Taichi y Sora intercambiaron miradas completamente perplejos ante la presencia del otro.

Miles de recuerdos vinieron a la mente de ambos.

Sus miradas por unos segundos se conectaron.

La sorpresa era máxima. Sin embargo, para ninguno era agradable este encuentro.

—¿Quién es él?— El pequeño Kiriha interrumpió el momento.

—Él es Taichi Yagami Bey.— Respondió Miyako— Amigo de tu padre.

—¿Taichi Bey?—Cuestionó el príncipe.

Taichi pasó su mirada hacia el pequeño.

¡Vaya! Cada vez se parecía más a su padre.

—Pashá.— Corrigió el castaño— Mi nombre es Taichi Yagami Pashá mi príncipe.— Hizo una pequeña reverencia, después de todo, a él le dabía reverencia, a diferencia de Sora, a quién más respetaría.

¿Qué?

Tanto Sora como Miyako se sorprendieron ante la declaración.

—¿Cómo que pashá?— Cuestionó la pelirroja.

Taichi alzó una ceja, al parecer Yamato no tenía informada a su consorte principal de sus decisiones.

—¿No me digas qué fuiste ascendido?— Preguntó Sora.

El castaño alzó una ceja ¿Por qué lo tuteaba? Ya no eran amigos, ni cercanos, ella era una sultana y él un caballero.

—Pronto lo sabrá, sultana.— Respondió el castaño antes de hacer una reverencia— Permiso, debo retirarme.

Sora se mordió el labio inferior ante la frialdad y seriedad, poco particular en que Taichi le había hablado. Sin embargo, no se sorprendió, comprendía que aquel chico estuviese enojado con ella por haber jugado con sus sentimientos.


—¡Abuela!— Kiriha corrió hacia la Valide.

Natsuko sonrió— Mi príncipe.— Musitó antes de abrazarlo.

—Mi sultana.— Musitó Sora y tanto ella como Miyako hicieron una reverencia frente a la madre sultana.

—Me alegra que hayan llegado.— Comentó Natsuko antes de extender su mano.

Sora se acercó a ella y besó sus nudillos, luego Kiriha repitió la acción de su madre.

—Abuela, estoy emocionado, papá dijo que desde mañana podré asistir a ver los entrenamientos.— Habló el pequeño rubio.

—¿Enserio?— Preguntó Natsuko y dirigió su mirada a Sora.

La pelirroja asintió.

—Genial.— Musitó la Valide.

—Comenzaré mi entrenamiento de guerrero.

—Serás un hermoso guerrero mi amor.— Natsuko besó su mejilla.

—Valiente como mi padre.

—Claro.— Respondió la reina madre y acarició su cabello.

Era una ternura, sin duda, su pequeño nieto.

—Disculpe mi sultana, pero ¿por qué quería vernos?— Preguntó la pelirroja.

—Los cité porque quiero estar esta tarde con mi nieto.— Respondió Natsuko— Y contigo, Sora. Quiero ponerme al día, ya sabes, luego de todos los cambios de Manisa hasta acá no he estado muy al pendiente de mi nieto.

Sora sonrió— Será un honor mi sultana.— Musitó y luego observó a su alrededor— ¿Nuestro sultán también estará con nosotros?

Natsuko hizo una mueca— No, él no estará.— Respondió— No tiene tiempo, está ocupado, preparando todo para el consejo de guerra, no quiero molestarlo.

Sora hizo una mueca, tal vez era mmento de acostumbrarse a la idea de que Yamato no podía solo al pendiente de ellos— Comprendo.


—¿Por qué no?— Preguntó Mimi sorprendida— ¿Por qué no puedes ayudarme? Tu eres hombre y Otomano, tienes más poder del que yo, siendo mujer y esclava puedo tener.

De cierto modo sí, incluso más de lo que se imaginaba, pero no podía ayudarla.

—Si vives en este palacio significa que no eres un simple plebeyo ¿no?

—Ni te imaginas.— Musitó Yamato, él jamás sería un plebeyo, nació noble y moriría así, porque era de la dinastía Otomana.

—¿Entonces?— Preguntó la oji-miel— ¿Por qué no puedes ayudarme?

Yamato suspiró— Porque el destino quiso que vinieras hasta acá, Mimi.— Respondió.

—¿El destino?— Cuestionó Mimi.

El rubio asintió— ¿Sabes? No todas las jóvenes que son traídas como esclavas hasta este imperio llegan al palacio.— Para llegar hasta ahí debían ser hermosas y con una característica en particular, ella la tenía.

Aquellos ojos y esa aura inocente no recordarba haberla visto.

—Para ellas es visto como una honra, pero para mí no.— Respondió la castaña— Para mí es un pecado lo que me quieren obligar hacer, acá jamás seré feliz.

—Eso es lo que tú crees, pero si fuiste traída hasta aquí es por alguna razón, entiendo que quieras regresar donde tu familia, pero ¿enserio quieres continuar viviendo esa vida en pobreza?

—Allá era feliz.

—Aquí también puedes serlo.

—Pues jamás lo seré.— Contestó Mimi— Y lo sé, después de todo, soy una más del montón de mujeres que vive aquí. El sultán se divertirá conmigo una noche ¿y qué? Si no le doy un hijo no pondrá su atención en mi, al contrario, seré olvidada y yo no quiero eso.

Eso era lo que creía ella.

Pero, la verdad era que esa chica era bastante atractiva como para olvidarla luego de una sola noche.

—Además, todas comparten a un solo hombre.— Musitó Mimi— No me gusta esa idea.

No le sorprendía ese comentario, a ninguna mujer del harem le gustaba ese detalle. Aún recordaba como su madre reclamaba cada vez que su padre tenía una concubina nueva y no era porque lo amara precisamente.

—Lo peor de todo es que el sultán las toma por el momento y luego las deja, apuesto a que ni siquiera las aprecia.— Comentó la castaña.

—No lo creas del todo. Puede que tenga mujeres pero si aprecia a las madres de sus hijos.

—Pero no se enamora.

No necesariamente, sultanes si se habían enamorado anteriormente. Su padre estaba completamente enamorado de una de sus sultanas— No creas, si ha sucedido.

—Que no se casen es la prueba de eso.

—¿Tú crees?— Preguntó el rubio.

—Al menos en mi cultura el matrimonio es la prueba y sello del amor.— Musitó Mimi.

—Muy diferente a nuestra cultura, pero eso no significa que el sultán no tenga corazón.— Respondió Yamato— O sea un tirano como lo describes.

—Es como si lo defendieras.— Respondió la castaña y recién cayó en cuenta de que tal vez él...

¡Rayos!

—¡Oh no!— Llevó sus manos a su cabeza— No me digas que...

—¿Qué?

—¿Qué tú?— Preguntó Mimi— ¿Qué tú eres?

—¿Yo soy?— Al parecer la chica estaba uniendo las piezas de su rompecabezas.

—¡Uno de los hombres de confianza del sultán!— Respondió la oji-miel.

Yamato alzó una ceja— ¿Qué?

—Eres uno de sus hombres de confianza.— Repitió Mimi— Y por lo defiendes.

¿Esto era enserio?

—¡Rayos! Y yo estoy aquí pidiendote ayuda.— Comentó la castaña— Apuesto a que por eso no me quieres ayudar porque eso significaría problemas para tí.

En realidad no.

—Niña, no...—Intentó hablar pero fue interrumpido.

—¿Niña? Tengo nombre, me llamo Mimi.

Yamato rodó lo ojos— Mimi, esto no es lo que crees.

—¡Claro que es! Esa bata bordada en oro es parecida a la que utilizan esos grandes comandantes que vi al llegar al palacio.— Musitó la castaña— Debí imaginarlo.

—Hey, esa no es la razón por...— Respondió el rubio.

—Ahora ¿me irás a acusar? ¿no?— Preguntó Mimi— Y harás que me envíen al calabozo porque me quise escapar.

—¿Al calabozo?— Cuestionó Yamato.

—Si, ese lugar lleno de ratas y frío.— Contestó la oji-miel.

—No, claro que no, no haré eso.— Respondió el rubio.

—Entonces ¡Ayúdame a escapar!— Rogó la joven y tomó su mano.

—No puedo, ya lo dije.

Mimi suspiró— Tienes razón, ya me lo dijiste, no sé para que me esfuerzo.— Y lo soltó—Supongo que ayudarme te involucraría en problemas ¿no?

—No es eso.— Contestó Yamato— Es simplemente que no puedo hacer excepciones, tú al igual que las otras mujeres están aquí por una razón y no sería justo que te ayudara a escapar cuando las demás también anhelan hacerlo. Además, luego de todo lo que me contaste no creo que sea bueno, aquí tienes todo lo que nunca has tenido. Tal vez no esté tu familia, pero tú misma me dijiste que no tienes seguridad de que no estén vivos. Aquí puedes comenzar de cero ¿sabes? Y sin pasar hambre o tener que hacer trabajo pesado.

Mimi nuevamente suspiró—¿Sabes? Siempre quise tener riquezas.

—Y aquí puedes tenerla.

—Si, pero...—La castaña alzó la mirada— No puedo vivir en paz sin mi familia, al menos...—Tragó saliva— No, sabiendo que mi madre puede estar viva.

Yamato hizo una mueca— ¿Sabes? El sultán puede ayudarte a encontrarla.

—¿El sultán?— Preguntó Mimi— Dudo que lo haga.

—Porque crees que es un tirano ¿no?

La castaña asintió.

—Pues no lo es y créeme, si se lo pidieras te ayudaría a encontrar a tu madre.— Respondió el rubio.

Él anteriormente si había ayudado a una de sus concubinas, entre ellas a Momoe, quién jamás llegó a ser "la mujer de su vida" pero sí una una amiga que le pidió ayuda para comprar a su hermana menor, Miyako. Y así lo hizo, no era tan cruel como todos lo pintaban.

—No creo.

—Bueno, deberías intentarlo.— Contestó Yamato antes de cerrar su libro y depositarlo en su escritorio— Permiso, debo retirarme.

Mimi asintió— ¡Rayos! Yo también, si no aparezco antes de la cena el señor Gennai me regañará.— Hizo una mueca— Oye...—Llamó al rubio.

—¿Si?

—Si no me vas a ayudar a escapar ¿me podrías ayudar a llegar a la cocina?

Yamato alzó una ceja— ¿Llegar a la cocina? ¿Por qué?

—Porque la comida aquí es demasiado rara, muero por comer un plato Veneciano.— Musitó— Baccala Mantecato.— Respondió la castaña— Pero parece que aquí no hacen eso.

—¿Baccala Mantecalo?— Cuestionó el rubio— ¿Qué es eso?

—Un plato típico de mi tierra.— Contestó Mimi— ¿No lo conoces?

El rubio negó.

—Bueno, si me ayudas a llegar a la cocina prepararé uno y alusionarás, ya que es ¡Delicioso!— Musitó la oji-miel eufóricamente.

—¿Cocinas?

Mimi asintió— Si y bastante bien.— Se detuvo— ¡Un minuto! ¿Y si te cambio un plato típico veneciano por mi escape?

¿Esto era enserio?

—¿Estas negociando un plato de comida?— Preguntó Yamato.

La castaña asintió.

Yamato no supo si reír o preocuparse, esta chica era bastante...

Impredecible.

Con sus comentarios.

—¿No crees que es muy poco?

Mimi rió— Lo dices porque no has probado mis platos, si lo hicieras verías que no es poco.

Eso sonaba interesante, si algo amaba en esa vida comer, bueno ¿quién no?

—Bueno, algún día te llevaré a la cocina.— Respondió el rubio.

Si eso lograba distraerla y no andar rogando por escape, entonces lo haría.


—Disculpe mi intromisión mi sultana, pero cuando llegamos nos encontramos en la entrada a Taichi Yagami.— Habló Sora— Bey de Manisa.

—Ya no es Bey.— Corrigió Natsuko— Ahora es un pashá.— Respondió— Taichi Yagami Pashá.

Al parecer era verdad.

—¿Pashá?— Cuestionó la pelirroja— ¿A qué se debe ese nuevo título?

—A su nuevo cargo.— Respondió la oji-azul— Ahora no es el Bey de Manisa, si no que el guardia imperial.

¿Qué?

Sora alzó una ceja— ¿Guardia imperial?

—Si.— Contestó Natsuko.

¡Oh no! Esto no era bueno ¡Claro que no! Ser guardia imperial significaba estar todo el día, en todo tiempo y en todo lugar junto al Sultán, tanto así que tendría que venir a vivir a palacio y eso significaría verse todo el día ¡Rayos! Incluso, si se le ofrecía ver a Yamato en sus apocentos, tendría que pasar primeramente por él.

—¿Y-y a qué se debe esa ascensión?— Preguntó la pelirroja— Pensé que Yamato continuaría teniendo a Hiroki Ichijouji como guardia imperial, así como lo fue de su padre.

—Pues no, mi hijo decidió cambiarlo.— Respondió Natsuko— Hiroki tiene muy avanzada edad, no sirve para ese puesto.

—¿Y por qué no se lo dió a su hijo, Ken Ichijouji Effendi?— Cuestionó Sora.

—Porque él es un maestro, desempeña su labor como Effendi y no Pashá.— Contestó la Valide— Además, sirve a Takeru.

—¿Y Ryo Bey?

Natsuko alzó una ceja— Pero ¿qué preguntas son esas? Es como si buscaras a cualquier persona, menos Taichi, para ocupar ese lugar.

Sora bajó la mirada— Lo siento mi sultana, pero pregunto por el bien de mi sultán.

—No debes preocuparte, Taichi es la mejor opción.— Contestó la oji-azul— Para el puesto de guardia imperial se necesita a alguien de confianza, leal, con valor y sobretodo con poder, capaz de mover a los hombres con sus palabras. Taichi tiene todas esas cualidades.

Si, las tenía, pero eso no quitaba que fuese incómoda la situación.

—Recuerda que él fue el primero en apoyar a Yamato cuando toda la guerra por el trono comenzó.—Respondió Natsuko— Además, a pesar de su corta edad ha obtenido un poder político y económico increíble, tenerlo de nuestro lado será beneficioso.

Sora se mordió el labio inferior ante esto, era increíble ver como Taichi había prosperado en todo ese tiempo, siendo más que un simple Bey o jenízaro, ahora era poderoso.

—Comprendo mi sultana, simplemente eran unas preguntas.— Musitó la pelirroja antes de darle un sorbo a su té— Y dígame ¿cómo lo hará? Él tiene a su hermana, dudo que quiera dejarla sola en Manisa.

—Hikari se mudará con él al palacio.— Respondió la Valide.

Sora alzó una ceja sorprendida— ¿Cómo?

—Lo que escuchaste.— Contestó Natsuko— Ambos se vendrán a vivir al palacio.

De Taichi lo esperaba, pero de Hikari no, se suponía que las mujeres libres Otomanas, no vivían en el harem.

—¿Hikari también?

—Si, pero ella no vivirá directamente en el harem como una concubina o kalfa.— Respondió la oji-azul— Vivirá como una noble entre nosotros, con apocentos y servidumbre, vida digna de una nieta del Khan de Crimea.

Algunas veces olvidaba ese detalle. Taichi e Hikari eran hijos de Yuuko Giray, hija del antiguo Khan de Crimea, en pocas palabras ellos también tenían sangre real, ya que la dinastía Giray era considerada como la segunda familia más poderosa dentro del imperio Otomano.

—Comprendo.— Musitó Sora y sonrió— Me alegro por ella.— Hikari le agradaba— Estoy segura que Takeru también estará feliz por esto.

Natsuko asintió.

Para nadie era desconocida su amistad.

—Espero que con su compañía se sienta más seguro.

—Lo mismo digo.— Musitó Natsuko. No lo diría en voz alta, pero el bienestar de Takeru era algo que siempre le preocuparía, después de todo, por la ley otomana debió morir, sin embargo Yamato le había perdonado la vida, gracias a su intercesión y porque lo amaba. Aún así, sabía que algunos pashás en el consejo tendrían problemas con esto, ya que por años se respetó esa tradición. Temía que por causa del consejo, sus hijos, Takeru y Yamato se enfrentaran, así como ocurrió entre Yamato y uno de sus medios hermanos, Kouji, quién a pesar de ser unidos, terminaron peleando uno contra el otro por el trono y por mantener a sus hijos con vida.

—¡Mami! Tengo sueño.— Reclamó el príncipe jalando del vestido a su madre.

Sora llevó su mirada hacia su pequeño hijo, no le sorprendía que tuviera sueño, después de todo corría todo el día de un lado a otro.

—Miyako, lleva al príncipe a sus apocentos.— Ordenó Natsuko.

Miyako asintió— Como usted ordene, madre sultana.— Fue así como se acercó hasta Kiriha y extendió su mano— Vamos mi príncipe.

El pequeño asintió y se levantó de su lugar.

—Buenas noches mi bebé.— Musitó Sora antes de besar su mejilla.

—Buenas noches mami.

—Despidete de tu abuela.— Musitó la pelirroja.

Kiriha volteo hacia la Valide y se acercó a ella— Buenas noches madre sultana.

—Buenas noches mi pequeño.— Natsuko besó su mejilla.

El pequeño luego volteo en dirección a la kalfa y tomó su mano.

—Permiso.— Miyako hizo una reverencia antes de salir de los apocentos de la Valide junto al pequeño dejando solas a las sultanas.

Era el momento, pensó Sora antes de voltear hacia la oji-azul—Madre sultana.

—¿Si?— Preguntó Natsuko.

—Escuché que realizará una fiesta para la Luna nueva.— Cuestionó la pelirroja.

La mayor asintió— Si, realizaré una fiesta, ya que la fiesta de Bienvenida no se pudo realizar.

—¿Será solo con pashás y miembros del consejo?— Preguntó la pelirroja— ¿O de manera interna en el harem?

—¿Por qué preguntas?— Cuestionó la Valide— ¿Quieres saber si le presentaré concubinas nuevas a mi hijo, verdad?

Sora se mordió el labio inferior, la madre sultana leyó sus pensamientos— Disculpe madre.— Bajó la mirada— Pero, no puedo evitar preguntarme.

Natsuko frunció el ceño un tanto molesta por su intromisión, no le gustaba que interfirieran en los temás u organizaciones del harem que ella manejaba.

Tuvo intenciones de reclamarle. Sin embargo, no lo hizo.

Cerró sus ojos y suspiró.

Era inevitable colocarse en el puesto de Sora, después de todo, ella también estuvo en sus zapatos frente a todas concubinas, amantes y sultanas que tenía Hiroaki. Muchas veces sintió celos, al vivir en ese harem era imposible no sentir celos. Después de todo, los sultanes se divertían con diferentes mujeres, a pesar de tener su favorita o principal siempre buscaban prosperar más su dinastía, o simplemente divertirse, tenían miles de favoritas y cada vez incluían más, lo peor de todo era que siempre traían una más joven que otra.

Aún recordaba como le hirvió la sangre cuando Hiroaki aceptó una concubina veinte años menor, joven, con vigorosidad. Así como las demás madres de los príncipes, estaban indignadas, ya que la llevaba a todos lados, la invitaba a celebraciones importantes provocando que se sintiera superior.

Sin embargo, no duró mucho en el harem.

¿Por qué?

Sus kalfas, bajo sus órdenes, junto a las kalfas de otra sultana, le quemaron la cara a esa invasora. Debido a esto, Hiroaki dejó de gustarle, la desechó y ahora vivía en el antiguo palacio sin ninguna riqueza.

Sonrió.

Malos recuerdos, con buenos finales.

Después de todo, siempre ganaba la más fuerte, la mujer más estratégica dentro del harem, la sultana con más influencia política, que era capaz de defender a sus hijos y surbilos al trono.

Abrió sus ojos y observó a la pelirroja.

De cierta forma, se veía reflejada en Sora, después de todo, ella tenía todas esas cualidades y estaba segura que surbiría a Kiriha al trono como diera lugar cuando llegase su momento. Sin embargo, ahora debía preocuparse por tener más descendientes, un solo príncipe era muy arriesgado ¿Qué sucedería si enfermaba y moría?

—Sora, que le presente más concubinas a mi hijo no significa que tú dejes de ser la favorita.— Habló Natsuko— O mi nuera predilecta. Eres la madre de mi nieto mayor, el heredero al trono, quién continuará nuestra dinastía.— Si nada lo impedía— De él vendrán todos los demás sultanes y sultanas, por eso siempre habrá una elección predilecta hacia ti.

Sora sonrió ante esto.

—Además, tú me ayudaste a acabar con las otras mujeres que amenazaban con acabar con mis hijos, siempre serás la mujer más importante del sultán Yamato.

Eso era agradable y lo que quería escuchar, tener de su lado a la sultana madre era su mejor estrategia.


Mientras tanto Takeru se encontraba durmiendo en su habitación evidentemente teniendo una pesadilla, se movía de una lado a otro en su cama.

—Los verdugos...—Murmuró esto— ¡Mis hermanos!— Respiró con dificultad— ¡No! ¡Por favor! No los maten.— Habló— No me maten, yo, no...¡No!— Se incorporó de golpe en su cama, abriendo sus ojos totalmente alterado, bañado completamente en sudor, con el pulso extremadamente acelerado y con la respiración agitada.

Hizo una mueca.

¿Por qué otra vez esos sueños? Mejor dicho, esa pesadilla...

De su ejecución.

Si, su muerte.

Aquella que recibieron sus medios hermanos a manos de los vergudos, servidores de su hermano.

Un nudo se hizo presente en su garganta al recordar esto, como siempre ocurría cuando recordaba aquello.

Se levantó de su cama y caminó en dirección a su balcón.

Una suave brisa otoñal se hizo presente, por unos minutos sintió mucho frío por el sudor que recorría su cuerpo.

Apoyó sus manos en la baranda del balcón y centró su mirada en el horizonte, mejor dicho en el mar Otomano en el cual se reflejaba la Luna llena del cielo.

Como siempre, era una hermosa vista. Sin embargo, nunca podía apreciarla con tranquilidad. Mucho menos en la noche, después de todo a estas horas más riesgo corría.

Si, riesgo.

Aunque todos quisieran hacerle creer lo contrario, era imposible pensarlo. Después de todo, Yamato, acabó con sus hermanos. Si, eran medios hermanos, con la mayoría nunca tuvo una relación de una familia normal. Sin embargo, el recordaba muy bien que con Kouji siempre tuvieron buena relación, pero Yamato al convertirse en sultán no tuvo piedad de acabar con él.

Así que, nada le aseguraba que él sería la excepción.

Cerró sus ojos y suspiró.

Tranquilo Takeru.—Pensó para sí mismo, intentando mantener la calma, sin embargo esto no fue posible. Por más que intentaba, su mente no dejaba de pensar en su posible muerte.

Su final.

Una fina y armoniosa melodía lo sacó de sus pensamientos.

Una canción emitida por un agudo y fino instrumento, melodía que se escuchó en el gran palacio de Estambul a plena noche llenando de energía el lugar que en silencio se encontraba.

Takeru alzó la mirada ante esto y a lo lejos divisó una figura figura femenina familiar para él.

En el balcón del harem se encontraba Hikari tocando un violín.

El rubio alzó una ceja. No esperaba que estuviera despierta a estas horas.

La melodía era bastante agradable.


Yamato se separó de la pelirroja concubina y observó el techo.

Su madre le había enviado una concubina, al principio no le interesó la idea, ya que le hubiese gustado que Sora, su consorte principal viniese. Sin embargo, sabía las razones de su madre para impedir esto.

Él necesitaba más descendientes, tener uno solo era arriesgado.

En especial teniendo a Takeru vivo, era muy arriesgado tener solo a Kiriha. Si quería que su linaje continuara en el trono.

Suspiró.

De repente el sonido de un violín se escuchó en el lugar.

Alzó una ceja.

¿De dónde venía?

Bueno, eso no importaba.

Se incorporó levemente en su cama.

Quería estar solo.

—Retirate.— Le órdeno a la mujer sin más.

Ante esto la joven simplemente se levantó sujetando la sábana contra su cuerpo, hizo una reverencia y se retiró del lugar.

Yamato se levantó de su cama y acomodó su ropa, para luego caminar en dirección a la mesa en donde se encontraba el anillo color esmeralda. Fue así que tomó asiento y se dispuso a cotinuar

Mañana era su primer consejo real, antes del consejo de guerra.

Debía estar descansado, sin embargo en su mente habían miles de pensamientos.


Takeru se detuvo al llegar al balcón del harem en el cual se encontraba Hikari tocando aquel instrumento. La observó detenidamente, estaba totalmente inspirada tocando aquella canción.

Sonrió.

La castaña se detuvo al sentir que era observada por alguien. Volteo hacia el costado y se encontró con su rubio amigo— Príncipe.— Hizo una reverencia— Pensé que dormía.

—Disculpa Hikari.— El chico se acercó a ella—No quería interrumpirte.

—No interrumpió nada.— Respondió la castaña— Ya iba a acabar de tocar, es bastante tarde.

Sí, lo era.

—Me sorprende verlo despierto ¿ocurre algo?

—No.— Respondió Takeru— Simplemente no podía dormir.

—No me diga que lo moleste con mi música.— Musitó la castaña.

—No, no fue tu música.— Contestó el oji-azul— Simplemente tuve una pesadilla.

—¿Pesadilla?

Takeru asintió— Y pues, no pude continuar durmiendo.— Sonrió— Tu melodía permitió que recuperara la paz.

La castaña sonrió ante esto.

El rubio pasó su mirada por el instrumento—No sabía que continuabas tocando el violín.

Hikari sonrió y asintió— Si, nunca he dejado de tocar, usted sabe que amo la música.

—Eso recordaba.— Comentó el oji-azul— Me alegra que continues tocando.— Dirigió su mirada hacia el instrumento—Este violín.—Takeru lo tomó entre sus manos— ¿Es?

—El que usted me dió para mi cumpleaños.— Se adelantó a hablar.

¿Qué?

—¿Todavía lo conservas?

La castaña asintió— Pues claro mi príncipe.— Contestó— Es un regalo que usted me dió, jamás lo descuidaría.

—Si, pero ha pasado mucho tiempo desde que te lo regalé.

—¿Y?— Preguntó Hikari— Eso no quita que sea importante para mí, por eso lo he conservado todo este tiempo.

Takeru sonrió, saber que era importante para ella significaba mucho para él, le hacia saber que todavía aquella chica guardaba ese cariño que nació desde muy niños entre ellos.

—¿Y usted?— Habló nuevamente la castaña— ¿Continúa tocando?

El rubio hizo una mueca— La verdad es que no.— Desde que se separaron era un dolor constante tocar aquel instrumento, ya que le recordaba sus momentos con la castaña, debido a ello se sentía nostálgico, triste y muy solo.

—¿Por qué?— Preguntó la chica.

—Han pasado muchas cosas.— Suspiró el rubio— He priorizado otras, lamentablemente.

A Hikari no le sorprendió esta respuesta, la vida de su amigo en esos últimos años se resumía en clases, entrenamientos, escapatorias, guerras, problemas con lo verdugos, entre otras cosas.

—Bueno...—La castaña alzó el arco— Esta noche es una buena ocasión para reencontrarse con la música de violín, mi príncipe.

¿Qué?

Takeru alzó una ceja— Muchas gracias Hikari, pero no creo que sea lo mejor, tu has llenado de paz el palacio con tu hermosa melodía, si yo toco arruinaría todo con mi desafinación.

Hikari rió— Claro que no.— Respondió— Tú ya sabes tocar, dudo que se te haya olvidado.

—Al perder práctica es posible.

—Bueno, tendremos que verlo.— Comentó la castaña antes de extender el instrumento.

Takeru observó el violín sorprendido, por unos momentos dudó en tocar, hace bastante que no lo hacia, pero luego de observar a su amiga que sonreía ansiosa, fue imposible negarse. Fue así como alzó su mano derecha y tomó el arco. Inevitable fue que su mano se encontrara con la mano derecha de la castaña en un contacto cálido.

Ambos intercambiaron miradas ante esto sorprendidos.

Rápidamente la castaña retiró su mano y alzó el arco— Tome.

El rubio sonrió, rápidamente tomó el instrumento y se dispuso a tocar. Sin embargo, en vez de tocar una dulce melodía, salió una entonación desafinada que lamentablemente resonó en todo el castillo.

—¡Rayos!— Exclamó Takeru—Creo que no tengo talento para esto.

—No es eso mi principe.— Respondió Hikari— Es simplemente que olvidó como se toca.

—Bueno, hace tiempo que no toco.

—¿Lo ve? Es entendible.— Contestó la joven— Estoy segura que si retoma la práctica volverá a tocar tan bien como antes.

—Retomar la práctica.— Repitió Takeru— ¿Contigo verdad?— Preguntó— Ahora que estás aquí ¿me harás clases para aprender a tocar?

—¿E?— Balbuceo la castaña— ¿Yo?

—Si ¿quién más?

—Usted tiene muchos músicos.

—Sí, pero nadie toca mejor que tú.— Respondió Takeru— Y quiero que tú me enseñes.

Hikari se sonrojó.

—¿Me enseñas?

—¿E? Pues, cla-claro.— Contestó la castaña— Será un honor.


~Al día siguiente~


Yamato tomó asiento en su trono observando atentamente a todos los pashás que se encontraban frente a él para su primera reunión como sultán.

—¡Atención!— Taichi alzó la voz llamando la atención— Su majestad el sultán Yamato se dirigirá a ustedes para comenzar esta reunión.

—Buenos días a todos pashás.— Pronunció.

—Buenos días mi sultán.— Todos hicieron una reverencia frente a él.

—Es un agrado para mí tenerlos a todos ustedes en esta primera reunión del consejo real.— Habló Yamato. Fue así que el sultán comenzó a dar unas palabras de bienvenida, siendo respondido cordialmente por diferentes pashás. Hasta llegar a un anuncio importante.

—Primeramente, quiero que todos tengan por sabido que desde ayer algunas cosas han cambiado en la organización de mis hombres de confianza.

Todos intercambiaron miradas.

—Mi nuevo guardia imperial.— Habló Yamato— Será Taichi Yagami, quién deja su mando de Bey y ahora es pashá.


Mimi hizo una mueca ante el desayuno que le fue servido. Un té de hierbas y un panecillo con nueces. Sí, nueces. Su comida menos favorita en el mundo.

—Mmmm ¡Está delicioso este panecillo!— Musitó Airú— Deberías probarlo.

—Lo siento, pero no me gustan las nueves.— Respondió la castaña— Jamás han sido de mi agrado.

—¿No te gusta? ¿O no quieres comerlo por qué es comida otomana?— Cuestionó la rubia.

—No lo digo porque sea comida otomana.

—Bueno, si lo dijeras por eso no me sorprendería.— Contestó la rubia— No te gusta nada de este lugar.

Buen punto.

—¡Señoritas!— Gennai alzó la voz— Por favor, terminen de hablar y acaben pronto el desayuno, tenemos muchas cosas que hacer.

Airú y Mimi volvieron su mirada hacia sus alimentos correspondientes, sin embargo, la castaña solamente tomó un sorbo de su té.

Todo estaba en silencio, cada quién tomando su desayuno.

La llegada de una chica pelirroja interrumpió esta tranquilidad— Buenos días.— Saludó.

—¡Señorita Mizuki! Que bueno que llega.— La recibió Gennai— Espero que haya tenido buena noche.— Se acercó a ella— Venga, le tenemos un desayuno especial preparado para usted.

Mimi alzó una ceja sorprendida, por primera vez veía a ese señor siendo agradable con una esclava del harem.

—¿Ves a esa chica?— Airú le susurró.

—¿La pelirroja?

La rubia asintió— Anoche fue a los apocentos reales.

—¿Estás diciendo que pasó la noche con el sultán?

Airú asintió.

Ahora tenía explicación, porque Gennai la trataba tan bien.

Mimi hizo una mueca.

—Al parecer la madre sultana le dió unas monedas por eso.— Comentó la rubia.

La castaña rodó los ojos, verdaderamente no le interesaba saber aquello. Después de todo, trataba de la intimidad de alguien.

—Tal vez, algún día lleguemos a ser como ella.— Habló la rubia— Y tengamos joyas bonitas.

—Amo las joyas, pero prefiero morir antes de ir a los apocentos del sultán.— Contestó Mimi.

—En verdad estás loca.— Musitó Airú— Podrías ganar mucha riqueza que jamás has tenido.

—Quizás tú eres feliz con eso, pero yo no.— Respondió la castaña.

—¡Atención!— El grito de un aga llamó la atención de todas las mujeres en ese lugar— ¡El príncipe Kiriha y la sultana Sora!

Ante esto todas las mujeres se levantaron de sus lugares y formaron fila para hacer reverencia, al igual que Gennai y la concubina.

A los pocos segundos por la gran puerta principal apareció la elegante mujer pelirroja con su principe de ojos azules, acompañados de Miyako Kalfa.

—Buenos días mi sultana.— Saludó el asistente de la sultana Natsuko.

—Buenos días Gennai.— Respondió la sultana Sora— La sultana Natsuko nos dijo que desayunaríamos con ella ¿dónde está?

—Está en el balcón, esperando a ambos.— Contestó el Aga— Permitame, la llevaré hasta ahí.

Sora asintió.

Ajeno a esta conversación Kiriha observaba atento a todo ese harem lleno de mujeres y sus ojos comenzaron a brillar al reconocer a cierta joven de ojos miel.

—¡Mimi!— Gritó antes de correr hacia ella.

La castaña sonrió al ver al pequeño y lo recibió en sus brazos— Hola príncipe.

—Me alegra verte.— Exclamó el rubio.

—El gusto es mío.— Respondió Mimi.

—Al parecer al príncipe le agrada la chica nueva.— Musitó Miyako

Sora asintió— Eso es bueno.— Comentó— Necesito una nueva kalfa que se me ayude en la crianza de mi príncipe.

—¡Vamos a jugar!— Gritó el pequeño rubio.

—¿E?— Mimi dirigió su mirada hacia su madre.

Sora ante esto sonrió y se acercó a ellos— Hijo mío, no puedes jugar con ella, está desayunando y tú también debes comer.

—Pero ¡Yo quiero jugar!— Regañó Kiriha.

—Mi príncipe, no desobedezca a su madre.— Mimi le habló al pequeño— Ya jugaremos después.

—Yo quiero ahora.

—Ahora no.— Respondió Sora— Pero luego irá a nuestros apocentos para que juegue contigo.

—¿E?— Balbuceo Gennai— Mi sultana, no creo que pueda.

—¿Por qué no?— Preguntó la pelirroja— Es una orden, quiero que ella juegue con mi hijo, no puedes desobedecerla.

—S-si, pero ella tiene clase de lectura y...

—Bueno, ya recuperará esa clase.— Respondió Sora— Luego quiero que se encargué de mi hijo ¿está bien?

Gennai hizo una mueca, esto no le gustaría a la sultana madre, sin embargo, mejor sería simplemente aceptar. Después de todo, la madre de Kiriha no podía saber que Natsuko preparaba mujeres para el sultán para la próxima celebración.

—Está bien.

Sora sonrió y dirigió su mirada hacia Mimi— Espero que no sea un problema jugar con mi hijo.

—Claro que no sultana.— Respondió la castaña— Para mí es un honor.

La pelirroja sonrió ante esto, esa chica era agradable— Me alegra saber eso.

La incredulidad de las concubinas ante el comportamiento de la sultana se hizo presente. Después de todo, ella no se identificaba por tratar bien a la nuevas concubinas.

—Kiriha, despídete de ella.

El rubio asintió— Adiós Mimi.

—Adiós.— La castaña hizo una pequeña reverencia.

Fue así como la sultana, el príncipe y sirvientes salieron del lugar.

—¡Vaya! Te ganaste la simpatía de la primera consorte.— Musitó Airú.

—Eso es inusual.— Comentó una de las tantas concubinas.

—Generalmente a todas las concubinas nos trata mal.— Habló otra joven de la multitud.

—Bueno, no tiene porque tratarme mal a mí, después de todo, no soy un peligro para ella.— Respondió Mimi.

Su deseo no era relacionarse con el sultán, al contrario, simplemente quería huir de él.


—Disculpe mi sultán.— Habló un pashá bastante anciano, su gran visir—Pero antes de avanzar más en la reunión todos nosotros tenemos una pregunta que hacerle.

—¿Qué pregunta?— Musitó Yamato serio.

—Queremos saber ¿cuando será la ejecución del príncipe Takeru? — Respondió el pashá.

¡Rayos!

—Por las leyes de nuestro imperio el mismo día en que usted ascendió al trono debió haber ejecutar a su hermano.— Continuó hablando el anciano— Sin embargo, no lo ha hecho y queremos saber ¿cuando será?

—¿Por qué preguntas Masami pashá?— Cuestionó el rubio.

—Por el orden de las cosas.— Respondió el anciano— Como gran visir es mi deber estar atento al cumplimiento de las leyes, así como lo hice en el reinado de su padre debo estar al pendiente del suyo.

Yamato se mordió el labio inferior ante esto, en verdad esperaba que nadie le preguntase por Takeru, ya que, no quería afrentar tan pronto aquella situación. Pensó por unos minutos que podría librarse de este tipo de preguntas, pero, evidentemente no pudo y no culpaba a Masami Pashá, como él dijo, era encargado que todas las leyes se cumplieran.

Suspiró.

Lo mejor sería enfrentar esto ahora y no después.

—Con respecto a mi hermano debo dar un anuncio especial.— Declaró Yamato.

¿Anuncio especial?

Todos intercambiaron miradas sorprendidos e intrigados ante esto.

—He decidido que mi hermano, el príncipe Takeru, continuará con vida.

—¿Qué?— Fue la pregunta a coro de todos y una ola de murmullos se escuchó en el lugar.

—Lo que escucharon.— Insistió el rubio— Ese es mi nuevo decreto real. El príncipe Takeru se mantendrá con vida, porque el fatricidio no es algo que yo conscienta.

La cara de sorpresa en los presentes fue algo notorio.

—Disculpe mi sultán, pero las leyes son claras y por años se han respetado. — Musitó Norstein Pashá— Por el bien de la dinastía y el imperio el fatricidio debe cumplirse.

Yamato se mordió el labio inferior, no esperaba que le hicieran frente con respecto a ese tema, mucho en el primer consejo.

—Lo sé.— Respondió el rubio— Y siempre las he respetado, como príncipe antes de mi ascensión al trono acabé con la vida de mis demás hermanos para proteger la corona.— Suspiró— Pero ahora este es mi nuevo decreto, no como príncipe, si no como sultán.

Antes no podía levantar la voz, ahora sí.

Sin embargo, esto pareció no agradarle al resto, ya que otra ola de murmullos se hizo presente.

—¿Y por qué el príncipe Takeru debe ser la excepción?— Preguntó otro pashá.

—Porque yo lo he decidido así.— Contestó el oji-azul— Takeru es un príncipe de la dinastía Otomana, pero cuando guerra comenzó era muy pequeño, no significa un riesgo.

—En ese entonces no significaba un riesgo y tal vez ahora no, pero más adelante puede serlo.— Habló otro pashá— Por eso los sultanes anteriores a usted no tenían piedad ni siquiera de los recién nacidos o embarazadas, siempre fue prioridad el trono y la estabilidad.

Yamato frunció el ceño— Otros sultanes ordenaron esos asesinatos, porque no confiaban en su poder. Yo confío en el mío y en mi hermano, él nunca se levantaría contra mí.

—Eso lo dice ahora, porque es joven, sin embargo, va a crecer y puede ser un riesgo.

—¿Riesgo?— Preguntó Yamato— No hay riesgo, a diferencia de los otros príncipes, no solo es hijo del sultán, si no que también es hijo de la Valide Sultan, Natsuko. En honor a mi, el sultán, y en honor a la sultana madre no tomará medidas contra el imperio, ni con intensiones de llegar al trono. Eso es seguro.

Los ancianos intercambiaron miradas ante esto.

—Pero mi sultán...—Intentó hablar el gran visir.

—¡No más objeciones!— Taichi alzó la voz— Esta ha sido la decisión de nuestro sultán y se debe respetar.— Habló firmemente— Ya no están hablando con un simple príncipe, están hablando con el líder de nuestro imperio, no debe ser criticado, porque él es quién decide el destino de todas las personas que están bajo sus dominios, incluidos aquellos que tienen sangre real.

Los presentes bajaron la cabeza.

—Lo sentimos mi sultán.— Habló otro de los ancianos— No queremos ser irrespestuosos. Pero como miembros del consejo es nuestro deber hacerle ver el mal y buen camino.

—¿Consideran que matar a un príncipe es buen camino?

—No es bueno derramar sangre, pero es la estabilidad del imperio.

—Bueno, la estabilidad del imperio depende de mí.— Respondió Yamato— Y si yo creo que será estable con mi hermano vivo es porque así es y no quiero más cuestionamientos. Ahora más que nunca todos deben apoyarme.

Los presentes intercambiaron miradas, evidentemente a ninguno le gustó la decisión del sultán. Era algo nuevo, sin duda, pero a la vez preocupante. Los cambios no siempre eran buenos, años su imperio llevaba con esa ley, no era prudente cambiarla por vanos sentimientos familiares.


Takeru bostezó por milésima vez esa mañana, estaba muy cansado.

—¡Hijo!— Natsuko alzó la voz— ¿Qué modales son esos?— Preguntó un tanto molesta— Estamos desayunando y no dejas de bostezar.

El rubio hizo una mueca— Lo siento madre.— Respondió— Pero tengo mucho sueño, apenas logré dormir anoche.

—¿De nuevo?— Preguntó la oji-azul.

Takeru asintió.

—Hijo.— Natsuko volteo hacia el rubio— No te hará bien estar tanto tiempo sin descansar como corresponde.

—Lo sé madre, pero me es imposible, no logro pasar la noche sin despertar.— Respondió Takeru— Las pesadillas no dejan de rondarme.

La mujer observó con tristeza y compasión a su hijo. Era una pena que tuviera estas inseguridades, pero no lo culpaba, sus demás hermanos fueron asesinados debido a la ley del fratricidio y siempre sería un cargo de consciencia para él saber que fue la única excepción.

—Hijo, debes estar tranquilo.— Tomó su mano— Yamato no te hará daño.

—¿Cómo puedes estar tan segura? A mis hermanos los mató.

Natsuko hizo una mueca— Medios hermanos.— Corrigió.

Takeru rodó los ojos, siempre le molestó que su mamá hiciera menos su lazo sanguíneo solo por tener diferentes madres— Éramos hermanos después de todo, teníamos la misma sangre paterna.

—Sí, pero ellos significaban un riesgo para el trono.

—No todos.— Respondió Takeru— Yuu apenas era dos años mayor que yo.

—Bueno, él no, pero su madre sí.— Contestó Natsuko.

El rubio suspiró— Eso no me tranquiliza.

Natsuko tuvo intención de hacer un comentario, sin embargo, la presencia de su kalfa lo impidió.

—Permiso.— Musitó Juri e hizo una reverencia— Madre sultana, la señorita Hikari está aquí para el desayuno.

La mujer sonrió— Dile que entre.

Juri asintió y salió del lugar.

—Takeru debes estar tranquilo, tu hermano no te hará daño.— Musitó la Valide—La prueba está en que hasta la fecha no lo ha hecho.

—Todo está muy reciente, puede cambiar de opinión.

—Me prometió que no lo haría.

—Te lo prometió a ti.— Respondió Takeru— Pero tú no eres eterna ¿Qué ocurrirá cuando tu fallezcas?

—Hijo, no me mates antes de tiempo, todavía soy joven.— Habló Natsuko— Además, aunque muriera imprevistamente, Yamato es tu hermano y te ama, jamás te haría daño.

Sí, conocía el cariño de su hermano por él. Sin embargo, conocía muy bien las presiones sociales que podían ejercer los pashas del consejo.

—Permiso.— Musitó la hermana de Taichi e ingresó al lugar.

—Luego continuaremos hablando de esto.— Susurró Natsuko y volteo hacia Hikari— Buenos días Hikari Hatun.

La castaña hizo una reverencia— Buenos días madre sultana.— Y luego dirigió su mirada al rubio— Buenos días príncipe.

—Me alegra que aceptaras desayunar con nosotros.— Respondió la mujer.

—Fue honor para mí recibir esta invitación de usted.— Habló Hikari con reverencia— La segunda cabeza de nuestro imperio.

Natsuko sonrió— No me agradezcas, es lo menos que puedo hacer por nuestra invitada. — Respondió— Además, mi hijo fue el principal autor de esta invitación.

¿Qué?

La castaña dirigió su mirada sorprendida al rubio.

—Ven, toma asiento.— Musitó la Valide.

Hikari asintió y se posicionó frente al rubio.

—¿Cómo dormiste querida?

—Muy bien.— Respondió la castaña— ¿Y usted?

—Bastante bien.— Comentó Natsuko.

—Me alegra saber eso.— Contestó Hikari.

—¿Cómo está tu hermano?— Preguntó la Valide— Hoy es la primera reunión del consejo real, antes del consejo de guerra, Taichi será presentado como el nuevo guarda espalda real.

—Está muy agradecido y feliz por esto.— Musitó la chica— Para él es un honor.— Inclinó su cabeza con reverencia.

—Es un honor para mí que esté en ese puesto.— Habló la sultana. Para nadie era desconocido el hecho que Natsuko pidiera apoyo a Taichi para que su hijo ascendiera al trono. Lo que fue efectivo. Yamato ahora era sultán.

Después de todo, el poder no se resumía en simplemente ser un príncipe, sino tener una madre poderosa con influencias y un hombre de confianza.

—Sultana madre.— Juri llamó la atención de la Valide.

—¿Qué ocurre?— Preguntó Natsuko.

—La sultana Sora y su nieto, están aquí.— Respondió la castaña.

La oji-azul sonrió— Dile que pase.

Fue así como la castaña salió del lugar y a los pocos segundos en el lugar apareció Sora, Kiriha junto a su respectiva kalfa.

—Buenos días madre sultana.— Musitó la pelirroja antes de hacer una reverencia.

—Buenos días Sora.— Respondió la mujer.

—¡Abuela!— Kiriha gritó antes de correr hacia la Valide.

—Mi príncipe.— Exclamó Natsuko antes de abrazar a su nieta— ¿Cómo dormiste?

—Súper bien.— Musitó el pequeño— Soñé que iba a la guerra junto a mi padre.

—¿Enserio?— Preguntó la madre sultana— Eso es bueno, desde pequeño siendo valiente, incluso en sueños.

—Como mi tío Takeru.— Habló Kiriha.

El nombrado rió— Pues claro.— Comentó antes de tomarlo en sus brazos— Aunque, nunca seré tan valiente como mi sobrino favorito.

El pequeño carcajeo— Soy tu único sobrino.

—Con más razón, debes heredar toda la valentía.— Musitó Takeru.

—Tiene razón.— Comentó Sora antes de acercarse a la mesa y tomar posición—Hikari, buenos días.

—Buenos días sultana.— Respondió la castaña.

—Me alegra verte.

El pequeño dirigió su mirada hacia la chica—¿Quién eres tú?

—Mi nombre es Hikari Yagami, príncipe.— Contestó la hermana de Taichi.

—Nunca te había visto.— Musitó el pequeño.

—Claro que sí, pero eras muy pequeño para recordarlo.— Comentó Takeru.

—¿Y eres una esclava?— Preguntó el oji-azul.

—No, ella no es una simple esclava.— Contestó Natsuko— Ella es muy importante, así que, debes respetarla.— No iba a entrar en detalle, porque, Kiriha apenas sabía datos del reino de Crimea— Será tu maestra.

—¿Maestra? — Preguntó Sora sorprendida.

—En algunas materias. — Respondió la oji-azul— Ese generalmente es la tarea de las kalfas, pero Hikari conoce muy bien la ética real.

Su madre fue hija de un Khan de Crimea, quién básicamente era un gobernador de sangre real.

—¿Ética?— Cuestionó Kiriha— ¿Qué es eso?

—Pues...— Takeru tuvo intenciones de responder, sin embargo, Juri nuevamente ingresó al lugar.

—Sultana madre.— La Kalfa hizo una reverencia— Disculpe por molestarla, otra vez.

—No te preocupes.— Respondió la Valide, ese era su trabajo— ¿Qué ocurre?

—Llegó un mensaje importante para usted de la provincia de Egipto.— Respondió Juri y alzó en sus manos un pergaminco.

—¿Mensaje?— Preguntó Natsuko.

Juri asintió— De la sultana Rika.


¡Chan, chan, chan!

+Lamento la tardanza, aquellos que siguen mis otras historias saben que estoy terminando una trilogía y pues, me queda bastante, esta será la historia que le sucederá ¿qué quiero decir? Que cuando terminé esa historia esta será la más importante.

mimato bombon kou: Jjsjsjsj Si, de a poco cae el sultán, a Sora no le gustará esto jajaja Ya veremos si Mimi cede a ser su concubina, como es, dudo que lo acepté con facilidad. Lamentablemente vivir en el harem es luchar día a día por tu vida y no siempre el sultán sabe todo Jajaja daré un pequeño spoiler Mimi tendrá un embarazo multiple en un momento, pero ya veremos si son hombres o mujeres jsjsjs Bueno, daré el spoiler, Damar si estará en esta historia, pero todavía no, ya veremos si es hija o no (Dato: Haruna era el primer nombre que le di a Damar, haré una pequeña referencia colocando a ella en esta primera etapa de la historia) La hija favorita de Yamato estoy todavía en un debate de quién puede ser la verdad, la sultana Mihrimah tenía una característica en particular y una persona de Digimon la tiene, pero todavía estoy analizando, Damar es buena opción, pero también hay otras dos personas que le pegan jiji ya veremos quién gana jsjsjs La reacción de Mimi sin duda será fuerte, ojalá pueda ceder ante los encantos del rubio sin reclamar (Aunque lo dudo jiji) Si, sería interesante que Kiriha dijera eso (En la novela, Hurrem [Mimi] y Mustafá [Kiriha] tuvieron una tensión sexual sorprendente) ya veremos si aquí ocurre. Cuidado con Sora, en estos minutos es la más poderosa luego de la sultana madre. Ya veremos que ocurre, ojalá sigas leyendo, siguiendo esta historia y comentando. Te mando un abrazo a la distancia.

mariacredenza02: Jijiji Aquí tienes otro capítulo jiji Que bueno que te gustara esta historia, recién es el comienzo, se vienen muchas cosas jiji Será interesante cuando Mimi sepa que Yamato es el sultán. Ojalá no se enoje y ceda ante él, aunque lo dudo por su caracter jiji Ya veremos que ocurre.

Kadin significa Señorita, pero este título era asociada a dar a luz a una princesa de la dinastía, en pocas palabras este título se tenía al darle una hija (mujer) al sultán.

Bey Effendi Parte del título de esposo e hijos de una princesa imperial.