A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Para más información, leer las A/N en el capítulo de Obertura. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad.

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. Hay algunos personajes y conceptos que hacen relación a la obra de Tolkien, y que no me pertenecen. No estoy sacando beneficio económico de esto: nada más entretengo a mi imaginación.

ADVERTENCIA.

Principio 106 para ver y entender Manga: Takada Yumi canta así de mal y la gente sí compra sus Cd's.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 10:

El Día Negro.

Comedor Principal

Día Siguiente. Desayuno.

Ese día no hubo pastel de moras al desayuno, aunque sí pan de anís. Athena se sintió un poco decepcionada, pero no por mucho tiempo. Su cuerpo le agradecería que no comiera pastel de moras por un día: ya estaba subiendo de peso… y al menos el pan de anís estaba MUY bueno.

Sin duda era genial ver a Shion comer con buen apetito. Por lo general el lemuriano no comía mucho más de lo necesario, siempre en forma muy sana y medida, pero desde que le había dicho que el pastel de moras lo preparaba Idril, que Saori le veía comer con mucho más entusiasmo del normal. De pronto se detenía más tiempo sobre un trozo o sobre otro, como meditando en si debía comerlo u olerlo, pero siempre terminaba en lo mismo: su Patriarca se comía todo el pastel y a veces pedía repetición. Ahora comía el pan de anís meditabundo y contento, con el mismo entusiasmo, cayendo en la misma rutina de degustación que tenía con los pasteles.

Tal reacción, de detenerse a meditar en el sabor de lo que comía, no era tan descabellada después de todo. El pastel de moras era REALMENTE sabroso y Athena misma se había descubierto colándose a hurtadillas en las cocinas, durante su descanso de media mañana, para comer lo que restaba del pastel… porque les digo desde ya, nunca sobraba para más tarde: no sólo Shion y Saori habían descubierto cuán sabroso era el pastel, sino además Afro, MM y Shura, por lo que Athena tenía que competir con ellos por ver quien se quedaba con el último pedazo. Competencia que, dicho sea de paso, se estaba volviendo más y más dura, ya que los trozos restantes tenían la mala costumbre de desaparecer cada vez más rápido. Desde hacía 3 días que Athena no lograba secuestrar el último pedazo.

Shion se puso de pie, seguido de Saori. Ambos ya habían terminado de desayunar y se dirigieron a la salida del comedor.

"Shion, ¿Hoy me dirás como me fue en el examen de Geografía que me hiciste la semana pasada?" Preguntó Saori con ojos grandes.

"Sí, hoy se lo diré… y antes que me pregunte, le fue mucho mejor que en el anterior, pero sé que puede mejorar mucho más." Le explicó el Patriarca con un guiño. "Se equivocó por descuidada, pero nada que no tenga solución."

"Oh…" Saori resopló resignada. "¡Que chasco! Yo quería que me fuera bien." Se lamentó la joven diosa. En eso, vieron por el pasillo que Idril caminaba tranquila, siguiendo a Niké, que corría llena de entusiasmo hasta ellos. "Mira, es Idril."

"Eso veo." Shion alzó los puntos y sonrió para sus adentros. "Princesa Athena, ¿Podría adelantarse hasta el Estudio? En seguida la alcanzo." Le pidió con amabilidad. Saori parpadeó curiosa, pero una sonrisa cómplice adornó su rostro en seguida, tras echar una rápida ojeada a Idril y a Niké. La pequeña corría hacia ellos y cada vez estaba más cerca.

"¡Claro! Ya me voy."

Con una pequeña carrera, Saori llegó hasta Niké, a quien tomó en brazos juguetonamente. La diosa caminó hasta la elfa, intercambió algunas palabras, para luego irse con Niké hacia el estudio. Shion llegó hasta Idril, quien miraba hacia la dirección que Saori había tomado.

"Pierde cuidado: se ve revoltosa, pero es responsable cuando se lo propone. Niké está segura." Le aseguró Shion. "Me preguntaba… si tenías un minuto."

"¿Ocurre Algo, Excelencia?" Preguntó Idril curiosa.

"Pues… Quería agradecerte por el desayuno. ¿Preparaste el pan de anís, verdad?" Preguntó el Patriarca con una sonrisa. Si bien no podía verle el rostro a la elfa, pudo ver que sus orejas se pusieron bien rojas… tan rojas como estaban sus mejillas en esos momentos.

"Err… Sí. ¿Cómo te… diste cuenta?"

"n.n Ese sabor no se me podría olvidar nunca. Tan delicioso como el que supongo que hacías hace ya tantos años." El Patriarca tomó aire y cerró los ojos, como rebuscando en su memoria. "Te quedó muy bueno. Hacía siglos que no comía tan bien."

"Pues…"

"Tan bueno como tus pasteles."

"Err… De nada…" Le dijo Idril en voz baja, de súbito llena de timidez. Shion le guiñó un ojo.

"Eso era lo que quería decirte. Tengo que irme: La Princesa necesita reforzar Geografía. Con tu permiso."

El Patriarca se alejó con lentas zancadas en dirección del Estudio en donde le daba las lecciones a Saori. Idril se quedó allí curiosa y sintiendo algo en su interior bastante divertido en las entrañas que no supo explicar bien. Inhaló y exhaló aire rápido y decidió apoyarse en la pared. Algunos minutos más tarde, Niké apareció corriendo hecha un bólido y saltó a sus brazos.

"¡Mami Idril! Azena me dijo ke ya podía benid… ¡Y Bine!"

"Eso veo Ranita… eso veo. ¿Quieres ir al bosque?"

"¡ZÍ!"

Despacho de Shion.

Al Atardecer.

Cansancio.

No debió haber ido él mismo a la biblioteca a buscar ese esquivo libro. Shion se dejó caer en su sillón y esperó con los ojos cerrados a que esa opresiva pesadez que sentía en el pecho se le pasara. Hace varios días que se sentía cada vez más cansado, como si hubiera estado sometido a un esfuerzo físico muy intenso, cuando en verdad, lo único que hizo en todo el día fue caminar pausadamente. Lo más brusco que había hecho fue ir en busca de aquél libro hasta la Biblioteca, que no quedaba tan cerca como hubiera sido el ideal.

Ni siquiera había entrenado ese día y sentía como si llevara el mundo a cuestas.

Tenía que tomarse las cosas con calma. Ya antes se había sentido así de pesado y no le había gustado la experiencia… con la diferencia de que antes estaba anciano y que representaba en el físico los casi 280 años que tenía. Unos 3 años antes que Saga, poseído por Ares, le diera muerte, a Shion le habían diagnosticado una seria cardiopatía. Ahora que volvía a tener el cuerpo de un muchacho de 18, esto no debería estar pasando… pero bueno. Cosas que pasan.

Mejor salía a tomar aire. Si seguía sintiéndose mal, le pediría a Astrea de Erídano, la enfermera oficial del Santuario, que le tomara la presión o algo. Se puso de pie y se dirigió hacia la terraza. Una vez fuera, caminó hacia el barandal y apoyó las manos. Tomó aire, en forma lenta y trabajada.

Bah.

Debía dejar de subir las escaleras zodiacales. Alisa lo regañaba cada vez que le veía pasar y Afro le tenía bajo amenaza de que si no se hacía ver por un médico, ya no le daría más agua cuando llegara exhausto a Piscis. No se teletransportaba porque por alguna razón eso se le hacía más complejo que caminar. Lümi de Aries, la mamá de Mu, le había comentado un poco antes que morir, que la Teletransportación resultaba mucho más fácil cuando el corazón estaba sano. Algo de razón debía tener. Shion levantó la cabeza al cielo, mientras se sobaba el brazo izquierdo, que tenía ligeramente entumecido.

"Hoy es Luna Nueva." Dijo en voz baja, mientras volvía la mirada hacia el cercano Star Hill. "A ver que dicen los astros esta noche."

Por lo general, disfrutaba mucho yendo a Star Hill. Le gustaba ver estrellas y dilucidar sus designios, tarea en la que se había vuelto bastante ducho con el pasar de los años. La Colina de las Estrellas era un lugar lleno de magia y protegido por la voluntad de Athena. El mejor observatorio del mundo y ni siquiera contaba con un mísero enchufe. Ni la contaminación, ni la falta de electricidad afectaban la nitidez de sus observaciones, a excepción de la luz de luna, por lo que había días mejores que otros para trabajar allí. Shion podía hacer acercamientos o alejamientos u observar las constelaciones como si caminara entre ellas.

Esa noche, que había Luna Nueva, tenía que aprovechar al máximo la ausencia de Selene. Sin embargo no le hacía gracia: tener que subir el cerro así de cansado como se sentía no le entusiasmaba, pero el deber era el deber y…

Un jaloncito en la parte inferior de su túnica fue la evidencia de que algo muy pequeño había detenido una caída a tiempo. Shion miró hacia abajo con sorpresa, solo para encontrarse con la pequeña Niké, sujeta de sus ropas con firmeza, quien tenía el claro aspecto de haberse llevado un buen susto y un cuasi porrazo de nariz contra el suelo. La niña lo miró con sus claros ojos celestes y un enorme puchero. Shion se agachó a su altura.

"La pequeña señorita debe tener cuidado como camina." Le dijo con cariño, mientras le revolvía los cabellos. "¿Qué haces aquí solita? Te puede pasar algo…"

Papi Shion! Te Vuscava." Afirmó Niké con los ojos grandes. La pequeña puso una enorme sonrisa y se le colgó al cuello, gimoteando.

¿Papi Shion? El Patriarca tragó saliva y palideció. Apenas si atinó a devolverle el abrazo. Si Idril llegaba a enterarse que la pequeña le había llamado así, podía darse por muerto… ya que Niké llamaba a su tutora "Mami Idril." ¡Qué Lío! Eso podía darse a interpretaciones tendenciosas a las cuales no quería enfrentarse.

"Pequeña, no me llames así, no soy tal." Le pidió Shion. "Mejor llámame Tío Shion, pero no…" El Patriarca se detuvo a media oración. Niké le miraba con ojos cristalinos y a punto de estallar en llanto.

"¿No Guzta ke llame Papi?"

"Err, no, no es eso, es solo que no soy tu papá."

"¡Zí Lo Edes!"

"No lo soy." A Shion le rompía el alma tener que contradecir a la niña, pero por su propia seguridad quería convencer a Niké que no lo llamara así. "¿Por qué dices que soy tu papá?"

El Patriarca tenía que reconocer algo. A lo largo de dos siglos, le habían llamado de muchas maneras. Su Santidad, Excelencia, Maestro, Patriarca, Kyoko, Hermano, Tío, Abuelo, Abuelito, y otros muchos nombres más que recorrían todo el espectro que iba desde el más profundo de los cariños al más enconado de los odios. Ahora que lo pensaba, jamás le habían llamado 'papi.' A lo sumo le habían llamado padre, pero nunca 'papi.'

Una lagrimita amenazó con aparecer en su ojo. ¡Qué Sensación Más Linda! Pero mejor regresemos a ver qué le responde Niké al Patriarca… que en esos momentos miraba hacia arriba, con los ojos llenos de lágrimas, un puchero y sus manitas bien aferradas a la túnica de Shion. Sorbió aire por la nariz con mucho ruido y gimoteó: la pequeña se veía irremediablemente adorable.

"Ez ke edes mi papi." Insistió la niña. "Podke le zonríes a mi mami con cadiño."

Ok. Está bien. Shion volvió a ser sacado de onda. Quizás qué se estaba imaginando la niña, y no quiso saber. El Patriarca se puso de pie, tomando en sus brazos a Niké, y se la acomodó para que no se cayera.

"Hablando de tu mami, ¿Te parece que vayamos por ella? Ha de estar muy preocupada."

"o.o Mami Idril duedme. Zalí zin ke me biera."

"Entonces vamos a despertarla."

Con la niña en brazos, Shion se dirigió hacia las Estancias de Niké a paso regular. No a mucho andar, dejó a la niña en el suelo para que caminara con sus propios pies, y le dio la mano para no perderla de vista. Algo del cansancio que le había acosado toda la tarde se sofocó, pero prefería no tentar la suerte.

Pronto llegaron a la sección de la terraza que correspondía a las Estancias de Niké. No fue necesario que Shion entrase a las habitaciones en busca de Idril. La elfa estaba recostada sobre un diván en la terraza y dormía profundamente. Había un libro en el suelo, que seguro había resbalado de las manos de la elfa cuando esta había caído víctima de Morfeo. Shion dejó ir a la niña, quien se acercó a su tutora despacio. Cuando comprobó que dormía a pierna suelta, Niké se dio la vuelta y en un cómico gesto, le pidió al Patriarca silencio.

"¡Dodmidita!"

La máscara de Mithril mostraba una tranquila expresión de sueño, relajada y tranquila. Quieta. Dulce… tenía algunos cabellos sobre la máscara que se vio tentado de remover. Se veía hermosa, libre de preocupaciones, incluso podía distinguir esa dulce delicadeza que sabía que Idril tenía oculta en algún lado. ¿Acaso su rostro, atrapado bajo aquella opresiva máscara, se veía igual de precioso? Shion se le acercó con cuidado, y se agachó junto a ella. La observó con atención, repasando en su memoria todos los recuerdos, buenos y malos, que tenía de la elfa…

… Incluso… incluso ese recuerdo.

"¿Pequeña Niké?"

"o.o ¿Mande?"

"¿Te parece que vayamos por una manta? Se está poniendo fresco." Shion se puso de pie. La niña asintió con ganas y le tomó la mano al Patriarca, para conducirlo de ese modo al interior de sus estancias.

Flashback.

Oficina de Aprendices. Santuario de Athena.

A 3 días del mes de Julio del Año de Gracia de 1743.

Noveno día de la Guerra contra Hades.

Era tétrico caminar por allí. Donde antes hubo un imponente edificio, ahora no quedaban más que escombros, vidrios rotos, humo y polvo sin asentar del todo. Shion, de 18 años, caminaba como un gato al acecho. No daba un paso sin mirar en rededor, sus ojos, su nariz, sus músculos, todo esperaba un ataque sorpresivo. Sabía que habían al menos dos Jueces de Hades en las inmediaciones y estaba decidido a destruirle. Estaba sucio: polvo, hollín, tierra rasguños y sangre le cubrían por completo. Estaba sudado, herido, casi psicótico. El Santuario estaba hecho pedazos y tal era el grado de destrucción que tenía la sensación que él era la única criatura viva en los recintos de la diosa…

Sin embargo podía sentir el cosmos de Athena batiéndose a duelo con Hades. Hacía pocos momentos atrás, el cosmos del Patriarca Sergei se había extinguido. La Guerra santa continuaba sin darles tregua. Shion estaba solo; hacía unas 15 horas que estaba solo, sin ver a nadie más que su sombra, sintiendo espontáneos y breves fogonazos de cosmos de sus enemigos. Pero hacía ya mucho que no lograba encontrar los cosmos de los demás santos, qué decir de los dorados. ¡Si tan solo tuviera noticias! Él seguía buscando: aún había dos jueces que eliminar, y él lo haría.

Algo a su derecha. El sonido de una rama rota le puso en guardia en alerta roja. Shion apretó el mango de la espada de Libra y apretó los dientes, escaneando el lugar. Olfateó casi por instinto, el espinazo se le erizó, aguzó la mirada. Le estaban acechando… pero… ¿quién? Bah. No tenía tiempo para preguntar, si era un espectro entonces…

¡LE ATACABAN POR LA ESPALDA!

"¡TENAZA ESTELAR!"

"¡GRAN PRECAUCIÓN!"

CRAAAAAAAASH, BAAAAAAAAM, FOOOOOOOOOO, BOOOOM.

Apenas tuvo tiempo de girar sobre sus talones. Pudo ver dos súbitas y poderosas luces entremezclarse. Sintió casi en carne propia el titánico choque de dos cosmos, uno de ellos dorado y el otro de un Juez de Hades. Un bulto le embistió con tanta fuerza, que apenas pudo reaccionar al ataque y fue empujado y arrastrado por al menos 100 metros, dando tumbos contra el suelo y los escombros.

"¡UUUGH!"

Sucedió como en cámara lenta, todo en una fracción de segundo que pareció durar una eternidad. Antes de dar el primer doloroso rebote contra el suelo, Shion abrió los ojos para poder ver a su atacante y lo que le había golpeado. Se encontró con una profusa melena fucsia que reconoció en el acto. Idril se ladeaba hacia su izquierda, dejándose llevar por la onda expansiva, sin sujetarse de él o reposicionarse para soportar mejor la embestida contra el suelo… como si no le importase o como si estuviera herida de muerte. Aterrado de verse en esa situación, Shion envolvió a Idril en sus brazos para protegerla y se preparó para el primer rebote.

Al golpearse contra el suelo, el santo de Aries recibió de lleno aquél primer impacto, sintiendo un congelante y penetrante dolor en la pierna derecha. ¡La Arrastrada Fue Macabra! Más de 100 metros desde el primer golpe hasta el último, contra el suelo y los escombros, rodando sobre su eje y al menos en el caso de Shion, oyendo las lastimeras quejas, llenas de dolor, de las armaduras de Aries y Cáncer. En esos 9 días, ni él ni Idril habían recibido más golpes de los que estaban recibiendo justo en esos momentos.

Entonces dejaron de dar tumbos y se arrastraron dolorosamente por el suelo. El impacto por poco le hizo perder la conciencia. Shion cayó de espaldas, sintiéndose como si tuviera literalmente un elefante encima. La armadura de Cáncer, Romeo, perdió la conciencia tras un largo y atormentado quejido y su propia armadura, Crisomalón, con voz quejumbrosa, le llamaba con insistencia y ansiedad, tratando de despertarlo, como temiendo lo peor.

Shion tenía algo encima de su pecho.

¿Idril?

El santo de Aries abrió los ojos. Todo a su alrededor parecía haberse callado y ni luces había del Juez que les había atacado. Comprender que pudo haber muerto en ese momento, ver pasar su errática vida en un segundo, fue un impacto muy fuerte para el lemuriano. Shion se incorporó un poco, más que nada movido por su terquedad y por la posibilidad que les volvieran a atacar…

Idril estaba encima de él… la máscara dorada se había roto en pedazos y tenía el rostro arrugado en una tétrica contorsión de dolor. Sangraba por la nariz y la boca. Su cosmos se estaba apagando a una velocidad alarmante. La armadura de Cáncer estaba muy dañada: se había hecho pedazos a la altura del torso, por el costado derecho, y el conjunto derecho del antebrazo y la mano… ni hablar.

Fue como si le arrancaran las tripas de cuajo y hasta dejó de pensar. Su mente se quedó en blanco, en un blanco total en el que incluso dejó de respirar. Aquél Juez bien podría haberle decapitado y él no se habría movido o sentido nada, dado que el peor golpe que pudo haber recibido, era el que estaba viendo…

Idril estaba muy malherida.

Entonces la realidad le hizo reaccionar. Algo tibio le estaba mojando las piernas… temeroso, Shion dirigió la mirada en dirección de la fuente de aquél súbito calorcito, pero se arrepintió en ese preciso momento. Se sintió morir: estaba sobre un charco de sangre, que no era la suya, y que aumentaba más y más.

Rápidamente, e ignorando su propia herida en su pierna, que no dejaba de ser seria y que por los próximo 40 años lo tendría rengueando de dolor, Shion se quitó a Idril de encima y la dejó en el suelo, con toda la premura y delicadeza que pudo y examinó su herida: la elfa tenía un corte horroroso en la pierna derecha, justo por encima de la armadura, en el punto exacto en que el músculo estaba desprotegido… trágicamente a la altura de la femoral. Apenas pudo improvisar un vendaje.

"Jejejeje… Creí que los santos dorados era más resistentes, pero veo que son solo basura." Se burló el Juez de Wyvern, quien era evidente que también había soportado una dura arrastrada. Jadeaba y rengueaba.

Enfurecido en todas las fibras, Shion volvió la cabeza hacia él, con los ojos abiertos y encolerizados. Una rabiosa presión le nació en el pecho y le subió por la garganta como si fuera un volcán de ácido. Apenas se dio cuenta cuando se puso de pie, como impulsado con un resorte y comenzó a atacar a aquél espectro…

Aquél combate duraría un minuto y medio, pero sería el más furioso de su vida.

Fin de Flashback.

Shion extendió la manta y cubrió a Idril con ella. Luego, aprovechó el impulso para acomodarle el almohadón en el que la elfa tenía la cabeza. Aquellos recuerdos de los últimos momentos de Idril no eran fáciles de recordar para él, siempre le provocaban un molesto nudo en la garganta. Recordar aquél aciago momento y tener frente a él a la más linda amazona de todas… era impactante. El Patriarca se detuvo a tomar aire unos momentos y decidió irse.

"¿S-Shion?" No tuvo suerte. Idril, con voz somnolienta, le llamó. "Shion… ¿Pasa algo?"

"Lamento haberte despertado." El Patriarca se dio la media vuelta. Idril estaba despierta, aunque algo perpleja por la manta. "Te la puse yo. Es que está refrescando y te puedes resfriar…"

"Gracias… Este…" Idril se sentó de lleno en el diván y le miró con interés. "¿Estabas aquí hace mucho rato?"

"No mucho. Vine a dejar a la señorita Niké. Como te vi durmiendo, decidí buscar una manta." Le explicó con calma. "La pequeña me fue a buscar a mi Despacho."

"¿Niké se escapó?" Idril hizo un gesto de fastidio, incorporándose de lleno. "No de nuevo…" Se lamentó mientras se masajeaba las sienes. "Hacía lo mismo en casa de la Señora Nerdanel: siempre se iba a la forja del Señor Mahtan."

"¿En serio?" Preguntó Shion interesado, pero con voz cansada. La elfa le miró curiosa, como detectando su malestar físico. "¿Quién era él?" Preguntó.

"Es un elfo muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy viejo. Más viejo de lo que te imaginas. Creo que es tan viejo como el Señor Urano." Explicó Idril. "Creo que Niké iba hasta allí por las galletas que él le daba." Añadió como reflexión propia. Shion sonrió.

"Jejeje, entonces eso lo explica todo." Dijo el Patriarca. "Mejor tengo cuidado o descubrirá mi provisión de dulces que escondo en mi despacho."

"200 años y sigues con muela dulce." Comentó la elfa divertida.

"Me declaro culpable." Confesó Shion relajado. "Y son 262 años."

El Patriarca se acercó al diván y ocupó el lugar junto a Idril, quien le observó de cerca. Shion se volvió hacia el atardecer, como tratando de ocultar que no se sentía bien, cosa que no le resultó. Sin embargo, esto no le impidió de gozar de un agradable momento de silencio con Idril.

"Idril… ¿Me puedes sacar de una duda?" Preguntó de pronto, volviéndose hacia ella, con un tono de voz que exigía seriedad. Idril giró su cabeza hacia él, pero una vez más, no dio mayor respuesta.

"Si está a mi alcance resolverla… me encantaría." Le dijo tras un suspiro, mientras se sujetaba un mechón detrás de la oreja, acción que pareció relajar mucho a Shion… quien tuvo que contenerse para no acariciarla.

"¿Por qué saltaste en esa ocasión?" Preguntó el Patriarca mirándose las manos. Si bien no especificó más al respecto, Idril supo de inmediato a qué oportunidad se refería su hermano de armas. "¿Por qué te interpusiste entre ese ataque y… mi persona?" La pregunta pareció sorprender a Idril, quien nerviosa, tragó saliva. Shion se dio cuenta de esta reacción, pero no hizo nada.

"Pues… porque fue un ataque a traición. Wyvern te atacó por la espalda." Respondió a la rápida, por falta de una mejor respuesta. "Y por… ¡Ay! Ya no tiene importancia." Idril se encogió de hombros.

"Para mi sí la tiene. Salvaste mi vida a costa de la tuya."

"No me digas que te estás quejando." Comentó Idril como quitándole importancia al asunto. Shion fijó su mirada en el suelo.

"No, no es eso… no… es sólo que…" Una nostálgica sonrisa se dibujó en su rostro. "Tienes razón. Ya no tiene importancia."

Ambos se quedaron en silencio otro buen rato. Shion respiró con algo de dificultad. No. No se sentía nada de bien. Quizás mejor dejaba lo de Star Hill para otro día: subir el cerro a pie no le hacía gracia alguna. Idril suspiró de forma tal que el Patriarca la notara, y logró su objetivo. Cuando Shion se volvió hacia ella, la chica le miraba con atención.

"Ya es tarde. Quisiera recogerme, ha sido un día más pesado de lo que hubiera querido."

"No te sientes bien, ¿verdad?" La elfa entrecerró los ojos. "Te ves enfermo."

"Naah. Tan solo estoy cansado." Afirmó Shion con seguridad.

"No me convences: eres terrible mintiendo." Idril frunció el ceño. "Te ves pálido. Más de lo usual." Shion se encogió de hombros.

"Ya se me pasará. Mañana amaneceré como lechuga, te lo aseguro." El Patriarca se puso de pie, siendo imitado por la elfa, y tras una venia con la cabeza, se despidió de Idril. "Que pases muy buena noche."

"¿Quieres que se te envíe algo?" Le preguntó Idril atenta, tras corresponder la venia.

"No. Gracias." Shion comenzó a alejarse en dirección de sus estancias con paso tranquilo. "No te desabrigues."

Idril no le respondió. Tan solo se limitó a ver como Shion se alejaba y se perdía hacia el interior de sus Estancias. Luego, la elfa miró hacia el oeste, hacia la puesta de sol, que mostraba sus últimos rayos. Entonces sintió un jaloncito en las faldas.

"Mami… pancita tiene hambre." Lloriqueó la pequeña. Idril la tomó en brazos.

"Entonces vamos a ir a comer. Aunque primero… Mami tiene que averiguar quién es la enfermera… sé que hay una, podría jurarlo." Le dijo mientras caminaba hacia el interior de las Estancias.

Niké asintió obediente… como que percibía a su mami muy inquieta.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo capítulo: Algo Difícil de Recordar.

"No me haga caso." Se apresuró en decir Mu, que supo de inmediato que había metido la pata. "Mi papá fue orfebre, y como no le conocí, tengo la mala costumbre de decir que las joyas que veo son de origen lemuriano…"

"Mu… no sabes mentir." Le dijo Idril casi enternecida por el esfuerzo de Mu por arreglar las cosas. El santo de Aries suspiró derrotado.

"úù Lo sé."

PS: Ya sé que el santo de Cáncer no nos muestra gran variedad de técnicas, por lo que la que sacó Idril en el Flashback puede haberles parecido algo extraña. Tengo una explicación para eso: en 1743, Idril falleció sin haber dejado aprendiz para Cáncer (estaba finalizando el entrenamiento de Süe, pero ella postulaba a una armadura de plata), por lo que debió haberse llevado el secreto de varias técnicas con ella a la tumba. A partir de ahora, tengo que escribir, o más bien ya los escribí, 2 capítulos más que son muy difíciles. No porque me presenten guerra, sino porque junto con el que acaban de leer, implican algunos recuerdos de Idril y Shion que no son precisamente felices y que si estropeo, todo el fic carecerá de sentido. ¡Por favor! deséenme mucha suerte. ¡DEJEN REVIEW Y LES DARÉ DEL PASTEL DE MORAS DE IDRIL! (si es que consigo mantenerlo a salvo de Shura, Afro, Shion y Saori)

Brújula Cultural:

Selene: En la mitología griega, Selene (en griego Σελήνη) era una antigua diosa lunar. Es hija de los titanes Hiperión y Tía. En Roma, se la conoció bajo el nombre de Luna y su templo estaba monte Aventino, construido en el siglo VI a. C, y destruido en el gran incendio de Roma provocado por el nefasto Emperador Nerón. Es una diosa lunar, hermana de Helios, el Sol (que después fue reemplazado por Apolo): después que Helios termina su viaje a través del cielo, Selene comienza el suyo cuando la noche cae sobre la tierra. Estos dos tienen una hermana menor, Eos, la diosa de la aurora, que anuncia el día. Esta diosa tuvo un amante humano, el héroe Céfalo, y la diosa Afrodita la maldijo, negándole el derecho de encontrar el verdadero y definitivo amor. Los amantes de Eos nunca la satisfacen y la diosa siempre se aburre muy rápido de ellos. Con el paso del tiempo y la evolución de la mística griega, Selene terminó siendo suplantada por Artemisa, de forma que los escritores posteriores la describían como una hija de Zeus o de Palas. Un ejemplo de esto lo podemos ver en el himno homérico al dios Hermes, que la nombra. Allí, Homero, con su característica alusión a la línea paterna, la llama "la brillante Selene, hija del señor Palas, hijo de Megamedes." Pueden ver una imagen de esta diosa (Selene) en mi blog.