A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Para más información, leer las A/N en el capítulo de Obertura. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad.
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. Hay algunos personajes y conceptos que hacen relación a la obra de Tolkien, y que no me pertenecen. No estoy sacando beneficio económico de esto: nada más entretengo a mi imaginación.
ADVERTENCIA.
Principio 128 para ver y entender Manga o Ley de la mortal inmortalidad: no importa cuantas veces el héroe sea apuñalado, baleado, golpeado, mutilado, o que sufra las arrastradas más impresionantes de todas, siempre vencerá al malo, aún cuando médicamente deba estar muerto, agónico o incapaz de moverse..
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 7:
Ensayo y Error.
Casa de Libra.
Día siguiente.
Como que desde hacia un tiempo a esta parte, atender sus bonsáis se le estaba haciendo más y más complicado. Docko ya no sabía si se debía detener la poda de su arbolito o si prestarle atención a Shion, quien en esos momentos, estaba justo detrás de él, y se balanceaba en la silla que había arrastrado desde el interior de la casa.
"… Entonces, ¿Qué opinas?" Preguntó Shion, con la vista pegada al cielo.
"¿Qué opino de qué?"
"De que Idril esté viva otra vez." Dijo Shion. Docko dejó momentáneamente la poda de su bonsái y se volvió hacia su amigo.
"Que es una de las mayores impresiones que me he llevado en la vida." Admitió con una sonrisa. "Ver a Idril fue… ¡WOW! Nunca me lo habría esperado. Hasta me dieron ganas de ver a los demás."
"Eso ya no se puede. El que me hayan devuelto a Idril es un milagro, pero los demás… no van a regresar."
"Lo sé mejor que tú."
Ambos se quedaron callados unos momentos, que Docko aprovechó para regresar a su bonsái. Shion continuó balanceándose en la silla, aunque esta vez cruzó ambos brazos detrás de su nuca.
"Veo que te has puesto posesivo." Comentó Docko de pronto.
"¿Posesivo yo?" Preguntó Shion curioso. "No estoy posesivo, ¿qué te hace pensar eso?"
"El simple hecho que dijiste 'El que me hayan devuelto a Idril' no más." Docko sonrió travieso y miró de reojo a su amigo, que había dejado de jugar con la silla. "A ti no te devolvieron a Idril, la devolvieron a su vida, eso es todo."
"… Bah. No me molestes."
"Frase típica de la Princesa Saori."
"Bastante útil en este caso." Gruñó Shion algo tostado.
"Se me hace extraño."
"¿De qué hablas?"
"Que desde hace una semana estás… no sé, mucho menos depresivo."
"Te quejas porque soy alegre y porque soy depresivo. ¡Dame un respiro!"
"Lo haré." El santo de Libra se sumió en un breve silencio en tanto meditaba qué ramita cortar a continuación. "Ya te dije como me siento yo al respecto, pero Shion… ¿Cómo te sientes tú? Por lo de Idril…" Preguntó con cautela. Un largo suspiro a su espalda le indicó que el lemuriano se esperaba y temía esa pregunta.
"Tú sabes." Comenzó Shion. "… nada especial tiene que ocurrirme. Idril sigue siendo la misma cabezota de siempre. Fría, malhumorada, callada, nada simpática, mandona… bella, etérea, delicada… y sigo sin caerle bien." Añadió el Patriarca con un triste tono de voz. "Me evita todo lo que puede, cada vez que me ve, me ladra que me desaparezca y estoy seguro que cada vez que me ve o que tenemos que compartir el mismo cuarto por más de 5 minutos… que quiere trapear el suelo con mi cabeza."
"Eso te pasa por tener el cabello disparado en todas direcciones." Suspiró Docko. "Sin mencionar que no has hecho mucho por acercarte a ella o agradarle." Shion frunció el ceño. "La verdad estás loco: eres el único que podría decir etérea y delicada de Idril."
"Deja mi peinado fuera de esto. Y sí he tratado de acercarme a ella." El rostro del Patriarca se contorsionó en un lastimero mohín. "Solo que nunca está donde creo y no puedo buscarla todo lo seguido que quisiera… y la hago enojar más seguido de lo que me doy cuenta."
"Nada nuevo bajo el sol: en eso, ustedes dos no han cambiado." Docko dejó sus tijeras de poda a un lado. "Pero tengo razón en lo que digo. En fin… en todo caso, mi buen amigo, debes recordar que Idril siempre te trató así."
"…"
"…"
"Creí que sería diferente." Dijo con suma melancolía. "Creí que… al menos sería más amable conmigo, menos arisca… más suave…"
"Si así fuera, en estos instantes te estarías quejando como quebrado de que te cambiaron a la elfa donde sea que estuvo pasando su muerte." Docko volvió a darse a vuelta para observar a Shion, esta vez, algo preocupado. "¿Lo dices… por la forma y circunstancias en que murió?"
"… sí."
El santo de Libra suspiró largamente. Prefirió no tocar aquél tema, ya que de todos los que más le dolían a Shion, aquél era el que se llevaba el premio: recordar la muerte de Idril en 1743… no podía hacerlo bien, menos aún porque nunca la había superado del todo. La había aceptado, sí, pero no superado, por más intentos que hizo. ¿Por qué creen que de ser un alegre, desordenado e irresponsable muchacho de 18, se había convertido luego de aquella guerra en un melancólico y depresivo Patriarca de 18, en cuestión de segundos?
Ese sello tan nostálgico había caracterizado a Shion los últimos 262 años.
"Por lo menos Idril te sigue tratando igual. Eso es un avance: creí que estaría más agresiva por lo de su alumna… que por cierto, ¡Vaya Que Caíste Bajo!"
"FEH. ¿Qué Me Trata Igual, dices? Patrañas. Si me tratara igual que antes, al menos aceptaría pasear o entrenar conmigo."
"Nunca aceptó pasear contigo, así que no te quejes." Le recordó Docko. "Lo que me extraña… es que no quiera entrenar contigo: nunca se perdió una sola sesión. Era su oportunidad para patearte."
"Nunca dejé que me pateara… al menos no sin dar pelea. Gané al menos el 53 por ciento de esos encuentros."
"Tienes razón. Te lo concedo… ¿Le has ofrecido entrenar con ella? Porque la he visto entrenado seguido en el Coliseo." Preguntó Docko soplándose el flequillo. Shion negó con la cabeza.
"No la he invitado… dudo que quiera entrenar conmigo. Feh. Antes, con tal de golpearme, hacía lo imposible, pero ahora no. ¡Te dije que me evita! Más que antes, y todo por culpa de mis mañas. Maldita sea… nunca le caeré bien." Dijo esto último algo derrotado.
"Yo no estaría tan seguro." Docko bufó descontento. "¡Escúchate! Estás diciendo las mismas payasadas que nos decías a Iñaki y a mí hace ya tantos años atrás. 'Idril me evita, no soporta estar en el mismo cuarto que yo, nunca le caeré bien'… Feh. Sólo espero que no caigas en el mismo estúpido plan de conquista que antes."
"¿Estás Operado De La Cabeza?" Shion se incorporó de un respingo, muy molesto. "ESA Fue La Chapucería Más Guarra Que He Hecho En Toda Mi Vida Y No Estoy Dispuesto A Repetirla."
"A la hora que te vienes a dar cuenta."
"No, esta vez tengo ganas de hacer todo diferente… ¡Hay tantas cosas que quisiera decirle! Pero no sé ni por donde comenzar." Dijo Shion mientras se miraba las manos. "Si tan solo estuviera más manejable…"
"Hey… al menos eso le da desafío al asunto. Ten en cuenta que de natural Idril es un hueso duro de roer y que está más agresiva contigo por lo que pasó con su aprendiza… que por cierto jamás me dijiste nada." Añadió en tono de reproche. "Que yo recuerde, Idril JAMÁS se llevó bien con Süe y para colmo el sentimiento era mutuo."
"¿Quién te dijo eso?"
"Lynus y Ronaldo de Tauro me lo comentaron una vez. Las dos se detestaban." Docko se sopló el flequillo y regresó su atención al bonsái. Esbozó una sonrisa traviesa. "Dime una cosa Shion… ¿Te has fijado en tu desayuno?"
Como era de esperarse, esta pregunta sacó de onda al Patriarca, quien se quedó mirando extrañado al Santo de Libra.
"¿Mi desayuno? Docko, ¿Eso que tiene que ver?"
"Mucho. Si fuera tú, le pondría más atención."
Con los ojos muy abiertos, y una expresión de adorable inocencia, Shion se quedó mirando a Docko curioso como un gato ante una nueva bola de estambre. Abrió la boca para decir algo, algún comentario o pregunta que le ayudase a resolver el misterio, pero justo en ese momento.
"¡Maestro Docko! Regresamos." La melodiosa voz de Shunrei llamó desde el interior del templo. Se escuchó una veloz carrera hacia el patio y Shiryu y Shunrei no se tardaron en aparecer por la puerta a tropezones. "¡Maestro! ¡Dígale a Shiryu que no me moleste y que me regrese mi muñeca!" Rezongó Shunrei.
"¡Si No Le Estoy Haciendo Nada!" Exclamó Shiryu muy divertido, mientras sostenía la muñeca fuera del alcance de Shunrei, sonriendo travieso.
En honor a la verdad, Shiryu solo compartía esta faceta suya sólo con su querida Shunrei. La muñeca en cuestión era de porcelana de colección, vestida con el traje típico de Grecia. A todas luces no era una muñeca que pudiese aguantar los juegos y las arrastradas de una niña pequeña, sino para estar sobre un anaquel.
"¡No te estoy molestando! Tan solo te dije que las muñecas son juego de niñas." Rió Shiryu de buen humor.
"Pero me gusta coleccionarlas. ¡Dámela!"
"Shiryu… regrésale a Shunrei su muñeca." Ordenó Docko de pronto. Entonces, al volverse hacia el anciano, ambos notaron la presencia de Shion, que seguía muy sentadote en su silla, balanceándose de lo lindo. De inmediato asumieron una pose más formal y dejaron los juegos a un lado.
"¡Excelencia Shion! Disculpe señor, no lo vi." Se apresuró en decir Shiryu, en posición de firmes.
"Tenga usted muy buenos días, Maestro Shion. ¿Desea té?" Ofreció rápidamente Shunrei.
"No, muchas gracias, pequeña Shunrei, no te preocupes. Yo ya me voy." Agradeció Shion mientras se ponía de pie y sacudía su túnica. "Shiryu, relájate que no es para tanto."
"Sí, Excelencia."
"¿Ya te vas, Shion?" Preguntó Docko.
"Seee…" Rezongó el Patriarca. "Las lecciones de la Princesa comienzan en 15 minutos. Fue un gusto charlar contigo. Nos vemos más tarde." Shion avanzó hacia la salida con su natural elegancia. Al pasar junto a Shiryu, le quitó la muñeca, que devolvió a su dueña, y le dio un zape en la cabeza. "Por jugar con muñecas." Fue la única explicación que dio.
"Disculpe, Excelencia, no volverá a pasar."
"Gracias, Maestro Shion."
Cuando Shion abandonó la casa de Libra, podía oír con claridad las risas en el patio. Sonrió y continuó su caminata. Pronto llegó a las escaleras que llevaban a Escorpión y comenzó a subirlas. Curioso. Cada día que pasaba, la subida se le hacía más pesada y más trabajo le costaba seguir un ritmo.
Mejor se lo tomaba con calma.
Casa de Piscis.
Jardín de Rosas.
Con delicadeza, se acercó una rosa blanca a la nariz y aspiró su suave aroma. El rosal se veía contento y hermoso, sus flores eran perfectas y sanas, delicadas y preciosas. Todo un goce para la vista. Idril dejó la flor tranquila y la acarició suavemente.
"Eres muy buen jardinero, Afrodita." Reconoció la elfa, que estaba sentada entre los rosales. Afro dejó de atender el rosal rojo que ocupaba su atención y se volvió, algo sonrojado, hacia Idril.
"Gracias, hago lo que puedo." Reconoció el santo de Piscis. En honor a la verdad, sus rosales estaban así de bonitos, únicamente por la constante atención que les daba. "Por favor, dígame Afro, señorita Idril."
"Te llamaré Afro si me llamas Idril a secas." Negoció la elfa, mientras dirigía su atención hacia otro rosal. Todas las plantas en general, parecían fascinadas con Idril. "Se nota que quieres mucho a tus flores: son todas unas mimadas. Sven no las cuidaba tanto."
"Sí, ya sé que son unas mimadas. Serra siempre me dice lo mismo cuando viene a ayudarme. ¿Puede oírlas?"
"Sí… la señora Yavanna en Aman me enseñó cómo, aunque allá las flores hablan en élfico." Idril inspiró relajada. "¿Quién es Serra?"
"Larga historia. Serra es la chica de Aioros de Sagitario… Ella… no es de por aquí. Debería conocerla, estoy seguro que ambas se llevarían muy bien."
"Sí, Alisa me habló un poco de ella… al igual que la Princesa Athena. Tengo curiosidad por conocerla."
"Jejeje, ella también. Esta semana no ha podido venir al Santuario por sus obligaciones en Auralis, pero sé que está ansiosa por conocerla." Le dijo Afro muy jovial. "Claro… tenga cuidado que suele aparecerse de pronto y da buenos sustos…"
Afro e Idril interrumpieron su charla cuando una leve insinuación de cosmos, como una llamada leve, se sintió a la entrada de Piscis. Era Shion, que llamaba a Afro. Ambos intercambiaron una mirada.
"Disculpe, creo que el deber llama." Le dijo Afro poniéndose de pie. "Si gusta, puede quedarse… no más no se acerque a los rosales de allí, que son los venenosos."
"No te preocupes y ve pronto. Quizás es importante."
Afro asintió y se dirigió hacia el interior de su templo, dejando a Idril entre sus rosas. El Santo de Piscis estaba curioso, aunque ya medio sabía para qué podría quererlo el Patriarca. Desde hacía poco más de dos semanas, que Shion se detenía en Piscis por un vaso de agua.
Idril, en tanto, se quedó admirando los rosales.
Despacho de Shion.
Esa Tarde.
El calor ya comenzaba a ceder un poco. Shion dejó a un lado el papeleo que lo había mantenido ocupado hasta ese momento y se estiró en su sillón. Se sentía cansado, por lo que decidió ponerle fin a su jornada laboral de aquél día. Puso sus papeles en orden y los guardó. Ordenó también lo que había sobre su escritorio y se levantó, llevando algunos libros con él. Se acercó a los libreros y los dispuso siguiendo un cierto orden, y una vez que hubo terminado, suspiró y se dispuso a salir de su despacho.
Un paseo no estaba nada mal. Shion salió hacia la amplísima terraza por una puerta situada en la sala de estar de sus estancias. Iría de ida y vuelta, una sola vez: necesitaba respirar aire fresco. Con paso tranquilo, el Patriarca comenzó su caminata en dirección de las estancias de las divinidades, rengueando ligeramente del pie derecho.
Sí. Shion rengueaba. Pero esto era algo tan sutil que apenas se notaba. Había que ser muy buen observador para darse cuenta de esto. Y no, no rengueaba por dolor, sino por costumbre. En 1743 había recibido una herida tan espantosa en la pierna derecha que lo tuvo dolorido por al menos 40 años… pero estaba tan acostumbrado a renguear, que nunca pudo dejar de hacerlo, pese a que ya no dolía.
"¡SHION!" Llamó la alegre voz de Saori a sus espaldas. El Patriarca giró sobre sus talones, para ver a la diosa saludándole con entusiasmo, en compañía de Niké e Idril. Athena corrió hasta él. "¡Hasta que saliste de ese despacho! Con el calor que hace, ya te iba a regañar. No puedes estar tan encerrado."
"Una señorita no anda a los gritos, ni corre por los pasillos, Princesa… pero gracias por la preocupación." Le dijo Shion.
"Ay, no me molestes, Shion."
"¡Mídame, Mídame!" Exclamó de pronto Niké, que estaba a sus pies, alzando sus manitas. El Patriarca, usando telequinesia, la levantó en el aire y la tomó en sus brazos, sin percatarse que Idril había sujetado a la niña, por lo que Niké terminó al medio.
"Veo que la señorita Niké está muy contenta. ¿Estuviste jugando en la tierra?" Preguntó mientras jalaba a la niña hacia sí.
"Un poco de tierra no la va a lastimar, ya la llevo a bañarse." Aclaró Idril con suavidad. La elfa se veía tranquila, pero jalaba a la pequeña hacia sí. "¿Podrías soltarla? Te vas a ensuciar."
"o.o"
"n.n Fuimos al bosque a ver si encontrábamos a Serra, pero no pudimos." Aclaró Saori, pero Shion la ignoró.
"Tranquilízate Idril, no me molesta ensuciarme."
"Bien por ti, pero a mi me preocupa la pequeña." Dijo Idril, endureciendo el tono de voz.
"¿Crees que la voy a soltar?" Preguntó Shion muy amargo.
"Bah." Idril soltó a la niña y se cruzó de brazos. "Haz lo que quieras."
"Disculpen, ¿les parece si seguimos caminando? Aún nos queda un buen trecho." Interrumpió Saori, mientras tomaba a Shion y a Idril de los brazos y los obligaba a caminar, justo en el momento en que el Patriarca iba a retrucar.
Niké observó a ambos adultos e intercambió una mirada con Athena, quien se encogió de hombros. La pequeña se apoyó en el hombro de Shion y se dispuso a dormitar, mientras se chupaba un dedo, sin perder de vista a su mami.
"¿Excelencia?"
"Dime Idril."
"No quiero que vuelvas a hacer levitar a Niké de ese modo." Protestó Idril.
"¿Por qué no?" Chistó Shion, ofendido. "¿Acaso crees que la dejaré caer?"
"No, temo que le des ideas de que ya puede volar y salte por la ventana."
"Venga, Niké nunca haría eso." Intervino Saori, pero nuevamente fue ignorada.
"Si Niké salta por una ventana, eso será tu culpa por no vigilarla como se debe, no porque le di alguna idea."
"¿Insinúas que no sé cuidarla?"
"Piensa lo que quieras." Rezongó Shion, mientras se acomodaba a Niké en los brazos.
"Feh."
Athena tragó saliva. De pronto toda la cuestión se había tornado tensa. Shion miraba fijo al frente e Idril ligeramente en la dirección contraria. Niké bostezó y cerró sus ojitos, sin dejar de chupar su dedo.
"Shion, ¿Puedo cargar a Niké unos minutos?" Preguntó de pronto Saori. El Patriarca la miró de reojo y le sonrió.
"Por supuesto, me avisa cuando se canse." Le pidió Shion.
"Para que yo pueda alzarla." Añadió Idril muy rápido. Sin que la pequeña se perturbase en lo más mínimo, Niké pasó de los brazos de Shion a los de Saori y pronto reiniciaron la marcha.
"Parece que jugar con tierra la cansó mucho." Comentó Saori, para tratar de romper el hielo.
"Eso siempre ocurre, sobre todo con la tierra de vuestro bosque." Comentó Idril. "Es un juego muy sano, así aprenden los niños a conectarse con la naturaleza."
"¿Y qué sabes tú de criar niños?" Protestó Shion, sólo para molestar.
"… No me digas que eres un experto."
"No lo soy, pero algo de práctica tengo."
"En tanto no seas experto, no me des consejos."
"No te los estaba dando."
"Entonces cierra la boca."
Saori, en vista de esto, decidió rezagarse algunos pasos: como que de pronto no le hacía gracia estar al medio de esos dos, ni quedar atrapada en el fuego cruzado. Afortunadamente, tanto el Patriarca como la elfa se habían quedado en silencio al menos unos instantes. Idril se adelantó, como si quisiera alejarse, seguida de cerca de Shion.
"¿Se puede saber cuál es tu problema, Cáncer?"
"¿De qué hablas, Aries?"
"Desde que llegaste que estás insufrible: de mal humor, muy fría y…"
"No Sabía Que Te Importaba Como Estaba. Aunque En Todo Caso, El Carnerito No Ha Sido La Simpatía Caminante Tampoco."
"No Tengo Por Qué Ser Simpático Con Quien Me Trata Así."
"Entonces Problema Tuyo."
"Por Lo Mismo Intento Solucionarlo." Rezongó Shion. "Quisiera Saber Porqué Me Tratas Así De Fría."
"Nunca Te He Tratado De Otro Modo, Aries, No Te Quejes." Protestó Idril a su vez.
"Pues Deberías."
"¿Por Qué Habría De Cambiar Mi Modo De Ser?"
"Quizás para ser más femenina. No se ve bien que una señorita sea así de antipática con las personas."
Idril se detuvo en seco y empuñó las manos. Se dio la media vuelta y tras dar un paso hacia Shion y lo encaró con los músculos tensos. El Patriarca la miró ceñudo, hacia abajo, con las quijadas apretadas y las manos hechas puño. Saori, quien observaba todo esto, tragó saliva y retrocedió aún más.
"¡¿ME ESTÁS DICIENDO MARIMACHA!"
"No, Te Estoy Diciendo Grosera."
"Argh. ¡Ya Verás!"
Entonces… sin querer queriendo, Shion por fin obtuvo la sesión de entrenamiento que había estado echando de menos.
Media Hora Después.
"Disculpen Princesas, que las interrumpa." Dijo de pronto Docko con una tierna sonrisa. Saori y Niké estaban en el suelo de aquella terraza, jugando con las palmas de las manos. Ambas diosas le miraron contentas. "Estoy buscando a Shion: necesito decirle algo importante… ¿Le han visto?"
"Si lo he visto, ¡Claro que lo he visto!" Exclamó Saori contenta, pero pronto la diosa comenzó a jugar con sus dedos. "Pero como que no está disponible de momento."
"¿Ocurrió algo? Supe que esta mañana no se sintió…"
Un estruendo de vidrios rotos interrumpió a Docko de súbito. No lejos de allí, Shion e Idril rodaron por el suelo en clara actitud de pelea, pero se pusieron de pie en seguida y al mismo tiempo. Ambos cargaron contra el otro y comenzaron a forcejear midiendo sus fuerzas con una escoba y un trapero que vaya a saber Zeus de dónde sacaron… porque Athena ciertamente no sabía. Ambos parecían llevar un buen rato en esto.
¡Tan maduro que se veía el Patriarca y miren no más en lo que está!
"¿Pero qué…?" Preguntó Docko, incrédulo. Saori y Niké regresaron a su juego de palmas, como si la pelea no s estuviera llevando a cabo.
"Como te dije Docko, Shion no está disponible." Reafirmó Saori, concentrada en el juego. "Él e Idril arreglan sus diferencias."
"Y yo tan orgulloso que me sentía de esos dos." Dijo Docko indignado, casi sin poder creer lo que veían sus ojos. "Aunque no me extraña verlos así." Athena se sopló el flequillo.
"Oye Docko… ¿Eso es amor apache? Que no se me ocurre mejor ejemplo." Comentó Athena con algo de sarcasmo.
Docko apenas tomó en cuenta la pregunta. Se pasó la mano por el rostro. Luego tendría que hablar con Shion e Idril por separado…
… claro, cuando dejaran de jugar.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo capítulo: Salida de Chicas.
"Hola." La saludó de pronto una chica que llevaba máscara de visitante. Ésta venía desde la Casa de Géminis y se veía algo mayor que Alisa. Algo en su mirada le dio la impresión que le sonreía. "¿Ya te vas a encerrar de nuevo al Templo Principal?"
"¿Huh?"
"Soy Isabella, Tu debes ser Idril, ¿no?"
PS: Admito que este capítulo ha dado más guerra que sus hermanos, pero no me logró importunar. En fin, espero que no haya quedado tan mal. Este monstruo mío comienza a agitarse malhumorado y no por lo que pase, sino porque como que no quiere ser escrito. Ojalá no los esté decepcionando. Puse algunas imágenes en mi blog que tienen mucha relación con el siguiente capítulo: les convendría que les echaran una mirada para que vean de lo que estoy hablando y tengan una imagen más completa. ¡DEJEN REVIEW Y LES DARÉ UN PIE DE LIMÓN O MANZANA! (tendrán que especificar)
Brújula Cultural.
Yavanna: Una de las Valier. La Dadora de frutos. Ama todas las cosas que crecen en la tierra. Conoce todas las formas y secretos de las plantas, desde los árboles, hasta el moho. La más venerada entre las Valier después de Varda. (Información sacada del Silmarillion.)
