Hola, hola, chicas y chicos. Y una semana más y esto sigue subiendo... En serio¿os pasa algo? Creo recordar que no lancé Imperios al fict... O igual sí. Bueno, eso ahora da igual, lo importante es que estáis siendo unos lectores/as muy buenos/as y cumplidores/as. Fuera coña¿estáis bien? Va, dejo de vacilaros con el tema, que al final os enfadais y no dejáis RR, sobre todo después de la espera...
Por cierto, respecto al tiempo que os hice esperar tampoco podía hacer nada para ahorrároslo, ya que esta semana han operado a mi madre, y la verdad es que los días previos en lo que menos pensaba era en contestar RR o en subir ficts. En cuanto a los días, posteriores, hasta el miércoles no pude tocar un triste teclado, así que la cosa estaba difícil. Siento no haberos comentado que me podía retrasar.
Y bueno, ya está bien de excusas, vamos a contestar a los RR. Ya sabéis, que los respondo en un RR a mi misma, como siempre lamento el vaivén de páginas que tenéis que hacer para leer la respuesta.
Y ahora disfrutad del capítulo...
Manual de la buena domadora de fieras 3.
Cuando todo falla… Medidas extremas, para casos de emergencia.
En cuanto me alejé de Sirius, fui al Gran Comedor, dispuesta a zamparme todo lo que se me pusiera a tiro en la mesa. Pero McGonagall tenía otras ideas: me llevó a su despacho y me comunicó que a la tarde siguiente, a partir de las dos, me tocaba cuidar a Fluffy de nuevo. Ay, si es que no hay nada peor que tener a un profesor en tu contra. Total, que se me quitaron las ganas de cenar.
Una vez que llegué a Hufflepuff me encontré con un animado juego de Rol. Me encantan esos juegos, bueno, a mí y todos los de mi casa. En Hufflepuff no se juega al ajedrez (se queman demasiadas neuronas), ni al Snap Explosivo (¿Qué gracia hay en que se te quede la cara negra como un minero asturiano?)… El Rol, en cambio, es un juego que requiere inteligencia y que te permite interpretar a un personaje muy diferente al de tu vida real.
A lo mejor Sirius tenía razón y lo que nos gusta es escapar de nuestras monótonas vidas...
Sea como sea, me encanta el Rol y estuve jugando con mis compañeros de séptimo hasta las mil. Además, durante esas partidas puedes aplicar el oído y enterarte de todos los rumores de Hogwarts que corren por mi casa. No llevaba ni cinco minutos sentada cuando ya me había enterado de qué parejas habían roto, cuáles se habían iniciado, quiénes se ponían los cuernos y con quién y las más disparatadas conjeturas sobre porqué los merodeadores habían decidido desviar sus iras de Snape y centrarlas en Toller.
El objeto de dichas conjeturas, mi ex, estaba charlando con Rita, mi ex amiga, tratando de ignorar al resto de compañeros. Al verlos ahí, tan cerca, tan juntitos, tan amiguitos… Deseé que mi espada de luz no fuera un arma imaginaria para poder decapitarles. No se trataba de celos, se trataba de odio, algo que jamás pensé poder sentir por mis compañeros de casa.
El caso es que la partida se alargó hasta las cinco de la mañana. Entre que subí, me puse el pijama y me acosté… Las seis. Casi que me acosté a la misma hora que los merodeadores. Sin el casi.
Bueno, habíamos quedado a la una y media, así que con levantarme a las doce y media iba sobrada. Claro que no había contado con la impaciencia de James Potter.
- ¿Te parecerá bonito? Ya podíamos estar esperando en el vestíbulo, y la señorita aquí durmiendo –la verdad es que resultaba bastante curiosa la habilidad que tenía James para sonar como una madre regañona.
- James, son las 12 de la mañana –señalé tras consultar el reloj con un bostezo–. Quedamos a la una y media.
- ¿Sí? –James se revolvió el pelo confuso, mirando a Sirius como si en la cara de su amigo estuvieran las manecillas que le indicarían la hora–. ¿Y por qué no me detuviste?
- Tenía la esperanza de que la pilláramos en la ducha. –Replicó el aludido con una sonrisa de vampiro de película de serie B en un banco de sangre.
- ¿Y cómo es que quedamos tan tarde? A mí me gusta comer a la una o así –insistió James.
- Pues fuiste tú quien decidió la hora –apunté yo, que tenía ganas de seguir durmiendo (y más teniendo en cuenta que en poco tiempo tendría que cuidar a Fluffy).
- ¿Sí? Bueno, pero ya que estamos aquí, mejor te vistes y nos vamos a comer –yo le dediqué a James una mirada que en mi casa se hubiera considerado agresiva, pero que a él le debió de parecer que bizqueaba–. No pongas esa cara, que te pones muy fea. Venga, yo te ayudo a escoger la ropa.
Y sin esperar mi permiso, abrió mi baúl y se puso a revolverlo.
- ¡Eh, no toquéis mis cosas! –yo me abalancé sobre él, que parecía muy entretenido con mi ropa.
- James, no te pases, anda. –fue ahí cuando reparé en la presencia de Lupin.
Mi guapísimo niño tenía todo el aspecto de alguien a quien hace cinco minutos que le han dado el alta en la enfermería. Hasta ese momento, se había dedicado a averiguar qué libros leíamos. Era una manía que tenía y sigue teniendo: según llega a una habitación, se interesa por los libros de las estanterías. Claro que en la mía no tenía muchos lomos que leer: la colección completa de las obras de Paul Wilson, aportada por Anabell, la colección completa de Rita del estilo "Las mujeres que aman a hombres están locas"… Ah, y los mejores artículos de Cosmobruja encuadernados.
- Sólo trataba de ayudarla a vestirse –se excusó James–. Anda, ponte esta falda.
- James, eso es un cinturón, no una falda –repliqué mientras se lo arrancaba de las manos.
- ¿Sí? Pues mi ex lo llevaba de falda.
- Tu ex, Black, era una fresca –apunté yo sin mirarle–. Cualquiera de ellas...
- Eso es cierto –reconoció el chico por lo bajo.
- Está bien. Yo me voy a duchar –tomé una túnica amarilla del baúl y me dispuse a ir al baño–. Vosotros no toquéis nada y sacad a Pettigrew de esa cama –señalé a su gordo amigo, que llevaba un buen rato revolcándose en la cama de una de mis compañeras.
- ¡Peter! –rugieron los tres chicos a la vez.
- ¿Qué? Sólo estoy aspirando el olor de mi amada –una expresión de rata enamorada cruzó sus rasgos regordetes.
- ¿Te refieres a Rita? –pregunté con dulzura. El respondió con uno de esos suspiros que tanto gusta soltar a los enamorados más babosos. Lo tomé como un "sí"–. Pues en ese caso, su cama es la otra. Esa es la de Anabell, la de Rita es la que queda justo al lado de los libros de "Si todos los hombres fueran castrados, el mundo sería un lugar mejor", así que revuélcate en esa.
Iba a entrar en el lavabo cuando noté que Black iba pegado a mí como si fuera mi sombra.
- Sed buenos mientras nos duchamos –les aconsejó a sus amigos a modo de explicación.
- Black. ¿Ves esta línea de baldosas? –con el pie tracé una línea recta entre él y yo, o mejor dicho, entre él y el baño.
- Sí.
- Pues a partir de aquí, una servidora se reserva el derecho de admisión. Y tú... –di un vistazo a sus pies para asegurarme y... Mm. Qué pies más grandes. Una amiga, de un curso superior al mío, me dijo que los hombres con pie grande tenían grande también el... Ay, ya he vuelto a descentrarme–. Llevas playeros –y antes de que reaccionara, le cerré la puerta del baño en las narices.
- Pero para ducharme me los quito –le oí decir con un tono quejumbroso que me hizo sonreír.
Una vez que cerré la puerta del baño tras de mí, me acerqué al lavabo y conecté el dispositivo de escucha que había instalado en mi cuarto cuando salía con Toller. Siempre creí que se llevaba demasiado bien con Rita y traté de pillarles de marrón, pero no. Ni siquiera me dio esa excusa tan genial para romper con él. ¡El muy cabrón!
La razón por la que lo conecté esta clara: no me fiaba de que en cuanto me diera la vuelta se pusieran a revolver mi habitación en busca de los archivos secretos de Rita. Igual debía decirles que no los tenía en ese cuarto.
En cualquier caso, siempre es muy divertido oír a la gente cuando no saben que los estás escuchando. Así que mientras me desnudaba, duchaba y arreglaba, estuve atenta a la conversación de la habitación de al lado.
- ¡Joder, qué bien puestas las tiene! –naturalmente, ese sólo podía ser Sirius Black.
- Sirius, más te vale controlarte –le advirtió James con su tono de padre regañón.
- Pues yo no sé qué les ves. A mí me parecen normales. –por supuesto, ese era Lupin, siempre inmune a mis encantos. De todas formas… ¿Él qué sabía? Cuando saliera con una mujer con curvas, una mujer de verdad, y no con niñas que aún esperaban la pubertad para desarrollarse, podría permitirse el lujo de opinar.
- ¿Tú qué sabrás? –y una vez más, Sirius expresó en voz alta mis pensamientos–. Si tus novias aún están esperando a la pubertad para desarrollarse. Cuando salgas con una mujer y no con una niña más plana que una tabla de planchar, tendrás el privilegio de opinar sobre las tetas de las chicas.
- "Seno que la mano no cubre no es seno sino ubre" –recitó Lupin sin dejarse amilanar por su amigo, casi de forma desafiante. Genial, era la segunda vez en una semana que un cánido insinuaba que yo era una vaca lechera.
- Ay, madre mía, hay que ver qué joven eres todavía –suspiró Sirius con un tono bromista de padre disgustado–. Seguro que aún crees eso de que el tamaño no es lo importante y todo –los tres chicos soltaron una carcajada.
- Pues Rita me dijo que no lo era –dijo Pettigrew ingenuamente, haciendo que sus amigos rieran con más ganas.
- ¿Qué estás apuntando James? –preguntó de pronto Lupin.
- Oh, tomo apuntes de las cosas que aprendo de Margot sobre mujeres. Ya sabes, no es sólo lo que me dice, es lo que no me dice. De momento, ya he aprendido que a las mujeres no les gusta que las despierten antes de la hora y que tampoco les gusta que les elijan la ropa –por el ruido, James debía de haber cerrado su agenda de notas–. Y ahora voy a aprender de los libros que leen...
- ¿Y aún no has aprendido que no le gusta que toquen sus cosas? –preguntó Lupin con ironía. Aunque tres segundos después, cuando ya me había convencido de que estaba de mi parte, añadió–. ¿Y de qué va ese libro?
- Son revistas encuadernadas –contestó James tras unos segundos en que les estuvo echando un vistazo.
Oh, oh, pensé. Me apresuré en salir de la ducha, vestirme y demás. Cuanto menos tiempo pudieran leer esas revistas mejor sería para todas. En especial para mí.
Al salir, me los encontré tal y como temía: leyendo el mamotreto compuesto por los mejores artículos de Cosmobruja. La verdad es que aparte de la bomba de relojería que sostenían en sus manos, estaban bastante monos los cuatro juntitos, sentaditos en mi cama y leyendo...
Al menos, tres de ellos lo estaban. Monos, quiero decir. Aunque la verdad, es que dudo que Peter estuviera leyendo.
- ¿Qué tal chicos? –solté jovialmente. Pensé que si sabían lo poco que me gustaba lo que estaban leyendo, no habría forma de que lo dejaran.
- Aquí, leyendo "el manual de uso del pene" –me contestó Lupin con un tono muy similar al mío.
- ¡Santo Merlín! –musité para mí. Pero me controlé, me di la vuelta y elegí pendientes frente al espejo mientras contaba hasta 10.
1, 2, 3, 4, 5...
- Si tenías dudas sobre el tema, reina mía, sólo tenías que consultarme –fueron diez segundos exactos los que tardó Sirius en llegar hasta mí, rodearme la cintura con los brazos y apoyar el mentón en mi hombro.
- James –llamé con el tono quejumbroso de una niña mimada. Vamos, como hablan las chicas que suelen seguirles–, Sirius me está acosando otra vez y además empieza a resultar predecible...
- Sirius, no acoses a mi pequeño genio –le riñó el aludido sin alzar la vista del artículo que leía–. Y no me molestes, que este reportaje sobre cómo quitarle el novio a tu hermana me puede ser útil. Salvando las distancias, claro.
- ¿Evans sale con tu hermano? –la verdad es que me hubiera extrañado, porque hasta donde yo sabía James era hijo único, pero aún así me giré para mirarle. Claro que, como Black aún estaba en medio, me tuve que asomar un poco para ver a su amigo.
- Con su primo –matizaron cuatro voces masculinas a la vez. Las de James y Sirius cargadas de rencor, la de Lupin con su tono irónico habitual y la de Pettigrew temerosa de que la furia de sus morenos compañeros se volviera contra él en cualquier momento.
Yo iba a decir lo absurdo que me parecía por parte de Evans que saliera con el primo de James, en vez de con James, ya que ambos eran muy parecidos: los dos eran morenos, deportistas y se llamaban James... Claro que ahí terminaban los parecidos: al primo de James le gustaba que le llamaran Jimmy, y era...
¿Cómo decirlo suavemente? Un cabrón hijo de la gran puta...
Vamos, que es como si te conformaras con una copia pirata, cuando puedes tener un original a mitad de precio... Cosa que sólo te pasa una vez en la vida y si tienes mucha suerte.
El caso es que Sirius evitó que dijera en voz alta lo que pensaba...
- No ahondes en la herida, reina –me sugirió con un susurro.
- Bueno, si la señorita esta lista: vamos a comer –pero James no parecía muy afectado cuando al fin terminó de leer el artículo que le había cautivado y se levantó de mi cama–, han abierto una taberna irlandesa en Hogsmeade.
- ¿Y qué se come en una taberna irlandesa? –preguntó Lupin.
- Pronto lo averiguaremos –ay, los Gryffindor y las cosas nuevas. Les entusiasman las novedades... Por eso cambian de chica una vez por semana. A mí, en cambio, las cosas nuevas no es que no me gusten, pero me imponen demasiado como para lanzarme a probarlas.
- Pues ya me lo contarás... –con esa frase, el entusiasmo de los merodeadores cayó en picado. Hasta el pelo se les puso mustio de la impresión–. Vuestra querida jefa de casa me ha vuelto a encomendar el cuidado de Fluffy en unos... 20 minutos. Por lo que no me da tiempo a ir a Hogsmeade y volver.
- ¿Tú qué coño le has hecho a la McGonagall? Porque, reina mía, te tiene más enfilada que a nosotros cuatro... –comentó Sirius.
- Y ya es decir... –añadieron los merodeadores, esta vez a coro.
- Nada –los cuatro alzaron las cejas, incrédulos–, sólo dije que sus pendientes no combinaban con su túnica –las cejas subieron un centímetro más–, y que ésta última estaba algo desfasada... –si subían las cejas media pulgada más, se les saldría de la cabeza–. Al menos, tuve el valor de decírselo a la cara, no como otros que murmuran de ella a sus espaldas.
- ¿Sabías que ella estaba detrás de ti? –aventuró Sirius, sonriendo divertido.
- No –admití con una mueca.
- Pues va a ser eso –como si Black me acabara de descubrir algo nuevo.
- Mm. Tengo una idea –todos nos volvimos hacia James, que parecía emocionado... Vamos, ni Spielberg en la nave de ET con una cámara de vídeo en la mano–. ¿McGonagall no te ha prohibido llevarte apoyo, verdad? –no esperó a que yo le contestara–. Pues nosotros vamos, pedimos comida para llevar y te ayudamos con Fluffy... ¿Qué te parece?
- Pues no muy buena idea. Ese perro a mí me da miedo –confesó Peter.
- Le estaba preguntando a Margot –aclaró James dedicando a su pequeño amigo una mirada helada–. ¿Qué opina mi pequeño genio?
- Sí, por mí vale. Pero igual tenéis otras cosas que hacer... –la carcajada de Sirius me interrumpió.
- Es lo que más me gusta de las Hufflepuff: su habilidad para decir "sí, pero quiero que tú me digas no". Es genial –sinceramente, yo no sé dónde le veía Black la gracia–. En realidad, no tenemos nada que hacer: sé que es triste para un domingo, pero así es...
- Sí, Pearl y Lily están en una reunión de prefectos y... –Lupin se quedó callado unos segundos, como si en su propia frase acabara de encontrar una incoherencia. Sirius y James le dedicaban una sonrisa indulgente, como si ya hubieran captado el fallo y esperaran la reacción de su amigo. De pronto, yo caí en la cuenta: Lupin era prefecto–. Joder, la reunión... –y salió corriendo.
- Te esperamos en el cobertizo de Fluffy –le recordó James.
- Os voy a buscar allí –abrió la puerta para salir y... Medio segundo después la volvía a cerrar–. Viene alguien –anunció.
- ¿Toller? –gruñó Sirius. Yo temblé al oírlo.
No, Skeeter –corrigió Lupin. Uf, menos mal. ¿Cómo que menos mal? .¡La bronca que tendría con Rita si se enteraba de que yo andaba haciendo algo tan mezquino como confraternizar con el enemigo!
- ¡Mi amor! –Pettigrew corrió hacia la puerta para recibir a su amada con un beso. ¡Qué asco, por favor!
- Peter, contrólate –menos mal que los demás merodeadores aún pensaban con la cabeza. Bueno, en el caso de Potter sólo lo hace cuando no está Evans delante...–. Para empezar, ella no sabe que salió contigo el viernes y para seguir, si nos pilla en su habitación los cinco nos metemos en un lío. Así que vamos a escondernos...
Yo estuve de acuerdo con la idea...
- Rápido, al baúl de Margot –hasta que Black dijo eso.
- ¿Y por qué no saltáis por la ventana? –mi sugerencia fue totalmente ignorada.
- Mi pequeño genio, no hay tiempo para discutir... –señaló James mientras sus amigos iban entrando–. Tranquila, que no te vamos a tocar nada...
- Bonito tanga –Black asomó su mano izquierda con un tanga de encaje negro que yo jamás he estrenado (ni estrenaré) colgando de su dedo. Me volví hacia James con cara de "¿Decías?".
Pero James dijo bien poco, ya que apenas tuvo tiempo para saltar a mi baúl antes de que Rita entrara por la puerta...
- Vaya, ya era hora de que te despertaras... –me saludó con un tono amable, casi meloso. Mm. Dado que era el mismo tono con el que preguntaba a los testigos de un acontecimiento horrible, me puse en guardia–. ¿Hasta qué hora estuvisteis con el Rol?
- Hasta las cinco de la mañana... –Rita silbó. Ella y Toller se habían retirado apenas a la una–, pero me quedé un rato charlando con Alice y Lucy, así que me acosté a las seis...
- Ya decía yo que era extraño que todo el mundo estuviera durmiendo. Al menos los de los cursos altos –de reojo observé algo preocupante: esos cuatro... Gryffindor, se habían dejado la capa de invisibilidad tirada en medio de la habitación. Si Rita se daba cuenta...
- ¿Y Anabell? –pregunté, tratando de mantenerla distraída.
- Con su "cuchicú" –contestó casi con desprecio–. ¿Sabes que hoy hemos abierto la piscina?
- ¿La piscina?
- ¿En serio? –alcé todo lo que pude mi voz para tapar la pregunta de los merodeadores–. ¡Qué guay¿Y eso? Normalmente cerramos hasta que pasen los exámenes, para evitar distracciones...
- Precisamente, este año la vamos a dejar abierta para relajarnos y eso... –Rita exhibió una sonrisa extasiada–. He quedado con Toller para pasar el día allí. ¿Vienes con nosotros? –Mm. No sé a los demás, pero a mí ese "nosotros" me sonó muy íntimo...
- No puedo. La McGonagall quiere que cuide a Fluffy hoy también...
- ¿Otra vez? –yo asentí, fingiéndome la adolescente más triste del mundo. Aunque prefería estar con Fluffy que con Toller–. Cielo, no debiste decir eso de su túnica... Te lo he dicho mil veces y...
- ¿Ah, sí? Pues me hubiera bastado con que me lo dijeras una sola vez. En concreto, con que me dijeras que venía hacia nosotras y que me callara.
- Margot. ¿Estás bien? –se preocupó Rita. Aunque no lo creáis, yo soy una persona generalmente afable. Vamos, que los arranques de mala leche no son propios de mí. Si algo me enfurece, me callo y me aguanto, por eso cuando me da por manifestarlos, la gente se queda muy sorprendida y yo termino avergonzada.
- Sí, lo siento. Es lo de cuidar a Fluffy y los EXTASIS en una semana... –Rita asintió, convencida.
- Bueno, voy a ponerme el bikini –algo que no os he dicho, es que los bikinis y la ropa interior que más nos ponemos la guardamos en el baño. A mucha gente le parece raro, pero yo lo veo lógico. Claro, que llevo desde los once haciéndolo así.
Aprovechando que Rita entró en el baño, abrí mi baúl y sin decir ni una palabra, con gestos, exhorté a los merodeadores a salir de allí a toda leche. Lupin fue el más veloz, ya que llegaba tarde a su junta de prefectos.
Probablemente, Sirius y James también se hubieran largado de no ser porque tuvieron que evitar que Pettigrew entrara en el baño a acosar a Rita.
-Margot –me llamó la chica en cuestión desde el baño– ¿Sabes dónde están las toallas de piscina?
- Sí, en el armario –mientras hablaba les lancé la capa de James y les ordené de nuevo que se fueran–, ahora te convoco una...
- No, espera, que quiero una grande, ya sabes que no me gusta que los pies me queden fuera de la toalla –ay, madre, nos pilla, pensé.
Pero tras dedicarme un saludo militar, los tres merodeadores se pusieron la capa y se fueron. Justo a tiempo, tres segundos más y Rita nos hubiera cazado in fraganti.
- Margot. ¿De verdad estás bien? –Rita me miró con preocupación.
- Claro –y sonreí tratando de alejar sus temores. Pero no me debió de quedar una sonrisa muy natural porque mi amiga pareció asustarse aún más–. Mejor me voy con Fluffy...
- ¿Has comido? –me volví hacia Rita. La verdad es que ni había cenado la noche anterior, ni había desayunado y por lo visto no iba a comer... Aunque la verdad es que no tenía mucha hambre–. Mejor que no lo hagas, te sobran un par de quilitos.
- Gracias, Rita, no sé qué haría sin ti –sonreí falsamente antes de irme con Fluffy.
&·&·&
- ¿No irás a hacer caso a esa idiota, verdad?
- ¡Joder! .¿Estáis locos? Casi me matáis del susto –reñí a James y Sirius, que acababan de aparecer por el cobertizo donde yo llevaba un rato tratando de calmar a Fluffy.
Aquel día, las tres cabezas tenían un conflicto emocional o algo así, porque trataban de comerse unas a otras.
- Rita no es una idiota –la defendió Pettigrew desde mil millas más lejos. Estaba claro que no quería acercarse a Fluffy ni por todo el oro del mundo.
- No he dicho que hablara de Rita, pero me alegra que tú hayas llegado a la misma conclusión que yo respecto a ella –le contestó Sirius antes de volverse hacia mí–. Decirte que tenías que perder "dos quilitos". No sé de dónde... –añadió tras examinarme de arriba abajo.
- Pues de aquí –me señalé las caderas, haciendo que él me lanzara una de sus miradas de escepticismo–. ¿Y cómo sabes que me ha dicho eso si no estabas en la habitación cuando me lo ha dicho?
- Ah, uno tiene sus fuentes... –Sirius levantó las manos, haciéndose el misterioso.
- Ya. ¿Dónde decís que habéis puesto la escucha mágica?
- ¿Escuchas? Por favor... ¿Por quién nos tomas? –James se hizo el ofendido. Pero como ese chico no podía mantener el mismo estado de ánimo más de tres segundos seguidos, sonrió y mostró las bolsas de comida preparada que él y Sirius traían en la mano–. ¡Hora de comer!
Al oír las tres palabras mágicas, las cabezas de Fluffy dejaron de pelear entre ellas y se volvieron hacia nosotros meneando la cola... A ver si les caía algo. A Sirius le divirtió el gesto porque soltó una carcajada. Luego, entre James y él, conjuraron una mesa con cinco sillas y empezaron a colocar la comida junto con los platos y demás.
- ¿A qué esperáis? –nos preguntó James al ver que Pettigrew y yo no nos acercábamos (aunque por motivos muy distintos)–. Venid aquí los dos.
- Yo no me acerco a menos de diez metros de esa cosa –como si Fluffy hubiera entendido el insulto, gruñó amenazadoramente a Pettigrew, que huyó despavorido. Aquello no pareció inmutar a los otros dos merodeadores.
- En fin. Él sabrá... Mejor comemos antes de que venga Remus y nos deje sin nada. Siempre tiene hambre después de... –James se interrumpió y me miró cautelosamente. La transformación... Pasar de humano a lobo y de lobo a humano en menos de ocho horas debe de agotar mucho.
- Ella ya lo sabe –le tranquilizó Sirius. Luego me miró interrogante al ver que seguía sin acercarme a la mesa.
- No tengo hambre –apenas dije esa frase, mi estómago hizo un ruidito que indicaba lo contrario.
- Mm. Parece que no todas las partes de tu cuerpo están de acuerdo con esa afirmación... Prongs, hermano, creo que nos va a tocar tentar a tu pequeño genio –el aludido asintió–. Deja que te muestre lo que hemos traído... Esta deliciosa empanada de pollo.
- Langostinos a la dublinesa...
- Colcannon...
- Pastel de bacalao y bacon...
Panecillos de patata...
- Y de postre, este exquisito pudin de queso –terminó James. No sé cómo lo hicieron para lograr que esas cosas de aluminio en las que envasan los alimentos para que conserven el calor, pareciesen bandejas de un restaurante de cinco tenedores–. Y no digas que no tienes hambre porque tu cerebro necesita nutrientes para ayudarme con mi plan...
- Y por lo que sabemos, no has desayunado, así que ya te estás sentando aquí –Sirius dio un par de palmadas al respaldo de la silla en la que pretendía que me sentara. Con un suspiro, no me quedó más remedio que obedecer.
Apenas me senté, los merodeadores empezaron a servirme comida hasta que casi doblaron el plato por el peso.
- Ya vale –protesté al ver que aún así seguían poniendo comida– ¿Queréis cebarme? Porque a juzgar por vuestras últimas novias, a vosotros dos no os gustan rellenitas...
- Exacto, después de nuestras dos últimas novias, quedamos hartos de delgaduchas –Sirius sonrió pasándome una cerveza mientras James me ponía el plato por delante.
Fluffy ladró reclamando nuestra atención. Sirius se levantó y le puso tres platos llenos de conejo con mostaza y otros tres llenos de cerveza Guinness.
- Sólo puede comer leche, le va a sentar mal –fruncí el ceño al ver al cachorro devorando ávidamente la comida.
- Ya verás como no –aseguró Sirius sentándose a mi lado y empezando a devorar su pastel de bacalao y bacon. Yo le contemplé unos segundos, desconfiada.
- Como tú digas... Pero si se pone a vomitar o le entra diarrea te toca cuidarle a ti porque ha sido culpa tuya –decidí al fin, antes de ponerme a picotear los langostinos que me habían servido.
- No pienso limpiar nada, ya tuve bastante con desparasitarle ayer –yo iba contestarle con "un ya lo creo que lo harás" bastante optimista dadas las circunstancias... Si ni su madre ni McGonagall habían logrado meterle en vereda, estaba claro que yo no tenía la más mínima posibilidad. Pero alguien desde la puerta del cobertizo soltó una carcajada y me volví a mirar–. ¿Y tú de qué te ríes? –le preguntó Sirius a Lupin.
- De que la chica tiene razón: no deberías haberle dado de comer nada a Fluffy –Lupin entró y se sentó en la mesa–. Como por dar de comer a la nueva mascota de Hagrid me hayáis dejado sin comer... Te capo.
- ¿Has visto a Peter por ahí? –quiso saber James.
- Oh, sí –Lupin volvió a reírse–. Está por ahí muerto de hambre, pero no quiere acercarse a Fluffy –terminó de servirse, todo carne, y empezó a zamparsela con hambre canina. Nunca mejor dicho.
- ¿Y qué tal la reunión de prefectos, Lupin? –le pregunté cuando vi que había calmado un poco las ansias y se podía hablar con él.
- Bien. Bueno, el amor imposible de este –señaló a James con la cabeza– me ha sacudido una colleja por llegar tarde. (Joder, como sacude la niña) –todos nos reímos, hasta James, que por lo visto también había probado su ración de collejas made in Evans–, pero no entiendo por qué me llamas Lupin cuando a estos dos les llamas por sus nombres...
- A él de vez en cuando la llamo Black –me apresuré a matizar señalando a Sirius.
- Cuando la cabrea –completó James. Sirius, que tenía los dos carrillos repletos de comida, se tuvo que conformar con asentir.
- Exacto. Pero como yo no te cabreo nunca, llámame por mi nombre –Ay, Merlín. ¡No me digáis que no es mono! .¡Que me quitaran ese plato y me lo sirvieran a él al natural! .¿Quedaría muy mal que me pusiera a bailar sobre la mesa?
- Vale –como la respuesta a esa pregunta es sí, me limité a asentir. Luego, los dos intercambiamos una mirada de complicidad. ¡Sí, sí, sí! Estaba cruzando una mirada de complicidad con Lupin. Es decir, con Remus.
- Oye, Margot. ¿Y qué es eso de la piscina? –pero Black tuvo que joderme el momentazo.
- Pues verás, Black, una piscina es como una bañera sólo que mucho más grande, y el agua, en vez de jabón tiene cloro –le expliqué con el mismo tono ofensivo que nuestra profesora de DCAO del año anterior nos explicaba las cosas (como si fuéramos tontos o algo así) pero es que la pregunta se las traía...
- Ya sé lo que es una piscina –Black entrecerró los ojos, molesto por mi comentario–, lo que quiero saber es a qué se refería Skeeter cuando dijo lo de la piscina.
- Ah, claro. Lo siento, no sabía que te referías a eso –debí de parecerle inocente del crimen que me atribuía porque su ceño se relajó–. Es que en el sótano de nuestra casa tenemos una piscina. Según la leyenda, la hicieron los hijos de Helga en una tarde tonta que tuvieron... –los tres me miraban sorprendidos, lo que me asombró–. ¿En Gryffindor no hay?
- No –negaron categóricamente los tres.
- Y encima, alguien de por aquí no nos quiere dar la contraseña del baño de los prefectos –James le lanzó a Remus una mirada acusadora.
- Si te la doy, Evans me mata –se defendió el licántropo–. Y la culpa es tuya por haberte dejado pillar mientras la espiabas.
- No puedo creer que pensaras que ella te iba a invitar a que le enjabonaras la espalda –añadió Sirius con tono burlón. Luego se volvió hacia mí–. Pues ya nos podías invitar a la piscina una tarde, reina mía.
- Sí, claro, para que vuestra jefa de casa me vuelva a castigar. Con lo enfilada que me tiene...
- ¿Y por qué Rita ha tenido que ir con Toller? –intervino tímidamente Pettigrew desde la puerta del cobertizo–. Sirius dice que es un cabrón violador y cosas mucho peores...
P- ues será lo que tú quieras, pero Toller y Rita siempre se han llevado muy bien. De hecho, siempre creí que estaban liados...
- ¿Sí? –los merodeadores me miraron con verdadero interés... ¿Por qué los hombres nos tachan de cotillas cuando a ellos también les encanta estar informados?
- Sí –respondí algo insegura. A lo mejor no debería haber dicho nada. Por si acaso, comí algo.
-No nos dejes a medias, mi pequeño genio. ¿Estaban liados o no? –me presionó James.
- Que yo sepa, no. Al menos, nunca pude encontrar nada concluyente... Pero se entienden demasiado bien –decidí dejarlo ahí. No pensaba contarles a ellos que sospechaba que Toller imaginaba estar con Rita cuando estábamos juntos. Para empezar, porque era demasiado humillante, para seguir porque a saber cómo reaccionaba Black con esa información. ¿Y a mí desde cuándo me importaba cómo reaccionara Black?
- ¿Pero por qué tiene que ir con él a la piscina? –insistió Peter. La verdad es que el pobre me dio un poquito de pena: se estaba pillando por una chica que pasaba de él y ahora le daba el ataque celoso propio de los Gryffindor... Y la verdad es que no lo hace con tanta gracia como James..–. ¿Por qué no puede ir con vuestra otra compañera de habitación? Isabel, dijiste que se llamaba...
- Anabell –corregí–, y ella nunca va a la piscina porque es alérgica al cloro. Se le ponen los ojos como canicas a la pobre... Además, ella estará ocupada metiendo en vereda a Snape...
- ¿Y por qué iba a estar la chica esa metiendo nada a Snape? –me interrumpió Remus.
- Porque es su novia –le informaron Sirius y James a la vez.
-¿SNAPE TIENE NOVIA? –por su reacción, aquello no había podido sorprender más a mi licántropo favorito. Joder, si encima les digo que a su archirival le va el sado, lo flipan. O no–. ¿Y es de este planeta?
- Pues claro –repuse más convencida de lo que en realidad estaba. Quiero mucho a Anabell, pero a veces me parece que esa chica es de Venus, por lo menos.
Los merodeadores pusieron cara de no creerme mucho, pero que ya investigarían por su cuenta el tema.
- ¿Y no tiene otra gente con la que ir a la piscina? –volvió a insistir Peter en el tema–. Antes mencionaste a Alex y Lisa.
- Alice y Lucy –corregí. Iba a explicarle que Rita no se lleva muy bien con ellas por culpa de cierto reportaje que escribió en la que las acusaba de tener una relación "más allá de la amistad". Cosa que no es cierta y que encima hizo que fueran acosadas por los mayores babosos de la escuela, pero James intervino.
- Peter, me estás hartando con eso de tener que hablarte a gritos. Haz el favor de acercarte aquí, que vas a lograr que los cuatro terminemos afónicos –le ordenó con un gesto.
- No –Peter negó rápidamente con la cabeza y señaló a Fluffy, bastante entretenido en esos momentos rebañando los restos de comida del plato, con un dedo tembloroso–, yo no me acerco a esa cosa...
- Pero si ahora esta muy tranquilo... –dije tras echarle una mirada.
- Gracias a la cerveza que le he dado –se apresuró a remarcar Sirius.
- Ahora... Pero es un bicho muy agresivo, si Hagrid fuera listo lo castraría –oh, oh. Peter acababa de mencionar las palabras mágicas si quería que Fluffy le atacara y sus tres amigos se volvieran contra él.
- ¿PERO QUÉ DICES DE CASTRAR?
Mm. Esto me recuerda a cuando mi hermano se enteró de que mi padre había ordenado castrar a nuestro gato, un bicho insufriblemente orgulloso y con un genio que lo flipabas... La verdad es que lo hizo en venganza, porque una vez, ese ser endemoniado trató de sacarle los ojos...
Tal y como temía, el discurso de los merodeadores no fue muy distinto al de mi hermano: empezaron por recriminarle a Peter su falta de solidaridad masculina, siguieron por preguntar si a él le gustaría que le hicieran algo por el estilo y concluyeron con el clásico alegato en defensa del derecho a experimentar la riqueza de la vida sexual intrínseco a todo ser vivo...
Discurso adornado con los rugidos de Fluffy, que de no estar atado le habría arrancado la cabeza de un bocado a Peter. O de tres, según se mire...
El caso es que mientras ellos le pegaban a Peter la bronca del milenio, yo estaba pensando que...
- A lo mejor no es tan mala idea –seis cabezas giraron hacia a mí, gesto que aprovechó Peter para correr a refugiarse debajo de su cama (al menos, eso es lo que deduzco, ya que no le volví a ver en toda la tarde)–. En fin, al gato de mi familia, que era bastante agresivo, se lo hicieron y ya no hace daño a nadie... Salvo al veterinario que le realizó la operación...
- Normal. Pobre criatura –se solidarizó James.
Con una chica, la táctica que siguen para convencernos de que una castración no es una opción, es algo diferente: en vez de gritarnos, alegan a nuestro instinto maternal… Cosa que suele funcionar.
Fluffy se me acercó mimoso, poniendo su mejor cara de "yo no he devorado a nadie en mi vida, ese cacho brazo que tengo en mis muelas es de un muñeco de goma".
- ¿Pero cómo puedes decir que esa criatura tan mansa y encantadora es agresiva? Pero si es un peluche... Con colmillos, pero un peluche –este Remus... Debe de creer que todos los cánidos son como él, el 90 por ciendel tiempo al menos. Fluffy asintió, sacando la lengua y babeando mis pantalones.
- Ay, deja de mancharme de babas –me aparté un poco, pero él se acercó de nuevo. Es difícil esquivar a tres cabezas cariñosas–, no vas a lograr ablandarme... –le advertí.
-A ver, reina mía. Que la vida sexual que te proporcionara tu ex novio Toller no fuera de tu agrado, no significa que tengas que ir privando por ahí a los demás de ella...
Como ya os he dicho antes: soy una persona muy afable y lograr que me enfade de verdad, dejándome llevar por mi mala leche, es bastante difícil. Pues bien: Black lo consiguió con ese comentario.
Antes de darme cuenta estaba de pie frente a él, roja de furia y gritando como no le había gritado a nadie desde... Nunca.
- ¡Esto no tiene nada que ver con mi relación con Toller! .¿Vale? Tiene que ver con Fluffy y lo que es lo mejor, para él y para todos –me pareció que Fluffy emitía un gruñido de incredulidad, pero no le hice ni caso–. ¿O qué te crees? .¿Qué si no le castramos va a tener vida sexual? .¡Claro! .¡Seguro que Hagrid puede conseguirle una perra de tres cabezas cada vez que le entre el calentón...! .¡O tal vez hagan muñecas hinchables para perros con tres cabezas...! .¡No lo sé, supongo que has pensado en eso!
Me crucé de brazos y me lo quedé mirando. Me pareció que Remus le susurraba a James algo que me sonó a "al menos sabe cómo hacerla gritar", pero no creo que eso tuviera relación con el tema a tratar.
Justo cuando la sangre iba a llegar al río...
- ¿Margot? .¿Estás ahí? –llegó Anabell.
- En el cobertizo –le respondí sin que se me ocurriera pensar que no sería buena idea que la novia de Snape me viera hablando con los enemigos declarados de su novio.
- ¿Otra vez te tocó cuidar a Fluffy? Que... –Anabell se interrumpió al ver a los merodeadores–. ¿Qué hacen ellos aquí? –me encogí de hombros antes de presentarlos.
- ¿Tú eres Anabell? –preguntaron los tres a coro.
- Culpable –replicó mi amiga con timidez.
- ¿Tú sales con Snape? –de nuevo, hicieron la pregunta a la vez.
- Culpable otra vez –Anabell me miró con extrañeza. Luego se dirigió a los merodeadores con ese tono inflexible y dominante que había adquirido en las últimas semanas. Me sentí muy orgullosa de ella–. ¿Y vosotros de qué vais? Esa no es forma de tratar a nadie, y menos a mi cuchicú...
- ¿Llama a Snape cuchicú? –Sirius, el único de los tres chicos que no se acercó a examinar a Anabell como si de una desconocida flor exótica se tratase, me dedicó una mirada incrédula.
- Sí –asentí–. Ay, Fluffy, vale de lametones, que me estás babeando toda.
Y mientras yo trataba de que Fluffy dejara de ducharme, Anabell siguió dando lecciones de civismo a unos merodeadores más interesados en comprobar que no era un extraño ente alienígena que en escucharla.
- Mira, James. Tiene cinco dedos en cada mano –Remus le mostró a James la mano de Anabell. Una mano blanca, delgada y preciosa.
- Y si la miras desde este ángulo se da un aire a mi Lily –James le ladeó un poco la cara para verla de perfil.
- Querrás decir a la Lily de tu primo –matizó Sirius con una sonrisa torcida.
- ¿Cómo puedes ser tan cabrón de recordarme eso? –James retrocedió con expresión dolida, mirando fijamente a su amigo del alma.
- Lo siento. Perdóname.
- Te perdono –y como si de una película melodramática de bajo presupuesto se tratara, los morenos corrieron a fundirse en un abrazo.
- Ejem –Anabell carraspeó, logrando atraer su atención–. ¿Me estáis escuchando?
- Ok. Mensaje captado. Dejaremos a tu flamante novio en paz –accedió James–. Y ahora, vamos todos a comer el postre, que este pudin de queso tiene una pinta deliciosa...
- Peter se lo va a perder, con lo que le gusta el queso... –comentó Remus mientras tomaban asiento y James empezaba a cortar el pudin.
- Que no hubiera salido corriendo –Sirius le pasó los platos a James. Luego reparó en que faltaba alguien más en la mesa–. Reina mía, ven aquí a tomar el postre...
- No, es que ya he comido demasiado –la verdad es que el famoso pudin tenía una pinta deliciosa. Pero no, me había comido casi todo el plato y ya era demasiado exceso.
- A ver, guapa, no hagas caso a Rita con eso de que estás gorda porque estás estupenda...
- ¿A que sí? Yo se lo digo siempre, pero no me hace ni caso –Anabell apoyó a James con mucho entusiasmo.
- ¿Ves? Te lo digo yo, te lo dice Sirius y te lo dice Anabell... Mayoría aplastante. Toma este cacho que es bien grande... –James me entregó el plato con aires de madre dispuesta a cebar a sus hijos.
- Ya, pero resulta que Anabell, (te quiero mucho, cielo, pero lo que voy a decir es cierto,) llama cuchicú a Snape... –les recordé.
- Sí, la verdad es que eso le quita un poco de credibilidad –admitió Sirius entre dientes.
- Hablando de mi cuchicú... No podéis tratarle así –insistió Anabell.
- Ya hemos quedado en que no le vamos a molestar más –le recordó James con impaciencia–, total, ahora vamos a por Toller... Que nos debe bastantes –eso me sorprendió bastante... ¿Qué cuentas podía tener mi ex con los merodeadores?
- ¡Es que eso es lo que no quiero! –chilló Anabell perdiendo la paciencia.
- ¿Cómo? –preguntaron los merodeadores confusos.
- Pues eso: mi cuchicú anda deprimido porque ya no le hacéis caso. ¡Y como no le hacéis caso, la que paga el pato soy yo, que me toca aguantarle más tiempo!
- Pero yo pensaba que lo que querías era que te dedicara más tiempo...
- Sí, Margot, así era, pero después de pasar tiempo con él, resulta que es un pelmazo –los tres merodeadores soltaron una carcajada–, así que me lo tenéis ocupado hasta que yo encuentre la forma de dejarle. ¿Eh?
- Anabell... Te has ganado un cacho de pudin –James le entregó un plato, que la pelirroja tomó a la vez que se sentaba a mi lado.
El resto de la comida fue bien, plagado de consejos de cómo debía Anabell deshacerse de Snape y medidas alternativas para amansar a Fluffy. Con eso, Sirius me dio bastante la vara...
Hagrid llegó sobre las siete. Ya lo teníamos todo recogido y se convenció de que habíamos ido a verle. Fue una suerte que los merodeadores estuvieran por allí, ya que gracias a ellos pudimos salir cuanto antes y volver al castillo aún de día.
James, Remus y Anabell iban delante mientras yo y Sirius, en la retaguardia, seguíamos pensando qué hacer con Fluffy.
- Pues aunque no lo creas, los libros de domadores recomiendan la castración como último recurso... –lo recuerdo perfectamente porque no me parecía muy aplicable en mi caso.
- ¿Qué libros? –Sirius alzó las cejas.
- Libros como este... –rebusqué en mi bolso en busca de mi fiel libro, pero no estaba–. Ay. Me lo habré dejado en mi habitación... Pero existe y lo recomiendan.
- Como último recurso... Igual deberías usar esa imaginación tan genial que tienes para encontrar alguna otra idea... –me sugirió Sirius. Yo le saqué la lengua y avancé más deprisa para unirme al resto–. No comprometas, reina mía –me avisó mientras me daba alcance.
La verdad es que no debí acercarme al resto. Si no lo hubiera hecho, no hubiera escuchado la idea que Lupin (sí, logró cabrearme) le propuso a Anabell.
- Y si no, siempre puedes salir conmi... con alguno de nosotros. Seguro que te deja en paz –la verdad es que Lupin estuvo ahí algo lento de reflejos, porque se entendió perfectamente lo que quería decir.
Yo me quedé paralizada, un paso por detrás de ellos. Enseguida, Sirius se quedó a mi lado e instintivamente apoyé la cabeza en su hombro. Él miró un segundo al resto, que no se habían dado cuenta de nuestra parada, antes de besarme en la frente.
- Tranquila, Margot, tranquila.
- Estoy tranquila –atiné a decir. Sacando fuerzas de no se dónde, alcé la cabeza a tiempo para ver la que tenían liada nuestros tres compañeros con cierta pelirroja.
Y es que, al oír la idea de Lupin, Anabell trastabilló. Después de todo, conocía mis sentimientos hacia Lupin y el temor de que yo lo hubiera oído la hizo tropezar, cayendo encima de James justo en el momento en que Lily Evans salía al jardín.
- ¿Se puede saber qué pasa aquí? –Anabell tragó saliva. Para una pacífica Hufflepuff, no hay nada más imponente y aterrador que una Gryffindor de mal humor.
- Por aquí... Dando un paseo –supongo que para los chicos de esa casa, acostumbrados a lidiar con ellas a diario, aquello era el pan suyo de cada día. O por lo menos, esa era la impresión que trasmitía James, que se puso en pie tranquilamente y además tuvo la osadía de dejar su mano en la cintura de Anabell.
En ese momento, los ojos de la prefecta pelirroja echaban chispas, como mi gato castrado antes de saltar a los ojos de su veterinario.
- Bueno, nosotras nos vamos –rápidamente, me alejé de Sirius, agarré a Anabell del brazo y la arrastré hasta el castillo. Cuando estuve a una distancia prudencial de Evans, que aún miraba homicidamente a mi inocente amiga, me despedí de los merodeadores–. Gracias por ayudarme con Fluffy. Y por la comida. Nos vemos.
Desde lejos, me pareció oír cómo Evans se olvidaba de Anabell y empezaba a gritarle a Lupin por haberla dejado plantada en la ronda y a sus dos morenos amigos por no habérselo recordado.
De haber sido otras personas, me habría preocupado por su salud física, pero siendo los merodeadores, estaba segura de que saldrían ilesos.
&·&·&
- Margot, yo... –Anabell y yo estábamos solas en la habitación, ya que Rita aún no había llegado. Seguro que ella y Toller estaban por ahí, follando como conejos. Si yo sabía que esos dos se traían algo entre manos. Sabía que estaba liados, sí señor... Ops, me desvié. El caso es que Anabell decidió aprovechar nuestra soledad para abordar el tema de Lupin.
- Tranquila, Any –pero yo me di cuenta de que no necesitaba explicaciones. Por alguna extraña razón, no me había dolido tanto como pensaba. La verdad es que se me ocurría una razón que lo explicaba todo, pero la deseché de inmediato–. No es culpa tuya. Eres una chica preciosa, como una muñeca de porcelana... Muy del tipo de Lupin. Es normal que se haya fijado en ti, tú no tienes la culpa y no te hago responsable. Si quieres salir con él, por mí puedes hacerlo.
- ¿De verdad? Quiero decir... No es que vaya a salir con él, aunque es muy majo y dulce.
- Y guapo –dijimos a la vez con una sonrisa.
- Pero no lo haré si eso puede perjudicar nuestra amistad –Anabell se puso seria.
- Eso no pasará –le aseguré antes de darle un abrazo.
- Vaya, vaya. ¿Y por qué nos abrazamos hoy? –Rita llegó en ese momento.
- Anabell me ayudó con Fluffy y no tenía porqué –expliqué sin dejarme inmutar por su ironía. Como ya he dicho en alguna ocasión, a Rita no le gustan nada las sesiones de abrazos a las que los Hufflepuff somos tan aficionados. Decidí cambiar de tema–. ¿Y qué tal en la piscina?
- Genial. Tenías que haber visto a Toller con bañador... –Rita sonrió en un gesto de picardía. Yo he visto a mi ex varias veces sin ropa y puedo asegurar que no es algo recomendado a gente de estómago sensible–. Está tan guapo...
- Me alegro de que te hayas divertido –sonreí falsamente. Me hubiera alegrado más que se hubiera ahogado. Anabell estaba inusualmente silenciosa.
- Sí, fue genial. Me voy a duchar –nos informó Rita antes de entrar en la ducha.
- Ten cuidado –me susurró Anabell en mi oreja–. Ella lo sabe todo. Ten mucho cuidado –esta vez me miró a la cara y pude ver la preocupación en sus ojos castaños.
¿Rita lo sabía todo?
¿Qué todo? .¿Las escuchas en la ducha? .¿Mi amistad con los merodeadores? .¿Que Toller trato de violarme y que era una de las razones por la que los merodeadores iban a por él?
De verdad. Quiero mucho a Anabell, pero a veces me gustaría que fuera más especifica.
Y se acabo lo que se daba hasta el próximo capítulo, espero no tener complicaciones, pero si las tengo y tengo que tardar un poco más, os aseguro que no es porque os quiera haceros sufrir, ni porque me guste veros rogar, ni nada de eso... es simplemente, que no he podido. ¿Va?
Un beso y hasta pronto. Espero.
Carla Grey.
Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi y Zoe Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática.
