De Oportunidades Perdidas
De Secretos y (Semi)
Finales
¡Lo siento mucho! Por la demora, y porque incluso después
de tanto tiempo, no voy a entregar el capítulo entero. De
hecho, la única razón por la que estoy publicando esto,
es porque el cargo de conciencia no me da más... Después
de todos estos años (y todos estos libros que han salido),
intento retomar este fanfic. Advierto que no estoy para nada
satisfecha con lo que viene a continuación y ésta fue
una de las principales razones de mi bloqueo... pero creo que hay
muchos de ustedes que a estas alturas no les importa el cómo,
sino el qué pasa en esta historia... ¡Mil
disculpas!
Aprovecho para agradecer a cada una de las personas
que me escribieron un review, es debido a ustedes que estoy
publicando algo que si por mí fuera, jamás saldría
a la luz. No está beteado completamente, ni me termina de
sonar coherente... pero sus palabras me dan valor para terminar con
esta historia.
He tenido problemas para describir el
parseltongue con esta versión del Agradecería
si alguien me diera sugerencias de qué caracteres se pueden
utilizar...
"..." - Parseltongue
Nagini guiaba en silencio, ocasionalmente comentando algo con Sessherik. El castillo estaba prácticamente vacío, exceptuando algunos grupos de alumnos, aurores y profesores, no había nada que valiera la pena.
Voldemort sostenía el mapa mágico que le había ofrecido su hijo. Los puntos en él reflejaban las conclusiones a las que había llegado después de los pocos encuentros con las fuerzas del enemigo.
Todos se encontraban en el Gran Salón.
No sabía qué pensar de esto. Por lo que Harry le informó, Draco había logrado asesinar a una mudblood bajo la propia supervisión de Dumbledore... y sin embargo, ¡éste no tenía suficiente defensas dentro del castillo! ¿Pensará el viejo que era un ataque pantalla para que lo distraiga de Hogsmeade y el Ministerio de Magia?
¿Ventaja o trampa?
Hmm...
-¿Qué te pareció el niño? –preguntó súbitamente a su acompañante.
Sus fuerzas patrullaban los corredores y Lucius rodeaba sistemáticamente el Gran Salón. De alguna manera tenía que buscar abrir las puertas de ese lugar, para así poder asaltar el centro de operaciones de la Órden del Fénix y acabar oficialmente con el área de aurores.
Un mensajero le reportó hace un momento que sus death eaters en Hogsmeade no podían ingresar a los terrenos, y que sin embargo, los aurores tampoco podían regresar a Hogwarts. Ambos grupos estaban atascados en la fiera batalla que se libraba en las faldas de la escuela, ninguno obteniendo la ventaja sobre el otro.
Voldemort quería asegurar su posición sobre el colegio (en el momento, el más débil de los tres lugares que estaba atacando... sin considerar el obstáculo de Dumbledore), y luego planeaba atrapar a sus enemigos en Hogsmeade dentro de dos grandes vectores, los death eaters a cargo de Zelea y los de Lucius, que enviaría desde Hogwarts.
Después podría concentrarse en el grupo de Bartemious y apoyar el ataque al Ministerio de Magia.
-Es un buen niño, déjame asegurártelo, Severus –continuó.- Dominó las Imperdonables a los seis años... No podría estar más orgulloso de él.
El Profesor de Pociones asintió pero se negó a mostrar emoción alguna... o a responder.
-También es muy perceptivo, ¿no crees? Ya teníamos sospechas de tus movimientos mucho antes de descubrirte –Voldemort sonrió maliciosamente.- Claro, no te ayudó el hecho de haber ganado una rencilla con Lazarous Bell. Esa treta te costó mucho, Severus.
El death eater siguió caminando erguido.
-Tienes suerte que no tenga tiempo que dedicarte en estos momentos...
Llegaron a las puertas del Gran Salón. Lucius se acercó inmediatamente a hacer su reporte sobre el avance de la situación. El rubio había tomado bastante bien la presencia de Draco cuando el Dark Lord le mostró el diario de Tom Marvolo Riddle. Su rostro se ensombreció, ira y preocupación mezclada con vergüenza. Voldemort no había visto a Lucius tan emotivo desde... que el pequeño Draco nació.
Ahora, Draco descansaba en un rincón junto a otros alumnos que los death eaters habían capturado. Las inconscientes criaturas no resultaban un problema mayor de lo que eran unos ebrios aprendices de auror.
-Lucius, dime que has avanzado en desarmar la puerta –dijo seriamente el Dark Lord.
El rubio hizo una reverencia, observando de reojo a Severus.
-Mi Señor, hacemos todo lo posible...
Voldemort giró los ojos.
Grupo de incompetentes.
-...pero por cada capa de hechizos que superamos, cinco son añadidos. Las puertas son imposibles de atravesar.
-¿Y las otras entradas?
-Desaparecieron. No hay otras entradas, mi Lord. Dumbledore ejerce su dominio del terreno. El castillo responde a los caprichos de su Amo. Los transladadores han dejado de funcionar en el perímetro y no hay manera de penetrar en su dominio.
El Dark Lord entornó los ojos.
-Al menos hemos dominado las cocinas y a los elfos domésticos, ¿verdad? –Lucius asintió- Entonces los hemos dejado sin suministros... Dumbledore debe ser listo para darse cuenta de ello.
-¿Esperaremos?
Después de varios segundos respondió.
-No. Debe estar esperando traer fuerzas de Hogsmeade, el fénix aún está libre. Te aseguro que está haciendo de mensajero en estos momentos... –una pausa en la que Voldemort volteó a mirar a Severus incisivamente.- Severus... ¿qué harías tú en esta situación?
El debate interno del Profesor de Pociones era obvio, como lo esperaba el Dark Lord. Por un lado lealtad a Dumbledore y por el otro, su vida. Después de todo, el hombre era Slytherin y no Hufflepuff o Gryffindor.
Sonrió cruelmente.
-¡Pero qué espléndida idea, Severus! –exclamó cuando después de tres segundos el traidor aún no respondía- Opino igual que tú.
Lucius miró a su Señor preocupado, ¿acaso se había vuelto completamente loco?
El Dark Lord dirigió una mirada malévola a los alumnos prisioneros.
-Tráeme a uno de ellos, mudblood si es posible.
Harry se dejó caer en el piso. Habían trozos de madera y piedra por todas partes, pero eso a su cansado cuerpo no le importó. Realmente estaba agotado. No quería nada más que cerrar sus ojos y dejarse llevar por la marea de sus sueños.
Aún sufría las consecuencias de la invocación a Nagini...
Y si a eso le añadíamos la tensión emocional y la cruciatus de su padre...
Diosa...
Cerró los ojos, olvidándose que Remus aún se encontraba en la habitación.
Sus manos se dirigieron a uno de los bolsillos de su túnica, extrayendo una botellita con un líquido de color negro petróleo. Sin siquiera pensarlo dos veces, se bebió la mitad del frasco.
Inmediatamente, la sombra de la cruciatus se desvaneció en un escalofrío que entumeció todo su cuerpo. Un helada corriente lo envolvió, antes de ser consumido por un hormigueo cálido que lo relajó por completo.
Levantó lentamente sus párpados, deleitándose del momento... Sabía que iba a durar sólo unos segundos.
-Realmente eres bueno en pociones –una voz arruinó su paraíso.- El Aliento Rejuvenecedor no es fácil de hacer... –un suspiro.- Tan sólo espero que no seas adicto a ella.
Pronto, sus sensaciones regresaron a la normalidad. El cansancio y dolor de cabeza hicieron aparición, sólo que esta vez sin los efectos secundarios de la cruciatus. Había dicho adiós a los escalofríos, a la corriente hiperactiva de nervios, a los ligeros temblores de su cuerpo, la dificultad para respirar, el dolor residual en sus músculos, la resequedad de su garganta, y el mareo en su cabeza.
Si tan solo también eliminara el nudo que mantenía en el pecho...
Se puso lentamente de pie. El suelo ya no vibraba, pero Harry aún seguía trabajando en las pocas reservas de energía que le quedaban. Sus rodillas casi se rindieron, y tambaleó.
Finalmente respiró hondo.
-¿Adicto? No, no lo soy -murmuró.- Sólo la utilizo para eliminar los residuos de esa particular Imperdonable.
Remus asintió, un semblante de tristeza en su rostro. Había regresado a sentarse en la silla al lado de Sirius, frente a Harry.
-Si venías preparado, ¿por qué no utilizar la dosis completa? Estoy seguro que te sentirías mejor una vez que la bebieras.
Harry se encogió de hombros, caminando hacia la burbuja de su padrino.
-La voy a necesitar más tarde –informó casualmente.- Tom me impartirá la cruciatus luego.
De eso no estaba seguro, pero nunca lastimaba prevenir...
El licántropo levantó una mirada sorprendida. No entendía cómo un niño podía hablar tan tranquilamente de la tortura de Voldemort.
Harry leyó sus pensamientos.
-Tengo familiaridad con ellas, Remus. Es inútil que te preocupes, estoy fuera de tu esfera de influencia. Sugiero que hagas tu huída lo más pronto posible.
-Tú sabes que... Sirius va a querer regresar por ti.
Bajó la vista al suelo. Por supuesto que su padrino querría regresar, el maldito-obsesivo-impulsivo-Gryffindor...
-Tú sabes que no debe hacerlo –endureció su tono.- Voldemort no bromeaba cuando dijo que si no mantienen un perfil bajo me obligará a ejecutarlos.
-Aún así... –el hombre lobo comenzó a jugar con el portkey que le dio Sirius a su ahijado, el péndulo oscilaba en círculos distraídos desde su puño.- Creo que él querría que te quedaras con esto, le tranquilizaría saber que estás bien.
Harry ignoró el medallón con las fotos de sus padres y se sentó en la cama. Un suspiro escapó su garganta.
-¿Qué me asegura que no utilice el portkey para transladarse acá? Será una gran tentación, Moony. Lo sabes.
El medallón calló a las sábanas blancas como el pedazo de vida muerta que era.
-Podrías eliminar el Portus... –dijo en un susurro- Ahora que te conozco, sé que eso no te sería difícil de hacer –una pausa.- En el peor de los casos, podrías pedirle a Vold...
-No.
-Harry... es un regalo de nosotros, realmente quiero que lo tengas. Te ayudará a recordar a tus padres y a tu padrino...
-Y a toda la gente que he traicionado. Pero por supuesto, Remus –interrumpió sarcásticamente.
Por dentro, no quería nada más que coger el pendiente y atesorarlo. Entendía que ésta era posiblemente, la última oportunidad en que vería a sus tíos (si todo iba bien, no los vería de nuevo), pero aún así... Vacilaba en tomarlo porque significaba que le interesaba mantener una conexión abierta con los aurores. Eso le aterraba. Sus sentimientos ya le habían traicionado una vez, ¿qué le aseguraba que no lo hicieran de nuevo?
El medallón era peligroso.
En ambos extremos.
Tanto para Tom, tanto para Sirius.
Harry no lo quería. No deseaba la responsabilidad. No perseguía el sufrimiento de ahora. Estar completamente al medio, entre estas dos fuerzas opositoras... Era una carga muy grande. Una decisión muy difícil. Significaba nunca librarse de la duda. Nunca perder la incertidumbre. Estar siempre en el conflicto.
Negó la cabeza.
-Entiendo –Remus tomó el medallón y lo metió en uno de sus bolsillos.
-Es hora de irme –dio por terminada la despedida, poniéndose de pie.- No creo prudente que Sirius me perciba cuando despierte. Asegúrate de utilizar el portkey ni bien haga efecto el antídoto... en verdad no quisiera verlos aquí.
-Ni yo a ti.
El niño sonrió agotado.
-El mundo no es color de rosa, Remus –se acercó a su Capa de Invisibilidad y la recogió.- Tú y yo sabemos eso. No mentí con lo de las visiones... las he vivido –carraspeó su garganta, deslizando la capa sobre sus hombros y subiendo la capucha.- Conozco el monstruo bajo la cama, lo que se oculta en la sombra del clóset. Y ya sabes lo que dicen... No siempre se obtiene lo que se quiere.
Harry se encogió de hombros, pero dudaba que el licántropo lo viera.
-¿Qué le digo a Sirius? –él también comenzó a reunir sus cosas, las pociones, su varita...
-Que lo quiero lo suficiente como para quedarme aquí -suspiró.- Adiós, Remus.
Se dio media vuelta, y salió de la habitación.
Al igual que Severus, Harry nunca miró atrás. Obligó a su mente alejarse de la habitación del mismo modo en que su presencia física lo estaba haciendo.
Era hora de dejar sus caprichos y pensar en sus responsabilidades.
Inconscientemente, su mano buscó del arma que le proporcionó su padre, mientras ideaba un plan para acercarse a Dumbledore.
Los gritos, aumentados con el Encanto Sonorus, hacían eco en los vacíos pasadizos de Hogwarts. Voldemort, en esta ocasión, observaba sin mucho interés a la muchacha. Su mente estaba más preocupada en analizar los furiosos movimientos de fantasmas, quienes rodeaban la escena con clara expresión de desdén y odio, incapaces de hacer nada.
Personalmente, podría haber decidido exorcizarlos de ese plano de existencia, si no fuese porque no quería consumir su magia en algo tan trivial. El único ser que le preocupaba era Peeves, y eso era porque la molesta criatura sí podía causar daño a sus fuerzas.
Pero Peeves ya hacía mucho tiempo había sido contenido, así que Voldemort se dedicaba a disfrutar del show.
De todos los fantasmas, el Barón Sanguinario, al lado de una antorcha, era el único que observaba la escena un tanto indiferente. De ratos, relamía sus labios, una acción que Voldemort encontraba interesante aunque no sabía el por qué.
-¿Es esto lo mejor que puedes hacer, Albus? –preguntó al aire, por sobre encima de los gritos, él también con un sonorus- ¿No la oyes? ¿No oyes su desesperación? Quiere que la salven. Que tú la salves. Es una pena que consideres tu vida más que la de ella...
Con una señal de sus manos, Nott detuvo su cruciatus y el eco del silencio cayó duro, pesado.
El fantasma de Gryffindor decidió en ese momento, atravesarlo nuevamente. El frío fue intenso, pero calmante. Sonriendo malvadamente, saludó burlonamente al ser incorpóreo, ignorando sus insultos.
Se acercó al estropajo humano que yacía en el suelo frente a la puerta del Gran Salón. La mudblood luchaba por aire, mientras gruesas y tímidas lágrimas caían de su rostro. Todo su cuerpo temblaba en terror, pálido como uno de los espectadores fantasmas.
Nott hizo una reverencia y le cedió el control de la muchacha.
El Dark Lord sonrió cruelmente y se agachó para estar a su altura en el suelo.
-¿Cuál es tu nombre y en qué Casa estás, mi niña? –preguntó en el tono más dulce que pudo haber fingido dadas las circunstancias.
Sorpresa se extendió por la mudblood, antes que mayores sollozos la sobrecogieran.
Cuando Voldemort estuvo convencido que no le responderían, un chillido le contestó.
-Katherine Whitebird de Gryffindor.
Gryffindor.
-Bueno, querida Katherine, ¿sabes qué está sucediendo aquí? –continuó en ese tono falsete-paternal que acaramelaba cada una de sus palabras.
Sus ojos rojos capturaron la mirada de la muchacha, no permitiéndole poner atención en otra cosa.
Finalmente ella asintió. Otra lágrima caía.
-¿Has sido una buena niña, dulce Katherine? Porque si no lo has sido, el cuco vendrá en la noche y te va a comer... –murmuró asquerosamente cariñoso sólo para ella.- Lástima que tu adorado Director te abandonara a tus pesadillas en la oscuridad –dijo esta vez con su tono de voz normal.- Nott, ya sabes qué hacer.
Se levantó sin mirar nuevamente a la mudblood. Ya sabía en qué iba a acabar todo eso, sus órdenes habían sido claras" quería su cadáver empalado a la maldita puerta. La espada que portaba Nott más valía que fuera lo suficientemente fuerte para resistir el peso, u otras cabezas iban a rodar...
"Amo..."
Voldemort dejó de mirar hostilmente a los demás alumnos prisioneros. Los niños, continuaban inconscientes e ignorantes de la precaria situación en que se encontraban. Severus se había unido al montón.
"¿Qué sucede, Nagini? ¿Encontraste a Harry?"
La serpiente (ahora basilisco), asintió, señalando con su mirada un no muy lejano lugar. Voldemort gruñó para ocultar sus sonrisas.
"Harry, ¿qué haces encima de Nagini?"
"Hay death eaters monitoreando los pasadizos, Tom, por eso no podía acercarse. Harry tenía que tomar la ruta más segura y ésta era venir conmigo."
El aire alrededor del sitio indicado comenzó a fluctuar, de manera que parecía estar hecho de agua. Su hijo obviamente estaba bajando del lomo del basilisco.
"¿Tenías que cargarlo?"
"No pesa mucho."
El aura de Harry se movilizó hasta su derecha, tomándose el tiempo para detenerse a su lado.
"Nagi me obligó –el niño murmuró secretamente sólo para él."
Lo sé.
Negando la cabeza, el Dark Lord desechó el tema. Debía concentrarse en lo principal.
Por el momento, sus death eaters estaban demasiado ocupados viendo el espectáculo como para prestar atención a su conversación en parseltongue. Ninguno podía comprender sus palabras, sin embargo, siempre cabía la posibilidad que sí diferenciaran una tercera voz en sus conversaciones.
Detectó que Harry desvió concientemente su atención de la mudblood, pero decidió no presionar el asunto.
Quizás su hijo la había conocido personalmente en Gryffindor.
El pensamiento no era alentador.
"¿Problemas, padre? –comentó al ver que apretaba sus puños."
Voldemort levantó la cabeza, dirigiendo una mirada enfurecida a cierta puerta.
"Es esa barrera. Dumbledore se oculta tras ella mientras espera refuerzos. Intenté disuadirlo con la mudblood, pero al parecer tomará más que un solo títere..."
Silencio.
De pronto, sintió que unos cálidos dedos se deslizaban entre los suyos y Lord Voldemort hizo todo lo posible para no llamar atención hacia sí. No le agradaban las sorpresas.
Harry apretó su mano.
"Déjame intentarlo –susurró con delicadeza."
Era claro que el "Déjame intentarlo" significaba "Déjame tomar su lugar".
Y también clara era la respuesta.
"No –Voldemort y Nagini respondieron al unísono.- Y no se discute –añadió el Dark Lord."
Sin embargo, Harry no desistió e intensificó la fuerza en sus dedos, evitando que su padre se alejara de él.
"Tengo un plan –anunció seriamente.- Es la única salida."
"¡De ninguna manera! –siseó colérico."
De ninguna manera iba a permitir que... que... ¡que Harry se sometiera a sus death eaters! Torcería los cuellos de los infelices que siquiera osaran tocarle un cabello. Los haría chillar por horas hasta que vomitaran sus órganos en una mezcla babosa de sangre y masa no-identificable. Los...
"Entonces hazlo tú –interrumpió un impasible Harry."
Voldemort no había notado que estaba pensando en voz alta.
¿La verdad?
Tenía miedo.
Y estaba agotado.
A punto de caer inconsciente era una mejor definición.
Y eso no colaboraba, tampoco. Podía sentirlo absorber sus energías, drenar sus respiros, extraer la vida de su sangre...
Tosió en un esfuerzo por llevar más oxígeno a sus pulmones.
Pero era un mal necesario. Lo soportaría con coraje. Lo aguantaría con orgullo... Poco, faltaba. Tan poco.
Y la daga resolvería sus problemas.
"Sólo recuerda, Potter... No es un juguete."
La expresión de su padre era seria, por lo que el niño borró la maravillada sonrisa de su rostro y asintió solemnemente.
-¿Por quién me tomas, Tom? –replicó indignado, levantando el plateado cuchillo a la altura de sus ojos para observarlo mejor.- ¡Yo siempre soy cuidadoso!
Los finos rubíes resplandecieron con la luz de la habitación.
"Ayer te caíste de la chimenea –replicó impasiblemente."
"¡E-eso fue... un accidente a propósito! –Harry se sonrojó."
"No puede ser un accidente si fue hecho de manera premeditada, Potter –comentó Tom alzando una ceja."
El niño de cinco años cerró la boca. Algo le decía que a su padre no le gustaría saber que en realidad había estado investigando (con la ayuda de Nagini y Demy) cómo es que Papá Noel podía bajar por la chimenea en Yule.
"No molestes al niño, Tom –aconsejó Nagi.- No es bueno que lo excites cuando tiene el "Colmillo Vampírico" en la mano. No queremos que alguien se saque un ojo..."
"Ten cuidado, Potter. No es un juguete, y lo digo seriamente. Ya te expliqué cuales son las consecuencias de utilizarla..."
Sus rodillas vacilaron bajo su peso, a pesar de la sonrisa oculta que la memoria le trajo. Ese puñal era el arma favorita de Voldemort.
Podía recordar todas las veces que su padre la había utilizado... y nunca le había fallado.
Sin embargo, eso no hacía que el portar el arma en sí sea fácil.
Podía sentir cómo se alimentaba de su sistema, robándole lo que él tanto necesitaba.
Harry agradecía que Nagini lo cargara hasta el lado de su padre, debía de ahorrar todas las energías que pudiera. Ya estaba cansado después del altercado en la Cámara... a eso, correr y evadir los hechizos de death eaters... capa o no Capa de invisibilidad, Harry simplemente no podía con el agotamiento.
Su sistema nervioso estaba entumecido (gracias a la Diosa), y su cerebro hace mucho rato decidió entrar en "Modalidad de Espera". La cabeza ya no le daba vueltas, pero fuera de adornar sus hombros, de nada le servía. Las ideas no conectaban e incoherencia era lo único que estaba consciente de regurgitar.
No había querido nada más que decirle a su padre que necesitaba descansar... un par de horas, al menos.
Sin embargo, aún estaba consciente de su promesa hacía muchos años atrás.
Y por eso llevaba su carga con elegancia, aunque el peso le quebrara el alma.
Albus Dumbledore.
Si el viejo estaba detrás de esa puerta, él también tenía que estar tras la Maldita Puerta. Debía. Sin objeciones, sin peros. Seis años de su vida no transcurrieron en vano. Todo era una preparación para el momento. Ese momento.
Pero Harry Potter tenía miedo.
Enterrando sus verdaderas emociones, permitió que la Capa de Invisibilidad se deslizara de su figura.
Un viento helado lo golpeó. Como si una barrera a su alrededor se hubiera desintegrado. No pudo controlar los escalofríos que recorrieron su cuerpo.
"Maldito fantasma... –oyó a Nagini murmurar."
-Harry Potter, ¿estás bien? –preguntó Tom, con un tono sardónico.
Sí. Todo estaba bien. Su padre había aceptado seguirle el juego... aunque le advirtió que iba a doler.
A ambos.
Aunque más a él.
Como si no estuviera consciente de ello.
Pero de alguna manera, Harry pensaba que someterse a los hechizos de su padre era mucho más fácil que reflexionar sobre el vacío que existía en su alma y la incertidumbre de su futuro.
¿Qué seria de la vida de Sirius y Remus?
¿Qué sería de él luego que asesinara al vejete?
¿Su padrino lo perdonaría?
¿Para qué más lo querría Tom a su lado? ¿Le sería útil?
¿Qué dirán sus amigos cuando se enteren?
Las dudas le creaban una frialdad que le impedía hacer otra cosa más que suspirar.
Cerró los ojos y dejó las apariencias de lado. Daba la casualidad que su actuación requería que mostrara emociones.
Se dejó arrastrar hacia la congregación de death eaters. Muchas miradas se posaron sobre él, pero los murmullos se perdieron en el eco que proporcionaban los latidos de su corazón. Harry dejó que sus piernas se rindieran, y exhausto cayó al suelo.
Perdía energías más rápido de lo que pensó posible.
Levantó una inocente mirada a su padre.
¡No vaciles!, era el verdadero mensaje en sus agotados ojos.
A través de su conexión, Harry podía oír un murmullo caótico de pensamientos. Tom empuñó con fuerza su varita.
-¡Levántate! –gruñó mucho más fuerte de lo intencionado, apuntándolo amenazante.
Tensión.
Relájate, padre. Todo estará bien.
Suspirando cansado, intentó ponerse de pie, pero de nada le sirvieron sus fuerzas.
El Dark Lord hizo un movimiento de varita y Harry se encontró milagrosamente sobre sus pies. Aunque no por mucho tiempo, si es que la gravedad se salía con la suya...
Su padre lo tomó del hombro, sosteniendo gran parte de su peso. El contacto era tranquilizador, y aunque intentó dibujar en su rostro una expresión de terror, miseria y sufrimiento... no pudo.
Se limitó a cerrar sus ojos.
-¿Sigues ahí, viejo ingenuo? –el Dark Lord gritó a la puerta, otra vez bajo sonorus- Mira que otro regalo te tengo aquí... Sí, sí –agitó su mano indiferentemente.- Sé que tus lindos fantasmitas te van con el chisme de todo lo que sucede aquí afuera, si es que no tienes tus propios medios para mirar a través de la puerta... ¿Me pregunto si ellos saben lo que sucede fuera de su burbuja? ¿Tienes miedo de mostrarles a tus niños cómo abandonas a los que te necesitan? Ni yo caería tan bajo... –bramó disgustado.
La mano en su hombro se aferró con mayor fuerza, y tuvo que obligarse a soltar un pequeño grito de dolor.
No estaba acostumbrado a manifestar abierta incomodidad con su padre.
Inmediatamente, Tom alivió el contacto. Sin embargo, el momento no duro mucho, pues a continuación, el mago tomó su barbilla con una poderosa mano y lo obligó a levantar la mirada hacia la Puerta.
-Míralo bien, Albus –con la otra mano libre, expuso la infama cicatriz.- ¿No se ve... dolorosamente quebrantable?
El Dark Lord rió macabramente y Harry tuvo que suprimir la sonrisa placentera que se revolvía en sus entrañas. Una extraña mezcla de orgullo y amargura sabía en su boca. El escuchar a su padre hablar así de él era... intoxicante.
-Lástima, anciano -un empujón al frente.- Crucio.
La presión del rocoso suelo en su rostro fue helada y frívola, robándole un suspiro agobiante. Anteojos se incrustaron en su nariz con el impacto, y por más que planeaba levantarse nuevamente, no tuvo la oportunidad. La maldición lo golpeó directamente en la espalda, causando un escozor hirviente que se extendió inevitablemente a todos los rincones de su exhausto cuerpo.
Pero el dolor no duró.
Sin querer, Harry perdió el conocimiento.
Lo admitía.
Observar a su hijo gritar bajo las actuales circunstancias... desgarraba su alma. Era por puro control de voluntad que Voldemort no soltaba la varita, sino que la empuñaba con mayor fuerza. De alguna manera, se sentía como si fuera la primera vez que le impartiera el Cruciatus.
Algo tonto pues nada podría estar más lejos de la verdad.
Sin embargo, las ocasiones anteriores tenían un motivo justo. Obedecían un estricto control de comportamiento, un castigo.
¿Esta vez?
Él y su hijo estaban montando una charada para el placer de Albus Dumbledore.
¡Cómo le llenaba eso de rabia!
¡Cómo le dolía hacer sufrir a Harry!
¡...Cómo podía saborear lo dulce su victoria!
Porque, a pesar de todo lo que se opusiera, Lord Voldemort conquistaría ese día. Iba a ganar. Pese a quien le pese. Ganaría y se revolcaría de placer en la miseria de aquellos que osaron oponerse a él.
Además, confiaba en el plan del niño. Confiaba en el arma que tenía guardada. Un triunfo que llegaría con la combinación de su hijo y el artefacto maldito que éste portaba.
El muchacho no podía fallar.
Lo que lo traía de vuelta a su hijo.
La visión y los gritos le causaban... debilidad. Y sin embargo, orgullo. Pues sabía que Harry lo estaba haciendo por él. Todo con tal de satisfacerlo.
Eso lo conmovía. Nunca nadie había sido tan abierto, tan... afectuoso con él.
Juró que lo recompensaría. El niño ya había sufrido suficiente... después de esa noche, era su turno de devolver algo de ese cariño que tanto mostraba para consigo.
Sus pensamientos fueron cortados abruptamente cuando los gritos de Harry se ahogaron en una espiral de silencio sofocado. El peor de los escenarios deslumbró su vagabunda mente, dando lugar al miedo... un sentimiento casi alienado.
Alzó una comandante mano para callar a sus death eaters, y con paso seguro pero expectante, se acercó a su hijo.
Se agachó hasta que sus túnicas se desparramaran sobre el suelo, e impidiendo el impulso de acogerlo en sus brazos, Voldemort procuró hacer algo.
-Una víctima silenciosa, no es una víctima en realidad –anunció, fingiendo una burlona sonrisa.
Los insensibles de sus death eaters se rieron.
Reprimió el impulso de entornar los ojos al inútil más cercano.
Nadie se burla de mi hijo.
-Enervate -susurró delicadamente.
Su ansiedad creció a niveles extraordinarios cuando notó que el ojo derecho de Harry lagrimeaba sangre. Con cuidado, removió los anteojos del niño para guardarlos disimuladamente en su bolsillo izquierdo.
Entonces, internamente, suspiró aliviado, dedicándose a quitar un mechón sangriento de los ojos cerrados. La ejecución de la mudblood había contaminado el lugar con su virus, esparciendo su impureza. Gotas de ella eran las que corrompían el rostro de Harry.
Por un instante, Tom había temido haberle hecho un daño irreparable...
-Harry Potter, aún no termino. ¿Por qué no regresas con nosotros?
Harry, despierta.
Abrir los ojos no era fácil. Sus párpados pesaban toneladas y los músculos se hallaban completamente entumecidos. La voz de su padre le gritaba que se levantara, mientras el siseo de Nagini se confundía con los murmullos de los fantasmas y las burlas de los death eaters.
Sinceramente, Harry no quería nada más que mantenerse inmóvil donde se encontraba. Estaba tan agotado...
-¡¡Enervate, maldición!
Una asombrosa corriente eléctrica recorrió su cuerpo. Su espalda se arqueó ante la fuerza invisible y de sus labios escapó un gemido.
Tom se está desesperando.
Si su padre no tenía cuidado de la fuerza de sus conjuros, terminaría quebrando su cuerpo. Harry dudaba que sus huesos resistieran la calidad de los hechizos del Dark Lord cuando éste se hallaba en su máxima gloria.
"¡Harry despierta!
Estoy bien.
Quería comunicar, pero su boca se hallaba demasiado seca. Se contentó con abrirla ligeramente y proferir sonidos ininteligibles, retomando su lucha con los párpados caídos.
Fue entonces que un líquido frío y ácido arrulló su garganta.
Creyó recordar no ser la primera vez que la probaba, pero la memoria eludía su atención. Se limitó a beber la mayor cantidad posible de la poción sin ahogarse, pues su padre no estaba siendo cuidadoso al dársela. La dejaba caer indiferentemente sobre sus labios, o nariz, o barbilla, o cuello, o...
Comenzó a toser, batallando con su cuerpo para que le obedeciera.
Finalmente, logró sentarse y abrir los ojos.
Tom lo observaba impasible y frío.
-¿Listo para continuar? –arrastró las palabras.
Saboreando sus labios y limpiándose del resto de la poción (cualquiera que haya sido la culpable de proporcionarle nuevas energías), conectó miradas con su padre.
-Bien –asintió él.- Multus Serpensortia.
Inconscientemente, Harry se relajó. Cuatro serpientes brotaron de la varita del Dark Lord, asumiendo una postura amenazante.
A sus ojos, la escena era poética.
"No lo muerdan, sólo aprisiónenlo entre sus anillos.
Fue la orden de su padre lo que lo regresó a la realidad.
Sin luchar, dejó que los reptiles hicieran con él lo que mejor le parecieran. Necesitaba guardar energías si requería seguir su plan con el Viejo.
Sólo reaccionó cuando una de las criaturas se enroscó en su cuello y amenazaba sofocarlo en su poder. Pero para entonces ya era muy tarde. No podía mover miembro alguno para defenderse. Y el pánico comenzaba a esparcirse. Su pecho ardía con una llama que amenazaba consumirlo por dentro, para no dejar rastro de él...
"Suelt... –siseó desesperado sin querer.
Cerró los ojos, convenciéndose mentalmente que su padre no dejaría que lo mataran.
¿Verdad?
¡¿Verdad!
Fue semi-consciente que Tom tuvo que ordenar directamente a Nagini y a Sessherik que se mantuvieran donde estaban, que nada iba a suceder. Nagi, por supuesto, no le creyó y ella misma fue la que ordenó a las serpientes que lo soltaran.
Las criaturas invocadas, al no ser muy inteligentes, obedecieron el comando de su amiga. Lo abandonaron, contentándose en rodearlo y mantener ojos atentos sobre él.
Frotando su cuello y sus muñecas, Harry se sentó en el suelo, intentando fingir lágrimas de pavor (y fallando completamente en ello).
Se contentó con una mirada vacía a su captor.
-Estoy cansado.
-Pronto descansarás al lado de tus padres, Harry Potter –sonrío Voldemort, un brillo secreto en sus ojos.
-Que así sea... –susurró casi inaudiblemente antes que Tom levantara con fuerza su varita.
La energía lo elevó en el aire, estrellándolo contra la Puerta del Gran Salón. Un grito de dolor escapó de sus labios, mientras simulaba luchar en vano con la magia que lo consumía.
Se sentía como un enorme pedazo de hierro atraído inevitablemente a un poderoso imán. Sus brazos y piernas se hallaban extendidos en la superficie de madera, mientras su cabeza exponía un delicado cuello.
-Y nuevamente, -se burló Voldemort a la Puerta- vuelves a fallar, Albus Dumbledore. Que esto te recuerde que "no puedes protegerlos a todos"... quizás sólo traerles una muerte más dolorosa.
Harry cerró los ojos cuando la ola de sufrimiento arrasó con sus nervios. En un estado de semiinconsciencia, escuchó sus gritos y algunos otros ruidos que no reconoció. Pronto, juraría que el aire a su alrededor comenzó a vibrar, el ambiente tornándose cálido. Y que una textura líquida resbalaba por su ser.
"¡Harry!"
En la oscuridad, comenzó a caer.
Calor en su pecho y movimiento a su alrededor lo despertó, una ola de dolor recorriendo cada uno de sus huesos.
Un gemido escapó de su garganta.
-Shhh... –consoló alguien.
Con más de un sentido aturdido, Harry abrió lentamente sus ojos.
El golpe fugaz de la luz contra su órgano visual, ocasionó otro lamento mientras una de sus miembros acudía a devolverlo a las tinieblas. Ahí, luchando por bloquear la iluminación de sus ojos, fue consciente de la intensa preocupación de Nagini y la furia que roía a Tom. Su conexión con ambos danzaba frenética con la desesperación de las emociones compartidas.
-¿Qué... su-ucedi...ó? –balbuceó desorientado.
Fuertes brazos lo abrazaron, animando su ser. Transmitiéndole afecto y protección. La sensación de ser especial e importante, y sin embargo... insignificante.
Era un individuo débil que no podía pensar por sí mismo, y que por eso debía dejar todo en manos de...
-Tranquilo, Harry. Todo va a estar bien.
¡Dumbledore!, reconoció. Albus Dumbledore lo estaba llevando en brazos ¡A él! ¡¡¡En brazos!
¡Suficiente!, se reprendió. Disciplina, Harry. DISCIPLINA.
Luchó por recuperar el control de su cuerpo, la sola idea de estar vulnerable ante uno de sus mayores oponentes, le revolvía el estómago. Incluso si se concentraba lo suficiente, podía sentir el ojo mágico de Moody sobre él... aunque si por efectos de capacidad extrasensorial o simple paranoia, no supo decir.
Batalló consigo mismo, disipando sus mayores miedos en el camino, al tiempo que ganaba terreno en eso de mente sobre materia. Sin embargo, bajo los diferentes efectos que las maldiciones causaron (y continuaban causando) sobre él, era un tanto difícil.
El viejo debió haber intuido su debate interno, pues no desaprovechó la oportunidad para acurrucarlo más contra su pecho.
-Calma, niño –comentaba.- Te protegeremos aquí. Voldemort no podrá pasar esa puerta y es sólo cuestión de tiempo para que lleguen los refuerzos.
Con decisión, Harry levantó sus párpados, intentando concentrar su visión. Si su memoria no le fallaba, Tom le había quitado los anteojos, por lo que ahora una bruma desenfocada invadía su vista.
Los celestes ojos de Dumbledore lo observaban preocupado, aunque no sin un tinte calculador y analítico. Moody, a su derecha, estaba dedicado a la Puerta. Mientras otros dos magos que no reconocía (y por culpa de su vista, no por conocimiento) lo apoyaban en la tarea.
El ominoso portal se hallaba tras todos ellos.
Pero, ¿cómo...?
-¿Cómo llegué... aquí? Lo último que recuerdo es... –agrandó sus ojos en sorpresa.
Su cerebro andaba lento.
Había pasado la Puerta. Estaba del otro lado. ¡Esta era su oportunidad! Debía llevar a cabo su plan, tenía que hacerlo. Tom dependía de ello.
Sin embargo, ¿cómo lograrlo sin que lo detengan? ¿Y acaso tenía las fuerzas necesarias? Su cuerpo podía perecer en el intento. Su mente podía perderse en las sombras. Sus memorias podrían esfumarse en el vacío. Sus sentimientos reemplazados por silencio. Sus sentidos opacados por cenizas...
Pero mientras logre mi objetivo...
Un escalofrío azotó su cuerpo. A través del Parsithel, experimentaba la preocupación de Nagini y Tom combinadas. Y acrecentaba con cada momento que transcurría.
-Estás en buenas manos, Harry. Tú sólo relájate, te lleva...
-¡Albus! –una voz interrumpió- Fawkes acaba de llegar con noticias del Ministerio, y... ¡El Ministro Crouch ha sido asesin...! –exclamó un auror.
-¡Calla, Mathías! –silenció Moody- ¿O es que quieres que todo el maldito colegio se entere?
Harry pudo sentir la tensión en los tres aurores. Un sentimiento de urgencia calaba hasta lo más profundo de sus huesos, y lo irónico era que éste no provenía de su padre, sino de sus opositores.
Silencio indefinido y muchas miradas compartidas.
-Gracias por las noticias, Mathías –asintió amable, pero solemnemente el director.- Temo que no hay nada que podamos hacer en estos momentos por el Ministerio. ¿Qué es lo que Lestrange opina de la situación?
Moody bufó, pero mantuvo su mudez. Por el contrario, el joven auror palideció.
-A-aún n-no le he di-icho... –tartamudeó- ¿Usted cree que...?
-Sí, –el tono de seriedad sólo se agravó.- Ve a darle las noticias a tu superior, mientras llevo al Sr. Potter donde Delfina. Ella es la experta en Medimagia aquí.
Sin más, se separaron. Uno de los profesores reemplazó el lugar de Dumbledore, ayudando a Flitwick y Moody con los hechizos de defensa en la última barrera que les quedaba.
Harry quería ver cuántos oponentes había en escena, pero sin sus anteojos era imposible calcular. Distintas manchas de colores confusas era lo único que distinguía, junto a ruidos incoherentes y murmullos sin sentido en todo lo ancho del salón.
Comenzaron a alejarse.
Suspiró agotado.
-Pronto podrás reposar, pequeño –comentó Dumbledore ante su muestra de cansancio.- No te preocupes por nada.
El niño asintió.
-¿Puedo preguntar qué fue lo que sucedió contigo todo este tiempo? Hemos estado preocupados por ti, Harry. Desapareciste dejando una nota sospechosa, para luego aparecer en la enfermería con tus tíos... –le fijo una mirada curiosa- ¿Cómo fue que escapaste del Dark Lord?
¿Cómo sabía el hombre que había visitado a su padrino?
¿Acaso...?
Se tensó, su corazón acelerándose irremediablemente.
-Estás a salvo, muchacho –aseguró de nuevo.- Puedes contarme todos tus secretos, Voldemort no llegará aquí –sonrió bromista.
Harry se forzó a respirar. Un respiro largo y profundo. Tenía que calmarse, que recuperar su estado mental. Dumbledore no había descubierto nada de nada. Sospechas, sí. ¿Pero hechos? No. Debía seguir haciéndole creer que se trataba nada más que de un choque psicológico con todo lo que había sufrido en manos del Dark Lord. Que por eso estaba nervioso, que por eso titubeaba en sus palabras.
-Tuve una visión, y... eso me ayudó a escapar –comentó con fingida vergüenza ante la atenta vista del mago- Lo... lo siento, Profesor Dumbledore. No sabe cuánto lo siento. No fue mi culpa en realidad. Yo no... yo...
Con cada palabra que salía de su boca, más nerviosismo y desesperación desparramaba en su entonación.
El anciano le dirigió una mirada preocupada. El tono cuasi-demente de Harry traería ansiedad a cualquiera. Ojos celestes comenzaron a recorrer con atención su rostro, intentando decodificar sus emociones y pensamientos. ¿Acaso la mente del muchacho ya estaba perdida?
Conectaron miradas. Ambas guardadas y sombrías.
Desvió su vista para que Dumbledore no pensara que lo estaba retando. Simuló encogerse en los brazos del director, al tiempo que buscaba dentro de sí mismo el poder que necesitaría.
Las pupilas del hombre se contrajeron en desconcierto.
-¿Estás bien, pequeño?
Cuando encontró el hilo de la magia que necesitaba, Harry soltó una risita demente, un brillo diabólico en sus ojos.
-No. Pero lo estaré... "Aparece, ¡Prodeo!
Un punzante dolor en su pecho y logró materializar la daga plateada en su mano izquierda. Tan pronto como removió el arma de su organismo y lo empuñó al exterior, la presión que aplastaba todos y cada uno de sus sentidos se desvaneció.
Impulsado por este momentum de vigor, y aprovechando aún la (pronto nula) confusión del hombre que lo cargaba en brazos, Harry, con un movimiento limpio, clavó el puñal en su cuello.
O al menos eso era lo que pretendía hacer, pues, Dumbledore en ese momento lo soltó de sus brazos y la puntería le falló por varios centímetros. El puñal conectó con el hombro derecho en lugar de cercenar la yugular del mago.
Harry, desparramado en el suelo y completamente apurado, buscó una de sus varitas, mientras el vejete intentaba aferrarse a la suya propia y extraer la daga de su cuerpo.
Sonrió internamente. Para infortunio del director, el "Colmillo Vampírico" sería culpable de extraerle todos sus poderes, transfiriéndoselos a él, amo (actual) de la daga.
Con una expresión de triunfo y satisfacción, Harry preparó su varita, al mismo tiempo que escuchaba diferentes gritos y llamados de alrededor suyo.
-¡Sanctus! –gritó, trazando un movimiento circular en el acto, su mente visualizando un complejo patrón de símbolos memorizados.
Y fue como si el mundo alrededor de ellos dos se suspendiera.
Dumbledore frunció el ceño ante el hechizo, no creyendo que el niño tuviera el poder para algo tan complejo y especializado. Pero cuando una de sus más simples evocaciones no funcionó, la expresión se tornó frívola e iracunda.
Harry se mordía el labio inferior, luchando por recuperar su postura. Había conjurado su protección... tan sólo esperaba que ésta resistiera hasta que terminara su propósito.
Las manchas, que supuso representaban a sus oponentes, comenzaron a atacarlo con furia. Sin embargo, las maldiciones lanzadas eran absorbidas pocos metros antes de llegar a cualquiera de los dos.
Los aurores eran incapaces de tocarlos, así como ellos dos eran incapaces de realizar magia dentro del santuario.
Finalmente, Dumbledore logró librarse del puñal clavado en su carne, arrojándolo al suelo con desdén e insignificancia. Harry sólo sonrió más, recogiendo el arma y levantándose del suelo.
El viejo era un estúpido. Si pensaba que tener incrustada la maldita daga era una terrible molestia, iba a descubrir que no era verdad. Acababa de activar la verdadera magia dentro del artefacto... Sólo logró determinar su muerte.
Pero primero...
Debía evadir el ataque del anciano, que planeaba utilizar su tamaño como ventaja en una batalla cuerpo-a-cuerpo. Así que se lanzó al suelo, rodando sobre su espalda, cuando Dumbledore quiso pescarlo por el cuello.
Los aurores golpeaban salvajemente su santuario con todos los hechizos que venían a sus cabezas. Claro indicador que respaldaban el lema "Fuego contra fuego"...
A excepción de cuando no hay oxígeno.
La magia moría en todos sus intentos, aunque no por ello Harry dejaba de resentirlos. Mantener su barrera se convertía en una tarea más comprometedora con cada segundo que pasaba.
Dumbledore intentó otro hechizo, el cual también murió incluso antes de salir de su fuente. El hombre tenía la quijada desencajada, muestra de dolor.
Y Harry continuaba evadiendo los golpes físicos del viejo, haciendo una extraña danza que perdía significado en el cuadro confuso de su visión.
Ahí fue cuando la primera ola de energía invadió su cuerpo, llevándolo al nivel más puro de poder y recuperando su vigor.
Lamentablemente, ese lugar privilegiado estaba pavimentado en sufrimiento.
Pronto Harry se alegró de encontrarse rodando sobre el suelo en ese instante, pues serios espasmos comenzaron a revolcar completamente su ser. El dolor no era demasiado intenso, y sin embargo, estaba consciente que desde ese momento sólo escalaría a más...
Olvidó la presencia del Director. Olvidó la presencia de los aurores. Olvidó la presencia de Tom. Y hasta la del fénix.
Nadie importaba. Sólo él y la magia de Dumbledore.
Reprimiendo un grito en su garganta, el proceso de transmisión de esencias comenzó. La energía del jefe de la Orden del Fénix sería suya... si lograba sobrevivir.
Sintió el impacto de centenas de hechizos al mismo tiempo. Conjuros que se hilaban alrededor de él, corrían a través de él, velaban por él, y se rebelaban contra él.
Todos al mismo tiempo.
En su cabeza, la oscuridad dejó de ser oscuridad, rellenándose de distintos colores estrafalarios, producto de la magia que su cuerpo intentaba asimilar. El mundo exterior perdió contacto, mientras todos y cada uno de sus sentidos iban dirigidos a cumplir con la tarea principal" sobrevivir al bombardeo de corrientes ajenas.
Tomar un respiro más.
Perdido en el limbo y guerreando por su vida, un pensamiento alienígena cruzó su mente a una velocidad asombrosa"
"Abre la puerta, Harry. Ábrela."
Ábrela, repitió inconscientemente.
Nada le quedó por hacer, más que observar impotente cómo Dumbledore tomaba control de su hijo.
Claro que éste había sido el plan original todo el tiempo, pero aún así... Le dolía verlo partir. La madera, ahora cuasi-líquida sustancia, engullía con rapidez a su niño, transportándolo al lado del malevolente ser cuyo único propósito en la vida era arruinarle la suya.
"¡Harry! –oyó a Nagini gritar desde su lado."
Miedo corría por sus venas. Furia alimentaba su corazón.
-¡MALDITO DUMBLEDORE! –vociferó, aguantándose las ganas de actuar inmaduramente y patear la superficie culpable.
Su varita alzada en al aire, no terminó de trazar un surco cuando Nott se le acercó.
-¡Lo recuperaremos, mi Señor! –osó decirle.
Voldemort entornó los ojos con una de sus más potentes miradas.
-Por supuesto que lo recuperaré, ¿te atreves a dudarlo? –Arrastró sus coléricas palabras- ¡Crucio!
El espectáculo no hizo nada por aplacar su rabia. Si fuera posible, la había incrementado.
¡Odiaba sentirse inútil!
¡Odiaba depender de los demás!
¡Y odiaba que le quitaran lo que era suyo!
"¡Maldición! ¡Harry!"
La voz de Nagini lo sacó de su espiral autodestructiva. El negro basilisco estaba ocupado arrojándose contra la Gran Puerta en mera esperanza de traerla abajo. Una y otra vez, lo volvía a intentar. Una y otra vez, siseaba floridos arrebatos. Una y otra vez, fallaba.
"¡Harry! ¡Harry! –gritaba desesperada."
"Detente, Nagini. ¡Detente!"
Más daño se estaba causando la reptil con la puerta que a la puerta misma, y Voldemort temía que eso trajera graves repercusiones en un futuro cercano.
Evidentemente, iba a necesitarla en el ataque que seguiría.
"¡Harry, mi niño! –Continuaba ignorándolo.- ¡Ya voy!"
Y sin ofrecerle ni una segunda mirada, desapareció frente a sus ojos, convirtiéndose en una espesa bruma.
¡¿Pero cómo se atrevía ella a hacerle esto!
¡A él, el Dark Lord!
Después de un intenso ataque de celos ocasionado por el comportamiento de su hermana, Voldemort tomó un gran respiro mental. Era Harry del que estaba hablando, ¡por supuesto que la reptil se arrastraría hasta la boca del león para protegerlo!
Mucho más aún si su pequeño estaba asustado, sumergiéndose en una marea de confusión y nerviosismo. Sintiéndose sólo y vulnerable. Vacilando en sus principios...
-¡Mi Lord!
¿Qué ahora?
-Han llegado noticias del Ministerio. Barty ha logrado su objetivo.
El Dark Lord se limitó a asentir.
-Que prosiga con el plan. Quiero que asalte el centro de operaciones de los aurores, comunícale que debe dejar el lugar en ruinas y eliminar todos sus documentos pertinentes.
-Por supuesto, mi Señor.
Apartando su iracunda mirada de la puerta, Voldemort llamó a Lucius.
-Ni bien la entrada sea abierta, atacaremos.
-¿Mi Señor? –Replicó un confuso Malfoy.- ¿Cómo planea penetrar sus defensas?
¡¿Cómo se atrevía a cuestionar sus planes! Si él decía que obtendrían la victoria, es porque la tendrían.
Entornando los ojos, Voldemort regresó la mirada al Gran Salón.
-Harry Potter nos dará el acceso.
Ignoró a sus seguidores, y se cruzó de brazos.
Buscó la conexión con su hijo.
La mente de Harry se tornaba nebulosa, como si su percepción se extendiera a todos los sentidos al mismo tiempo. Una mezcla de excitación y aprehensión desbordaba, escalando con cada segundo que pasaba. Nagini hacía lo posible por mantener una barrera alrededor de las emociones del muchacho, de manera que no lo afectaran a él también... Pero al parecer era demasiado para ella. Voldemort vislumbraba pequeños filamentos residuales de un gran conjunto, un espectáculo maravilloso de colores y energías que lo cegaban, enviando escalofríos por su cuerpo.
"Sessherik, prepárate –gritó entre dientes.
El camino se abrió para darle paso, la puerta de madera crujiendo intensamente, como si le doliera que la movieran. Con una señal de su varita, sus death eaters entraron a escena.
Los aurores se hallaban ocupados atacando el gran domo negro en el medio de la sala, que tardaron en reaccionar a su ataque.
Con una extraña tranquilidad, Voldemort observó la reacción de adultos y estudiantes. Los alumnos se levantaron de sus mesas arrimadas a un lado del Gran Salón, algunos para correr a socorrer y otros a que los socorran.
Sin embargo, así su vista se distrajera y vagabundeara por el lugar, la burbuja siempre llamaba su atención.
Ahí están.
Después de lo que pareció una eternidad, finalmente se dignó a avanzar hacia la barrera, ignorante al resto de la batalla.
Con cada paso que daba, el murmullo se volvía más fuerte en su cabeza y los escalofríos más violentos.
Tuvo que aferrarse vehemente a su varita para evitar que su mano temblara. Frío. Y calor. El aire congelaba su cuerpo, mientras una llamarada de su interior ardía en su pecho.
Después de los primeros metros, cayó en cuenta que el domo no era un domo en sí, sino más bien una corriente fluctuante de sombras hiperactivas que rodeaban celosamente otra barrera.
No tenía idea de que Nagini pudiera hacer eso...
Porque eso era lo que era. De alguna manera, la serpiente había logrado negar su presencia física y se mantenía en un estado casi líquido, igual al que obtenía antes de materializarse a una forma definida cada vez que se la invocaba.
O quizás no era Nagini, podría ser Harry el que la mantenía así... Aunque si por efectos de gran poder de voluntad o simple confusión, no sabría concluir.
Quizás es un esfuerzo conjunto.
Un grito desgarrador lo sacó de su estupor, y Voldemort obtuvo la sensación de urgencia.
No había tiempo que perder, algo terrible le estaba sucediendo a Harry.
Evadiendo una maldición enviada en su dirección, corrió hacia el lugar en que se encontraba su hijo. Diversos hechizos atacaban la muralla de energía, mas Nagini los bloqueaba a gran velocidad.
El aire se volvió denso y una dificultad para respirar se extendió a su ser. Calor y frío acosaron su piel, casi obligándolo a frotar sus brazos para devolverles la sensación.
Observando alrededor, advirtió que era el único incómodo; los demás parecían no notar la diferencia.
¿Es esto lo que está sintiendo Harry?
Nagini le abrió paso sin dudarlo, y Voldemort penetró en el círculo de protección que trazó su hijo.
La barrera de Harry lo rodeó completamente antes de dejarle dar un paso adelante.
Ese paso, y el mundo se vino abajo.
Gritos llenaron su cabeza y sus oídos. ¿De quién? No habría sabido decirlo.
La percepción de bizarra temperatura se intensificó. Con el aire cargado de magia y el ambiente radiando vibraciones, cayó de rodillas al suelo.
Harry yacía a pocos metros de él, retorciéndose en sufrimiento, rodeado de hechizos que su joven cuerpo pretendía asimilar. Mientras Dumbledore se hallaba jadeante en el otro extremo, una mano apoyada en el suelo, soportando su endeble peso. Su rostro también mostraba una expresión de terrible dolor. Al parecer quería gatear hasta llegar al muchacho...
Un cordón rojo unía las auras de ambos hechiceros y era el culpable de todo.
Voldemort intentó ponerse de pie nuevamente.
El suelo lo atrajo con mayor fuerza.
Nunca había visto un espectáculo igual, y siendo que él era el dueño original del Colmillo Vampírico, eso decía mucho.
Para comenzar, que Dumbledore realmente era más que un gran mago, y no se dejaría ganar por una treta así.
Segundo, que el cuerpo de Harry era demasiado frágil para soportar la poderosa magia del viejo, sobretodo si ésta no encontraba la compatibilidad necesaria para asimilar la de su víctima. Los ataques de su oponente y sofocación a causa de ellos le impedían a su hijo progresar.
Y tercero...
Tercero, que Harry moriría debido a ello.
¡No me maten!
Esperemos (y crucemos dedos) que el siguiente capítulo sea el último, realmente. ¡Esta cosa tiene la tendencia a hacerse demasiado larga y no acabar nunca! Responderé reviews (a este capítulo) individualmente por medio de esa herramienta nueva que ha instalado...
