Hola, hola.

Primero de todo:. ¿estáis bien? Lo digo porque como me habéis dejado tantos RR, me he empezado a preocupar por vosotros. Jeje, lo siento. Humor de escritora que ya no sabe que inventar para que la dejéis RR...

En cuanto a ellos, ya sabéis que las normas de esta Web impiden contestarlos en el fict, bajo pena de hacerlo desaparecer, y como a mi no me gusta el sistema que han puesto para responderlos, los contesto mediante un RR a mi misma. Sólo espero que esta vez me quepan. En cualquier caso, si alguna/o de vosotros tiene especial interés en que se lo conteste mediante el método oficial, no tiene más que decírmelo.

Aclarado esto, pasemos al fict.

Manual de la buena domadora de fieras.

2.- No olvides desparasitar a tus mascotas.

Y de nuevo, sin más, llegó el viernes. Bueno, sin más no, llegó después de una semana agotadora, en la que, además de mis tareas (que al final terminé ignorando), tuve que convertir a Anabell, a la dulce y sensible Anabell, en una dominátrix.

Y lo más sorprendente de todo, es que funcionó. Snape estaba ahora más suave que la seda, y todo después de que Anabell le explicara un poco cómo iban las cosas en pareja.

- Cuchicú. ¿Podemos hablar? –dijo mi dulce amiga.

- Otro día –trató de escaquearse él.

- Severus –contestó Anabell con un tono más imponente. Luego fijó sus ojos castaños en los de él, concentrándose en el mantra que le había hecho repetir su loca amiga Margot (vamos, yo) hasta la saciedad: lo domaré, lo domaré, lo domaré y... Sucedió el milagro. ¡Snape bajó la mirada!–. Siéntate, Severus.

¡Segundo milagro! Snape se sentó.

- Van a cambiar muchas cosas en nuestra relación. De entrada, este viernes por la noche nos vamos a cenar aun restaurante caro –Anabell se inclinó hacia el oído del chico y con tono dulce anunció–. Invitas tú.

- Desde luego –replicó Snape modosamente.

- Bien –asintió Anabell, con tal tono que sólo le faltó darle el azucarillo–. Allí redefiniremos los parámetros de nuestra relación.

Y así, ese viernes, yo estaba ayudando a Anabell a escoger túnica para su cena, ya que tenía que estar radiante, mientras que le daba consejos sobre cómo debía actuar.

- Ya sabes, Any, contacto visual. Siempre contacto visual. Si bajas la mirada perderás el poder...

- Lo sé, Margot, lo sé. –me cortó ella–, me lo has repetido hasta la saciedad. Tranquila, saldrá bien –vaya, vaya. ¿Dónde estaba la chica insegura que no osaba interrumpir a nadie? El cambio en Anabell era asombroso, por primera vez, el remoto parecido con Lily Evans, era algo casi tangible.

- ¿Una cita, Anabell? –Rita salió del baño vestida para triunfar y le lanzó una mirada fría a la aludida. Yo pensaba que para esas alturas ya se le habría pasado el ataque de competitividad, pero me equivoqué. Rita estaba más insoportable que nunca, ya que en su investigación no había avances, mientras Anabell y yo íbamos viento en popa.

- Sí, Severus va a llevarme a cenar –replicó ella, alzando la barbilla con orgullo.

- ¿Ya no es tu cuchicú? –preguntó burlona. Pero a mí no me engañó: sé que estaba tan impresionada por el cambio de actitud de Anabell como yo. Así que cambió de técnica y fue a por mí–. ¿Y tú, qué? De nuevo sin citas,. ¿no? Margot, cielo, olvídate de Lupin. Ni siquiera con tu librito de doma de criaturillas silvestres podrás domarle por muy licántropo que sea.

- Eso habrá que verlo –durante unos segundos entorné los ojos. Luego adopté una expresión de indiferente calma y pregunté–. ¿Y qué tal lo de Evans?. ¿Algún avance?

- Sé que tiene fallos y los encontraré –los ojos de Rita echaron chispas durante unos segundos. Luego sonrió con estudiada serenidad y me anunció–. Pero esta noche tengo una cita con un chico maravilloso, culto, inteligente, guapísimo, altísimo... Un cielo –y con unos andares que podríamos calificar de puta de taberna en celo, Rita llegó hasta la puerta–. No me esperes levantada, pequeña – ¡AH! .¡Cuánto la odie! Os aseguro que no era (ni es) más guapa que yo, pero claro, como es rubia, los tíos pierden el culo por ella.

- Ni puto caso –miré a Anabell sorprendida, ya que tales palabras no solían salir de su boca–, si yo estoy pudiendo dominar a Severus, tú podrás con Lupin.

- Gracias –sonreí tratando de parecer confiada, aunque ya no lo estaba en absoluto–. Y ahora, vete o llegarás tarde.

- ¡Va! Esperar le hará bien. ¡Que sufra un poco!. ¿Te pinto las uñas? –y Snape tuvo que esperar media hora más, ya que Anabell se empeñó en pintarme también las uñas de los pies.

Una vez que Anabell se fue me sentí deprimida por lo que me había dicho Rita. ¿Por qué ella podía encontrar a un hombre maravilloso y yo no? Así que decidí montarme un revolcón con mi super ego, es decir, dedicarme toda la noche a embellecerme.

Empecé por depilarme al estilo muggle, con cera. A mis dos amigas, de origen mágico, les parece horrible lo de la cera de abeja, pero yo lo prefiero al estilo mágico. Sinceramente, convertir tu varita en una segadora y tres días después estar otra vez asilvestrada, a mí no me convence. Además, la cera combinada con una poción que retrasa el crecimiento del vello (diseñada para rinocerontes lanudos), hace que estés como recién depilada dos semanas. Aunque es complicado hacértela tú misma y suelo terminar con más cardenales que en un Concilio Vaticano. Os juro que una de mis mayores frustraciones es que la epilady no funcione en Hogwarts... ¿Y yo por qué os cuento esto? Ya vuelvo a irme por la tangente...

Luego me hice una mascarilla de cara, me lavé el pelo con un champú de papaya, me puse un parche anticelulítico, me quité la mascarilla, me alisé el pelo y me puse mi camisón de seda más sexy, color melocotón, algo transparente, acompañado de una braga de encaje del mismo color.

Me miré en el espejo y decidí que si los hombres estupendos preferían a Rita y Pearl antes que a mí, pues ellos se lo perdían. Era una de esas noches raras en las que una se siente Miss Universo. A la mañana siguiente se me habría pasado.

Tras ponerme unas gotas de Channel número 5 que le robé a Rita y que mi "amiga" sólo se ponía en ocasiones especiales, me metí en la cama. Y al igual que durante toda la semana, me asaltó la idea de que se me había olvidado hacer algo. En realidad, es algo que me pasa frecuentemente, igual debería comprarme una agenda... Espera, pero si la he comprado. ¿Dónde la habría puesto?

Me levanté de nuevo y puse un poco la habitación patas arriba en busca de la agenda... Hasta que caí en la cuenta que me la había dejado en casa. ¿Pero dónde en casa? Ay, madre, igual había caído en manos de mi hermano. Aunque no recuerdo haber escrito nada interesante en ella. No. Repasemos... Y de hecho, las cuatro cosas que había escrito en la agenda eran tan coñazo que me quedé dormida.

En algún momento tuve un sueño extrañísimo. Bueno, al menos, al principio pensé que era un sueño. El caso es que la puerta de mi habitación empezó a abrirse lentamente. Demasiado lentamente para ser una ráfaga de aire. Primero pensé que era Rita, que volvía quemada de su cita anunciando que los hombres eran basura. Pero no. Extrañada, busqué a tientas mi varita, dispuesta a empuñarla contra cualquier amenaza y...

- ¡Lumos! –empecé por crear un poco de luz para sorprender al intruso in fraganti. Pero no había nadie. Genial. Me había vuelto paranoica. Con un suspiro, me acerqué a cerrar la puerta y al volver a mi cama…

- ¡Hola! –me los encontré sentados en ella tan campantes.

- ¡Black, Potter! .¿Qué coño hacéis aquí? .¿Cómo habéis entrado? –y más importante aún. ¿Por qué Lupin no estaba con ellos? Pero, claro, eso me abstuve de preguntarlo.

- ¿Cómo que qué hacemos aquí? .¡Me has tenido una semana esperando tu respuesta! –se indignó Potter.

- ¿Mi respuesta? –pregunté extrañada.

- Síiii. No te hagas la tonta. Te ofrecí trabajo –yo debí de poner cara de no saber lo que estaba hablando, porque al final, Potter me lo recordó–. Quería que fueras mi asesora para conquistar a Evans.

- Ah, claro. ¡Sabía que se me olvidaba algo! –solté una risilla para quitarle hierro al asunto, pero el merodeador pareció mosquearse un poco más. Dado que un merodeador furioso es un bicho peligroso y fuera de control, decidí calmarle–. Lo siento, es que me lo dijiste cuando estaba con Fluffy y claro, he bloqueado todos los recuerdos relacionados con esa tarde para evitarme traumas psicológicos y... ¿Por qué Black estaba babeando así? Deberías mirárselo porque... ¡Oh, Joder! –al bajar la vista, entendí lo que tenía a Black fuera de cobertura: resulta que mi camisón sexy tenía transparencias y desde donde estaban Black y Potter tenían una vista fenomenal de mis pechos.

- ¿Por qué la tierra no se abre y te traga cuando tú quieres? Tan rápido como pude, corrí a la ventana y me tapé con las cortinas. Potter soltó una carcajada y Black pareció salir de su ensimismamiento.

- Me lo podías haber avisado –ante eso, Potter se rió con más ganas.

- Si te digo la verdad, no me había fijado –bufé. Eso había sonado tan falso como una moneda de 3€ al chocar contra el suelo–. No, en serio. Estoy tan enamorado de Lily que los encantos de otras mujeres me son indiferentes –confieso que ahí sí que estuve a puntito de creérmelo. Hasta que añadió–. Aunque al fin entiendo porqué Sirius le puso un 10 a tus tetas. Antes me parecía inmerecido.

- 15 –Black realizó la primera aportación a la discusión.

- ¿15? .¿Qué significa 15?

- ¿Sobre 20? –quiso saber Potter mientras me ignoraban olímpicamente.

- Sobre 10 –matizó Black.

- Vaya... –silbó Potter y me dedicó una mirada admirativa–. Chica que perdió la virginidad en un concierto de El Jefe, acabas de pulverizar el récord de Angelina Jolie. Felicidades. Y ahora, sal de detrás de las cortinas, que después de esa nota está claro que no tienes de qué avergonzarte.

- Potter, .¿podrías no llamarme así? Bueno, ni así, ni de ninguna manera que me recuerde que sabéis hasta mi talla de zapatos –traté de sonar exigente, pero creo que no les convencí mucho.

- Es un 37. ¿No? –al oír que Black también conocía ese dato de mí, me puse blanco cera.

- Sirius, no asustes a mi pequeño genio –tras regañar a su amigo, que la verdad, no pareció muy afectado, Potter invocó una bata y me ayudó a vestirme con ella–. Bien, y ahora hablemos en serio –nos sentamos en la cama. Potter a un lado, yo en medio y Black detrás de mí, lo que era una ventaja porque no me podía mirar los pechos y yo no veía su cara de "15 sobre 10"–. Creeré eso del bloqueo mental. Mejor eso a pensar que preferías estar con Snape que con nosotros.

- Que sepas que nos dolió mucho –¿que tener a Black detrás suponía una ventaja? Lo retiro. Era una tortura. ¿No va el tío y me abraza por detrás dejando su barbilla apoyada en mi hombro? Traté de apartarme, pero eso le divirtió y terminó apoyando mi espalda en su pecho.

- ¡Vaya mierda de noche de viernes! Todas mis amigas por ahí de fiesta y yo teniendo que soportar a dos de los tíos más guapos de la escuela en mi cama y haciéndome la pelota... Mm. ¿Seguro que había una parte negativa en todo eso?

- Oh, pero eso fue por ayudar a mi amiga Anabell, la que sale con Snape –expliqué, viendo que Potter estaba desconcertado a la vez que yo simulaba que Black era parte del mobiliario–. No tiene nada que ver con vosotros.

- ¿Snape tiene novia? –preguntaron los merodeadores desconcertados.

- ¿Y es de este planeta? –ay, quiero mucho a Anabell, pero a la pregunta de Potter no puedo responder con seguridad pura y dura porque a veces creo que Anabell es de otro mundo–. Da igual, tenemos que hablar de Lily y de cómo quiero que me ayudes con ella.

- Vale, pero que sea breve, Rita puede volver en cualquier momento –ninguno de los dos se tomó muy en serio mi advertencia.

- Lo dudo –consiguió decir Black entre risas.

- Vale. ¿Qué sabéis que yo no sé? –no hay nada que más me mosquee que ver a alguien riéndose enfrente de mí de algo que yo he dicho. Supongo que me recuerda mi pasado de bicho raro de jardín de infancia del que se burlaban los otros niños.

- Nada que deba enseñarte con James delante –esta vez, Black trató de besarme en el cuello. Como por ahí no pasaba, le sacudí un codazo, y logré que me soltara. Me deslicé hasta quedar en el centro de la cama, formando un triángulo con ellos dos.

- Sirius, haz el favor de no acosar a mi pequeño genio –le volvió a avisar Potter.

- Lo siento, es que los efectos visuales de antes me han descontrolado un poco. Pero ya me porto bien –a juego con sus buenas intenciones, Black puso una cara que, de no haber tratado con Fluffy la semana anterior, yo habría calificado de cachorro.

- ¿Que le habéis hecho a Rita? –debí de parecer muy histérica, porque Black enseguida me tranquilizó.

- Remus se la ha comido –dijo con ese peculiar sentido del humor "made in Gryffindor", a lo "vamos a morir todos" que personalmente no capto.

- No asustes a mi pequeño genio. Ya te lo avisé antes y sabes que no me gusta repetirme –esta vez, Potter sonó irritado. Luego se volvió hacia mí y me dedicó una sonrisa tranquilizadora–. No pasa nada, Peter la tratará bien.

- ¿Peter? .¿No me digas que vuestro amigo la ha secuestrado?

- No –negó Potter

- Es una forma de verlo –replicó Black a la vez–. Han salido juntos.

- No, Rita ha salido con un chico que, según ella, es maravilloso, culto, inteligente, guapísimo, altísimo… Pettigrew no encaja para nada en esa descripción, sobre todo en lo de altísimo –les corregí yo.

- Bueno, Peter gana mucho una vez que se bebe una poción multijugos –me informó Potter con una sonrisa de pillo.

'Oh, Dios mío', pensé yo. A Rita le daría algo cuando se enterara. Si para ella los hombres eran basura, Petigrew era como la babilla esa que se desprende de la basura cuando hace mucho calor. Le daría algo, querría arrancarse la piel a tiras... Que se jodiera, por ir a por Evans y por meterse conmigo. Y de repente, al imaginar su cara si se enterara, solté la carcajada.

- Pequeño genio, yo controlo a Sirius, pero si tú te despatarras y le muestras tus modelitos de encaje, yo no puedo hacer nada... –me avisó James. Yo me puse colorada, me cubrí de nuevo con la bata y me atreví a lanzarle una mirada de reojo a Black, que me volvió a guiñar el ojo–. Bien, ahora volvamos al tema. Como ya te dije, pero supongo que habrás olvidado, me he dado cuenta que mi plan requiere una visión femenina que nunca he tenido.

- Y yo soy la "afortunada" –dije con ironía.

- Correcto –confirmaron ellos ignorando mi tono.

- ¿Y qué se supone que puedo hacer yo para ayudarte con Evans? Porque la verdad es que ella y yo no somos amigas, ni tú ni yo tampoco, ya que a eso vamos... No sé, si se trata sólo de tener una visión femenina, habla mejor con alguna de tus ex con la que te lleves un poco bien –oí que Black soltaba una carcajada parecida a un ladrido y me volví para mirarle.

- Es que esa idea tiene varios problemas –me explicó el moreno–. Para empezar, que James no se lleva bien con ninguna de sus ex...

- No sé por qué, pero piensan que las utilicé para olvidarme de Lily –confirmó Potter, poniendo una cara de ignorancia bastante falseta.

- El segundo problema, es que si hay alguna con la que se lleva un poco mejor, es porque sigue enamorada de él, y claro, no le van a ayudar a conquistar a Evans –en eso Black tenía razón.

- Es que soy irresistible. ¿Qué le voy a hacer? –Potter se encogió de hombros con tal arrogancia...

- Salvo para Evans –que no pude resistirme a bajarle los humos.

- Y en último lugar, la mitad de ellas no tienen el cerebro suficiente como para tener una idea brillante –esta vez, Potter no dijo nada, sólo asintió con la cabeza, confirmando las palabras de su amigo. Me sentí muy halagada, ya que Potter...

- Pero si tú has salido con muchas Ravenclaw... Quiero decir, que yo no destaco en esta escuela por mi cerebro sin par precisamente...

- Pero sobreviviste a una tarde con Fluffy. Y eso es muy parecido a una tarde con Evans –apuntó Black

- Sí. ¡Oye! –gritó Potter al darse cuenta que su amigo acababa de comparar al amor de su vida con un perro de tres cabezas y muy mala leche. - ¡Que estas hablando de la madre de tus ahijados!

- ¿Tú crees? Porque Evans y yo no nos llevamos lo bastante bien como para nombrarme padrino de los hijos que tenga con su flamante novio –replicó Black con tono burlón.

- Su flamante novio pronto pasara a la historia –contestó Potter con un atisbo de sonrisa maligna.

- ¿Conocéis al novio de Evans? –intervine yo. Los dos me miraron como si se hubieran olvidado de que yo estaba delante–. Es que nunca le he visto y...

Es un idiota creído, un pedante y un capullo –Me informó Potter con un tono que no animaba a contradecirle–. No sé qué ve en él.

- Yo tampoco. Para estar con un creído, debería estar contigo –apuntó Black, logrando que yo casi riera. Casi. Por fortuna, supe controlarme.

- Sí. ¡Eh! –protestó Potter al captar la pulla de su amigo. Ahí sí que me reí, es que eran muy graciosos–. Y tú no te rías, o si no...

- ¿Te buscarás a otra para que te ayude con Evans? –aventuré con tono inocente matizado con cierto aire de mala pécora–. Tal vez una de tu ex novias –sí, lo conseguí, el arrogante James Potter acababa de bajar la mirada ante mí, ante una Hufflepuff... ¡Viva la dominancia! Black soltó una risilla.

- Tú no te rías –le amenazó Potter. Black borró la sonrisa de niño malo de sus labios, aunque el brillo permaneció en sus ojos–. Está bien. Nos vemos mañana...

- ¡Mañana no! –protestamos Black y yo a la vez. Luego nos lanzamos una mirada de disgusto.

- ¿Por qué no? –Potter deslizó sus ojos castaños de uno a otro, en parte con curiosidad, en parte molesto. No le gustaba que le contradijeran sin motivo.

- Mañana tengo que cuidar a Fluffy –expliqué con un gesto de desgana.

- Mañana por la noche tenemos… –los ojos grises de Black me lanzaron una mirada cautelosa antes de volver a hablar–, ya sabes. Sería mejor que durmiéramos –Vaya, mañana era luna llena. Pues el Calendario Lunar que hice para Astronomía estaba mal, debería corregirlo, preferiblemente antes del lunes, que me toca entregarlo.

- Pues está bien, nos vemos el domingo –el rostro de Potter mostraba fastidio hasta que de pronto se le ocurrió algo que le iluminó la cara–. ¡Podemos comer todos juntos! Yo invito.

- Genial –dije yo sin demasiado entusiasmo. En fin. Lo que menos necesitaba para atraer a Lupin era que me viera comer como una cerda tratando de cebarse. Pero con eso de que no sé decir no...

- Buenos, pues nos vemos el domingo –estuve a punto de preguntarles cómo habían entrado y mejor aún, cómo pensaban salir, pero cuando Potter sacó una capa para hacerse invisible lo tuve claro. Bueno, aún sigo preguntándome a cual de las admiradoras de Black le sonsacaron la contraseña de mi casa.

Una vez que se fueron, yo ya me estaba preparando para volver a la cama y tratar de dormir un poco cuando, medio minuto después de que salieran, llamaron a la puerta. Miré extrañada al pedazo de madera que separaba mi cuarto del mundo exterior. (La definición de puerta más curiosa que habéis leído jamás. ¿Eh?)

Rita no podía ser, ella nunca llamaba. Y Anabell... Por alguna razón me la imaginaba redefiniendo los parámetros de su relación atando a Snape a la cama. Pensé que a Potter y Black se les había olvidado decirme algo, así que abrí confiada y... Me lleve una de las tres sorpresas más desagradables de mi vida.

- Hola, Margot. ¿Puedo pasar? –Toller, mi ex, no esperó a que yo le mandara a la mierda (que no es lo mismo que decir no) y entró sin que le invitara. Luego se dio la vuelta con una sonrisa de "soy el hombre más irresistible del planeta y sé que ahora mismo me deseas" y me lanzó una mirada evaluadora–. Bonito camisón. Supongo que te lo has puesto porque me esperabas.

- Te equivocas. Quiero que te largues –yo no me moví de la puerta y le hice un gesto para que volviera a salir por ella. Supongo que fue en ese momento cuando Potter y Black volvieron.

- Oh, Margot –Toller soltó una risita de "no te resistas, pequeña" bastante irritante–, no finjas. Rita ya me ha dicho lo mucho que me extrañas, por eso he decidido darte una oportunidad y que volvamos juntos...

- ¿Qué Rita ha dicho qué? –se acabó: la mato. Espero a que se transforme en escarabajo, la llevo a un tablao flamenco y taconeo sobre ella hasta reducirla a una masa informe de pus y babilla.

- Lo sé, es una amiga estupenda –oh, sí, estupendísima. En lo que me distraía pensando en lo mucho que iba a hacer sufrir a Rita, Toller se acercó hasta mí, me empujó contra la puerta haciendo que ésta se cerrara y oprimió su cuerpo contra el mío. (La asquerosa erección que había llegado a detestar cuando salíamos juntos incluida.)

- Toller, suéltame y lárgate de aquí -le advertí, tratando de apartarle de un empujón sin conseguir más que una risita tonta.

- ¿Así que quieres jugar? – Y empezó a babearme el cuello. Soy de la opinión que la gente no debería realizar ciertas actividades a menos que haya sacado un carné. Por ejemplo: Toller no debería dedicarse a besar por el cuello a las chicas, porque el efecto sapo que causaba era bastante desagradable.

- ¡Que te largues! –esta vez imprimí más fuerza al empujón y al grito. La verdad es que empezaba a ponerme un poco claustrofóbica.

- Ya has escuchado a la señorita –la voz masculina me sorprendió. Y a Toller también, puesto que apartó la boca de mi cuello (aleluya) y se giró... Para encontrarse con el puño de Sirius.

Sí, dije Sirius. Y es que ese fue el momento en que dejaron de ser Potter y Black para convertirse en James y Sirius. (Bueno, a Sirius cuando me picaba le seguía llamando Black). Y yo dejé de ser la "chica que perdió la virginidad en un concierto de El Jefe" (aleluya de nuevo) para convertirme en Margot. Lo de "mi pequeño genio" me costó mucho más.

- ¿Estás bien? –a mi lado estaba James. Yo no podía hablar, la histeria había dejado paso al pánico por lo que había estado a punto de pasarme y sólo temblaba de pies a cabeza–. ¿Margot? –¿Lo veis? Usó mi nombre.

- James, mejor ocúpate de él, las mujeres se me dan mejor a mí… –James lo miró desconfiado, pero algo que vio en los ojos grises de Sirius hizo que terminara sonriendo antes de ir a atar a Toller.

En cuanto a Sirius, se acercó a la puerta donde yo seguía apoyada y extendió la mano hacia mi cara. Yo seguía temblando y no me moví, pero jadeé fuerte y se me saltaron las lágrimas... Con un hábil movimiento, Sirius hizo algo increíble: logró separarme de la puerta lo bastante para rodearme con los brazos.

Durante unos segundos me encogí, supongo que mi cuerpo pensó algo así como "oh no, otro que se me quiere meter en las bragas". Pero al darme cuenta que sus brazos no se iban a mover de la mitad de mi espalda, me relajé.

Ya os he dicho que fue increíble, una vez que me relajé me sentí totalmente segura, reconfortada... Vale, ya estoy oyendo a las admiradoras incondicionales de Sirius Black diciendo "¿Cómo que te parece increíble estar a gusto en los brazos de Sirius? .¡Hereje!. ¡A la hoguera con ella!" Pues no es eso. Lo que me pareció increíble es que no trató de sobarme los pechos.

- ¿Puedes ir hasta la cama? –después de tanto tiempo en silencio, pegué un respingo al oír su voz. Y cuando el sentido de la frase que Sirius acababa de pronunciar me llegó al cerebro, lo miré asustada–. Tranquila, ni loco querría hacerte eso en este momento. Tienes que descansar.

Yo asentí y prácticamente dejé que Sirius y James me llevaran a la cama. ¿Prácticamente? Sólo les faltó cargarme en brazos.

- Ahora, descansa. Sirius y yo nos desharemos de Toller. Tú no te preocupes porque no va volver a molestarte –James me acarició el pelo en un ademán de hermano protector. (Por desgracia, no lo digo por experiencia propia: mi hermano me odia por ser bruja. Es más, me llevaría a la hoguera si mi madre le dejara.)

- Gracias –Logré balbucir–. ¿Cómo...? –no me sentí con fuerzas de terminar la frase, pero quería saber cómo lo habían sabido. Por fortuna los dos me entendieron.

- Le vimos subir cuando bajábamos y a Sirius le dio mala espina que fuera para tu cuarto –me pareció captar cierto tono irónico en la voz de James, pero no se me ocurrió pensar porqué.

- Bueno, tú descansa, que vas a necesitar fuerzas este fin de semana. Mañana Fluffy y pasado nosotros. Sí, creo que además deberías tomar vitaminas –vaya, era como si Sirius tratara de tapar la ironía de su amigo. ¡Qué raro!–. Buenas noches, Margot.

- Quédate –cuando Sirius se retiraba de la cama, alargué la mano y le agarré la muñeca. Él miró mi mano y luego miró a James, como si no tuviera ni idea de qué hacer. Yo le seguí mirando–. Sólo hasta que me duerma. Por favor...

- Sí, quédate, Sirius. De cualquier manera, si me llevo a Toller con la capa tú no cabes. Luego vuelvo a buscarte –de nuevo, James puso ese tonito irónico. ¿Qué encontraría tan gracioso?

- Está bien –y mientras James se las apañaba para sacar a Toller de mi habitación, Sirius se tumbó a mi lado (por encima de la ropa) mientras yo me tapaba.

No tenía muchas ganas de hablar, pero tampoco soportaba el silencio. Y además, tenía curiosidad por saber un par de cosas.

- ¿Qué hará James con Toller? –pregunté al fin.

- Mm. Buena pregunta –Sirius se quedó meditando. La verdad es que a mí no me parecía una pregunta tan complicada–. Yo lo dejaría de carnada para Fluffy –me sorprendió, no sólo el rencor en su voz, sino la idea. También a mí se me había ocurrido, pero el cachorrito no se merecía esa indigestión–, aunque conociendo las inclinaciones de James, probablemente lo colgará desnudo en los aros del campo de Quidditch…

- Mañana hay partido. ¿No?

- Ajá. Ravenclaw contra Hufflepuff. Nada interesante –me lanzó una mirada cauta, como si hubiera prendido fuego a un petardo y se preguntara por qué tardaba tanto en explotar.

- ¿Qué? A mí no me gusta el Quidditch –en su cara apareció tal expresión que me hizo pensar que había dicho una gran blasfemia. Lo ignoré–. Ni siquiera sabía que mañana había partido.

- Curioso. Yo pensaba que lo de prometerle a Dedalus Diggle ver tus pechos si atrapaba la snitch antes que James era una muestra de… pasión por el deporte –esta vez fui yo la que le miró como si hubiera dicho una herejía. ¿Es que ese chico lo sabía todo sobre mí? .¿Hasta las tonterías que digo en los partidos cuando me entusiasmo?

- ¿Cómo…?

- ¿Sé eso? Fue la primera vez que me fijé en ellos –confesó sin un ápice de vergüenza–. De hecho, casi me dio pena Diggle cuando James atrapó la snitch tres segundos más tarde.

- Eres un descarado –le solté a modo de insulto. Aunque supongo que hubiera tenido más peso si no se lo hubiera dicho sonriendo...

- Gracias –… logrando que él se lo tomara como un piropo y claro, mi sonrisa se amplió –estás muy guapa cuando sonríes, deberías hacerlo más.

- ¿Me estás tirando los tejos? –mm. La verdad es que ahora que recuerdo la escena, creo que yo estaba flirteando un poquito. ¿No?

- No –durante un segundo pensé que aquello era parte del juego, en parte porque su sonrisa no vaciló. Me llevaría un tiempo conocer a Sirius Black lo suficiente como para saber que cuando él decía no, lo decía en serio–. Para empezar, porque jamás me aprovecharía de una chica vulnerable. Esa clase de conquista no tiene gracia… Y para seguir, jamás querría nada con alguien que podría sacar a relucir el tema de "mi pequeño fallo" cuando le diera la gana.

- ¿Te refieres a tu gatillazo? –pregunté incrédula. Sí, lo sé, debí ser más sensible.

- Podías ser menos brusca –me recomendó con una mueca de disgusto.

- Vamos, que porque no te funcionó tu "soldadito" ante la bocazas de Lucy Clarks y a ella le faltó tiempo para contárselo a Rita, que lo agregó a su cajón de chismes sucios de los merodeadores y yo lo leí casualmente, soy yo la que me fastidio. ¡Que injusticia! –exclamé molesta. Porque la falta de justicia es algo que no soporto.

- Exactamente –se rió él bastante divertido. No sé si por mi análisis de la situación o por lo de llamar "soldadito" a su… "soldadito"–. Por cierto, .¿exactamente dónde tiene Rita ese cajón que nos ha dedicado?

- Ni idea –Mentí. Él me lanzó una mirada que me indicó que no me creía, pero me veía tan cansada que, en vez de discutirlo, esperaría a que me durmiera y registraría la habitación.

Pues iba a ser que no, porque yo no pensaba quedarme dormida. Mientras ese firme pensamiento cruzaba mi mente, no pude reprimir el bostezo. Para evitar que Sirius se lanzara a la búsqueda del tesoro por mi cuarto y encontrara cosas bastante bochornosas pero no lo que buscaba, le agarré la mano. Me pareció que él se sorprendía, pero estaba bastante cansada como para analizarlo. De todas formas, yo nunca he sido una persona muy analítica. El caso es que pronto me quedé dormida.

En medio de un sueño ligero, me pareció que James llegaba y se nos quedaba mirando con una ceja alzada.

- ¿Qué? –replicó Sirius a la defensiva–. Me ha agarrado así para que no buscara la caja fuerte de Rita cuando se durmiera.

- No lo dudo –de nuevo el tonillo irónico acompañó las palabras de James– ¿Volvemos a Gryffindor o prefieres quedarte?

- Vamos –con cuidado, Sirius liberó su mano y acomodó la mía bajo las mantas.

- Pues te has liberado muy fácilmente –aquello hizo que Sirius le mirara con los ojos grises entornados y que James riera.

- ¿Qué? –se picó Sirius.

- Nada. Es sólo que… –James hizo una pausa hasta que logró contener las carcajadas–. Hufflepuff y de origen muggle. Tus padres se morirán del disgusto.

- No tengo ni idea de qué me hablas –algo en el tono de su amigo, tal vez la furia, hizo que el merodeador de pelo revuelto se riera con más ganas. No sé cómo lograron salir de nuestra sala común sin que los notaran.

&·&·&

Al día siguiente, cuando me desperté, ya estaba el sol alto. Lo sorprendente fue que mis amigas se habían acostado más tarde que yo y ya estaban despiertas. Es que en Hufflepuff tenemos muy arraigado lo de madrugar, bueno, al menos todos lo tienen arraigado menos yo, que porque me levanto a las 9 tengo la fama de vaga. Aunque ese sábado me gané la fama: dormí hasta la una.

- Vaya, ya se despertó la dormilona –tanto me sorprendió el buen humor de Rita, que estuve apunto de olvidar su jugarreta. ¡Decirle a Toller que yo quería volver con él! Y por su culpa el muy cerdo casi me viola… Me dieron ganas de abalanzarme sobre ella y arrancarle los ojos con mis manos.

Entonces, relacioné su buen humor con su cita de la noche anterior, que le debió ir muy bien, y dado que esa cita fue con Pettigrew… Sonreí encantada, pensando en el día en que mi ex amiga desearía arrancarse la piel a tiras con sus propias uñas... Y el ataque de furia homicida a lo vulgar Gryffindor pasó.

- ¿Qué tal anoche Rita? – Pregunté con melosa dulzura.

- Oh, Margot, he conocido al hombre más maravilloso del mundo. Es tan dulce, tan majo, tan maravilloso, tal alto, tan guapo, tan bien formado… –¿Tenéis idea de lo mucho que me costó relacionar esos conceptos con Pettigrew y no morirme de risa allí mismo? Aunque supongo que más de una está en mi misma situación en este momento–. Es el hombre de mi vida…

- Me alegro por ti –dije deportivamente mientras me clavaba las uñas en el muslo para no reírme–. ¿Y tú qué tal, Anabell?

- Bastante bien –contestó mi amiga muy concisamente, lo que viniendo de ella, era bastante raro. Algo no iba bien. Cuando no estuviera Rita, indagaría.

- ¿No es genial? Al fin tu novio, emocionalmente disminuido, muestra algo de interés. Yo encuentro al único hombre genial del mundo y Margot al fin entró en razón y volvió con Match –Rita me dio unas palmadas en la espalda.

- ¿Ah, sí? –Anabell alzó las cejas muy sorprendida antes de darme tiempo a negarlo–. Pues qué mala suerte tenemos. Chico que elegimos, chico con el que la toman los merodeadores.

- ¿Sí? –Temo que soné demasiado ilusionada. Repetí la pregunta moderando mi entusiasmo.

- ¿A qué te refieres? –por su parte, Rita sacó a relucir su faceta de fría periodista.

- Si no os hubierais quedado dormidas y hubieseis ido al partido, lo sabríais –apuntó Anabell. Otra con más mala leche no nos lo hubiera contado, pero Anabell es una persona bastante afable que no puede resistirse a compartir la información, así que nos informó–. Al llegar al campo nos encontramos a Toller colgado de los aros en unos calzones bastante horteras con dibujos de "Buscando a Nemo" –¿Aún los tenía? .¡Pero si tenían hasta rotos! Bueno, igual se compró otros–. Tenían unos rotos horribles –pues no los cambió–. Tiene toda la firma de Potter, pero tampoco hay pruebas.

- Y como siempre, los merodeadores se irán de rositas –la voz de Rita tembló de ira. En otras circunstancias, yo hubiera apoyado a Rita, pero dado que James lo hizo por mí, pues la verdad es que me sentí bastante halagada.

- Pero eso no es todo. Luego, cuando Toller fue a reclamarles, Black se molestó por algo que le dijo (yo creo que fue sobre Potter, como son uña y carne…) y le atizó un puñetazo en el estómago.

- ¿Qué? –Rita y yo nos erguimos sorprendidas. Y es que los merodeadores, hasta ese momento, nunca habían llegado a la violencia física. Exceptuando a Sirius anoche. Y ahora iban dos puñetazos en menos de 24 horas.

- Como lo oís. Esta vez ni siquiera él se pudo librar del castigo, ya que lo hizo delante de McGonagall –concluyó Anabell.

- ¡Es genial! Voy a buscar primeras impresiones. Un merodeador castigado por empleo de la violencia física. ¡Qué titular! –y se fue corriendo. Sin duda alguna, a la habitación secreta que usa de redacción.

- Y ahora que estamos solas. ¿Qué te ha pasado con Snape esta vez? –le pregunté a Anabell.

- Tú primero –mi pelirroja amiga ladeó la cabeza y me sostuvo la mirada.

- A mí Snape no me hizo nada –traté de hacerme la confusa. No hay nada tan humillante como que traten de pillarte con tus propios trucos.

- No hablaba de Snape, sino de Toller –yo iba a protestar, pero ella me hizo un gesto para indicarme que no quería mis excusas–. Da igual –Anabell suspiró–, ya me enteraré –en eso tenía razón, Anabell era una persona paciente, lo bastante como para aguantar a Snape y como para esperar el tiempo que hiciera falta para averiguar qué me pasaba sin que yo se lo contara. Cambió de tema–. Resulta que Snape está celoso de Toller porque ahora los merodeadores no le hacen ni caso y putean a otro.

- ¿Eh? –atiné a decir, confundida. Yo pensaba que se alegraría de haberse librado de ellos.

- Lo que oyes. Es increíble. Ahora está en su habitación, reconcomiéndose y pensando cómo atraer la atención de los merodeadores… ¡Por favor! .¿Qué tienen ellos que no tenga yo? Si todavía pasara de mí por Evans, vale, pero ¿por los merodeadores? .¡Tendría que pasar yo de él por ellos y no al revés! –tras la apasionada exclamación, Anabell se quedó callada y adoptó una expresión pensativa. Quiero mucho a Anabell, pero debí imaginarme que una idea, una muy mala idea, cruzaba su cabecita hueca. Aunque se recuperó tan rápido y yo estaba tan cansada que no tuve tiempo de asimilarlo–. Debiste ver la cara que puso Evans cuando fue a parar la pelea y en vez de a Snape se encontró a Toller. Aunque Potter estuvo a la altura de las circunstancias…

- ¿Qué le dijo? –en parte me interesé, porque las replicas de James a Evans suelen ser muy graciosas, pero también estaba el que ahora me movía una especie de interés profesional.

- Le dijo "Lo siento, amor mío, pero a este no le voy a dejar en paz ni aunque salgas conmigo. ¿Sales conmigo mañana?" Y como siempre, ella se puso colorada, balbució algo sobre su novio y se fue corriendo… Pobre Potter, se le acaba el tiempo. Para mí que está a punto de hacer algo realmente estúpido.

- Sí, bueno –mi respuesta fue algo borde, ya que me sentí aludida cuando ella mencionó lo de "algo realmente estúpido"–. Será mejor que me duche, me vista y coma algo. Tengo que ir a cuidar de Fluffy.

- Es cierto. Pobrecita –si algo bueno tenía Anabell era lo solidaria que era siempre con la desgracia ajena–. Iré a traerte algo de comer de la cocina.

- Gracias, eres un ángel –y según entraba en el baño, le lancé un beso.

&·&·&

- ¡Qué guapa te has puesto! –me piropeó Anabell al entrar. Yo la miré extrañada, ya que con los viejos pantalones vaqueros rajados y la camiseta de tirantes, también bastante vieja, no me sentía muy glamourosa que digamos.

- Gracias –pero sonreí y agradecí el cumplido como la niña bien educada que era–. Aunque creo que eres muy optimista.

- En absoluto: las colas de caballo te quedan muy bien –ah, se refería a mi pelo. Bueno, eso sí era cierto.

- ¿Qué me has traído de comer? –me acerqué a la bandeja que me había traído. Había un sándwich de jamón y queso, zumo de calabaza, un yogur y una manzana–. ¡Ey! .¡Te has acordado de mi dieta!

- Pues claro. ¡Como si no lo hubieras mencionado toda la semana! Aunque ya te digo que no creo que te haga falta –la buena de Anabell: ella cree que esta gorda siendo una cosita delgadita, menudita, y preciosa, y en cambio, opina que yo no necesito adelgazar cuando yo me siento como el hipopótamo que bailaba ballet en "Fantasía"–. ¿Todo esto es por Sirius Black?

- ¿Black?. ¿Qué tiene que ver Black con esto?

- No sé, como lo vas a ver ahora y te has puesto tan guapa para verle –Anabell se encogió de hombros.

- No voy a ver a Black. Voy a ver a Hagrid y su maldito bicho de tres cabezas. Y no me he puesto guapa, sólo cómoda y con la ropa que no me da miedo que se manche –maticé tras tragar el pedazo de comida que llevaba en la boca.

- Sí que vas a ver a Black: McGonagall le ha castigado a ayudarte a ti y a Hagrid con Fluffy esta tarde –al oírlo casi me atraganté, y eso que no tenía comida en la boca.

- Madre de Merlín –musité asustada. Y la verdad es que fue un método de adelgazar genial, porque se me cerró la boca del estómago y ya no fui capaz de comer nada más.

Tardé una eternidad en llegar a la cabaña de Hagrid, ya que fui arrastrando los pies tan despacio que los caracoles me adelantaban, y todo debido a que no tenía ninguna prisa por encontrarme con Sirius.

Me daba mucha vergüenza volver a verle. Sabía que tenía que pasar tarde o temprano, pero pensaba que ese temprano sería el domingo para comer, no el sábado por la tarde, cuando aún no estaba preparada para ello.

Ya sé que era una tontería, pero… ¡Me dormí estrechando su mano! Yo jamás había dormido con ningún chico: normalmente en cuanto terminaba la acción, nos vestíamos, dejábamos el aula y cada uno a su cama. Para mí era ya algo tan rutinario que no me sentía incómoda si al día siguiente veía al chico por los pasillos. Pero lo de dormir con un chico era tan nuevo para mí que no tenía la menor idea de cómo actuar ante el chico en cuestión.

El susodicho chico en cuestión estaba charlando animadamente con Hagrid cuando yo llegué. Fue Fluffy quien les hizo notar mi presencia con lo que yo deseé que fuera un ladrido amistoso. Completaba el cuadro una bañera gigantesca y tres collares antiparásitos que me dieron muy mala espina.

- Ah, Margot, al fin llegas –me saludó Hagrid con su alegría infantil. El pobre se llevaría el disgusto de su vida si supiera que no íbamos a verlo por gusto. Sonreí para saludarle, aunque no pude mantener el gesto al cruzar la mirada con Sirius. Él lo notó y torció la boca, no sé porque. Hagrid no se enteró y siguió como si nada–. Toca desparasitar a Fluffy.

Lo que me temía.

¿Tenéis mascotas¿Alguna vez os ha tocado bañarlas? Si es así, ya sabéis cómo suelen terminar esas cosas. No hay manera de meter al bicho en la bañera porque éste sale corriendo, eso sí, cuando ya está enjabonado, pringando de espuma toda la casa y a los incautos que tratan de bañarle, para luego huir y atrincherarse en algún rincón de la casa.

Pues imaginad eso mismo cuando el perro tiene dos metros y tres cabezas, sus pulgas tienen el tamaño de gatos recién nacidos y en vez de una casa, lo que tiene para esconderse es 80 Km. de bosque.

- Vaya, no pensé que pasaría esto. Fang no da tantos problemas –el perro aludido por Hagrid, alzó la cabeza–. Habrá que ir a buscarle –Fang, que es un perro cobarde, bajó la cabeza y simuló estar dormido. Tres segundos después deseé poder hacer lo mismo–. Yo iré por la izquierda, tú, Sirius ve por el otro lado con Margot –y ahí tenéis el porqué.

En realidad, encontrar el rastro de Fluffy fue rematadamente sencillo: bastaba seguir el rastro de espuma que fue dejando por el bosque. Encontrarle a él fue jodidamente más complicado.

- ¿Pero cómo coño puede esconderse tan bien un perro gigante de tres cabezas? –exclamé después de lo que a mí me parecieron siglos de búsqueda y apoyándome en un tronco de árbol caído. Hacía un calor pegajoso, húmedo e incómodo más propio de la selva africana que del norte de Escocia y toda la maldita ropa se me pegaba. Y eso que mi camiseta era de tirantes.

Sirius me miró con sorpresa, ya que era la primera vez que alguno de los dos hablaba. Para mí que estaba enfadado conmigo, y lo peor es que no sabía porqué.

- Supongo que tres cabezas piensan más que dos –al final se encogió de hombros y se dispuso a continuar.

- Eso será si las tres se ponen de acuerdo en algo –me levanté del tronco.

La verdad es que no podía ya más, pero tampoco iba a reconocerlo. Además, con el humor que tenía el chico, seguro que me dejaba allí tirada. De repente, se me ocurrió que igual estaba picado porque aún no le había dado las gracias por lo de anoche. Claro que no lo había hecho por timidez, pero el debía de pensar que yo era una desagradecida. Mi dispuse a corregir mi error.

- Sirius –se volvió con una mirada que animaba muy poco a la conversación, la verdad, pero yo no me dejé desanimar–, quería darte las gracias por lo de anoche, y no sólo por librarme de Toller, también por lo de quedarte conmigo hasta que me dormí, fuiste muy majo y no tenías porqué. También debería disculparme por no haberte dicho nada hasta ahora, pero es que tampoco sabía que decirte y me sentía un poco cortada, porque eso de haberme quedado dormida con un chico al lado era nuevo para mí y…

- Para –de repente me encontré con su dedo en mis labios para callarme y una sonrisa divertida en su rostro–. No hacía falta ni que me dieras las gracias ni que te disculparas.

- Pero parecías enfadado y pensé que tenía la culpa –me liberé de su dedo y de las extrañas escenas que evocaba en mi mente. Creo que si lo hubiera tenido tres segundos más tocando mi piel, yo hubiera levitado hasta la estratosfera.

- No, tranquila, no tiene que ver contigo. ¿Así que era por eso por lo que estabas tan rara? Porque te sentías tímida –soltó una carcajada y volvió a ser el Sirius de siempre–. ¡Qué mona! –lo que no quiere decir que me sintiera mejor por ello.

- También es por el calor. Hace demasiado –maticé, pasando por delante de él dignamente.

- Es cierto. Ven por aquí –me agarró del brazo y me hizo seguirlo por un sendero–. Hay un arroyo y podremos refrescarnos.

- Black, si piensas que me voy a despelotar y vamos a montar un numerito estilo el lago azul, estás muy equivocado –le advertí levantando un dedo con la mano que tenía libre.

- Vaya, otra de mis fantasías arruinadas para siempre –replico él con sarcasmo palpable–. Tranquila, sé que eres fácil, pero no tanto.

- Ya, y yo sé que tu mal humor en realidad se debe a que si no encontramos pronto a Fluffy, no llegarás a tiempo para acompañar a Lupin durante su… –hice una pausa brevísima para seleccionar le mejor palabra– transformación –la verdad es que la idea se me acababa de ocurrir atizada por el deseo de vengarme porque me hubiera llamado chica fácil, pero di de pleno en el blanco. Sirius se paró y durante unos segundos me fusiló con sus ojos grises.

- Vaya –y su rostro se relajó soltando una carcajada–. Pobre Skeeter, saber eso de nosotros y no poderlo divulgar por toda la escuela porque sabe lo que le haríamos.

Yo no contesté. En realidad, no sabía que decir, pero no hizo falta: él siguió hablando como si nada.

- Margot, pequeña, deberías buscarte otras amistades –me aconsejó con tono paternalista a la vez que me arrastraba hacia el arroyo (dondequiera que eso estuviera)–. Rita no me parece una buena amiga: lo de azuzar a Toller contra ti no me parece un comportamiento muy leal.

- Rita creía que hacía lo mejor para mí, aunque se equivocaba de medio a medio, pero no lo hizo con mala intención –Sirius alzó sus cejas con incredulidad–. Es cierto, sólo quiere que vuelva con Toller para que me olvide de… Otra persona –por fortuna, me di cuenta a tiempo que no sería buena idea que él supiera que me sentía atraída por su amigo.

- Ya, para que te olvidaras de Remus. ¿No? –en serio, lo de ese chaval era muy fuerte. ¿Me leía los pensamientos o qué?–. No me mires así. Que sepas que tienes un rostro que se lee tan bien como un rótulo luminoso. Además, casi todas las Hufflepuff están locas por él… Aunque yo pensaba que tú tendrías un gusto un poco más original, pero supongo que tendré que esperar a que te des cuenta por ti misma de que pierdes el tiempo.

- ¿Cómo que pierdo el tiempo? –me enfadé tanto con el comentario que me solté de su brazo–. Pues para lo mucho que te metes con Rita pensáis igual: "Margot, nunca lo conquistarás porque no eres su tipo. No eres rubia, ni Ravenclaw, tienes pechos y… Oh, vaya, tus ojos sí son del color correcto".

- No lo decía por eso –me interrumpió Sirius–. No se trata de que tú no seas su tipo, se trata de que ÉL no es TU tipo. Supongo que te gusta desde que sabes que es licántropo. No sé, es la clase de cosa peligrosa que os llama la atención a las Hufflepuff, pensáis que es un escape a vuestras vidas monótonas.

- Mi vida no es monótona –bueno, no demasiado–, y me gusta de antes –aunque ahora que lo decía, puede que él tuviera razón y me gustara desde que sé que es licántropo.

- Los Hufflepuff sois los peores mentirosos del mundo. En fin, reina mía, supongo que tendré que esperar a que veas por ti misma que Remus no es hombre para ti antes de que quieras conquistarme a mí –no me gustó el tono tan arrogante en que lo dijo. Por supuesto, tenía que bajarle los humos.

- ¿Y por qué iba a querer conquistarte a ti? Creo que eso te gustaría, al fin podrías echarle mano a mis pechos de "15 sobre 10" –le solté con toda la frialdad que pude reunir.

- Oh, por favor, me insultas considerándome tan superficial –me contesto él sonando jovialmente ofendido–. No quiero que pienses que me fijé en ti sólo por tus preciosos pechos… –Con un movimiento que casi parecía de danza me hizo pasar delante de él–. También tienes un trasero precioso –me solté de él y le miré furiosa. Aquellas bromitas no me hacían ni pizca de gracia y quería que le quedara bien claro.

- Eres un cerdo. No sé qué vena te dio anoche para comportarte como una persona normal, pero está claro que ya se te ha pasado –y me di la vuelta ofendida. El arroyo ya se veía.

- Ey, Margot, perdona, va. No te enfades –Sirius corrió y me alcanzó. No parecía arrepentido, en realidad parecía asustado: como si acabara de encender sin querer la mecha de una carga de dinamita–. Por favor, no te piques y le cuentes a alguien… Nuestro secreto.

- Pues te merecías que lo hiciera: después de todo, tú vas contando mis cosas a todo el mundo –apunté con tono cargado de rencor que de alguna forma se volvió curioso–. Por cierto¿cómo sabes todas esas cosas de mí?

- Un buen investigador no revela jamás sus fuentes –replicó con su tono bromista.

- Charles Fellows –y de repente, se me ocurrió a mí misma la idea, casi como si un rayo de inspiración hubiera abatido mi cerebro.

- Sí, Charles Fellows –Sirius asintió y me dedicó la sonrisa de alguien que acaba de ganar una fortuna apostando por un caballo que todo el mundo había dado por perdedor, pero que él sabía que iba a ganar por varios cuerpos.

Aunque no me paré a analizar esa mirada triunfal. Estaba ocupada pensando en lo que le haría a Charles Fellows si le pillaba por banda. Charles era un chico de Gryffindor con el que yo me había pegado el lote el curso pasado. Más o menos por la época del partido en que, como diría Sirius, yo "demostré mi pasión por el deporte".

De hecho, corté con él porque después del partido me montó una escenita de celos por eso de "querer enseñarle los pechos a cualquiera". Es lo malo de los Gryffindor: sus paranoias obsesivas y posesivas.

El caso es que no necesité mucha imaginación para deducir lo que pasó: Charles era un chico discreto y celoso de su intimidad… hasta que se emborrachaba, cosa que pasaba con mucha frecuencia (ya que aguantaba muy mal la bebida) y una vez borracho, soltaba hasta el número de la Cámara de sus padres en Gringotts. Supongo que a Sirius no le debió de costar muchas botellas de Aguardiente de Fuego hacerme la ficha.

También explicaba que Sirius no conociera seguro la identidad del chico con el que perdí la virginidad: Charles no soportaba oírme hablar de otros chicos ni que otros chicos hablaran de mí.

- Vaya con Charles. Y eso que decía que se llevaría mis secretos hasta la tumba –comenté haciéndome la disgustada.

- Sí, no era un chico muy de fiar. Y además, no quiso decirme dónde tenías el tatuaje –eso me hizo palidecer y mirarle asustada. ¡Sabía lo de mi tatuaje!–. Me dijo que era una flor preciosa, una…

- Rosa amarilla –completé yo preocupada.

- Sí, eso, una rosa amarilla. Pero justo cuando me iba a decir dónde lo tenías, va y se desmaya –Sirius hizo un gesto de frustración. Y yo, al fin, capté el mensaje velado.

- Pero tú no eres un chismoso como Fellows¿verdad, Sirius? –me acerqué a él con una sonrisa de niña dulce y desvalida–. ¿No le contarás a nadie mis… cosas, verdad? Porque… –seguí yo antes de que pudiera contestar– si no, yo tendría que contar cosas de vosotros que no quiero contar y…

- Margot, no hace falta que montes el numerito –volvió a callarme poniendo su dedo en mis labios–. Los dos sabemos que estamos en manos del otro. Yo guardaré tus secretos mientras tú guardes los míos.

- Lo mismo digo –convine yo. Y casi sin darme cuenta, le di un beso en la mejilla.

Fue al apartarme un poco que vi de nuevo esa expresión rara en sus ojos y recordé el tonillo irónico de James al vernos juntos en la cama y se me ocurrió que… ¡Pero eso no podía ser! Era simplemente imposible.

Traté de alejarme un paso, aunque después de la que había liado, ya no servía de nada. Pero él me detuvo, agarrándome del brazo. ¡Oh, madre mía! La había hecho pero bien gorda.

En ese momento vino Fluffy al rescate, bueno, huyendo de una manada de avispas asesinas gigantes. Seguramente había tratado de robarles la miel. El caso es que nos tocó salir corriendo detrás de él, huyendo de los horribles aguijones. Fue una fortuna que Hagrid no anduviera lejos, y tras unos disparos, las avispas huyeron.

- Oh, Fluffy, volviste a mí. Mi dulce cachorrito –Hagrid trató de golpear amistosamente una de las cabezas pero todas trataron de morderle, lo que me hizo pensar que Fluffy no hubiera vuelto de no haber sido perseguido por las avispas asesinas.

Pero ya os comenté antes que Hagrid piensa que todo el mundo va a verle por gusto y no por necesidad, como sucede la mayoría de las veces; aunque los que vamos a verle tenemos la delicadeza de no mencionárselo.

El caso es que al fin logramos llevar a Fluffy de vuelta a su cobertizo, y una vez allí, logramos lavarlo y ponerle los collares antiparásitos.

Por desgracia para Sirius, cuando terminamos prácticamente anochecía.

- Siento que nos hayamos entretenido tanto –me solidaricé cuando volvíamos al castillo–. Vas a ir muy justo con Lupin.

- Sí –convino él. Aún no sé si estaba extrañado de mi comprensión o impaciente por llegar al castillo y reunirse con sus amigos. 'Para librarse de mí' añadí en mi mente con una sensación de amargura que me sorprendió bastante.

Para mitigar la sensación decidí, seguir hablando.

- Pobrecito, mañana vas a estar hecho polvo, yo creo que casi...

- No lo intentes, Margot –me interrumpió mirándome a los ojos por primera vez desde que le besé en la mejilla al lado del arroyo.

- ¿Intentar el qué? –traté de aparentar inocencia, aunque por la expresión de su cara, no le convencí mucho.

- Escaquearte de la comida con James mañana –joder¿es que me tenía que ver venir siempre?–. Y desde luego, no intentes ningún truco, porque James te iría a buscar y te obligaría a venir aunque estuvieras en la ducha. Bien pensado… –Se llevó la mano a la barbilla y me dedicó una mirada evaluadora–. Intenta escaquearte: si te pilla en la ducha será un espectáculo digno de verse.

- Eres… –Dediqué unos segundos a buscar el insulto más ofensivo y apropiado que ofrecerle mientras él esperaba impaciente– un maldito Gryffindor –solté al final, viendo que esa palabra reunía mejor que ninguna todo lo que trataba de decirle.

- Y a mucha honra –oí que me contestaba mientras subía las escaleras de la entrada a toda velocidad.


Esta bien, las/los que decíais que a Sirius le molaba Margot, que tanto conocimiento sobre el tema era más que sospechoso... Bueno, parece que tenéis alguna pistilla (del tamaño de King Kong) sobre los sentimientos de este chico.

Otra cosa es que Margot la haya visto. Como diría ella: la quiero mucho, pero no se entera de nada esta chica.

En fin, en el próximo capítulo, seguiremos dando sabios consejos (que espero que no practiqueis sin el número de emergencias a mano) para amansar a las fieras. Ya sabéis que está escrito y que sólo tiene que darme la vena de subir, cosa que básicamente depende de vosotras/os.

Y si os decidís a contribuir a la causa, por favor, no olvidéis de firmar el RR, que si tengo que andar jugando a las adivinanzas tardó más en contestarlos y por tanto, más en subir el capítulo.

Espero que os trajeran muchas cosas los Reyes, que seguro que sí porque habéis sido niñas buenas, (al menos conmigo) besines de roscón y nos vemos... en breve.

Carla Grey.

Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Gabriela. Musa de Mika Granger.