A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Para más información, leer las A/N en el capítulo de Obertura. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad.
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. Hay algunos personajes y conceptos que hacen relación a la obra de Tolkien, y que no me pertenecen. No estoy sacando beneficio económico de esto: nada más entretengo a mi imaginación.
ADVERTENCIA.
Principio 120 para ver y entender Manga: No se puede tener suficientes zanahorias.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 5:
Pequeña Niké.
Casa de Escorpión.
Cuatro horas después.
"¿Sabes algo Alisa? Creo sinceramente que este niño tiene mamitis." Dijo Alsacia de gusto, al ver como Kyrus, que estaba en el regazo de su mamá, reía y aplaudía debido a los juguetes que ésta agitaba frente a su rostro. Alisa la miró de reojo.
"Ya te quiero ver a ti cuando tengas un niño propio, Alsacia." Le dijo sin darle mayor importancia. "Además a esta edad puedo darle todos los besos que quiera, sin que me reproche que le da vergüenza que su mamá lo mime."
Alsacia sonrió y comenzó a hacerle gracias a Kyrus, que la miraba con sus grandes ojos azules, idénticos a los de Milo, riendo contento. Entre que quería alcanzar su juguete y jugar con Alsacia, el bebé estaba muy entretenido. Entonces Kyrus se recostó hacia atrás y miró a su mamá hacia arriba con ojos lánguidos, chupando una de sus manitos.
"Aunque reconozco que algo de razón has de tener… cuando sospechó que me iba con Milo, hizo un escándalo terrible." Comentó Alisa acunando a su pequeño con ternura. "¿Qué pasa mi amorcito? ¿Tienes hambre?" Le preguntó a su bebé, tal como si este pudiera responderle. Kyrus la miró y estiró una manita hacia arriba. "Tienes que tener paciencia, nene, que todavía no es hora de comer."
"Ya no seas cruel y dale de comer. El pobre crío tiene que estar ladrando de hambre."
"Comió hace no más de una hora." Afirmó Alisa con una sonrisa. "Y no quiero tener un bebé obeso."
"Que yo sepa la leche materna no engorda, pero independiente de eso, debo decir algo." Anunció Alsacia muy seria. "¡JAJAJAJA! Te Salió Un Niño Goloso. ¡JAJAJAJAJA!"
Alsacia dejó que su estentórea risa inundara los pasillos del templo de Escorpión. Ambas amigas estaban reunidas a la sombra de las columnas y cerca de la entrada, disfrutando la agradable corriente de aire que allí había. Milo no se encontraba en las 12 casas: por fin había conseguido el permiso de salir a Atenas a buscar a su hermano menor. Teóricamente, Alisa debía de haberlo acompañado, pero cuando pasaron por Leo, y aprovecharon despedirse de Kyrus… el bebé armó la de San Blas bendito al ver que sus papás se iban sin él. No porque el pequeño tuviera miedo de Marin, al contrario, adoraba a la amazona, sino porque justo ese día estaba con mamitis, tal como había dicho Alsacia, y no quería separarse de mamá por ningún motivo en el universo.
No es por nada, pero el llanto de un bebé puede ser bastante convincente. Mucho más los del bebé Kyrus.
Alisa, por lo tanto, se había tenido que quedar. Si bien estuvo sola unas 3 horas, hacía unos 30 minutos que Alsacia había subido de regreso del Coliseo, dado que Camus se había ido a sus rondas (no había querido llevarla), y al pasar por Escorpión, decidió hacerle compañía.
"Hey, ¿Oíste eso?" Preguntó Alisa de pronto, clavando la mirada hacia el interior del templo. Había oído pasos. "Parece que alguien viene." Alsacia estiró el cuello.
"Eso parece."
Ambas chicas observaron atentas a ver quién venía. Pronto, la alta silueta del Patriarca se dibujó contra el fondo, que caminaba con seguro y con su característico y sutil rengueo. Alsacia se puso de pie, al igual que Alisa, aunque Kyrus protestó, pues hasta hacía unos segundos, estaba la mar de cómodo.
"¡Buenas Tardes, Niñas!" Las saludó Shion muy alegre. "Hoy es un día precioso, ¿No lo creen?"
"En verdad lo es. No hace mucho calor, ni está muy fresco." Comentó Alisa. "Espero que no se arruine."
"Nah, aunque se ponga a llover, seguirá siendo un día estupendo." Aseguró Shion inspirando una gran bocanada de aire. Las chicas le notaron contento como nunca antes le habían visto.
"¿Qué lo trae tan abajo, Excelencia?" Preguntó Alsacia. "¿Estirando las piernas o Saori volvió a esconderse y la está buscando?" Añadió divertida. Alsacia y Alisa eran las únicas que trataban a Saori sin tanta ceremonia. Contento, Shion negó con la cabeza y se llevó las manos detrás del cuello en forma muy casual, gesto que sorprendió a ambas amigas.
"Ninguna de las anteriores. Traigo noticias. ¿Milo aún no regresa?"
"No, Milo todavía sigue en Atenas buscando al esquivo de Héctor. ¿Ocurre algo?" Preguntó Alisa mientras reacomodaba al bebé en los brazos.
"Muchas cosas buenas ocurren hoy. Hace unas horas llegaron al Santuario, la princesita Niké con su tutora." Anunció Shion con una sonrisa idéntica a la de Kiki. Alisa puso cara de niña buena y fingió sorpresa: ella ya lo sabía, pero Shion no sabía esto. "Esta noche hay banquete de bienvenida y decidí avisarles personalmente. Ya hay algunos santos que están al tanto. Además hay Consejo de Dorados, para presentar a las recién llegadas como se debe. Niñas, ¿le avisarán a Milo y a Camus?"
"Por supuesto que le aviso, pero ¿Cómo Que Ya llegaron? ¿Sin que nos diéramos cuenta?" Preguntó Alsacia con los ojos muy abiertos. "¡No Invente! Yo quería conocerlas primero." Añadió con un puchero.
"Excelencia, ¿Es necesario que usted les avise a todos? Mejor envíe un estafeta: esta subida es pesada y no me gustaría que algo le pasara." Le pidió Alisa muy seria y preocupada. Shion la miró curioso y casi retrocede un paso cuando la esposa de Milo frunció el ceño. "¡No Se Haga El Inocente Que No Me Olvido Lo Que Le Pasó El Otro Día!" Exclamó con un enojado e intimidante gruñido. Shion agitó las manos delante de sí.
"Tranquila, Hija, no te alteres que no me pasa nada y te arrugarás muy pronto. Bueno, las dejo. Aún tengo medio Santuario al cuál avisar."
Shion se dispuso a seguir su camino, mientras silbaba una alegre tonada. En serio se estaba portando raro. ¿Acaso le habían puesto algo en su comida? No era normal verlo así. Alsacia se lo quedó mirando largo rato antes de entrecruzar las cejas llena de dudas. ¿Qué le pasaba al Patriarca? Shion por lo general era muy melancólico, eran cosas muy puntuales las que lo ponían contento y nunca antes le había visto tan alegre así no más porque el día estaba bonito. Miró hacia Alisa, quien, al igual que su bebé, estaba con un profundo enojo estampado en el rostro… aunque su amiga podía tener una idea más exacta sobre el motivo del buen humor del lemuriano. No obstante…
"Alisa, ¿Sabes qué le pasa al Patriarca?" Alsacia preguntó preocupada a rabiar. "Es que lo vi muy contento. ¿Se irá a morir?"
"Si se muere no será por lo contento, sino por estos malditos escalones." Protestó Alisa. "¿Sabes? Hace unos días lo encontré muy mal a mitad de las escaleras entre Libra y mi casa: ¡Tenía La Presión Disparada Por Las Nubes! ¿Sabes el susto que me llevé? Bah. Y ahora lo veo tan campante subiendo y bajando escalas como si estuviera sano." Alisa se detuvo sorprendida y ahogó una exclamación de sorpresa. "Oye Alsacia…"
"… Dime…"
"¿Te parece que…?"
"… Si me pides que lo sigamos, acepto, que el Viejito se nos muere en los escalones." Concluyó Alsacia por Alisa, con los ojos muy abiertos. Ambas chicas se dispusieron diligentes a seguir al Patriarca escaleras abajo.
Templo Principal.
Esa Tarde. 19:25 pm.
Gandalf se había marchado hacía unos veinte minutos, justo después de haber dormido una pequeña siesta en una de las habitaciones de visitas y recorrido la biblioteca. Había rechazado la invitación de Saori al banquete, argumentando que quería regresar lo antes posible a su hogar: este mundo lo ponía muy inquieto. No era como la Tierra Media. Niké se puso a llorar por la partida del mago. Al despedirse de Idril, quien le dio un cariñoso abrazo, le dijo que si quería regresar a Aman, era libre de hacerlo… una vez por año. La elfa le sonrió, pese a que su sonrisa jamás fue percibida por el Gandalf, y tras la partida de éste, Idril se sintió un poco sola… o más bien con la sensación en el pecho que por fin había regresado al Santuario… después de 262 años de muerta y tras 3 de revivida.
Ahora Idril caminaba por los corredores del recinto principal, reconociendo cada recoveco y como despertando las memorias de su vida pasada con cada paso, como si éstos fueran ecos lejanos. Lucía un sencillo vestido, sin muchos adornos e ideal para las temperaturas que ya tendían al alza. Era élfico por donde se lo viera, y ya no usaba la capa. El Templo Principal no había cambiado mucho, pero era al mismo tiempo tan diferente que apenas se lo creía. Incluso ella era otra persona. Al morir tenía 16 años recién cumplidos… no contaba los que había pasado muerta, por lo que ahora se consideraba una mujer ya de 19… pero sentía como si hubiera sido testigo de todas las edades del mundo.
… le había visto…
… vivo…
Había pasado un buen rato con Saori. La nueva encarnación de Athena se le hacía muy agradable, menos grave que la Señora Aldonza, a quien quería como la madre que nunca pudo conocer. Era como una hermana menor revoltosa. La diosa le había narrado de su propia boca todas las vicisitudes por las que tuvo que pasar en esta encarnación, comenzando por su llegada al mundo, la posesión de Saga, su vida en Japón, la batalla de las 12 Casas y así sucesivamente hasta estos días, en que todo parecía estar en paz.
Al menos le dio un buen resumen.
Idril había escuchado con mucha atención el relato, interviniendo muy poco en un par de oportunidades. En aquellos momentos lo meditaba en calma y a solas mientras daba delicados e imperceptibles pasos. Sentía mucha curiosidad por conocer a los nuevos dorados, aunque la nostalgia por sus compañeros muertos estaba latente. El Santo de Libra le había prometido llevarla al día siguiente a visitar las tumbas de sus demás hermanos de armas. ¡Qué Gusto Tan Inmenso Había Sentido Al Ver A Shion Y A Docko! Sobre todo al primero. Es que realmente no se esperaba tal cosa, creyó que nunca les vería otra vez en su vida. Fue una sorpresa muy grata… que le había revuelto las tripas.
Admitía sí que no se esperaba que Shion fuera el Patriarca, mucho menos que hubiera hecho un buen trabajo. Idril entrecerró los ojos con delicadeza y suspiró. Había algo diferente en él, algo muy distinto, que incluso hacían de él una persona tan opuesta a la que había conocido, que la ponía muy melancólica.
Al menos estaba vivo, lo cuál agradecía en su corazón, pero… ¿Y Ahora? ¿Cómo debía tratarlo?
…
Pero Estaba vivo. Shion había sobrevivido. Estaba vivo…
… y al parecer aún conservaba aquél nervioso y cálido sentimiento que le producía el verlo.
Se detuvo y bajó la cabeza, sujetándose el costado derecho con su mano izquierda, no porque le doliera, sino por un molesto recuerdo que cada tanto tiempo la fastidiaba. Se sintió triste. Muy triste.
"¡MAMI! Mida ezo: EZTATUAZ." Niké le jaló de los faldones y señaló a una de las tantas estatuas que adornaban el corredor. La pequeña adoraba ver esculturas.
"Es una estatua muy linda, Ranita." Le dijo con la dulzura que sólo se permitía para con la niña. "Nunca la había visto. ¿Quieres verla más de cerca?"
"¡ZÍ!"
"Muy bien. Dame la manita: sin tocar nada, ¿de acuerdo?"
Idril se acercó junto con la niña tomada de la mano a la estatua, de tamaño natural, que representaba a un nióbida. La obra era "nueva", posterior a 1743. Niké la observó con ojos muy abiertos, sin perderse ningún detalle. La elfa en cambio, la observó con melancolía y pronto apartó la mirada. Se sentía fuera de lugar, triste… ¿Por qué le afectaba ver a Shion tan cambiado? Ni siquiera estaba conciente de la magnitud de aquél cambio… ¿No se supone que eso debía ser bueno?… entonces… recordó sus últimos momentos de vida, antes de morir… aquella sensación segura, aquella tensión, aquella…
Algo llamó su atención: un ventanal. No uno cualquiera, sino uno muy especial. Frente a este ventanal, se abría otro pasillo, el cuál llevaba a las Estancias del Patriarca, y pasando un poco más allá, a las Estancias de Athena y a las de Niké. Al parecer ya había regresado a su punto de partida. Este pasillo no había cambiado pese a las generaciones… lo cuál era bueno, porque así no se perdería, cosa a la cuál tenía una extraña tendencia desde que había sido revivida.
Su sentido de la orientación no era muy bueno. Siempre tenía que estar muy pendiente de las direcciones. Estando entre los demás elfos, en Aman, pronto se había hecho una molesta fama de distraída, pues se perdía al menos una vez por semana y estaba constantemente pidiendo ayuda a los elfos que veía.
"Mami, ¿kiedes korred? ¡A ke te gano!"
"¡Con Cuidado, Ranita, que no quiero que te caigas!"
Niké se le soltó de la mano y echó a correr en dirección a las estancias, como si intuyera el camino. Idril sonrió mientras observaba con atención a la pequeña. Se distrajo únicamente para ver a través del ventanal unos segundos, pero cuando volvió a mirar… descubrió que Niké se había desviado y alcanzó a verla entrando por una puerta. Con toda la calma del mundo, la elfa se dispuso a seguirla.
Correr detrás de "Ranita" era inútil.
La puerta por la cuál Niké había entrado, era la que llevaba a las Estancias del Patriarca. La pequeña, carente de vergüenza alguna, entró como Pedro por su casa y sin reparar en los elegantes detalles de la sala que, se dirigió a otra puerta, que también encontró entreabierta, y que daba al amplio despacho de Shion.
"O.O"
Con los ojos muy abiertos, Niké entró al despacho, caminando lentamente, esta vez con la vista fija en los libros que habían las paredes y que no estaban de adorno. Caminó lento, como si no quisiera hacer ruidos. Shion, quien hasta ese momento había estado buscando un libro en la pared izquierda, y que la niña no había visto al entrar, se percató de inmediato de la intrusión y observó divertido como la pequeña miraba a su alrededor. Dejó su actual tarea y caminó hasta la pequeña, hasta agacharse a su altura.
"Me preguntaba… ¿Qué hace una niña tan bonita como tú, en un lugar como este?" Le preguntó bonachón. Niké se dio la vuelta y lo quedó mirando, como si le hubieran sorprendido a mitad de una travesura.
"Hola. ¿Kién edez tú?" Preguntó traviesa. No lo había reconocido, pues el Patriarca se había cambiado ropa y en el Salón Principal, apenas le había visto sin la máscara en le rostro. Bien podía ser una persona nueva.
"Buenas tardes, pequeña." La saludó el Patriarca ofreciéndole la mano. La niña la aceptó y se saludaron con cortesía. "Mi nombre es Shion. ¿Cómo te llamas tú?"
"Niké…" Le dijo tras morderse los labios. "Mira: tengo alitaz." Le mostró la niña dándose la media vuelta y agitando sus alitas en un adorable gesto.
"Y muy lindas, debo decir." Le dijo Shion, muy contento.
Muy Patriarca era, muy severo podía llegar a ser, grave y amargo cuando la situación lo exigía, pero en momentos como éste… era todo un abuelo. Al lemuriano le encantaba trabar conversaciones con niños. Niké lo miró fijo.
"¿Pod ké tienez puntoz en bez de zejaz?" Preguntó con los ojos abiertos, llenos de curiosidad, señalando hacia sus puntos como si le estuviera reclamando una travesura.
"No lo sé. No me había detenido a pensarlo." Le dijo Shion divertido. "Son más originales. No me gustan las cejas."
"o.o." Niké se quedó en silencio mientras meditaba las palabras del Patriarca. "Ez verdad…" dijo finalmente. Entonces se quedó mirando al Patriarca unos instantes, hasta que decidió que este sujeto con puntos en vez de cejas le caía bien. Estiró sus bracitos hacia él con adorable ternura. "¡Álzame!"
Shion sin embargo, no tuvo ni el tiempo de procesar su sorpresa. Justo en ese momento, Idril tomó de la mano a Niké y lo quedó mirando a través de su máscara de mithril, sin diseños.
"No debes molestar al Patriarca, pequeña." Aleccionó Idril a Niké, quien la miró llena de admiración.
Vaya… hay cosas que nunca cambian. Idril todavía no perdía esa enervante habilidad de caminar por doquier sin que se dieran cuenta de su presencia, y hasta parecía que había mejorado tal don. Bueno… culpen a la genética: los elfos pueden pasar totalmente desapercibidos si así se lo proponen. Es parte de su naturaleza. Shion se puso de pie sin mucha prisa hasta alcanzar toda su altura: era más alto que Idril por una cabeza.
"No es molestia, Idril. Los niños no me molestan. Mucho menos esta pequeña."
"Aries no debe contradecirme." Le respondió Idril, fría como siempre. Sin embargo Shion tuvo la sensación que en vez de una fría y dura mirada que se supone debía tener la elfa en esos momentos, bajo la máscara había un gesto amable.
¡Claro! Él no sabía que la máscara de mithril tenía la curiosa propiedad de dejar traslucir las emociones en forma sutil y que realmente, Idril había sonado más fría de lo que sus amables y cálidos gestos aparentaban. Esto lo sacó de onda. La elfa le hizo un ademán de cabeza y se dispuso a marcharse. Shion abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, para así poder detenerla, pero…
"¿Qué tal su nariz, Excelencia?" Preguntó Idril de pronto, como si estuviera comentando el clima.
"¡Oye! ¡Me has dado golpes peores!" Reconoció Shion con una sonrisa. Se volvió hacia Idril amable. "No me digas 'Excelencia.' Eres mi amiga. Como que escapas a esa formalidad."
Ambos cruzaron miradas y largo rato se quedaron en silencio. No porque así lo quisiera Shion: el Patriarca estaba hipnotizado por los cambios que experimentaba la máscara, que pasó de mostrar una expresión accesible a otra más severa. ¿Estaba bien de la cabeza o el impacto de ver a Idril de nuevo lo tenía viendo visiones?
"Te cortaste el cabello." Comentó Shion casi lamentándose. La elfa asintió.
"El cabello largo me tenía aburrida." Explicó con tono suave. "No me pidas que salte formalidades: ambos tuvimos la misma educación. Ahora eres el Patriarca." Dijo Idril, marcando un más que evidente límite. "Y para empezar, nunca te consideré como un amigo."
"Es verdad: yo era el mujeriego empedernido y descarado, además de tu compañero de armas. Siempre me puntualizabas eso." Reconoció Shion con buen humor, pero no logró el efecto que deseaba en Idril, quien seguía impávida. "Este… ¿Sigues resentida por lo de tu aprendiza?" Preguntó jugando con los dedos, poniendo cara de niño bueno, totalmente contradiciendo las actitudes que todos consideraban normales en él.
Sí, Shion se está portando extraño. Idril alzó a Niké en brazos de un solo movimiento.
"Sí. Lo estoy." Gruñó enojada. Niké miró confundida a su alrededor.
"Y…" Shion tragó saliva. "¿Cómo y… cuando fue que te enteraste?" Preguntó temeroso. Idril se encogió de hombros, pero pensó muy bien la respuesta.
"Me enteré a la semana que Süe hubo llegado a Cáncer." Mintió: no quería decir que lo supo desde el principio. "Ni esa lagarta ni tú erais discretos." Añadió sin mentir y de muy mal humor.
"Vaya, vaya, sigues tan mal genio como siempre." Bromeó Shion cruzándose de brazos… acción que hizo sólo para sujetar su brazo izquierdo, en el cuál sentía una ligera molestia desde hacía un unos minutos, que se había incrementado así un poco en lo que él e Idril hablaban. El lemuriano frunció el ceño y asumió una actitud que podría haberse identificado como mal humor.
"Miren al burro hablando de orejas…" Comenzó a burlarse Idril, como siguiéndole el juego, pero en eso ladeó la cabeza curiosa. "Aries, ¿Te sientes bien?"
"No sabía que te preocuparas por mi. Pero sí, me siento estupendo." Reconoció Shion contento. "Más aún por verte de nuevo después de tantos años. ¿Te parece que me veo bien?"
"¿Eso se supone que es un halago?" Preguntó Idril con cara de pared. La elfa suspiró. "La verdad te pregunté eso porque te vi de pronto un poco pálido."
"Feh. Tan arisca como siempre." Protestó Shion. Idril se dio la media vuelta y se dirigió a la salida.
"Si te gusta, bien, sino, también. Vamos Niké."
"¡Mami Idril! Me kiedo kedar…"
Esto detuvo efectivamente a Idril sobre sus pasos. Se puso roja como tomate, pues no se esperaba que la niña la llamase así en frente a Shion, quien tampoco dejó de sorprenderse. El que una niña llamase a Idril 'mami' se le hacía demasiado rebuscado: era como si de pronto a Máscara se le ocurriera usar un disfraz de Barney para entretener niños en edad preescolar. La elfa dejó a la niña en el suelo sin siquiera darse la vuelta, y siguió caminando, lívida como fantasma, esperando que algo pasara que la borrase del mapa y que Shion no hiciera comentarios al respecto.
"¿Mami Idril? ¿Eres su mamá?" Preguntó Shion con los ojos muy abiertos. Nope. Idril no estaba de suerte. "¡JAJAJAJA! ¡No Me Digas Que La Gestaste! Jejeje, No te veo como mamá…" Shion se detuvo justo a tiempo: Un florero que venía describiendo una trayectoria parabólica perfecta llevaba curso de colisión contra su cabeza. Lo detuvo con telequinesia. "¡OPA!"
Antes de describir el porque del florerazo, les diré algo. Shion nunca se imaginó a Idril en una faceta maternal… y eso lo puso muy nervioso, por lo que no pudo evitar reír. Ahora, continuemos con el capítulo.
"NO SOY Su Mamá: NO LA GESTÉ." Protestó Idril de muy mala leche. "NO TE RÍAS. Es Así Como Me Llama Desde Que Aprendió A Hablar." Relató sin mucho detalle. Niké observó a los adultos con una sonrisa y actitud adorables.
"Idril, no te enojes, que te arrugarás más pronto." Shion siguió riendo. La elfa tomó la mano de su protegida y a pisotones se alejó.
"¡Tú no cambias!" Le gritó desde la puerta.
"Para nada." Le contestó Shion.
El Patriarca se quedó mirando hacia la puerta con una sonrisa estampada en el rostro por largo rato… la cual osciló lentamente hasta que la expresión del lemuriano se transformó en tristeza. Antes de volverse a sus anaqueles en busca de aquél esquivo libro, suspiró lleno de pena.
Casa de Libra.
Patio de los Bonsáis.
"¿Docko?"
"¡AAAH!"
"¡KYAAAAAAAA!"
Idril retrocedió un paso asustada, aunque no tanto como Docko, que habría girado sobre sus talones, totalmente tomado por sorpresa. Niké, que estaba sujeta a los faldones de Idril, gritó, pero no de susto, sino de contenta, y aplaudió con sus manitas. Ambos adultos se quedaron viendo fijo, mientras regularizaban su respiración. El santo de Libra respiró aliviado al cabo de unos momentos.
"¡No hagas eso, Idril, por Athena! Todavía no me acostumbro a que estés viva y vienes así tan campante y me saludas por la espalda." Protestó Docko con cara de circunstancias. "Esa maña de pasar desapercibida por la vida no se te ha curado."
"Lo lamento mucho, Docko." Dijo Idril compungida. "Es que se me olvida que eres un ancianito impresionable, aunque no lo pareces."
"Feh. Hubieras llegado unos 5 años antes, y me habrías visto realmente como un anciano." Sonrió el santo de Libra. "Shunrei guarda fotos: puedes pedírselas."
"¿Shunrei es la niña que está arriba con el santo de bronce?" Preguntó Idril curiosa. "Ella me dijo que estabas aquí… parece que también les asusté."
"¡MIRAME!" Exclamó de pronto Niké, mientras trataba de llamar la atención de Docko. El santo de Libra le sonrió. "Tengo alitaz."
"Niké, no me gusta que interrumpas a los adultos." Protestó Idril. La niña la quedó viendo con cara de angelito e intentó llevarse el pulgar a la boca. "NO te chupes el dedo." Le advirtió al mismo tiempo que Docko le sujetaba el brazo a la niña para prevenirlo.
"Perdón." Dijo la niña con dulzura. "¿Puede jugar?" Le preguntó a los adultos, mirándolos por turnos con los ojos muy grandes. Docko le revolvió el cabello.
"Claro que puedes: eso si, sin romper nada." Le pidió Docko. Niké entonces, con alegres pasos, se adentró unos pocos metros en el patio y se puso a jugar. "Dime Idril, ¿Qué te trae a mi Casa? No me digas que estás nerviosa por lo del banquete."
"No estoy nerviosa, siento mucha curiosidad, aunque admito que estoy expectante." Le reconoció la elfa, mientras jugaba con las manos. "Pero no vine por eso… necesito hacerte una pregunta."
"No voy a liberar mis bonsáis." Afirmó con decisión. "Pero si no era eso… pregunta. Ya veré si te respondo o no."
"Hmpf. Iré al grano: ¿Shion está enfermo?" Preguntó Idril con firmeza. Docko parpadeó un par de veces, no se esperaba esa pregunta. "Cuando llegamos al Santuario, se veía un poco descompuesto, y hace unos momentos me lo encontré y palideció de pronto. ¿Sabes si está enfermo?"
"Bueno…" Docko no sabía como responder, pero sabía que mejor le decía la verdad a Idril de una vez. "… verás… antes de morir… mucho antes de la Guerra contra Hades… Escucha: han pasado muchas cosas que deberías saber y…"
"La Princesa Athena ya me puso al día: me habló de la posesión por Ares del Santo de Géminis, su llegada a Japón, la batalla de las 12 Casas, las dos guerras santas… Incluso me habló del asesinato de Shion. En eso no te detengas, que ya estoy al día." Explicó Idril. Docko suspiró.
"Entonces me ahorras una explicación larga." Le afirmó. "Antes de morir, Shion estuvo muy enfermo: tuvo problemas cardiacos tan serios que incluso le llevaron a nombrar un probable sucesor." Le explicó Docko. "Luego, cuando le revivieron hace unos años… regresó con un cuerpo joven, pero su corazón quedó resentido y de cuando en cuando protesta."
"¿Tiene el corazón enfermo?"
"Y te lo negará aunque esté en pleno infarto." Docko se encogió de hombros. "Ten en cuenta que hoy se llevó una impresión muy fuerte. No esperaba verte viva. ¡Feh! Hasta yo tuve un alza de presión y conste que jamás envejecí realmente."
"Ya veo… Entonces…"
¡CRAAAAASH!
Idril giró ser sus talones en el acto. Niké estaba junto a la repisa de los bonsáis y tenía una expresión de culpa innegable. Tenía ambas manitos tras de su espalda y se quedó mirando a los adultos con ojos llorosos. A sus pies, había un bonsái, cuya destrozada maceta yacía en pedazos. La elfa casi se muere de la vergüenza y Docko casi se muere del shock. Un tic nervioso se había apoderado de su ojo izquierdo.
"¡Niké!" Gruñó Idril, con las manos en las caderas.
"Mi bon… ¡MI Bon…!" Dos gruesos lagrimones resbalaron por las mejillas del santo de Labra. "¡Mi bonsái!"
"ó.ò… perdón… ze kayó…" Gimió la pequeña con los ojos vidriosos.
Esa Noche.
00:15 am.
Luego de los acontecimientos en la Casa de Libra, Idril tuvo que dar las excusas pertinentes y consolar a Docko mientras recogía y aplicaba primeros auxilios para bonsáis, avanzaron a paso rápido. Tanto la pequeña diosa como su tutora tuvieron que ir a arreglarse para la cena de bienvenida, cosa en la cual se tardaron un tiempo razonable, aunque no por culpa de Idril: Niké no tenía ganas de ponerse su vestido y corrió por toda la estancia en paños menores, como si se tratara de un juego. Finalmente habían estado listas y asistieron con normalidad.
Ahora ya estaba por recogerse a dormir. La fiesta había concluido hacía media hora y a estas alturas, Idril ya se había quitado la máscara, que dejó en su mesita de noche, y se había cambiado al pijama. Niké dormía profundamente en su habitación y esperaba que no diera problemas en la noche. La elfa se acercó a los ventanales de su habitación para abrir las cortinas, y así poder observar mejor el cielo estrellado. Se apoyó en el borde y alzó la mirada, fijándose en una estrella en específico, que brillaba con inusual brillo, en la constelación de Cáncer.
Idril suspiró largamente. La dulce sonrisa que tenía, pronto osciló a tristeza.
"Elen síla lúmenn'omentielvo." Susurró muy bajito, en élfico, el idioma que había tenido que aprender a la fuerza en Aman y que Nerdanel le había enseñado con mucha paciencia, dado que era la lengua que usaba su gente. Idril cerró los ojos. "Ya estoy en casa. ¡Regresé!… Me pregunto si…"
No terminó el pensamiento. Idril suspiró con tristeza y dejó caer los brazos. Se dirigió a su cama.
Estaba cansada.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo capítulo: ¿Saori Detective?
"¿Tiene problemas con el ejercicio que le propuse?" Le preguntó Shion, hastiado de tantas preguntas.
"No." Respondió la diosa. "¿Por qué lo preguntas?" Añadió con ojos grandes. El Patriarca suspiró resignado.
"Porque cada vez que la Princesa no quiere hacer un ejercicio, suele preguntar cosas que nos distraen por un rato."
PS: Shion e Idril tienen muchos recuerdos en común y MUCHAS cosas que saldar, de las cuales se irán enterando poco a poco. Hay que ver como les va y cruzar los dedos para que no se hagan rabiar (demasiado) el uno al otro. Lo bueno es que de momento el Patriarca se siente contento, lo cuál es muy bueno: siempre lo veo muy melancólico y depresivo… y se los digo desde ya, por si no lo han notado, la culpable de este buen humor no es otra que Idril. Por otro lado, la cena con los dorados era originalmente parte de este capítulo, pero entonces se me ocurrió poner la escena en la casa de Libra y para mi sorpresa descubrí que si dejaba la cena, el capítulo sería muy largo… por lo que la quité y la trasladé a un omake que verán esta tarde o mañana a más tardar. ¡DEJEN REVIEW Y LES DARÉ GALLETAS DE CHOCOLATE!
Brújula Cultural.
Nióbidas: Mitología Griega. Los nióbidas son los hijos de Niobe. Una orgullosa reina, muy famosa por su fertilidad. Tuvo 7 hijos y 7 hijas, los cuáles eran todos muy bellos, sanos y fuertes. Ocurre que esta reina, comenzó a burlarse de la Titánide Leto, madre de Apolo y Artemisa, dado que ésta sólo había tenido dos hijos de un embarazo, y ella había tenido 14 que llevó a buen término. Esto deprimió mucho a Leto, quien en su pena, no pudo dejar de llorar por muchos días, logrando preocupar a sus hijos. Cuando Apolo y Artemisa se enteraron cuál era la razón de la pena de su mamá, montaron en cólera y reaccionaron, dado que habían insultado a su madre y eso no se hace. Apolo mató a flechazos a los 7 hijos de Niobe frente a sus ojos, en venganza por el llanto de Leto. Cuando las llorosas princesas, junto a su madre, se dispusieron a sepultar a sus 7 hermanos, Artemisa atacó a las niñas con sus flechas y las mató a todas. Niobe, al ver a sus 14 hijos muertos, le sobrevino una desdicha tal que se convirtió en una piedra que lloraba. Hay versiones que dicen que Artemisa perdonó a la más pequeña de las niñas, así como versiones que dicen que la diosa intentó detener la flecha que la mataría. El asunto es que los nióbidas fueron muertos a flechazos… lo que le daba a los escultores de antaño un buen tema para hacer sus esculturas, dado que las posiciones de dolor les significaban un desafío. Por lo tanto, una estatua de un nióbida, puede ser una mujer, un hombre, un niño o una niña, en contorsión de muerte… para los ejemplos, busquen en mi blog.
Y Ahora que lo pienso, ¡ESO ES TÉTRICO!
Moraleja: No se burlen de la mamá de nadie, menos de la mamá de un dios.
Elen síla lúmenn'omentielvo: Seguro y los dejé mas colgados que un jamón con esta frase. Jejeje. Significa: "Una Estrella Brilla Sobre La Hora De Nuestro Encuentro." Ocurre que por esas casualidades, por ahí tengo un libro muy simpático, llamado "La Lengua De Los Elfos," de Luis González Baixauli, publicado en la colección Biblioteca Tolkien de la Editorial Planeta DeAgostini, y que fue un regalito que mi hermana me trajo de México… dado que me fue imposible encontrar este libro aquí en Chile. Jejeje. Eso sí… yo de élfico, nada.
