Había que volver al hotel, pero sin Mousketson sobre mi hombro perdernos fue muy fácil aun con el mapa en las manos y no nos sentíamos con ganas de tomar un taxi después de aquel pequeño incidente.

Por pura casualidad llegamos al Time Block ―la plaza principal de Fourside―.

Mis amigos y yo miramos por todos lados boquiabiertos; los letreros brillantes y los colores vibrantes nos rodeaban. En el lugar había una multitud de gente de todas partes del mundo, a su vez, nosotros ahora formábamos parte de esa multitud.

«¿Y qué te ha parecido tu estancia en Eageland?» le pregunté a Jeff.

«Parece otro mundo» dijo aun hipnotizado por las luces, y yo concordaba.

Entre toda la publicidad, un solo letrero captó mi atención sobre el resto: Los hermanos Fugitivos, tocando para ustedes en el Teatro Topolla por tiempo limitado.

«Y aún te falta conocer su música».

Corrimos al Teatro Topolla, que no estaba muy lejos de ahí y compramos 3 boletos.

Curioso, el boletero también llevaba un broche "M".

Desde el escenario la banda nos reconoció y cuando terminó el concierto accedimos a camerinos.

«¡Pero si son nuestros amigos de Twoson!».

«Hey chicos, ¿cómo les va?». Después de que Paula y yo saludáramos a todos los miembros de la banda presentamos a Jeff.

«Oye viejo ―exclamó Lucky refiriéndose a Jeff―, relájate no te vamos a robar».

«Jeff es un poco tímido» aclaró Paula.

«Por lo menos dinos, ¿te gustó el show?» preguntó Gorgeous.

«Pues… fue un interesante enriquecimiento cultural».

Los dos hermanos se miraron brevemente sin saber que responder ante esa respuesta.

«Como sea» exclamó Lucky. «Cuéntenme chicos, ¿ya oficializaron su relación?».

Paula y yo nos miramos extrañados por la pregunta.

«¿Eh?» exclamamos al unísono.

«El caballero quiere saber si ustedes ya son novios» exclamó Jeff con una sonrisa burlona en su cara.

Paul le jala un mechón de pelo a Jeff mientras que yo le doy un coscorrón para quitarle aquella sonrisa (En mi opinión el coscorrón habría sido suficiente, pero como saber lo que Paula iba a hacer).

«¿Quieren dejar el asunto de lado?» suplicó Paula.

«Sí, mejor cuéntenos. ¿Como les ha ido? Están viviendo el sueño, ¿no es así?».

«¡Nuestro sueño se volvió una pesadilla!» exclamó Gorgeous en tono de lamento.

«Estábamos tan emocionados por firmar un contrato en Fourside que se nos olvidó leer la letra pequeña» agregó Lucky.

«Oh chicos ―se lamentó Paula―. No me digan que volvieron a ser estafados».

«Si quieres no te lo decimos ―respondió Gorgeous― Pero técnicamente, así fue».

«¿Y de que se trata esta vez? pregunté.

«Tenemos que llegar a la cifra fijada antes de diez días comenzando desde ayer o nos quitarán todo, hasta la Fugitiva» contestó Lucky.

«Y de cuanto estamos hablando?».

Los Hermanos Fugitivos se miraron con vergüenza, después Lucky habló: «un millón de dólares».

«¡¿QUÉ?!».

«¡Eso es prácticamente imposible!» exclamó Jeff.

«¡Oh, gracias!» dijo Gorgeous.

«Aún existe una solución» comentó Nice que hasta el momento solo se había quedado escuchando desde un asiento junto a los demás integrantes de la banda. Él en específico dándole la espalda a los hermanos.

«Ya hablamos de eso» dijo Gorgeous un poco a la defensiva.

«Nos van a quitar nuestro techo y transporte» afirmó Nice ya de pie.

«Podemos reunir esa cantidad».

«En realidad no» comentó el nerd de Jeff. Se acomodó las gafas y continuó hablando mientras hacía cálculos en su cabeza con una mirada perdida: «Considerando el tamaño del auditorio, diría que tiene una máxima capacidad de aproximadamente 400 personas, eso significa que…».

Con tan solo una mirada Paula y yo le suplicamos a Jeff que se callara. No queríamos hacerlo sentir mal, pero ¡vaya! Teníamos que estar vigilando cada cosa que decía.

«Y cuál es esa solución» le pregunto a Nice.

«Vendernos a un tal Monopoly» dijo Lucky.

«¡¿Monotoli?!» exclamamos Paula y yo al unísono.

«¡Ustedes no pueden hacer eso!» agregué yo.

«Sí, él es malo» continuó Paula.

«Gracias chicos, al fin alguien que lo entiende. Ni siquiera hemos empezado a trabajar para él y ya quiere administrar nuestro vestuario». Gorgeous señaló a una bandeja de plata puesta sobre un tocador.

Sobre la bandeja de plata había cinco broches dorados con la forma de una "M". Eran los mismos broches que utilizaban los trabajadores de la Torre Monotoli, El Gran Hotel Monotoli y, oh Dios, El Teatro Topolla.

Fue un truco.

Ahora lo entendía: o te vendías a Monotoli o él se encargaba de dejarte en la ruina.

«¿Por qué Monotoli quiere que utilicen esto?» pregunté.

«No lo sabemos, pero no va con nuestro estilo usar joyería, ni que fuéramos raperos» contestó Gorgeous.

Jeff observa con cuidado uno de los broches. «¿Sera que...» exclama mientras se le ocurre una hipótesis. Jeff saca el rastreador de su saco y la radio de su mochila y las conecta.

Mientras tanto, Los Cinco Fugitivos seguían discutiendo por el asunto del contrato. Solo Gorgeous y Lucky estaban en contra de venderse a Monotoli.

«Maldición» exclamó Jeff.

«¿Que ocurre?» pregunté.

«La pantalla (esta estrellada). No sé si esto es interferencia o resultado del accidente con el taxi».

«Y crees que puedas cambiársela» le digo a la vez que saco el Gameboy de mi mochila. Y Tracy creía que no valía la pena llevármelo.

En unos cuantos minutos Jeff convirtió mi consola portátil en un rastreador de frecuencias perfectamente funcional; bueno, casi: Por alguna razón la pantalla se distorsionaba cuando se acercaba demasiado uno de los broches "M".

«Entonces esto es lo que causa la interferencia. Paula, ¿no dijiste que algo estaba alterando la mente de los empleados del hotel?».

«¿Crees que fueron estos broches?» preguntó Paula.

«Chicos ―refiriéndome a la banda―, definitivamente no deben ponerse estos broches».

«De cualquier manera no íbamos a hacerlo» contestó Lucky.

«¿Entonces solo nos queda aceptar nuestra derrota?» se lamentó Okay.

«¡Eso sí que no! ―declaró Paula―. Ustedes no van a quedar botados durmiendo en la calle».

«¿Y qué proponen?» preguntó Nice.

«Hablaremos con administración» dije yo.

«¿Y ustedes quiénes son?» preguntó exaltada una mujer elegante pero estirada sentada detrás de un escritorio de marfil.

«Los representantes de Los Cinco Fugitivos».

«Largo de aquí mocosos, estoy ocupada».

«¡Ese broche!».

La administradora del teatro solo nos miró con disgusto.

«Usted trabaja para Monotoli, ¿no es así? ―acusó Paula―. Su intención siempre fue que la banda se vendiera a ese hombre».

«La ciudad entera trabaja para Monotoli cariño, al menos en poco tiempo así será».

«Y al que no lo haga le arruinan la vida» agregué yo.

La mujer nos sonríe con cinismo. Después de eso presionó un botón de su escritorio y dijo frente a un micrófono: «Seguridad, hay tres niños molestos en mi oficina, ¿podrían de favor llevárselos?».

«¡No! ¡Espere! ... ―dije yo―. Sobre la deuda, ¿podríamos pagarla nosotros?». Sí, lo sé, fue una solicitud apresurada.

«¿Tienes un millón de dólares en la bolsa?».

Todo esto era un juego y Monotoli había estado preparando sus jugadas desde antes que llegáramos a la ciudad. De haberlo sabido antes no habríamos gastado tanto dinero en nuestro tour por Fourside. No importa, aun si no lo hubiéramos hecho no nos acercábamos siquiera a la cifra».

A la oficina entraron dos hombres robustos y altos que nos sujetaron para sacarnos. En lo que a mí y Jeff no opusimos resistencia, después de todo, sin dinero no había nada que pudiéramos hacer. Pero no por eso nos estábamos rindiendo.

«¡No! ¡espere! ―suplicó Paula mientras la jalaban fuera―, ¿habrá otra manera?».

«Solo que encuentres oro enterrado» contestó la mujer en un tono de burla.

Ya afuera del teatro nos sentamos en las escaleras de la construcción bastante decepcionados.

«¿Y ahora qué?» preguntó Paula mientras apoya su cabeza sobre sus manos y sus brazos sobre sus rodillas.

«Confrontar a Monotoli» contesté levantando la cabeza.

«De poco serviría ―dijo Jeff―. Ante la ley lo que él está haciendo es completamente legal, y, aunque le quitemos esa estatua, el contrato ya está firmado».

«Además no debemos usar nuestros poderes contra humanos» agregó Paula.

Ahora soy yo el que deja caer la cabeza. «¿Alguna otra idea?».

«¡Ya sé!» dijo Paula levantándose de un salto. «La dueña del teatro dijo que podríamos pagar la deuda si encontrábamos oro. Por qué no le pedimos un poco a Gerardo y su hermano».

«Paula, es un viaje de cuatro días».

«Ocho, contando el regreso» corrigió Jeff.

«Por favor chicos ―suplicó Paula―. Ness, ¿en serio quieres ver tus artistas favoritos durmiendo en un frío callejón? Les prometimos que los íbamos a ayudar».

«Buscaremos otra forma de ayudarlos» intenté decirle, pero simplemente no pude.

No lo podía creer: La niña que había sido el soporte moral del equipo hasta entonces, estaba parada frente a mí con el rostro decaído. Ahora era ella la que parecía una niña de prescolar.

«¿Jeff?» pregunté queriendo conocer su opinión.

Él solo levanta los hombros en respuesta.

¿Por qué tenían efecto sobre mí?: Esos ojos gris-azulados tristes pero sinceros, ese labio inferior extendido ligeramente hacia delante…

Gruño. «Está bien» dije mientras apartaba la mirada.

Paula me aprieta entre sus brazos mientras me agradece emocionada.

Rápidamente la agarro de los hombros y la empujo para atrás sin procurar parecer grosero. «Pero que quede claro que solo lo hago por los "Fugitivos"» dije mientras aun la sujetaba de los hombros.

«Ese es el punto, ¿no?» contestó ella un poco confundida.

Jeff soltó una pequeña risa, cuando le pregunté por qué, él solo me dijo: No, por nada.

Paula agarró su maletín. De nuevo con su sonrisa tradicional dijo: «Pero ahora va siendo hora de volver al hotel y descansar para partir temprano».

¿Paula era, o se hacía la inocente? ¿Sabía ella que ejercía ese poder sobre mí? Después de todo, era telépata, ¿no?

«Chicas» exhalé confundido parado en mi lugar mientras Paula emprendía el camino dando pequeños saltos de alegría.

«Ahí sí no puedo ayudarte amigo, hasta hace unos días las chicas eran una especie nueva para mí».

«Oye» ―exclamé impresionado pero contento―, me llamaste amigo».

«Lo siento… yo…».

Pasé uno de mis brazos sobre Jeff y lo estreché contra mi hombro en señal de amistad.

«¡Oigan chicos! ¿y el hotel?» exclamó Paula desde unos metros delante de nosotros.


Siguiendo las indicaciones de algunas personas llegamos al hotel. No estaba tan lejos como creíamos. Allí nos encontramos con Mousketson a quien le pregunté si había recolectado información para poder apuntarla.

Esto fue lo que me dijo el ratón a través de Paula:

«El huésped del 514 se roba las toallas».

«¿Okay?, ¿algo más?».

«Sasha, una de las mucamas, mantiene un amorío secreto con Bob, el botones amargado».

«¡Algo relevante por favor!».

«Escuché a unos empleados decir algo sobre no acercarse a la habitación 595 esta noche».

«Es la habitación en la que nos estamos quedando».

«Y nadie puede hablar sobre lo que sucederá».