A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Para más información, leer las A/N en el capítulo de Obertura. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad.
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. Hay algunos personajes y conceptos que hacen relación a la obra de Tolkien, y que no me pertenecen. No estoy sacando beneficio económico de esto: nada más entretengo a mi imaginación.
ADVERTENCIA.
Principio 147 para ver y entender Manga: Los bebés son adorables, siempre y cuando quien los cuida sepa lo que hace.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 17:
Tristeza.
Hospital.
Día Siguiente.
13:32 pm.
Se sentía literalmente HORRIBLE.
Pronto los sonidos comenzaron a ser coherentes y una terrible jaqueca le inundó la cabeza. Podía oír las voces de 4 personas no lejos de él. Tenía frío y se sentía como un alfiletero. Sus párpados, que bailaron agitados algunos instantes en su lucha por abrirse, le revelaron un pulcro techo blanco. Parece que estaba tendido sobre una cama que no era la suya. Podía oír un constate y familiar 'bip' cerca suyo… empuñó las manos lentamente…
Estaba en el hospital. No había otra explicación posible. Shion suspiró aliviado: si había podido deducir eso sin esforzarse tanto, entonces no estaba tan mal después de todo. ¿Qué le había pasado? Feh. Su corazón de seguro. Se reprochó a sí mismo: seguía siendo un cabezota y no aprendía. Conocía bien las señales y sabía cuando tenía que tomarse las cosas con calma, pero no. Insistía en ignorar los mensajes de fallas técnicas que su corazón solía enviarle de tanto en tanto y esto era lo que le pasaba.
¡Que Estafa! Había sido revivido en el cuerpo de un muchacho de 18, ahora se supone que tenía 21 años físicos, pero su corazón seguía tan delicado como cuando tenía 226.
"¿Dónde…?"
Bastó ese balbuceo para soltar el Pandemonium. Mu, Docko y Saori aparecieron sobre su cama y se apilaron encima suyo, llenos de preocupación, lo cuál le generó un sentimiento claustrofóbico del cuál no se pudo defender. ¡Vaya! Kanon debió sentirse igualito cuando despertó luego de su accidente con Caicaivilú. Entonces Selene, quien se había convertido en una suerte de "médico oficial" de este montón de locos, apareció en su rescate, y los espantó como moscas, usando una ficha.
"¡Atrás, Atrás Montoneros! ¿Qué No Se Dan Cuenta Que Molestan? ¡Ay Que Ver Como Son! Dejen Al Paciente Tranquilo Y No Le Corten El Aire." Gruñó enojada, pero logrando su objetivo, dado que estos tres brutos se hicieron a un lado. Selene se volvió hacia un inquieto Shion y le sonrió con dulzura. "Buenas Tardes Excelencia. Me alegra verlo con nosotros tan pronto."
"¡Maestro! Qué Alegría Me Da Verlo Conciente." Se apresuró a decir Mu, realmente aliviado. Si hasta estaba pálido de la preocupación el pobre. "Nos tenía muy preocupados." Saori le miró con los ojos llenos de lágrimas y expresión de honesta angustia.
"¡Ay Shion! Que Bueno Que No Te Moriste. ¡Estaba Urgidísima!" Exclamó entre lloriqueos e hipos, mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo. La diosa se sentía fatal y la conciencia le estaba cargando con peso extra: se sentía muy culpable por lo que le había pasado.
"¡Tremendo Susto Que Nos Diste! Debería Darte Vergüenza." Le reclamó Docko. "Ya Estás Demasiado Viejo Para Este Tipo De Cosas."
Es que cuando Idril dio la alarma en el Santuario la noche anterior, todos se preocuparon a horrores por el Patriarca y corrieron con la agilidad que se supone que es propia de los santos de Athena y con la que debieron haber corrido desde el principio. Tuvieron que llevarle de urgencia al hospital, en donde se dieron cuenta que pese a sus 21 saludables años (en verdad tiene 280, pero los doctores no necesitan saber eso), Shion estaba teniendo una falla seria en el corazón, y para colmo no respondía a las órdenes verbales, pese a tener los ojos abiertos como platos.
Más de un médico y enfermera se sintió inquieto por tan concienzudo e inconsciente escrutinio. No es divertido pinchar con una aguja a un paciente que te mira fijo.
Afortunadamente lograron controlar la crisis, pero Shion pasó muy mala noche. Apenas había comenzado a estabilizarse a medida que avanzaba el día. Selene, la misma doctora que había atendido a los santos tras el ataque de la serpiente, le explicaba en esos momentos a Docko, Mu y Saori el diagnóstico que había dado el cardiólogo y que esperaban que Shion despertase esa noche… pero evidentemente se había adelantado, lo cuál era muy buena señal.
"No lo presionen." Les regañó Selene otra vez. "Por favor salgan y luego los haré entrar. Uno por uno y siempre y cuando se porten bien." Ordenó con energía. En vista de la situación, Docko asintió con la cabeza y sin esperar más indicaciones, tomó a Mu y a Saori del brazo y se los llevó fuera.
"¿Qué… me pasó?" Preguntó Shion adolorido y cansado, mientras Selene comenzaba a examinarlo.
"Tuvo una falla al corazón: llegó con las justas Excelencia." Le explicó mientras hacía su trabajo. "Supe que se ha descuidado mucho estos días."
"Para nada." Se defendió Shion con lentitud. "Me he portado bien."
Selene le miró con cara de circunstancias y le sonrió no más porque no quería discutir con un paciente que recién salía de una crisis cardiaca. Continuó con su examen, sin hacer muchas preguntas. Shion en seguida supo que la abnegada médica pronto le tiraría de las orejas por ser irresponsable y cabeza dura.
"Al menos que de algo le sirva tener un cuerpo de 21 años, Excelencia." Le dijo Selene de pronto. "Está mucho más estable que desde hace un par de horas."
"¿Cuándo me dan de alta?"
"Como en 7 o 9 días. El doctor Tsalikis quiere asegurarse de que se quede en cama, entre otras cosas. Tenemos que vigilar muy bien como funciona su corazón estos días. Ni se crea que lo van a dejar salir antes." Explicó Selene con una agradable sonrisa. "Estuve hablando con Astrea de Erídano: Me dijo que hace algunas semanas está con la presión errática. El doctor Tsalikis está muy molesto con usted."
"Bah, no más me bajó y me subió la presión solo un poquito, no es para tanto." Se defendió Shion haciendo una seña con los dedos y con cara de niño regañado.
"No fue lo que me dijo Alisa." Selene se puso muy seria. "Afro de Piscis también nos dijo algo similar, lo mismo que Mu, Saga e incluso Shiryu."
"Feh. Montón de Chismosos." Shion puso un taimado mohín en la cara e infló los cachetes. Selene sonrió amable.
"No me ponga esa cara, que no es mi culpa que usted no se cuide el corazón. Le diré a los demás que pueden entrar en lo que le aviso a su cardiólogo que usted despertó."
"Gracias."
Selene salió por la puerta, pero el Patriarca apenas tuvo un respiro. En seguida entraron Mu, seguido de Saori, quienes no se tardaron en llegar junto a él. Shion se quedó mirando fijo a la diosa, con el ceño ligeramente fruncido.
"¿Cómo te sien…?"
"¿Dónde Se Supone Que Se Metió En Todo El Día?" Le preguntó con firmeza, interrumpiendo así a la joven y atolondrada diosa. "Casi Me Mata De La Angustia. Literalmente." Saori puso ojos grandes.
"Ya No Me Digas Eso Que Me Voy A Sentir Más Mal De Lo Que Ya Me Siento." Le lloriqueó con ojos grandes y llenos de culpa. "Idril Ya Me Regañó Por Lo Mismo Y No Fue Nada Bonito." Los ojos de la diosa se tornaron más brillantes. "Le dijo a mi papá… y se enojó mucho conmigo… me regañó mucho más. ¡Me castigó dos semanas!"
"Merecido se lo tenía." Gruñó Shion. "¿No me va a decir donde estuvo?" Saori, así con cara de borrego a medio morir, con los ojos llenos de lágrimas y jugando con los dedos, negó con la cabeza.
"Tenía una buena razón." Explicó mientras se secaba las lágrimas. "Lo único que lamento es que tu corazón no lo haya soportado. Pero míralo del lado positivo: sigues vivo." Añadió con torpeza.
Qué manera más sutil de decirle que no le daría explicaciones por su desaparición del día anterior. Una gota resbaló por la cabeza de Mu y de Shion, quienes se masajearon al mismo tiempo las sienes. El santo de Aries le dio unas palmaditas en la espalda a la diosa.
"Princesa, ¿Le molestaría ir por algunas almohadas a la estación de enfermeras? Me parece que podríamos usar algunas." Le pidió Mu con gentileza. Saori entendió de inmediato que Mu quería conversar a solas con su Maestro, por lo que asintió con dulzura.
"En seguida vuelvo."
Saori salió a paso veloz de la habitación de Shion, la cuál era bastante amplia. Ser Patriarca tenía sus ventajas: al menos le daban un buen cuarto en el hospital. Mu de Aries relajó los músculos y se volvió a su Maestro.
"Insisto Maestro, siento un gran alivio por verlo despierto."
"… ¿Les di un buen susto anoche verdad?"
"No tiene idea. Ya avisé al Santuario que despertó: estamos todos muy preocupados." Le explicó con calma. "Admito que estoy muy molesto con usted, al igual que todos. Debió haberse cuidado más: su corazón no es el que solía ser y lo sabe. Fue muy irresponsable de su parte."
"Al menos no me morí de nuevo, Mu, dame un respiro." Shion resopló cansado. "Creo que este es el primero de muchos regaños… lamento haberte asustado, hijo."
"Feh. Pudo ser peor: anoche estaba muy mal. Ni siquiera me atreví a teletransportarlo aquí. Tuvimos que llamar una ambulancia: fue la espera más larga de mi vida." Mu resopló hastiado. "Al menos sobrevivió y eso es lo que importa. Sé de buena fuente que su pronóstico es muy bueno."
Vaya manera de reprocharle un susto a su Maestro. A Mu ni siquiera le dio algo decir esto tan directo. Shion sintió una gota en la cabeza: mejor cambiaba el tema.
"Dime una cosa… ¿La señorita Niké?" En verdad, al Patriarca le habría gustado preguntar por Idril, pero no se atrevió. No obstante, Mu es bastante ducho en interpretar preguntas ocultas.
"La pequeña Niké está con su tutora… quien por cierto nos dio una buena regañada a todos anoche en lo que esperábamos la ambulancia. ¡Hizo callar a los gemelos, a Aioria y a Milo tan solo con la mirada! Y eso que estaba con la máscara. Astrea de Erídano no nos dejó moverlo y también nos regañó." Explicó Mu con una gota en la cabeza. Al parecer la noche anterior había sido bastante movida. "Sabemos que la pequeña Niké está con ella, pero desde que se lo trajeron al hospital… nadie las ha visto."
"Ya veo…" Shion se quedó silencioso en la cama y recreó en su mente todo lo que había ocurrido antes de su ataque. Se angustió poco a poco.
"No han salido del Santuario." Se apresuró a decir Mu, que detectó el malestar de su maestro en seguida. "Si quiere puedo pedirle que venga…"
"No es necesario Mu." Le interrumpió Shion con gentil firmeza. "Aunque se lo pidas, Idril no vendrá… tuve una discusión con ella y no creo… que quiera verme."
"Maestro… este…" Mu se mordió el labio. Tenía ganas de decir algo, pero no se animaba. "… quizás la Señora Idril no quiera verlo, pero sí estaba muy preocupada por usted anoche… y… verá… ¿Desea descansar?" Se interrumpió a sí mismo, dado que no se sentía cómodo con lo que estaba diciendo.
"Me gustaría mucho."
"Y ese viejo testarudo lo necesita más que nunca." Entrando a la habitación, un médico mayor sonreía bonachón. Era el doctor Tsalikis, el cardiólogo oficial del Patriarca, que le atendía incluso desde antes de morir la primera vez en manos de Ares. "Por favor Mu, espera afuera que necesito regañar a mi paciente."
"Entonces me retiro. Maestro, le avisaré a los demás que usted está mucho mejor." Mu se despidió con una sutil reverencia y se retiró de la habitación. Shion se sopló el flequillo una vez que su alumno estuvo fuera.
"Creo que debería dar turnos para que me regañen: sé que voy a recibir muchos de esos."
"¡Que Lo Diga Excelencia!" Dijo el doctor Tsalikis, alzando ambas cejas mientras se acercaba a él. "Merecidos Serán Todos. De Mis Pacientes, USTED Es El Más Cabezota." Le regañó el doctor Tsalikis, mientras ponía las manos en las caderas… entonces sorpresivamente le dio un zape en la cabeza.
"¡AUCH! ¿Por qué hizo eso?"
"¡No Me Lo Reclame Que Se Lo Merece! Feh. Usted es imposible." Gruño molesto. Entonces suspiró profundo. "¿Qué le vamos a hacer? Usted ya es demasiado viejo para cambiar. Vamos a ver…"
Casa de Leo.
15:20 pm.
Marin colgó el teléfono, mientras se volvía hacia Aioria, quien se aseguraba que Niké no rodara al suelo. La pequeña diosa dormía su siesta de la tarde, muy abrazada de su conejo de peluche, en la habitación que ahora compartían el santo de Leo y su ahora esposa, Marin de Águila. La amazona, que no estaba usando su máscara, se quedó viendo a su marido y resopló.
"Era el Maestro Docko. Llamó para avisar que Su Excelencia estará 8 días en el hospital."
"¿Ya está mejor, verdad?" Pregunto muy preocupado.
"Sí, pero el doctor Tsalikis no quiere arriesgarse." Marin se sentó detrás de Aioria y le abrazó. "Mejor que se aseguren que está estable, que con el corazón…"
"Nunca se sabe." Terminó Aioria por ella. "Hablando de viejos tercos… ¿Qué dijo la Señora Idril?"
"Que vigiláramos a la pequeña. Vendrá en dos horas más." Marin suspiró profundo. "Me dio lástima, no se veía muy bien."
"La verdad la comprendo. Hay que ver qué pasa." Aioria se puso de pie, al igual que Marin. "Por cierto, ¿te has sentido mejor? Por lo menos recuperaste algo de color en las mejillas."
"Sí. Bastante mejor." Marin hizo una mueca. "Pero no quiero que vuelvas a preparar arroz con curry de nuevo, que tan solo pensar en eso se me pone la piel de gallina." Le pidió al recordar la cena de la noche anterior. La amazona, que todavía no le decía ni media palabra, le abrazó con ternura.
"Jejeje… Perdón. No vuelvo a cocinar eso." Le aseguró Aioria mientras se ponía de pie. Marin le imitó y le tomó del brazo.
"Más te vale." Le dijo mientras ambos caminaban a la puerta. Marin respiró profundo. "Por cierto Aioria, ¿No te molesta que estemos de niñeros de Niké?"
"¡En Absoluto! Es una nena encantadora. Y lo mejor de todo es que no es una bebé: no me gusta cambiar pañales." Aseguró el León de muy buen humor. Marin, recordando cierto episodio que involucró un gancho de ropa y un pañal sucio, sofocó una risita… que pronto derivó en nerviosismo.
"Tienes razón." Balbuceó muy aprehensiva. "No es lindo cambiar pañales." Añadió sin decirle nada, aunque algo nerviosa por la misma razón. ¿Cuándo podría decirle? Se ponía nerviosa con tan solo pensarlo. ¿Qué le diría? Eso le daba ganas de llorar, ya que no sabía qué decir ni como. Mejor se armaba pronto de valor, que ligero tendría que decirle. Aioria le sonrió coqueto, sin siquiera imaginar el motivo detrás de los dichos de su esposa.
La pareja salió del dormitorio, dejando a la pequeña Niké durmiendo con su conejo. Cerraron la puerta con cuidado y ambos se dirigieron a la sala.
Hospital.
23:50 pm.
El día había pasado como un nervioso manchón de luz. No recibió muchas visitas, dado que el médico a cargo prefirió restringirlas, aunque sí estuvo acompañado todo el día. Ni Mu, Saori o Docko quisieron abandonar el hospital solo por si acaso. El trío se había ido hacía un par de horas, dejándolo solo con sus pensamientos.
La luz estaba apagada y las ventanas abiertas. La luz de luna entraba con timidez. Mas no dormía, no podía, pese a lo cansado que estaba: muchas cosas habían pasado y tenía que meditarlas todas, lo cuál le estaba tomando tiempo. Estaba asustado de no volver a ver a Idril… su sola actitud de los días previos le atormentaba y la necesidad de darle una excusa a la elfa, sobre todo por el asunto de sus orejas, y quizás decirle lo mismo que le había dicho antes, pero con un tono diferente, no lo dejaba tranquilo.
Se agitó en la cama, y no se sentía cómodo. Estaba cansado, pero no lograba conciliar el sueño. ¿Y si llamaba a la enfermera para pedirle algo para dormir? Es que Hipnos y Morfeo parecían sordos a sus súplicas.
Mientras se decidía, miraba al timbre para llamar a la enfermera con atención. Entonces… algo se sentó a los pies de su cama con delicadeza. Shion puso atención de inmediato y se incorporó levemente: Idril se quitó la máscara en ese momento y la dejó a un costado, a los pies de la cama, encima de su capa élfica, que estaba doblada sin mucho cuidado. Sin que se hubiera dado cuenta del momento en que había entrado ni nada, de pronto la elfa estaba allí, sentada sobre su cama y a su costado izquierdo.
En la oscuridad de la habitación, sus verduzcos ojos parecían tener una luz extraña y su piel un brillo poco natural. Llevaba un vestido azul grisáceo, muy élfico y del gusto de Idril. Su cabello parecía estar húmedo, como si hubiera metido la cabeza bajo el agua para refrescarse y retirado luego el exceso de líquido de un par de sacudidas. Se veía casi irreal, etérea… ¿Por qué se fijaba en estos detalles? Ni idea, pero les aseguro que no se detuvo a preguntarse tal cosa.
Sintió un apretujón en las tripas y confundido entrecerró los ojos y quiso incorporarse más. Sin embargo la elfa le detuvo y le obligó a tenderse de nuevo sin mucho esfuerzo.
"Si, soy yo. Bien real que soy y estoy aquí." Le dijo en susurros casi. Era extraño verla hablar sin la máscara de por medio. "Aries, No te muevas mucho: te puedes hacer daño."
"¿Estás Preocupada?" Preguntó Shion cansado, pero contento, mientras se dejaba recostar. "Sabes que no me entran balas."
"Discrepo." Afirmó Idril con justa razón. "Si esto te hubiera ocurrido en 1743, no habrías vivido para contarlo." Le dijo Idril casi en susurros. Shion sonrió travieso, enfermo sí, pero travieso de todos modos.
"Para que veas como avanza la medicina: si esto mismo me hubiera ocurrido hace 50 años, no vivo para contarlo." Le aseguró en un esfuerzo por aliviar la conversación. Idril le miró muy grave y suspiró llena de tristeza. Shion tragó saliva, recordando todo lo que había pasado. "Yo… este… ¿Qué haces aquí?"
"Supe que habías despertado…" Dijo Idril mirándose las manos. "Quise venir a verte." La elfa se quedó viendo fijo a los aparatos a los que Shion estaba conectado. No los reconocía y se le hacían agresivos. "¿Qué son todas estas cosas?"
"Son monitores vitales y eso de ahí creo que administra medicinas." Explicó Shion. "Si me llega a pasar algo malo, harán un escándalo horrible y vendrán en mi ayuda…"
"Vaya… dime una cosa… ¿Estás bien?"
"Lo estoy… al menos de momento. ¿Cómo estás tú?"
Idril dejó de ver los monitores y se volvió hacia Shion. Su rostro neutral, de pronto mutó en pena y sus ojos se volvieron vidriosos. Entonces apartó su rostro y comenzó a refregarse las manos. Bajó la cabeza.
"Casi te mato… No… no estoy tan bien como tú." La elfa se llevó la mano a la altura de su propio corazón y volvió su cabeza hacia el Patriarca. "También me duele, y mucho."
Shion suspiró profundo y bajó la mirada, pero pronto la levantó para mirar a Idril a la cara, encontrándose con ella y observándose mutuamente largo rato. Su expresión cambió a una más sencilla y gentil… casi expectante.
"… me imagino… ¿sabes? He estado pensando en ti hoy."
"Yo también." Le aseguró Idril. "Tuve… mucho tiempo para pensar hoy… sobre todo lo que ocurrió anoche… y la otra noche… y… en lo que nos dijimos."
"Idril, yo…"
"¡Aries! Cierra la boca. Necesito hablar… no me interrumpas." Idril se mordió el labio y tomó aire. Arqueó la espalda un poco, como preocupada. En vista de esto, Shion decidió callarse. "No soy buena en estas cosas… por favor no me interrumpas."
"… mientras no me hagas sentir apenado, no te interrumpiré." Le aseguró el Patriarca.
La elfa le sonrió de soslayo y luego se refregó la nuca con una mano. Volvió a inhalar una buena cantidad de aire y observó el techo algunos segundos antes de volverse hacia el antiguo santo de Aries.
"Respecto a lo de anoche… y a todo lo que me dijiste… fuiste un imbécil." Dijo Idril con firmeza. Luego, como si estuviera avergonzada, bajó los hombros. "Aunque no te culpo, teniendo en cuenta mi actitud." Añadió al cabo de un rato. "Aún así, no debiste haber tratado de llamar mi atención de esa manera." La elfa se tomó un tiempo, y jugó con sus dedos. "Yo también fui una imbécil… debí haber sabido que debía ser más directa contigo y menos sutil. ¡Aries eres al fin y al cabo! Siempre fuiste mi persona favorita." Dijo esto último con algo de temor. Un ligero rubor se subió a las mejillas del Patriarca.
"No me hagas sentir apenado…"
"Lo que quería decirte es… que no era necesario que llamaras mi atención… porque… siempre la tuviste toda… sin condiciones." La elfa esbozó una triste sonrisa y se encogió de hombros. Volvió a tomarse unos momentos antes de continuar. "Eras el único que no se burlaba de mis orejas… y el único que dijo algo lindo de ellas… entre otras cosas."
Inserte otro minuto de silencio. Ya sé que sumamos bastantes en este rato, pero no me da el corazón para presionar las cosas.
"Eres muy especial para mi…" Aseguró Idril con timidez, sonrosada hasta las orejas. Sin embargo de pronto frunció el ceño. "Eso que me dijiste de que buscabas chicas que se parecieran a mi, me pareció un insulto… Yo… Me sentía en desventaja. Me molesta saber ahora que tenía todas las de ganar todo el tiempo y…" Idril se puso a jugar con sus dedos. Al parecer había estado planeando esto toda la tarde.
"¡Oye! No me dabas muchas pistas que digamos. Contigo nunca se sabe." La interrumpió Shion de repente. "Además… debí haberme fijado en eso, debí tratar de conquistarte a ti directamente y no a otras. No estaba pensando claro." Shion se sonrojó más fuerte y también se puso a jugar con los dedos. "También eres…"
Un sollozo. Un largo y súbito sollozo le interrumpió a mitad de la oración. Idril se cubrió la boca con una mano y cerró los ojos, dejando caer una lágrima.
"… Me dijiste orejona." Gimoteó la elfa. Eso saca de onda a cualquiera.
"Err…"
"Tengo… me pasa algo muy feo con esa palabra, me siento muy, muy… mal. De pequeña, me costó mucho superarlo e incluso llegué a ignorarlo. Si alguien más me hubiera dicho eso… me habría valido madres, te lo aseguro." Le dijo Idril tratando de componerse. "Pero… viniendo de ti… sí que me dolió…"
Shion abrió los ojos muy grandes. ¡Claro! Sabía bien que de pequeña, las demás aprendizas molestaban muy feo a Idril por sus orejas. Incluso el día en que la conoció, la pequeña lloraba de coraje y humillación porque le habían estado molestando por sus orejas. Entonces el Patriarca se sintió muy mal, compungido y muy miserable… más de lo que ya se sentía.
"Idril, te aseguro que no quise… No estaba pensando claro, ¡Sabes que cuando me enojo, digo cosas de las que me arrepiento luego!" Le dijo mientras se incorporaba en la cama quieras que no. "Aunque sí eres orejona…"
Idril le miro de reojo, con una tierna expresión de hastío y de cachorro bueno. El lemuriano le sonrió.
"¡Son Preciosas! Tus orejas me fascinan… siempre ha sido así, desde que te conocí." Se apresuró a decir. "Hasta incluso te lo dije de inmediato." Idril se sonrosó y fijó su vista en otro punto que no fuera el rostro de Shion.
"Como sea."
"…"
"…"
"Es irónico. Ambos íbamos para el mismo lado y nunca nos dijimos nada." Comentó de pronto Shion. El Patriarca entonces suspiró largamente: tenía un pensamiento fijo en la cabeza… estaba pensando en la anterior guerra contra Hades… Entrecerró los ojos, preocupado. "Idril… ¿Recuerdas cuando empezó la guerra?" Preguntó con cuidado. La elfa asintió con lentitud. "Esa semana estabas diferente, como alterada… ¿Qué te pasó?"
"… ¿Qué importancia puede tener eso?"
"Mucha." Shion miró a Idril muy en serio. "No me lo he dejado de preguntar en más de dos siglos…"
"Es ridículo…" Idril se sintió avergonzada. "Es que… yo… sabía de tu pequeño affaire con Süe… lo supe desde el día en que la dejé sin cena por vaga… verás… te vi besándola." La elfa infló los cachetes. Shion hizo un gesto de fastidio.
"Argh…"
"Esa semana… Süe me dio muchos problemas… sin mencionar que me hizo encelar mucho. Esa relación tuya con ella me estaba carcomiendo los nervios." Idril miró de pronto sorprendida a Shion. "Aries: has estado bastante ocioso todo este tiempo, si pensabas en eso."
"No es eso." Shion negó con la cabeza, siempre muy serio. "Tengo que confesarte algo. No me enorgullece decir que Süe fue lo más cerca que llegué de ti. Cuando falleciste… maduré de golpe y muy tarde. Me di cuenta de todas mis barrabasadas. Tú muerte… me alteró y no… pude superarla del todo. Cuando expiraste… Sentí como si me quitaran el piso, ya nada tuvo sentido, ni fue igual que antes. Se me dijo… que cambié alegría por melancolía."
Esta sentida confesión sorprendió a Idril. Algo en el tono de voz de Shion, o quizás en las palabras usadas, la sacaron de onda. La elfa le miró con ojos grandes y expectantes. Sintió un nudo en la garganta.
"¡No! No es cierto…" Idril respiró con dificultad. "No me digas eso… no me digas que fallecí en vano."
"¿Por qué dices eso?" Preguntó Shion alzando ambas cejas, err, digo, puntos. Idril se puso de pie y caminó hasta la cabecera de la cama. Se inclinó un poco hacia el Patriarca.
"Hace unos días me preguntaste por que salté y me expuse a aquél ataque en esa ocasión… cuando fallecí."
"Sí. Me dijiste porque fue un ataque a traición…"
"No solo por eso." Idril tragó saliva. "Salté porque ese ataque te mataría… Lo que menos quería era verte muerto. No me cuadraba el mundo sin tu alegría tan guarra." Explicó con tristeza. "Athena sabe que en esa ocasión me propuse ganar cada batalla, porque intuía que tú lo harías. ¡Eres uno de los santos más fuertes que he conocido! Así lo hice: ¡Maté a cuánto espectro se me cruzó por delante! Incluso maté y empalé al Juez de Griffin." La elfa se detuvo y tomó aire. Meneó la cabeza. "Ese ataque te iba a matar… Wyvern te mataría con un ataque que iba por la espalda: si no hacía algo…"
"… me hubiera dado cuenta, me hubiera percatado que el muy infeliz…"
"Es que… Me hacías reír."
"¿Qué? Nunca te hice reír, por más que lo intenté." Shion infló los cachetes con un mohín. "¡Y no creas que no lo hice! Ni mis mejores chistes te hicieron reír."
"Sí me hacías reír, eras muy simpático entonces." Le aseguró Idril con una gran sonrisa. "Verás…" Continuó. "Aguanté los 9 días de la guerra prácticamente sin heridas más que raspones o moretes… Wyvern, el muy maldito, te atacó por la espalda, ¡No Lo Pensé: Podía detener ese ataque con mis manos… y creo que así lo hice…" Explicó pensativa. La verdad es que Idril no recordaba con claridad ese episodio. "Si te morías… yo me habría muerto de la pena. No te quería ver muerto… me habría muerto a las pocas semanas."
"…"
"Se me dijo en Aman, que los elfos podemos fallecer de pena…" Idril se quedó en quieto suspenso. "Lo que te pasó anoche… me recordó la angustia que sentí en aquella ocasión…"
"¿Ahora… tampoco quieres verme muerto?" Preguntó Shion sintiendo mucha pena y un nudo horrible en la garganta. Estaba conociendo una faceta de Idril que jamás creyó que conocería.
"¡Aries, No Inventes! No, Shion, no te quiero ver muerto." Protestó la elfa, usando algunos términos obviamente modernos. "¡Anoche Me Diste Un Susto Atroz Y Tremendo! Yo… sigo sin desear que mueras. No… te quiero ver muerto. Merin sa haryalye alasse…"
Idril se puso de pie sin dejar de ver a Shion a los ojos. Retrocedió un paso y sólo entonces desvió la mirada: se quedó con los ojos fijos en el suelo. Se refregó la cara con las manos y respiró profundo, como presa de mucho dolor. Shion intentó ponerse de pie y abrazarla, dado que sentía una horrible urgencia por hacer tal cosa, pero no pudo: cables, agujas y su propio cansancio, que no recordaba tener, lo detuvieron. Sin embargo no se quedó sin hacer nada. Tragándose el propio nudo que sentía a mitad del esófago, Shion habló.
"Idril… ¿me dejarás hablar a mí?" Le preguntó con voz tranquila y conciliadora. La elfa se cubrió las orejas y derramó algunas lágrimas.
"Nunca supe… que me querías." Lloriqueó con una pena tremenda. "Nunca lo supe… y yo la muy bruta… nunca te dije lo que sentía…"
"¡Por Athena, deja de llorar!"
Sacando energía quizás de donde, Shion se levantó de la cama, pese a todas las contraindicaciones médicas y anteriores obstáculos. Trató de acercarse a Idril con la urgencia de abrazarla, pero una mirada de la elfa, llena de tristeza, lo detuvo. Se sostuvieron largo rato la mirada hasta que de pronto ella relajó todos los músculos. Un vacío ácido en el estómago le impulsó a dar un nuevo paso, pero esta vez le detuvo una sonrisa de la elfa.
"Alguien viene." Le dijo con más dulzura de la usual, cosa que hasta daba un poco de miedo. Shion se volvió hacia la puerta de súbito, molesto por la probable interrupción.
"¿De qué hablas? No viene…" Protestó el Patriarca, pero al volverse hacia la elfa se llevó una sorpresa. "¿Idril?"
La antigua amazona de Cáncer no estaba.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Capítulo: La Colina de las Estrellas.
… Algo, o más bien alguien, le seguía. Se dio la media vuelta molesto, dado que nadie más que él tenía autorización de subir a Star Hill, a menos que él dijera lo contrario, excepto Athena y sabía que Saori estaba en su cuarto viendo una película. Lo que vio, sin embargo, le llenó del más vivo de los alivios.
PS: ¡Uff! Debería dejar de escribir conversaciones entre estos dos, me dejan realmente cansada. Vaya que saben como agotar a todos quienes siguen sus vivencias. Ya. Les aviso desde ya que faltan dos capítulos para finalizar esta historia y que no solo estoy feliz de haber escrito esto a buen ritmo, sino porque me han soportado a lo largo de dos capítulos seguidos muy largos. Les prometo un poco de romance para la próxima entrega. ¡DEJEN REVIEW Y LES DARÉ BOCADITOS DE NARANJA!
Brújula Cultural.
Merin Sa Haryalye Alasse: Jejeje, sip. De nuevo mi librito de élfico con sus preciosas frases preconstruidas, dado que no entiendo ni papa del maravilloso lenguaje inventado por Tolkien. Esto significa "Deseo que tengas felicidad."
