Los personajes de Atla no me pertenecen.
Katara se despertó primero, una sensación de felicidad la invadía, se sentía totalmente contenta al encontrarse envuelta en los brazos de Aang. Lo miró un momento pensando en lo afortunada que era por poder contar siempre con él, se preguntó si él se sentía apreciado cómo debía y si ella era tan buena amiga para él como lo era él para ella. Katara recordó cuando lo conoció. Eso fue muchos años atrás, allá en el Polo Sur.
Gyatso y Aang estaban visitando la tribu agua del sur, para el pequeño era la primera vez, estaba maravillado con toda la extensión helada que veía desde la altura del bisonte de su guardián. Al acercarse a la aldea, sus ojos se abrieron más, mientras intentaba absorber tanta información como fuera posible. Fueron recibidos por gente de la tribu, e inmediatamente llevados a la casa del jefe Hakoda, para que pudieran coordinar la estadía y demás. Aang seguía admirando todo lo que veía a su paso, hasta llegar a la casa del jefe. Allí quedó un poco impactado por las pieles de animales que cubrían el piso y colgaban de las paredes. Por supuesto sabía muy bien que eran una cultura totalmente diferente a la suya y no debía juzgar. Pero eso no impidió que se sintiera un poco abrumado ante tal vista.
Allí los recibió Hakoda y su familia. Su madre Kanna, y el esposo de ella, Pakku . Después de los saludos de bienvenida y las presentaciones, Gyatso le dijo a Aang que tenía que hablar con el jefe, y que Aang podía recorrer la tribu pero no alejarse de allí. Él asintió, ansioso por comenzar a explorar. Hakoda llamó a su hijo mayor, Sokka y le pidió que acompañara a Aang a recorrer el lugar. El niño lo miró con desconfianza, pero debía obedecer a su padre. Salieron y comenzaron a recorrer distintos lugares. Aang hizo varios intentos de iniciar conversación, pero el muchacho respondía de manera cortante, la actitud alegre y despreocupada de ese niño lo estaba molestando.
Cuando volvían a la casa, Aang notó a una niña sentada en una pequeña fuente de agua. Su cara era la más triste que había visto. Su corazón sintió la necesidad de alegrarla inmediatamente. Le preguntó a Sokka quién era ella, y por qué se veía tan triste. Él solo le dijo que era su hermana y que se mantuviera alejado de ella. El niño suspiró, siempre podía hacer amigos con facilidad, y los tenía por todo el mundo, se preguntó si la gente aquí era tan fría como el entorno que los rodeaba. Al momento de la cena se dió cuenta de que la niña no estaba en la mesa, le habían llevado el alimento a su habitación. Su curiosidad se estaba apoderando de él, por eso cuando se retiraron a dormir y estuvo solo con Gyatso en la habitación que les habían asignado, decidió preguntarle por la niña.
-Escucha Aang, estos niños perdieron a su madre hace un tiempo, y todavía están sufriendo mucho. Déjalos tranquilos, mejor dedícate a explorar la tribu mientras estamos aquí.
Él quedó asombrado por esta nueva información, se sentía muy mal por los dos hermanos. Y claro que no quería molestarlos, pero le gustaría intentar ser su amigo y si podía, intentar levantarles un poco el ánimo. Pensó de qué manera podría hacer esto. A la mañana siguiente, después de desayunar salió a explorar. Encontró a la niña en el mismo lugar que había estado el día anterior. Se acercó cautelosamente, cuando ella levantó su mirada triste hacía él, la saludó con la mano.
-Hola, soy Aang.
Ella volvió la vista hacia la fuente.
-¿Sabes? De camino aquí ví algunos pingüinos nutrias, y me preguntaba si podré hacer trineo pingüino en ellos. El problema es que no sé cómo atrapar uno para probar.
Ella no lo miró. Él suspiró exageradamente.
-Bueno, supongo que tú tampoco sabes, supuse que sabrías ya que vives tan cerca de ellos. Pero creo que me equivoqué.
Ella lo miró con el ceño fruncido un momento. Ah, tenemos una reacción, pensó Aang.
-Bueno, lo intentaré de todos modos. Solo espero que sí me patean el trasero tú no te rías.
Ella frunció aún más el ceño. Hacía mucho tiempo que no reía. Aang corrió con ayuda de su aire control para llegar a la zona de los pingüinos y trató de atrapar uno. Cada vez que se acercaba, ellos huían. Pero él era muy enérgico y persistente. Estuvo intentando por mucho tiempo. En determinado momento logró prenderse de la cola de uno, y este comenzó a arrastrarlo por todos lados. Aang no se soltó por un buen rato, cuando el roce de la nieve contra su cuerpo comenzó a doler decidió dejarlo. Se acercó a la niña de nuevo.
-Bueno, no pude atrapar ninguno. Pero conseguí que uno me llevará por un tiempo- dijo con una gran sonrisa, ella apenas movió la boca en lo que parecía una sonrisa contenida- debo buscar un nombre a eso. ¿Qué crees? ¿Deslizamiento en pingüino suena bien?
- mejor sería arrastrado por el pingüino- contestó con una pequeña risita. Aang se sintió la persona más feliz del mundo. Había logrado, no solo que riera, sino que le hablara también.
-¡ oye!, por lo menos logré que me paseara por un momento- le contestó con fingida indignación.
-apuesto que la versión del pingüino es otra- y ahora sí largo la risa con toda intensidad.
Sokka salió de su casa, seguido por Kanna. Los dos estaban incrédulos ante lo que estaban viendo. La niña se tapó la boca al darse cuenta lo que estaba haciendo, cómo si fuera algo malo reír. Kanna le preguntó de qué se reía. Ella no respondió, aún con las manos en su boca. Aang decidió decirlo.
-Mi intento de trineo pingüino resultó en arrastre pingüino y su nieta aquí lo encuentra un tanto gracioso.- dijo sonriente. Kanna comenzó a reír y Sokka la siguió.
- oh no, yo quisiera haberlo visto.
Los dos se acercaron a los niños.
-Puedo intentarlo de nuevo- ofreció Aang- aunque la primera vez me llevó un buen rato.
Aang se acercó a los pingüinos de nuevo, pero esta vez todos se acercaron a él en forma de ataque, aparentemente había agotado la paciencia de los animales. El niño volvió corriendo, con la ropa un poco rasgada y el rostro sonrojado.
-Creo que por hoy ya no hay más arrastre pingüino- dijo
Los tres lo miraron un momento y luego comenzaron a reír a carcajadas. Aang los miró indignado.
-Oigan, no ví a ninguno de ustedes intentándolo.
Dejaron de reír un momento, pero luego volvieron a reír más fuerte al mirar la cara roja del niño. Él terminó uniéndose a las risas.
-Bien niños, voy a preparar la cena- dijo Kanna.
- iré a cambiarme, mañana lo intentaré de nuevo- respondió Aang.
- ¿lo volverás a intentar después de la paliza que te dieron?- preguntó Sokka con incredulidad.
- por supuesto, siempre quise andar en trineo pingüino, no me rendiré a la primera que fallo.
- mañana te enseñaré cómo atrapar uno- respondió la niña. Sokka la miró como si le hubiera salido otra cabeza. Aang sonrió ampliamente.
-¿De veras? Muchas gracias!!!
- Mi nombre es Katara, por cierto.
- es un gusto conocerte, katara.
Sokka los miraba asombrado. Su hermana hablando y riendo. Esto era tan extraño. Pero desde ese momento decidió que este niño tenía algo especial. Por lo cual dejó su desconfianza a un lado. El día después los tres fueron a la zona de los pingüinos y después de enseñarle a Aang la ancestral técnica de atraparlos, los tres pasaron la tarde deslizándose en la nieve sobre los animales. Aang se hizo amigo de Katara después de eso, y pronto ella le estaba contando sobre su madre y como siempre jugaba con ellos en la fuente donde se sentaba todas las tardes. También le contó que desde su fallecimiento había estado tan triste que no había ido a la escuela por todo un año, pero que sabía que debía volver aunque no se sentía lista.
-Katara, tu mamá está contigo todo el tiempo, no necesitas estar siempre cerca de la fuente para recordarla. Seguramente te está mirando desde el mundo de los espíritus y deseando que vuelvas a la escuela, y que vuelvas a ser feliz. Porque todos los padres quieren que sus hijos sean felices,¿No?- Aang no tenía padres, pero Gyatso era como un padre para él, y mientras los otros monjes mayores querían exigirle muchas cosas, su guardián siempre decía que quería que Aang fuera feliz y fuera un niño tanto como pudiera, aunque él aún no sabía el por qué de esto, estaba muy agradecido con su guardián por el amor incondicional que siempre le mostraba. Katara lo miró intensamente un momento, y después le dió lo que se convertiría en el primero de muchos abrazos. Ese fue el inicio de una inmensa amistad.
- gracias Aang, eres muy sabio.
Él le sonrió,sonrojado, nunca lo había abrazado una chica. Después de que volvió al templo se escribían cartas cada semana, contándose casi todo lo que les pasaba. Y cada vez que una delegación debía visitar la tribu del sur, Aang pedía para ir a visitar a sus nuevos amigos. Para permitirle esto, se le exigía mucho más en el entrenamiento y estudio. Pero él accedió con tal de ver a su amiga tan seguido como pudiera. Tanto se esforzó Aang que dominó el aire control a los 12 años. Y estudio tanto también que terminó saltándose un año de primaria.
Cuando le informaron que debía mudarse para ir a la secundaria, se sintió realmente triste. Su hogar y el de su amiga estaban relativamente cerca, pero ahora se iban a alejar muchísimo. Sin embargo, después del primer año de secundaria recibió la grata sorpresa de sus amigos mudándose allí. Pakku había sido solicitado como profesor en la escuela y se daba la oportunidad para que los hermanos fueran a estudiar en el mismo lugar. Katara no le había comentado nada de esto en sus cartas, ya que quería sorprenderlo. Pero la sorprendida fue ella, al encontrar a su amigo, alto, fuerte, guapo y luciendo sus flechas de maestro orgullosamente.
Katara estaba pensando en todos sus años de amistad y cómo la habían conducido a este momento. Se sentía tan feliz que no lo podía creer. Comenzó a besarlo suavemente en la mandíbula y el cuello. Aang despertó con la sonrisa más grande del mundo.
-Buenos días, al fin despiertas.
-¿ segura? Creo que estoy durmiendo y teniendo el mejor sueño- respondió él perezosamente.
Ella lo abrazó fuertemente y lo besó apasionadamente, sin siquiera preocuparse por el aliento matutino, él respondió con entusiasmo, cómo siempre.
Estoy totalmente enamorada, pensó mientras lo besaba y acariciaba.
