A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Para más información, leer las A/N en el capítulo de Obertura. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad.
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. Hay algunos personajes y conceptos que hacen relación a la obra de Tolkien, y que no me pertenecen. No estoy sacando beneficio económico de esto: nada más entretengo a mi imaginación.
ADVERTENCIA.
Principio 126 para ver y entender Manga: No importa cuantas veces alguien trate de suicidarse, siempre serán rescatados por alguien del sexo opuesto en el último momento posible y se enamorarán en ese momento para no separarse jamás.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 18:
La Colina de las Estrellas.
Santuario de Athena. Comedor Principal.
Un mes después.
"¡NOOOOOOOOOOOOOOO!" Chilló Niké con energía. La niña tenía un berrinche temible, cosa que nunca antes en su vida había hecho. Agitó los brazos y piernas, volteando platos y vasos. Bajo la máscara, Junet tenía una molesta expresión y una gordísima vena palpitándole en la sien.
"Niké¡Tía June Se Está Enfadando! Come o te dejo sin desayunar." Le amenazó Junet. Niké la miró enrabietada e infló los cachetes. Abrió la boca mientras se cruzaba de brazos. "Muy bien. Así es como me gusta."
La amazona de Camaleón le dio una cucharada del mismo cereal que se negaba a comer, mientras se cuestionaba seriamente esto de su habilidad para tratar con niños pequeños. Hacía algunos días que Niké hacía berrinche por cualquier cosa, se portaba muy mal y se ponía muy difícil a la hora de las comidas. Corregía su actitud en tanto estuviera Idril cerca, pero en cuanto la elfa desaparecía, se ponía muy mala. El mantel del desayuno tenía nuevos colores y un plato se había roto. Junet parecía salida de una guerra de comida y estaba a un tris de perder la paciencia. Niké tragó el cereal y volvió a abrir la boca, con el ceño fruncido.
"Ahora sí que eres una niña muy buena." Le dijo June mientras le daba otra cucharada que la pequeña masticó a regañadientes. "Ya verás que tu desayuno…"
"¡BRASP!"
Por reflejo, June cerró los ojos, y agradeció a la máscara que llevaba puesta. Niké le había escupido el cereal a la cara. Entonces infló los pulmones y sus ojos derramó gruesas lágrimas. La amazona se quitó los masticados cereales de la cara y dejó el cubierto a un lado.
"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"
"Ya está. Si no quieres comer, no es mi problema." Dijo muy enojada mientras se ponía de pie.
Tomó a la niña en brazos y la dejó de pie en el suelo, pero Niké se echó en el piso sobre su panza y no dejó de llorar ni de revolcarse. Con las manos empuñadas, June la obligó a ponerse de pie y se la llevó a la rastra hasta el despacho del Patriarca. Shion le había dicho que si la niña seguía haciendo berrinches por todo, debía llevarla con él para solucionar el problema.
"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"
En todo caso, a medida que más avanzaban por aquél pasillo, Niké lloraba con más fuerza y más se resistía. No fue necesario que June entrase a las Estancias del Patriarca: el estridente llanto de Niké anunció su llegada y motivo de la visita. Shion salió al pasillo con el ceño muy fruncido y las manos en las caderas.
"Excelencia." Le saludó June con una reverencia. "Creo que esto me supera."
"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"
"Eso veo, hija." Shion se quedó viendo a la niña muy ceñudo. "Niké, deja de llorar."
"¡EZ KE ZON TAN MALOZ KONMIGO¡BUAAAAAAAAAAAAAAA!" Lloró, tratando de dejarse caer al suelo, cosa que no logró, aunque sí se quedó colgando del brazo que la sostenía. Ni al caso, un berrinche es cosa seria, pero no inmanejable. Shion tomó a la niña de la mano y le hizo una seña a June con la cabeza.
"Puedes retirarte June. Muchas gracias y lamento esto. Yo me encargo a partir de aquí."
"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"
"No hay problema, Excelencia, soy yo quien debería dar disculpas por no saber manejar a la pequeña."
"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"
"No, aquí se necesita un poco de maña. Nos estamos viendo." Le dijo Shion mientras se daba la vuelta.
Entró a sus Estancias, ignorando los forcejeos y chillidos de la pequeña diosa de la victoria. Con una calma pasmosa, se acercó a su cuarto, sordo a los reclamos de la pequeña, abrió la puerta, entró, dejó a Niké sentada chillando en el suelo, y salió de la habitación. Se quedó junto a la puerta y chequeó la hora, mientras sujetaba el picaporte.
"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"
"Cinco minutos."
Al verse sola en un cuarto aburrido, Niké detuvo su llanto en lo que se tardaba en reconocer el lugar, hipando y sollozando. Hizo un enorme puchero y sin pensarlo mucho, caminó hasta la puerta, gimiendo bajito y tallándose los ojos. Sujetó el picaporte e intentó salir, pero como Shion sujetaba la puerta del otro lado, le fue imposible.
"¡NOOOOOOOOO! KIERO SALID, ABRE¡NIKÉ SOLITA! KYAAAAAAAA. ABRE, ABRE. Niké Kon Zusto. ¡BUAAAAAAAAA!" Lloró de angustia, aunque lo que tenía era tan solo maña, mientras hacía inútiles esfuerzos por salir del cuarto. "¡BUAAAAAAAAAAAaaaaa!"
Del otro lado, Shion suspiró de hastío, mientras oía como el llanto de la pequeña disminuía en intensidad… hasta que por fin se silenció. Sin embargo, como no pasaban aún los 5 minutos, la pequeña se quedó algún rato más adentro hasta que por fin el Patriarca abrió la puerta y la dejó salir. Taimada hasta más no poder, Niké salió dando pasitos leves y sorbiendo aire por la nariz. Se restregó sus ojitos y miró llena de reproche a Shion.
"Papi malo… yo encerrada." Le dijo con un puchero gigante.
"¿Sabes por qué hice esto?"
"Podke no me kieres nadita…"
"No, no fue por eso. Lo hice porque no has sido buena, haces berrinche y eres muy grosera con Junet." Le explicó el Patriarca con calma. Niké, al saberse regañada, hizo un puchero. "No quiero que vuelvas a portarte mal¿Has entendido?"
Niké le ignoró olímpicamente y echó una corta carrera hasta abrazar las piernas de Idril, que había entrado siguiendo los gritos. Shion se llevó un buen susto: desde aquél día en el hospital que no veía a la elfa y encima ésta seguía caminando con pies de gato. La tipa había pasado prácticamente invisible en el Santuario y era imposible encontrarla. ¡Hasta parecía un fantasma! De hecho, se sabía que en las tardes, tanto ella como su protegida salían del Santuario, pero no iban a Atenas o a sus alrededores. Simplemente desaparecían y no se las notaba de regreso hasta la noche. De tanto en tanto, Idril dejaba de niñero a algún santo dorado por la tarde con la pequeña. Sin embargo, esto último era muy raro.
En el último mes, Shion no la había visto ni por causalidad. Esta era la primera vez que la tenía en frente. Niké se abrazó con fuerza a las piernas de su mami.
"¡MAMIIII!" Lloriqueó. "Papi Shion Dejó a Niké Encerrada Mucho Rato Y DO Me Kedía Dejad Zalid." Se lamentó como si el Patriarca hubiera hecho eso a propósito.
"Es porque te has portado mal." Replicó la elfa. Niké la miró estupefacta e hizo un puchero. Alzó su manita. "Dile que no lo harás de nuevo." Un puchero más grande que el anterior y un grueso lagrimón rodó por la mejilla de la niña.
"Pero yo enceRRada."
"Niké." Dijo Idril con firmeza. La pequeña se volvió hacia el Patriarca, y tras un instante de titubeo, lo miró con sus grandes ojos celestes.
"Seré buena. No lo haré más." Le dijo antes de correr a refugiarse en las piernas de su tutora.
"Espero que sea así." Le dijo Shion segundo antes de fijar su mirada en Idril, quien asintió levemente. "Idril¿Dónde…?"
"Te lo agradezco, Shion." La elfa le dio la mano a la niña y se alejó.
La pregunta del Patriarca murió en su boca. Sin embargo no se quedó quieto y de inmediato salió tras los pasos de Idril, aprovechando que ya tenía más movilidad y energía. Sin embargo, una vez que hubo traspasado el umbral de sus Estancias, que segundos antes había cruzado la elfa, no encontró rastros ni de ella ni de la pequeña. Shion se rascó la nuca.
"¿Cómo hace eso?" Se preguntó extrañado.
Casa de Libra.
Sala de Estar.
"Entonces, Anciano Maestro¿el que mi Maestro haya regresado a su normal melancolía es lo anormal?" Preguntó Mu preocupado. Shiryu miró curioso a Docko.
"Yo diría que es al revés." Aseguró el santo del Dragón. "De lo poco que lo conozco, sé que es un hombre muy gentil, pero MUY nostálgico y triste. Lo extraño es que haya estado tan alegre o tan enojado."
"No es así, niños. Su Excelencia Shion… era una de las personas más alegres que conocí en mi vida. Incluso más que Kiki." Explicó Docko pensativo. "Al menos en su juventud. Tuvo un cambio muy drástico cuando Idril falleció."
"¿Cómo Kiki? Pero Ese Chiquillo Es Un Diablo." Rió Shiryu. "No me imagino al Patriarca igual que Kiki."
"¡Jajaja! Muchacho, te lo digo con conocimiento de causa. Shion era MUCHO PEOR que Kiki."
"Lo cuál no me extrañaría." Dijo Mu meditabundo de pronto. "Kiki es el sobrino de una prima en segundo grado de la mamá de mi Maestro. Debe ser genético." Explicó Mu encogiéndose de hombros. El lemuriano se fijó en Docko. "Entonces, Maestro Docko¿No debo preocuparme por los súbitos cambios de humor de mi Maestro? Es que con lo de su corazón…"
"No te preocupes. Su tristeza es controlada… y condicionada." Docko se encogió de hombros. "A mi se me hace extraña, pues lo conozco de toda la vida y sé que no es lo normal en él, pero a ustedes, no debería importarles."
"No me pida eso, Maestro Docko." Le dijo Mu con un suspiro. "Una tristeza tan larga no es recomendable… mucho menos si usted dice que no es normal."
"Creo que comprendo a Mu." Apoyó Shiryu. "¿No hay nada que podamos hacer para que se le pase esa depresión?"
"No." Dijo Docko. "Sólo una persona puede hacerlo y creo que también está tratando de convencerse a sí misma."
Reino de Auralis.
Bosque de Secrela.
Niké, por el berrinche de esa mañana, había quedado "castigada" en la Casa de Acuario, a cargo de Alsacia, por lo tanto no había cruzado con Idril hacia Auralis cuando Serra las había ido a buscar. Al ver que la dejaban atrás, algo de berrinche había querido iniciar, pero el prospecto de un nuevo castigo la calmó. Al menos la pequeña es astuta y sabe lo que le conviene. A Idril no le gustaba castigarla, pero sabía que era necesario. Ahora justo en esos momentos como que la extrañaba, pero no era nada serio qué lamentar. La elfa observó a su derecha y suspiró.
Hacía más o menos dos semanas que estaba pasando las tardes en los bosques milenarios de Secrela, en Auralis. Serra la había llevado allí a la rastra la primera vez, motivada por pura complicidad femenina y compasión. Es que Idril estaba algo deprimida, y no le gustaba verla así y supo en seguida que sus queridos Árboles la animarían. Pronto comprendió que más que pasar tiempo a solas, lo que necesitaba Idril era alguien con quién conversar. Serra había cumplido ese papel muy a su manera y a conciencia.
Sobre aquella plataforma, un precioso mirador construido entre medio de los árboles, que más que una obra de seres inteligentes, parecía un accidente natural del árbol, la elfa contemplaba extasiada el precioso paisaje que le brindaba aquél magnífico bosque, que por primera vez veían a un elfo de su especie. Aquél bosque era hermoso y calmado: le recordó algunos paisajes en Aman que le llenaban el espíritu. Serra la acompañaba en silencio y parecía meditar. Estaba sentada justo en la orilla de la plataforma, con los pies colgando hacia abajo. El suelo estaba a unos 25 metros por debajo de sus pies.
"Entonces, Señora Idril. ¿Estáis decidida en serio?"
"Sí. Ya lo estoy."
"¡Ya Era Hora!" Exclamó Serra con alegría, mientras se sentaba junto a la chica. "Ya veréis que es lo más sano que podéis hacer y os aliviará el alma. ¿Puedo importunaros con preguntar cuándo pretendéis poner en práctica vuestra decisión?" Con aquella pregunta, Idril se ruborizó mucho. Se puso a jugar con los dedos.
"Si el hado lo permite, esta noche."
Serra sonrió de oreja a oreja y se puso en pie. Sujetó a Idril de un brazo y la impulsó hacia arriba, poniéndola de pie.
"¡Entonces Tenéis Que Poneros Preciosa!" Exclamó con alegría. La Senescal comenzó a arrastrar a Idril hasta la otra punta de aquella plataforma. "Conozco unas termas deliciosas no lejos de aquí. Ya veréis lo bien que os hacen."
"¡Serra! Espera no creo que sea para tanto."
Muy tarde. Serra se convirtió en un punto azul, y como había estado sujetando a Idril, la elfa sufrió la misma suerte. Sin perder más tiempo, Serra comenzó a volar en una dirección específica, sin que la elfa fuera capaz de detener a la Senescal. No le quedó de otra más que dejarse llevar por ella. En todo caso¿No podía ser tan malo, verdad?
Ambas se perdieron entre la espesura de los árboles.
Star Hill.
22:50 pm.
Escapar. Eso quería. Shion, con paso lento y más medido que antes, subía hacia su observatorio de Star Hill no porque tuviese que trabajar, sino para escapar y pasar un momento a solas. No llevaba ninguna luz con él: se sabía el camino como la palma de su mano, sin mencionar que no quería que nadie lo encontrase. Se había escapado de Astrea de Erídano y de sus insistentes discípulos. Ni siquiera debería estar subiendo el cerro, pero ya saben lo testarudo que puede llegar a ser este tipo. Tenía ganas de pensar tanto, de abstraerse y quizás de dormir mirando las estrellas.
Ya está. Ya le había dicho a su querida elfa todo lo que sentía e incluso ella le había respondido, pero nuevamente estaban en nada…
En una profunda nada.
…
Siguió subiendo a la colina, tomando pocas pausas, pese a las recomendaciones del médico, pero no tan acelerado como era su norma. Lo bueno es que no tenía ninguna prisa. Tan solo subía a ver las estrellas, no a trabajar. Casi sin pensarlo, se metió la mano en uno de sus bolsillos… jugueteó con la cadena de Idril que aún no le regresaba.
… ris, ras…
Aguzó de pronto el oído al sentir leves pasos a sus espaldas. Prestó atención y se detuvo. Algo, o mejor dicho alguien, le seguía más de cerca de lo que él hubiera creído y querido. No podía permitirlo. Molesto, se dio la media vuelta, dado que nadie más que él y Athena tenían autorización de subir a Star Hill, a menos que cualquiera de los dos dijera lo contrario, y sabía que Saori no podía estar siguiéndole, pues sabía que estaba en su cuarto viendo una lacrimógena película.
Enfrentó a quien le seguía. Más abajo, unos cuántos metros, una figura subía a paso calmo. Se quedó tranquilo algunos instantes en tanto le reconocía. Por supuesto que alguien le seguía, pero… no fue sino hasta que se hubo acercado un poco más y pudo distinguirle en la oscuridad que le pudo reconocer. Lo que vio, le llenó del más vivo de los alivios y un extraño vacío en los pulmones.
La silueta se dio perfecta cuenta que Shion había notado su presencia, pero no huyó. Se detuvo sí, unos instantes, pero reanudó la marcha cuando vio al Patriarca bajar a su encuentro. Una vez que ambos estuvieron al alcance de la mano, Shion estiró el brazo y se lo ofreció.
"Ven…"
Dubitativa, Idril observó aquél brazo y lo aceptó con algo de timidez. Apenas mirándose a la cara, ambos comenzaron a subir. Se sentían contentos, pero no se dijeron nada y más bien mantuvieron sus típicas actitudes… con la diferencia que se llevaban del brazo y que la elfa obligaba al lemuriano a caminar más lento y a tomar más pausas.
Una vez en el Observatorio, Idril se soltó del brazo y comenzó a recorrer el lugar en silencio, pasando por las columnas lentamente y sin poder despegar la vista del cielo, del enorme firmamento, de las estrellas que brillaban allí y que tanto la hipnotizaban. Nunca antes había estado allí, aunque se arrepintió de haber obedecido la orden de no subir: el lugar era mágico.
Entonces, algo se estremeció en al cielo y las estrellas parecieron caer. Tras dar un respingo, Idril se quedó estupefacta al ver que de pronto, por algún efecto óptico casi prodigioso, caminaba entre las estrellas y constelaciones.
"Tintilar i eleni lírinen ómaryo." Susurró Idril extasiada. Shion hizo una mueca divertida.
"Me vas a tener que enseñar ese idioma un día de estos."
"Dije que brillan las estrellas en la canción de sus voces." Le explicó Idril casi en susurros. "Cuando habían fiestas en Aman, algunos de los elfos entonaban cánticos a las estrellas… al escucharles, me daba la impresión que las estrellas brillaban de acuerdo a su música." Añadió sin dejar de observar los puntos de luz que parecía tener al alcance de la mano. Entonces se volvió a Shion. "¿Cómo es esto posible, Aries?"
"¿Bajar las estrellas? No lo sé. Siempre bajan cuando se los pido: creo que es parte del poder y de la voluntad de Athena que esto sucede. Así es más fácil verlas." Comentó Shion casual. "Mucho más fácil para hacer los cálculos, que no son pocos." Rió nervioso. "… ¿Qué hacías siguiéndome?"
"Te estaba buscando." Le dijo Idril con una sonrisa que fue reflejada en su máscara.
"Oh. Vaya. Y… ¿Llevabas mucho rato detrás de mi?"
"Desde que saliste de tus estancias."
"¡No Manches¿Cómo haces para hacer eso?" Preguntó Shion con curiosa impulsividad. "Tienes pies de gato¿No sabes que es un poco enervante?"
"Supongo que sí… aunque no tan enervante como tener los ojos abiertos cuando estás inconsciente."
"Jejeje, por lo menos los abrí."
"Por lo menos."
Idril se paseó entre las estrellas que flotaban alrededor suyo. Shion sin embargo no lo hizo. Se acercó hacia uno de los tantos balcones y se apoyó en la baranda. Se debieron quedar en profundo silencio por entre media hora o 40 minutos a lo sumo, hasta que por fin, el Patriarca se dio la vuelta y avanzó hasta la elfa, que caminaba embelesada entre las estrellas.
"Han pasado muchas cosas." Comentó casual. Idril asintió en silencio. "No te he visto estos días…"
"Trataba de despejarme la cabeza. Tenía muchas cosas pendientes."
"¿Las resolviste?"
"Más o menos."
Shion pasó por el lado de Idril y comenzó él mismo a pasearse entre las estrellas, con una expresión sombría.
"¿Recuerdas… cuando falleciste?"
"Lo suficiente." Idril se le acercó, pero el Patriarca siguió caminando hacia la columnata del observatorio. La elfa se detuvo y le observó con atención, mientras Shion se apoyaba en una de las columnas y miraba hacia arriba. "Mis recuerdos no son muy claros… ¿Por qué preguntas?"
"Pues, porque te abracé." Le aseguró. Idril se acercó un poco y se puso las manos en las caderas. Le miró a la cara y asintió. Abrió la boca para comentar algo, pero Shion la atajó. "Cuando esa onda nos empujó… te abracé…"
"Lo sé… y lo recuerdo." Explicó Idril, quien se volteó un poco para observar hacia el horizonte. Tentado estuvo el Patriarca de darle un nuevo abrazo. "No me iba a olvidar de eso." Sonrió con timidez. "… fue el único abrazo que me diste, y mi recuerdo más recurrente mientras estuve en los Salones de Mandos."
"Fue el último que le di a una mujer." Shion se encogió de hombros. "Al menos como te abracé, que luego vinieron muchas niñas más… que no pude considerar como otra cosa que hijas."
"Lo sabía. Docko me lo dijo."
"¿Recuerdas lo que ocurrió después?" Preguntó Shion con calma. Idril asintió y cerró los ojos.
"Por encima del dolor… recuerdo que quería quedarme en ese abrazo para siempre. Me gustó mucho como me sentí. Destruiste a Wyvern¿no?"
"A mi también… me hubiera gustado quedarme congelado en ese abrazo." Reconoció con las mejillas algo sonrosadas: se sentía muy fuera de práctica. "Respecto a tu pregunta, sí, le destruí y no me tardé en hacerlo." Recordó Shion cerrando los ojos y ceñudo. "… pero no lo bastante a tiempo como para ayudarte." El Patriarca inhaló aire. "Me pediste que sonriera. ¿Lo recuerdas?"
"Sí. Tenías una expresión horrible en el rostro y me desagradó mucho. Te veías tan…"
"Desesperado." Concluyó Shion por la elfa. "Casi me vuelvo loco cuando me di cuenta que morirías en mis brazos."
"¿Me tenías en tus brazos?" Preguntó Idril con los ojos muy abiertos. Eso no lo recordaba. Shion asintió.
"Y bien sujeta. No te quería soltar: Docko tuvo algunos problemas para convencerme de eso… Dime Cáncer¿Por qué me pediste que sonriera?"
"Porque así te quería recordar, Aries. Sonriendo como siempre, no con esa expresión de angustia…"
"Sonreí por ti. Más aún cuando me di cuenta que me habías sonreído de vuelta… nunca te vi tan linda… porque te vi el rostro¿Sabías?" Shion estiró el brazo, para ofrecerle la mano, pero Idril le devolvió una atenta mirada, por lo que se llevó ambos brazos tras la espalda.
"¿Dices que me veía linda?" Le preguntó ansiosa. "¿Aún con mis orejas grandes?"
"Esas orejas son lo que más que gusta de ti." Le aseguró Shion con una sonrisa. "Me fascinan. Te dan un toque que te identifica por sobre todas… incluso más que tus lindos ojos. No quise… decirte 'orejona' el otro día… ¿Me disculparás?"
"…"
"Te pido que lo consideres." Le dijo Shion, mientras levantaba la mirada, con un tono mucho menos coqueto. "Creo que cumplí con creces los 200 años de soledad a los que me maldijo Parminder. Acepté que te habías muerto, pero no lo superé nunca. Verte de nuevo… fue fuerte. Hasta creo que me averiaste el corazón en ese momento."
"… ya te habías descuidado el corazón de antes. No me reclames por eso."
"Te extrañé mucho… me quedé con una imagen, pero no podía tener a la real. Pensaba en ti todo lo que podía, pero no era lo mismo. Sin duda me reanimaste."
"Athena, los dorados, las chicas… cuando se referían a ti, hablaban de una persona muy diferente a la que yo conocía. Me describían a un sujeto triste y no alegre. El único que parecía incómodo con eso era Docko." Idril se detuvo. "¿Podrás creer que fallecí en paz y tranquila? Es que… si alguien tenía que sobrevivir al ataque, ese eras tú." La antigua amazona de Cáncer le dijo con firmeza, mientras se quitaba la máscara. "Si tú lo lograbas, todo habría sido alegre y simpático… al contrario de lo que hubiera pasado si yo hubiera sobrevivido. Sabes como soy: más introvertida que nada."
"Yo diría que eres más enojona que nada. De introvertida no tienes nada: cuando te enojas, ¡Arde Troya!"
Nuevamente ambos se quedaron en el silencio usual en el que estos dos suelen caer de tanto en tanto y que francamente comienza a destrozarme los nervios.
"Vaya que hemos hecho todo mal." Comentó Idril inquieta. "Y… no sé como continuar a partir de ahora."
"Pero al menos hicimos un buen trabajo. Ya que lo hacíamos mal, realmente lo hicimos mal." Comentó Shion encogiéndose de hombros. "Yo tampoco tengo idea de cómo seguir…"
Interrumpiré un momento para hacer una pregunta capciosa. ¿Han tenido aquella sensación de urgencia de ahora o nunca? Ya saben cuando llega un momento en la vida en el que deben jugarse todas las cartas y arriesgarse con todo. ¿La han tenido? Si lo han hecho, entonces sabrán como se sentía Shion en ese momento… por lo que se la jugó con todo.
Estiró el brazo hacia delante y en un rápido gesto, sujetó a Idril por el brazo y la atrajo hacia sí, de forma que ambos quedaron frente a frente. El Patriarca se mordió el labio inferior y se llevó la mano a uno de sus bolsillos, del cuál extrajo la cadena. Con manos seguras, pero a punto de ponerse a temblar, más aún cuando Idril se las sujetó, Shion le abrochó la cadena detrás del cuello.
"Era un regalo… te la hice por tu último cumpleaños. No… me atreví a dártela ese día." Le explicó Shion muy serio. "La hice yo solito." Idril pareció sonreír detrás de la máscara, sin darse cuenta que aún tenía las manos sobre las muñecas del lemuriano.
"Lo sabía: lo supe en cuando le eché un vistazo más concienzudo." Dijo Idril con calma. Entonces sonrió coqueta. "Recuerdo que quería darte las gracias, pero luego no tuvimos tiempo… Me gusta mucho, fue un regalo muy bonito. Gracias."
He ahí otra frase que tenía unos 262 años en el aire y esperando ser dicha. Fue un bonito latido de corazón el que se produjo.
"¿Cómo fue que la conservaste? Cuando te amortajamos no tenías ninguna cadena."
"No lo sé… recuerdo que después de morir, mi alma no fue a Cocytos… llegué a los Salones de Mandos… y allí… la tenía en mi cuello. Nada pudo quitarla."
Idril inclinó la cabeza hacia un costado, mientras se llevaba una mano al cuello, para acariciar su cadena. Por fin le había soltado los brazos a Shion y ambos se quedaron así un buen rato. Frente a frente, entre las estrellas que poblaban todo el observatorio como pequeñas luciérnagas. Entonces el Patriarca, en un impulso, estiró ambos brazos y rodeando a Idril con ellos, la acercó hacia sí para abrazarla de gusto. La elfa no se resistió: al contrario, se dejó abrazar y perderse en esa linda sensación de estómago al vacío. Se sujetó de las ropas del Patriarca y se dejó estar.
¡Qué rico era oír su respiración! El lento sube y bajo de su torso y sus manos en su espalda. Y Lo mismo… tenerla en lo brazos era casi irreal, un sueño, al punto que hasta incluso sentía su corazón latiendo detrás de sus orejas. Casi gruñó cuando la elfa se quiso desligar de su abrazo, por lo que la soltó solo lo suficiente para mirarla a la cara. Le acarició las mejillas con ambas manos, aunque pronto sus dedos, casi movidos por voluntad propia, trazaron sus formas hasta llegar a sus orejas, causándole cosquillas.
"¿Es un sueño?"
"Me preguntaba lo mismo."
Entonces el Patriarca se inclinó un poco más y atrapó sus labios, besándola como no besaba a nadie en más de 200 años. Un congelada sensación les bañó por completo en una súbito y vertiginoso sube y baja, que no solo tuvo consecuencias psíquicas. Fue un desahogo de los sentidos y una marejada de sensaciones que por momentos les quitó el aliento a los dos. Ambos fueron atravesados por una proverbial flecha que los atravesó de lado a lado. Las rodillas les flaquearon y de no ser por la columna que les sostenía, se hubieran caído al suelo. No obstante, se deslizaron hasta el piso sin soltar el beso, profundizándolo, perdiendo el aire, con la presión en el piso…
… De pronto Idril se vio recostada contra el pecho de Shion, bien abrazadita y acurrucada, recuperando el aire, escuchando la agitada respiración del Patriarca, que no la soltaba. No quería abrir los ojos… frunció el ceño.
"Aries… Se te agitó el corazón…" Tartamudeó la elfa un poco preocupada, aferrándose a las ropas del Patriarca.
"Mmjá…"
Mientras recuperaban el aire y sosegaban sus respiraciones, se dejaron acariciar tímidamente por el otro. Ninguno quería romper el silencio, no querían emitir sonido alguno, no fuera a ser que esto no fuera más que un sueño.
"¿Shion?" Logró balbucear.
"¿Hmm?"
"¿Siempre es así?" Preguntó curiosa y regalona. "… ¿siempre pasa esto con los besos?" Añadió. Shion alzó los puntos, sin abrir los ojos, contentándose en tener a Idril así tal cual en sus brazos, por muy extraña y comprometedora que fuera la posición en la que estaban. ¡Qué bueno que nadie podía subir a Star Hill sin permiso!
"… primera vez que me pasa." Le aseguró con una cansada sonrisa. "… primera vez, con apenas un beso."
"Ya veo. ¿Shion?" la elfa, sin quererlo, abrazó más al lemuriano. "No me dejes sola…"
"No lo haré. Pero no me dejes solo tú a mi."
Ambos se quedaron en esa misma posición, sin escuchar más que el latido de sus corazones… hasta que se quedaron dormidos, al abrigo de Star Hill.
…
…
No lejos de allí, un emocionado Eros revisaba las flechas que le quedaban. Su hermano Anteros tenía los ojos llenos de estrellas y emocionado igual que su hermano. Ambos estaban encantados con lo que acababan de ver. El caso de estos dos tercos, que tantos problemas les había dado desde el mismo puñetero principio, por fin tenía una conclusión. Lo de ellos no era un amor sin corresponder, pero al mismo tiempo sí. Ninguno de los dos sabía como responder al amor del otro, lo cuál entraba justo al medio del área de experticia de Eros y Anteros: seguro los dos se irían a celebrar. Zeus, por su parte, sonreía satisfecho y con el pecho inflado como un palomo.
"¡Así Se Reúne Una Pareja!" Exclamó contento. "Athena Todavía Tiene Mucho Que Aprender En Esto De Reunir Parejas." El padre de los dioses bufó molesto. "Casi provoca una tragedia."
"Por último que si la situación la supera, que me llame: soy un profesional en estos casos." Argumentó Eros muy ceñudo, mientras observaba hacia Star Hill, sin poder evitar sonreír.
"¡Que Emocionante!" Exclamó Anteros al borde de las lágrimas. "¡Después de tanto tiempo por fin supieron corresponderse! Que cosa más linda…"
Los 3 dioses sonrieron satisfechos. Zeus, porque había logrado arreglar el entuerto que Athena había causado. Anteros, porque así dejaría de preocuparse de dos amantes que se adoraban con la intensidad de mil soles, pero que no sabían corresponderse; y finalmente Eros, que por fin veía una conclusión a aquello que había comenzado en 1733… cuando un joven aprendiz de Aries se encontró en el bosque a una pequeña elfita… que lloraba con desconsuelo.
Perdón. ¿Dije conclusión? Oops… disculpen: quiero decir… inicio de algo más.
…
… Y lo bueno fue que el corazón de Shion no se le ocurrió protestar…
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
¡No Hay Adelanto Del Próximo Capítulo: Es el último.
PS: Esto seguramente tendrá y tuvo muchas modificaciones. Aún tengo que pulir este final tan agitado. ¡NO SE VAYAN TODAVÍA! Aún queda la clausura de este tremendo mamotreto, el cuál espero no los haya decepcionado hasta ahora. Todavía tienen que ver las reacciones de los Athena, de los dorados y de los demás santos cuando se enteren de lo que ocurrió en Star Hill. ¡DEJEN REVIEW Y LES DARÉ BOCADITOS DE NARANJA!
Brújula Cultural.
Tintilar i eleni lírinen ómaryo: ¿No es mi librito de élfico algo precioso? Pero insisto. Son frases preconstruidas que me di el trabajo de buscar. Esto, como dijo Idril, significa "Brillan las estrellas en la canción de sus voces."
Eros: En la mitología griega, es el dios del amor, una de las fuerzas primordiales que dio origen al universo. Todos tenemos en mente la clásica imagen de un niño con alitas, arco y flechas con las que enamora. Esta imagen es la que los romanos le otorgaron a este dios, pero los griegos le imaginaban como un hombre joven, que siempre buscaba los medios y que causaba los enamoramientos. Según la versión, Eros puede ser hijo de la diosa Afrodita, hijo del caos, o de Eurinome, una diosa bellísima que creó al mundo en una de las tantas explicaciones que se daban los antiguos griegos para la creación del mundo, ubicándolo como una de las fuerzas primordiales. En lo personal, la versión que más me gusta sobre el nacimiento de Eros es la siguiente. El mismo día que Afrodita llegó por primera vez al Olimpo, recién nacida por la castración sufrida por Urano en manos de Cronos, hubo una tremenda fiesta entre los dioses para celebrar su nacimiento. En medio de la fiesta, Penía, la diosa de la miseria y carencia, comenzó a rebuscar entre las sobras de la celebración. En ese momento, vio a Poros, dios de la abundancia y el recurso, hijo de la Prudencia (Methis)… que estaba borracho como una cuba. Tan ebrio que estaba que cayó detrás de unos matorrales, inconsciente. Penía, al verlo, decide concebir un hijo del dios y bueno… se aprovechó de la borrachera del pobre Poros y de aquella unión nació Eros. Como fue concebido el mismo día del nacimiento de Afrodita, siempre será su paje. Con sus flechas, puede enamorar o causar repudio, dependiendo de la punta que utilice.
Anteros: Mitología Griega. El dios Anteros (del griego Αντερως) personifica el amor no correspondido. Era hijo de Ares y Afrodita, quienes al ver que Eros no tenía con quién jugar, decidieron darle un hermanito (aunque algo me dice que Ares no tenía tan altruistas motivos, sino que tenía en mente otra cosa, como la falda de Afrodita). En un principio, Anteros se opuso a Eros y luchó contra él, conflicto que simboliza la rivalidad existente entre dos amantes, pero lograron sobreponerse a sus diferencias y trabajar en equipo. Anteros castigaba a quienes desdeñaban y no correspondían al amor de otros, por lo que es el vengador o deus ultor de Eros… que no es por nada, pero bien necesitado que es en algunas ocasiones. Un ejemplo de esto lo encontramos en la historia de los mortales Meles y Timágoras. Meles, ciudadano de Atenas, desdeñaba el amor de Timágoras por ser éste de origen homosexual, por lo que le pidió a este que subiese al punto más alto de una roca y se arrojase al vacío. Timágoras, que estaba dispuesto a complacer a su amado Meles en todo lo que pidiese, el muy bruto fue y se lanzó cabeza abajo por la barranca más cercana. Cuando Meles vio que Timágoras había muerto por causa suya, sintió mucha culpa, pero estando Anteros al corriente de estos hechos, le inspiró un remordimiento tan atroz a Meles, que el tipo fue a la misma roca por la que Timágoras se había arrojado y se lanzó barranca abajo. Por esta razón alguna gente en Atenas adoraba a Anteros como el espíritu vengador de Timágoras. Se le representa como un hermoso joven de larga cabellera y alas de mariposa.
Omake 3:
Empollando.
Casa de Leo.
Noche.
3 días después del Infarto de Shion.
Mejor dejaba de empuñar las manos o sus uñas quedarían irremediablemente marcadas en las palmas de sus manos. Marin respiró profundo y relajó los músculos. Se incorporó en la cama y se cruzó de piernas, quitándose la máscara del rostro.
Bien, se había aguantado la noticia los últimos días, tratando de idear una manera de decirle a Aioria que sería papá, pero por más que pensaba, menos se le ocurría qué hacer. Quería al mismo tiempo ser original y clásica, pero ya había descubierto que lo suyo no eran los discursos. Tomó Aire y miró a su derecha. Vaya… ¡Hasta había ido al médico y aún no sabía como decirle!
Aioria estaba echado en la cama, cambiando canales somnoliento, eso era evidente: apenas se detenía a ver qué daban en qué canal. Eso sí, el León estaba extrañado, porque Marin aún no le reclamaba nada. El santo de Leo miró de reojo hacia su esposa, que parecía ansiosa por algo. Travieso, dejó de cambiar canales y estiró el brazo para acariciarle la cadera.
"Marincita…"
"¿SÍ!" Preguntó Marin de golpe, girándose hacia su marido.
"¡Vaya! Sí que estás saltona. ¿Pasa algo? NO me digas que te sientes mal." Comentó Aioria preocupado, incorporándose. El santo de Leo puso un preocupado gesto en la cara. "¿Quieres que te lleve al médico?"
"Ya fui. Ayer temprano." Reconoció Marin. Algo en la preocupada mirada de su León la hizo llenarse de valor. Al parecer era ahora o nunca. "No me encontró nada en el estómago."
Al parecer era nunca.
"¿Qué medicinas te recetó?"
"Ninguna."
"¡Con razón te sigues sintiendo muy mal. Esta mañana me asustaste en serio. ¿Qué médico fue?" Preguntó molesto.
"Hmm… No es nada, León, lo que pasa es que yo…" Marin se puso de súbito muy nerviosa. Se quitó la máscara y se puso a jugar con las manos. "En serio no es nada malo."
"Si no es nada malo, entonces ¿Por qué te sientes tan mal?" Preguntó Aioria aguzando la mirada. En serio era un león preocupado. Marin tragó saliva. Bien, ahora si que era en ese momento o nunca más.
"Sí me pasa algo…" Comenzó llena de dudas. La atenta mirada de su marido la detuvo y se vio forzada a tomar aire. "… estoy empollando." Le dijo en un simbolismo que esperaba comprendiera.
"…"
Pero al parecer Aioria está algo lento de entendederas.
"¿Estás empollando?" Le preguntó inocente. "¿Empollas alguna idea?"
Producto de las volátiles hormonas de embarazada que hacía días le estaban causando estragos, el labio inferior de Marin se puso a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas. Para horror de Aioria, que no tenía ni idea el porqué de esta reacción ni sospechaba que había metido la pata, la amazona se puso a llorar sin control. Pensando en lo peor, quizás alguna enfermedad terminal y fulminante, Aioria rápidamente se acercó a ella y la abrazó con fuerza.
"¡Marin! No te pongas así. Dime que te pasa y no me angusties. Seguro es algo que tiene solución, ya verás que sí. Estoy contigo en lo que sea…"
"¿Es que no entiendes que no estoy empollando una idea?" Protestó entre sollozos, mientras se limpiaba la cara.
"Argh, sabes que no me gusta que me hablen con indirectas." Chistó Aioria, que seguía imaginando lo peor. Marin le miró con ojos grandes y todavía echando lágrimas al por mayor.
"Voy a tener un bebé…"
"Oh."
Minuto de silencio por la neurona que todavía no hace sinapsis.
Ambos se quedaron en silencio, interrumpido solo por los lloriqueos de Marin, que se incrementaron al ver la nula respuesta de Aioria. Sin embargo el santo de leo todavía no…
"Vas a tener un bebé." Dijo con calma, tras un largo suspiro. "Vamos a ser papás."
"Zí." Aseguró Marin que no podía dejar de llorar.
…
…
…
"¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH!"
Este grito la sacó de onda. Antes de darse cuenta, Marin vio como Aioria desaparecía en el baño y se quedaba largo rato allí, mientras el distintivo sonido de alguien vomitando se repetía un par de veces. La amazona, que no tenía ni idea de cómo interpretar esto, se puso de pie, pero en ese momento Aioria salió corriendo del baño, pálido como ratón de molino, y la sujetó por los hombros.
Y pese a ese tono verduzco bajo sus ojos, tenía una expresión expectante y llena de esperanza.
"¿VAS A SER MAMÁ¿VOY A SER PAPÁ!" Preguntó como si su vida dependiera de eso. Marin hizo un puchero.
"Sí, vamos a ser papás." Los ojos le temblaron a la amazona por unos instantes. "¿No estás enojado? Es que yo estoy muerta del miedo… estoy muy contenta, pero me da mucho…"
Aioria la abrazó lleno de gozo, el corazón le latía a 8 mil por hora y bien hubiera sido capaz de ponerse a gritar y correr por todo el Santuario anunciando la buena noticia. Marin volvió a echarse a llorar.
"¿Cómo crees? No estoy enojado, ESTOY CONTENTO COMO LEÓN CON LA PANZA LLENA." Anunció lleno de entusiasmo y con ganas de publicar la noticia a los 4 vientos. "¿Desde Cuando Los Sabes?" le preguntó al soltarla.
"Hace unos días." Marin se limpió las lágrimas. "Es por eso que me sentía tan mal… tengo que regresar al médico: no quería hacerme la ecografía sola…" Sollozó tímida y sonriendo.
"¡No Hay Problema! Mañana Iremos A Primera Hora. Yo Mismo Te Llevo." Le dijo lleno de entusiasmo. Aioria se dio la media vuelta. "Esto Merece Una Celebración. ¡Esto Bien Vale Una Fiesta!" Anunció hiperkinético. El León se refregó el cabello con las manos. "¡Vamos A Ser Papás¿NO Es Eso Genial?"
"Sí que lo es." Respondió Marin ya mucho más tranquila y con un peso menos. Sentía que el corazón le estallaba. "No sabes como me tranquiliza que…" La amazona se detuvo al ver que Aioria la había quedado mirando fijo y sin ningún otro gesto, más que esa sonrisa de alegría infinita. "¿Aioria?"
¡PLAAAAAAF!
Cuán largo era, Aioria cayó sobre su espalda, totalmente noqueado. Tras dar el respingo de sorpresa de rigor, Marin se apresuró a su lado y se agachó para ver que estuviera bien. La amazona frunció el ceño y se llevó las manos a las caderas.
"¡AIORIA! Se Supone Que La Que Debe Desmayarse Soy YO, No TÚ." Protestó con energía.
Derrotada, Marin se puso de pie y se dirigió al baño en busca del botiquín, por las sales.
A ver si con eso despertaba al León.
Fin del Omake.
Por
Misao-CG
