RESUMEN

Los planes de Rin Taisho se ven arruinados cuando su padre le dice que han heredado un titulo nobiliario y deben trasladarse a la propiedad de inmediato. La casa vieja mantiene a Rin recelosa hasta que su hermana hace un escabroso descubrimiento; la antigua condesa es idéntica a ella, tanto en nombre como en apariencia. Intrigada decide buscar información sobre sus antepasados descubriendo un pasado oscuro al rededor del matrimonio con el antiguo conde Sesshomaru Taisho. Para su mortificación pronto se ve obsesionada con un retrato del conde e inconscientemente la noche de navidad pide un peligroso deseo.

"—Sesshomaru Taisho, como deseo haberte conocido"

DOCE

En su tiempo en Hampshire había tenido varios sueños eróticos con el conde del retrato, tantos que no tenía miedo de equivocarse al decir que no sabía el número exacto. Siempre él la besaba, la ponía caliente y mojada, luego ella despertaba y tenía que usar sus dedos para apagar su fulgor. Este sueño, para su suerte, no tenía pinta de querer terminar.

Había comenzado con ella en el sillón, una silueta masculina acercándose por detrás. Ella había saltado al sentir el tacto de una mano caliente sobre su frágil cuello.

— Eres tan hermosa— le había dicho aquella voz sedosa que conocía tan bien.

Ella había gemido cuando el acuno sus pechos y pellizco con suavidad sus delicados pezones, aumentando la presión hasta hacerla chillar. Su sexo había palpitado, caliente y mojado. Le dolía solicito de placer. Pero el conde no le había prestado ninguna atención, él se estaba dedicando a torturar las suaves protuberancias femeninas a través de la fina tela de su camisón. Mojaba sus dedos en su boca y ella al sentir las yemas de sus dedos en su lengua no había hecho otra cosa que chuparlas. Dios su boca se había hecho agua al imaginar que los dedos eran su polla. Su sabor era exquisito, una mezcla de madera y masculinidad. Ella no tuvo otro remedio que envolver sus dos dedos con su lengua y por todos los dioses, juraría que lo había escuchado gemir.

Sin vergüenza se había girado.

—Quédate quieta – le ordenó regresándola a su lugar – monta las piernas en los posa brazos—obedeció ardiente, nunca nadie la había excitado dándole ordenes —. Si así, abierta para mí.

Estaba caliente, ardiendo, necesitaba con urgencia que él se encargará del punto palpitante entre sus piernas.

Él rasgo su camisón dejando sus pechos expuestos, amasándolos ahora piel con piel. Se hizo una idea de lo obscena que se veía en ese momento, abierta, con el camisón rasgado arrebujado en su cinturón, las manos del hombre jugueteando con sus pezones. Se mordió los labios acallando sus vergonzosos a gemidos. No siquiera había rozado su punto más sensible y estaba haciendo ruiditos como tonta. Rin no supo en qué momento se había girado y ahora estaba reclinado sobre ella mordiendo, lamiendo, chupando y pellizcando sus dulces pezones. Y ella aferrando su cabeza con fuerza. En algún momento el camisón se terminó de rasgar. Sesshomaru observo como ella inclinaba sus caderas.

— ¿Quieres esto? – uno de sus dedos se introdujo en ella.

Oh sí.

— Te quiero a ti – respondió entre jadeos. Mintiendo. No porque no lo quisiera sino porque lo necesitaba, estaba a segundos de suplicarle que se quitara los pantalones y se clavase dentro de ella.

— Aún no.

Maldición, ella quiso protestar pero sus palabras se cortaron cuando su dedo fue sustituido por su lengua.

Santo cielo. Creía que iba a venirse. Dedos firmes entrando y saliendo, su lengua caliente y húmeda chupando su punto más alto de placer. Calor, humedad. Sentia mas placer del que su cuerpo era capaz de soportar y rezaba al cielo porque no fuese a despertar. Y entonces otro dedo fue dentro de ella, un chupon duro en su clítoris y ondas de placer estremeciendo su cuerpo. Sus piernas comenzaron a temblar, su cavidad envolviendo con palpitos los dedos masculinos.

Ella transformada en una melodía de jadeos se mordió los labios cuando lo observo levantarse. Se estaba desnudando ante ella y el deseo la envolvió al posar su vista en la protuberancia masculina. Quería tocarlo, sentir su calor, y que el infierno se la llevara, quería meterlo en su boca.

Mirándolo a los ojos se incorporó lentamente, llevo sus manos al duro abdomen masculino, trazo líneas con sus yemas y poco a poco fue bajando hasta los botones del pantalón. Sesshomaru permanecía quieto, observándola. Ella supuso que era por curiosidad. Aparto sus manos y la dejó desvestirlo. Rin habría jurado que estaba conteniendo la respiración. Su miembro liberado le pareció la mucho más apetitosa que todas las cosas que le había hecho probar Hitomico en el día. El hizo una larga inspiración al momento que ella lo toco, arriba y abajo sintiendo su longitud, su tacto era suave, caliente, era grande, tanto que dudaba que cupiese completo en su boca.

Pero ella estaba decidida, pasó su lengua desde la base hasta la punta, saboreando la sedosa textura, absorbiendo su olor y le pareció delicioso, sobre todo por el sonido gutural que salió de la garganta de Sesshomaru. El la miraba con lujuria, si esos ojos brillosos no decían otra cosa más que quería tumbarla y penetrarla hasta dejarla exhausta y complacida, y ella quería lo mismo así que se lo llevo a la boca, chupó su glande como si fuese un dulce helado, con su mano lo cogió de la base masajeando de arriba hacia abajo en sincronización con su boca y lengua. Él estaba gimiendo, no tan agudo con ella pero Rin estaba orgullosa del placer que le estaba produciendo así que continuó con más efusividad su trabajo, quería que se viniera, que no fuese capaz de controlar su clímax y dios si, por primera vez en su vida quería tragárselo, todo, lamer hasta la última gota de su fluido. Pero cuando eso estuvo a punto de suceder él la detuvo.

Ella, confundida, no supo cómo ahora estaba de frente a la silla, sus rodias flexionadas en el borde, sus brazos apoyados en la curva entre el espaldar y los reposa brazos. Gritó al sentir su carne invadida. La deliciosa presión, dolorosa. Era tan grande que le costaba adaptarse. Afianzo sus manos en los apoya brazos para mantener su posición. Sesshomaru la tomo de las caderas.

— ¿Duele?

— No te detengas — gimió por respuesta al tiempo que lo apretaba con su coño.

Él comenzó la más deliciosa de las danzas, ella se imaginó lo que él estaba viendo, su culo levantado, las redondeadas nalgas, la línea curva marcada de su espalda. El choque de su cuerpo contra ella. Se iba a venir de nuevo y lo hizo, apretando su carne en su interior se apodero del orgasmo que la embistió. Él la cogió con más firmeza al darse cuenta de que ella no podía mantenerse por sí misma. Ella estaba llena de temblores y de un placer inexplicable chillo al sentir como el conde sin ningún signo de contención aumentaba en ritmo y fuerza sus penetraciones.

Dios ella no podía dejar de gemir. Su carne henchida abrumada por el placer, demasiado sensible tanto que creía que iba a tener un tercer orgasmo y lo hizo. Justo cuando Sesshomaru se hundió en ella con una fuerza descomunal llenándola con el resultado de su placer. Se unieron en un clímax arrebatador. Y ella que creía que los orgasmos simultáneos eran solo fantasías.

Solo se escuchaba el crepitar bajísimo del fuego, sus respiraciones y los latidos de sus pulsos.

— Esto no fue un sueño – era más una afirmación que una pregunta.

— No— respondió él cargándola en brazos para llevarla a la cama.

A ella le provocó tocar su rostro. Una dulce caricia en devolución por todo lo que le había hecho sentir.

— Te estuve esperando— dijo en cambio— ¿Está todo bien?

Sesshomaru la dejo sobre el colchón, fue al cuarto del baño y volvió con unas toallas húmedas.

— Si — respondió al entrar en la labor de limpiarle las piernas — hubo un incendio por la noche, al parecer los niños estuvieron jugando donde no debieron propiciando el desastre.

— ¿Y están bien? – Rin casi brinco.

—Por suerte si, aunque no puedo decir lo mismo de su casa. Quedo destruida junto con sus reservas para el invierno.

— Eso suena terrible ¿Qué harán en los próximos meses?

— Justamente eso intentábamos resolver.

— ¿Cuántas personas son? No puedo ni imaginar lo que sería de ellos si no se les ayuda.

Pero él no le respondió, la estaba mirando de nuevo de esa manera. Esa que hacía que su pecho se apretara con desazón. La miraba con amor.

— ¿Que? — preguntó porque no entendía porque justamente en medio de su conversación tenía que verla así.

Él negó con la cabeza y continúo limpiando ahora su otra pierna.

—Son cinco, dos niños con sus padres y su abuelo. Se quedarán en casa de los Hathaway, le hemos suministrado alimentos para compensar su perdida y cuando pase el invierno su casa será reconstruida.

— ¿Qué edad tienen los niños?

—No lo sé, son pequeños.

—Pequeños como... Shippo o más pequeños.

—Mas.

Sesshomaru salió y volvió está vez sin nada en las manos. La miro a los ojos, de nuevo de esa manera. Se quedó callado.

— ¿Hay algo más que quieras decirme? — inquirió. Él había cambiado de un momento a otro de forma rara, no es como si pudiese ver mucho de su rostro con la apenas tenue porción de luz que proporcionaban las tres velas que él había encendido para limpiarla, lo que sentía era extraño. La inquietaba.

Volvió a negar con la cabeza y se sentó a su lado.

—Ven— la llamó estirando un brazo a un lado, una clara invitación a que se acurrucase junto a él.

Ella lo acepto, dejo caer su cabeza sobre el duro pecho masculino. Se relajó al momento en el que comenzó a percibir su respiración, poco a poco se fueron acoplando. Su respiración sincronizándose con cada segundo que pasaba.

—Pense que esto no ocurrirá jamás —su voz le llegó como una suave caricia, su tono difería mucho del habitual inflexible de mandato que siempre usaba —. No me refiero al sexo — aclaró con nada de modestia, ella casi resopló con ello —, sino a esto; estar hablando sin querer matarnos el uno al otro

Y con esto llegó nuevamente el latigazo en su pecho.

Rin no le respondió, ¿Qué podía decirle de cualquier forma? Estaban teniendo una conversación porque ella era otra mujer, una a la que le parecía divino tener sexo con él, que estaba disfrutando de la comodidad de su pecho, del brazo de almohada, de sus piernas enredadas, se aprovechaba de su calor y que se sentía terriblemente miserable por ello. Ella no era lady Matou. Y con ella estaba segura de que nunca habría pasado.

No supo en qué momento se quedó dormida. Solo que cuando despertó estaba sola, con las sábanas que olían a madera y bosque y kirara observándola desde la esquina de la cama.

Al contrario de todas sus mañanas, Hitomico había sido quien la despertó, trajo consigo un desayuno abundante en frutas y su doncella personal se estaba encargando de aplicarle ungüento en los cardenales. Las heridas de sus manos ya no dolían y solo sentía molestias en algunas partes donde se había golpeado con el trineo.

—Deberías comer un poco más.

Ella nunca había sido de las que desayunaban con frutas así que negó con la cabeza. Ni siquiera es como si le gustase comer fruta rebanada.

Estaba enojada. No porque Sesshomaru se hubiese ido, sino por el hecho de estar encerrada, que la tratasen como si estuviese enferma, que tuviera la sombra de un montón de ojos sobre ella y que estuviese siendo juzgada por cosas que ella no había hecho.

No quería ser grosera, no con Hitomico, no cuando sabía que lo más probable era que hubiese perdido a su hija. Pero estaba fastidiada y no le gustaba ser tratada como ahora.

—Más tarde, quizás. ¿Sabes a dónde se fue Sesshomaru?

La mujer negó.

—Tu marido no es el tipo de los que rinden cuenta de lo que hacen. Pero, podría preguntar.

Ella asintió. No era la gran cosa haberse despertado sola, en realidad casi nunca estaba acompañada y no es como si viviera deseando despertar al lado de alguien. Siempre se acostaba tarde y se despertaba de madrugada a las carreras. Sabía que su vida sería así y estaba conforme con ello porque eso era lo que ella había elegido. Era el precio por hacer lo que le gustaba.

Pero aquí estaba, encerrada en una casa donde lo único interesante por hacer era bordar.

—Quiero salir.

—Hoy hace buen tiempo, tu padre ha decidido que partiremos a Hig Stone al medio día. A mí me gustaría quedarme un poco más, pero tú hermana está un poco nerviosa porque debutará esta temporada. ¿No te molesta?

—No, no me molesta — las doncellas habían terminado con el ungüento y ahora la ayudaban a vestirse —. Solo salgamos de esta habitación antes de que vomite.

—Por supuesto, recojan todo eso — ordenó Hitomico quien se apresuró a seguirla al salón de la primera planta. El salón de los ventanales, como ella lo había bautizado.

Los Duques Matou partieron al medio día como se había previsto, la despedida de ambos progenitores fue un tanto más afectiva de lo que ella se había imaginado.

Naraku le había dado un abrazo y le había correspondido, sintió un nudo en la garganta al separarse. Está era, probablemente la última vez que el hombre vería a su hija con vida, pensó en su padre y en lo que debía de estar sintiendo. —Te quiero, padre — le dijo a Naraku.

Este la miro con una expresión extraña.

—Sabes que puedes regresar cuando lo desees — no tuvo reparos en decir.

Ella asintió sintiendo compasión por el duque— Lo sé, y se lo agradezco. Pero mi lugar está con mi esposo.

Él le dio un apretón de manos en señal de entendimiento.

—Oh mi pequeña hija, no quisiera dejarte sola en tu situación —se lamentó —. Prometo regresar lo más pronto que pueda.

—No te preocupes madre— sonrió —. Te estaré esperando — mintió. Ella no estaría cuando la duquesa volviera.

La condesa se despidió después, fue cortes, sumida dentro del protocolo. El conde, sin embargo, fue frío, como cosa rara en él. Se había aparecido casi al momento de la partida, se había parado a su lado, imponiendo su autoridad.

—Pensé que no estarías para despedirte — susurró, observando el carruaje partir.

—Tuve que atender unos asuntos — respondió parco.

—¿En la madrugada? ¿Tenía que ver con el asunto de los niños?

— Algo así.

Algo así. Se había ido y la única explicación era algo así.

—Te veías tan hermosa dormida que no quise despertarte, además...

—Esa no es una razón válida — a decir verdad si sentía molesta por haberse despertado sola después de lo que había sucedido la noche anterior y en ese momento todo su enojo estaba saliendo a la luz.

—Además... No estaba seguro de poderme de irme sin enterarme en tí si te despertaba.

Ella entornó los ojos. De todas las excusas esa era la más barata.

—Pedí una razón válida.

—Me quise ahorrar el drama, veo que lo conseguí de igual manera.

— ¿Drama? — ahora se sentía insultada.

Él solo se limitó a mirarla.

Nunca en toda su vida alguien le había dicho dramática, jamás.

— Vete al diablo — espetó sin importarle quien estuviera ahí para oír. Se dio media vuelta y sintió como la mano del conde se cerraba en torno a su brazo.

Ella lo miró fijamente a los ojos. Su mandíbula tan apretada que sintió que partiría su dentadura.

Lady Irasue intervino de alguna manera. Dijo unas palabras que ella no escucho, cogió a su hijo del otro brazo y volvió a hablar.

Sesshomaru la soltó, se pasó la mano por la cabeza, ella volvió a girarse y emprendió su camino. Él hizo el intento de seguirla pero lady Irasue lo detuvo de nuevo. Era mejor así, lo último que quería en ese momento era estar encerrada en una habitación solo con él.

Ella no estaba siendo dramática. Ella no había sido dramática.

Había roto una promesa, le había sido infiel al hombre con el que llevaba más de un año de relación, del que no se había acordado ni una sola vez, el que le había confesado que quería un futuro con ella hace apenas un mes.

No, no fue dramática. Ni lo era ahora cuando todo lo que esperaba era que el placer fuese igual que el pecado.

Golpeó con todas sus fuerzas la mesa de la peinadora. Inspiró con fuerza para evitar que lágrimas de frustración saliesen.

Tenía un mundo de cosas que lidiar, mil cosas con las que cargar y a Sesshomaru solo se le ocurría decir que quería evitarse el drama.

Maldita sea.

Había viajado en el tiempo, casi muere por hipotermia, estaba encerrada en esa casa, un hurón que también había atravesado en el tiempo la perseguía, había descubierto que el conde del retrato era aún más atractivo en persona, se lo había cogido traicionando a su novio del que se había olvidado en el proceso, no tenía idea de si su implante funcionaria por igual en esta época. La dueña de la vida que estaba usurpando estaba desaparecida y hasta hace unos días había sospechado de Sesshomaru como su asesino, porque ella pensaba que no era posible desaparecer de aquella manera. Sin embargo, lo que más la torturaba era que sabía que la muerte del conde estaba cerca, tanto que podía sentirla, y eso la estaba llevando a la desesperación porque sabía, en lo más profundo, que lo más probable era que ella no pudiera hacer absolutamente nada para evitarlo.


Otra pequeña y caliente actualización.

Gracias por seguir dándole amor a esta historia.

Nos leemos pronto.

Besitos.

Sum.