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Mientras me ponía mi túnica de gala, me miraba en el espejo. Merlín, que guapo soy y que bien me queda esto. Hermione va a caer rendida a mis pies en cuanto me vea. Segurísimo.

Vale, vale, esta bien, igual me estoy pasando un poco y lo que pasa es que me quiero a mí mismo, como Lockhart.

Pero es que, en serio, la túnica me quedaba espectacular. Sobre todo recordando, mi última túnica de gala. Una cosa horrorosa como de hace tres siglos y con unas puntillas que... pero bueno, ahora ya no estaba en cuarto y además mis hermanos me habían regalado una nueva y muy elegante: azul marino (para que hiciese juego con mis ojos) con una camisa blanca, sin pajarita, pero con mucho estilo. Y mi pelo rojo, peinado cuidadosamente para que pareciese despeinado, que hacía destacar todavía más los ojos.

Ya he dicho que estaba espectacular. Yo he avisado.

Terminé de arreglarme los puños de la camisa mientras escuchaba el jaleo en la otra habitación, donde Ginny y mi madre llevaban toda la tarde haciendo cosas de chicas. O sea, gritarse la una a la otra como posesas y decir chorradas del tipo "nunca voy a estar guapa!". Supuse que mi hermana estaría ahora en la delicada fase de ponerse el vestido.

El vestido que casi hace que yo fuese un Weasley muerto. Pero ahora (gracias a cierta persona en la que pensaba como 24 horas al día) el vestido estaba perfecto, de un color verde pastel y con algunos arreglos de última hora en las mangas "made in Hermione".

Adoro a esa chica. Y voy a ir con ella al baile. Soy un tío afortunado.

Oí como llamaban a la puerta y la cabeza de Harry apareció en el marco de la puerta.

-Hermione estará a punto de venir, termina de arreglarte de una vez –soltó una risita mal disimulada –Llevas más horas mirándote en el espejo que Ginny arreglándose el pelo.

-Ja, ja, que gracioso, mira cómo me río –puse cara de funeral. Harry sonrió y señaló su reloj (que no funciona, así que no se para que demonios lo señaló), y después despareció por la puerta otra vez.

Hermione tenía que venir a recogernos, porque Dumbledore había hecho nosequé especial para ella, para que pudiésemos aparecernos en Hogwarts. Un traslador o algo. Como veis no estoy muy enterado, porque la verdad es que no puedo escuchar a Hermione y pensar en lo preciosa que es a la vez. Son cosas de hombres.

La cuestión es que yo hubiese preferido ir a recogerla, en plan príncipe azul, pero ella había dicho que ni hablar. Así que vendría con polvos flu, y luego nos iríamos los cuatro. Lo cual quería decir que Fred y George llevaban media tarde dando paseítos nerviosos por el salón.

Por que, claro, mis hermanitos mayores, por primera vez en su vida, habían sido superados por el guapo e inteligente de la familia en algo. O sea, yo. Cómo me gusta esta sensación.

Me senté en la cama, un poco nervioso. Con una mujer como Hermione, uno siempre está nervioso, aunque sea el Brad Pitt del mundo mágico. Respiré hondo y me miré en el espejo por última vez.

De acuerdo, sé que ya lo he dicho, pero... es que estaba guapísimo. En serio. Si yo fuese una mujer ligaría conmigo mismo.

Salí del cuarto casi al mismo tiempo que Ginny. Mi madre nos miró, con los ojos llenos de lágrimas, dijo "mis niños" y luego nos dio su superabrazoespecialWeasley. Los dos gruñimos, preocupados por la ropa, pero luego le dimos un par de besos y la mandamos abajo a abrazar a Harry. ¿No dice que somos su familia? Pues a cumplir como todos.

Odio tener que decir esto, pero mi hermana estaba preciosa. Y odio tener que pensar esto, pero ella estaba mirándome como si también estuviese pensando que yo estaba elegante. Aunque, claro, si alguien me pregunta, voy a negar rotundamente haber pensado esto.

Nos miramos un segundo en silencio, dándonos una tregua. Después yo tendí mi brazo hacia ella.

-Señorita –y sonreí. Sin pensar en vaciarle un enorme vaso de leche por la cabeza ni nada, solo siendo amable. Que raro. Y para mi asombro total, ella sonrió, alegre, y cogió mi brazo.

-Caballero –y volvió a sonreír. Bajamos la escalera juntos, y pude ver la cara de idiota que se le quedaba a Harry, perfectamente. Mi padre dijo "Ginny, estás preciosa" y mis hermanos besaron su mano muy elegantemente. Después me dieron una palmadita afectuosa en la espalda (yo miré, por si acaso estaban colgándome un estúpido cartelito o algo así, ellos son muy capaces) y mis padres nos hicieron una foto.

Perecíamos un par de estrellas de película. Luego tendí mi brazo hacia Harry, cediéndole la mano de Ginny.

-Pero no te pases ni un pelo ¿eh? –le dije en un susurro. Harry asintió y me guiñó un ojo, y luego volvió a mirar a Ginny con esa cara de idiota. Supongo que la que yo puse después fue parecida, porque de pronto se escuchó una voz a nuestras espaldas.

-Vaya, estáis todos guapísimos.

Yo no necesitaba mirar. Lo que necesitaba era respirar profundamente y rogar a los Chudley Cannons con todas mis fuerzas para que dejaran de temblarme las piernas. Soy un tipo duro, pero todos tenemos nuestras debilidades ¿no?

Y después de respirar, me volví. Fred estaba delante de Hermione con la mano de ella entre las suyas, en una pose muy teatral.

-He muerto y estoy en el cielo –declaró. Hermione rió, mostrando aquellos dientes blancos y perfectos de nuevo. George sujetó su otra mano.

-Olvida a Ronnie. Cásate conmigo –otro idiota con el teatrito. Joder con la competencia desleal.

Estaba preciosa. Su vestido (¿o era una túnica? no se, no tengo ni idea de moda de mujeres) era azul pálido, con unos pequeños trocitos de cristal en el escote que se abría en sus hombros, y también en el chal que llevaba a juego. Su único adorno eran unos pendientes minúsculos que destelleaban y un colgante finísimo. Su pelo estaba recogido, pero sus mechones rebeldes también se esparcían caprichosamente por la espalda. No sé si lo he dicho ya, pero estaba preciosa.

Supongo que yo estaba mirándola descaradamente, pero ella ni se inmutó. Me miró, con una mirada entre seria y divertida, mirándome con aquellos ojos color café tras esas preciosas pestañas negras. Nadie me había mirado nunca así. No sabía qué hacer. Me entró el pánico.

-Estas preciosa, Ginny, me alegro de que el vestido al final quedara bien –dijo mirando a mi hermana, pero con el rabillo del ojo fijo en mí.

-Si no hubiese sido gracias a ti...

-Y tu también estás muy guapo, Harry –sonrió –Ten cuidado, Ginny, o más de una alumna va a querer quitarte a tu pareja.

Harry estaba ruborizado. Yo estaba indignado. ¿Y qué demonios pasa conmigo!

Y de pronto ella se acercó. Puso su mano en mi brazo, y la otra la pasó suavemente por mi cuello. Si dijera que estaba como un semáforo me quedaría corto. El color rojo adquirió una nueva tonalidad esa noche.

-Ya está –dijo en un susurro audible –tenías el cuello de la capa mal puesto. Estás muy elegante.

Me di cuenta de que me estaba ahogando. Se me había olvidado respirar. ¿Cómo era, como era! Ah, si, se abre la boca y se toma aire. Ella seguía cogida de mi brazo.

-Tiene usted unos hijos guapísimos, Señora Weasley –sonrió, y mi madre reprimió el impulso de abrazarla también. Mi padre sonreía, pero con la vista fija en el pequeño reloj de pulsera de Hermione. Harry y Ginny parecían muy divertidos. Demasiado divertidos.

-¿Nos vamos? –pregunté con una seguridad que no tenía. Hermione asintió y sacó un pequeño peine de nácar en una bolsita. El traslador.

-Un segundo –dijo, antes de que todos sujetáramos el traslador. Fue derecha hacia Fred y George y dijo "buenas noches" con un tono divertido, antes de darles a cada uno un beso en la mejilla. Fred se sujetó el pecho con las manos, mientras George caía al suelo, simulando estar inconsciente. Yo entrecerré los ojos, con la mirad especial de ultra-odio aprendida de mi hermanita.

Y acto seguido, Hermione puso su mano en el traslador y todo alrededor se desvaneció, mientras un torbellino de colores nos arrastraba. Después yo caí sobre algo blando y suave y me quedé un segundo sin saber qué hacer. Y escuché una risita divertida detrás mío.

-¿Quieres hacer el favor de quitarte de encima mío, pedazo de idiota? –la voz venía de debajo mío. Y no parecía nada divertida. Oh, oh. Me levanté, mientras Ginny me miraba furiosa. Creo que estaba reprimiendo el deseo de patearme el culo con todas sus fuerzas. Harry estaba un poco más allá, de rodillas sobre los cojines.

Hermione, por supuesto, estaba de pie, fresca como una rosa. Y la risita disimulada era ni más ni menos que del mismísimo Dumbledore. Mi hermana se quedó con las ganas de patear mi precioso y bien formado culo. Estábamos en una de las salas del castillo, con el suelo lleno de cojines, para evitar que nos matáramos o algo así.

-Excelente, excelente –dijo Dumbledore con esa sonrisa que nunca sabías si era de viejo sabio o de loco perturbado. Yo siempre pensé que Dumbledore estaba bastante chiflado. –Señor y Señorita Weasley que alegría tenerlos entre nosotros de nuevo. Y, señor Potter, por supuesto.

Harry sonreía con gratitud. Al fin y al cabo aquel viejete le había ayudado a acabar con el imbécil paranoico de Tom Riddle, más conocido como Voldie. Mi hermana estrechó su mano, mientras yo saludaba con un gesto de cabeza. La puerta se abrió de pronto.

-Director, Hermione, el baile está a punto de empezar –dijo un hombre con pelo negro y perillita. Me costó reconocerle por las gafas de pasta que llevaba.

-¿Neville? –Harry parecía todavía más alucinado que yo. Ginny abrió los ojos enormemente. Él sonrió, un poco nervioso.

-Ron, Ginny, Harry, cuanto tiempo ¿qué tal? –nos saludó con timidez.

-¿Tú, tu... tú eres profesor? –preguntó Ginny –¡No sabíamos nada!

-Sí, ejem, yo enseño Herbología y mi mujer se ocupa de adivinación, aunque ella no es adivina, pero... bueno, es especial –Ginny aplaudió encantada.

-Bueno, siento interrumpir esta entrañable reunión, pero tenemos que ir al gran Comedor. No podemos inaugurar el baile sin el Director ni los profesores ¿verdad? –Dumbledore nos miraba risueño.

-Peor sería que faltaran los campeones ¿no cree? –Hermione sonrió, mientras salía de la habitación.

-Oh, no se crea, Minerva ha tenido que sujetar al campeón de Hogwarts cuando ha sabido que tenía que bailar. Supongo que eso es normal¿Verdad Harry? –ya estaba el viejo haciéndose el gracioso. Como si el baile de Navidad de el torneo de los Tres (ejem, cuatro) Campeones hubiese sido divertido. Con mi espantoso traje de payaso y Padma Patil al lado.

Entramos al Gran Comedor con los estudiantes, que se quedaban mirando fijamente la cicatriz de Harry y que también miraban bastante alucinados (bueno, casi todo eran chicas) mi perfecto atuendo con mi maravilloso porte. O sea, que me miraban a mí. Que deseado me sentía. Soy un sex-symbol.

Los tres campeones (dos chicas y un chico) entraron con sus respectivas parejas. El baile dio comienzo, y un poco más tarde, Dumbledore y McGonagall salieron a bailar, animando al resto de alumnos. Harry tendió la mano hacia Ginny y los dos salieron a la pista.

Yo tenía un debate interno. El debate consistía, fundamentalmente, en ¿qué demonios hago yo ahora¿la saco a bailar¿O me quedo aquí, contemplando interesadamente el suelo limpio y brillante del gran Comedor?

Se me adelantó.

-No voy a estar aquí toda la noche plantada, señor Weasley, así que sáqueme a bailar de una buena vez –y cogió mi brazo y me arrastró hacia la pista. La verdad es que no fue tan terrible como yo imaginaba: puso su mano en mi hombro y yo la mía en su cintura y nos dedicamos a dar vueltas al compás de la música, mientras charlábamos sobre tiempos pasados en la escuela.

A nuestro alrededor montones de parejas de cualquier edad danzaban alegremente. Nos cruzamos con Harry y mi hermana, que parecían estar disfrutando de lo lindo, y con Flitwick y la profesora Sprout (una pareja un poco desigual). Cuando llevábamos cuatro canciones seguidas, decidimos darnos un respiro.

-Mejor vayamos a la mesa a beber algo –dije llevándola de la mano.

-Mejor, me duelen los pies. Baila usted fatal.

-¡Eh¡Eso no es verdad¡Soy un gran bailarín! –frené en seco, mirándola a los ojos risueños. Me di cuenta de que estaba tomándome el pelo. Y yo sin enterarme. Genial.

Se sentó en una de las mesas, y al momento, Neville Longbottom se sentó a nuestro lado.

-Una buena fiesta ¿eh? –dijo con la respiración un poco entrecortada. Parecía cansado.

-Por cierto Neville, no te he preguntado antes quien era tu esposa –dije con interés. Hermione me dio un codazo disimulado. Me estaba pasando de cotilla. Empezaba a parecerme a mi madre.

-Oh, lo siento, es cierto –dijo él con una sonrisa (yo miré a Hermione en plan ¿ves? no le importa) –Mira aquí viene; hola cariño –dijo besando a una mujer rubia y alta.

Y la reconocí.

Merliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin.

¡Luna "Lunática" Loovegood¡¡LUNA Y NEVILLE¡¡INCREÍBLE!

Verás cuando se lo cuente a Harry.

-¿Luna! –pregunté con un tono bastante alucinado. El pie de Hermione prácticamente pulverizó el mío con un pisotón. Neville suspiró, resignado a que todo el mundo tuviese la misma reacción, mientras Luna sonreía.

-Ronald Weasley, el mejor amigo de Harry Potter y hermano de los Gemelos. Ese eres tú ¿verdad? Ginny habla mucho de ti, pero no pareces tan terrible como ella dice –la miré alucinado. Seguía siendo la misma de siempre, y a parte ¿Qué demonios iba mi hermana diciendo por ahí sobre mí?

Neville y Hermione se miraban, divertidos, y pasaban de Luna a mí como en un partido de tenis. Tras un rato charlando, Luna se puso en pie.

-Vamos a bailar, Neville –y Neville no se hizo de rogar. Los envidié por su felicidad.

-Oh, oh –dije a Hermione en un susurro confidencial –Dumbledore viene hacia aquí y pretende sacarte a bailar. No puedo permitir que eso pase –la tomé de la mano y la guié entre los estudiantes, escuchando su risa por detrás. Salimos a los jardines, donde montones de parejitas se abrazaban y se besaban acarameladamente.

Ya creceréis ya, y os daréis cuenta de que vuestra familia entera odia a vuestra novia, y que ella os engaña con otro y que... En fin, ya creceréis.

Su mano seguía entre las mías.

Me puse rojo semáforo-fosforito. Genial.

-He dejado a Lavender –lo solté rápidamente, sin mirarla a la cara. Me di la vuelta y la miré, ahora sí, a los ojos.

-Ya –no dijo nada más. Seguía mirándome intensamente. Bien, ahora viene el momento romántico-precioso, no te pongas nervioso.

Mírala con cara de chico triste y desamparado, eso es, y ahora clava tus ojos en los suyos... ¡Ey, se pone roja, esto funciona! Acércate un paso más, muy despacio, así, perfecto. Y ahora acércate... hacia sus labios, y...

-¿Malfoy?

Me miró con el ceño fruncido.

-No, idiota. Granger.

-No, no, no ¡Allí! –señalé hacia la lejanía, casi el lindero del bosque prohibido. Una figura nos observaba, inmóvil, y al ver que mirábamos directamente hacia él, hizo un gesto y se interno en el bosque.

Aquella melena rubia era inconfundible.

-Draco –susurró Hermione y se lanzó corriendo tras él. Yo corría tras ella.

Joder, qué rápida es esta chica. Miré hacia el castillo, donde probablemente mi hermana y mi mejor amigo estarían besuqueándose, ignorando el hecho de que Hermione y yo corríamos hacia lo desconocido, seguramente lleno de peligros.

Y entramos en el bosque.

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Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuh que pasará, que pasará? Que estará tramando Draqui-Pooh? Porqué Hermione no pide ayuda a nadie? Porqué Ron es tan sumamente idiota, pero a la vez tan mono? Porqué sigue Dumbledore vivo? Esq es inmortal el abuelo este oq? Y qué demonios hace McGonagall en el castillo todavía si ya no es profesora?

Preguntas que tal vez encuentren respuesta en le próximo capítulo, o tal vez no. Para conocerlo tendréis que dejarme mi cuota semanal de rewiews (esto parece un rescate) y además quiero vuestra sincera opinión sobre la ropa y eso. Estaban todos mega-monísimos o me he pasao un poco?

EN FIN, QUE QUIERO REWIEWS, ASIQ DADLE AL BOTONCITO, NIÑAS!