está amenazando? -tono burlón- ¡Qué miedo! Mira cómo tiemblo... -fingió exagerados escalofríos.

Sacó su varita.

Draco fue por la suya, también.

Hermione murmuraba que se detuviera, pero no prestó atención.

Habían ciertas cosas que no se podían pasar, y Draco Malfoy ya había agotado su cuota de paciencia ese día. El Slytherin necesitaba una lección. Requería que le hiciesen saber quién era mejor.

Y que él era superior.

El rubio alzó una ceja frente a su acción.

-No creo que seas tan idiota para pelear en pleno pasadizo, Potter.

-¿Le tienes miedo? -no perdió la oportunidad Ron.

-¡Por supuesto que no! -rostro indignado- Pero si tanto quieres demostrar tu estupidez... -dijo pensativo.- Hoy. Medianoche. Salón de los Trofeos. Goyle será mi segundo.

-Y yo seré el suyo -el pelirrojo dio un paso al frente.

Sonriendo misteriosamente, Draco se perdió en la distancia.

***

"Olvídenlo. Van a perder puntos para la Casa"

Argumentó Hermione.

"Quizás tengas razón..."

Harry no era estúpido. Él conocía perfectamente la mentalidad tramposa de los Malfoy, y sabía que el muchacho lo vendería antes de responder el desafío de frente.

"¡¿Pero qué dices?! ¡¿No pensarás dejar ganar al Slytherin?!"

Además, si Ron se encontraba presente, no podría utilizar la mayoría de su repertorio... El cual era su intención.

"Se llama retirada estratégica."

Mintió Harry.

Y la discusión continuó por otra hora...

Hasta que finalmente, pudo escapar de la Sala Común con la excusa de mandar correo a su padrino.

"Quizás él pueda hacer algo al respecto..."

Ninguno se opuso.

Correo o no, Harry no había nacido ayer. Escondido entre las sombras del territorio Slytherin, esperaba el momento indicado en que cierto rubio hiciera su aparición.

Media hora antes del toque de queda, Draco Malfoy salió de la Sala Común de Slytherin. Una expresión triunfal en su rostro.

Harry sonrió.

Sí. Padre e hijo eran exactamente iguales.

-Interesante -salió de su escondite, cortando el paso del mini-Lucius.- ¿Y yo pensé que nuestro duelo era a las doce? -tono sarcástico.

-¿Qué haces espiándome?

Harry se cruzó de brazos, ladeando un poco su cabeza en actitud burlona.

-¿Espiándote? Uy... -rió- Qué malo que soy, ¿verdad? ¿O alguien que se proponía delatar a su oponente es peor?

El Slytherin palideció.

-No sé de que estás hablando, Potter -fingió ignorancia.

-Por supuesto que lo sabes -dejó el humor de lado, una expresión fría deslizándose a su rostro.- Pensabas ocasionarnos problemas. Vendernos a Filch, probablemente. Y reírte de nuestra ingenuidad.

Soltó sus brazos, sacando su varita a la vista.

Aquí no, se recordó. La entrada a la Casa Slytherin era un lugar poco secreto.

Se acercó sin temor al rubio, una nueva sonrisa despiadada en su rostro. La misma que utilizaba con los traidores de su padre.

Lástima que a este pajarito no podía matar...

Draco tenía una expresión de pánico, el gran sentimiento de desesperación lo tenía paralizado.

A tres pasos de distancia eso lo golpeó.

El intoxicante y dulce aroma de las Artes Oscuras. La energía. La tentación. La adrenalina respondió inmediatamente, embriagándolo en la maravillosa sensación de poder.

Tuvo que morderse el labio inferior para evitar sucumbir a la Magia.

El aura de Malfoy emanaba fuertes vibraciones.

Pero tan pronto como lo sintió, desapareció.

Harry parpadeó confuso.

Dos segundos de exposición le bastaron y él ya estaba dispuesto a hacer con esta marioneta lo que quisiera. La corriente energética aún no se desvanecía de su sangre, sugiriéndole tomar la inocente vida del muchacho en esos momentos.

Obliviate! ¡Stupefy! -gruñó frustrado.

Y corriendo tan rápido como sus piernas le permitieron, huyó del lugar.


Nota: Ianua Ilico itinera (Puerta de teletransportacion).