Capítulo 6. Tendiendo la trampa.

Después de discutir durante toda la hora de la siesta el plan ya estaba establecido.

"¿Estás segura de que quieres hacer esto? Las señoras del pueblo podrían echártelo en cara más tarde." dijo Diego preocupado.

"Es el único plan que puede funcionar. Es esto o seguir esperando indefinidamente para casarnos, y yo no quiero hacer eso, sobre todo ahora que sé cómo encontrarte." Afirmó Victoria. "Tengo que volver a la cocina. Nos vemos más tarde."

"Hasta luego." se despidió don Alejandro.

Victoria volvió a la taberna y Diego la siguió con la mirada. "Es una mujer valiente."

"Procura no discutir con ella cuando tenga algo en la mano." dijo don Alejandro con una risa. Diego asintió.

"Tenemos tiempo hasta la hora de la cena." dijo don Alejandro mirando a su alrededor. Cogió una silla y la acercó al escritorio de su hijo. "Vas a contarme qué has estado haciendo desde que volviste de España."

Diego se sirvió un vaso de agua y se volvió a sentar, indicando a su padre que también lo hiciera. "Cuando el alcalde Luis Ramón os encarceló fui a reclamar que os liberara, y ya puedes suponer lo que me dijo."

El atardecer trajo una brisa que venía desde el mar y refrescó un poco el ambiente. Victoria abrió las puertas y las ventanas de la taberna esperando que la corriente ventilara el interior. Los soldados estaban acabando de cenar cuando entró Diego llevando un periódico en la mano.

"¿Os queda algo para cenar?" preguntó a Pilar.

"Sí, don Diego, nos queda carne asada."

"Bien, tomaré una ración."

"Ahora mismo."

Al salir de la cocina para atender una mesa Victoria vio a Diego, que fingía leer el periódico que había llevado. Diego miró disimuladamente al alcalde, y se dio cuenta de que los observaba. Cuando Victoria dejó los platos en la mesa a la que se dirigía, ella se acercó a Diego. "El alcalde nos está mirando." dijo Diego en voz lo bastante baja como para que los demás ocupantes de la taberna no le oyeran.

"Entonces. ¿Empezamos con el plan?"

"Vamos a ver si podemos captar su atención." dijo Diego, y le dirigió una mirada seductora mientras cogía la mano de ella un momento y asentía con la cabeza. Victoria le sonrió y se retiró a la cocina, volviéndose a mirarle con una sonrisa justo antes de traspasar la puerta.

El alcalde no podía resistir la curiosidad y se acercó a Diego, que volvió su atención hacia lo que tenía en la mano.

"Vaya, don Diego. ¿Buscando una nueva víctima?"

"No sé a qué se refiere, señor." dijo Diego con indiferencia.

"No digo que la señorita Escalante no sea hermosa, pero tiene dos graves inconvenientes."

Diego no reaccionó.

"¿No me va a preguntar cuáles son?"

"No me interesa su opinión sobre la señorita."

"Se lo diré de todas formas. Son su carácter y su pretendiente."

"Si se refiere a el Zorro está claro que no es su pretendiente."

"¿Eso cree?"

"Sí, estoy seguro de que no se puede casar con ella, por lo tanto no puede aspirar a su mano."

"¿Y eso es lo que quiere usted?"

"No voy a hacerle confidencias, no somos amigos."

Pilar trajo el plato de Diego y él empezó a comer ignorando al alcalde, que volvió a su mesa a tomarse el postre. En lugar de irse continuó allí un rato más, hasta que las chicas empezaron a anunciar que era casi la hora de cerrar.

El alcalde se levantó de la mesa y se dirigió hacia la de Diego, que había terminado la cena y estaba otra vez leyendo.

"Me temo que tenemos que irnos."

Diego lo miró irritado, y decidió levantarse y salir de la taberna sin decir una palabra. Se dirigió a la oficina, lo que llamó la atención del alcalde.

"¿No vuelve a casa?"

"No, tengo aún algo que hacer."

"¿Solo o acompañado?"

"Buenas noches." fue la única respuesta de Diego que entró en la oficina.

El alcalde volvió al cuartel y llamó a uno de los soldados que no estaba de guardia.

"Quiero que salga ahí fuera y vigile la puerta de la oficina del periódico. Fíjese cuando el señor de la Vega salga, y cuando vea con claridad si sale del pueblo o entra en algún edificio hágamelo saber."

"Sí, señor alcalde."